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Noticia de algunos manuscritos arábigo-españoles

Francisco Codera y Zaidín





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Cuando en el primer tomo de la Bibliotheca Arabico-hispana publiqué la obra de Abén Pascual, titulada Assila, Continuación (á la obra de Abén Alfaradhí), no se conocía en Europa más ejemplar que el códice del Escorial (y copias del mismo), que creíamos completo, por no haber hecho previamente un estudio detenido del mismo; pero en el decurso de la publicación hubimos de ver que estaba falto en dos puntos, después de los folios 111 y 115, donde suponíamos que faltaban dos y diez folios respectivamente.

Al emprender el viaje á Túnez sabía que en la biblioteca de la mezquita Azeituna existía algo de esta obra; pero vimos que era solo el primer tomo, y por tanto se frustró la esperanza de completar la obra.

La Academia ha adquirido recientemente copia del tomo segundo, que nos ha sido remitido para la misma por uno de nuestros amigos, y por fortuna el tomo se halla completo; y resulta que, como habíamos supuesto en nuestra edición, faltan dos folios en el códice Escurialense después del folio 111 y diez después del 115; pues lo que falta en el códice del Escorial está contenido en la copia de la Academia en veinticinco hojas, y como cada dos de nuestra copia corresponden á un folio del códice Escurialense, no cabe duda de que lo que en él falta, estaba en dos y diez folios respectivamente.

La copia de la Academia parece completa, al menos tiene el principio y el fin, no encontrándose, sin embargo, en ella las adiciones que en el códice Escurialense están después de terminada la obra: á estar completo el códice del Escorial, nuestra edición de la Assila de Abén Pascual hubiera tenido 50 páginas más, las cuales pensamos publicar como apéndice al tomo VIII de la Bibliotheca Arabico-Hispana, que habrá de contener el tomo II de la obra de Abén Alfaradhí, hoy en prensa, y cuyo primer   —477→   tomo llevamos adelantado, y de este modo el fragmento de la Assila será verdaderamente continuación de la obra de Abén Alfaradhí1.

He leído las veinticinco hojas que contienen lo que faltaba de la obra de Abén Pascual, y en ellas se encuentran algunas noticias nuevas, en especial para la topografía de Córdoba.

Al fin del volumen adquirido para la Academia hay un tratadito de historia de Mequinez, de autor no muy antiguo; titúlase Inscripción arábiga El agua corriente acerca de las noticias de Micnesa Azeitun, obra escrita por Mohámed ben Ahmed ben Mohámed ben Mohámed ben Gazy el Otsmaní: Hachi Jalifa no menciona esta obrita; y aunque quizá menciona al autor con motivo de otra obra, no pone la fecha de su muerte, que debió ser posterior al año 858 de la hégira, en cuya fecha vivía.

Aunque el objeto del autor fué dar noticias de Mequinez, algo se encuentra que se refiere á España y que interesa á nuestra historia, como son las conquistas de almoravides y almohades, de cuyo carácter y dureza, en especial de la de los almohades, da noticias importantes.

Ya que he dado noticia de dos obras que se han adquirido para la Academia, la daré también de otras que, en mi concepto, convendría hacer copiar.

De las muchas bibliotecas existentes en Constantinopla ví en la Bibliographie Ottomane de M. Clément Huart, que se habían publicado los catálogos de las de Santa Sofía,-Kieuprulu Mehemet Pacha,- Yeñi Djami y del sultán Abdel-Hamid: habiéndome procurado dichos catálogos, veo que en Constantinopla hay muchos manuscritos de autores españoles, si bien en las bibliotecas mencionadas no encuentro ninguna obra de las de primera importancia para nosotros; pero hay muchas obras históricas desconocidas hasta ahora en Europa, entre ellas alguna que otra de autor español, y creo no estaría de más el procurarnos copia.

Las que sospecho pudieran ser más importantes son las siguientes,   —478→   aunque sé cuán aventurado sea formar concepto del contenido de las obras árabes por solo el título.

1. Inscripción arábiga Regalo de los grandes acerca de los viajes de los mares, obra del autor granadino Abu Abdalá Mohámed ben Abderrahman, muerto en el año 565: el Dr. Wustenfeld no le incluye entre los historiadores, ni cita esta obra Hachi Jalifa: de este autor se conoce otra obra, incluida entre las geográficas, que se supone llena de fábulas, que contiene en verdad, en lo que el autor cuenta bajo la autoridad de otros: de esta obra se conocen ejemplares en las bibliotecas del Museo Británico y de París, y también en la de Argel, donde la examinamos un poco.

2. Inscripción arábiga El blanco ó propósito y cosas útiles en los ¿instrumentos de repulsión? para los que van á la guerra santa, por Ibrahim ben Ahmed el Ganim el Andalusí; ni de la obra ni del autor encuentro noticia alguna.

3. Inscripción arábiga Huerto nuevo acerca de la interpretación de las cosas raras de la vida del profeta, por Abu Alcásim Abderrahman ben Ahmed el Xoheilí, obra mencionada por Hachi Jalifa y el Dr. Wustenfeld, de la cual parece que no se conocía ejemplar: en Constantinopla hay al menos dos ejemplares.

