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Obtuvo La encrucijada... una favorable y destacada acogida crítica. Así Muñoz Cortés («Arriba», Madrid, 21-I-1947) quien, tras señalar momentos de acierto y otros de torpeza en la novela, concluye que su autor «ha roto a andar con buen paso»; así Fernández Almagro (ABC, Madrid, 28-I-1947) para el que Carlos de Santiago «se manifiesta como un novelista ya hecho» pues «cuenta en esta primera obra con aciertos bastantes para asegurarle el interés del lector»; así Gaspar Gómez de la Serna que toma esta novela como pretexto para una larga divagación acerca del género (Apuntes sobre el viejo arte de escribir novelas, «El Español», Madrid, n.º 214: 30-XI-1946, pág. 12), en cuyos párrafos asoman elogiosas afirmaciones para La encrucijada... y su autor: seguro pulso en el tratamiento de los personajes, magistral ritmo poético de la prosa, etc.

 

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Para Fernández Almagro (ABC, Madrid, 1-III-1951), Calle... es una muestra de protagonismo colectivo a lo Elmer Rice o Sinclair Lewis; posee la apariencia de «un sainete novelado» y es de lamentar lo excesivamente descuidado de la expresión (¿rasgo barojiano o, más bien, «batalla por su estilo»?, se pregunta el crítico).

 

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Fernández Almagro, granadino, prologó esta subtitulada «novela de costumbres granadinas» y fiel a su arraigada idea de que la novela había de ser, antes que otra cosa, novelesca elogia a Zafarí de este modo: «La novela de hoy, en muchos casos, suele ser ensayo, biografía, crónica, reportaje... Una u otra cosa, pero raramente novela. La novela ha de ser -¿verdad que este concepto elemental está en desuso?- necesariamente novelesca. Pues bien: Zafarí [nombre de un pueblo del litoral granadino] es una novela de veras».

 

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Éste muy temprano premio novelístico se fundó por Ediciones Patria, de Barcelona, «con el fin de despertar el interés de los escritores, y especialmente de los jóvenes, y para ayudar a mantener el cultivo de la novela española»; estaba dotado con 2.000 pesetas y la edición del original galardonado «si el Servicio Nacional de Censura lo autoriza»; podía ser concedido un accésit de 1.000 pesetas. Creo no hubo otras convocatorias del mismo.

 

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Con Los hijos del novio (Madrid, 1946, ediciones de la Dirección General de Marruecos y Colonias) obtuvo en 1945 el premio «África» de Literatura.

 

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Pueden verse noticias acerca de la publicación y acogida crítica de esta novela en mi artículo El septenio 1940-1946 en la bibliografía de Camilo José Cela, págs. 39-40 del n.º 337: 7-VIII-1978, de «Cuadernos Hispanoamericanos».

 

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Giménez Arnau empezó corno novelista en 1940, con Línea Sigfried, «libro espléndido cuyas personas alcanzan la categoría de personajes por el símbolo que encarnan de seres traspasados por la inquietud contemporánea», al decir de Samuel Ros en el n.º 39 de «Vértice». La canción... era ya su quinta novela publicada. (J. A. Fernández-Cañedo se ocupó de esas cinco novelas iniciales en el artículo Novelistas contemporáneos: J. A. Giménez Arnau, inserto en «Revista de Letras», Universidad de Oviedo, XI, 1950, págs. 211-246).

 

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Artículo «Viejos personajes» eternos, («Arriba», Madrid, 24-IX-1944).

 

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Tal dijeron, respectivamente: José Montero Alonso (en el semanario «Domingo»), Nicolás González Ruiz (en el diario «Ya») y Cristóbal de Castro (en el diario «Madrid»), para quien -y es parecer muy compartido en la época- la deshumanización que constató y explicó Ortega en 1925 y la práctica experimentalista de los «Nova Novorum» eran cosa nefasta para el género: «viejas novedades de los eruditos a la violeta».

 

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Es la tercera edición de este libro y lleva como prólogo un soneto de Dionisio Ridruejo (La amada muerta en la voz de Samuel Ros) y un artículo de Eugenio Montes (Samuel Ros, o el poeta en prosa).