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Obras dramáticas desconocidas

Pablo de Olavide



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A la memoria de José Alfredo Hernández, insigne poeta y benefactor de la Biblioteca Nacional.



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ArribaAbajoEstudio preliminar

Ofrecemos en esta compilación nueve piezas dramáticas debidas a la pluma de Pablo de Olavide. La mayor parte son traducciones del francés y sólo una es original del autor peruano El celoso burlado. Después de varios años de búsqueda en bibliotecas y archivos de España y otras naciones de Europa y América del Norte (Canadá y los Estados Unidos), hemos logrado confirmar y ampliar datos dispersos e imprecisos acerca de la existencia de las obras dramáticas de Olavide y sobre todo, hemos hallado e identificado textos éditos o inéditos de sus obras, que pasaban en su mayor parte como anónimas o de autor desconocido. La omisión en los impresos del nombre de Olavide fue sin duda deliberada y sistemática. Esto ha despistado a muchos críticos que han dado por anónimas obras traducidas por Olavide y quienes, además, al ignorar la paternidad de la versión de las mismas, han omitido el comentario o al sospechar el nombre de autor o traductor han soslayado prudentemente el juicio, con desmedro de la apreciación justiciera de la producción debida a la pluma del escritor peruano. Esta omisión entraña de todos modos una injusticia que pretendemos reparar con la publicación de las obras dramáticas que, después de muchas búsquedas y pesquisas, hemos logrado identificar al fin, en número considerable.

Probablemente se omitía el nombre del autor del texto en obras cuya circulación estaba prohibida por la Inquisición e incluidas en el Índice, por provenir de autores interdictos, como Voltaire, Lemierre, Du Belloy, Mercier, Sedaine y Regnard, y para evitar sobre todo consecuencias desagradables a los impresores. Obsérvese que tratándose de Racine -autor sin grave o mayor tacha para el Santo Oficio- sí aparece su nombre en los textos impresos, de donde se deduce que la omisión en los otros se debía a la circunstancia anotada.

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En cuanto al nombre del traductor, es general su omisión en los textos impresos, por la misma razón del temor en los impresores y no así por lo general en los manuscritos. En la época de esas ediciones, en su mayor parte posteriores a 1770, Olavide empezaba a ser sucesivamente perturbado, interrogado, apresado, procesado y finalmente condenado en 1776 por el Tribunal del Santo Oficio.

Aunque los impresos, que contenían las traducciones de textos franceses, tuvieron buena acogida popular y se representaron con frecuencia (lo que parece explicar la existencia de estas ediciones un tanto clandestinas y en su mayoría reiteradas en considerables tirajes) la prudencia aconsejaba a impresores o actores dejar de mencionar el notorio y conflictivo nombre de Olavide, perseguido y sentenciado por la Inquisición y más adelante prófugo de las cárceles de la misma. Habría sido comprometedor hacerlo en cierto momento o fue rutina u olvido posterior el no reponer el nombre, cuando las circunstancias adversas desaparecieron.

No obstante, los estudiosos, eruditos y bibliófilos, cuidadosos de la verdad histórica y de la autenticidad en los registros bibliográficos, se preocuparon de anotar el dato de la paternidad de las versiones y de los originales y consignaron, en ejemplares que hemos hallado, con letra manuscrita de inconfundible estilo de época o en catálogos o relaciones de fondos bibliográficos, los nombres de autor y traductor.

En la investigación de los textos de las piezas teatrales debidas a Olavide, hemos descartado toda atribución dudosa, gracias a la confrontación de muchos ejemplares con anotaciones de contemporáneos, los cuales restablecen la verdad silenciada, y ello ha sido posible también contando con la ayuda de los catálogos de eruditos y bibliógrafos de la talla de La Barrera, Guastavino, Paz y Melia, etc., y sobre todo, gracias a la comparación estilística de modos de decir y traducir, y de los giros portadores del aire afrancesado y del donaire madrileño.

Las anotaciones halladas en los textos de que ahora trataremos provienen de:

ejemplares de la Colección Teatral de don Arturo Sedó, en Barcelona (tomos de «Comedias del siglo XVIII») ;   —XI→   ejemplares de la «Colección Pascual de Gayangos» (tomos de «Comedias de varios autores», Biblioteca Nacional de Madrid;) del Catálogo de las piezas de teatro que se conservan en el Departamento de MSS de la Biblioteca Nacional, por A. Paz y Melia, tomos I y II, Madrid, 1934 y 1935; del Catálogo de los Impresos de Ibarra, por Guastavino; del Catálogo bibliográfico y biográfico del Teatro Antiguo Español desde sus orígenes hasta mediados del siglo XVIII, por don Cayetano Alberto de la Barrera, Madrid, 1860; de los fondos de MSS de la censura en la Biblioteca Municipal de Madrid; y del Catálogo bibliográfico y crítico de las comedias anunciadas en los periódicos de Madrid desde 1661 hasta 1891 por Ada M. Cole, Baltimore, London, París, 1935.

Esas anotaciones de autoridades bibliográficas nos han servido para documentar o corroborar que los textos de que ahora disponemos después de pacientes búsquedas corresponden, sin ninguna duda, al talento interpretativo, a la afición teatral y al propósito programático de Olavide.

«El celoso burlado» obra original de Olavide

La única obra teatral original de Olavide que se ha hallado, se publicó en Madrid, en la Imprenta de Joaquín Ibarra en 1764, época bastante temprana en la producción dramática de Olavide y que inaugura al parecer la serie de otras publicaciones de la índole que se deben a su pluma. Se titula El celoso burlado1 y tiene la forma de zarzuela, en un solo acto. No se ha conservado indicación alguna respecto de las partituras musicales. Todos los personajes principales frecuentemente «cantan» en la escena, dada la índole de la obra. Las letras de las canciones son ingeniosas y fáciles. La trama es muy sencilla e ingenua, referida a «los celos» del viejo tutor   —XII→   y pretendiente de la joven dama, figura central. El enredo se resuelve mediante el casamiento de Mariquita con Gaspar, joven y apuesto galán; quedando para el maduro pretendiente don Simón la solución de casarlo con la «vieja» Nicolasa, su criada. La pieza se inicia con un animado diálogo, mostrativo de ambiente y costumbres, a cargo de dos caballeros de Madrid, don Pedro y don Carlos. Otros tres personajes -don Julio, la Tía y la Sobrina- que no figuran en el reparto, aparecen al final de la pieza. La escena en un solo acto, se desenvuelve en el paseo El Prado de Madrid, en noche de fiesta, con mucha concurrencia que espera «la hora de ver los Fuegos», que se han de ejecutar en la Plazuela del Retiro.

El lenguaje usado por los personajes en escena es muy madrileño y gracioso aunque como era ya usual en la época, matizado con algunos giros afrancesados. (ej.: «alón, alón, vamos a huir del dragón», p. 69).

La edición fue preparada para venderse en el teatro, a juzgar por la indicación del nombre de los actores a cargo de los personajes: José García, Eusebio Ribera, Diego Coronado, Teresa Segura y Joaquina Moro. A través del diálogo inicial de los Caballeros de Madrid, se expone que los «Fuegos» materia del ambiente de festejo, se han organizado por la «Villa de Madrid» en honor de sus «amos» o sean los Reyes de entonces. El objeto de la introducción dialogada no es solamente presentar el escenario y ambiente, sino además deslizar muy sutilmente una loa de halago a los soberanos y la familia real; a «la incomparable reina Luisa, pasmo de talento y discresión», y hay además una parrafada para los «dichosos pueblos que tienen tan amables soberanos» y una referencia para el «rey padre sabio» y los Príncipes «que ostentan tantas virtudes» y para la Augusta Abuela y el Infante don Luis, etc. No puede descartarse en esta obra la influencia de la manera fácil e ingeniosa de las comedias de Molière, que sin duda Olavide trataba de aclimatar en España. Tampoco puede descartarse cierto impacto de los sainetes costumbristas contemporáneos de don Ramón de la Cruz. Pero no debe excluirse el hecho de que el talento de Olavide como comediógrafo estuvo cautivo dentro de los lindes de lo mediano o por lo menos, no tuvo oportunidad de desenvolverse, al abrazar más bien la abrumadora tarea de difundir en el mundo español, las expresiones de las tragedias de Voltaire y otros autores de su índole ideológica y de contenido serio y conceptual.

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Esta obra como hemos dicho, precede al conjunto de las traducciones que emprendió Olavide entre los años 1760 a 1770, destinadas primero a su teatro particular y luego al Teatro de los Sitios Reales en Madrid y al nuevo teatro de Sevilla. Se escribió (en 1764) antes de su ingreso a la administración pública, o sea con anterioridad al Motín de Esquilache (1766) y a la expulsión de los miembros de la Compañía de Jesús (1767).

Los versos dominantes son los octosílabos, pero las partes musicadas, es decir los cantos, están confeccionados en pentasílabos y heptasílabos, versos que exprofesamente se han escogido por su mejor disposición melódica.

El celoso burlado corresponde a la moda imperante en el momento de su estreno (1764). La zarzuela se compuso, al parecer, como eco del buen suceso del autor coetáneo don Ramón de la Cruz, cuyo teatro de sainetes con carácter seudo-popular, afirmaba el género de la zarzuela en la segunda mitad del siglo XVIII. Existe evidente coincidencia en ambientes, factura y estructura escénica de esta pieza de Olavide con las tituladas El Prado por la noche (1765) y Las majas del Avapiés (1764) del citado comediógrafo y otras obras del mismo género anteriores a la pieza de Olavide o coetáneas con la misma. Participa del culto al color local, que se hace patente en un «madrileñismo» fácil y pintoresco. Pero no iba a quedar en eso Olavide. Sus intenciones y propósitos eran menos estrechos y restrictos que bajo el vuelo de una literatura localista.

Olavide, traductor de Racine

Algún impacto notable en la formación integral y literaria de Olavide debió ejercitar la figura de Jean Racine (1639-1699), representante con Molière y con Corneille de la dramaturgia neoclásica francesa del XVII. Era un autor del siglo anterior al suyo y en él veía seguramente Olavide, como muchos de los españoles de su época, las nuevas perspectivas de desenvolvimiento del teatro universal. Fue signo de esa generación a que pertenecía Olavide el reaccionar contra la tradición del gran teatro español del Siglo de Oro (Lope, Tirso, Calderón, etc.) y contra los autos sacramentales de un poco antes, prohibidos de ser representados por Real Cédula de 1765.

Una gran polémica -que estaba en toda su intensidad-   —XIV→   había dado lugar a esa prohibición administrativa, y en ella habían intervenido de una parte, como defensor del teatro tradicional, don Nicolás Böhl de Faber y de la otra, como abanderado de las nuevas ideas en materia de teatro, desde su periódico El Pensador (1762), don José Clavijo y Fajardo, quien en los años madrileños de Olavide, fue nombrado Director del Teatro de los Sitios Reales, vale decir de la Corte. Hicieron causa común con Clavijo, los Moratín (Leandro y Nicolás), y Olavide debió prestarles su adhesión pues sus obras fueron incorporadas al repertorio de dicho teatro de los Sitios Reales.

Fueron dos las obras de Racine traducidas por Olavide: Mitridates (representada por primera vez, en París, en 1673) y Fedra (estrenada en la capital de Francia, en 1677). Los textos traducidos por Olavide responden a un criterio de selección acertado, pues la mejor y más informada crítica francesa está de acuerdo en reconocer que dichas obras son las dos más importantes tragedias de Racine.

Con anterioridad a Olavide, se habían hecho en España algunas adaptaciones y arreglos racinianos no muy fieles ni ortodoxos. Esto justificó que Olavide asumiera el compromiso de hacer una versión ajustada al original, sin desmayos ni modificaciones, sin recortes ni restricciones. Así lo hemos podido advertir y comprobar en los textos hallados que nos disponemos a publicar.

La comparación del texto de la versión de Fedra al castellano hecha por Olavide, con el texto original (citamos por J. Racine, Théâtre complet, Paris Joseph Gibert, Collection des Chefs-d'oeuvre, 1948) demuestra que se trata de una traducción fiel, ni recortada ni ampliada sino en lo estrictamente necesario para respetar el genio de la lengua castellana o la exigencia de la versificación. Los versos alejandrinos del original -o sea de trece sílabas- se transforman en endecasílabos en el traslado, lo que explica que al traducirse se requieran más versos para lograr la expresión del contenido. La misma observación es válida para la traducción de Mitridates.

El texto de Fedra de Racine, adaptación a la escena francesa del Hipólito de Eurípides, en la versión de Olavide, proviene de una edición facticia, en pliego suelto, que encontramos en la Biblioteca Sedó de Barcelona, cuya carátula dice:

Fedra / Tragedia en cinco actos / por Jean Racine /   —XV→   Barcelona / en la imprenta de Carlos Gibert y Tutó, Impresor y librero, (32 pp., sin data de impresión)



Hemos hallado otra edición, también de Barcelona, pero en la Imprenta de la viuda Piferrer, s.d.32pp. Ésta lleva, a pluma, con caligrafía de la época, el sobreescrito siguiente: «traducida por don Pablo Antonio José de Olavide». Se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid. Calculamos que, como Mitridates, se escribió y publicó poco después que El celoso burlado, o sea entre 1764 y 1766, esto es antes que el traductor tuviera intervención activa en la vida pública.