4. Inscripción arábiga Victoria del que se ensoberbece con la descripción de los zapatos del profeta, por el conocido historiador Almakkarí: la obra de tan extraño asunto, según el título, no es conocida en Europa según el Dr. Wustenfeld, y por lo que de ella dice Hachi Jalifa, podrá en su día ser importante para el conocimiento de nuestra historia literaria, por contener muchos versos de poetas occidentales.

El número de las obras históricas de autores árabes no españoles, que se conservan en Constantinopla y son desconocidas en Europa, debe de ser muy considerable, y su importancia grande para el conocimiento de la historia de los musulmanes.

Solo la sección histórica de la biblioteca de Santa Sofía comprende 598 números de obras árabes, persas y turcas; 258 la de   —479→   Kieuprulu Mehemet Pacha; 133 la de Yeñi Djami, y 212 la del sultán Abdel-Hamid: examinadas las notas bibliográficas de unos sesenta números de autor conocido, resultan las dos terceras partes de ellas no incluídas por el Dr. Wustenfeld en su utilísima obra Los historiadores árabes y sus obras.

No creo oportuno dar noticia de tales obras en este momento, por más que sospeche que muchas de ellas podrán contener noticias que nos interesaría conocer; solo haré mención de una obra, que por ser de las historias árabes más antiguas y de autor muy célebre bajo otro concepto, merecería llamar la atención de alguno de los arabistas que puedan verla en Constantinopla; son tres tomos de la Inscripción arábiga La gran historia, del célebre Albojarí, el diligente coleccionador de las tradiciones referentes á Mahoma, autor muerto en el año 256 de la hégira (9 de Diciembre de 869 á 28 de Noviembre de 870): Albojarí hizo tres ediciones de su obra, La gran historia y dos compendios de la misma; no sabemos á cuál de las tres ediciones corresponden los tres tomos conservados en la biblioteca de Santa Sofía.

En la misma biblioteca se conservan veinticinco tomos (faltan el 1.º y 22) de una obra que, por su título, pudiera creerse puramente geográfica, aunque, según las noticias que de ella da Hachi Jalifa, tiene tanto ó más de biográfica: titúlase

Inscripción arábiga

Caminos de los ojos, acerca de los reinos de las regiones, por Xihabeddin Yahya ben Alomari, conocido por Fadlalá, el escritor de Damasco, muerto en el año 741 de la hégira.

En Europa parece que solo se conocen algunos tomos de esta obra2, y si es principalmente geográfica, como indica Casiri por el examen del tomo 27, que se conserva en el Escorial, pudiera ser de suma importancia su examen, por si da noticias detalladas   —480→   de nuestra geografía árabe; pues es de suponer trate de España con la misma extensión que de los demás estados musulmanes.

Estas son las obras que encuentro en las secciones históricas de los catálogos indicados, y que por serme hasta ahora desconocidas, me han llamado la atención, pareciéndome oportuno dar cuenta de ellas á la Academia, aunque no habiéndolas visto no es posible saber si tienen para nuestra historia verdadero interés.

En las secciones no históricas hay un número muy considerable de obras de autores españoles, las cuales, en el estado en que hoy se encuentra el cultivo de la lengua árabe, no es posible pensar en que á ningún español interesen lo suficiente para ocuparse en su estudio: por el número de las que existen debidas á un solo autor, merecen, ya que no citarse individualmente, que se enuncie el número de las que existen en las cuatro bibliotecas citadas: de las papeletas que de las obras españoles de estos catálogos nos ha hecho nuestro querido discípulo D. Pedro Roca, resulta que hay cuarenta obras diferentes del fecundo escritor español Mohámed ben Ali ben Mohámed ben Ahmed ben Abdalá, conocido por Abén Alarabí y por Mahi-eddin ben Alarabí, personaje nacido en Murcia en el mes de ramadán del año 560 (12 de Julio á 11 de Agosto de 1165), y muerto el viernes 26 de rebia postrero del año 638 (15 de Noviembre de 1240). Las obras que de este autor se conservan son muy numerosas, y comunes muchas de ellas en todas las bibliotecas, lo que indica la gran importancia que debió de tener en el mundo musulmán: con seguridad que se llenarían más de cien tomos con las que se conservan.

De otros varios autores de nota se conservan en Constantinopla multitud de obras de todo género: entre otras merecen citarse dos tomos de una obra de derecho xafei, que parece constaba de treinta, tomos, obra escrita por el célebre historiador Abén Hazám Alí ben Mohámed, de quien solo se conocían como existentes sus dos obras, Historia de las religiones y Tratado del amor, grandemente aprovechadas por el Sr. Dozy: hoy conocemos la existencia de tres obras más del mismo autor, Las genealogías de los árabes, que vimos en Túnez, y de la cual hoy tiene copia nuestra Academia; otra obra de historia existente en Tlemecen, según noticia que nos comunicó nuestro amigo y correspondiente de   —481→   nuestra Academia, M. Fagnan, quien no había podido verla, sin que hayan sido más afortunadas mis gestiones para proporcionar una copia á la Academia, y los dos tomos de derecho xafei existentes en Constantinopla, en cuyo centro literario, como tuve ocasión de indicar á la Academia, convendría en gran manera que alguno de nuestros empleados diplomáticos tuviera los estudios previos indispensables, que pudieran hacer brotar en él en buenas condiciones la afición á investigaciones de esta índole.





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