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ArribaAbajoEl crepúsculo de la tarde



       Sentado en una peña de este monte
Tapizado de enebros y maleza,
Estoy viendo en el cárdeno horizonte
Reverberar el sol en su grandeza.

   Y allá esconde su luz tras la colina,
Y se cree que su sombra nos oculta
Otra región luciente y cristalina
Do airado el sol su púrpura sepulta.

   Arde la cima; el horizonte extenso
Trémulo brilla con purpúrea lumbre;
Un mar de grana le circunda inmenso,
Y un piélago de sol flota en la cumbre.

   El sol se va; su rastro luminoso
Ha quedado un instante en su camino:
¿Quién seguirá en su curso misterioso
La infinita inquietud de su destino?

   El sol se va; la sombra se amontona;
Las nubes en opacos escuadrones
Avanzan al ocaso, y se abandona
La atmósfera a sus rápidas visiones.

   Si es que despiden a la luz del día,
Si atropellan la luz porque se acabo,
Si son cifras de paz o de agonía,
Desde el Sumo Hacedor nadie lo sabe.

   El sol se va; las nieblas se levantan;
Los fuegos del crepúsculo se alejan;
Murmura el árbol y las aves cantan;
Y ¿quién sabe si aplauden o se quejan?

   Gime la fuente, y silban los reptiles
Que guarda entre sus algas la laguna,
Y las estrellas por Oriente a miles
Trepan en pos de la inocente luna.

   El sol se va; ya en ilusión tranquila,
De aérea nube entre el celaje gayo
Que tras su lumbre con afán se apila,
Desmayado pintó su último rayo.

   Adiós, fúlgido sol, gloria del día!
Duerme en tu rico pabellón de grana;
Ora nos dejas en la noche umbría,
Pero radiante volverás mañana.

   Húndete en paz, ¡oh sol! que yo te espero;
Yo sé que volverás de esas regiones
Do allende el mar, como a inmortal viajero,
Te esperan otro mar y otras naciones.

Y te esperan allá porque allá saben
Que al hundirte en la playa más lejana
Les dejas en tinieblas porque alaben
La nueva luz que les darás mañana.

   Yo sé que volverás, ¡luz de los cielos!
Y ese volcán con que tu ocaso llenas
Del alba al desgarrar los tenues velos,
Cinta será de blancas azucenas,

   Ve en paz, y allá te encuentres bulliciosa
Otra feliz desconocida gente,
Que ora tal vez pacífica reposa
A la luz de la luna transparente.

   Ve en paz, ¡oh rojo sol! si allí te esperan:
Que allí, tras otros mares y otros montes,
Derramados tus rayos reverberan
En otros infinitos horizontes.

   Tú alumbras las recónditas riberas
Donde una gente indócil y atezada
Alza en medio de bosques de palmeras
Las tiendas en que duerme descuidada.

   Tú alumbras las medrosas soledades
Donde no crecen árboles ni flores,
Donde ruedan las roncas tempestades
Sobre un vasto arenal sin moradores.

   Tú alumbras en sus márgenes cercanas
Un pueblo altivo que a tu luz vasallo
Te muestra sus bellísimas sultanas
En el secreto harán de su serrallo.

   Tú ves el blanco y voluptuoso seno
De la europea en su niñez cautiva,
El rojo labio de suspiros lleno,
La frente avergonzada, pero altiva.

   Tú ves la indiana de ébano orgullosa
Con su tostada y vívida hermosura,
Que entre dos labios de encendida rosa
Asoma de marfil su dentadura.

   Tú alumbras esas danzas y festines
En que negras y blancas confundidas
Unas de otras se ven en los jardines
Cual sombra de sus cuerpos desprendidas.

   Tú alumbras los recuerdos portentosos
De Atenas, de Palmira y Babilonia,
Y a par te esperan, de tu lumbre ansiosos,
Monstruos de Egipto y cisnes de Meonia.

   Te esperan las cenizas de Corinto,
Las playas olvidadas de Cartago,
Y del chino el recóndito recinto,
Y el salvaje arenal del indio vago.

