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11

Para las citas utilizo la edición de Lanfranco Caretti, Mondadori («I Meridiani»), Milán, 1979. Bartolomé Cairasco de Figueroa traduce: «En torno estaba el fuego ya dispuesto / y las llamas el fuego ya convida, / cuando con triste voz el mozo apuesto / dijo a la que con él estaba unida: / -¿Es éste el lazo del amor compuesto, do contigo esperé pasar la vida? / ¿Es éste el fuego que igualmente había / de aficionar las almas tuya y mía? // Diversa llama Amor, diverso nudo / me prometió, del que la suerte ha hecho; / ésta no apartó cuanto ella pudo / y juntónos al fin con lazo estrecho; / mas, ya que he de morir, del fuego crudo / estimo ser consorte, pues del lecho / serlo no merecí: tu hado siento, / no el mío, pues tan junto a ti me ausento. //» (en Bartolomé Cairasco de Figueroa, trad. de Torquato Tasso, Jerusalén libertada, ed. de Alejandro Cioranescu, Aula de Cultura de Tenerife, [s. l.] 1967, pp. 74-75). Juan Sedeño traduce: «La llama rigurosa ya esperaba / sus cuerpos de los fuelles encendida; / cuando él, que a las espaldas della estaba, / dijo con voz tremante y dolorida; / -¿Son éstos, di, los lazos que pensaba / tener contigo en una sola vida? ¿Son éstas, di, las llamas tan estrañas, / que habían de tracender nuestras entrañas? / Otros ñudos Amor nos prometía, / y otro fuego, aunque recio, no tan fuerte; / si apartados Fortuna nos tenía / ahora nos ayunta cruda suerte; / de la tuya me pesa, y de la mía / me place, pues por ti recibo muerte; / que si no se juntaron en la cama / juntarse han nuestros cuerpos en la llama». (Jerusalén libertada, Madrid: Pedro Madrigal, 1587, fol. 22v.).

 

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Bartolomé Cairasco de Figueroa traduce: «Comienza a desdeñarse aquí el tirano; / pregunta por la imagen; y animosa / ella responde: -Dila al fuego insano, / y el quemarla estimé por grande cosa: / al menos no podrá bárbra mano / descreída violarla desdeñosa. / O el hurto buscas, o el ladrón visible: / aqueste ves, aquél ya no es posible. //» (Jerusalén libertada, p. 73). Juan Sedeño traduce: «Aquí el tirano pide desdeñado, / dónde escondió la imagen de su diosa; / Respóndele: -Señor, yo la he quemado, / por parecerme ser notable cosa; / Así no será el vulto violado / de mano poco crédula injuriosa; / el hurto pide, o el ladrón valiente; / aquél no verás jamás, yo estoy presente» (Jerusalén libertada, fol. 21r.)

 

13

No se nos ha conservado el papel de actor de Clorinda, pero las últimas réplicas de la hoja de Solinda dicen:


      Consideras
Señor, quienquiera que seas,
dexa al rey seguir su furia,
si es que nuestro bien deseas,
que en la vida está la injuria
y en la muerte no lo creas.
      triste
En poca deuda te quedo,
muerte, que al fin no viniste.
      fin.



Estas réplicas presuponen la intervención de un personaje desconocido a Solinda (Señor, quienquiera que seas) que impide la ejecución y libera a la joven, tal y como ocurría en la Gerusalemme liberata. Sabido es que Clorinda viste armadura, y ésta es la razón por la que Solinda cree en un primer momento haber sido liberada por un caballero.

 

14

Véase Jornada Segunda, vv. 107-114:

CLORINDA.-
[...]
Toma, señor, la espada, el arnés toma,
y deja los hechiços falsos, vanos,
que los que se han de usar en esta parte
son la industria y [el] furor de Marte.
Yo quité los christianos que tu ira
al fuego condenó, porque mi intento
por otros medios de más honrra aspira
de rreduçir tu estado a salvamento.


 

15

B. N. M. ms. 14.612/8 núm. 27 (en la numeración de los papeles hay discrepancias entre la que ofrece el catálogo de Paz y Melia y la que se encuentra en los mismos papeles. Me atengo a la segunda).

 

16

Fue escrita entre 1581 y 1583, según la verosímil conjetura de Jean Canavaggio, Cervantes dramaturge. Un théâtre à naître, París: P. U. F., 1977, p. 20.

 

17

Al final de las réplicas del papel de la Ocasión, el actor ha anotado algo en una grafía muy cursiva que por desgracia no he conseguido descifrar.

 

18

Antonio Rodríguez-Moñino, «Reaparición de un manuscrito cervantino (El Trato de Argel y La Numancia)», Anuario de Letras, IV (1964), pp. 247-253.

 

19

Véanse las recientes ediciones de Alfredo Hermenegildo, (La destruicción de Numancia, Madrid: Castalia, 1994) y de F. Sevilla Arroyo y A. Rey Hazas (La Numancia, Madrid: Alianza Editorial, 1996).

 

20

Sigue siendo un punto de partida de gran utilidad Jean Canavaggio, «A propos de deux comedias de Cervantès: quelques remarques sur un manuscrit récemment retrouvé», Bulletin Hispanique, LXIII (1966), pp. 5-29.

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