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Gómara y Castellanos siguen a Oviedo en eso como en tantos otros pormenores. Este nombre de Arana resulta casi como una piedra de toque para saber qué grupo de historias ha sido estudiado por escritores menores.

Oviedo le llama «un hidalgo cordobés», frase que llama la atención con referencia a la posición humilde de su prima Beatriz, según los documentos de Ramírez de Arellano. Nadie niega que hubiera una familia muy antigua con apellidos Enríquez de Arana: pero que estos allegados de Colón tuvieran más posición social que el pobre marinero soñador de la capa raída, como le llama el mismo Oviedo, parece de lo más dudoso. Nótese que Las Casas llama al hermano «hombre muy Honrado».

Hemos notado una merced del año 1498 a Rodrigo Enríquez de Arana, vecino de Córdoba; la Reina le dió 17.500 maravedís; pero, no hemos podido averiguar por qué clase de servicio sería, ni hallar detalle que el hecho del pago.

 

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Juan está en las tres listas; Pedro está en las listas Tenorio y Vignaud.

 

43

Tampoco creemos que en el tercer viaje fué el otro a quien cita, que es Andrés Martín de la Gorda, aunque hay testimonio directo para la ida de éste. Nos parece que hay más en contra.

 

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La misma documentación sirve para Cristóbal Caro, Diego Leal y Martín de Urtubia. Damos las citas otra vez sólo porque en el BOLETÍN anterior hicimos errata en cuanto a Caro y a Cuéllar, cuyos asientos no están en la cuenta de Simancas (Contaduría, 240) porque no llega a sus fechas; además falta para Caro la hoja del Libro Mayor.

 

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Documentos inéditos de Indias, t. I, pág. 142.

 

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Sospechamos que éste fuese un Juan Reynal, quien vuelve en el segundo viaje como alguacil de la Marigalante, y a quien en 1492 se adelanta más que otros marineros. Sus doce ducados adelantados, serían sueldo de 1.125 maravedís al mes; en el segundo viaje cobraba por alguacil de la capitana 2.000 al mes, precisamente lo que parece que cobraba Diego de Arana en 1492. No tenemos sueldos de alguaciles menores en el segundo viaje; y es una manera muy indirecta de deducir el sueldo de Diego Lorenzo, la de decir: Primero, que Reynal ha debido de ser alguacil de la Pinta. Segundo, que sus ducados nos dan el sueldo exacto en maravedís. Tercero, que pagan lo mismo en la Pinta y en la Niña. No nos atrevemos a tantas suposiciones en el texto; las apuntamos aquí por lo que valgan. El dinero de Diego Lorenzo resultaría así como sueldo por siete meses dos días (menos 17 maravedís).

 

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Como una rama de los Pinzones se llamaba Perez Pinçon, y como a veces las t y las c parecen tan iguales, prevengo al lector que ya habrá pensado si fuese posible leer así el apellido, asegurándole que no es posible. La cedilla enorme no puede confundirse con ningún otro rasgo, y aquí falta en absoluto. Dice pintor; pero no niego la posibilidad de que sea apellido y no oficio. (Ya hemos dicho eso en la nota de la página 45 del BOLETÍN de julio 1924.)

 

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Es difícil dar bien la cita cuando se trata de legajos tan variados y tan confusos como lo son algunos de contaduría, y en particular cuando abarcan muchas cuentas subordinadas o pequeñas cuentas sueltas. Este es un legajo de descargos; más que la mitad es del tesorero Lope de León; y entre sus papeles hay un haz de «Pagos a particulares» que se encuentra en duplicado; es evidente que están preparados para dos contadores cuyas cuentas han sido reunidas por motivos de archivar. En el documento A el asiento está en la página 2 del pliego 16; en el duplicado, o sea documento B, está en la página 3 del pliego 15. Los dos son idénticos, y en cada margen dice «cédula y pago»; pero los tales justificantes no han aparecido.

 

49

Veanse adelante Francisco de Huelva y Gonzalo Franco.

 

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Si se estudiasen los legajos de Contaduría solamente, sin otro informe ninguno sobre la historia, no podría dejarse de advertir la nueva vida que la anima con la vuelta del Rey en 1507, decayendo entonces hasta su muerte de viejo cansado, después de la cual se nota en seguida la mano más fuerte de otro viejo incansable. Hay una floreçencia de Contaduría el 1516-17 que se explica fácilmente al que sepa la sentencia de Cisneros sobre lo económico.

Por medio de asuntos tan áridos, a veces se vislumbran ideas emocionantes. Para nosotros hay otra florecencia económica en los últimos años de vida de la Reina, que habla elocuentemente de lo que pensaba ella de sus enfermedades, y de la imposibilidad en tal carácter de un pensamiento como el afamado «Après moi le déluge».

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