El nombre del traductor no figura ni en la carátula ni en el texto. Pero los testimonios de los contemporáneos y de los críticos posteriores (como Cotarelo y Mori, Iriarte y su época, Madrid, Rivadeneyra, 1897) son coincidentes en señalar que la versión es realmente de Olavide.

El texto de Mitridates (tragedia en 5 actos) proviene de un manuscrito que hemos encontrado en la Biblioteca Nacional de Madrid, bajo la signatura MS-18255. Sobre este manuscrito llamó la atención de la crítica el padre Rubén Vargas Ugarte (en su artículo «Nuevos datos sobre Olavide», publicado en Mercurio Peruano, Lima, mayo-junio de 1930, Nos. 141-143, pp. 296-315, y en Biblioteca Peruana, Manuscritos Peruanos en las Bibliotecas extranjeras, tomo I, Lima 1935, p. 281.)

La carátula del MS dice:

Mitridates / Tragedia / su autor Juan Racine / Traducida / Por don Pablo de Olavide / Para el uso del Teatro Español de los Sitios Reales.



Debe agregarse el dato de que el texto fue impreso, según hemos podido comprobar en la Biblioteca de Juan Sedó en Barcelona, en edición facticia cuyos datos son los siguientes:

Mitridates / Tragedia / En cinco actos / de Juan Racine / traducida por don Pablo de Olavide / Barcelona, Imp. de Gibert y Tutó s.d.



No obstante la falta de fecha de esta edición, en la bibliografía de Olavide por M. Defourneaux, aparece la de 1765, tomada de un ejemplar existente en la Biblioteca Municipal de Madrid.

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Para corroborar la paternidad de las versiones de estos textos, podemos acogernos al testimonio de diversos historiadores de las letras españolas, desde Antonio Alcalá Galiano y Menéndez y Pelayo hasta la más reciente de J. Hurtado y González Palencia (Historia de la literatura española, Madrid 1925, p. 861) quien sostiene que en la segunda mitad del siglo XVIII, se tradujeron, entre otras tragedias de Jean Racine, «por Olavide, la Fedra y Mitridates»2.

A pesar de que Menéndez y Pelayo (en su Historia de las ideas estéticas ) asevera que la tragedia francesa no llegó a aclimatarse y constituyó un ensayo de gabinete que no pasó de los lindes de un teatro privado y aristocrático, la existencia de las ediciones facticias y los testimonios menos ortodoxos y más recientes e informados que el juicio de Menéndez y Pelayo, llevan a la convicción de que el público respondía a esas tentativas de modernizar la escena española, y de romper los moldes tradicionales en buen acuerdo con las nuevas inquietudes.

«Las traducciones (del teatro francés) de Iriarte, de Olavide, de Clavijo se hicieron -dice Menéndez Pelayo- no para los teatros populares, sino para el de los Sitios Reales o para domésticos saraos»3. Pero el crítico no repara en la acogida brindada a las ediciones clandestinas, y populares, casi proletarias, y al buen éxito de público que la acción de Olavide logró en favor de los modernos autores dramáticos franceses y españoles como Jovellanos, Clavijo, Moratín e Iriarte, en Madrid, después de 1766 y también en Sevilla, en Cádiz y en otras ciudades españolas, donde se crearon especialmente escuelas de nuevos actores y nuevos establecimientos teatrales que acogieron las obras creadas con espíritu liberal y renovador.

Olavide, traductor de Voltaire

Voltaire significó en el pensamiento de Pablo de Olavide la sugestión y el impacto mayor entre otros autores gratos   —XVII→   para él de la literatura francesa de su época. Debe considerarse en ello varias circunstancias. En primer lugar, comenzaron por dicho autor sus lecturas francesas, ya desde la época de la adolescencia en Lima. En segundo término, operaba la atracción de lo clandestino y lo prohibido. En tercer lugar, hubo también por 1762 el contacto personal, durante una inolvidable semana, entre el limeño y el autor de Alcira en su retiro de Ferney, cerca de Ginebra. En cuarto término, operaban en España también otros volterianos ilustres, entre ellos don José Clavijo y Fajardo, que exaltaban su discutida figura.

Es probable que Olavide, después de haber probado sus aptitudes de autor y de traductor de la dramaturgia europea, a raíz de la presentación y buena acogida de sus versiones de Racine, se sintió estimulado y dispuesto a traducir a Voltaire con todos los riesgos y dificultades que la empresa implicaba. Por 1765 o 66, o poco después, ya se habían presentado algunas obras de Voltaire en la escena española, en su mayor parte arreglos o adaptaciones, un tanto medrosas del control inquisitorial: La Jaira (Zayre) por Vicente García de la Huerta, la Semíramis por José Clavijo y Fajardo. El huérfano de la China por Tomás de Iriarte, el Tancredo por Bernardo de Iriarte, La muerte de César por Mariano Luis de Urquijo, Alcira o los americanos por Bernardo María de Calzada, Mahoma por Rodríguez de Ledesma, La escocesa por Ramón de la Cruz y hasta una parodia de Zayre que, con título Zara, presentó también el último escritor nombrado.

El autor francés más traducido por Olavide fue sin duda Voltaire. De su pluma salieron hasta tres versiones: la de Zayra, la de Casandro y Olimpia y la de Mérope. De cada una de ellas, y sobre todo de la primera, hemos hallado (sin nombre de autor ni traductor) varios impresos de tipo popular, en diferentes ciudades de España -Salamanca, Barcelona y Madrid-, en lo que va de 1770 hasta fines del XVIII.

La Zayre de Voltaire en la versión de Olavide, se publicó por primera vez en 1772, según afirma Defourneaux, aunque no hemos podido corroborar el dato con la publicación respectiva4.

En la Colección Gayangos de la Biblioteca Nacional de   —XVIII→   Madrid (Comedias de varios autores, tomo 17) se encuentra el impreso siguiente:

Tragedia La Zayda, en cinco actos, Barcelona, Imp. Gibert y Tutó, 1782.



Además en la Sección Manuscritos de la misma Biblioteca Nacional de Madrid, se guarda el siguiente MS:

Zayda / Tragedia en 5 actos / escrita en francés por Monsieur de Voltaire / y puesta en verso castellano por... (no indica el nombre del traductor, pero es el mismo texto que el contenido en los antes mencionados impresos).



En la Colección Teatral Arturo Sedó de la Biblioteca privada del mismo nombre, (Comedias del siglo XVIII, tomo 6) en Barcelona, se halla otra edición:

Tragedia La Zayra / Tragedia en 5 actos / traducida del francés al español / Salamanca, en la Imprenta de don Francisco Toxar, Calle la Rua, s.d., 27 pp., / igualmente con el mismo texto.



Hemos anotado ya la penetración crítica y la información exhaustiva de Olavide sobre autores franceses que determinaron su selección de las dos mejores obras de Racine (Fedra y Mitridates). También ello se cumple en el caso de Voltaire, pues además de Zayda, escogió para traducir Mérope y Casandro y Olimpia (cuyo título simplificado quedó en Olimpia)5.

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Se argüirá tal vez que Olavide postergó injustamente en su selección la tragedia de Voltaire Alcira o los americanos, de ambiente peruano, obra que debió ser grata por tal motivo al traductor también peruano. Esta postergación podría interpretarse superficialmente como desdeñosa actitud del hombre desarraigado de su país de origen, a quien ya nada decían ni la evocación de la tierra natal ni la elección de un tema tal por un autor europeo. Pero esta argumentación sentimental debe excluirse frente al hecho histórico de que Alcira había sido ya, en la época de Olavide, traducida por Bernardo María de Calzada. De otro lado, hay una razón estética que justifica la omisión o sea el superior valor artístico de Zayda sobre Alcira y la similitud de la temática, con simple cambio de ambiente. A mayor abundamiento, habría que considerar el mayor dominio artístico de la escena y del lenguaje que luce Zayda, como obra del mejor momento de Voltaire, en tanto que Alcira es, con imperfecciones explicables, obra de menos vuelo.

La Alzire ou les américains de Voltaire -estrenada en París en 1736- tiene un argumento muy similar a la anterior tragedia Zayre estrenada en 1732, con la variante de la época y de la localización geográfica.

Zayda trascurre en el Cercano Oriente (con personajes turcos en Palestina), en tanto que Alcira desarrolla su acción en Lima en los primeros tiempos de la dominación española. El asunto de la segunda es el siguiente: un caudillo popular Zamora, indígena como su novia Alcira, conspiran contra el régimen español. Zamora es dado por muerto y Alcira obligada a convertirse al cristianismo es también forzada a aceptar la propuesta matrimonial del gobernador Guzmán, hijo y sucesor de Álvarez, quien había sido gobernante prudente y sagaz. Pero Zamora reaparece, frustra la boda y hiere a Guzmán. Es apresado por Álvarez, a quien Zamora había en anterior oportunidad salvado la vida, ignorando que era padre de Guzmán. Este moribundo, reconoce su mal proceder con Álvarez, perdona a Zamora y pide le entreguen a Alcira, y le encomienda el gobierno del país. Zamora conmovido se convierte al cristianismo y se une en matrimonio con Alcira y gobiernan juntos el Perú.

Esta tragedia y la anterior denuncian el fanatismo, la tiranía y exaltan la superioridad de la tolerancia, el culto de la religión bien entendida y la lucha por la libertad y la justicia.

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Eran estos ideales consagrados por la mentalidad de los hombres de la Ilustración. La obra confirmaba la certeza de la tesis del «noble y buen salvaje» sostenida por los ideólogos revolucionarios de la época.

Voltaire refundió cuatro años después de su estreno, Zayre en Alzire. Pero la primera siguió representándose, como obra más perfecta, en tanto que Alcira fue olvidada, aunque fuese la variante exótica de una obra teatral en que se propuso Voltaire combatir los excesos del fanatismo y de la intolerancia.

Esas razones del olvido o relegación de la segunda y de superioridad técnica e ideológica de la primera, fueron las que decidieron probablemente a Pablo de Olavide a preferir a Zayda en su labor de traductor. No fue un desdén por el tema peruano o americano sino un mayor aprecio del arte dramático. Olavide se había propuesto seleccionar lo mejor del teatro francés para su memorable empresa de difusión.

Pero los valores de Alcira, opacados un tanto por el propio Voltaire y sus contemporáneos, revivieron medio siglo más tarde cuando Giuseppe Verdi adoptó su argumento para una célebre ópera estrenada en Nápoles en 1854; antes que Verdi, lo había intentado ya, con menos fortuna, Nicolini desde 1797.

«Entre todas las obras de Voltaire, según ha dicho recientemente César Miró en un meritorio ensayo, Zayre destaca particularmente y es sin duda su mejor tragedia. Zulema, Mahoma, Semíramis, El huérfano de la China pertenecen al mismo grupo. Esta simpatía por los temas orientales conducirá a Voltaire a las lejanas comarcas de los Incas, en que él se servirá de su experiencia para tratar lo exótico. Porque Alcira, sin duda alguna, es de origen oriental. Ella pertenece a la raza de Zulema, y de Zayda, y se parece a ellas por su espíritu y el contraste con el alma occidental. Por el camino de Arabia, por las rutas del Islam, Voltaire arribará al Perú...»6



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Es evidente que la versión de Zayda fue objeto de la censura inquisitorial, la cual llegó a modificar ciertos pasajes considerados heréticos. Defourneaux ha encontrado, en ciertos documentos del proceso que más tarde formó la Inquisición contra Olavide, el testimonio de dos censores que intervinieron sucesivamente en la labor de expurgar el texto. Así dice el crítico y biógrafo francés:

«Los testimonios 94 (Cristóbal de Montilla) y 95 (Silvestre de la Vega) del proceso inquisitorial (A.H.N. 1866, Nº 5) proporcionan una curiosa versión acerca de los retoques aportados al texto de Olavide. El primer censor al que el texto de Olavide había sido sometido (Silvestre de la Vega) se negó a autorizarlo a causa de ciertas ideas heréticas entre las que recuerda una que decía que el Cielo debe a los hombres la justicia. Se trata evidentemente del verso:

Vous demandez sa grâce, il vous doit sa justice.

(acto IV, escena I)

que Olavide traduce:


Tú su gracia le pides y propicia
ya te la debe el Cielo de justicia.

»Al ser reemplazado La Vega en sus funciones por Cristóbal de Montilla, relator de la Audiencia de Sevilla, a quien Olavide había nombrado director del teatro, el nuevo censor retoca los versos incriminados de la siguiente manera:


Tú su gracia le pides y propicio
el cielo te dona tal beneficio.

»Montilla retocó también otro pasaje de las misma escena:


...J'ose encore espérer
que ce Dieu dont cent fois on m'a peint la clémence
ne réprouverait point une telle alliance,

que Olavide había traducido, según él, así:


Pero el Dios de quien (...) la clemencia
me da no sé qué oculta confianza
de que aprobar podrá nuestra alianza...

