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ArribaAbajo- V -

Trasladada nueva y definitivamente la Corte de Madrid en febrero de 1606, hubo de regresar con ella el Duque de Sessa, fijando aquí su residencia. Con este motivo Lope visitaría más frecuentemente la capital durante los cuatro años y algunos meses que transcurrieron desde la citada época hasta que dejó a Toledo para avecindarse en esta heroica villa.

Escasas noticias podemos dar del ilustre ingenio relativas a los años de 1606 y 1607. Durante el primero, de ellos, logró nuevo fruto de sus amores con D.ª María de Luján: le nació Lope Félix, que murió desgraciadamente en la flor de su juventud.

No se conserva, que sepamos, autógrafo alguno de las muchas comedias que indudablemente escribiría desde 1605 a 1607. En la biblioteca del Sr. Duque de Osma y del Infantado existe un MS. antiguo de la titulada El Caballero de Olmedo, con la fecha de 1606, y una licencia para su representación expedida en 1607. Se publicó póstuma esta tragicomedia en la veintiquatro parte perfecta de las obras dramáticas de Lope, impresa en Zaragoza; año de 1641.

A 18 de abril de 1608 firmó en Madrid el autógrafo de La batalla del honor, que guarda el Sr. D. Salustiano de Olózaga. Salió este drama a luz en El Fénix de España, Lope de Vega Carpio. Sexta parte de sus comedias... (Madrid, 1615, etc.).

Cuatro meses después, a 23 de agosto, expidióse en Valladolid, a favor de Lope de Vega Carpio, «Familiar del Santo Oficio de la Inquisición», Real privilegio por tiempo de diez años, para la impresión de su poema Jerusalem conquistada. Hubo de vender el autor este privilegio al librero de Toledo Cristóbal de Loarte, que en el libro aparece como editor, y en cuya casa de aquella ciudad se vendieron los ejemplares; y la impresión del volumen ocupó las prensas del célebre tipógrafo Juan de la Cuesta (de las cuales en junio anterior había salido la segunda edición de la parte primera del Quijote) durante unos cinco meses, quedando terminada en 4 de febrero de 1609, fecha que lleva el certificado del corrector oficial Murcia de la Llana. Es probable que Lope corrigiese las pruebas en Madrid mismo, donde la obra se estampaba; pero habiéndole sin duda llamado a Toledo las atenciones de su casa y familia, dejó por algún tiempo encargada tan enojosa tarea, según consta en el libro, a su querido amigo y discípulo el desgraciado ingenio toledano Baltasar Elisio de Medinilla99.

Vemos en el citado privilegio calificado por primera vez a Lope de Familiar del Santo Oficio; alguacilazgo puramente honorífico de tan piadoso Tribunal, que obtuvo acaso por recomendación del Duque de Sessa, de quien pocos años después solicitó apoyo para igual merced por empeño de su suegro, en favor de Gabrial de Robellón, según aparece de tres cartas de las correspondientes a la colección del Sr. Conde de Altamira100.

Se expresa en el mismo privilegio que nuestro autor «había gastado siete años de estudio en escribir este poema». Su portada dice así: «Jerusalem | conquistada. | Epopeya trágica | de Lope Félix de Vega | Carpio, Familiar del Santo Oficio | de la Inquisición. | A la Magestad de Felipe | Hermenegildo primero deste nombre y | Tercero del primero. | Legant prius et postea despiciant ne videantur non ex iudi | cio sed ex odii proesumptione ignorata damnare. Hiero | in praefatione Isay. ad Paul. el Eust.» (Emblema. Óvalo ornado: dentro un hipocentauro disparando una flecha, alrededor el lema A Deo missa salubris sagita.) «En Madrid. | En la imprenta de Juan de la Cuesta | Año de M.DCIX. | A costa de Christoual de Lorate, Librero en Toledo.» (Tomo en 4.º de 536 folio sencillos y 16 hojas; de principios con la portada.) La tasa; es de 10 de febrero de 1609, y la fe de erratas de 4 del mismo. Aprueba el libro, por mandato del Consejo, el P. Maestro Fr. Hortensio Félix Paravicino, a la sazón regente de Prima de Teología de su convento de la Merced de Madrid. Esta aprobación carece de fecha. Síguese el privilegio y después la dedicatoria del autor al Rey. Francisco Gutiérrez, presbítero toledano, escribe a continuación un epigrama latino panegírico de diez dísticos101. Va luego una advertencia que comienza así:

«Baltasar Elisio de Medinilla, toledano, a los aficionados a los escritos de Lope de Vega Carpio.-Aviendo llegado a mis manos este elogio, sacado del libro de retratos que hace Francisco Pacheco de Sevilla de los hombres de nuestra edad insignes, quise comunicarle a los aficionados a los escritos de Lope, sin voluntad y consentimiento suyo, aviendo quedado a corregir la impresión de su Jerusalem en ausencia suya...»



Como se halla estampado un retrato de Lope, grabado en madera, al dorso de esta nota de Medinilla, escribe el mismo al pie de ella: «Adviértase que no es este el retrato que hizo Francisco Pacheco.» Sigue, en efecto, el elogio en prosa de nuestro Lope que escribió el insigne pintor y poeta sevillano Pacheco en su Libro de retratos y elogios, precioso álbum en que dibujó de lápiz negro y rojo más de ciento setenta efigies de memorables e ilustres varones de su época, ilustrándolas con elogios biográficos y poesías panegíricas escritas por diversos ingenios102. La que inserta al fin del elogio de Lope es una octava de D. Juan Antonio de Vera y Zúñiga, después Conde de la Roca. El retrato del Fénix de los Ingenios estampado en el libro que vamos describiendo, es de buen dibujo, pero de grabado algo tosco; le representa en busto de escultura; traje a la romana, pero con lechiguilla; en el pedestal se lee la inscripción Aetatis suae nihil. Este busto hállase colocado bajo un arco de triunfo que adornan de relieve dos famas; a la derecha el escudo inquisitorial, y a la izquierda el de las diez y nueve torres, y sobre los chapiteles de las dos columnas sendas estatuas, la una del amor, la otra de un guerrero de los cruzados. En el ático esta dedicación: «A la Majestad de Felipe Hermenegildo primero de este nombre y tercero del primero.» A continuación del elogio escrito por Pacheco va el prólogo al «Conde de Saldaña»103, que da principio en estos términos:

«La afición que V. Excel.ª tiene a las letras, mayarmente a las de este género, el amparo que haze a los que las professan, siendo su Mecenas y bienhechor me obliga, y si lo puedo decir, me fuerça, a dirigirle este prólogo de mi Jerusalem, que, como fundamento suyo, tiene necesidad de mayor protección. Tarde, y esperada, sale a la luz, que por ocasión de algunos libros sin dotrina, sustancia y ingenio, escritos para el vulgo, se prohibió la impresión de todos generalmente.»



Extrañísima es, a la verdad, esta noticia, que no hallamos confirmada por ningún otro escritor. Las impresiones españolas hechas en los años de 1605, 1606 y 1607, de que tenemos conocimiento, son en número considerable. La prohibición a que se refiere Lope hubo sólo de durar algunos meses. ¿Cómo puede explicarse por ella el retardo de tres años que sufrió la publicación de la Jerusalem?

Ocupa el prólogo cinco hojas y media. Lope ostenta en él su erudición histórica y didáctica. En el blanco de la plana donde termina, luce, grabado en madera, un singular emblema. Su forma es cuadrilonga y carece de ornamentación; dentro del cuadro se dibuja una gran cuba echada; a su boca se halla sentado un hombre de luenga barba, apoyado en un bastón y mirando al sol, que efrente brilla; en medio aparece este lema: «Satis.» A la vuelta composición latina en diez dísticos de Lope de Vega: «In Adelphonsi Castellae Regis effigiem.» Va, en efecto, grabado en la haz de la otra hoja un retrato de Alfonso VIII, en pie, armado de punta en blanco: tiene el morrión colocado sobre un pedestal donde, en toscos caracteres se lee la siguiente inscripción. «S. PA. HIEROSOLIMIT. Lope de Vega Carpio (sic) d.» Al opuesto lado el monograma del artista que abrió en madera la estampa. Al dorso una protestación cristiana de Lope; y síguese el texto de los veinte libros del poema, en octavas, con dos argumentos al principio de cada libro, uno en prosa, y otro en un soneto, y con curiosas anotaciones marginales.

El colofón final va no menos historiado que los preliminares. Llena la estampa en que se halla toda la última plana. Dos columnas aisladas sostienen, colocados sobre globos, un Cupido la del lado derecho, y un cruzado la del izquierdo. En sus correspondientes pedestales se leen los versos de Virgilio: «Montibus et silvis studio iactauam inani = At nunc horrentia Martis arma virumque cano.» Detrás de ellas, y sobre un zócalo, campea el negro escudo inquisitorial, por cuyos lados asoman la espada y el ramo de oliva; sobre él, en un tarjetón, el lema: «Soli Deo honor et gloria»; y al pie de la lámina ocupa un hueco, a modo de puerta, formado por el zócalo o muro, el colofón: «En Madrid, | por Juan de la Cuesta. | Año MDCIX

La Jerusalem de Lope ha sido poco apreciada de los modernos críticos. Oigamos al Sr. D. Cayetano Rosell en el prólogo de su colección escogida de obras no dramáticas de Lope (Biblioteca de Autores españoles, del Sr. Rivadeneyra):

«Si la colección (dice) se compusiese exclusivamente de cuanto escribió Lope en este género (el épico), difícilmente hubiera podido prescindir (el colector) de su Jerusalem conquistada



Ya en otra ocasión quedó, también postergada (en la colección de Poemas épicos de la misma Biblioteca);

«obra que en el comercio literario no tiene valor alguno, que únicamente es apreciable por tal cual trozo de dicción propiamente épica, y por la facilidad y gallardía habitual de la versificación, servirá para hacer bulto en los estantes de los bibliógrafos, mas no para formar parte de una colección de modelos de nuestra literatura. Si Lope se propuso rivalizar en ella con una serie interminable de octavas reales, hilvanadas con mal plan y peor concierto, y un poema regular, magnifícamente trazado, admirable por sus caracteres, riquísimo de invención y de grandes cuadros, no cabe especie alguna de competencia.»



El libro XIX de la Jerusalem es apreciable para la historia literaria por los elogios que incluye de célebres ingenios españoles. Consignaremos aquí por último, para que sirva de indicio de la acogida que en su tiempo obtuvo este poema, que sus reimpresiones fueron tres, hechas en Barcelona: una en 1609, por Rafael Nogués; otra, que tengo a la vista, en 1619, por Esteban Liberós, y otra que hallo citada, del propio año, por Gabriel Graells; todas en 8.º Entre los preliminares de la impresa por Liberós, léese un «Soneto de Frondoso a Lope de Vega Carpio».

