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Recordemos de este relevante conjunto: el Catálogo bibliográfico y biográfico del teatro antiguo español, desde su origen hasta mediados del siglo XVIII, por Cayetano Alberto de la Barrera; la Biblioteca de escritoras españolas desde 1401 a 1833, por Manuel Serrano Sanz; las Relaciones de solemnidades y fiestas públicas de España, por Jenaro Alenda y Mira; el Inventario de un jovellanista, por Julio Somoza; o investigaciones de Vicente Barrantes, el Conde de la Viñaza, Juan Catalina García, Cristóbal Pérez Pastor y otros.

 

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En vista de que la Biblioteca Nacional dejaba pasar el tiempo sin publicar el libro de Fuertes que había premiado, su autor gestionó de la Diputación de Oviedo que ésta se hiciera cargo de la obra e incluso pensó en editarlo por su cuenta; así consta en un fragmento de la carta dirigida por Fuertes Acevedo a Menéndez Pelayo, (fechada en Badajoz el 23-V-1899): «Respecto de mi Biblioteca de Escritores Asturianos, depende por ahora de que la Diputación de Oviedo la tome bajo su protección; si por cuestión de economías no hiciera nada, la imprimiré por mi cuenta; y si la venta del primer tomo me diera a entender que no podía seguir con la impresión, la dejaría. La obra consta de unos cuatro tomos de 600 a 700 páginas cada uno, con grabados de las firmas autógrafas de la mayor parte de los escritores». La muerte del autor al año siguiente de estas palabras impidió una u otra posibilidad.

Menéndez Pelayo se interesó alguna vez por la suerte que hubieran corrido los papeles y trabajos de su antiguo profesor y buen amigo; a una de estas consultas le respondía desde Trubia, a 3-I-1910, Rafael Fuertes Arias: «La mayoría de los papeles y documentos pertenecientes a la H.ª y Literatura de Asturias, propiedad de mi padre -q.e.p.d.- se extraviaron al abandonar mi familia Badajoz para trasladarse a Gijón primero y después a Valladolid. Extravío que he sentido mucho, tanto por ser el único patrimonio que había legado la laboriosidad de mi padre, muy amante de las glorias de su país, cuanto por haberme impedido estudiar dichos documentos y escritos: pues por más gestiones que hice, auxiliado de mi buen amigo el jovellanista D. Julio Somoza, todo fue inútil para hallarlos».

 

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Rogelio Jove y Bravo: Un siglo de prensa asturiana (1808-1916). (Apuntes para una historia del periodismo en Asturias). Edición y nota liminar de José María Martínez Cachero. (En «Boletín del Instituto de Estudios Asturianos», Oviedo. n.º 7, 1949, págs. 45-92).

Más recientemente se han publicado los artículos siguientes acerca del periodismo asturiano: I), Algunos datos para la historia del periodismo en Mieres, por Antonio Pérez Feito. (En «El Pregonero de San Juan», Mieres, n.º de junio de 1952); II), Noticia de El Nalón, «periódico de Literatura, Ciencias y Artes»: Oviedo, 1842, por José María Martínez Cachero. (En «Boletín del Instituto de Estudios Asturianos», Oviedo, n.º 24, 1955, págs. 29-37); III), Periódicos ovetenses cuyas colecciones han desaparecido, por Manuel Fernández Avello. (En «Boletín del Instituto de Estudios Asturianos», Oviedo, n.º 30, 1957, págs. 95-100.// Se trata de los titulados: «La Libertad», «El Eco de Asturias», «El Liberal Asturiano» y «El Fígaro». Ilustran el trabajo algunos curiosos grabados.// Su autor dispone de otros materiales con los que en su día piensa componer una historia del periodismo en nuestra provincia); IV), Interpretación y simbolismo de las cabeceras artísticas en el periodismo asturiano. I.-Las de «Castropol», decenario progresista de tendencia ciudadana, por José Luis Pérez de Castro. (En «Asturamérica», Oviedo, n.º 32: X-1956.// Es la primera entrega de una documentada serie).

 

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Pág. 124 del Bosquejo... Ignoro la suerte corrida por ambos trabajos.

 

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En colaboración con Canella y Secades publicó Somoza en 1895 el folleto titulado Noticias biográficas y bibliográficas de D. Máximo Fuertes Acevedo.

