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Nosotros


Palabras de aliento.- Desde el primer momento la dirección de esta revista pensó en extender su acción más allá de las fronteras de la patria, con el sano propósito de que ella fuese un medio más, acaso insignificante pero de todos modos eficaz, para robustecer los débiles lazos intelectuales que unen esta república con las restantes de la América Latina y con la madre patria.

Sus propósitos comienzan a realizarse. Después del artículo del fuerte escritor colombiano Max Grillo que tuvo ocasión de publicar meses pasados, publica en este número las producciones de tres conocidísimos literatos españoles, que gentilmente han respondido al pedido que la dirección les hiciera de colaborar en la revista.

Muchas palabras de aliento ha recibido la dirección de los más insignes escritores argentinos y extranjeros.

A las de don Miguel Unamuno insertadas en el número anterior, une hoy las no menos alentadoras de otro eminente escritor, el ilustre crítico uruguayo José Enrique Rodó, gloria de las letras americanas. Son éstas palabras siempre oportunas en un medio tan indiferente por lo común a todo lo que es establecer lazos y robustecer el espíritu americano.

La carta es la siguiente:

Señores directores de Nosotros.- Gracias, de corazón, por el amable envío de Nosotros.

Desde el primer día de su aparición estoy con ustedes y tengo hecho propósito de corresponder al pedido de colaboración. Ello será en breve. Entretanto, quiero que sepan con cuánto íntimo placer veo desplegarse, gallardamente, en nuestro mar de indiferencia y de tedio, las velas de la valerosa revista, para una nueva expedición de arte, de idealidad, de belleza. Para estas aventuras, para estas búsquedas de fabulosos vellocinos, siento mi entusiasmo intacto y mi fe tan candorosa y eficaz como siempre. ¿Sobre qué versará mi colaboración? No son los temas los que faltan.   —340→   Recuerdo, por ejemplo, que ha tiempo tengo contraído conmigo mismo el compromiso, muy grato, de escribir sobre las últimas obras de Ángel de Estrada, ese espíritu de selección, de estudio y de arte que tanto realza al nuevo pensamiento argentino.

Entre los nombres que presenta el periódico de ustedes, reconozco con afecto a muchos de quienes de antiguo son mis amigos, y veo, con interés y simpatía, nombres nuevos que desde ahora, son para mí nombres de amigos también. Para todos, mis más cordiales sentimientos; y para ustedes, que llevan la mano en el timón, mis mejores aplausos y mis mejores votos.- José Enrique Rodó.- Montevideo, 30 de noviembre de 1907.



Elysio de Carvalho.- Este insigne escritor brasileño se incorpora al cuerpo de redacción de la revista. Tendrá a su cargo la sección «Letras brasileñas», que, desempeñara hasta ahora con tanta conciencia Juan Mas y Pi, quien se ocupará en adelante de las letras catalanas.

Presentar a Elysio de Carvalho es inoficioso. Por poco que se conozca entre nosotros la literatura brasileña, su nombre ya nos es harto conocido. Además nos habló de él en el segundo número de Nosotros Mas y Pi, a cuyos buenos oficios debe justamente la dirección de la revista la adquisición de tan inapreciable colaborador; y también nos ha hablado de su obra Rubén Darío en su última correspondencia a «La Nación».



José A. Merediz.- No es un pensionado ni un primer premio de Academia. Pero es un artista.

Pertenece al número de aquellos que, llegados a la edad viril sin saber bien para qué son propios, se han buscado y se han encontrado, saliéndose del surco trazado para lanzarse en la aventura, en sus riesgos y peligros y, a fuerza de energía, se han hecho lo que querían ser, lo que se sentían hechos para ser.

En una edad en que ningún joven experimenta todavía preferencia bien marcada por ninguna profesión, le sedujo la idea de ser marino y entró a la Escuela Naval. Pero, una afición que desde muy niño tuvo, la del dibujo, se despertaba en él cada vez con más fuerza.

En su casa, como en la escuela, gustábale copiar, del natural, objetos y a veces a sus mismos compañeros. La vuelta alrededor del mundo, en la fragata «Sarmiento», le fue muy provechosa. Cuando regresó, traía sus álbumes repletos de paisajes y tipos de los distintos países por los cuales había desfilado su mirada.

Vistos estos ensayos por algunos maestros, éstos creyeron ver en Merediz cualidades que les decidieron a aconsejarle se dedicara con exclusividad a ese arte para el que revelaba tan buenas disposiciones.

Entonces, en la seguridad de haber encontrado su camino, no dudó más. Abandonando patria y familia y truncando su carrera, se fue a Europa. Llegó a París con la obstinación de un   —341→   hombre joven que se ha formado por sí mismo y, probablemente también, con el orgullo inconsciente que acompaña las educaciones solitarias. Un vez allí, trabajó y no podemos dudar que trabajó con todas sus fuerzas. Sólo un año hace de su permanencia en París, y ya ha enviado a su familia una serie de treinta pequeños cuadros, resultado de su labor de doce meses.

Los hemos visto. Es una colección de paisajes y tipos de Bretaña. En estas sus primeras pinturas, el señor Merediz revela poseer un alma tierna, melancólica y hasta triste. Su hora preferida parece ser la hora vespertina, cuando el sol cae, cuando las brumas se agolpan y todo adquiere un aspecto vago e indeciso.

El señor Merediz no es un colorista a la Sorolla; su pincel no tiene nunca la nota cálida y brillante. En algunos de sus paisajes, por ejemplo, desearíamos sentir la intensidad de la luz que inunda la tierra y abraza la atmósfera; el aspecto general resulta, por esto, un poco frío y triste. Pero, a defecto de la intensidad de color, tiene la armonía, su ojo ve justo, en una tonalidad verdosa algo extinguida.

Llama la atención en el conjunto una tela que representa un tipo bretón. El alma seria y grave del paisano, con su aspecto de resignado, se retrata admirablemente en ese rostro. Es verdaderamente un paisano bretón, por el gesto, por la actitud, por el carácter de su figura.

El señor Merediz no piensa exponer estas sus primeras telas. Por ahora estudia. Asiste a la Academia, y recibe lecciones particulares de Henri Martín, pintor que ha obtenido este año el primer premio. Trabajando con firmeza, espera poder volver a su patria dentro de tres o cuatro años y recién entonces exponer algunos de sus cuadros.

Con ambición, obstinación y fe en sí mismo, condiciones todas que posee el señor Merediz, se puede tener por cierto que se hará un lugar grande y honroso en el arte pictórico nacional.



Libros últimamente recibidos.- Joyeles, por Juan Aymerich; Caralcanti, por Luis María Jordán; Vértigos de Sol, por Rafael A. Arrieta; Liminares, por Enrique Pellegatta; El Derecho, por Carlos O. Bunge; Borderland, por Atilio M. Chiappori; Corazón por Ricardo Levene; Almafuerte, por Juan Mas y Pi; Intención y voluntad, por Mario A. Carranza; El país de la selva, por Ricardo Rojas, (nos ocuparemos de él en el próximo número); Algunas críticas, por José H. Rosendi, (nos ocuparemos de él en el próximo número); Bartolomé Mitre, (Discurso conmemorativo), por el profesor Giov. B. Sivori; Corona fúnebre, por Luis F. Suárez; Biblioteca Nacional Non plus ultra; Pensamientos, por J. Martín Bernal.