   Te esperan de Salén los rotos muros,
Del muerto mar los ponzoñosos riscos,
Que de los pueblos de Gomorra impuros
Son a la par sepulcros y obeliscos.

   Tú sabes dónde están las calvas peñas
En donde los primeros cenobitas,
De Cristo tremolaron las enseñas,
Alcázares tornando sus ermitas.

   Tú sabes el origen de las fuentes,
Los mares que no surcan raudas velas,
En qué arenas se arrastran las serpientes,
Y en qué desierto vagan las gacelas.

   Tú sabes dónde airado se desata
El ronco y polvoroso torbellino,
Dónde muge la excelsa catarata,
Por dónde el hondo mar se abre camino

   Mas ya en tu ocaso tocas y te alejas;
Ante ese inmenso pabellón de grana,
Cuán ciego sin tu luz ¡oh sol! me dejas....
Mas vete en paz, que volverás mañana.

       ¡Mañana! ¡Y en tanto crecen
Esos fantasmas de niebla
Con que el ambiente se puebla
En fantástico tropel!
Y se agolpan esas nubes
Que acaso al sol atropellan,
Se confunden y se estrellan,
Despeñándose tras él.

   ¡Mañana! Y de aquesta sombra
Entre el denso opaco velo,
No veo. el azul del cielo,
Valles, ni montes, ni mar.
¡Mañana! Y ora encerrado
En esta atmósfera oscura,
Sé que existe la hermosura,
Sin poderla contemplar.

   ¡Mañana! Y en esta noche
Tan tenebrosa en que quedo,
Me acongojan y dan miedo
La noche y la soledad;
Doquier que vuelvo los ojos,
Doquier que tienda una mano,
Miro y toco el ser liviano
De la negra oscuridad.

   Siento que a mi lado vagan
Fantasmas que no conozco;
Veo luces que se apagan
Al intentarlas seguir;
Percibo voces medrosas
Que entre la niebla se pierden,
Sin saber lo que recuerden
Ni lo que intenten decir.

   Siento herirme la mejilla
Un soplo vago y errante,
Como un suspiro distante
De alguien que pasa por mí.
Tiemblo entonces, temo y dudo;
Mis años y mis momentos
Me tienen mis pensamientos
En estrecha cuenta allí.

   Qué negro sueño es aquéste,
Qué delirio el que padezco?
Esta sombra que aborrezco,
¿Cuándo pasa? ¿Adónde va?
La siento sobre mi frente
Que en masa gigante rueda,
Y siempre sobre mí queda,
Siempre ante mi vista está.

   En la sombra, me dijeron,
Se delira y se descansa,
El pesar duerme y se amansa,
La aflicción toca en placer:
En la sombra estamos solos,
No nos oyen ni nos miran,
Todos los ecos conspiran
Nuestro mal a adormecer.

   Mas yo aquí conmigo mismo,
Oigo y veo, toco y siento
A mi propio pensamiento
Y a mi propio corazón:
No estoy solo, no descanso,
Me oyen, me ven, no deliro.....
Y estos fantasmas que miro,
¿Qué me quieren? ¿Quiénes son?

   Oigo el agua que murmura,
Siento el aura que se mueve,
Miro y toco, y sombra leve
Hallo sólo en derredor;
Busco afanoso, y no encuentro;
Pregunto, y no me responden:
¡Ay! ¿Dó están, y dó se esconden
Los consuelos del dolor?

   No sé; que el cielo encapotan
Esas nubes cenicientas
Que se arrastran turbulentas
Por la atmósfera sutil;
No sé....; mas siento que todos
Los recuerdos de mi vida,
En tropa descolorida
Me asaltan de mil en mil.

   No sé; porque ¡no es reposo
Este nocturno tormento
Que el escuadrón macilento
De mis recuerdos me da!
¡Tantas imágenes bellas
Que giran en mi memoria!
¡Tantas creencias de gloria
Que son ilusiones ya!

   Flores marchitas del tiempo,
De olor exquisito y sumo,
Que pasaron como el humo,
Que no volverán jamás.....
Sol, tú has hundido tu frente
Tras la espalda de ese monte;
Mañana en el horizonte
Otra vez te elevarás.

