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1

Como no hay más que una sola edición impresa, preferimos dar las citas a la Historia de Las Casas por tomo y página, en vez de emplear las largas y menos exactas citas por parte, libro y capítulo. (Debemos advertir que hemos oído hablar de otra edición, una reproducción hecha en América; pero ni la hemos visto ni tenemos noticias claras de ella.)

 

2

Es bastante curioso que Fernando Colón da la fecha sábado 4 de agosto en vez de lunes 6 de agosto. Con el detalle de dar así el día de la semana, no puede ser errata de imprenta sino verdadera equivocación. Es más fácil que haya una equivocación de fecha en tal texto consecutivo que no en un Diario que va dividido en días; así no dudamos que la verdad está con Las Casas. (La versión española de Fernando Colón ha resumido algo de la italiana en esta parte; pero eso no viene ahora al caso.)

 

3

El texto del sumario que creo mejor es el de la «Raccolta Colombina», publicado por el gobierno italiano en el año del centenario. El cotejo de éste con el original se llevó a cabo por don Julián Paz y Espeso, muy joven entonces; quizás fuera su primer trabajo importante. Con este texto me he contentado cuando no haya habido razón especial para dudas.

El texto corriente está bastante mal redactado, aunque fué el mismo Navarrete quien lo publicó. En su época los redactores más escrupulosos se creían autorizados -más bien obligados- a modernizar la ortografía antigua y a rectificar lo que les parecía equivocado. Es la falta grave de toda la Colección de Navarrete, desde el punto de vista del escritor moderno; aunque, así y todo es de un valor inapreciable.

 

4

Esta falta simultánea nos anima a esperar que sea posible que los dos ejemplares se sacaron de sus respectivas bibliotecas con motivo de la impresión, y que todavía quedan juntos en alguna colección de los papeles dejados después de la muerte de los redactores de la serie de Documentos inéditos para la Historia de España, en la cual apareció la Historia de Las Casas.

 

5

El asunto es bastante importante para que copiemos lo que dice el prólogo (impreso en 1875) acerca de los manuscritos de la primera parte de la obra; no nos detenemos en lo que se refiere a las otras partes.

«En la Biblioteca de la Academia de la Historia se conservan la primera y segunda parte originales; pues, aunque no son autógrafas, tienen en las márgenes adiciones y correcciones de puño y letra del obispo... En la Biblioteca Nacional existen las tres partes, la primera y segunda de letra moderna (1834 según el índice), copia hecha, sin duda, de las de la Academia, que acabamos de citar, y por cierto tan esmerada, que, habiendo sacado de ella la que nos sirve para la impresión, al compulsar las pruebas con el original de la Academia, casi no hemos tenido que hacer corrección alguna importante.

»De la primera parte se conserva otra copia de letra de fines del siglo XVI, encuadernada en tres volúmenes, en la Biblioteca particular de Su Majestad...

»Otra copia, también de la primera parte, cita el editor del tomo 65 de la Biblioteca de Autores españoles como existente en la Biblioteca Provincial de Cádiz; dice que es antigua y que procede de la librería del excelentísimo señor don J. M. de Vadillo.

»Y por último, entre los manuscritos de don Pedro Núñez de Guzmán, conde de Villahumbrosa, en la página 108 del Catálogo de su Biblioteca, leemos: etc., etc.» (Da el título de la obra y también del Catálogo. Madrid, 1677.)

En resumen, se tomó como original un ejemplar que lleva al margen notas de puño y letra de Las Casas, y se empleaba por motivos de conveniencia una copia del mismo en la Biblioteca Nacional. Hablan de otros tres ejemplares que podían ser antiguos; dos de ellos no vieron: no dicen claramente si trabajaban con el tercero, que está en la Biblioteca Real; pero como hablan de fecharlo por la letra, han debido verlo, a lo menos ligeramente. No llevando las notas de Las Casas al margen no podía tener tanta autoridad como el manuscrito de la Academia de la Historia.

Ahora, en cuanto a los manuscritos que no vieron, hace unos diez o doce años que buscamos el manuscrito de Cádiz, y nos dijeron allí que nunca había existido allí tal manuscrito, y que debía de ser una equivocación sencilla por otra obra de otro autor. La noticia del manuscrito Villahumbrosa es vaga, pero se nos ha ocurrido que pudiera ser uno de los adquiridos por Sir Hans Sloane, que están al presente en el Museo Británico5.1.