 

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Los planes de «La Quintana», págs. 100-103 del t. I (A-Agr.) de Contribución al Diccionario Folklórico de Asturias, de Constantino Cabal. (Oviedo, IDEA, 1951).

 

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Gaspar Melchor de Jovellanos: Diarios. Edición preparada por Julio Somoza. Estudio preliminar de Ángel del Río. (Oviedo, IDEA, 1953 -tomo I- y 1954 -t. II-; el t. III -1956- contiene los índices de la obra, confeccionados por José María Martínez Cachero).

 

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En las págs. 583-616 del tomo IV de Escritores y Artistas asturianos, de Constantino Suárez, se pone al día -por mano de su autor y de su editor y adicionador- la bibliografía de y sobre Jovellanos.

 

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Con suma diligencia y paciente cuidado fue preparando Somoza el Inventario. En su correspondencia con Menéndez Pelayo -(que se conserva en la biblioteca de este último en Santander: 11 cartas de D. Marcelino y 21 de D. Julio, parte de las cuales han sido utilizadas en El jovellanismo de M. P., cap. VIII de mi libro M. P. y Asturias)- hay curiosas referencias sobre la gestación y posteriores vicisitudes de ese repertorio bibliográfico; sigamos con algún pormenor la menuda historia erudita.

En septiembre de 1891 Somoza llevaba muy adelantada la recogida de datos; su amigo, el agustino P. Miguélez le ha indicado la probabilidad de que en la biblioteca de M. P. haya algo desconocido aún por el constante jovellanista, que en carta del 29 de ese mes y año le decía a D. Marcelino: «...fray Miguélez añade que algo bueno habrá en su librería de Vd. para mi bibliografía jovellanista (va en la segunda limadura). Ello ye... que lo que a mí se me haya escapado ha de estar bien recóndito: con que así, disimulando mi llaneza, dígame a media frase lo que tiene, que como yo lo posea o lo conozca enseguida descifraré el resto». Y D. Marcelino -carta fechada en Madrid el 19-XI-: «Poca cosa podré añadir de seguro a la Bibliografía Jovellanista de Vd., salvo noticia de algún libro extranjero en el que por incidencia se hable de nuestro gran escritor. Tengo también aquella famosa traducción de El Contrato Social, en el que hay una larga nota ensalzando a Jovellanos».

Dos días después Somoza reitera la «súplica para que me facilite Vd. cuando buenamente pueda nota bibliográfica jovellanista de todo lo que Vd. posea, e igualmente la referencia en sus obras a dicho personaje, que ya tiene, esperando mi libro, hueco para recibirla. ¡Terrible dentera me da Vd. con la posesión de esa traducción de El Contrato! ¿Y me quedaré sin él en mi biblioteca de jovellanista? No creo que sea Ud. tan cruel. Esta obra, y otras muchas, son objeto de mis terribles ansias de bibliófilo. Pero hay una que me interesa terriblemente y de la que sólo Vd. pudiera obtener copia para mí, a saber: Carlos González de Posada.= Vida del Excelentísimo Señor D.G.M. Jovellanos, Ms. en 4º de 48 hojas en el archivo de la Academia de la Historia».

M. P. contesta el 20-XII desde Santander a lo de El Contrato -«lo que tengo de la traducción de El Contrato Social (que por varios indicios atribuyo a D. Vicente M.ª Santibáñez) no es el impreso, sino una copia del tiempo, primorosamente escrita y encuadernada. Enviaré a Vd. copia de la nota en que se alaba a D. Gaspar. Del libro mismo no puedo desprenderme, porque me hace falta en mi colección de heterodoxos. Y por otra parte no tiene más relación con Jovellanos que el contener dicha nota»-, y a lo de la biografía debida a González de Posada -«Puede Vd. encargar a cualquiera persona de su confianza en Madrid que mande sacar copia de la biografía de Jovellanos escrita por González de   —72→   Posada, que está en la Academia de la Historia. Yo soy el Bibliotecario, y por consiguiente no hay obstáculo alguno. Diríjase al Sr. Rodríguez Villa, que es el oficial encargado de aquel departamento».