   Sol, ¡mañana más radiante,
En los brazos de la aurora
Tornará tu encantadora
Soberana esplendidez!
Sol, tú ruedas por los cielos;
Mas por el cielo que pueblas,
Yo tropiezas con las nieblas
De esta vaga lobreguez.

   Sol, tú vuelves más sereno
De tu viaje cotidiano;
Sol, tú no esperas en vano
Que volverás desde allí.
Sí, tú volverás mañana;
Mas al, tocar en tu Oriente,
¿Sabes tú, sol refulgente,
Si mañana estaré aquí?

       Mas vota en paz, ¡oh sol! baja tranquilo
Por ese rastro de esplendente grana:
Yo en esta roca buscará un asilo
Hasta que vuelvas otra vez mañana.

   Me han dicho que en la noche silenciosa
Los espíritus vagan en el viento,
Que flotan en la niebla misteriosa
Sílfides blancas de aromado aliento,

   Que las aéreas sombras bienhadadas
De los que eran aquí nuestros amigos,
Vienen sobre las brisas desatadas,
Del nocturno reposo a ser testigos.

   Me han dicho que en los bosques apartados,
En las márgenes frescas de los ríos,
Por el agua y las hojas arrullados,
En torno de los árboles sombríos,

    Danzan alegres, de su paz gozando,
Y a los que en vida, con afán querían,
Desde la turba de su alegre bando
Ilusiones dulcísimas envían.

   Y dicen que esos son los halagüeños
Fantasmas que en la noche nos embriagan,
Esos los blancos y amorosos sueños
Que en nuestra mente adormecida vagan.

   Tal vez será verdad; vendrán acaso
Nuestra vida a endulzar esas visiones,
Y de una estrella al resplandor escaso,
Entonarán sus mágicas canciones.

   Sí; tal vez a sus madres amorosas
Colmarán de purísimos cariños
Las transparentes sombras vaporosas
De los risueños inocentes niños.

   Tal vez venga el esposo enamorado
Al triste lecho de la esposa viuda
A darla en paz el beso regalado
Que en su labio agostó la muerte ruda.

   Tal vez sean en voz esos suspiros
Con que la oscura soledad resuena,
Y en aliento esa brisa a cuyos giros
Mansa murmura la floresta amena

   Tal vez será verdad; pero a mí ¡triste!
Que no me vela amante y cuidadosa
Esa sombra que a alguno en paz asiste,
Amigo, hermano, idolatrada esposa;

   A mí, que no me cercan esos vagos
Benéficos fantasmas de la noche,
Que en las ondas se mecen de los lagos,
o de la flor en el cerrado broche;

   A mí ¡triste de mí! no me acompañan
Esas sombras de amor, blancas y bellas,
Porque mi adusta soledad extrañan,
Porque yo velo mientras vagan ellas.

   Yo no tengo una madre ni un amigo
Que deje los alcázares del cielo,
Y en nocturna visión venga conmigo
A prestarme en mi afán calma o consuelo

   Yo, a quien los suyos ofendidos lloran,
A quien no deben más que su amargura,
Recelo de los mismos que ¡no adoran,
Temo el misterio de la sombra oscura.

   No hallo en ella ni sílfides, ni magas,
Que en esas solitarias ilusiones
Sólo siento en redor torvas y vagas
Las memorias de hiel de mis pasiones.

   No quiero sombra. ¡Oh noche, te aborrezco!
Odio la luz de tu tranquila luna,
Ante tus bellas sombras me estremezco,
Porque no tienes para mí ninguna.

   Yo espero al sol; baja refulgente,
Revestido de pompa soberana;
Yo espero al sol, que por el, rojo Oriente
Vuelve a nacer espléndido mañana.

   Yo amo la luz, y el cielo, y los colores,
Detesto las tinieblas, amo el día;
Todas en él las auras son olores,
Todos en él los ruidos armonía.

   Entonces reverbera el manso río,
Abren su cáliz rosas y azucenas,
Y las lágrimas puras del rocío
Bordan sus hojas, de perfume llenas.

   Yo espero al sol; entonces se levanta
L tierra a saludarle perezosa,
Y el ruiseñor entre los olmos canta,
Y llena blando son la selva umbrosa.