  —XXII→  

»Montilla declara a los inquisidores que ya no recuerda si la palabra que falta era herética, malsonante o simplemente estropeaba la medida del verso... Él en todo caso transformó estos versos así:


Pero a Dios, de quien nace la clemencia,
quizá no ofenderá, no, mi esperanza
de que aprobar podrá nuestra alianza...

»La Vega confirma que Montilla le mostró un papel procedente de la Inquisición local por el que ésta aprobaba las correcciones»7



Juan María Gutiérrez, el único crítico que ha estudiado con cierto detenimiento algunas piezas teatrales de Olavide, no llegó a conocer el texto de Zayda pero formuló algunos comentarios sobre el juicio emitido por don Antonio Alcalá Galiano, crítico un tanto preceptista y muy dado al precio del mero formalismo de la versificación. Son éstas las palabras de Gutiérrez, que se adelantó un tanto a su época en lo de juzgar, fuera del rigor preceptista, las circunstancias en que se produce la obra literaria y la proyección de las intenciones del autor:

...«y apenas si podemos formarnos ideas del mérito de la versión de Zayra, por la crítica que le consagra don Antonio Alcalá Galiano, en su historia de la literatura del siglo XVIII. Esta crítica no es en manera alguna favorable al talento poético de Olavide, pero descubre que éste sacrificó su crédito literario en obsequio a la propaganda filosófica de que se había encargado con ardor en los dominios del habla castellana. 'Como la poesía dramática en aquellos días en que llevaba el cetro de la literatura Voltaire (dice Galiano), era uno de los vehículos por donde se comunicaban las nuevas ideas, Olavide, admirador apasionado del poeta filósofo francés, quiso darle a conocer al público español en su calidad de autor dramático, eligiendo para el intento una de su más célebres tragedias.'

El traductor, según el mismo crítico, se ciñó a poner los pensamientos y aún las palabras del original francés   —XXIII→   en líneas castellanas de unas sílabas cabales que sólo por la cantidad merecían el nombre de versos. De donde inferimos nosotros que la intención principal del traductor fue dar a conocer en España la índole verdadera del sistema dramático de Voltaire, y las ideas textuales, sin alteración alguna, que con tanto atrevimiento como novedad, sabía colocar en boca de sus personajes, aquel gran removedor de la razón dormida. El señor Alcalá no toma en cuenta, como descargo, esta consideración que él mismo hace indirectamente, y se contrae a demostrar la servilidad con que el texto francés fue transplantado, comparando los dos primeros versos de la Zayre original con los correspondientes castellanos:


Je ne m'attendais pas, jeune et belle Zayre
aux nouveaux sentiments que ce lieu vous inspire


Hermosa Zayda, estraño los afectos
que de improviso esta mansión te inspira»8.



La tragedia Cassandre et Olimpie de Voltaire se editó en francés en 1764. Es decir por lo tanto, un texto más reciente que Zayre. La versión de Olavide la hemos encontrado en un manuscrito cuya portada dice:

Tragedia de la Olimpia, en 5 actos (B.N.M. sign. MS. 15909 y sin indicación del autor ni traductor).



En una lista consultada por Defourneaux en el Archivo Municipal de Madrid (Sec. Espectáculos, 3471, Nº 12) figura formalmente la versión de Cassandre et Olimpie como obra de Olavide. Lo mismo informa Cotarelo y Mori, en su obra Iriarte y su época, ya citada.

Otro manuscrito de la versión de Olimpia por Olavide existe en la Biblioteca del Ayuntamiento de Madrid.

Por las características del estilo y la versificación, la versión muestra muchos puntos de contacto con las ya tratadas   —XXIV→   o identificadas, en forma más definitiva. No hemos hallado versión española impresa alguna de esta tragedia.

La crítica ha mostrado sus dudas acerca del autor de la tragedia Mérope, también traducida por Olavide con el título Méroe. Se dijo que éste había traducido una obra de igual nombre que escribió el poeta y dramaturgo italiano del XVIII, Scipione Maffei. Pero la obra traducida por Olavide es una tragedia de Voltaire, quien a su vez se había inspirado en la obra de Maffei, como también se inspiró en el Otelo de Shakespeare para crear su Zayre No es extraño el caso pues en el teatro son comunes esos préstamos del tema, los arreglos y las adaptaciones. La originalidad reside no en el tema sino en el tratamiento del mismo y en la distinta estructura de la obra. La Mérope de Voltaire fue obra de juventud y su primera representación se hizo en 1734, dos años antes que Alcira. Se trata de una adaptación del tema ya desarrollado por Maffei.

En la Colección Sedó, de Barcelona, hemos hallado un ejemplar impreso con la siguiente portada:

Tragedia La Méroe, / en tres actos, / Barcelona, en la oficina de Pablo Nadal, calle del Torrente de Junqueras, año de 1798, 24 pp. (sin indicación de autor ni de traductor).



Probablemente es una reimpresión de otra edición más antigua, pues debió ser escrita la versión (como todas las demás) antes de 1776, año en que Olavide pierde la libertad y debe afrontar el proceso de la Inquisición. Al igual que en varias anteriores, se ha utilizado en la traducción castellana, el endecasílabo.

Olavide, cultor del teatro francés

No se limitó el inquieto limeño a demostrar su devoción por Racine y Voltaire. Conducido por la irreprimible inclinación galicista, abarcó otras facetas del teatro contemporáneo francés, en su intención de aclimatar en el mundo hispánico, nuevas tendencias de la dramaturgia francesa y de poner al público español, al tanto de los buenos éxitos de la escena parisina.

El crítico argentino Juan María Gutiérrez, siguiendo a   —XXV→   Nicolás Moratín, ha dado por obras propias de Olavide «dos tragedias originales: Celmira e Hipermenestra». Nuestras investigaciones, confirmadas por el dicho de otros críticos posteriores a Gutiérrez, nos llevan a establecer sin duda alguna, que Celmira fue obra original del autor francés Dormont du Belloy (seudónimo de Pierre Laurent Buirette 1727-1775, contemporáneo de Olavide), quien estrenó dicho drama «fantástico» en París en 1762, con grande éxito de público. En muy corto plazo Olavide la conoció y la tradujo para los públicos de España. El traductor peruano se hacía posiblemente eco de los comentarios publicados por las gacetas francesas, en donde tuvieron cabida críticas elogiosas de Diderot y Voltaire, pues él mismo no alcanzó a ver la representación de la pieza en París. Belloy llegó a ocupar un sillón de la Academia Francesa diez años más tarde, a raíz de la edición de un drama patriótico igualmente elogiado: La Victoria de Calais (1765).

Varios críticos, entre ellos Cotarelo y Mori, Menéndez y Pelayo y Hurtado y González Palencia, convienen en reconocer que tanto la Celmira de Belloy como la Hipermenestra de Lemierre «fueron traducidas ambas por Olavide»9. Esto parece corroborar la anotación manuscrita, probablemente de Pascual de Gayangos, que aparece en la edición muy cuidada y hermosa que se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid, cuya portada dice:

La Celmira / Comedia / en cinco actos / Traducida del francés / al castellano. / (en manuscrito:) «Por D. Pablo Antº José de Olavide» / Con licencia; / Barcelona. Por Pablo Campins, Impre- / sor, Calle de Amargos, s.d.



Hay otra edición, ésta facticia, pero que indica el nombre del autor mas no el del traductor, que se titula:

La Celmira / Comedia en 5 actos / traducida del francés (de Du Belloy) / al castellano / Barcelona, en la Imprenta de Gibert y Tutó, s.d.



Finalmente en la Biblioteca Nacional de París, se encuentra el ejemplar de una tercera edición:

  —XXVI→  

Tragedia La Celmira / en cinco actos / traducida del francés al castellano / Barcelona, por la viuda de Piferrer / s.d. (en 4º) Sign.8 + Pièce 1075).



Incluiremos en nuestra recopilación el texto de la primera edición nombrada. Tanto ésta como las demás, debieron salir con fecha posterior a 1762, año de su estreno en París. Probablemente la versión se trabajó en la época de la Asistencia de Olavide en Sevilla y debió tener muy buena acogida del público. Además, es de anotar que el propio Du Belloy tuvo impacto en el círculo de Olavide. Al respecto dice Defourneaux:

«Estimulado por Olavide e inspirándose en lo que realizó en Francia Du Belloy, cuyo Siège de Calais (El Sitio de Calais) tuvo un éxito extraordinario, Jovellanos toma como materia un episodio de la historia nacional del comienzo de la Reconquista y escribe en 1769 su tragedia Pelayo



A su vez, Jovellanos escribe en el prólogo de su Pelayo:

«Dicen otros que mi Pelayo sale vestido a la moda francesa; que su estilo huele al de los trágicos ultramontanos y... mil otras cosas. Confieso que antes y al tiempo de escribirlo, leía muchísimo en los poetas franceses. Confieso más: procuré imitarlos... Yo no traté de imitar, en la formación de esta tragedia, a los griegos, ni a los latinos. Nuestros vecinos (los franceses) los imitaron, los copiaron, se aprovecharon de sus luces y arreglaron el drama trágico al gusto y a las costumbres de nuestros tiempos; era más natural que yo imitase a nuestros vecinos que a los poetas griegos... Belloy mereció en Francia las distinciones que a todos constan por haber ensalzado las glorias de su nación en el Siège de Calais. Cuando alabo las glorias del país en que nací, cuando recuerdo las grandes virtudes del héroe de la nación, debo esperar que mis paisanos y compatriotas sean los aprobantes y patrones de mi trabajo.»



Estas frases de Jovellanos, contertulio de sus veladas, demuestran la actualidad y vigencia que Olavide logró dar a la figura de Belloy, gracias a la revelación de su Celmira, que tradujo en octosílabos y que conmovió al público de la época. Debe anotarse que en todas las demás tragedias que trabajó Olavide, se utilizó en la versión el verso endecasílabo.

  —XXVII→  

Otro autor francés, también contemporáneo suyo, mereció la acogida de Olavide. Se trata de quien creó Hipermenestra, Antoine Marin Lemierre (1733-1793). Olavide no solamente tradujo esta pieza sino probablemente también su Lina. Lemierre tuvo la aureola de un revolucionario en su país. Alguna de sus piezas como el Guillermo Tell (estrenado en 1786), prepararon el estallido de la revolución y el cambio social, con su exaltación de los ideales de libertad. Es probable además que las versiones de Hipermenestra y Lina ueron las últimas que escribió Olavide, en vísperas de su proceso por la Inquisición, y las que acabaron con la paciencia del severo Tribunal. La Hipermenestra original se había estrenado en París en 1758 y es obra de juventud de Lemierre, pero mantuvo su puesto en cartelera por muchos años.

Juan María Gutiérrez nos ha relatado la circunstancia de esta traducción de Olavide, aunque considera equivocadamente que la obra es original del mismo. Dice así:

«El matrimonio de una de las infantas de España con el archiduque Pedro Leopoldo, allá por los años de 1764, dio ocasión a grandes fiestas en el palacio del Embajador de Austria en Madrid, y Olavide contribuyó al esplendor de ellas con la tragedia Hipermenestra, que escribió de propósito para aquellos desposorios. Él sabría por qué eligió semejante asunto, en presencia de los novios reales, en los primeros días de su luna de miel, pues Hipermenestra es un mundo de horrores y un mar de sangre a propósito de un casamiento, como vamos a mostrarlo... Dánao, rey de Argos, despojado por su hermano de la parte que le cabía en el trono de Menfis, tuvo que aceptar después de una reñida lucha, para colmo de humillación y como prenda de paz, la mano de sus sobrinos como esposos de sus hermosísimas hijas. Pero en el momento en que llegan a Argos los mancebos para unirse a sus prometidas, el tal Dánao, devorado secretamente por los resentimientos y la venganza, concibe el bárbaro plan de armar a sus hijas con puñales bien afilados, para que cada una y a su vez, asesinase a su esposo en la primera noche de las nupcias, antes de entrar al tálamo. Parece imposible; pero todas a excepción de una sola, Hipermenestra, se dejan seducir por la elocuencia con que el padre les pinta los agravios que ha recibido de su [XXVIII] hermano, y se resuelven a complacerlo derramando sangre de una manera tan traidora.

La resistencia de Hipermenestra dio lugar a que semejante barbarie premeditada, se dejase traslucir en el ejército y en el pueblo, y amotinándose éstos contra el monstruo que los gobernaba, le arrojaron del trono y colocaron en él a Hipermenestra y a su esposo Linceo...»10



De ser verdadera la motivación que dio lugar a la traducción de Olavide y ciertas las circunstancias que la rodearon, no cabe duda que la selección de la pieza en una celebración cortesana, podía constituir una lección o una advertencia a los príncipes, demostrándoles que la perfidia y doblez del soberano justifica la rebelión popular y que no son dignos de gobernar a ningún pueblo los gobernantes que abusan del poder y que con prepotencia y malas artes pretenden realizar actos contrarios al derecho natural.