Así parece que la impresión se hizo por el ejemplar más autorizado, y hasta que aparezca este ejemplar, hoy extraviado, los que llevan más autoridad son el manuscrito de la Biblioteca Real y los del Museo Británico.

En el Archivo de Indias hay bastante de Las Casas, pero falta la primera parte de la Historia, que ahora nos interesa5.1. En la Bibliothèque Nationale de París no hay ejemplar manuscrito5.2.

 

5.1

No hemos podido examinar personalmente los manuscritos del Museo Británico, y agradecemos los detalles siguientes al señor Eric J. Millar, del Departamento de Manuscritos. Los dos manuscritos antiguos son de la Colección Sloane; es decir, han estado en el Museo desde su primera época, pero no se sabe nada de su procedencia antes de que fuesen propiedad de Sir Hans Sloane. No tienen notas de Las Casas, pero por su letra podrían ser del siglo XVI, aunque más bien de principios del XVII. Sus signaturas son Sloane, manuscritos y 3.052 y 3.054.

El tercer ejemplar es una copia moderna (siglo XIX), y no se sabe de qué original se copió. Suponemos que fuese propiedad de algún historiador moderno; como obra de tanta importancia y empleada por tantos escritores antes de estar en letras de molde, la Historia de Las Casas ha debido de ser copiada bastantes veces por entero.

 

5.1

El señor don Juan Lafita y Diez, del Archivo de Indias, ha hecho la busca, añadiendo así otro favor a los muchos que le debemos.

 
5.2

Debemos la noticia a la cortesía de monsieur Emile Laloi, de la Bibliothèque Nationale, investigador también en archivos españoles.

 

6

Parece que Cristóbal Quintero tenía amistades y relaciones especiales con Juan Rodríguez Lucero, por el cual recibe dineros; y también con Cristóbal Pérez Niño, quien tiene la carabela de Lucero después de muerto éste; ambos son de Palos. Como había parentesco entre Niños, Luceros y Quinteros, apunto el hecho de estas amistades.

 

7

Sobre este punto, véase Sales Ferré, Historia del Descubrimiento, págs. 145-150; Fernández-Duro, Colón y Pinzón, págs. 291-2, y Asensio, Martín Alonso Pinzón, cap. IV.

 

8

Por ejemplo, cuando dice un testigo «que al tiempo que el Almirante venía del viaje, un navío suyo en que venía Martín Alonso Pinzón llegó a Bayona de Galicia». Otro dice que Martín Alonso y Vicente Yáñez fueron «por capitanes de dos navíos, cada uno del suyo».

 

9

Juan de Moguer (no es el del primer viaje sino otro) dice que oyó decir que el dicho Martín Alonso Pinzón había dado dos navíos suyos al dicho don Cristóbal Colón para ir al dicho viaje. (Pleitos, II, página 154). El testigo Fernando Esteban dice (Pleitos, II, pág. 184): «... pero nótese que repite las palabras exactas que le había ofrecido el fiscal: que sabe quel dicho Martín Alonso fué por capitán de un navío suyo e sus dos hermanos fueron por capitanes de los otros dos navíos». Diego Prieto dice (Pleitos, II, pág. 175): «que este testigo lo vido y se falló presente, e le dió el dicho Martín Alonso sus navíos.» Esto puede ser eco del aparejo de que habla el despensero de la Pinta, cuando dice (Pleito, II, págs. 159-160) que Martín Alonso Pinzón «vino a Palos... y aparejó dos navíos, los quales después de aparejados los dió al dicho almirante para servicio de sus altezas... El dicho Martín Alonso fué por capitán en uno de sus navíos que dize la Pinta, donde este testigo yba». Martín Martínez dice: «Dos navíos que tenya suyos e de sus parientes». Estos, y alguno que otro más, asienten a lo que dice claramente el interrogatorio de 1515; nos llama la atención el hecho de que en el Pleito posterior, cuyo interrogatorio también afirma que Pinzón era dueño de las carabelas, nadie contesta a eso salvo el mismo hijo de Pinzón, y éste contesta solamente para negarlo.

 

10

Pleito, II, pág. 230.

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