   Yo espero al sol, porque su luz gigante
Me deslumbra y embriaga y enloquece,
Y al seguirle en su curso rutilante,
Mi pesar en el pecho se adormece.

   Sol..., ¡inmortal y espléndido viajero!
Yo como tú me perderé sin tino,
Iré, desconocido pasajero,
Sin término vagando y sin camino.

   Ya bramen los revueltos temporales,
Ya murmuren las brisas perfumadas,
Ya cruce por desiertos arenales,
Ya me pierda en florestas encantadas;

   En los mullidos lechos de un serrallo,
En la triste mansión de una mazmorra,
Altivo triunfador, servil vasallo,
Negra fortuna o liberal me acorra,

   Te buscaré a través de las cadenas,
Bajo los ostentosos pabellones,
Del río por las márgenes amenas
Y a través de los rotos murallones.

   Yo buscaré tu lumbre soberana
Del mar tras los cristales movedizos,
Y soñando a los pies de una sultana,
En la espiral de sus flotantes rizos.

   Y tal vez de un proscrito los cantares
Desde unas costas lúgubres y solas,
Lleguen, cruzando los inmensos mares,
A sus queridas playas españolas.

   ¡Feliz entonces si a la fin pasados
Mis locos, criminales extravíos,
De mis fúnebres cánticos tocados,
Les merezco una lágrima a los míos!

   Conjuraré a los céfiros ligeros
De aquellas selvas a la mar vecinas,
Y a los rápidos bandos pasajeros
De las sueltas y pardas golondrinas.

   Que ingrato a cuanto amé, solo y perdido,
Un verdugo alimento en mi memoria;
Y para hundirla entera en el olvido,
Loco deliro un porvenir de gloria.

   Gloria o sepulcro ¡oh, sol! busco anhelante;
Gloria o tumba tendrá mi audacia insana.
Si buscas mi destino, ¡oh sol radiante!
Yo estaré aquí; levántate mañana.




ArribaAbajoA un águila


ArribaAbajoOda



       Sube pájaro audaz, sube sediento
   A beber en el viento
Del rojo sol a esplendorosa lumbre;
Sube batiendo las sonantes alas,
   De las etéreas salas
A sorprender la luminosa cumbre.

   Bien hayas tú, que ves osadamente
   Los cielos frente a frente,
Y de cerca a tu Dios, ave altanera;
Y que si el ronco torbellino crece,
   Vigoroso te mece,
Siendo un impulso más a tu carrera.

   ¿Qué te importa que el sol ni el torbellino
   Crucen por tu camino,
Si en vuelo altivo y temerario arrojo
La tormenta te riza mansamente,
   Y el sol resplandeciente
Como precisa luz vibra en tu ojo?

   ¿Qué te importa de pájaros la ansiosa
   Confusión tumultuosa,
Que se afana en subir cuando tú subes
Si a su impotente y torpe movimiento
   Fuerza le falta y viento,
Cuan tu vuelo real hiende las nubes?

   ¡Salve, oh tú de la atmósfera señora,
   Aguila voladora,
Que abandonando nuestra tierra oscura,
Emperatriz del viento te levantas,
   Y solitaria cantas
De los lucientes astros la hermosura!

   Tal vez escuches en tropel sonoro
   Las cítaras de oro
De los santos y célicos festines;
Y tal vez mires en distancias sumas
   Las espléndidas plumas
De los blancos y errantes serafines.

   Tal vez oyes ¡oh reina soberana!
   El infinito Hosanna,
Y en torno al cielo respetuosa giras,
Y en el cóncavo ambiente solitario
   Del místico incensario
El ámbar celestial libre respiras.

   Y tal vez los espíritus errantes
   Que arrastran rutilantes
Esos soles que ruedan en la esfera,
En cariñosa voz y amago blando,
Te acarician pasando
Al encontrarte siempre en su carrera.

   ¡Bien hayas tú, del sol y el viento amiga,
   Del esfuerzo y fatiga,
De arcángeles tal vez acariciada!
¡Bien hayas tú, que despreciando el suelo,
   Pides osada al cielo,
Libre, tranquila y liberal morada!

