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Noticias de El Nalón, «periódico de Literatura, Ciencias y Artes»: Oviedo, 1842

José María Martínez Cachero


[Nota preliminar: (Publicado en Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, Oviedo, núm. 24, 1955, pp. 29-37).]



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Creo que ha sido el hispanista inglés Edgardo Allison Peers quien más demorada atención prestó a nuestra prensa romántica, por él estudiada en los trabajos siguientes: I. Some provincial periodicals in Spain during the Romantic movement. (En «Modern Language Review», Cambridge, t. XV, 1920, 374-391). Artículo dedicado a «tres de las más importantes revistas provinciales de España»: El Europeo y Diario de Barcelona, de Barcelona, y La Alhambra, de Granada; II. Periodical contributions of Sevilla to Romanticism. (En «Bulletin Hispanique», Bordeaux, t. XXIV, 1922, 198-202); III. El Romanticismo en España. Caracteres esenciales de su desenvolvimiento en algunas provincias. (En «Boletín de la Biblioteca de Menéndez Pelayo», Santander, t. VII, 1925, 250-269). Bibliografía distribuida en dos apartados: A). Obras bibliográficas; B). Periódicos. Una relación integrada por 68 títulos, ofreciéndose breve referencia informativa de todos y cada uno de ellos; son publicaciones salidas en Barcelona, Valencia, Palma de Mallorca, Zaragoza, Granada, Sevilla y Cádiz1.

En 1946 se inició por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, dirigida por Joaquín de Entrambasaguas, la «Colección de Índices de Publicaciones Periódicas», cuyo interés y utilidad no precisan encarecimiento. Por lo que al Romanticismo atañe han visto la luz hasta ahora   —54→   los volúmenes correspondientes a: El Artista (Madrid, 1835-1836), No me olvides (Madrid, 1837-1838), El Alba (Madrid, 1838-1839), Semanario Pintoresco Español (Madrid, 1836-1857), Liceo Artístico y Literario (Madrid, 1838), El Arpa del Creyente (Madrid, 1842), El Reflejo (Madrid, 1843), La Palma (Palma de Mallorca, 1840-1841) y El Europeo (Barcelona, 1823-1824).

Modesta contribución a semejantes investigaciones es el presente estudio: noticia de una revista ovetense que tuvo breve vida, inequívoca significación romántica y calidad literaria poco valiosa ciertamente.

Tanto Máximo Fuertes Acevedo2 como Rogelio Jove y Bravo3, advierten del puesto destacado que ocupa El Nalón en la historia del periodismo asturiano. Antes de él, nada o casi nada: «región de sombras». Ellos, sus hacedores, «jóvenes, llenos de fe y de entusiasmo por la literatura y las ciencias, intentaron despertar en Asturias -escribe Fuertes Acevedo- la afición a estos estudios, lo que lograron en parte, con la publicación de este periódico, adquiriendo desde entonces el movimiento literario en Oviedo notable desarrollo».

Esos jóvenes se llamaban: José María Albuerne, Juan Álvarez Lorenzana, José Arias de Miranda, Enrique Fernández Poja, Rafael González Llanos, Plácido Jove Hevia, Miguel Menéndez Arango, Gabriel Ortiz, J. B. Posada, Ceferino Suárez Bravo y Ciriaco Miguel Vigil.

A costa, sin duda, de bastante esfuerzo y sacrificio estos jóvenes emprenden una bien arriesgada aventura. Quizá a principios de 1842 hayan hecho circular un prospecto4, participando su intento y recabando ayuda eficaz en forma de suscripciones y consejos. Por fin, y venciendo «los grandes obstáculos que a la realización de nuestras promesas se oponían», el domingo 19 de marzo aparece el número I de El Nalón.

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Daré ahora algunos indispensables y muy concretos pormenores.

El Nalón se subtitula «periódico de Literatura, Ciencias y Artes5». Sale los domingos. Cada número consta de 16 páginas, de 19 x 14 cm., con texto a dos columnas y distintos tipos de letra. Se imprime en el establecimiento tipográfico de D. Benito González. En la librería de D. Nicolás Longoria, calle de la Herrería, puede suscribirse quien lo desee; también, «en las principales librerías del reino». El precio de la suscripción es de 5 reales por mes y 12 por trimestre en Oviedo (llevado a casa de los suscriptores), 6 y 15 en Asturias (franco de portes), 7 y 18 en las restantes provincias españolas (asimismo franco de portes). El número suelto cuesta 12 cuartos. La redacción está en el número 1 de la calle de Traslacerca, a donde puede enviarse espontáneamente colaboración en la seguridad de que si es merecedora de ello será publicada.