No fue sólo notable por la publicación de tan extensa obra lírica el año de 1609 en la vida literaria de Lope de Vega; lo fue asimismo, y con mayor razón, por la de su Segunda parte de comedias. Cinco años habían transcurrido desde la de su primera parte, y ¡cosa extraña! el que durante ese período mostró tal solicitud por la impresión de la Jerusalem, dando además a luz sus Rimas completas y la Relación de las fiestas de Toledo; el que tan acerbamente se había quejado de que sus comedias se publicaban adulteradas y sin anuencia suya, no se cuidó de proseguir la empezada colección, y consintió (si hemos de atenernos a sus posteriores declaraciones) que extraños editores la fuesen continuando. Salió, pues, a la pública luz la Segunda parte de las comedias de Lope de Vega Carpio, que contiene otras doze, cuyos nombres van en la hoja segunda. Dirigidas a D.ª Casilda de Gauna Varona, mujer de D. Alonso Vélez de Guevara, Alcalde mayor de la ciudad de Burgos... (En Madrid, por Alonso Martín: año de 1609. En 4.º) No he logrado a esta fecha ver ejemplar de esta rarísima edición príncipe, ni de sus reimpresiones de Valladolid, 1609 y 1611, y de Madrid 1610. Poseo sí la hecha en «En Brvsselas. Por Roger Velpio y Huberto Antonio, Impressores de sus Altezas, a l'Aguila de oro, cerca de palacio: 1611. Con licencia»; que al fin presenta el contradictorio colofón: «Auteuerpiae. Excudebat Andreas Baex, 1611.» (En 8.º) Por ella y por la subsiguiente de Madrid: Juan de la Cuesta, 1618: a costa de Miguel Martínez (en 4.º), di noticia en mi Catálogo de los preliminares de esta parte. La aprobaron en Madrid el P. Fr. Alonso Gómez de Encinas, mercenario, con fecha de 30 de julio de 1609, y el Dr. Cetina con la de 1 de agosto siguiente. Fue su editor el mismo librero Alonso Pérez, después tan íntimo amigo de Lope, como lo comprueba la dedicatoria en la cual se expresa así:

«Fiado en esta liberalidad (de la señora a quien dedica el libro), di a la estampa doze comedias de Lope de Vega Carpio, librando la perpetuidad de su fama en mi atrevimiento, y la disculpa de mi osadía en la grandeza de V. md.»



Las comedias que comprende son las tituladas: La fuerza lastimosa, La ocasión perdida, El gallardo catalán (El catalán valeroso), El mayorazgo dudoso, La Condesa Matilde (y resistencia honrada), Los Benavides (El primer Benavides)104, Los Comendadores de Córdoba (Los Comendadores), La bella malmaridada, Los tres diamantes, La quinta de Florencia, El padrino desposado (Argelán, Rey de Alcalá), Las ferias de Madrid. La última edición de esta parte fue la mencionada de Madrid, 1618. Existe otra de Barcelona por Sebastián de Comellas, año de 1611.

Cuatro son, entre las cartas que poseemos de Lope, las correspondientes al año 1610. A estas cartas y a los documentos publicados recienternente por la Real Academia Española, debemos apreciables noticias que nos dan indicios para fijar la época en que Lope trasladó su domicilio a Madrid desde la imperial ciudad, y completo conocimiento de los datos relativos a la adquisición que en esta corte hizo de la casa donde moró durante el resto de sus días. Van dirigidas al Duque de Sessa. De Toledo a 22 de abril es la primera de las cuatro cartas. Lope había estado poco antes en Madrid, y por tan breve tiempo, que no habiendo encontrado al Duque en su casa, no pudo repetir la visita. Deseaba «abreviar su jornada para alcanzar» la del mismo señor, que, según se infiere, se disponía para marchar a Valladolid.

Con fecha del 30 de abril escribe de nuevo al Duque respondiendo a carta de su mano y agradeciéndole con extremado encarecimiento sus mercedes y favores.

«Aquí (dice al concluir) es todo reformación de costumbres y exercicios espirituales, a que yo acudo remisamente porque el tiempo ha sido tan riguroso como V. ex.ª de allá me escribe; si esto no es achaque, como de los que no ayunan porque caminan, hállole tan trocado, que desseo aprender aquí lo que allá no he podido. Auíseme V. exc.ª, Señor, de su partida, y donde ha de possar en Valladolid, para que yo le escriba y sirva como es mi obligación, y suplícole humildemente no se vaya sin que yo sepa el día; podría ser que le bessase las manos allá aunque no lo supiesse mi casa...»



En 8 de junio siguiente, y asimismo desde Toledo, contesta a su señor, que le había escrito con un propio, entre otras cosas, lo que sigue:

«No quiero no parecer humilde a V. Ex ª, duque mi Señor, en acetar por segundo mandato la merzed que me haze; que com amo a V. ex.ª, no querría que pensase que otra cosa me mueve al desseo que tengo de servirle. A mi hermano el licenciado Cristóbal de Guardo podía V. ex.ª, Señor, darle ese dinero de que a todos nos haze merced, que él está en nuestra cassa y nos lo guardará; que no vendría a mal tiempo para cuando lleguemos, que será dentro de ocho días. Doña Juana me dixo bessase los pies de V. ex.ª en su nombre por la honra y merzed que haze a su humilde, como a tan gran príncipe; y Carlos me dixo escriviesse que cómo estaba el coche, que no nos dio poca rissa.»



Pruébase por esta carta que Lope tenía ya en Madrid casa dispuesta, y probablemente alquilada, para establecer aquí su domicilio. Pudiera creerse que le había fijado, en efecto, desde el día 26 de junio, en el cual pensaba llegar con su familia, si no se conservase otra carta suya, fechada el 30 en Toledo, que principia así:

«Hacía tanta falta, Sr. Exmo., a esta galera, donde mi fortuna quiere que viva, que ni me pude detener a bessar sus manos y tomar su buena licencia, ni advertirle si me mandaba primero alguna cosa. A D.ª Juana, criada y esclava de V. ex.ª, dixe y leí el capítulo en que le haze tanta merced, honra y favor, y respondió no sabía responder. Mirélo bien: vi que tenía razón; y de mi digo lo mismo. Ella y Carlos están agradecidíssimos a los regalos de V. ex.ª; y cuanto a la merzed que V. ex.ª me promete a mí, dio que no tenga esse cuidado, que todos le habemos de servir, y que si acertamos, eso basta para premio...»



Por donde se ve que, o la traslación de toda la familia no hubo de realizarse todavía el 26 anterior, o la estancia de todos en Madrid fue por breves días en aquella ocasión, habiendo quizá tenido por objeto el arreglo del cuarto para la mudanza definitiva.

En 7 de septiembre siguiente era ya Lope vecino de esta villa y corte de Madrid. Tal es la fecha, y así consta, de la escritura de venta, a su favor otorgada, de la casa sita en la calle de Francos, que poseyó y habitó hasta su muerte.

Vendió a nuestro Lope esta finca, lindante con casas de Juan de Prado, y «por parte de abaxo» con las de Juan Sánchez, alguacil de Corte, en precio de 9.000 reales, los 5.000 al contado y los 4.000 restantes pagaderos en dos plazos de a cuatro meses, Juan Ambrosio Leva, mercader de lanas, vecino de Madrid. Otorgose la escritura en esta villa a 7 de septiembre de 1610, ante Juan de Obregón, escribano del Rey y perpetuo del número de ella, siendo testigos Gaspar de Porras, Pedro Meléndez y Antonio de Cayra, vecinos de la misma; y previa otra escritura hecha en el propio día y por el dicho escribano, en razón del censo perpetuo anual de 1.054 maravedises y dos gallinas a favor del Cura y Beneficiados de la iglesia parroquial de Santa Cruz, que pesaba sobre la casa, escritura previa que autorizaron como testigos Pedro Meléndez, Lorenzo de Monterroso y Francisco López Zarralde, siendo otorgantes el Ldo. Juan Martínez de Aldana, Cura propio, y el Licenciado Crespo, Beneficiado de la dicha iglesia de Santa Cruz, que por sí y en nombre de los demás beneficiados, daban licencia al vendedor y carta de pago de los derechos y créditos que les correspondían y él mismo les satisfizo.105 Las palabras de Lope en una de sus cartas últimamente citadas: «Hazía tanta falta, Sr. Exmo., a esta galera, donde mi fortuna quiere que viva», no muy acordes, a la verdad, con aquellas otras por él escritas en 14 de agosto de 1604: «Mire V. md. por donde me voy a vivir a Valladolid, porque si Dios me guarda el seso, no más corte, coches, caballos, alguaciles, música, rameras...», etc., son clara prueba del disgusto con que ya por el tiempo a que nos vamos refiriendo, llevaba su residencia en la imperial ciudad de Toledo. Debíanle de ocasionar, por otra parte, incomodidades y gastos de consideración los repetidos viajes a Madrid, a que le obligaban, ya los servicios que prestaba al Duque de Sessa, ya sus propias tareas y publicaciones literarias, y no menos trabajo y molestia su doble y continuada correspondencia con aquel magnate. ¿Pudo acaso tener influjo alguna otra causa, de aquellas sobre todo que tan grande la ejercieron sobre los sucesos de la vida de Lope, en su determinación de trasladarse a la corte? No lo sabemos; pero excitan en este caso nuestra habitual suspicacia aquellos versos de la epístola (2.ª de la Filomena, 1621) que dirigió a su íntimo y afectuoso amigo el Dr. Gregorio de Angulo, Regidor de Toledo106:


    «Mil años guarde Dios la Peralera,
que a no haber sacristanes en San Juste,
nunca Madrid en su rincón me viera.»



Si bien, por otra parte (y es cuestión dudosa y no fácil de resolver), parecen puestos en boca de Valdivielso, a quien, y a los defectos que de Madrid ponderaba el mismo, se va refiriendo en aquel trozo de la composición. Pero de todos modos, al terminarla deja escapar un recuerdo de las comodidades de la imperial ciudad en estos versos:


    «Por casas buenas y las nieves llora
alguno que no dize lo que siente.
Ese Ángel, vuestra esposa y mi señora,
os guarde Dios y estado y gusto aumente.»



¿Qué era entretanto de los niños Marcela y Lope Félix? ¿Estaban en poder de su madre y acaso en Toledo? Lo cierto y averiguado es que no los recogió Lope hasta después de la muerte de su esposa D.ª Juana de Guardo.




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Instalado Lope tranquila y definitivamente en Madrid, a esta nueva época debió de aludir en aquellos bellísimos pasajes de la epístola (5.ª de La Circe, 1624) que dirigió «al Dr. Matías de Porras, Corregidor y Justicia mayor de la provincia de Canta en el Pirú»107. Van trasladados a continuación:


    «Ya en efeto pasaron las fortunas
de tanto mar y amor, y vi mi estado
tan libre de sus iras importunas:
    quando amorosa amaneció a mi lado
la honesta cara de mi dulce esposa,
sin tener de la puerta algún cuidado;
    cuando Carlillos, de azucena y rosa
vestido el rostro, el alma me traía
cantando por donaire alguna cosa.
    Con este sol y aurora me vestía:
retozaba el muchacho, como en prado
cordero tierno al prólogo del día.
    Cualquiera desatino mal formado
de aquella media lengua, era sentencia,
y el niño a besos de los dos traslado.
    Dábale gracias a la eterna ciencia,
alteza de riquezas soberanas,
determinando mal a breve ausencia.
    Y contento de ver tales mañanas,
después de tantas noches tan escuras,
lloré tal vez mis esperanzas vanas.
    Y teniendo las horas más seguras,
no de la vida, mas de haber llegado
a estado de lograr tales venturas,
    íbame desde allí con el cuidado
de alguna línea más, donde escribía
después de haber los libros consultado.
    Llamábanme a comer; tal vez decía
que me dejasen con algún despecho:
así el estudio vence, así porfía.
    Pero de flores y de perlas hecho,
entraba Carlos a llamarme y daba
luz a mis ojos, brazos a mi pecho.
    Tal vez que de la mano me llevaba
me tiraba del alma, y a la mesa
al lado de su madre me sentaba.
    Allí, Doctor, donde el cuidado cesa,
y el ginovés discreto cerrar manda,
que aun una carta recibir le pesa;
    sin ver pie por una y otra banda
tanto criado, sin la varia gente
que aquí y allí con los servicios anda;
    sin ver el maestresala diligente
y el altar de la gula, cuyas gradas
viste el cristal y la dorada fuente;
    sin tantas ceremonias tan cansadas
(si bien confieso el lustre a la grandeza
y el ser las diferencias respetadas),
    nos daba honesta y liberal pobreza
el sustento bastante, que con poco
se suele contentar naturaleza.»
[...]