   ¡Bien hayas tú, que lejos del inmundo
   Pantano de este mundo,
No sientes el dolor de los que lloran,
Ni el vergonzoso son de las cadenas,
   Ni las de angustia llenas
Quejas sin fin de los que ayuda imploran!

   Ni oyes la ronca voz de la impía guerra
   Que ensordece la tierra
Y escribe en lanzas sus sangrientas leyes,
Ni del vasallo el desvalido lloro
   En derredor del oro
Que brilla en el alcázar de su reyes.

   Bien haces en quedarte en esa altura,
   Recinto de ventura,
Aguila emperatriz, hija del viento,
Y dejarnos aquí ya que no osamos,
   Pues cobardes lloramos,
Gozar tu libertad por tu ardimiento.

   Déjanos, sí, que esclavos de otros dueños,
   En indignos empeños
Las ajenas hazañas aplaudamos,
Y al ajustar nuestras contiendas fieras,
   Las ajenas banderas
Y el extranjero pabellón sigamos;

   Mientras cruzando la región vacía,
   Tú en infinito día
La farsa ríes de la humana gente,
Y al son de sus dementes alaridos
   Registras los perdidos
Vaporosos espacios del Oriente.

   Tú desde allí, en las ráfagas mecida,
   Segura y atrevida
Contemplas la mezquina y baja tierra,
La miseria del hombre y su inmundicia,
   Su orgullo y su injusticia,
Sus vanos triunfos y ominosa guerra.

   Tú, ave de libertad y de victoria,
   Del aire y del sol gloria,
Desde la calva inmensurable peña
Ves cómo se abre trabajosa calle
   Por el angosto valle
La armada gente tras la rota enseña.

   Césares, Alejandros, Napoleones,
   Dieron a sus legiones
Tu vencedora imagen por bandera;
Y tú en el viento, sin temor ni vallas,
   Al son de sus batallas
Te adormistes ufana y altanera.

   Y en vano con tu sombra se escudaron,
   Que a la fin tropezaron
En Roma, y Babilonia, y Santa Elena;
Y allí vencidos, la cerviz hundieron,
   Mientra al morir te vieron
Rasgar el viento a ti libre y serena.

   ¡Salve, reina del viento generosa,
   Aguila poderosa,
Ave del sol y de la luz querida!
¡Salve, y pluguiera que en tu raudo vuelo
   Trepar pudiera al cielo
Una esperanza de mi amarga vida!

   ¡Oh, si alcanzara, cándida María,
   Perdida gloria mía,
A enviarte con ese águila un suspiro!
¡Si alcanzara esa osada mensajera
   A decirte siquiera
Que aun por tu solo amor canto y respiro!

   ¡Ay, fresca rosa que abrasó el estío,
   Perdido encanto mío,
Tierna, amorosa y muerta ya María!
¿En qué aura vaga tu fragante aroma?
   ¿En qué escondida loma
Me velas hoy tu cáliz, vida mía?

   Tórname, hermosa, el rostro soberano.
   Y tiéndeme tu mano,
Y dime dónde estás, para mirarte,
Para que tengan luz los ojos míos,
   Y se acallen bravíos
Los duelos de mi vida al adorarte.

   Vuela, pájaro audaz, águila erguida,
   Por la región perdida
Donde espléndido el sol alza su Oriente;
Y si aun es dado a tu gigante vuelo
   Escudriñar del cielo
La ignorada mansión resplandeciente,

   Busca a mi vida y dila que aun la adoro,
   Y dila que aun la lloro
Al ronco son de la cansada lira;
Pregúntala si lejos de esta tierra,
   En ese que la encierra
Alcázar celestial, por mí suspira.

   Los Césares así y los Napoleones
   Leguen a sus legiones
Tu vencedora imagen por bandera,
Y tú en el viento, sin temor ni vallas,
   Al son de sus batallas
Duermas ufana, libre y altanera.

   Sube, pájaro audaz, sube sediento
   A beber en el viento
Del rojo sol la esplendorosa lumbre;
Sube batiendo las sonantes alas,
   De las etéreas salas
A sorprender la luminosa cumbre.