En la Biblioteca Nacional de Madrid se encuentra registrada una edición de esta tragedia. Pero en la época en que fue solicitada por nosotros estaba extraviada. En cambio, hemos hallado una edición en la Biblioteca de Arturo Sedó, en Barcelona, con estas indicaciones bibliográficas:

Tragedia / Hipermenestra / en cinco actos / Barcelona, por la viuda Piferrer, 1799.



En la parte superior del ejemplar reza la siguiente inscripción manuscrita:

«Autor: Pablo Olavide.»



Se refiere indudablemente al autor de la versión.

Olavide tradujo según el dicho de Cotarelo y Mori otra tragedia de Lemierre titulada Lina, la cual figura como tal en una relación conservada en el Archivo Municipal de Madrid (Secc. Espectáculos, 3471, Nº 12), según Defourneaux11.

  —XXIX→  

No nos ha sido posible encontrar el texto de esta pieza de Lemierre. En cambio, se ha podido ubicar el texto de la Comedia El desertor de Louis Sébastien Mercier (1740-1814), igualmente traducido por Olavide. Mercier cumplió un papel muy importante en la renovación del concepto del teatro moderno en Francia. Aparte de sus obras de creación, publicó un libro clave de la crítica del arte dramático: Du Théâtre, ou nouvel essai sur l'art dramatique (París 1773) que tal vez fue conocido por Olavide. Por su actitud crítica que supuso la oposición al mantenimiento de las unidades clásicas y su opinión favorable a la introducción de la prosa en el teatro y la abolición del verso, y por su actitud contraria al aristocraticismo en la escena y a favor de un teatro para todo el pueblo, ha sido llamado el Lessing francés.

El desertor figura como traducción de Olavide en el catálogo de la Biblioteca Municipal de Madrid y el ejemplar muestra, manuscrita, una inscripción que dice: «sin duda traducción de don Pablo de Olavide»12. Moratín confirma el dato de la versión a cargo de Olavide.

Juan María Gutiérrez alcanzó a leer y comentar el impreso siguiente, que hemos hallado y confrontado:

Comedia / El desertor / en cinco actos, escrita en francés / por M. Mercier / Traducida en verso español por D. (...) e impresa conforme se representa por la Compañía de Eusebio Ribera / Con licencia. Madrid, año de 1793 / Se hallará en la librería Quiroga, calle de la Concepción (32 págs., en 4º, 2 columnas.)



Según la describe Gutiérrez y hemos podido confirmarlo, El Desertor es una comedia en cinco actos, de muy agradable factura, y agrega el crítico argentino:

«El desertor es una comedia larga, urdida sobre una trama extremadamente común. Un francés joven, lleno de buenas prendas, ha cautivado el corazón de la hija única de una viuda virtuosa. En el momento   —XXX→   en que va a ser feliz realizando un matrimonio que le llena el corazón y el bolsillo, le prende como desertor del ejército francés, una compañía de soldados en tránsito por la ciudad alemana en donde pasa la escena. Por uno de aquellos resortes de teatro que allanan imposibles, escápase el desertor de la pena de muerte a que le condena la ordenanza y entra legítimamente en el pleno goce de la felicidad anublada un momento por aquella catástrofe. Hacemos mención de esta pieza, no por el mérito de su concepción, ni por la estima que merezca su autor original, sino porque nos proporciona la única muestra que tengamos de la manera como manejaba Olavide el verso octosílabo, que es el que adoptó para esta traducción. Vamos a verlo copiando unos cortos pasajes del principio del acto segundo. En una escena en que dos militares, uno alegre y casquivano y el otro comedido y circunspecto, razonan sobre el mejor modo de conducirse con las mujeres, dice este último:




¿Discurres que las bellezas
son como flor en el campo
que la logra el que la encuentra?
No, amigo, no, es menester
que haya tiempo y ellas quieran.
No persigas las mujeres
en un país donde es fuerza
el pelear con los hombres...
       El compañero le contesta:
Toma: así las venceremos
mejor, porque las finezas
de las damas, me transforman
en Marte. Dí, mientras llega
el trance de una batalla,
¿qué imitación de la guerra
hallarás como el amor?
Hay baterías, hay flechas,
bombas (y algunos amantes
¡qué disformes que las echan!),
hay emboscadas, asaltos;
y cuando los celos queman,
hay fuego que parece
—XXXI→
que todo el mundo se incendia.
Finalmente, en el amor
hay plazas y fortalezas,
que unos las toman por grado
y otros las dejan por fuerza...»13

En efecto, según observa Gutiérrez, el octosílabo es verso dominante en esta comedia. También lo vemos usado en la comedia Celmira y en la zarzuela de la misma índole ya comentada por nosotros, El celoso burlado. Podría corresponder tal vez El desertor a la misma época de composición de aquéllas (1764, residencia en Madrid) por la actitud que indica el tema poco trascendente y sólo destinado al mero divertimiento. En años posteriores se afirmará en Olavide el afán didáctico y la heterodoxia y el propósito de difundir nuevas ideas e inquietudes intelectuales más trascendentales y por eso escogerá obras de más hondo contenido ideológico o social, dramas o tragedias. Para ellas juzgó más adecuado el uso del endecasílabo que comunica un tono serio y elevado al parlamento; y que era lo más aproximado en castellano al verso alejandrino francés, usual en los textos originales.

El Jugador (Le joueur) de Jean Frangois Regnard (1655-1709), estrenada en 1696, fue otra de las comedias francesas traducidas por Olavide. Hemos hallado la mención del estreno, bajo el nombre del traductor peruano, en el Catálogo bibliográfico y crítico de las comedias anunciadas en los periódicos de Madrid desde 1661 hasta 1819 por Ada M. Cole, de Wellesley College, (Baltimore & London, The Johns Hopkins Press, The Oxford University Press, Paris, Société de éditions Les Belles Lettres, 1935, 27 pp.) Regnard fue notable comediógrafo y viajero por Europa. Su teatro, que muestra analogías con el de Carlo Goldoni, consiguió gran éxito de público.

El texto de El Jugador, traducido por Olavide, figura en un MS existente en la Biblioteca Municipal de Madrid (1-40-1) aunque no indica el nombre del traductor. Pero Emilio Cotarelo y Mori (en su Iriarte y su época, Madrid, Tipografía Sucesora de Rivadeneyra, 1897, p. 184) afirma también la atribución de la versión a la pluma de Olavide e indica el nombre del autor y el título completo con que fue estrenada: El Jugador o estragos que causa el juego de Berlerbei. Un periódico de la época, en la cita de Ada M. Cole, señala su contenido:

  —XXXII→  

«Hay en esta comedia exactas descripciones del vicio del juego y las costumbres perversas del jugador, de la prendera estafadora, de un criado solapado y adulador, etc.»



Escrita en versos octosílabos y en 5 actos, se representó en el Teatro de los Sitios Reales antes de 1771 y posiblemente también en el Teatro de la Cruz o en el del Príncipe de Madrid, según asevera Cotarelo. El personaje principal, cambiado el patronímico francés, aparece con el apellido hispánico (y también peruano): don Manuel de Goyeneche. Asimismo el texto adapta la pieza a las costumbres, usos y ambientes y decires españoles. En consecuencia, como se advierte en el texto de otras comedias traducidas por Olavide, la versión es libre, en contraste con los traslados de tragedias en que Olavide usó invariablemente el sistema de la traducción literal.

Finalmente, queda todavía por despejar la incógnita de algunas obras más, vertidas por Olavide, de las cuales se tienen solamente ligeras referencias; la comedia El desertor francés de Michel Jean Sedaine (1719-1797), que podría ser una variante del título ya mencionado de El desertor de Mercier, y el texto de dos óperas cómicas o comedias musicales tituladas Nineta en la corte (Ninette a la cour) de Egidio R. Duni y El pintor enamorado de su modelo (Le peintre amoreaux de son modèle) de André E-M. Gretry, la mayor parte de las cuales fueron presentadas en el pequeño teatro privado de su residencia en Madrid, por la misma época de su estada en la Corte, en la que fue tan afecto a las comedias ligeras, o sea antes de 1765.

Habría que agregar todavía, como muy vinculada a la acción cultural de Pablo de Olavide, la obra como traductora de su hermana de padre Gracia de Olavide, autora según se dice, de una versión al parecer perdida, del drama Paulina de Madame Graffigny, la célebre autora de Cartas de una peruana.

Éste es el cuadro, probablemente completo, de la producción dramática de Pablo de Olavide que, hasta hoy, con ligeras excepciones, y por explicables razones, ha sido postergado y olvidado en su consideración crítica integral.

  —XXXIII→  

El renovador de la escena española

Las versiones de Olavide -aparte de su corta obra propia de comediógrafo- proporcionan en conjunto una selección de los más significativos autores y obras del teatro francés neo-clásico producido entre los siglos XVII y XVIII. No fue el suyo un panorama libresco o académico de historiador de las letras, ni un comentario subjetivo de predilecciones personales. Su aporte fue más considerable: un muestrario seleccionado de piezas de teatro francesas representativas, un despliegue de los propios textos en cuidadas y fieles traducciones, acaso el ejemplario más cabal que se ha dado en la literatura española de obras de una época de la literatura extranjera, a cargo de un solo hombre, fervoroso cultor de la literatura francesa y ansioso espíritu renovador de las letras castellanas.

Olavide trató de liberar el teatro español de trabas temáticas y hacerlo accesible a temas profanos, sin falsos pudores ni prejuicios religiosos ni paramentos alegóricos. Intentó crear en el público el hábito de espectar piezas en que se presentaban las verdades de la vida, las nuevas ideas, las modernas concepciones de las cosas y el repudio de las supersticiones y de las ideas anacrónicas.

Correspondería esa actitud a una tendencia ya imperante en toda Europa de imponer la libertad de pensamiento y de expresión.

Constituye ese aporte una tarea de incalculables proyecciones, emprendida y animada por un espíritu generoso. No se pretende descartar, al hacer esta afirmación, el aporte de otras figuras literarias de su época que fueron guiadas por inquietud semejante, pero la contribución singular de ninguna de ellas -Jovellanos, Clavijo, los Moratín, etc.- sobrepasó su empuje e iniciativa ni es comparable con el esfuerzo civilizador y animador en el campo de la cultura, que significa la obra de traductor del peruano Pablo de Olavide.

ESTUARDO NÚÑEZ





  —1→  

ArribaAbajoEl Zeloso Burlado14

Zarzuela en un acto


INTERLOCUTORES
 

 
PEDRO,   caballero de Madrid.
CARLOS,   caballero de Madrid.
DON SIMÓN,   tutor de Mariquita.
MARIQUITA.
GASPAR,   amante de Mariquita.
NICOLASA,   vieja criada de Don Simón.


 

El Teatro representa el Prado de Madrid, donde habrá mucha gente paseándose, y esperando la hora de ver los Fuegos, que se han de ejecutar en la Plazuela del Retiro.

 
 

Entre estas gentes estarán PEDRO, y CARLOS, que empiezan diciendo:

 
PEDRO
!Qué concurso tan lucido
se ve en este Prado!
CARLOS
Es que todos hacen hora
para ir después a Palacio,
y ver los Fuegos con que 5
la Villa obsequia a sus Amos.
  —2→  
PEDRO
A lo grande del asunto
corresponde el aparato.
CARLOS
Ni cabe más lucimiento
ni hay motivo más sagrado. 10
PEDRO
Es verdad; pero también
confesad que, en placer tanto,
la voz del dolor se escucha
entre el rumor del aplauso.
CARLOS
Decís bien; ¿porque quién puede 15
haber visto los encantos,
las gracias, las perfecciones,
que pródigo el cielo ha dado
a la incomparable Luisa?
¿Quién puede saber que es pasmo 20
de talento, y discreción,
del natural más humano,
del genio más apacible,
y más benéficos rasgos;
sin sentir que tantas luces, 25
y tantas gracias, los hados
destinen para ilustrar
otro clima con sus rayos?
PEDRO
Ésta es, don Carlos, la suerte
de los buenos Soberanos: 30
nacen para ser señores,
y del Cielo destinados
para mandar a los hombres,
ellos mismos son esclavos.
Porque queriendo los Cielos 35
que sea su augusta mano
el medio por que a la tierra
desciendan los bienes altos,
que hacen los pueblos felices;
cumpliendo tan digno cargo, 40
sacrifican los afectos
más naturales, y santos;
como la patria, la sangre,
los paternales alagos,
y se van donde los llama 45
la dicha de los humanos.
  —3→  
CARLOS
Es seguro; y del reinar
no es el menor embarazo.
Pero con su sacrificio
también es nuestro pongamos, 50
pues en pechos españoles,
tan idólatras vasallos,
que la sangre de sus Reyes
adoran apasionados,
no es poco dolor al ver 55
que un prodigioso milagro,
que idolatran reverentes,
para adornar Cielo estraño,
lo arrebaten de su seno,
donde ya lo habían gozado. 60
PEDRO
No tiene duda; y así,
mirad los rostros, y labios
de todo el concurso; oíd
sus gritos alborozados,
y veréis que entre su gozo 65
se miran indicios claros
de que tienen en el alma
los afectos encontrados;
que el júbilo, y el pesar
se están disputando el paso; 70
que se alegran de que el Cielo
le dé un destino tan alto;
pero que sienten privarse
de su belleza, y encantos.
Dichosos Pueblos, que tienen 75
tan amables Soberanos,
y Soberanos dichosos,
que tienen Pueblos tan gratos.
CARLOS
En efecto, nuestra historia
mostrará en sus bellos fastos 80
a los Reyes más ilustres,
y los más leales vasallos.
PEDRO
Pero decid, ¿no pensáis
que en tan amantes desmayos,
que a nuestros pechos rendidos 85
esta ausencia está causando,
habrá un dolor más vehemente,
—4→
más natural, y más alto,
en fin, como que es paterno?
CARLOS
Ése es dolor tan sagrado, 90
que no se atreve el respeto
a penetrar el santuario;
a los Héroes tienen más
firmeza, y desembarazo.
PEDRO
Los Héroes más que los otros 95
padecen en estos casos;
por lo mismo que son Héroes,
son más sensibles, y humanos.
Y si el valor, y la gloria
tienen derechos hidalgos 100
también la naturaleza
tiene sus derechos tantos.
Y yo apostaré, que este Héroe,
que quando se vio atacado
súbitamente en Beletri, 105
mostró un valor tan bizarro,
y rechazó al enemigo
con pérdida de su campo;
este enemigo glorioso
que hoi con nosotros aliado 110
teje de eterna amistad
los indisolubles lazos;
que este Héroe, digo, en el arte
militar tan consumado,
que ha mostrado en los peligros 115
los combates, los embarcos,
un corazón generoso,
intrépido, y sosegado,
a quien todas las Naciones
de Héroe conceden el lauro; 120
apostaré, a decir vuelvo,
que quando llegare el caso
de que a la divina Luisa
dé los últimos abrazos,
sentirá su corazón, 125
y verá que no es de mármol.
CARLOS
¿Y quál será la ternura
de sus amables hermanos?
  —5→  
PEDRO
Será grande; pero el Cielo
nuestra lealtad ha premiado, 130
queriendo afianzar la dicha
de tantos Reinos tan vastos,
con tanto Pimpollo Real,
que liberal nos ha dado.
Un Príncipe, que ya muestra 135
ser de su Padre el Retrato,
y obstenta tantas virtudes,
estando en tan tiernos años;
un Fernando, que ya hace
la dicha de sus estados. 140
Gabriel, Antonio y Xavier,
que parece que las manos
de las gracias los hicieron,
que excitan al amor tanto,
que solamente el respeto 145
intimida los alagos.
Y su hermana, en quien su trono
la virtud ha colocado;
todos dignos descendientes
del Tronco antiguo, y preclaro, 150
cuyos renuevos sus leyes
siempre al Universo han dado;
y ya en estas tiernas plantas
mira el Mundo muchos Amos.
CARLOS
Y lo que más lisonjea 155
a sus amantes vasallos
es ver que todos se crían
al lado de un Padre sabio,
distinguido por sus muchos
talentos extraordinarios, 160
y en el arte de Reinar
político consumado,
que con sus grandes exemplos
los extá siempre educando.
PEDRO
¿Y qué diréis de su Augusta 165
Abuela? ¿De aquel dechado
de talentos, y virtudes,
que ha estado al Mundo espantando
con sus heroicas acciones,
todo el curso de sus años? 170
—6→
Digna Madre del excelso
del Ilustre Soberano,
que es nuestra felicidad.
Heroína, que los extraños
respetan, que sus historias 175
ponen ya en lugar muy alto,
y que los siglos futuros
escucharán con espanto.
CARLOS
Verdaderamente, todos
han salido modelados 180
de este Tronco; y el amable
Infante don Luis, encanto,
y delicia de Madrid,
es tan noble, tan bizarro,
magnánimo, y generoso, 185
y junta con esto tanto
las calidades de dulce,
de mui afable y humano,
que es nuestro amor; ni es posible
conocerlo sin amarlo; 190
dichosa familia, en donde
cada Rama es un milagro.
PEDRO
Y más dichoso quien logra
tenerlos por Soberanos;
pero lo que en nuestra pena 195
debe por sin consolarnos,
es, que se alía con otra
familia de Héroes preclaros,
en quienes después de siglos
parece está vinculado 200
el Heroísmo con el Trono,
y el acierto con el mando.
Que va a hacer mui venturoso
con su hermosura, y su mano
al único que pudiera 205
merecerle los agrados:
a Leopoldo, a quien la fama
pregona con grito claro
heredero de las grandes
virtudes de sus pasados; 210
y que haviendo recogido
quanto a éstas han aumentado
—7→
sus ilustres Padres, lleva
consigo exemplos más altos.
¿Qué no puede prometerse 215
de un Joven Héroe, criado
por mano de una Heroína,
que al mundo llena de pasmo?
¿Y qué esperar no debemos
(Si todo lo examinamos) 220
de los renuevos que al Mundo
darán dos amantes blandos,
que uno es hijo de Teresa,
y la otra es hija de Carlos?
La fortuna de los Pueblos 225
irán ambos propagando,
mientras hacen por sí mismos
la dicha de los toscanos.
CARLOS
Mil veces ellos felices,
que lograrán bienes tantos. 230
PEDRO
Parece que a aquel dichoso
terreno privilegiado
se le sonríe el destino,
y lo mira con alago.
Allí fue donde las Ciencias 235
dieron los primeros pasos.
Desde allí se difundieron,
y la Europa han ilustrado.
Su seno fue el dulce asilo
de aquellos primeros sabios, 240
que huyendo de la barbarie,
y de la Grecia desterrados,
se trageron sus talentos,
y las luces propagaron:
los Médicis, cuyo nombre 245
es en la Historia sagrado,
del sepulcro en que yacían,
las Ciencias resucitaron.
A ellos debe el Universo
de sus luces el estado. 250
¿Y quánto deberá el siglo
a los grandes Soberanos
que ahora le destina el Cielo?
¿Qué prodigios, qué milagros,
—8→
no habrá, quando el Mundo vea 255
sobre aquel Trono sentados
los talentos, las virtudes,
las gracias, y los encantos?
CARLOS
Dichosa esfera, que logra
que la alumbren tales astros. 260
PEDRO
Dichoso también el mundo,
pues le alcanzarán sus rayos.
CARLOS
El Cielo premia a Luisa
con un destino tan alto.
PEDRO
Y las virtudes de la Austria 265
está ahora recompensando.
CARLOS
No huvo Esposa tan perfecta.
PEDRO
Ni quien la merezca tanto;
parece que esta mano hizo
el Cielo para esa mano. 270
CARLOS
Mucho pierde España, pues
pierde a dueño tan amado.
PEDRO
Es verdad; pero Alemania
merecía este regalo.
CARLOS
Que vivan, pues venturosos 275
los dos Esposos, logrando
que los prósperos destinos
dirijan sus muchos años.
PEDRO
Que vivan; y en la coyunda,
en que van a uncir sus manos, 280
el Cielo forme sus nudos,
y el amor preste sus lazos.
Pero, amigo, acia la fiesta
procuremos acercarnos.
CARLOS
Vamos; pero don Gaspar 285
acia acá viene llegando.
—9→
 

(Sale GASPAR.)

 
GASPAR
Pues, Señores: ¿dónde vais?
CARLOS
A los Fuegos.
GASPAR
Es temprano,
y mientras se acerca la hora,
quisiera hablaros despacio.
PEDRO
Decid.
290
GASPAR
Sabed, pues, que ha mucho
que a una hermosura idolatro,
que corresponde mi amor;
pero la sujeta tanto
un viejo tutor, que el verla 295
me cuesta dos mil trabajos.
Él es un pedante, que habla
con ripios y latinajos,
y él mismo se está creyendo
ser de las ciencias el Astro; 300
pero es ridículo, necio,
viejo, zeloso, y avaro;
que sujeta a Mariquita,
y siempre la está guardando
con una vieja criada, 305
que es peor que el mismo diablo;
la he dicho, que a toda costa,
por amenazas, o alagos,
procure, que su tutor
venga esta noche a Palacio, 310
y la traiga a ver los Fuegos.
Aquí la estoi esperando
para ver si encuentro el modo
de sacarla de sus manos.
A varios amigos míos 315
los tengo ya apalabrados
y espero favorezcáis
este empeño, en que me hallo.
CARLOS
Conmigo podéis contar.
PEDRO
A todo estoi preparado. 320
  —10→  
GASPAR
¡Quánto os estimo!... ¡Pero ai!,
que acia acá vienen llegando;
¿mas Mariquita no viene?
Pongámonos aquí a un lado,
y observemos qué designio 325
los conduce.
CARLOS
Amigo, vamos.
 

(Se retiran y salen DON SIMÓN y NICOLASA.)

 
DON SIMÓN
¿Qué he de hacer? Esto es preciso:
Mariquita se ha empeñado
en ver los Fuegos; bastante
lo he resistido; mas tanto 330
se entristeció, que temí
que le diera algún desmayo;
con que me ha sido forzoso
el hacerle este agasajo.
NICOLASA
¿Pero que en fin un señor 335
estudios y latinajos,
tan entendido, y tan sabio,
se enamore tan de recio
de una niña de quince años?
¿Qué más hiciera una qualquiera, 340
que fuera tonto, y menguado?
¿Para qué son estos libros?
DON SIMÓN
¡Ai Nicolasa! Los hombres
más famosos, y más sabios
han querido; de lo ilustre 345
el amor ha sido el flaco.
Omnia vincit amor, dijo
un Propheta; y yo le añado
et nos cedamus amori,
que exemplos tenemos hartos. 350

 (Canta.)  

Los grandes hombres
siempre han querido;
el dulce amor
los ha vencido
hasta el gran Julio 355
a Cleopatra
—11→
idolatraba
con ceguedad.
El mismo Hércules
se puso a hilar. 360
El grande Achiles
por Briseis
vino a llorar.
A Cyprés Marte
supo adorar. 365
Y yo, que soi don Simón,
adoro a mi Mariquita,
que es tan linda, y tan bonita,
y le doi mi corazón
Omnia vincit amor. 370
 

(Representa NICOLASA.)

 
NICOLASA
¿No es lástima, que un señor
tan grande, y que sabe tanto
se emplee en una mocosa
como del codo a la mano?
DON SIMÓN
Pero en fin, ya te he traído 375
para que veas el campo,
y examines bien los puestos
donde ponernos podamos;
porque el General experto,
quando teme algún asalto, 380
reconoce los caminos
que puede traer el contrario.
Mira si hai algún parage
que sea bien solitario.
NICOLASA
¿Solitario aquí? ¿No veis 385
que eso es estar delirando?
¿No veis que todo Madrid,
alegre, y regocijado,
viene a mirar estas fiestas?
DON SIMÓN
Y por eso estoi temblando. 390
Mas pues eso no es posible,
nuestra plaza defendamos.
Que por ahora al Prado venga,
que está algo más apartado,
—12→
y hagamos que en él esté 395
en lo obscurito, hasta tanto
que los Fuegos se principien,
la llevaremos un rato,
para que los vea un poco;
pero, amiga, yo te encargo 400
el que a su lado te pongas.
Yo me pondré al otro lado,
y pegaditos con ella
sin separarnos un paso,
observarle las ojeadas, 405
los movimientos, los labios,
que no pueda hablar a nadie,
y ten siempre gran cuidado
de darle conversación,
para que estando ocupados 410
sus ojos en ti, no vea
las guiñadas que esos majos
van haciendo a las mocitas,
quando las hallan al paso.
¡Quien fuera Alcalde de Corte! 415
Que a un Presidio había de echarlos.
NICOLASA
¡Ai señor!, vos me queréis
dar el más terrible encargo.
Para una muchacha viva
no basta ningún cuidado; 420
un zeloso se desvela,
no duerme, se da mil chascos,
y en un instante, la moza
le remacha bien el clavo.
Para esto el latín no sirve, 425
que se hace en romance claro.

  (Canta.)  

Guardar una mocita,
joven, viva, y bonita,
mucho embarazo da
el que en zeloso da; 430
no vive, ni sosiega;
y si a este afán se entrega,
sin celar viene, y va.
Quien va allá, quien va allá.
Un gesto, una palabra, 435
una mosca que vuela
—13→
todo lo descalabra,
lo pone en centinela.
Pero quando el simplón
va a hacer la descubierta, 440
el amor, que está alerta,
la pega de rondón.
 

(DON SIMÓN representa.)

 
DON SIMÓN
Dices bien; y yo por eso
estoi siempre que no paro,
y creo que a Mariquita 445
me la quitan de la mano.
NICOLASA
Eso es querer a una niña,
que tiene ligero el casco,
y no a una mujer de juicio,
reposo, y algunos años. 450
DON SIMÓN
Ya te entiendo, Nicolasa;
pero dejó dicho un Sabio
que necesitas non haber
legem, y esto es mui probado;
a mi linda Mariquita 455
es fuerza le dé la mano;
pero temo que se arrime
a soplármela algún gato,
y por eso es menester
que redobles de cuidado, 460
y más ahora, que estoi
en temor, y sobresalto.
NICOLASA
¿Y por qué?
DON SIMÓN
Porque estas noches
ciertas voces he escuchado
que no me han gustado mucho. 465
NICOLASA
¿Mas quáles son? ¡Declararalo!
 