Conócese tres autógrafos de comedias de Lope, firmados en el año de 1610, y los tres en el mes de abril; a saber: el de La encomienda bien guardada (La buena guarda), fechado en Madrid a 19 de dicho mes y año, propio del Sr. D. Pedro José Pidal, Marqués de Pidal; el de El caballero del Sacramento, firmado en 27 del mismo, que poseía lord Holland; y el de La hermosa Esther, cuya fecha dice solamente: «Abril de 1610» que se conserva en el Museo Británico de Londres. Imprimió Lope estos tres dramas once años después, en la Décimaquinta parte (Madrid, 1621), dedicando La buena guarda a D. Juan de Arguijo, El caballero del sacramento a D. Luis Bravo de Acuña, Embajador de Venecia, y La hermosa Esther a D.ª Andrea María de Castillo, señora de Benazuza, residente en Sevilla.

En 24 de enero del mismo año de 1610 había sido Lope recibido como cofrade en la piadosa hermandad de Esclavos del Santísimo Sacramento, fundada a 28 de noviembre de 1608 en el convento de Trinitarios descalzos de Jesús Nazareno, por Fr. Alonso de la Purificación y D. Antonio Robles y Guzmán, gentilhombre y aposentador del Rey; congregación que después fue llamada comunmente del Oratorio de la calle del Olivar, por su traslación a oratorio propio y construido al efecto en dicha calle, por noviembre, 1646. Habían ingresado en ella meses antes algunos otros célebres ingenios: Cervantes a 17 de abril de 1609; Salas Barbadillo el 31 de mayo del mismo; Vicente Espinel en 5 de julio; Quevedo a principios de agosto, y el P. Fr. Hortensio Félix Paravicino en 7 de septiembre. Pertenecieron a la misma años adelante Miguel de Silveira, Vicencio Carducho, Valdivielso, Bocángel, D. José Antonio González de Salas, el Príncipe de Esquilache, D. José Pellicer de Ossáu Salas y Tovar, Montalbán, Calderón, Solís y otros escritores.108 Ignoramos si fue tal vez por aquel mismo tiempo cuando se alistó nuestro Lope en la congregación del propio instituto, fundada en la iglesia de monjas franciscanas recoletas de la Concepción, calle que se denominó del Caballero de Gracia por Jacobo de Grattis, sacerdote modenés, caballero del hábito de Cristo, y cuyas constituciones aprobó el Cardenal Arzobispo de Toledo en 13 de noviembre de 1609.

De los sucesos de Lope durante el año de 1611 hallamos noticia muy completa en la colección de sus cartas originales. Treinta y ocho tenemos escogidas de esta época, ya con fecha expresada, ya calculada con grande aproximación. Excusado parece el advertir que todas van dirigidas al Duque de Sessa.

A fines de mayo o principios de junio del expresado año, cuando Lope acababa de escribir para el mismo señor la correspondencia de Italia y de pedirle en dos billetes los adornos de colgaduras, doseles, cruz y candeleros para el altar que en su calle ponía en los festejos con que la congregación del Santísimo Sacramento, establecida en la vecina iglesia de Jesús, celebraba la Octava del Corpus, recibió la inopinada noticia de la inmediata salida del Duque para Castilla, desterrado por el Gobierno. El 12 de junio había ya partido, según resulta de la carta de Lope escrita con esa fecha, que comienza así:

«Sentimiento ha dejado, V. ex.ª en este lugar... los juicios sobre su ausencia son tantos como las cabezas, y de las que gobiernan también hablan, aunque éstas son santas, buenas y justas: yo no sé qué pudo ser... sabiendo también la bondad de V. ex.ª, su quietud y la pequeña causa, o casi ninguna, para tanto rigor...»


En el billete que le dirigió pocos días antes, al saber tan desagradable nueva, se expresa en estos términos:

«V. ex.ª, Señor, sea servido, por el amor que me debe, de avisarme dónde va y cuándo quiere que le vaya a ver..., que si no fuera por esta familia pobre, a cuyo sustentillo debo acudir, ya estuviera a caballo para seguir a V. ex.ª»109, 110


Fijó el Duque su residencia en Valladolid, a lo que se infiere, por elección suya, no porque se le designase aquel punto. Lope le escribía en 23 de junio:

«Lo de mi señora doña Fr... ha salido racionable; V. ex.ª, Señor, se huelgue, se alegre, se entretenga, y dé una higa a su fortuna, que todo el lugar lo siente, y es indicio de que durará poco tan injusto destierro.»


En 2 de julio siguiente:

«Haga V. ex.ª, Señor, por venir a verlo (unos toros), que creo que las cosas de acá se van haciendo bien; y dígame V. ex.ª qué pasó a aquella gran persona visitando a mi señora la Duquesa, pues allá lo habrán escrito; y sobre todo, cuenta con la moderación de las palabras, que papeles son las flechas de los moros de Pelayo, que se vuelven contra los dueños...»


Y cuatro días después decía:

«Ya se habla en que volverá presto V. ex.ª aquí...; con todo eso me dixeron tuviese V. ex.ª cuenta con lo que escribe... porque si tomaren carta de V. ex.ª vean qué poco se acuerda de cosa que parezca agravio, pues aún no sabe la causa de su destierro.»


No era entretanto grande el bienestar de la casa del insigne poeta. Su esposa D.ª Juana, que desde algún tiempo antes adolecía ya de una afección (probablemente uterina) incómoda y dolorosa, hubo de sentir el influjo pernicioso de la viciada atmósfera y del mudable clima de esta capital. En 12 de junio escribía Lope: «D.ª Juana está con sus achaques; Carlos bueno.» A principios (el día 6) de julio:

«La cassilla y familia están de servicio de su dueño, que es V. ex.ª, aunque la pobre Juana con sus dolores. Carlos prevenido a calzones, que le ponemos el domingo...»


Más adelante, en 6 del siguiente mes de agosto:

«Aquí paso, Señor exmo., mi vida con este mal importuno de mi muger, exercitando actos de paciencia... Pero García, el médico celebradísimo y único, traído de su cátedra de Alcalá a curar al confesor (del Rey, Fr. Luis de Aliaga), la ha visto; creo que escribí a V. ex.ª se resuelva a fuente; si fuere, déme el parabién V. ex.ª de que siendo mi muger tan flaca, será tan fresca. Ahora sí que seré verdadero pastor de romance destos tiempos, pues estaré todo el año riberas de su fuente.»


Y al terminar otra, poco posterior, de fines de agosto, dice:

«Yo me vine a acostar, donde paso insufribles noches con los corrimientos de D.ª Juana. No sé qué fuera de mí si no me esforzara a servilla su mucha virtud y bondad. Carlos anda con calzones; dize que desea que V. ex.ª le vea.; yo digo lo mismo por ver aquí a V. ex.ª...»


Cumplía Carlos en aquel año los seis de su edad.

Preparábase a principios de agosto una expedición de la Corte a Portugal, que después hubo de suspenderse por grave enfermedad del de Lerma. Con esta ocasión pensó nuestro Lope tenerla de hacer méritos para su antigua pretensión de cronista, pretensión de que sólo tenemos noticia por el siguiente párrafo de la última carta que dejamos citada:

«La jornada de Portugal se esfuerza; mas desde que yo leí su carta de V. ex.ª, la he desmayado en mí de tal suerte, que no volverá a tener primero movimiento...; pero bástame a mí saber que V. ex.ª se disgusta que falte de aquí en solo un átomo, para que no me quede pensamiento de partida. El ánimo era obligar a los Reyes en el viage con las cosas que se ofreciessen, y al Duque, para volver a tratar de mi pretensión antigua de coronista; mas yo no quiero ni he menester otro señor que a V. exª...»


A principios de 1611 (en 1º de febrero) había firmado Lope de Vega el autógrafo de su comedia titulada: Barlán y Josaphá (los dos soldados de Cristo), original que poseía lord Holland. Este drama se imprimió póstumo en la Veintequatro parte perfecta de las comedias del Fénix de España, Frey Lope Félix de Vega Carpio... (Zaragoza, 1641) En la carta mencionada repetidas veces, de 2 de julio de 1611, escribe nuestro poeta.

«La comedia del Mexor Mozo de España no fue a lo menos verdadera, pues no fue de V. ex.ª, para cuyas virtudes y grandezas me holgara yo de ser el mayor yngenio del mundo; no le escribí desto nada a V. ex.ª porque comedias en mí es como paños en Segovia, color en Granada, guardamecíes en Córdoba y vocablos nuebos en Don Lorenzo111».


Publicó Lope la tragicomedia El mejor mozo de España, dedicándola a Pedro Vergel, criado (alguacil) de la Casa y Corte de S. M., en la Parte veinte de sus obras dramáticas (Madrid, 1625, etc.) A 2 de agosto de 1611 fechó en esta corte el manuscrito autógrafo de La discordia en los casados, que se conserva en la biblioteca del Sr. Duque de Osuna y del Infantado. Lleva una censura firmada en fines de octubre del mismo año por el célebre mercenario Fr. Alonso Remón o Ramón, autor dramático, el cual, según del documento mismo consta, hizo en la pieza algunas supresiones. No se conoce de ella impresión alguna: la menciona sin nombre de autor el catálogo de D. Vicente García de la Huerta.

En cuatro de las cartas de Lope, correspondientes al período de que vamos hablando, se hallan curiosas noticias que tienen conexión con la historia de nuestro Teatro y debemos reproducir aquí.

(Principios de julio de 1611)

«Madrid, coches, mujeres, calor, polvo, garrotillos, comedias, Jusepa112, jornada a Portugal... mucha fruta, poco dinero...»


(Agosto de ídem, a fines).

«No hay aquí cosa nueva más de que el gran Morales113 vino; y anoche estaban de visita Pastrana, etc., a la señora Josefa Vaca, descolorida y parida y menos arrepentida. Hiciéronles bayles; vílos desde la calle por la reja, y habiendo dicho ¡víctor!, respondió dentro Pastrana: 'Esto habíamos de decir nosotros'; y llovió alcorzas de boca por todo el aposento.»


(Agosto 6 de ídem.)

«Las noches pasan aquí los Señores oyendo a Morales, aunque ellos nunca oyen; no sé qué le ha tomado, que si zeloso salió de aquí, ha vuelto zelosísimo; las sornbras se le antojan hombres, y su huésped lo quiere echar de su casa, porque con la tajante desnuda y una vela en la siniestra, mira los sótanos y desvanes antes que se acueste, por ver si halla algunos amantes en figura gatuna por los tejados. La vaca viene de dos crías, y más amarilla de comer barro que Isabelilla de beber con tonnio. No veo quien la apetezca: ¿qué tiene este hombre que anda con espíritus?...»


Por último, en 17 de agosto, hablando de la enfermedad que a la sazón ponía en algún peligro la vida del Duque de Lerma, escribe:

«Esta noche tenía comedia estos señores mozos, a quien llama cierta persona la mancebía ilustre, y se volvió la Señora Josefa Vaca, Paula y consortes. Debió de ser acuerdo de los más barbados no hazer fiesta en tiempo que con tanto sentimiento estamos todos...»


Las ocupaciones de Lope en servicio del Duque de Sessa continuaron incesantemente a pesar de la distancia que los separaba; cumpliéndose en esta parte el deseo expresado por aquél en su carta del 12 de junio:

«Y adviértame, suplícoselo, de alguna cosa en que le sirva; que me pudro, mucho de quedar con título de Secretario sin ejercicio.»