   No te importe que el sol y el torbellino
   Crucen por tu camino;
Sigue tu vuelo en temerario arrojo,
Que el huracán te riza mansamente,
   Y el sol resplandeciente
Como precisa luz vibra en tu ojo.

   Y si por caso encuentras en el viento
   Mi lastimero acento,
Sigue cruzando a las etéreas salas,
Que los roncos preludios de mi canto
   Son los ayes del llanto
Que me arranca la envidia de tus alas.






ArribaAbajoOriental



       Larga y pesada es la noche
Si de un cerrado balcón
Al pie, se aguarda la lumbre
De un enamorado sol;

   Si a oscuras en una calle
No se siente en derredor
Más que del aura perdida
El interrumpido son.

   Larga y pesada es la noche
Para el despierto amador
Que acecha una blanca mano
Que tal vez le hace traición,

   Mientras la diestra al estoque,
Ebria el ánima de amor,
De rival desconocido
Recela la condición.

   Larga y pesada es la noche
Para quien tanto aguardó,
Que el alba por el Oriente
Viene a ahuyentar su pasión.

   Muy larga para el mancebo
Que en Córdoba penetró,
De los ojos de una mora
Enredado en la prisión.

   Está el cristiano apoyado
En las rejas donde vio,
Mientras que lloró cautivo,
A la prenda de su amor.

   Y en vano a su doble seña
Una respuesta aguardó;
Las celosías tuvieron
Siempre velado el balcón.

   Mas viendo que a largos pasos
Veníase alzando el sol,
Entre amorosos suspiros
Así dijo a media voz:

   «He llamado a tu ventana,
   Mi sultana,
Siempre fiel a mi pasión,
Y enojado me despido,
   Pues dormido
Encontré tu corazón

   »Adiós, mi dulce señora,
   Ingrata mora,
Que pues más no he de venir,
Bien harás, de mí olvidada,
   Descuidada,
En largo sueño dormir.

   »No esperes, no, que tu mano
   Vuelva ufano
Enamorado a buscar,
Clavando del foso oscuro,
   Sobre el muro,
Una escala en que bajar.

   »No esperes que en larga vela,
   Centinela
De tu cerrado balcón,
Aguarde ya entretenido,
   Si dormido
He de hallar tu corazón.

   »No esperes, no, que combata,
   Mora ingrata,
De tu celosía al pie,
Mientras en otros amores
   Tus favores
Gozando un rival esté.

   »Que si a mi voz no respondes,
   Porque escondes.
Otro amor para mi amor,
Guarda los lances y cuitas
   De tus citas
Para quien ha tu favor.

   »Quédate, aunque yo te amaba,
   Por esclava
De un señor y de un harén,
Y muera con tu hermosura
   La ventura
De tu existencia también.

   »Adiós; duerme, mi sultana,
   Y tu ventana,
Testigo de mi pasión,
Te diga si he conocido
   Cuán dormido
Estaba ta corazón.»

   Y así el mancebo diciendo,
De sus celos al furor,
De un tajo las celosías
Con la espada derribó.

   Saltó del lecho la mora
A tan descompuesto son,
Y asomándose a la reja,
Quién era le preguntó.

   Mas él, a larga distancia
Revolviendo un callejón,
Tornó la espalda diciendo:
«Dormid en paz, que soy yo.»




ArribaAbajoCanción

Música del Sr. D. S. Iradier.


 

CORO

 

       ¡Orgía, dadme flores!
¡Orgía, dadme amores!
La vida es un sueño,
Y el mundo un festín.

   El tiempo nos roba
Las horas más bellas;
Romped las botellas
Y al baile venid,
Que al son que murmura
La danza insegura,
Sueño es de ventura
La vida feliz.

   ¡Orgía, dadme flores!
¡Orgía, dadme amores!
La vida es un sueño,
Y el mundo un festín.

Soñemos gozando
Fortuna tan vana,
y el sol de mañana
Que vea al salir,
Que al son de la orquesta
Danzando en la fiesta,
No es carga funesta
La vida feliz.