(Canta DON SIMÓN.)

 
DON SIMÓN
Anoche junto al Jardín,
quando ver no se podía,
—14→
oí una voz que decía:
chi, chi, chi, 470
que aquí te espero yo,
duerme el dragón,
logra la ocasión.
 

(NICOLASA representa.)

 
NICOLASA
Yo apostaría, que eso es
un cumplido cortesano, 475
que os hacen; ¿pero quién puede
tomarse tan malos ratos?
Porque aquí no viene nadie,
ni nunca entra en nuestro quarto
una figura de Chisto, 480
sino mugeres, y gatos;
lo que, a decir la verdad,
no me sabe a manjar blanco.
DON SIMÓN
Yo tiemblo del Universo;
todo el Mundo me da enfado. 485
NICOLASA
Tenéis razón, que las mozas,
si empiezan a oler el ajo,
a Dios, se cascabelean;
y que las sujete el diablo.

  (Canta.)  

Quando una moza da en cascabelear, 490
ya es mui difícil de sujetar.
Ya sabes que tu casita
a los Trucos corresponde;
los Domingos, Mariquita
para oír allí se esconde, 495
y oye con tanta afición,
que se eleva de atención,
sus ojos arrojan llamas.
Yo no sé bien lo que ve allí;
pero parece sale de sí; 500
y dice assí:
esto sí es bueno,
se pone como un veneno.
  —15→  
 

(Representa DON SIMÓN.)

 
DON SIMÓN
Pues, amiga, ojo avizor,
y no la dejes un rato; 505
sobre todo, si columbras
aquel pícaro muchacho
aquel don Gaspar, que en casa
lo encontraba a cada paso,
y decía que iba arriba 510
a buscar a Monsieur Facho,
que le enseñaba el Francés.
Mas creo, si no me engaño,
que él pretendía enseñar
a Marica el Castellano. 515
NICOLASA
Don Gaspar, no lo creáis.
Él por otra está penando.
DON SIMÓN
¿Y por quién?
NICOLASA
Yo bien lo sé.
DON SIMÓN
Pero dilo.
NICOLASA
Es escusado.
DON SIMÓN
Dímelo por sosegarme. 520
NICOLASA
Pues a mí me está adorando.
DON SIMÓN
¿A ti?, linda mermelada.
NICOLASA
¿Pues qué, fuera tan estraño?
DON SIMÓN
¿No lo ha de ser, Nicolasa,
si estás ya como un calvario? 525
¿A ti te adora?, y ya estás
con tus cinquenta al rabo.
NICOLASA
Pues ve aquí por qué las mozas
os miran siempre con asco,
porque sois muy groserote, 530
y tenéis dichos pesados.
Pues yo sé que a mí me adora.
  —16→  
DON SIMÓN
Esto ahora no es del caso;
lo que importa, Nicolasa,
es llevarla con cuidado; 535
y sobre todo, si vienen
esos mozuelos tapados,
que no los vea; que siempre
vaya con los ojos bajos;
y a ellos ponles una cara 540
de Turco para espantarlos.
NICOLASA
Sobre eso, fías en mí,
que como lleguen morlacos,
yo cuidaré que no hablen
más que conmigo.
DON SIMÓN

  (Aparte.) 

Pues vamos.
545
NICOLASA
Pero porque a Mariquita
no espantéis, es necesario
no ser tan duro con ella;
que la habléis más dulce, y blando,
y procuréis parecer 550
amable a sus pocos años;
pero esto es lo más difícil.
DON SIMÓN
¿Cómo difícil?
NICOLASA
Si quando
la habláis es con aspereza,
¿no la ha de dar esto enfado? 555
DON SIMÓN
No lo entiendes: lo primero,
que siempre es bueno, y es santo
el hacerse respetar;
lo segundo, que he criado
de tal modo a Mariquita, 560
que se me viene a la mano;
es una cera mui blanda,
en que la impresión estampo;
le persuado lo que quiero,
y es dócil a mis mandatos. 565
NICOLASA
Os parece.
  —17→  
DON SIMÓN
Aunque es tan linda
en superlativo grado,
la he persuadido que es fea;
que sólo el verla causa asco,
y ella lo tiene creído; 570
mira lo que en ella mando.
NICOLASA
¿Que lo cree? Linda frescura;
aunque vos seas tan sabio,
me parece que ella sabe
más con su aire mogigato. 575
¿Quién puede creer esas cosas?
A mí, que me estáis hablando,
si me dijerais lo mismo,
creyera que era por chasco;
cada qual, señor, se estima. 580
DON SIMÓN
Pero no nos detengamos,
porque ha quedado encerrada,
y puede aburrirse; vamos,
traigámosla, que es preciso
aflojar de quando en quando 585
al arco la cuerda; pero
ten, Nicolasa, cuidado,
no te descuides ni un punto.
Cojámosle los dos lados,
y que ni a su ropa llegue 590
de los hombres el contacto.
 

(Vanse, y sale GASPAR, y CARLOS.)

 
GASPAR
Yo no comprendo estas cosas;
aquí hai algún grande arcano.
CARLOS
Hai mil motivos que pueden
haber esto ocasionado. 595
GASPAR
¡Pero venirse los dos
sin traerla! ¡Cielo Santo!
CARLOS
Presto vendrán, pues su casa
está en este mismo barrio.
GASPAR
Yo quiero ir a ver lo que es. 600
  —18→  
CARLOS
Más vale esperar un rato.
Si vienen, no tardaran,
y entretanto sosegaos.
GASPAR
¡Sosegaos! Es más fácil
decirlo, que practicarlo. 605
El corazón en el pecho
se me está haciendo pedazos.

  (Canta.)  

¡Ai qué tormento!
Es un martirio,
mi pena pasa a delirio, 610
mi pecho tiembla,
todo me asusta,
todo me inquieta.
Yo me atormento,
yo me impaciento, 615
mi mal se irrita,
mi alma palpita.
¿Qué podré hacer?
Ya desespero,
pronto me muero, 620
¿qué podré hacer?
 

(GASPAR representa.)

 
Amigo, ya tardan mucho,
y voi a ver...
CARLOS
Esperaos,
que me parece que vienen.
Ellos son.
GASPAR
¡Cielo sagrado!
625
Y Mariquita también.
De gozo estoi que no paro.
Escondámonos, amigo.
No nos vez este malvado.
 

(Escóndense, y salen DON SIMÓN, NICOLASA y MARIQUITA, a quien los dos traerán en medio, mui pegados a ella.)

 
  —19→  
DON SIMÓN
Vamos hija, que tus ojos 630
vayan al suelo clavados,
que en las doncellas es cosa
mui necesaria el recato.
Nicolasa, alerta, alerta,
aprieta bien por tu lado; 635
pero miren la muchacha,
que saca los pies del saco.
¿No oyes que bajes los ojos?
¿Pues por qué te andas mirando?
MARIQUITA
¿Pues qué, no me habéis traído 640
sino a mirar mis zapatos?
DON SIMÓN
No te me hagas respondona;
a ver la fiesta te traigo;
pero no más que la fiesta,
que en las mozas es mui malo 645
ver a nadie; sobre todo,
(Dios nos tenga de su mano)
ver la cara de los hombres.
¿Que es verla? Ni imaginarlo.
Pero mira, Nicolasa, 650
repara cómo se ha aseado,
qué pañuelo tan limpito;
vamos, que esto está muy guapo.
Dime, pues: ¿por qué motivo
te has compuesto, y adornado 655
con esas flores? Pues, ya
te estarás imaginando
parecer bien; pero, tonta,
¿no sabes que eres un trasgo,
y que todos los adornos 660
sólo pondrán más en claro,
que eres fea, y horrorosa?
Escúsate ese trabajo.
MARIQUITA
Señor, vos siempre me estáis
diciendo tantos agravios. 665
Si soi fea, no es mi culpa,
y por esto me he adornado.
¿Pero qué tengo tan feo?
DON SIMÓN
Todo, todo es adequado.
  —20→  
MARIQUITA
Señor, pues vos lo decís, 670
será así; mas sin embargo...
DON SIMÓN
¿Sin embargo? ¿Qué no basta

 (Remedándola.) 

que yo te lo diga claro?
¿No viste que ahora viniendo,
los que te iban encontrando 675
se ponían a hacer gestos,
y que seguían tus pasos?
MARIQUITA
Es verdad, señor; yo he visto
que os seguían los muchachos;
pero los que eran ya grandes 680
tras mí venían andando.
DON SIMÓN
Ola, ¿te quieres burlar?
MARIQUITA
Jesús, ¿yo tal desacato?
NICOLASA
No, señor; esto es verdad;
yo por mí lo he reparado; 685
y quando salgo con ella,
vienen tras mí tres, o quatro.
MARIQUITA
Por cierto linda carita,
lindo gesto, y lindo garvo
para arrastrar los amantes. 690
DON SIMÓN
¿Los amantes? ¡Qué vocablo!
¿Qué es un amante?
MARIQUITA
No sé;
pero acá me he figurado,
que esto de amante será
una cosa así como algo, 695
que no hallará tan fea.
DON SIMÓN
¿Y dónde has oído nombrarlo?
MARIQUITA
En ninguna parte.
DON SIMÓN
¿Cómo?
  —21→  
MARIQUITA
Es que me acuerdo de quando
Nicolasa recibía 700
a un primo suyo en su quarto,
y le solía decir
quando le hacía agasajos:
¡Ay mi querido! ¡Mi amante!
Ven aquí, dame otro abrazo. 705
NICOLASA
Calla, niña, que no sabes
lo que te estás aí hablando.
DON SIMÓN
¡Santo Dios! ¿No es don Gaspar
el que allí miro de lado?
No quiero que ella lo oiga, 710
porque dice aquel adagio:
no dispertar a quien duerme,
y es preciso consultarlo
con Nicolasa; mas ya
con el remedio he encontrado. 715
Oye, ven aquí a este puesto,
que está solo, y retirado.

 (La lleva a un lado del tablado.)  

Mientras hago aquí un negocio,
cuenta, que te estoi mirando,
no menees la cabeza, 720
que si la mueves a un lado,
te vuelvo a llevar a casa,
y en el encierro te encajo.

 (Se va a hablar con NICOLASA.)  

MARIQUITA
¡Ai mi Dios! Que a don Gaspar
aún no he visto. ¡Cielo Santo! 725
¡Pobre de mí, si no logro
salir hoi de estos tiranos!
DON SIMÓN
Nicolasa, Nicolasa,
yo no sé si me he engañado;
pero creo que acia allí 730
vi a don Gaspar; esto es malo,
que yo recelo que este hombre
tenga designio; y si acaso...
—22→
 

(Baja la voz y prosigue hablándole en secreto, y bolviendo la cabeza de quando en quando, para ver si está allí MARIQUITA.)

 
MARIQUITA
¿Qué será lo que consulta
el viejo dragón? ¡Ai!, ¿quándo 735
saldré de su tiranía?
¿Y quándo querrán los hados
que con don Gaspar me vez?
Yo es cierto que mucho le amo;
pero fuera de esto, debo 740
al amor que me ha mostrado
estar mui agradecida;
porque siendo fea, tanto
como dice mi tutor,
es favor, gran agasajo, 745
el que me hace con quererme;
pero bien que se lo pago,
porque a mí me gusta mucho.
¡Jesús!, no puedo explicarlo.

  (Canta.)  

Con mi esposito al lado 750
mui contenta estaré;
con mi Gaspar amado
hoi mismo me veré.
Me parece que un rayo
me pasa el corazón, 755
de gusto me desmayo,
pensando que mui presto
su esposita seré.
 

(DON SIMÓN representa.)

 
DON SIMÓN
Pues bien, Nicolasa, corre,
examina bien el campo, 760
y buelve con el aviso.
NICOLASA
Veréis que buelvo volando.
 

 (Vase.)  

DON SIMÓN
Si mejor es que la lleve
a casa, que el sobresalto
—23→
me tiene fuera de mí; 765
y en la duda, lo más sano
es evitar el peligro.
Ella tendrá este Chasco;
pero con dos lagrimitas
está todo remediado, 770
y yo sabré contentarla
en pasándole la mano.
Vamos a probarla un poco.
Mariquita, yo estoi malo.

 (Se llega a ella.) 