D. Fernando Bermúdez de Carvajal, camarero del Duque, y «el magnífico Cabrera, paje y secretario nocturno» del mismo ilustre prócer114, que se habían quedado en Madrid, cuidaban de traer los pliegos a la calle de Francos y de encaminar luego las respuestas. Algún párrafo de las cartas de Lope al Duque, escritas por aquella época, bastará para dar ligera idea del movimiento y el carácter mixto de los negocios que despachaba entonces el renombrado ingenio, como secretario íntimo de D. Luis Fernández de Córdoba Cardona y Aragón.

(2 de julio de 1611.)

«La carta de doña Gerónima que V. ex.ª dice para responder a mi señora D.ª Catalina, no viene aquí: yo me he resuelto de escribir sin ella porque vea V. ex.ª que le obedezco de todas maneras, aunque sea en ymposibles...»


(30 de ídem íd.)

«Estando a mi parecer desfavorecidísimo de V. ex.ª, me dio Bermúdez tres pliegos, hoy sábado, tal hora, que es ymposible escrivir lo que V. ex.ª manda, no pensando yo que le pudiera haber para servirle. El primero es de Poza, el segundo, con dos cartas, de Madrid, y el tercero con una lista de los que se han de escribir.»


(Principios de julio ídem.)

«Las cartas que no entendí envío a V. ex.ª para que las sobreescriba y me las vuelva. Sabe Dios que quisiera tener entendimiento traszendente, como de Ángel, para responderlas a propósito penetrando el de V. ex.ª y de sus dueños. Asimismo envío las respondidas, que V. ex.ª manda que le remita, y van con este las de las demás personas a quien V. ex.ª está obligado en esta ocasión...»


(Agosto ídem, a fines.)

«Las cartas llevan este pliego, y la de la Flora no sé cómo va, porque no entendí aquellas cosas y V. ex.ª no me advirtió de ellas, que con la distancia del lugar (Madrid), allá se deben de haber escrito otras, como por ella se echa de ver...»


(17 de agosto ídem.)

«Duque mi Señor: otras veces, he dicho a V. ex.ª que yo no tengo la culpa de estas faltas, sino el darme algunas veces las cartas de dos ordinarios juntas, como lo fue del pasado...»


(7 de septiembre ídem.)

«...Pésame mucho, Señor exmo., que se crea de mi amor... una descortesía tal como no responder ni escribir a un príncipe, y más a V. ex.ª..., fuera de que V. ex.ª puede considerar que estas cartas van por pasos, que si alguna llega allá es con más peligro que si pasara a Francia. Suplico a V. ex.ª, Señor, se sirva de que se me envíe con la cifra una memoria de la persona y casa a quien parezca mejor dirigir estos pliegos...»


(Septiembre ídem, a mediados).

«Las epístolas irán todas... V. ex.ª escuse y crea de paso que estimo que se reduzcan a espíritu cosas que tan cerca imaginaba yo en la propia carne; mas siempre los juicios de los hombres afirman lo peor, y el mío en esta parte pudo errar en el cómputo de los años de V. ex.ª y la disposición de Flora. He celebrado el nombre porque verdaderamente es floridísimo entendimiento el suyo... aunque no se qué de sutil que hallo en la dicha Flora, pocas o ninguna vez lo he visto en quarenta y tantos años de vida que me han dexado Dios, el tiempo de mi complexión filosófica; que conforme a mis trabajos y diversas fortunas no podían ser tantos...»


Con repetidas pruebas de confianza, amistad y cariño, y toda especie de favores, dádivas y mercedes, recompensaba el Duque los servicios del eminente ingenio y el cuidado y leal interés con que trataba los negocios de su dueño, y por su parte Lope le correspondía con demostraciones de gratitud, en tal manera afectuosas y rendidas, que rayaban en los límites de la humillación. Léanse los siguientes pasajes de cartas correspondientes a la época de que vamos hablando:

(12 de junio de 1611).

«D.ª Juana está con sus achaques; Carlos bueno; ellos y,yo, y nuestras vidas y honras, al servicio del menor criado de V. ex.ª...»


(17 de ídem íd.)

«Para doblar mis sentimientos, crece V. ex.ª sus favores en mi humildad; así Dios guarde a este niño, que si él faltara de mis ojos no estuviera con mayor pena; y a este encarezimiento dé crédito V. ex.ª, pues no tengo en esta vida ya para qué vivir si no me obligasen los de su remedio (de V. ex.ª)...»


(25 de ídem íd.)

«Mil cosas tenía que satisfacer a V. ex. sobre tantas mercedes y favores desta carta... El (agradecimiento) de D.ª Juana y Carlos es como de esclavos de esa grandeza... Las deudas crecen cada día; no nos falta sino volvernos locos...»


(30 de julio ídem.)

«En la carta de Peza venía la merced que V. ex.ª nos haze a doña Juana y a mí del Beneficio de Mayorga para el Licenciado (Cristóbal de Guardo) su hermano; él ella y yo, besamos sus pies mil veces...», etc.


(Principios de julio ídem.)

«...¿Qué se me da a mí de mi cuñado, de mi hijo, de mi mujer ni de mí, para con la tierra que V. ex.ª pisa? Mas que no haya Beneficios ni difuntos; lo que yo quisiera tener en esta ocasión fuera cien mil doblones que enviar a V. ex.ª... Y esto tanta verdad, que el día que V. ex.ª lo pruebe en mi sangre y en un alma que tengo, lo aventuraré por servirle como si tuviera muchas.»


(Agosto 6 de ídem.)

«Alérome infinito que se halle V. ex.ª, Señor, con la salud y gusto que le deseo... No me prometía yo menos de Valladolid. Ofrezco a la imágen de este milagro la devoción, aunque tengo allá a V. ex.ª, bien puedo decir que todas las tres potencias de mi alma...», etc.


(17 ídem íd.)

«...Que yo, Señor, aunque hombre humilde, tengo alma tan grande, que puedo y sé querer a V. ex.ª desatinadamente, y si no, a la prueba, que aquí está la sangre...»


(24 de septiembre ídem.)

«No sé realmente con qué palabras encarezca a V. ex.ª, ni qué nuevo estilo intente para mostrarme agradecido a tantas merzedes como cada día me haze y la estimación de mis ynorancias: bien sé que naze de la grandeza de su entendimiento y de la generosidad de su sangre. ¿Qué mucho... que V. ex.ª tenga tan cautivos los corazones de cuantos le tratan?... Amo a V. ex.ª singularmente, y no habrá cossa en el mundo que no intentasse por no caer de su gracia, más conquistada de mi buena dicha, que de mi corto merecimiento. Las almas, Sr. exmo., hizo Dios yguales, pero decía un philosopho que como quien hubiesse differentes vasos y differentes licores, en los de oro pondría los preciosos y en los de barro los viles. No sé cómo me diga que mi alma, siendo tan vil el vasso, pueda tener alguna proporción a la de V. ex.ª, que por no perderle el respeto, mexor me está decir que es ynfinita la distancia...»


Hacia fines de agosto o principios de septiembre continuaba exacerbado el padecimiento de la esposa de Lope.

«Nuevas diligencias. (escribía éste) se hazen para la salud de D.ª Juana; resuélvense los médicos en hazelle una fuente; yo la quisiera en mi huerto, que por falta de agua se me ha secado; y para las mujeres, ninguna como la de sus maridos. En estas dificultades, con poco sueño, no buena comida e inmortal inquietud, he pasado estos días.»


Tuvo, sin embargo, alivio poco después y hasta mediados de octubre, mas en cambio el niño Carlos adoleció de intermitentes, enfermedad que reinó y con frecuencia debía de reinar epidémicamente en este pozo de inmundicia.

«D.ª Juana está mejor (escribía Lope en 7 de septiembre), y Carlos se pone hoy otros calzones; dice que cuándo le ha de ver el Duque con vestido de hombre».


Y diez días después:

«Este lugar está tan falto (de salud), que me dizen que hay en él cinco mil enfermos... A Carlos le ha alcanzado de la fruta de las calenturas; está mejor. Pesaríame que perdiese V. ex.ª quien suzediese a mi amor.»


En 24 del propio mes decía:

«Ya no se quexa D.ª Juana, que no es poco no quexarse una mujer, y más siendo propia. Carlos está sin calentura, y muy gentil hombre aquí a mi lado, dize que escribe a V. ex.ª una carta, y me pide que se la yerre, de que no poco se ríe el magnífico Cabrera, que está presente; que por haber venido por ésta, no la embiaré por donde V. ex.ª manda.»


Comenzaba por aquel tiempo el Duque de Sessa, con exquisito gusto, a reunir en su librería las obras impresas y manuscritas de Lope de Vega y de otros célebres ingenios españoles. A mediados de septiembre le decía Lope: «Las epístolas irán todas con los romances y letras.» Y en la citada del 17:

«Como me escribe V. ex.ª que le envíe los romances, quedo afligido pensando que se han perdido las cartas del miércoles, mas creo llegarán hoy, y así no quiero desconsolarme del todo.»


Hablábale a mediados de octubre de los impresos de sus comedias, que colectaba el Duque, dándole al mismo tiempo curiosas, aunque a la verdad poco eruditas noticias, de las que habían compuesto Pedro Liñán de Riaza, y Lupercio Leonardo de Argensola:

«No sé (dice) si es sobra de tiempo o falta de gusto juntar V. ex.ª estos papeles que me escribe; pero de cualquier suerte quisiera que fueran, ya que ygnorancias mías, en su original por lo menos, porque aunque tengan los nombres no serán las mismas, pues de partos y adulterios ya no tendrán la primera forma que les dí en sus principios. Liñán hizo algunas; yo las vi; del Cid eran dos, una de la Cruz de Oviedo, y otra que llamaban La Escolástica; de Bravonel también, y de un Conde de Castilla; no sé que escriviesse otras. De Lupercio hubo algunas tragedias, pienso que buenas; lo que permitió aquel siglo, en que ni los ingenios eran tantos, ni los ynorantes tan atrevidos.»


A principios de septiembre le había remitido Lope sus Soliloquios amorosos de un alma a Dios; no el original, que ya no paraba en su poder, sino una copia que pudo recabar prestada; y con ellos ciertos romances, también obra de su ingenio y también del mismo género, que juntamente le facilitó el dueño de los Soliloquios115.

«No hallaba (dice) los soliloquios y romances en persona alguna deste lugar, y pienso que los tienen todos... Ya quiso Dios que los tuviese un frayle; diómelos con su condición de que en trasladándolos se los volviese legalmente: esto es decir a V. ex.ª que me saque deste frayle, con mandar allá que los colpie algún devotíssimo escribano. Yo no sé qué tan verdaderos van, pero sé que el original era mío. Esto mismo respondo a las comedias; y en cuanto a las de Liñán y Lupercio no puedo dar más señas de las dichas, a que me remito... Vuelvo a suplicar a V. ex.ª se sirva de que les envíen esos romances, que no quiero pendencias frayleras, porque desde mozo anduve huyendo de competir con ellos; y acuérdome que poniéndome temor con que un Grande de España servía una dama que yo merecía, le dije a una amiga suya: 'Yo no temo en competencia sino frayle, músico o alcalde.'»


En la carta que sigue a esta escribe:

«Que agraden a V. ex.ª estos versos divinos es muy conforme a su entendimiento y virtud; y quisiera que fueran escritos de mis originales, que me quedó este disgusto cuando los envié...»


Los soliloquios no se imprimieron hasta el siguiente año de 1612 en Salamanca y Valladolid, tal vez por diligencia del Duque, según indicios que expondremos a su tiempo.

Los párrafos que acabamos de trasladar, prueban la incuria y el abandono de Lope respecto de sus obras, sin exceptuar las de teatro, que tanto dinero y renombre le daban. En vista de tal descuido, no debe extrañarse que sean tan incompletos los catálogos que de sus comedias publicó en El Peregrino en su patria, ediciones de Sevilla, 1604, y de Madrid, 1618.