No olvida D. Marcelino la tarea de puntualísimo recuento en que anda metido su amigo; de ello son prueba fehaciente los párrafos que siguen (carta fechada en Santander el 7-VII-1892): «Allá van, pues: 1º, la nota que puso el traductor de El Contrato Social en 1799; 2º, la nota de Cerdá y Rico en su reimpresión de la Themis Hispana; 3º, la indicación de los pasajes de mis libros relativos a Jove-Llanos, sintiendo no poder remitir los libros mismos por habérseme acabado los ejemplares. Lo que digo en los Heterodoxos creo que sea idéntico a lo que publicó «El Siglo Futuro», salvo algunas erratas en que suelen caer las imprentas de periódico. Lo que contiene, relativo a Jovellanos, la H.ª de las Ideas Estéticas va en los pliegos adjuntos. En el «Boletín de la Academia de la Historia» (Julio o Agosto del año pasado) hay también un pequeño informe mío concerniente a Jove-llanos, con motivo de un pobre trabajo de cierto Sr. Palazuelos acerca de tan insigne varón considerado como cultivador de la Historia. Si no ha llegado a manos de Vd. este informe, le buscaré y se le enviaré, porque he de tener más de uno. No sé si habrá Vd. visto una elegía publicada en La Habana, 1812, a la memoria de Jove-Llanos. Yo no tenía noticia de ella hasta que casualmente la vi en unos tomos de papeles varios que posee en Madrid un amigo mío. Me pareció mala pero curiosa, y por si acaso tomé nota de ella, y ahí va con lo demás. Otras cosillas irán parecidas, aunque Vd. tiene el campo muy espigado».

Tales noticias bibliográficas llegan a manos de Somoza, quien mucho las agradece, cuando su obra está virtualmente concluida y el autor piensa ya en mandarla a la imprenta; «los apuntes y notas (que mucho le agradezco, y a otro tanto me obligan) me vienen de perlas, pues ya mi libro está terminado, y a la vela para la imprenta. Antes, espero todavía unas notas que Gabriel Llabrés me prometió desde Mallorca, y que no acaban de llegar. De mi nueva obra (que aún comprendiendo trece secciones, sólo es de crítica, erudición y bibliografía) no pienso tirar más que cien ejemplares, y aun esos, serán en su totalidad, más para obsequio que para venta. Pero me amedrenta la impresión; aquí difícilmente, y fuera de la localidad, enojosa y tardía por la cuestión de pruebas. Si la Sociedad de Bibliófilos Españoles me hiciera el honor de apadrinarla, ¡muy bien me vendría! Respecto de la poesía esa de La Habana, la Elegía de Tuero Miranda, es nueva para mí, y le agradezco (como todo lo demás) la noticia». (Carta del 10-VII-1892).

Pero ni los Bibliófilos Españoles serán requeridos, ni Somoza habrá de echar mano de sus caudales para la impresión del Inventario; un concurso de la Biblioteca Nacional por entonces convocado va a constituir el medio brillante e idóneo. A 4-XI-1892 Somoza le cuenta a M. P. sus cavilaciones al respecto: «He concluido mi obra Inventario de un jovellanista (más larga de hechura que vistosa de traje), y después de varios tanteos editoriales con impresores de diversa calaña, me convencí de que la obra me salía cara y que era muy cuerdo y muy prudente renunciar a su impresión. Se me ocurrió también, presentarla al concurso anual que por esta época celebra la Biblioteca Nacional; mas me retraen para ello varias causas que voy a referirle: Primera: que no poseyendo copia de la obra, caso que no se devolviesen los originales, la perdería del todo. Segunda: que lleva nombre de autor, y además se citan sus obras en diversos pasajes, lo cual no sé si será impedimento para su admisión. Tercera: que temo que si manos extrañas y poco escrupulosas llegan a andar en ella, le suda   —73→   algún fracaso como los que mi hermano le indicará con la debida reserva. De todos modos, he de merecer de su atención que eche un vistazo a la obra, y caso que la encuentre aceptable, diga a mi hermano los pasos que tiene que dar para su presentación, y los demás requisitos propios del caso».

Sin duda el vistazo que D. Marcelino echó al original de Somoza fue suficiente para vencer los temores de éste, decidiéndole a enviar el Inventario a dicho certamen, donde obtuvo premio: lo sabemos por una carta del 28-VI-1899, en la que dice D. Julio: «Después de saludarle afectuosamente paso a decirle que el día 17 del corriente mes he recibido oficio de la Dirección General de Instrucción Pública en el que se me participa haberme sido adjudicado el segundo premio de la Biblioteca Nacional en el concurso de 1898, por mi obra, de Vd. ya conocida, Inventario de un jovellanista. Quedo profundamente agradecido al Jurado, por haber estimado en algo mis escasos merecimientos, pero doblemente reconocido a Vd., por su intervención en el asunto, pues su voto, de autoridad y peso para mí, y de respetable consideración para todos, no dudo haya influido en el ánimo de los Sres. del Jurado, para mirar con benevolencia mi modesta obrilla».