   ¡Orgía, dadme flores!
¡Orgía, dadme amores!
La vida es un sueño,
Y el mundo un festín.

Diránnos mañana
Que somos ceniza,
Que es dicha postiza
La de este vivir;
Mas hoy gozaremos,
Dichosos seremos,
En tanto olvidemos
Origen tan vil.

   ¡Orgía, dadme flores!
¡Orgía, dadme amores!
La vida es un sueño,
Y el mundo un festín.

Bailemos, bebamos,
La vida es muy corta,
Tal vez nos importa
Pasarla feliz;
Y si al fin perdida
Se llora la vida,
Gozando se olvida
Tan lúgubre fin.

   ¡Orgía, dadme flores!
¡Orgía, dadme amores!
La vida es un sueño,
Y el mundo un festín.

       Venid a mí brillantes ilusiones
Que engalanáis la juventud ardiente;
Dadme, dadme fantásticas visiones
   Con que embriagar la mente.

   Suéñelas yo en mi necio desvarío,
Y en vistoso tropel pasen risueñas,
Como la espuma de sonante río
   Resbala entre las peñas.

   Dejadme, aunque ficción, ver a lo lejos
Esa radiante luz de la esperanza,
A cuyos ricos trémulos reflejos
   Un porvenir se alcanza.

   Y apartad de mi mente esos crespones
Que enlutan cuanto sueño y cuanto miro,
Que tornan al compás de mis canciones
   En lúgubre suspiro.

   Yo, que cruzo feliz, libre y contento,
De la existencia el áspero camino,
Que ayudado tal vez de noble aliento,
   Cantar es mi destino,

   ¿Por qué al herir ufano el arpa de oro
En amoroso son, lanza perdido,
En vez de canto espléndido y sonoro,
   Fatídico gemido?

   Y es en vano buscar cuanto risueño
Natura por doquier pródiga brota;
De su ventura a mí tenaz empeño,

   He querido cantar, radiante y puro,
Al esplendente sol, y apelmazado,
Sorbiendo el día nubarrón oscuro,
   Su disco me ha robado.

   Quise cantar las danzas inocentes,
Los cándidos placeres campesinos,
Y de muertas naciones insolentes
   Lamentó los destinos.

   Quise cantar del águila altanera
El imperial y soberano vuelo,
Y profano, llegué tras su carrera
   A llamar en el cielo.

   Quise cantar cascadas y jardines,
Los brindis y el placer, y ensangrentado,
Hice girar en torno a los festines
   El féretro enlutado.

   Quise cantar de púrpura y de llores
La senda del vivir entapizada,
Y caminé entre abrojos punzadores
   Hasta el mar de la nada.

   Mis cántigas de amor, lamentos fueron,
Y ningún amador se holgó con ellas;
Blasfemias, mis plegarias se volvieron,
   Y mis himnos, querellas.

   Embriagado cantó la amistad santa,
Soñé fraternidad, y huyó el amigo,
¡Que lleva al fin quien desventuras canta,
   La soledad consigo!

   ¿Dónde tornar los desolados ojos?
¿Dónde tender las alas del deseo?
Truécanseme las flores en abrojos,
   Y es niebla cuanto veo.

   Me dijeron acaso que el bullicio
Del loco mundo las tristezas cura.....
Cada sonrisa me costó un suplicio,
   Doblando mi amargura.

   Tal vez la calma el corazón consuela
De la sombría noche misteriosa.....
Las noches he pasado en larga vela,
   En lucha congojosa.

   Flores: ¿en dónde estáis, que no os encuentro?
Vago por el jardín, y nunca os hallo;
Las raíces tal vez estarán dentro,
   Mas no asoman el tallo.

   ¡Fúlgido sol, espléndidas estrellas,
Melancólica luna: yo os adoro!
Y al bendecir vuestras antorchas bellas,
   Mudo os contemplo y lloro.

   No importa que la tierra brote flores,
El mar corales y los ríos peces,
Yo bendigo sus senos creadores,
   Los adoro mil veces.

   Pero al volver al Dios que los ha hecho,
Jamás me pareció ni mar ni tierra,
Más que un sepulcro, cuyo borde estrecho
   Nuestra miseria encierra.