El 22 de septiembre de 1611, en El Escorial, donde la Corte se hallaba, dio a luz la Reina esposa de Felipe III, D.ª Margarita de Austria, un Infante que recibió en la pila el nombre de Alonso.

«Anoche (dice Lope en carta del 24) hubo en Madrid luminarias por el parto de la Reina Nra. Sra. Dicen que allá no se huelgan de que sea Infante; el pueblo celebra esta alegría, que siempre dessea sucesión.»116


El contento y los regocijos tuvieron, sin embargo, duración muy breve; fue el sobreparto fatal, sucumbiendo de sus resultas la Reina a los once días, 3 de octubre inmediato.117 Desgraciado fue muy en especial este suceso para el Fénix de los Ingenios, que con motivo de él viose privado por algún tiempo de los recursos que le proporcionaban sus tareas dramáticas.

«Yo he despedido (decía en carta del 6 al 8 de octubre) las musas por el ausencia de las comedias; falta me han de hacer, que al fin socorrían tanta enfermedad como mi casilla padeze.»


Y en otra inmediata escribe:

«Baxando desta jerarchía a la ynfima, se entretuviera mucho V. ex.ª viendo tanto representante con el luto en los estómagos, que es cosa lastimosa. Todos se han venido aquí, que como es el corazón este lugar, no hay parte necesitada que no le pida favor: cosa extraña es que pueda la falta de una vida faltar a tantos; dichosos los mercaderes, toqueros y sastres, que a dos Reynas quedarán ricos... Parecíame a mí que pudiera en esta ocassión ir a bessar los pies de V. ex.ª, y no quiere Dios que haya en casa la salud que es menester para poderla desamparar.»


Referíase a la dolencia de D.ª Juana, por aquellos días recrudecida, como poco antes más claramente escribe:

«La ausencia de mi casa pasó en plática, y no se tomaba a mal que aman a V. ex.ª como a su Señor. Si el que tiene D.ª Juana (el mal digo) no nos hiziera tantas burlas, que ya se quexa y desespera como primero, y desampararla en esta ocassión, si V. ex.ª no se tiene por deservido, no me ha parecido justo, aunque por V. ex.ª lo fuera aventurar su vida, la mía y la de mi hijo; si amaina este dolor, que veo ya la obliga a fuentes, de que anda tratando, escribiré a V. ex.ª en esta razón.»


Celebráronse las regias exequias en San Jerónimo de esta corte el 17 de noviembre. Con tan fúnebre ocasión reunió en su casa el Conde de Saldaña una academia poética, de la cual da nuestro Lope noticias peregrinas en los siguientes pasajes de su correspondencia. (Carta sin fecha, probablemente del 19 de noviembre.)

«El de Saldaña ha hecho una academia, y esta es la primera noche. Todo cuanto se ha escrito es a las honras de la Reyna, que Dios tiene. Voy a llevar mi canción, que me han obligado a escribir, bien que temeroso de mi ignorancia entre tales ingenios. El ordinario que viene verá V. ex.ª lo que hubiere más digno...»


(23 de noviembre.)

«No he podido, Sr. exmo., cobrar las canciones de Hortensio (Fr. Hortensio Félix Paravicino y Arteaga), y assí van en su lugar esas mías: haga V. ex.ª lo que los deseosos, que esperando la dama, gozaron la criada que traía el recado de que no venía. Yo las escribí para la academia del Sr. Conde de Saldaña; fue la primera el sábado pasado; llamamos a las seis y vino a las diez; salieron tales los poetas, de hambre, cansancio, frío, lodos y quejas, que no sé si habrá segunda; aunque me hicieron secretario y repartieron sujetos.»


(30 noviembre.)

«La academia del sábado fue razonable; sólo tuvo mala para mí salir a hora que no lo fue de escribir a V. ex.ª... En ella estuvieron Feria, Pastrana, D. Antonio de Ávila118 y otros de menor jerarchía. No se disputó nada, porque era fiscal el de Saldaña, y es más bien intencionado que el Rector de Villahermosa (alude a Bartolorné Leonardo de Argensola)... esos sonetos llevé yo a la academia; fue el sujeto a una dama Cloris, a quien por tener enfermos los ojos, mandó el médico que la cortasen los cabellos...»


(Principios de diciembre.)

«Escribir con desesperación, Sr. exmo., es la mayor gala en la fineza de los amantes. Agradórne el dar al diablo la academia, porque no hay más lindos agrios... Ella pasa adelante, y para esta noche hay grandes cosas; y si no cosas, no faltarán Grandes, porque Pastrana y Feria serán ciertísimos.»


(Principios a mediados de diciembre.)

«La academia dura, los Señores la honran; yo no voy a ella, aunque siempre envío mis sonetos a la Virgen, dama de mis años, y que pluguiera a Dios lo hubiera sido en los pasados; dándome mis guantes, que es propina de aquel acto y como a jubilado me los envían.»


Hállase incluida entre las Rimas Sacras de Lope que en 1614 vieron la luz pública, su bella Canción a la muerte de la reina D.ª Margarita. Son para mí desconocidos sus sonetos a Cloris. No se encuentra impresa la famosa Canción de Paravicino en la colección póstuma de obras de este ingenio, ni entre las de D. Antonio Hurtado de Mendoza. De sentir es que no se publicase una relación oficial de las Honras, comprensiva de la Corona poética fúnebre; en ella se hubieran conservado muy estimables composiciones y acaso alguna de los Duques de Pastrana y de Feria119.

Respecto a la alusión de Lope al Dr. Bartolomé Leonardo de Argensola, observaremos que, al parecer, es algo más que literaria. No debe inferirse de ella que el Rector concurriese a la academia, pues consta que a principios de este año 1611 había marchado a Nápoles con el nuevo Virrey Conde de Lemos, y que permaneció allí todo el quinquenio del mando de este insigne magnate.

El padecimiento de D.ª Juana seguía con sus intercadencias. Disminuyó algún tanto a principios de noviembre, y volvió a tener aumento a mediados de diciembre siguiente. Por esta fecha escribía Lope:

«Señor exmo.: no son mis penas de causa que me permite papel, y así las reservo a mejor tiempo, que no fuera mucho que allá le hubiera tenido con V. ex.ª; cosa que tuve determinada, y la poca salud de D.ª Juana y no pocos ruegos la impidieron... Sólo puedo decir a V. ex.ª que por ser amigo de un hombre que ofende con su desdicha a un poderoso, estaba en cuenta de perdido; si bien tan inocente de sus disgustos como V. ex.ª sabe de mis pasos, dirigidos ya a tan diferentes fines.»


Mucho pican la curiosidad estos reticentes párrafos, sobre los cuales no podemos aventurar conjetura alguna.

Durante las forzosas vacaciones dramáticas del otoño de 1611, empleó nuestro Lope su ingenio en la composición del apreciable librito de prosas y versos divinos, que denominó Pastores de Belén, y dedicó a su hijo Carlos Félix.

«Sepa V. ex.ª, Señor (escribía mediado ya el mes de octubre), que estos días he escrito un libro que llamo Pastores de Belén, prosas y versos divinos a la traza de la Arcadia. Dicen mis amigos (lisonja aparte), que es lo más acertado de mis ygnorancias; con cuyo ánimo le he presentado al Consejo y le imprimiré con toda brevedad, que ha sido devoción mía, y aunque de materia sagrada, tan copiosos de historia humana y divina, que pienso será recibido igualmente. Hartas veces he pensado quan mal empleé mis escritos, mis servicios y mis años en el dueño de aquellos pensamientos del Arcadia; ni se me puede quitar la lástima de que no hayan sido para V. ex.ª y la F. de cuya celosa imaginación estoy cuidadoso...», etc.


La impresión se dilató, no obstante, pues que no dio principio hasta los postreros días de noviembre. El 23 de éste decía Lope al Duque:

«No tengo que advertir más de que el lunes se comienza a estampar y me cuesta algunos pasos la licencia y otros requisitos; que para todo me hace falta V. exª...»


Era, sin duda, el intento y deseo del autor que la publicación coincidiese con la próxima Navidad; pero no pudo ser sino algo posterior (más de un mes) por la dilación susodicha. En carta subsiguiente, sin fecha, escrita a principios de febrero del nuevo año 1612, se expresa Lope en estos términos:

«Mi libro de los Pastores de Belén ha salido después de la Navidad: yo tenía para enviársela a V. ex.ª, y Bermúdez me quitó de este cuidado, y yo gusto que V. ex.ª se lo agradezca a él; aunque no sé si cosas de devoción vendrían a propósito agora en lugar que hace tan insolentes fríos...»


Con oportuno chiste dice en otra de fecha no muy posterior:

«El librillo de los Pastores de Belén, no era para el yngenio de V. ex.ª; podrá passarle como la vieja que recaba, que en diciendo la primera Ave María, a todas las demás passaba con sólo decirles: «Como te dixe te digo».


Se imprimió, pues en Madrid, y salió con membrete de 1612, la primera edición de los Pastores de Belén, prosas y versos divinos de Lope de Vega Carpio, dirigidos a Carlos Félix, su hijo; edición rarísima, que ni se encuentra aquí en las más ricas bibliotecas, ni he logrado ver descrita por ningún bibliógrafo. Tengo, sí, a la vista dos ejemplares, uno completo y excelente, propio del Sr. Gayangos, y otro mío, falto y desgraciado, de la reimpresión hecha en el año siguiente, que lleva esta portada: «Pastores de Belén, prosas y versos divinos de Lope de Vega Carpio, dirigidos a Carlos Félix, su hijo:» | Medalloncito con cuatro querubines en sus cuatro lados; dentro de una imagen de la Virgen con el Niño Jesús en los brazos; debajo, en una cinta estampada de rojo se lee: «Ave María». Forman cuadro al grabado estos letreros: «Dignare me | Jesús sanctisime | laudare te | Alleluya | En Madrid: por Alonso Martín. Año 1613.-Véndese en casa de Alonso Pérez, mercader de libros (8.0)». El colofón final dice: «En Madrid por Alonso Martín de Balboa. Año MDCXIII». Es de inferir, pues, que la edición príncipe de Madrid, 1612, saldría también de las prensas de Alonso Martín de Balboa, impresor muy privilegiado del Fénix de los Ingenios.

Acaso acertaremos a explicar la rareza de los ejemplares de la edición primitiva por la severa expurgación que hizo en este libro el Tribunal del Santo Oficio. Largos pasajes en prosa, como son los que refieren las hitorias de las casta Susana, y de David, Amón y Tamar, se hallan, así como preciosas composiciones en verso, traducciones generalmente de los libros santos, sin piedad tachados por la corrosiva tinta inquisitorial en varios de los ejemplares que he visto de diversas impresiones; y por esta circunstancia el que poseo de la edición matritense de 1613 tiene en su centro más de ochenta hojas destrozadas. Repitiéronse, a pesar del nigrum theta, ediciones íntegras en Lérida, por Luis Manescal, 1613; Madrid, la referida, 1613; Bruselas, por Roger Velpio y Huberto Antonio, 1614; Alcalá, en casa del difunto Juan Gracián, 1616; Valencia, José Gasch, 1645; Madrid, Melchor Sánchez, 1675.

