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148-23. Tratando del convento de San Juan de Dios, escribe Juan Antolínez de Burgos en su Historia de Valladolid (edición J. Ortega y Rubio; Valladolid, 1887; páginas 344 y 345): «Este santo (San Juan de Dios) traía sobre él una espuerta al hombro y dos ollas, atadas con un cordel, echadas al hombro, y en voz alta decía: “¿Quién hace bien para sí mismo?” A veces pedía de noche, para que cada uno tuviese libertad de dar lo que quisiere. Yo alcancé a los religiosos que traían la espuerta al hombro, y de aquí nació llamarlos hermanos de la capacha; mas como se redujo a orden, se quitó aquella costumbre.»

Este párrafo no consta en el manuscrito 10-10-6 de la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, que contiene la Historia de Antolínez; pero sí en otro manuscrito (el 12-4-2 - H-47) de la misma Biblioteca, donde se lee así:

«el santo traya sobre el vna espuerta al ombro, y dos ollas atadas a vn cordel, echadas al otro ombro, y con gran osadia y confiança, en boz alta, deçia: “¿quien haçe bien para si mismo?” Pedia de noche, porque cada vno tubiese libertad de dar lo que quisiese. Alcançe el ber traer los Religiosos la espuerta. Como se rreduxo a orden, se quitó.»



Don Narciso Alonso Cortés, en sus Casos cervantinos que tocan a Valladolid (Madrid, 1916; pág. 160), trae la lista de los hermanos que formaban la congregación del Hospital de la Resurrección en 1605.

A semejantes hermanos alude Lope de Vega en El Mayor imposible (I, 4.ª):


   «Dame tú que se te incline,
aunque más hermanos tenga
que hay en la Capacha, y venga
por donde Amor la encamine.»



También se llamaba en Madrid hermanos de la capacha a los del hospital de Antón Martín, como es de ver por el siguiente texto de Mateo Alemán: «Sin dedal, hilo ni aguja, tenaza, martillo ni barrena, ni otro algún instrumento, mas de una sola capacha, como los hermanos de Antón Martín» (Guzmán de Alfarache; I, 2, 2.) (N. del E.)

 

52

148-29. El texto: acnden. (N. del E.)

 

53

M.: «seruido de». (N. del E.)

 

54

M.: «escreui». (N. del E.)

 

55

151-4. «En tiempo de Maricastaña (por tiempo antiguo de inocencia y patraña)» dice Correas (pág. 120). Y añade en la página 521: «En el tiempo de Maricastaña, cuando hablaban los animales (para decir en tiempo muy ignorante y antiguo, cuando cualquiera disparate era posible, y que hablaban los animales y peces, árboles y cosas sin sentido).» Algún cuento de Mari-castaña se lee en el falso Quijote, Bibl. de Aut. Esp., capítulo XXVIII, pág. 89, col. 2. (N. del E.)

 

56

M. omite «vn». (N. del E.)

 

57

M.: «sutil». (N. del E.)

 

58

151-30. El texto: per. (N. del E.)

 

59

M.: «Resurrecion». (N. del E.)

 

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153-7. Nada sabemos respecto del «buen cristiano» Mahudes, fuera de lo que el mismo Cervantes dice. Don Narciso Alonso Cortés nos comunica haber hallado en el Archivo de Chancillería un pleito «de Juan de Maudes con Juan de Balmaseda» (escribanía de Taboada; Fenecidos; leg. 608); pero añade que, consultado el pleito, vio que este Maudes nada tenía que ver con el del hospital de la Resurrección. (N. del E.)