Tengo no sé qué, y conozco 775
que el sereno me hace daño;
me harás gran fineza, si
quieres que a casa bolvamos.
MARIQUITA
¿Bolvernos? ¿Pues fuera bueno
que yo que estoi todo el año 780
metida en casa, una vez
que por Jubileo salgo
a ver los Fuegos, me fuera
antes de haber empezado?
DON SIMÓN
No, amiga, que a tu recato 785
no conviene estar metida
entre hombres, y aquel ruidazo
antes me pondrá peor;
así, vamos, hija, vamos,
que yo te divertiré, 790
leyéndote algún pedazo
de Don Quijote, y te haré
traer un besugo empanado.
A casa, pues, Mariquita.
MARIQUITA
En eso estaba pensando. 795
DON SIMÓN
¿Cómo que no? Bueno es eso.
¿No harás lo que yo te mando?
MARIQUITA
No me han de arrancar de aquí,
aunque vinieran con garfios.
DON SIMÓN
Y tú tienes la osadía... 800
¡Santo Dios, yo estoi pasmado!
  —24→  
MARIQUITA
Pues yo no he de ir.
DON SIMÓN
No sé
quién me detiene la mano.
¿No quieres obedecerme?
MARIQUITA
No.
DON SIMÓN
¿Y con ese descaro
805
a responderme te atreves?
MARIQUITA
No tengo otro.
DON SIMÓN
¡Cielo Santo!
¿Quién te ha hecho tan insolente?
MARIQUITA
Es que no puedo aguantaros.
DON SIMÓN
Pues bien te abandonaré. 810
MARIQUITA
Miren qué grande trabajo.
DON SIMÓN
No me casaré contigo.
MARIQUITA
Perderé bravo regalo.
DON SIMÓN
Te quedarás para Tía,
y llevarás un buen chasco. 815
MARIQUITA
Sí, sí.
DON SIMÓN
¿Qué quieres decir?
MARIQUITA
Que quizás habrá algún Santo
que quiera hacer la buena obra.
DON SIMÓN
¿Qué es lo que estoi escuchando?
¿Muger, cómo esas palabras 820
pueden salir de tus labios?
MARIQUITA
Señor Tutor, ya no puedo
sufrir vuestros malos tratos.
Estoy para rebentar,

 (Llorando.)  

y aquí mismo me está dando 825
—25→
gana de gritar a todos,
decirles que sois tirano,
que me tenéis encerrada,
que de hambre me estáis matando,
y pedir por caridad 830
me saquen de vuestras manos.
DON SIMÓN
¿Mariquita, tú harás esto?
¿Quieres perderme? ¿Y que ambos
seamos de todos la risa?
MARIQUITA
Ya tengo el pecho apretado; 835
y los gritos, y alaridos
se me vienen sin llamarlos.
DON SIMÓN
Pues detenlos, Mariquita,
que fuera feo; (esto se malo,

 (Aparte.)  

y es preciso suavizarla.) 840
Vamos, sosiégate, vamos.
Ven acá.
MARIQUITA
Déjeme usted
DON SIMÓN
Hija, escucha, y haste cargo,
de que si te riño, es solo
por tu bien.
MARIQUITA
Viváis mil años.
845
DON SIMÓN
Y ahora quiero perdonarte
las locuras, y disparos;
con tal de que en adelante
seas dócil.
MARIQUITA
Como antoaño.
DON SIMÓN
Y te daré los consejos 850
con tal suavidad mezclados,
que miscuit utile dulci
dirás al oírlos tan blandos.
MARIQUITA
Yo no quiero vuestros dulces,
que también serán amargos. 855
  —26→  
DON SIMÓN
Te daré mas libertad;
vendrás a pasear al Prado.
MARIQUITA
¡Ai, que allí está don Gaspar

 (Aparte.) 

con un papel en la mano!
DON SIMÓN
Y a la Comedia también. 860
MARIQUITA
Y me hace señas que importa

 (Aparte.)  

el que yo lo lea.
DON SIMÓN
Hagamos
las paces, Mariquita mía.
Vamos presto.
MARIQUITA
Es necesario

 (Aparte.)  

fingir el que me apaciguo, 865
por ver si algún modo hallo,
y que maliciar no pueda.
DON SIMÓN
Vayan fuera los enfados.
Vida nueva.
MARIQUITA
Ya os entiendo.
Sí, sí, vos queréis burlaros. 870
DON SIMÓN
No, hija mía, te lo juro.
Verás que mejor te trato,
y que he de ser ya contigo
miel, dulzura, y agasajo.
 

 (Dúo.) 

DON SIMÓN
Tú serás la señorita, 875
y se hará tu voluntad.
MARIQUITA
Sí, sí, sí, ¡qué falsedad!
DON SIMÓN
Créeme a mí.
MARIQUITA
Como hasta aquí.
DON SIMÓN
No; ya es bien te satisfaga. 880
  —27→  
MARIQUITA
Dadme prueba.
DON SIMÓN
¿Qué quieres que haga?
MARIQUITA
Pedidme perdón.
DON SIMÓN
¿Perdón?
MARIQUITA
Sí, perdón.
DON SIMÓN
Ella chancea.
Pues bien, perdón, 885
como un badea.
MARIQUITA
De rodillas ha de ser.
DON SIMÓN
Eso no.
MARIQUITA
Pues no me habléis desde hoi.
DON SIMÓN
Ya lo estoi.

 (Se pone de rodillas.)  

MARIQUITA
¡Ai, don Gaspar!
890
 

(Sale GASPAR por detrás de DON SIMÓN, y en frente de MARIQUITA, enseñándola un papel.)

 
GASPAR
Chi, chi, chi.
MARIQUITA
Ahora no.
DON SIMÓN
Ya basta.
MARIQUITA
Besad el suelo.
GASPAR
Escuchad.
MARIQUITA
Ahora no puedo.
DON SIMÓN
¡Eh! ¿Qué hai?
 

(Oyendo el ruido, porque MARIQUITA le habrá hecho inclinar la cabeza al suelo.)

 
  —28→  
MARIQUITA
Aún más, aún más.
Tres veces besad el suelo. 895
DON SIMÓN
Fuerza es darle este consuelo.
MARIQUITA
Tres veces mui bien, mui bien.
 

(Mientras DON SIMÓN besa tres veces el suelo, GASPAR le da por detrás el papel.)

 
DON SIMÓN
¡Ah, ah, ah, quánto es bufona!
MARIQUITA
Ah, ah, ah, pues ya os perdono.
GASPAR
Viejo mono, te engañé. 900

 (A dúo.)  

Ya esta vez te la clavé,
y otra vez te la pegaré.

 (Sale NICOLASA.)  

NICOLASA
¿Qué es esto? ¡Misericordia!
¿Qué es lo que veo? ¡Mi amo
hincado, y a Mariquita 905
le está las plantas besando!
DON SIMÓN
Ai, querida Nicolasa,
éstos son de amor milagros;
pero oye, que quiero hablarte.
Espérate tú aí un rato. 910

 (A MARIQUITA.) 

 (Se vuelven a apartar para hablar en secreto.)  

Pues, ¿qué has visto?
NICOLASA
Señor, nada.
He corrido todo el Prado,
no obstante de que el gentío
es tanto, que me ha costado
poder romper, mui gentiles 915
estrujones, y porrazos;
mas no he visto a don Gaspar.
  —29→  
 

(DON SIMÓN vuelve los ojos de tiempo en tiempo para ver a MARIQUITA.)

 
DON SIMÓN
Pues aquí hai gato encerrado,
por que sin duda...

 (Continúa hablando en secreto a NICOLASA.) 

MARIQUITA
El papel,
gracias a Dios, ya le guardo. 920
¿Pero cómo podré leerle,
si este dragón desvelado
no aparta de mi sus ojos?
Pero ayúdeme un engaño,
para probar si con él 925
puedo pegarle el parchazo.
Nicolasa, que me muero,
¡ai, Jesús, que me desmayo!
DON SIMÓN
¿Pues qué es esto, Mariquita?
MARIQUITA
No sé lo que es; pero me hallo 930
mui mala... ¡Ai, Dios!, yo me muero.
DON SIMÓN
El sereno te ha hecho daño,
como a mí; vámonos, hija.
MARIQUITA
Ai, no puedo dar un paso.
DON SIMÓN
¿Pero aquí qué hemos de hacer, 935
estando en tal desamparo?
NICOLASA
Esperaos, que yo quiero
aflojarle algo los lazos.
DON SIMÓN
¿Mujer, estás en tu juicio,
pues aquí en lo descampado, 940
donde alguien puede pasar,
quieres descubrir encantos
que reservo para mí,
y de todo el mundo tapo?
No toques ese pañuelo, 945
que te quemaré las manos.
  —30→  
NICOLASA
¿Pues queréis que aquí se muera?
¿Y no la hemos de hacer algo?
MARIQUITA
Por caridad que me traigan
un médico, o Cirujano. 950
NICOLASA
Es preciso que os vayáis
a la Botica bolando,
y pidáis algún remedio
bueno para los desmayos.
DON SIMÓN
¿Que yo vaya a la Botica? 955
¿Bárbara, estás delirando?
¿Pues cómo la he de apartar
de mi vista en este campo,
y más quando sé que está
aquel gazapo rondando? 960
NICOLASA
¿Pero la hemos de dejar
morir sin ningún reparo?
¿La Botica no está cerca?
¿Y aunque fuera el viaje largo,
no soi yo mui buen lebrel 965
para espantar el gazapo?
DON SIMÓN
¡Ai, mi Dios!, jamás me vi
en tan terrible trabajo.
Anímate, Mariquita,
ya sabes que quatro pasos 970
está de aquí nuestra casa.
MARIQUITA
¡Jesús, ya me va faltando
el aliento! Ya me muero.
NICOLASA
¿Qué señor, no sois Christiano?
Id por Dios, y no tardéis, 975
que esto va mui apretado,
y los instantes importan.
DON SIMÓN
Ello es fuerza; voi volando,
pero por Dios ningún hombre
se le acerque, ten cuidado; 980
y como quando yo buelva
me entregues su cuerpo intacto,
—31→
te ofrezco, que quatro reales
aumentaré tu salario.

  (Vase.) 

NICOLASA
Vamos, Mariquita, deja 985
que yo te afloje los lazos
MARIQUITA
No es menester, me parece
que más desahogada me hallo.
NICOLASA
Ola, ¿ya el mal te pasó?
MARIQUITA
Tal vez habrá sido un flato, 990
que sabes que pasa presto.
NICOLASA
No me huele bien este ajo.
MARIQUITA
Pero ahora que estamos solas,
sabe que aquí me he encontrado
un papel, y el sobrescrito 995
es para ti; y como tu amo
es tan raro, no he querido
lo viese, y te lo he guardado
para dártelo a escondidas.
NICOLASA
¿Papel para mí? Veamos. 1000

  (Abre el papel, y hace como que le lee.)  

MARIQUITA
Como ella no sabe leer,
este artificio he fraguado.
Sí, sí. ¿Parece que tienes
quien te escriba de tapado?
NICOLASA
Pues léelo, para que veas 1005
que no tiene nada malo.
Pero también quiero oírlo,
léelo, pues, y que sea en alto.
MARIQUITA
No puedo leerlo corriente,
sin primero deletrearlo; 1010
y así deja que en mí misma
lo repase de antemano.

 (Lee.) 

«Importa que a ese dragón
»alejes con un engaño.
—32→
»Yo estaré siempre a la mira. 1015
»¡Hazme seña de que llegue,
»con un pañuelo en la mano!»
NICOLASA
¿Mas vamos, qué es lo que dice?,
que de impaciencia no paro.
MARIQUITA
Oye, pues: Mi Nicolasa, 1020
yo te estoi idolatrando;
pero ese ruin don Simón
me ataja todos los pasos;
por eso esta noche quiero
arrancarte de sus manos. 1025
NICOLASA
Sí, sí, de estos papelitos
recibo yo a cada paso.
Y ya había conocido,
que ese don Gaspar prendado
está de mis perfecciones. 1030
Por cierto es mui buen muchacho,
siempre me ha gustado mucho.
Pero dí, ¿el que va pasando
por allí, no es él?

 (Atraviesa GASPAR por el fondo del Teatro.)  

MARIQUITA
Sí, él mismo,
NICOLASA
Yo bien quisiera llamarlo, 1035
mas tengo como vergüenza;
me está el corazón faltando,
y me ha dado no sé qué,
como así que me desquajo.
No obstante, quisiera verle. 1040
Mira, hazme tú este agasajo:
llámalo, y porque no vez
mi pudor y sobresalto,
me pondré detrás de ti,
y háblale por mí un rato, 1045
mientras que yo me sosiego.
MARIQUITA
Pues fuera gracioso caso:
¿quieres que sea alcahueta?
  —33→  
NICOLASA
Es oficio mui honrado,
y los amigos se sirven. 1050
MARIQUITA
Sólo por servirte lo hago.
Pero ya sobra el pañuelo,
pues puedo llamarlo, y alto.
Señor don Gaspar, oíd.
 

(Se llega GASPAR.)

 
GASPAR
Aquí estoi para adoraros. 1055
MARIQUITA
Disimulad por un poco.

 (Aparte.)  