Aprobó este libro, por comisión del Consejo, el docto jesuita P. Juan Luis de la Cerda, en Madrid a 15 de noviembre de 1611, extendiendo en lengua latina su lisonjero dictamen. Obtuvo el autor para su impresión, durante diez años, Real privilegio expedido en esta corte a 2 de diciembre del mismo año. La fe de erratas va firmada en Madrid el día 8, y la tasa el 9 de febrero de 1612. Escribieron a su frente versos panegíricos, D. Fernando Bermúdez Carvajal, Leonardo Méndez, el Dr. Fr. Miguel Cejudo, el Ldo. Fernando de Pantoja, Baltasar Elisio de Medinilla, Vicente Mariner y dos encubiertos bajo los epígrafes de Elisio, por los Pastores de Belén (probablemente el mismo Medinilla) y Nectalvo, pastor de Belén. D. Tomás Tamayo de Vargas120, además de una décima castellana, escribió los siguientes dísticos latinos que trasladamos con su encabezamiento y firma:

«Lopius Felix de Vega Carpio Cultori ruris Bethlehemitici, Lectori Bucolici divini.


Pascua, rura ducem cecini, fera, sicca, caducum:
Foeta, alta, aeternum, en Pascua, rura ducem.

Idem íd.


Si tibi ad Arcadici proecurri habitacula Panos
hac potes Angelici panis adire domun.

D. Tomás Tamayo de Vargas S. D. O.»


Son asimismo latinas la composición de Baltasar Elisio de Medinilla que lleva su nombre completo, y la del célebre Vicente Mariner.

La dedicatoria de Lope a su hijo es como sigue:

«A Carlos Félix de Vega.-Estas prosas y versos al Niño Dios se dirigen bien a vuestros tiernos años; porque si él os concede los que yo os deseo, será bien que cuando halléis Arcadias de pastores humanos, sepáis que estos divinos escribieron mis desengaños, y aquellos mis ignorancias. Leed estas niñezes, comenzad en este Christus, que él os enseñará mejor cómo habéis de passar las vuestras. Él os guarde. Vuestro padre


El prólogo es muy breve y va escrito a nombre de «El rústico pastor de Belén». Hállase estampado después del mismo retrato de Lope que se publicó en su libro de La hermosura de Angélica; pero aquí lleva impresa a su pie la siguiente composición laudatoria:

«Marchionis de Fromista distichon.»


«Hesperiis spectare nefas sit valibus ultra,
non hoec humanum, gemmea lingua sonat.»


Síguese, comenzando con una introducción en tercetos, el texto, repartido en cinco libros. Las poesías que contiene son en considerable número y de las más bellas que debemos a la pluma del Ingenio Fénix, quien pudo con razón preciarse de este florido librito al escribir en su égloga a Claudio Conde:


    «Así pude volver con otras cuerdas
las pajas de Belén en líneas de oro,
y del arco sonoro
bañé las juntas cerdas
en lágrimas de mirra, y sus pastores
entre la nieve coroné de flores.»


Usó Lope en los Pastores de Belén de casi todos los metros y formas de composición poética. Entre los de versos cortos, especialmente sobresalen los villancicos, y de las églogas, que son cinco, merecen señalada nota dos escritas con peregrinos consonantes esdrújulos. En esta pastoral, como en la Arcadia, hubo Lope de introducir bajo los artificios nombres con que se distingue a los interlocutores no históricos, y con el pastoril disfraz, a varios de sus amigos. Elisio es Baltasar Eloy de Medinilla, Damón, Mendoza; Nectalvo, Ergasto, Alfesibeo, Nemoroso, Lauro, Delio, Pireno; las pastoras, Finarda, Lesbia, Tebandra, Nisseida, Dositea, Lucela, Elifila, debieron de tener sus originales en el mundo real y positivo.

En la carta que hemos referido al 19 de enero de 1612, escribe Lope:

«Deseo saber a qué fue V. ex.ª a Salamanca; pero miento, que no puedo yo desear cosa que V. ex.ª no me ha querido advertir; mas si digo verdad, no creo que lo sea el haber salido de Valladolid.»


Pudiera sospecharse relacionado, en parte a lo menos, este viaje del Duque a Salamanca (si en efetcto se realizó) con la publicación que en la misma ciudad se hizo por aquel tiempo de los Soliloquios remitidos al expresado Duque por Lope de Vega, su autor. Salieron a la luz los «Quatro soliloquios al arrepentimiento y conversión del pecador, de Lope de Vega Carpio, en Salamanca», impresos por Antonio Ramírez, año de 1612, en 8º. Es muy notable, empero, la circunstancia de haber sido en el mismo año dados a la estampa en Valladolid, edición que hemos tenido a la visa y cuya portada es la que sigue: «Quatro soliloquios de Lope de Vega Carpio, llanto y lágrimas que hizo arrodillado delante de un Crucifixo pidiendo a Dios perdón de sus pecados, después de haber recibido el háuito de la Tercera Orden de Penitencia del Seráphico Francisco. Es obra importantíssima para qualquier pecador que quisiere apartarse de sus vicios y començar vida nueva. (Grabado en madera: un Crucifijo). Con licencia, en Valladolid, por Francisco Abarca de Angulo. 1612. (En 12.º ocho hojas)». Muy de presumir es que ambas impresiones fuesen debidas al cuidado y gusto del de Sessa; pero es indudable que por lo menos dio ocasión a que se realizasen, confiando a otras personas el MS. de Lope. Años después, en 1626, publicó nuestro autor estos Soliloquios, añadidos hasta el número de siete, suponiéndolos traducción suya del original latino del Padre Don Gabriel Padecopeo, anagrama de su nombre. Constan de una composición en veinte redondillas cada uno, amplificada luego con una extensa oración en prosa. Al hablar en su lugar propio de dicha composición aumentada, insertaremos el correspondiente párrafo de otra carta, con la cual remitió Lope, siendo ya clérigo, al Duque de Sessa el borrador original de algunos de sus Soliloquios místicos en prosa.

Hubo de tener, probablemente, fin con el año de 1611 la academia del Conde de Saldaña; pero la sucedió a principios de febrero de 1612 otra más famosa que, instituida por el joven D. Francisco de Silva y Mendoza, hermano del Duque de Pastrana, se denominó en sus primeros albores El Parnaso, y después recibió el nombre de Academia Selvaje, con alusión al de su fundador, en cuya casa celebró sus reuniones121. De ella encontramos curiosísimas noticias en tres de las cartas de Lope y en un libro del ingeniso poeta granadino Pedro Soto de Rojas.

«Oy ha comenzado (dice Lope en su mencionada carta de principios de febrero) una famosa academia, que se llama El Parnaso, en la sala de don Francisco de Silva: no hubo señores, que aún no deben de saberlo; durará hasta que lo sepan.»


En 2 de marzo siguiente escribe este párrafo, que acaba de ver incompleto la luz pública por defecto de la copia que facilitó el Sr. Durán:

«Las academias están furiosas; en la pasada se tiraron los bonetes dos Licenciados; yo leí unos versos con unos antojos de Cervantes, que parecían huevos estrellados mal hechos.»


Y por último, en otra de abril, sin fecha, escribe Lope, algo enfermo a la sazón:

«Sólo me cuentan de las academias, donde acuden todos los señores y muchos de los poetas. Un mes puede haber que fui a ver esto, como ya creo escribí a V. ex.ª Después acá me refieren crece aquel ejercicio, si bien más de los que oyen que de los que hablan y escriben. Ésta última se mordieron poéticamente un Licenciado Soto, granadino, y el famoso Luis Vélez: llegó la historia hasta rodelas y aguardar a la puerta. Hubo príncipes de una parte y de otra; pero nunca Marte miró tan opuesto a las señoras musas.»


El Ldo. Pedro Soto de Rojas122, a quien Lope hace referencia, habla de esta academia en su peregrino libro Desengaño de amor, en rimas (Madrid, 1623), diciendo (fol. 181):

«En el año de 1612 se abrió la Academia Selvaje, assí llamada porque se hizo en casa de don Francisco de Silva, aquel lucido ingenio, aquel ánimo generoso, calidad de la casa de Pastrana... Asistieron en esta academia los mayores ingenios de España que al presente estaban en Madrid, y entre ellos, el fertilísimo, abundante, siempre lleno y siempre vertiente Lope de Vega Carpio. Tiene por nombre El Ardiente. Comenzose la primera sesión con ese discurso en prosa. Este discurso en lengua latina açerca de la Poética y perfecta medida del verso castellano, imitando a la orazión que T. Taso hizo en la academia de Ferrara, va inserto al principio del libro.»


No sin fundamento opinó el Sr. Navarrete que Gabriel Pérez del Barrio Angulo hubo de someter a examen de esta academia su libro Dirección de Secretarios de Señores (Madrid, 1613), cuya aprobación lleva fecha del 12 de marzo de 1612. Escribieron al principio de tan curiosa obra composiciones laudatorias Lope de Vega Carpio (cuatro quintillas), el maestro Vicente Espinel, Cervantes, el Ldo. Pedro Soto de Rojas, Miguel de Silveira y Albanio Ramírez de la Trapera, entre varios otros de corta nombradía. Tres de los célebres referidos consta que pertenecieron a la Academia Selvaje, y sin duda formaron de ella parte los restantes.

Para el catálogo de esta reunión literaria puede servir asimismo el de los panegiristas de renombre y fama que honraron el poema La Cruz, del citado Albanio Remírez (Madrid, 1612), que fueron el Dr. Cristóbal Fernández de Figueroa, Lope de Vega (epigrama latino), Pedro Soto de Rojas, D. Francisco de Silva, don Félix Arias Jirón, Miguel de Silveira, Gaspar de Ávila y Luis Vélez de Guevara. Acerca de la duración y término de estas academias de bastante luz el siguiente pasaje del interesante libro Plaza universal de todas las ciencias y artes (Madrid, 1615, escrito por el Dr. Cristóbal Suárez de Figueroa, uno de los academistas:

«En esta conformidad, descubrieron los años pasados algunos ingenios de Madrid semejantes impulsos (de establecer academias), juntándose con este intento en algunas casas de señores; mas no consiguieron el fin. Fue la causa, quizá, porque olvidados de lo principal, frecuentaban solamente los versos aplicados a diferentes asuntos. Nacieron de las censuras, fiscalías y emulaciones, no pocas voces y diferencias, pasando tan adelante las presunciones, arrogancias y arrojamientos, que por instantes no sólo ocasionaron menosprecios y demasías, sino también peligrosos enojos y pendencias, siendo causa de que cesasen tales juntas con toda brevedad.»


Entre los datos que acerca de la Academia Selvaje contienen las cartas de Lope, merece muy señalada mención el respectivo a Cervantes. Vemos que en 1612 eran ya de nuevo amistosas las relaciones entre ambos eminentes ingenios.

Los meses de febrero, marzo y abril del expresado año fueron, en lo tocante a la salud, poco felices para Lope y su familia. Algunos días antes de haber vuelto de Alcalá, «de hacer un negocio con el Arzobispo, que estaba en aquella Universidad», escribió (del 10 al 15 de febrero):

«Esta negra casa, ya por mis pecados el cuerpo mismo que cubre el alma que Dios fue servido de infundirme, me obliga a ocupaciones agenas de mi natural condición... Aquí entra una gran tropa de ocupaçiones precisas; luego los disgustos y la corta salud quieren su parte... disgustos desatinados nacidos de mis desdichas, más que de mis culpas...»


A fines del propio mes dio una gran caída lastimándose un brazo, lesión que le obligó a guardar cama y bizmarse aun cuando no hubo dislocación del hueso; y por la misma época malparió D.ª Juana un niño.

«D.ª Juana malparió un hijo; V. ex.ª sabe lo que yo la debo y la estimo, y la conoce; esto me ocupa y no aficiones agenas.»


En 2 de marzo contestaba al Duque:

«Donaire me ha hecho, Señor, el consuelo del malparto...», etc.