Y así semana tras semana, domingo tras domingo de marzo, abril, mayo, junio y julio, hasta que en la página final del número 18 apareció el siguiente y tristísimo aviso: «Por razones que no creemos del caso manifestar, se suspende la publicación de este Periódico. Si para el 1º de septiembre tuviésemos el suficiente número de suscriptores, considerándose como tales los señores que gusten inscribir su nombre en la librería de D. Nicolás Longoria, entonces no dudaremos proseguir con la tarea que nos hemos propuesto con tanto desinterés».

En anterior trabajo mío6 se informaba sobre la relación del poeta salmantino Ventura Ruiz Aguilera (1820-1881) con Asturias, relación iniciada precisamente en las páginas de El Nalón. Pero no fue éste el único caso de colaboradores no asturianos en la revista ovetense. A su domicilio llegaban con alguna frecuencia ejemplares de publicaciones análogas a   —56→   ella, salidas en diferentes localidades españolas, tal: La Minerva, Madrid, dedicada a los estudiantes; El Mosaico, Cádiz, La Tarántula, Granada, y La Lira de Oro, Barcelona, todos tres periódicos literarios. También, El Recreo Compostelano, Santiago de Compostela, portavoz de una Academia Literaria, integrada por jóvenes universitarios, que con fecha 31de mayo de 1842 convocó un certamen para premiar el mejor estudio presentado acerca del tema «¿Cuál es el carácter de la literatura española del siglo XIX?». Secretario de dicha Academia era José Faraldo de Malbar y animador principal de la misma, Antonio Neira de Mosquera (1823-1854), con el tiempo figura no desdeñable en la república de las letras7.

En el número 9 de El Nalón, domingo 15 de mayo, aparece una breve colaboración de Neira de Mosquera, cuyo texto va seguidamente:

«D. Antonio Neira, redactor del Recreo Compostelano, periódico de literatura que se publica en Santiago, nos ha remitido el siguiente artículo:

AYER! palabra lúgubre, palabra que hace volver la vista hacia un pasado que huyó por delante de nuestros ojos, fugaz y bullicioso. Rúbrica que el tiempo escribe para que el hombre se sonría o llore; página ya doblada, que cuando Hoy, estaba en blanco, y que ha sido escrita por una mano que jamás borra. Para el amor, para la felicidad, para el hombre que tiene porvenir, es un recuerdo dulce, alegre, deslumbrante; para la infelicidad, para el infortunio, una sombra aterradora, que enseña sus cien dientes fieros, implacables. Ayer aún no era el tirano acusado por la sombra de sus víctimas, ni tampoco las temía; ayer aún el infame libertino no envenenara su existencia con un comprado placer. Hoy el tirano tiembla, viendo en torno suyo la terrible bacanal que alzan sus cien espectros sacrificados; hoy el desgraciado que ha querido apurar de un golpe los mentidos placeres de este mundo, yace triste, pálido, abatido. Ayer el niño rompía sus rosas sobre la frente gozándose en verlas caer marchitas a sus pies; hoy se hizo hombre, y el hombre quisiera ser niño. Cuando uno piensa en sí, el ayer parece que se olvida; cuando uno piensa en el mundo, en todo ve escrita esa palabra».



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¿Qué particularidad ofrece el contenido de El Nalón? Antes se aludía a la «inequívoca significación romántica» de la revista, declarada y corroborada abiertamente por casi todos los versos y las prosas en ella insertos: cuadros de costumbres, novelas históricas, poesías sentimentales, etc. No encontraremos, sin embargo, artículos críticos en los que se expongan con juvenil entusiasmo los principios estéticos del Romanticismo, o se censuren con arrebato las estrechas convenciones neoclásicas. La crítica estética no era por lo visto menester que llevase tiempo a estos jóvenes, mucho más dados a la creación literaria en sus formas líricas y narrativas.