El premio trae consigo la publicación, que se realiza en la primavera de 1901. Ha recibido Somoza unas pruebas de imprenta que le llenan de desazón e inmediatamente escribe a M. P. como a persona que puede ayudarle en el trance: «En la imprenta de Ribadeneyra, donde están empezando a estampar mi obra Inventario..., han cometido (a enormidad de darle unas proporciones desmesuradas, con el sano propósito, sin duda, de salir del paso perentoriamente. Acudo a su benevolencia para que haga valer mi derecho en la reducción del tamaño que solicito». (Carta del 18-III- 1901). M. P. explicará al interesado pocos días más tarde (carta fechada en Madrid el 23-III): «Mi estimado amigo: En contestación a su grata del 18 del corriente, he de exponer a Vd. con toda sinceridad lo que pasa con la impresión de su bibliografía; para que no achaque Vd. a la imprenta de Ribadeneyra culpas que ciertamente no tiene, pues su pecado capital no es el apresuramiento sino todo lo contrario. Cuando se establecieron los concursos de la Biblioteca Nacional hacia el año 1859, si la memoria no me es infiel, se tomó el acuerdo (muy mal tomado, a mi juicio) de que todas las memorias premiadas por la Biblioteca se imprimieran en el mismo tamaño y carácter de letra. Así se ha venido practicando desde entonces, y son ya 24 ó 25 las obras impresas, notándose entre ellas extraña desproporción, puesto que hay algunas como la Bibliografía agronómica de Ramírez que pasan de mil páginas, y otras tan exiguas como la Botánica de Colmeiro, que tendrá unas doscientas, y la Memoria sobre los archivos eclesiásticos de Eguren, que escasamente pasa de ciento. Repito que esta uniformidad me parece monstruosa, pero es el caso que los presupuestos que el impresor presenta y que en Fomento se aprueban antes de comenzar la impresión de cada libro, son sujetos a esa condición, y con arreglo al número de pliegos que ese presupuesto arroje se nos libra la cantidad destinada para estas atenciones. Resulta, pues, que estando compuesto en su totalidad, o poco menos, el libro de Vd. según me avisan de la imprenta, sería imposible deshacer lo hecho (aun suponiendo que tuviera atribuciones para ello) sin grave quebranto de los intereses de la Biblioteca, puesto que habría de componer el libro dos veces. Medite Vd. esto, antes de tomar una determinación definitiva y reflexione sobre todo que en lo ocurrido no hay falta alguna de atención a Vd. sino el cumplimiento de una disposición oficial, absurda sin duda como tantas otras, pero de la cual ni la imprenta ni yo tenemos culpa. ¿No podría Vd. para dar más cuerpo al tomo (con placer y utilidad de sus lectores) añadir algún nuevo trabajo sobre Jovellanos, o escritos inéditos suyos, o cartas y documentos relativos a su persona? Así lo desea sinceramente su affmo. y s.s.q.b.s.m.». Somoza dio por buenas y definitivas las razones   —74→   de M. P. y así concluye la menuda historia del Inventario de un jovellanista. (Con variada y copiosa noticia de impresos y manuscritos, publicaciones periódicas, traducciones, dedicatorias, epigrafía, grabado, escultura), poco tiempo después en la calle.

 

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Diarios: Memorias íntimas, 1790-1801. (Madrid, 1915. Con una introducción de Miguel Adellac; Apuntes para un prólogo, de Alejandrino Menéndez de Luarca, y notas ilustrativas de Vicente Abello. Obra editada por el Instituto de Jovellanos a expensas de Fortunato de Selgas).

Vicente Serrano y Puente, bajo el seudónimo de «El P. de A.», denunció en varios números del «Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo» (Santander, años 1923 y 1924) los errores de tal edición; Fe de erratas cometidas en la transcripción e impresión de los «Diarios» de Jovellanos se titula su trabajo, en cuya confección le ayudó no poco Somoza, entrañable amigo de Serrano Puente.