En carta del mes de abril, y antes en dos de principios de febrero, le daba noticias de sus dolencias en estos términos:

«Falta de salud, Señor exmo., ha sido la causa de no haber escrito con puntualidad...; no sé qué anda tras mí estos días, como sombra, si este nombre se puede dar a mis disgustos, y de ellos naze hazer sentimiento el cuerpo...; creo que si me preguntase a mí mismo qué mal tengo, no sabría responderme, por mucho tiempo que lo pensase...»

«...Alguna mejoría tengo para servir a V. ex.ª, que estas cartas suyas tan favorezidas son epítimas de jacintos123 que no hay tristeza que no deshagan. Algunos días he estado en la cama, aunque a las tardes me he levantado un poco...» «...Mi mal, Exmo. Sr., se resolvió en unos golpes de sangre trabajosos y temerosos, aunque como amainaron luego, todo gracias a Dios, se ha hecho bien...»124


Habíale remitido a fines de febrero el Obispo de Jaén, D. Santo de Ávila, varón ejemplar y doctísimo, su libro impreso de la Veneración de las reliquias, con una carta muy encarecida. Lope le contestó con una piadosa y extensa epístola en tercetos; dando de todo noticia al Duque en tres cartas, la última de fines de febrero, en la cual dice:

«...con la merced que me hace había escrito al Obispo de Jaén una carta en respuesta de otra suya; agradole de manera que la envió impresa; y yo una de las copias a V. ex.ª, cosa que no había hecho aunque se lo había prometido, para no trasladar... V. ex.ª me responderá lo que le parece.»


Tenemos, pues, aquí noticia de una edición suelta, y la primera, de la Respuesta de Lope de Vega Carpio al Sr.. D. Sancho de Avilo, Obispo de Jaén, habiéndole enviado su libro de la Veneración de las reliquias125 probablemente impresa en Jaén, y de la cual deben haberse conservado muy raros ejemplares, Lope le reprodujo en sus Rimas Sacras (Madrid, 1614). Comienza:


    «Pastor que por los montes andaluces
estampáis las crucíferas abarcas,
evangélica imagen de sus luces,
    cuyo ganado de lucidas marcas
que lleváis por Segones y Betheles,
no envidia los antiguos patriarcas:
    pastor a quien humillan los laureles
quando de los jirones del pellico
en estrellas convierte los reoles:
    así el cayado más precioso y rico
reciba honor de vos, que estáis atento
mientras la ruda mano al plectro aplico.»


Consta de 105 tercetos, más el cuarteto final, y no ha sido incluida en la Colección de obras no dramáticas de Lope de la Biblioteca de autores españoles.

Desde el año 1609 no se había publicado, que sepamos, volumen alguno de Comedias de Lope de Vega, ni que las comprendiese reunidas con otras de diversos ingenios. Pero en este de 1612, el impresor de Barcelona Sebastián de Cormellas, que inmediatamente solía reimprimir todos los buenos libros, empleó sus prensas en el que lleva la siguiente portada: «Tercera parte de las comedias de Lope de Vega y otros autores, con sus loas y entremeses, las quales comedias van en la oja precedente. Dedicadas a D. Luis Ferrer y Cardona, del Ábito de Santiago, Coadjutor en el Oficio de Portantvezes de General Gobernador de esta ciudad y Reyno y Señor de la Baronía de Sot. Con licencia del Ordinario. En Barcelona en casa de Sebastián de Cormellas al Call, año de 1612. Véndese en Çaragoça en casa de Jayme Gotar, mercader de libros.» (4.º).

Lleva esta edición, cuyo ejemplar único hasta el día conocido tuve yo presente en la Bilblioteca Nacional de esta corte en el año de 1841, y después ha desaparecido, una aprobación de Gaspar Escolano, rector de la parroquial de San Esteban y cronista de S. M. en la ciudad y reino de Valencia, fechada en esta misma ciudad año de 1611. Esta circunstancia y la de ir ofrecida al valenciano Ferrer y Cardona, con la propia dedicatoria en tercetos, sin fecha, con que Arelio Mey le dirigió tres años antes el tomo que publicó de Doce comedias famosas de quatro poetas naturales de... Valencia (Valencia 1608), demuestran evidentemente ser ésta de Cormellas, en Barcelona, segunda edición, y que la primera debió de hacerse en Valencia de 1611 a 1612. Repitiose en Madrid, año de 1613, en casa de Miguel Serrano de Vargas, a costa de Miguel Martínez, y en Barcelona por Cormellas, a costa de Juan Bonilla, año de 1614. Ambas ediciones en 4.ª y las solas conocidas de la generalidad de los bibliógrafos.

Tres son únicamente las comedias de Lope de Vega que este libro contiene: La noche toledana, Las mudanzas de fortuna y sucesos de Don Beltrán de Aragón y El sancto negro Rosambuco de la ciudad de Palermo, o Vida y muerte del santo negro llamado San Benedito de Palermo. Ninguna de las tres aparece incluida en la lista que de sus obras dramáticas insertó Lope en la primera edición de El Peregrino, pero sí van citadas en la que repitió añadida al reimprimir dicho libro en Madrid, 1618. Computóse luego, y se ha tenido constantemente por Tercera parte de comedias de Lope, este volumen, que las contiene de seis ingenios.

En Madrid, a 27 de abril de 1612, firmó Lope el autógrafo que posee el señor don Salustiano de Olózaga, de su drama El bastardo Mudarra.

Este precioso MS., que el ilustre hombre de Estado ha debido adquirir con posterioridad al año de 1851, dado que en una de las Notas y adiciones puestas por los Sres. Gayangos y Vedia al tomo II (impreso en dicho año) de su traducción castellana del Ticknor, se estampa: «D. Salustiano Olózaga (posee) tres (comedias autógrafas de Lope), a saber: La prueba de los amigos... Carlos V en Francia... y La batalla del honor (noticia que yo produje exactamente en mi Catálogo del Teatro antiguo español), acaba de ser reproducido en facsímile por el nuevo y admirable procedimiento denominado fotolitozincografía, y dado a la pública luz126

Es todo de puño y letra del insigne ingenio: su portada: «+EL BAS | TARDO MVDARA TRAGICOMEDIA 1612.» Cada uno de los tres actos (así van nombrados) lleva al principio la lista de las personas que en él entran, rubricada por el autor. Al fin dice: «Loado sea el Santísimo Sacramento. En Madrid, a 27 de Abril de 1612. Lope de Vega Carpio.» (Firmado.) Va luego una hoja, también de su letra, en que adiciona con la llamada correspondiente un trozo de diálogo. En la primera lista de personas estampa los nombres de cuatro de los actores que habían de ejecutar el drama, a saber: Ana María (papel de Doña Alambra); Cintor de Gonzalo Bustos) Benito (de Rui Velázquez); Cintorico (de Gonzalo González). Otro nombre hay borrado. A la vuelta de esta primera lista se halla estampada una licencia para la representación de «esta Comedia de los siete Infantes de Lara», expedida en Jaén, a 5 de octubre de 1624. En la postrera hoja, al dorso, se lee: «Vea esta comedia, cantares y entremeses de ella, el Sr. Thomas gracian dantisco, y de su censura. En Madrid, a 17 de Mayo de 1612.» «Esta comedia, intitulada El bastardo Mudarra y historia de los siete infantes de Lara | se podrá representar reservando a la vista lo que fuera de la lectura se offreciere, y lo mismo en los cantares y entremeses. | En Madrid a 17 de Mayo 1612. =Thomas Graçian Dantisco.» (Firmado.) Al pie de esta censura van tres licencias para la representación, dadas la una en Zaragoza, 20 de enero de 1613; la otra en Antequera, 13 de mayo de 1616, y la tercera asimismo en Zaragoza, 17 de junio de 1617.

Tiene el MS. gran número de atajos y supresiones, que unos serán del autor y otros ajenos.

Publicose la tragicomedia El bastardo Mudarra, con este solo título, en la Veintiquatro Parte perfecta de las comedias de Lope... sacadas de sus verdaderos originales... (Zaragoza, 1614), tomo póstumo que sacó a luz el librero de aquella ciudad Pedro Verges. La mencionó Lope en la lista de sus comedias que puso en la edición de El Peregrino hecha en Madrid, 1618, dándola allí el título de Los siete Infantes de Lara.

Hállase otra Comedia de los famosos hechos de Mudarra, sin nombre de autor, en un códice que existe en la biblioteca del Duque de Osuna comprensivo de doce piezas dramáticas anónimas, y con las fechas en él estampadas de 1585-1590.

Durante el propio mes de abril de 1612 hubo gracia para el desterrado vástago de los Córdoba y Cardonas.

«Beso a V. ex.ª mil veces las manos por la merzed que me ha hecho de la nueva de su venida», le dice Lope en carta de aquellos días, ofreciéndole para el siguiente correo la correspondencia y los papeles de Flora, que no había podido despachar porque «de escribir disparates para vivir, había tenido un ojo para perder».

Sin duda hubo de corresponderle en aquella dolencia muy señalada parte a la composición de obras cómicas, de las cuales hablaba siempre en términos tales, cuando estaban destinadas a ser su mejor y más inmarcesible corona. En las dos siguientes cartas expresa vivos deseos de la feliz llegada del Duque; de una de ellas fue portador el estimable poeta dramático Gaspar de Ávila, recomendado al Duque por Lope una y otra vez con especial eficacia127.

Por buenos respetos dejamos de insertar aquí el primer billete que de Lope recibió el Duque recién llegado a la corte. Pero sí transcribiré, por breve y curioso, el que sigue, escrito poco después:

«Dos cosas deseo saber de V. ex.ª, y así le suplico me las diga.

»La primera, si ha visto al Cardenal o le piensa ver;

»La segunda, qué habemos de hacer de Gaspar de Ávila.

»Y aun a éstas osaré añadir que deseo saber cómo le fue anoche en el barco, de la vez que llevó a Saldaña, porque me ha dicho la Morales que estuvo V. ex.ª muy alegre y entretenido. Todo es burla sino, aprovechar las horas; que finezas de ausencias sólo son para Dios que premia los pensamientos.»


Doña Juana, después de su malparto, había pasado a restablecerse a Toledo. Regresó por esta época y habiendo salido, su esposo a recibirla hasta Pinto, viéronse obligados a pernoctar allí por la causa que Lope refiere en la carta siguiente:

«V. ex.ª me perdone por vida de lo que más quiera; que yo salí a recibir a doña Juana, de quien ya la vejez me ha hecho galán, y de viña en viña llegué hastaPinto, donde hallé por correr los toros y al Marqués de Peñafiel en la fiesta: habíamos de partir en acabándola, y fue la tempestad de suerte, quecre en que quedará todo el campo destruido. Al amanecer saldrá de aquí el portador, porque las escuridad, piedra y agua, no permiten otro remedio a su cuidado y el mío V. ex.ª nos disculpe a los dos con que lo haze el çielo, que le guarde muchos años. Doña Juana bessa los pies de V. ex.ª, y Carlos ha hecho grandes fiestas a su doblón, que por ser de tales manos se le havemos de poner en los dixes.»


Lope hizo después desde Madrid una breve excursión a la imperial ciudad «a cumplir una palabra que había dado a D. Francisco Idiáquez». El billete en que lo participó así al Duque, y otros tres que hemos escogido de la colección, parecen correspondientes al mes de mayo, y nos servirán aquí principalmente para comprobación de la intimidad y la honrosa deferencia con que al ilustre Ingenio y a su familia trataba y favorecía el elevado personaje. Ya en dos cartas anteriores al destierro hallamos estos párrafos:

«Duque mi señor: doña Juana me ha hecho padrino de una boda; todo se lo sufro desde que me hizo padre; sepa V. ex.ª que todo se dirige al coche; no se tenga por deservido de onrrarme con embiarle mañana domingo a las ocho, que él volverá luego, porque la missa es reçada y en San Luis. Rezada dixe, como si alguno se hubiese casado con missa cantada...»