Ciriaco Miguel Vigil y J. B. Posada escriben evocaciones históricas de asunto asturiano: sobre el cardenal Valdés Salas, o la batalla de Covadonga, o el tributo de las cien doncellas. Ceferino Suárez Bravo y Gabriel Ortiz hacen costumbrismo a base de la vida ovetense de entonces. Esporádicamente se incluye algún trabajo científico de Ciencias Exactas o de Agricultura. José María Albuerne denuncia el domingo 15 de mayo -número 9- la urgente necesidad de un Liceo en Asturias, encaminado a crear ambiente propicio para el cultivo de las Letras, las Ciencias y las Artes; «mengua es y dolor -dice- que la provincia madre de España y de la monarquía, la más regalada por la naturaleza y por los desvelos del gran Jovellanos, premie con el abandono la habilidad de sus artistas y el gran talento científico y literario de sus hijos».

No hay teatro en las páginas de El Nalón; sí, versos y relatos en prosa. Los más trillados tópicos temáticos y expresivos de la escuela romántica se dan cita aquí. La luna, los desdichados amantes dignos de más venturosa fortuna, el «joven infelice» sobre el que parece pesar negro y aplastador destino; la polimetría, léxico terrorífico, determinadas comparaciones será lo que encuentre el lector.

De entre los habituales colaboradores de la revista puede parecer que Gabriel Ortiz era el menos romántico del grupo -en algún pasaje de sus escritos se permite alusiones levemente irónicas-, y Miguel Menéndez Arango el más desorbitadamente apasionado. Véase como muestra su poema El Invierno (n.º 12: 5-VI):

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-¡Oh! venga, venga el tiempo
del vino y las orgías,
ahuyéntense los días
de agosto abrasador.

Y cúbrase Natura
con su ropaje denso,
con su ropaje inmenso,
de nieve y de blancor.

Inquieto, alborozado
palpita el hondo pecho
oyendo desde el lecho
el rayo retronar.

Y viendo del relámpago
la luz por un momento
el ancho firmamento
de súbito alumbrar.

¿Qué importa que se agoste
la flor engalanada,
y no se vea colgada
la viña del jardín,
si ya se convirtieron
sus ramos peregrinos
en néctares divinos
del lúbrico festín?

¿Qué importa que la atmósfera
se muestre helada, yerta...,
si su cielo despierta
la plácida ilusión?

¿Qué importa no haya flores
si vemos a Natura
sublime, grande y pura
en toda su extensión?

¿Qué importa que en vez de árboles
veamos esqueletos
que permanecen quietos
del viento al susurrar,
si ya no nos sofoca
el caluroso ambiente,
si entonces nuestra mente
sentimos despertar?

¡Cuál place al alma mía
escuchar confundido
de la borrasca el ruido
y de huracán fatal,
con el chocar de copas,
los brindis del beodo,
con el bullicio todo
de alegre bacanal!

Y ver por la mañana
los copos de la nieve,
con paso tardo y leve
al suelo descender.

Los ojos ya turbados
con vino y con botellas,
del cielo las estrellas
cayendo piensan ver.

¡Oh! venga, venga el tiempo
del vino y las orgías,
ahuyéntense los días
de agosto abrasador.
Y oyendo del invierno
bramar el torbellino,
entre algazara y vino
gocemos del amor!



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En El Nalón de 1842 dio sus primeras señales de vida literaria, bajo el signo romántico, un grupo de asturianos a la sazón reunidos en la capital del Principado. Con el tiempo cada uno de ellos irá por su camino, bien lejano a las letras el de algunos; otros llegaron a ser escritores de cierta nombradía, así: Albuerne,8 Lorenzana,9 Suárez Bravo.10

Si es que hay hombres amados de los dioses, destinados a morir jóvenes, puede ser que también haya empresas nacidas para correr idéntica fortuna. El domingo 17 de julio de 1842 veía la luz el último número de El Nalón: su número 18. Nuevos obstáculos, por el momento invencibles, habían surgido; era preciso esperar, esperar nada más que un poco. Como viajeros que se despiden para volver a encontrarse quizás mañana mismo, los redactores de El Nalón se despedían de sus lectores con un «hasta luego». Pero las cosas de la vida son como son, y unos v otros -lectores y redactores- quedaron esperando, esperando...





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