NICOLASA
Señor viváis muchos años.
MARIQUITA
Pero a mí me parecía
que era mejor escaparnos,
porque si mi Tutor vuelve... 1060
GASPAR
Ese temor es mui vano,
que quando vuestro Tutor
salió, fueron unos cuantos
amigos con el designio
de detenerle los pasos; 1065
y quando el remedio traiga,
hallará mil embarazos
que venir le impedirán.
MARIQUITA
Con todo eso, estoi temblando.
GASPAR
Vamos, pues, y mi fortuna, 1070
ni un punto la difiramos.
NICOLASA
Cierto, señor don Gaspar
que tenéis tan fuertes garfios
para agarrar a las gentes,
que un corazón... como un... mármol... 1075
Responde, niña por mí,

 (A MARIQUITA.)  

que la fuerza del alago
me embaraza la expresión.
MARIQUITA
¿Quieres que le diga algo
para explicarle tu afecto? 1080
  —34→  
NICOLASA
Sí, sí.
MARIQUITA
Pues escucha.
NICOLASA
Vamos.
MARIQUITA

 (Canta.)  

Mi pecho insensible
creyó que al pudor
le era mui posible
huir del amor. 1085
En la indiferencia
yo lograba estar
sin ansia, ni ardor,
pena, ni dolor;
y así todavía 1090
me debiera hallar;
mas vi a don Gaspar,
y mi alma sensible
conoce en su ardor
el que es imposible 1095
huir del amor.
 

(NICOLASA representa.)

 
NICOLASA
Figúrese usted, señor,
que soi yo quien le ha explicado.
MARIQUITA
Cuidado, porque ella piensa

 (Aparte.)  

que la estáis enamorando, 1100
y no la desengañéis.
NICOLASA
Prosigue, pues, en hablarlo.
GASPAR
Me tienen muerto de amor
vuestros divinos encantos.
MARIQUITA
Ya ves que a ti sola pueden 1105
dirigirse estos alagos.
NICOLASA
Sí, sí, que me gustan mucho;
prosigue, que va de pasmo.
  —35→  
GASPAR
En premio de mis finezas,
dadme siquiera la mano. 1110
MARIQUITA
Tomadla, y con mucho gusto.
¿He hecho bien?
NICOLASA
Es un encanto.
GASPAR
Pues bien, buélvemela a dar.
MARIQUITA
Con grande placer.
NICOLASA
No tanto,
que esto es mucho, Mariquita, 1115
y harás que me dé un desmayo.
GASPAR
Pero en fin, no es conveniente
el que aquí el tiempo perdamos,
y es preciso que yo saque
a la persona que amo 1120
de mano de este brutal.
NICOLASA
Pues id a hablar a mi amo,
decidle que me queréis.
GASPAR
Ése es un gran mentecato,
no quiero nada con él, 1125
y el medio mejor que hallo,
es llevaros desde aquí,
y de sus manos sacaros.
MARIQUITA
¡Sacaros! ¡Ai Nicolasa!
Esto me parece malo; 1130
es ofender el pudor.
NICOLASA
Mocosa, cierra los labios,
que hai casos en que el sacar
se puede hacer sin reparo;
pero esto tú no lo entiendes, 1135
que tienes mui pocos años.
GASPAR
¿Pues bien, qué determináis?
  —36→  
NICOLASA
Aquí me lo estoi rumiando,
que esto del sacar no deja
de darme gran sobresalto. 1140

 (Trío.) 

NICOLASA
¡Qué!, venirme a sacar.
MARIQUITA
¡Venirla a sacar!
NICOLASA
Ya me suben los vapores.
GASPAR
Bien, bien.
MARIQUITA
Ai, ai. 1145
NICOLASA
¿Mas qué se diría?
GASPAR
Que esto es por su bizarría;
muchas así quieren salir,
y no lo pueden conseguir.
NICOLASA
Mi pudor se debe espantar. 1150
GASPAR
Pues bien, os permito gritar.
NICOLASA
Pero me pueden oír.
MARIQUITA
Y nos vendrán a perseguir.
GASPAR
Gritaréis sin hacer rumor,
por cumplir con el honor. 1155
NICOLASA Y MARIQUITA
Pues en fin lo que se ha de hacer,
es mejor presto resolver.
Vámonos, pues,
partamos ya sin dilación,
antes que buelva don Simón. 1160

 (Los tres.)  

Alón, alón, vamos a huir del dragón.
  —37→  
 

(NICOLASA representa.)

 
NICOLASA
Pues bien, ya me determino;
vamos, y quede entretanto
Marica aquí para hacer
tragar la píldora a mi amo. 1165
GASPAR
No, amiga, que Mariquita
debe venir, y yo hallo,
que es mejor, que vos le hagáis
tragar este vaso amargo.
NICOLASA
¿Pues no es a mí a quien sacáis? 1170
GASPAR
No, hermosísimo milagro,
que es a Mariquita.
NICOLASA
¡Ai Cielos!
¿Con que de mí se han burlado?
MARIQUITA
Pero imagina también
que en tu nombre yo me salgo. 1175
NICOLASA
¡Ha, pícaros! ¡Ha traidores!
Señor, Señor.
 

(Sale precipitado DON SIMÓN con un vaso, y agarra por la mano a MARIQUITA.)

 
DON SIMÓN
Ve aquí el vaso.
¿Pero qué es esto? ¡Ah, taimada!
¿Querías pegarme chasco?
¿Qué hacéis vos aquí, traidor? 1180

 (A GASPAR.)  

Ya verás lo que te guardo.
NICOLASA
Ya se escapaban los dos,
se iban, si no los atajo.
DON SIMÓN
¡Ah, cocodrilo! ¡Serpiente!

 (A MARIQUITA.)  

Tú me estabas lisonjeando 1185
para engañarme mejor;
pero ya estás en mis manos,
y ahora, ahora lo verás.
GASPAR
Señor don Simón, despacio.
Ved que aquí no deben darse 1190
—38→
gritos tan descompasados,
y habéis de quedar mui mal.
Vos no pondréis embarazo
a nuestra boda que ansiosos
estamos deseando ambos; 1195
y os será entonces preciso
soltar hasta el postrer quarto
de la herencia de su padre.
Mejor partido os allano.
Yo para vivir con ella, 1200
a Dios gracias, tengo harto.
Si consentís en la boda
sin oponernos, os hago
del tercio de su caudal,
con su permiso, un regalo. 1205
DON SIMÓN
Este artículo es mui bueno,
merece reflexionarlo.
¿Ni cómo, queriéndose ellos,
puedo poner embarazo?
Que se casen en buen hora, 1210
o que se los lleve el diablo.
GASPAR
Señor don Simón, mil gracias.
MARIQUITA
Ahora es que del diablo salgo.
NICOLASA
Porque veáis que os estimo,
si pretendéis despicaros, 1215
señor, de una mocosuela,
aquí os ofrezco mi mano.
DON SIMÓN
¡Que a un hombre como soi yo,
tan prodigioso, y tan sabio,
le haya jugado esta pieza 1220
una niña de quince años!
Mi afición, y mi cariño
lindamente me ha pagado.

  (Canta DON SIMÓN.)  

Ve aquí, pues, el don que me haces.
Así mi amor satisface. 1225
¡O mores! ¡O tempora!
  —39→  
TODOS
Ah, ah, ah.
NICOLASA
Ve aquí, pues; éste es el pago
de mi fineza, y alago;
pero amor me vengará. 1230
TODOS
Ah, ah, ah.
MARIQUITA
Yo soi tan tonta, tan fea,
que de mí salir desea,
y es para él un gran favor.
TODOS
Oh, oh, oh. 1235
GASPAR
Mui bonita es Mariquita;
pero la Nicolasita
es retrato del amor.
TODOS
Oh, oh, oh.
NICOLASA
Olvidad a una mocosa, 1240
para dejarla embidiosa.
DON SIMÓN
Sí, yo olvido una mocosa,
para dejarla embidiosa.
NICOLASA
Casémonos.
DON SIMÓN
Sic volo.
TODOS
Oh, oh, oh. 1245
  —40→  
NICOLASA Y DON SIMÓN
Que una fiesta se prepare,
que mi fino amor declare.
NICOLASA
Esa mano ven acá.

 (Se dan la mano.) 

DON SIMÓN
Allá, Nicolasa, va.
GASPAR
Mariquita, toca aquí. 1250
 

 (Se dan la mano.) 

NICOLASA
Don Gaspar, no estoi en mí.
LOS CUATRO
Que se cante, que se cante
en honor de mi ansia amante,
pues que con este himeneo
mi amor logrado se ve. 1255
 

(Vanse los cuatro.)

 
CARLOS
Qué alegre va don Gaspar.
PEDRO
¿Quién, amigo, no ha de estarlo
quando dichoso consigue
a la que está idolatrando?
CARLOS
Pues también acia acá viene 1260
don Pedro mui consternado.
PEDRO
¿Si ésta será otra aventura?
CARLOS
Lo será, si no me engaño,
que viene muy pensativo.
PEDRO
Pues observemos sus pasos. 1265
 

(Sale DON PEDRO, haciendo extremos, y empieza la Tonadilla.)

 
DON PEDRO
Pobre del que se enamora
de la que una vieja guarda.
En mí está la prueba,
pues por ver a Juana,
sufro la peor vieja, 1270
que estorva en España.
Pobre del que se enamora, etc.
  —41→  
 

(Sale DON JULIO.)

 
DON JULIO
¡Siempre lamentarse!
¡Siempre suspirar!
¿Dudas de mi maña, 1275
o de mi amistad?
DON PEDRO
Yo de nada dudo;
pero tú verás
que el diablo, y mi vieja
son uno no más. 1280
DON JULIO
No importa, yo quiero
irla a enamorar,
porque la más vieja
es la más mollar.
DON PEDRO
Es la más astuta 1285
del gremio viejal,
y por más que finjas
no la engañarás.
DON JULIO
No importa, yo quiero
irla a enamorar. 1290
DON PEDRO
Si mal no me engaño,
allí vienen ya,
y empieza la vieja
a brujulear.
DON JULIO
No importa yo quiero 1295
irla a enamorar.
 

(Se retiran, y sale la TÍA, y la SOBRINA.)

 
TÍA
El mundo está trastornado,
sólo maldades encierra.
Niña, los ojos en tierra,
y el semblante mesurado. 1300
El siglo pasado,
si un hombre decía,
que bien nos quería,
ya estaba casado.
Pero ahora han tomado 1305
—42→
la maldita moda
de no hablar de boda
en ningún estrado.
Sólo maldades encierra,
el mundo está trastornado. 1310
DON JULIO
¡O quán impaciente estaba
de bolver, señora, a veros!
TÍA
Chi, chi, bajo; chi, chi, quedo,
no comprenda mi sobrina
lo mucho que a usted le debo. 1315
DON PEDRO
Dicha tan inesperada
la consigo, y no la creo.
SOBRINA
Chi, chi, bajo;
chi, chi, quedo,
que lo atisba mi tía, 1320
dimos con todo en el suelo.
TÍA
Digo, Juanita.
SOBRINA
Tía.
DON PEDRO
Demonio.

 (Escondiéndose.)  

DON JULIO
Oídme.
TÍA
Parece que no entiendes
lo que te dicen. 1325
SOBRINA
Tía, no haya usted miedo
que se me olvide.
DON JULIO
No haya usted miedo
que se le olvide.
Permitid que me dedique 1330
a ser un criado vuestro.
TÍA
Chi, chi, bajo;
chi, chi, quedo,
que sin casar a Juanita,
tomar estado no puedo. 1335
  —43→  
DON PEDRO
Yo no deseaba otra cosa
que lograr tan dulce empleo.
SOBRINA
Chi, chi, bajo;
chi, chi, quedo,
que si mi tía lo entiende, 1340
se pondrá como un veneno.
TÍA
Digo, Juanita.
SOBRINA
Tía.
DON PEDRO
Demonio.
DON JULIO
Oídme.
TÍA
Parece que no entiendes
lo que te dicen. 1345
SOBRINA
Tía, no haya usted miedo
que se me olvide.
DON JULIO
No haya usted miedo,
que se le olvide.
Aquí hay para Juana novio. 1350
 

(Presenta a DON PEDRO.)

 
DON PEDRO
Dichoso, si os la merezco.
TÍA
Chi, chi, al punto.
TODOS
Sí, sí, luego.
TÍA
Pues casémonos nosotros.
DON JULIO
Señora, no soi soltero. 1355
TÍA
¡O siglo de hombres falsos!
DON JULIO
En todos los ha habido.
TÍA
Ya no hai fe, ni palabra.
  —44→  
LOS TRES
Siempre escasas han sido.
TÍA
Antes eran atentos. 1360
DON JULIO
Con las de veinte y cinco.
TÍA
Pues yo poco más tengo.
LOS TRES
Lo poco es medio siglo.
TÍA
Mentís.
LOS TRES
¡Ah, ah, ah, ah, qué risa! 1365
TÍA
Mentís.
LOS TRES
¡Ah, ah, ah, ah, qué lindo!
TÍA
Todo está intolerable,
todo está pervertido.
LOS TRES
Todo está como estaba; 1370
pero usted ha envejecido
TÍA
Mentís.
LOS TRES
¡Ah, ah, ah, ah, qué risa!
TÍA
Mentís.
LOS TRES
¡Ah, ah, ah, ah, qué lindo! 1375
DON JULIO
Deje correr el mundo,
que siempre será el mismo.
No le pida a el Invierno
los frutos del Estío.
LOS TRES
No le pida al Invierno 1380
los frutos del Estío.

 
 
FIN
 
 



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