«Beso a V. ex.ª los pies, por el aguinaldo, dos mil vezes... La noche es de maitines, pero después de ellos, que en la Trinidad son famosos y a las diez estarán acabados, podrá V. ex.ª honrar la choza de Belardo...»


Los que siguen van sacados de una de abril y de las tres citadas de mayo de 1612.

«Señor exmo.: pienso que esta tarde será ocupada para V. ex.ª, porque sábados tienen Atochas, Prado y estaciones santas, pero alegres. Parézeme, si no manda V. ex.ª otra cosa, que yo le espere aquí pues no quiere que allá le vea esta noche desde que lo sea hasta que manezca...»

«Yo haré esto que V. ex.ª manda, pero le suplico me haga una merzed, y a los Padres agustinos de Recoletos un favor grandísimo; y es de hablar esta tarde al Auditor del Nuncio sobre una sinrazón que les han hecho los frailes del paño, que se ha extendido a tenerlos presos en su casa; digo al prior y los más graves de su religión. Pensaba cuando llegué aquí deçir a V. ex.ª, Duque mi señor, la causa deste agravio... y hame parezido mejor que cuando V. ex.ª vaya al Prado, mande avisarme, que yo estaré esperando aquí y le referiré a boca todo el caso, y aun será bien el ir con V. ex.ª para informar también el dicho Auditor, que por lo italiano, oirá a Lope de Vega, y por tan gran señor obedecerá a V. ex.ª en todo lo que le mandare...»

«V. ex.ª se partía de mi posada, y llegaba yo algo indispuesto, porque el día antes le había tenido en la cama, no sin calentura: hoy la temo, y assí suplico a V. ex.ª sea servido de perdonarme el suplicarle me mande aquí lo que fuere de su gusto...»

«De arrendamiento de coche, Duque mi Señor, envío a V. ex.ª esa trucha, que pienso estará fresca porque es de Alba... D.ª Juana suplica a V. ex.ª esté aquí (el coche) a las quatro, porque ha de ir por su madre, que es a quien dirige esta fiesta, y querría llegar a buen tiempo para gozar el que queda hasta la noche; yo la pasaré de las peores de mi vida, que también voy allá, porque entre suegros no puede haber hombres con entendimiento que la pase buena...»


Llegamos a la época más crítica de la vida de Lope Félix de Vega Carpio. Al historiarla nos vemos en el caso de limitarnos a los datos que dejó consignados en sus obras impresas y al aproximado cómputo que nos facilitan varias de las noticias que dejamos ya estampadas, puesto que en la preciosa colección de sus cartas originales no aparecen sino dos que puedan ser con alguna probabilidad referidas al período que medió entre mayo de 1612 y septiembre de 1613.

Al escribir Lope la primera de estas dos cartas, hallábase el Duque de Sessa en cama ya desde algunos días antes, curándose de unas heridas que por equivocación le habían causado. Manifiéstale en los términos más afectuosos y encarecidos su sentimiento y el de D.ª Juana por este suceso, cabalmente ocurrido una noche en que el Duque había estado a avisitarlos, y termina la carta con este párrafo:

«Su criado de V. ex.ª, Carlitos, está con tercianas dobles muy trabajoso; no come; si allá hay alguna xalea, mande a V. ex.ª a Bermúdez que la embíe.»


Juzgo correspondiente esta carta a los últimos días de agosto o primera mitad de septiembre de 1612; e inmediatamente posterior, la que contiene los párrafos que siguen:

«Por tantas merzedes beso a V. ex.ª los pies mil vezes; que la salud de Carlos desseo porque tenga V. ex.ª otro Lope de Vega que le quiera como yo, aunque le sea de tan poco provecho como su padre... Toda esta cassilla dessea en ferias la cara de V. ex.ª; si algún día la mereçieren ver, acuérdese que les cuesta lágrimas...»


En las que llevan fechas de septiembre y octubre del siguiente año de 1613, escritas en Madrid, Segovia yLerma, no hace ya Lope mención alguna de su esposa ni de Carlos Félix. Carlos había muerto; el desgraciado niño fue sin duda víctima en 1612 de la enfermedad endémica que diezmaba durante los otoños la población de Madrid. Su desafortunada madre no pudo sobrellevar por mucho tiempo tan acerba pena, en su especial y crítico estado y con la salud habitualmente quebrantada. Hallábase encinta; dio a luz una niña que recibió el nombre de Feliciana, y falleció de sobreparto. La fecha de este suceso pudiera sin gran dificultad averiguarse reconociendo los libros de óbitos y bautismos de la parroquia de San Sebastián correspondientes al período comprendido entre noviembre de 1612 y el propio mes del subsiguiente año. Según mi cálculo, nació Feliciana de Vega y murió su madre D.ª Juana de Guardo, en febrero o marzo de 1613.

Oigamos de boca de Lope la triste relación de estas desgracias:


    «Dos vezes me casé, de cuya empresa
sacaréis que acerté, pues porfiaba;
que nadie vuelve a ver lo que le pesa.
    Un hijo tuve, en quien mi alma estaba;
allá también sabréis por mi elegía
que Carlos de mis ojos se llamaba.
    Siete vezes el sol retrocedía
desde la octava parte al Cancro fiero,
igualando la noche con el día,
    a círculos menores lisonjero,
y el de su nacimiento me contaba,
cuando perdió la luz mi sol primero.
    Allí murió la vida que animaba
la vida de Jacinta. ¡Ay muerte fiera!
¡La flecha erraste al componer la aljaba!
    ¡Cuánto fuera mejorque yo muriera,
que no que en los principios de su aurora
Carlos tan larga noche padeciera!
    Feliciana el dolor me muestra impreso
de su difunta madre en lengua y ojos;
de su parto murió. ¡Triste suceso!
    Porque tan gran virtud a sus despojos
mis lágrimas obliga y mi memoria,
que no curan los tiempos mis enojos;
    de sus costumbres santas hice historia
para mirarme en ella cada día:
envidia de su muerte y de su gloria.»


(Epístola VII de la Filomena, dirigida a la poetisa peruana Amarilis. ¿D.ª María de Alvarado?)                



    «Pero en aqueste bien (¡Ay Dios, cuán loco
debe de ser quien tiene confianza,
por quien a justo llanto me provoco,
    en bienes tan seguros a mudanza!)
Me quitó de las manos muerte fiera
el descanso, el remedio y la esperanza.
    Yo vi para no verla (¡quién pudiera
volverla a ver!) mi dulce compañía,
que imaginaba yo que eterna fuera.
    Pero, excusando la tristeza mía,
por un lienzo de Rómulo famoso128
veréis el sentimiento de aquel día.
Pintome en hieroglífico un hermoso
prado con aguas, lejos, perspectiva
de un campo para mí tan lastimoso.
    Allí caía de una verde oliva
una paloma blanca ensangrentada,
dejando al pequeñuelo pollo arriba;
    el padre, por lo alto, de la amada
prenda mirando el caso atroz y fuerte,
y en frente una pistola disparada;
    sobre ella sólo el rostro de la muerte
como la mano del delito autora.
¡Qué, trágico pintor, qué triste suerte!»


(Epístola al Dr. Matías de Porras, inserta en la Circe.)                


Lloró sentidamente al malogrado niño en una elegante y piadosa canción, que publicó dos años después entre sus Rimas Sacras, de la cual trasladamos las estrofas que siguen:


    «Y vos, dichoso, niño, que en siete años
que tuvistes de vida, no tuvistes
con vuestro padre inobediencia alguna,
curad con vuestro ejemplo mis engaños,
serenad mis paternos ojos tristes,
pues ya sois sol, donde pisáis la luna:
de la primera cuna
a la postrera cama
no distes sola una hora
de disgusto, y agora
parece que le dais, si así se llama
lo que es pena y dolor de parte nuestra,
pues no es la culpa, aunque es la causa vuestra.
    Cuando tan santo os vi, cuando tan cuerdo,
conocí la vejez que os inclinaba
a los fieros umbrales de la muerte;
luego lloré lo que ahora gano y pierdo,
y luego dije: Aquí la edad acaba,
porque nunca comienza desta suerte.
¿Quién vio rigor tan fuerte
y de razón ajeno,
temer por bueno y santo
lo que se amaba tanto?
Mas no os temiera yo por santo y bueno,
si no pensara el fin que prometía
quien sin el curso natural vivía.
    Yo para vos los pajarillos nuevos,
diversos en el canto y los colores,
encerraba, gozoso de alegraros;
yo plantaba los fértiles renuevos
de los árboles verdes; yo las flores
en quien mejor pudiera contemplaros.
Pues a los aires claros
del alba hermosa apenas
salistes, Carlos mío,
bañado de rocío,
cuando, marchitas las doradas venas,
el blanco lirio convertido en hielo,
cayó en la tierra, aunque traspuesto al cielo.
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
    Yo os di la mejor pabría que yo pude
para nazer, y agora en vuestra muerte,
entre santos, dichosa sepultura:
resta que vos roguéis a Dios que mude
mi sentimiento en gozo, de tal suerte,
que a pesar de la sangre que procura
cubrir de noche oscura
la luz desta memoria,
viváis vos en la mía;
que espero que algún día
lo que me da dolor me dará gloria,
viendo, al partir de aquesta tierra ajena,
que no quedáis a donde todo es pena.»


Del retrato de Carlos habla nuestro poeta en la dedicatoria de su comedia El verdadero amante, publicada en 1620, diciendo a su hijo Lope Félix, a quien la dirigió:

«Mirando un día el retrato de vuestro hermano Carlos Félix, que, de edad de quatro años, está en mi estudio, me preguntaste qué significaba una celada que, puesta sobre un libro en una mesa, tenía por alma del cuerpo esta empresa: Fata sciunt; y no os respondí entonces, porque me pareció que no érades capaz de la respuesta. Ya que tenéis edad... sabed que tienen los hombres para vivir en el mundo, cuando no pueden heredar a sus padres más que un limitado descanso, dos inclinaciones: una a las armas y otra a las letras, que son las que aquella celada y libro significan; con la letra que en aquellos tiernos años, dice, que el cielo sabe cuál de aquellas dos inclinaciones tuviera Carlos, si no le hubiera, como salteador, la muerte arrebatado a mis brazos y robado a mis ojos, puesto que a mejor vida, dolorosamente, por las partes que en él concurrían de hermosura y entendimiento...»


Mucho debió, sin duda alguna, en aquellos días de prueba el desgraciado padre y esposo a la amistad y generosa condición del Duque de Sessa, que desde luego le honró y favoreció teniendo en la pila (como por carta posterior sabemos) a la niña Feliciana. Y a la verdad, en ninguna situación pudo Lope sentir más necesidad de auxilios y consuelos de toda especie, que cuando por una parte le agobiaba el cuidado de aquella tierna prenda, huérfana del cariño y del pecho de su madre, y por otra debía de traerle siempre solícito y afanoso (aunque a mi ver reservadamente) el de sus dos hijos naturales, Marcela y Lope Félix. Consta por carta que escribió hacia fin de mayo de 1614, que por aquella fecha estaba ya en su poder el expresado niño Lope; y es para mí indudable que recogió su padre ambos frutos (no los únicos que tenía) de sus ilícitos amores, inmediatamente después del fallecimiento de D.ª Juana. Acerca de la persona a quien hubo de encargar en el primer momento el cuidado de la recién nacida y de los otros dos niños, nada podemos decir; pero sí que a fines de 1612 recibió para tan delicado cargo y el del gobierno doméstico a una llamada Catalina, de quien hallamos en las cartas curiosa y picante noticia129.