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  —86→  

ArribaAbajoActo IV


Scena I

 

TESEO y ENONE.

 
TESEO
Cielos, ¿qué es lo que escucho? ¿Un temerario,
un vil traidor, ultrage tan extremo
al honor de su padre preparaba?
¡Cómo me afliges, o destino fiero!
Yo no sé dónde estoi, ni sé tampoco 5
dónde mis pasos van. ¡O afectos tiernos!
¡O bondades mui mal recompensadas!
¡Proyecto atroz! ¡Horrible pensamiento!
¡Idea detestable! ¡El insolente
por conseguir sus bárbaros deseos 10
imploraba el recurso de la fuerza!
Yo he visto por mis ojos ese azero
que el instrumento ha sido de su rabia,
ese azero infeliz que en otro tiempo
mi mano le entregó para otros usos; 15
ni aun de la sangre el lazo más estrecho
le pudo detener, ¿y Fedra hacía
vivir a este traidor con su secreto?
¿Quería su indulgencia sin venganza
dexar tanta maldad?
ENONE
Este silencio
20
era en Fedra, Señor, únicamente
por no causar dolor a un padre tierno,
vergonzosa del bárbaro designio
de un amante juicioso, y del perverso
amor en que por ella se ha inflamado; 25
Fedra moría, y con valor resuelto
iba a extinguir de sus amantes ojos
la luz siempre inocente; yo le veo
el brazo levantar, corro ligera
a impedir aquel golpe y le detengo; 30
yo soy quien hasta aquí la ha conservado
a las caricias del afecto vuestro;
y lastimada a un tiempo de sus penas
y vuestras inquietudes, mi leal zelo
ha servido de intérprete a su llanto. 35
  —87→  
TESEO
El infame, no pudo su vil pecho
dexar de conturbarse en mi presencia,
yo le observé quando llegó a mi encuentro,
temblando de temor y las tibiezas
de sus fríos abrazos, de mi afecto, 40
el corazón, ternura... pero dime,
¿en Atenas había descubierto
ese culpable amor que lo devora?
ENONE
Acordaos, Señor, de los lamentos
con que la Reyna se quexaba; su odio 45
de este amor delinquente era el efecto.
TESEO
¿Luego volvió a encenderse aquí en Trecena?
ENONE
Ya os dicho, Señor, todo el suceso;
la Reyna quedó sola y entregada
a la angustia mortal de sus tormentos, 50
permitidme que vaya a acompañarla.


Scena II

 

TESEO y HIPÓLITO.

 
TESEO
¡Ah!, vele aquí el traidor, ¡Dioses eternos!
¿Quién viendo aire tan noble no se dexe
engañar como yo? ¡Divinos Cielos!
¿Es posible que pueda en el semblante 55
de un adúltero vil que arde en incesto
brillar de la virtud el soberano
y sagrado carácter? ¿Pues que el pecho
de los falsos mortales no debiera
reconocerse con indicio cierto? 60
HIPÓLITO
¿Mi respeto filial podrá atreverse
a preguntaros qué funesto ceño
turba, Señor, vuestro semblante augusto?
¿Os dignáis confiar este secreto
a mi rendida fe?
TESEO
¡Pérfido! ¡Indigno!
65
¿Y tú tienes valor y atrevimiento
de parecer delante de mis ojos?
Monstruo feroz, a quien ha mucho tiempo
—88→
que los rayos perdonan; resto infame
de los viles malvados, que mi esfuerzo 70
destruyó por vengar a todo el mundo;
después que los ardores de tu fuego
llenos de impuro horror han insultado
de tu padre infeliz el nupcial lecho,
¿aún tienes la osadía de venirme 75
a presentarme un rostro tan perverso?
¿Tú a parecer te atreves en lugares
testigos de tus bárbaros excesos,
y no vas a buscar en otras tierras
Climas desconocidos, donde el eco 80
de mi nombre jamás haya llegado?
Huye de aquí, traidor, vete corriendo
y no irrites mi enojo, ni provoques
una furia que apenas la contengo;
a mí me basta el infeliz oprobio 85
de haber dado la vida a un monstruo fiero,
sin que también tu muerte a Esparta vengue
hoi la ilustre memoria de mis hechos;
huye pues de aquí, infame, si no quieres
que yo junte con los monstruos fieros 90
que castigó mi mano; ten cuidado
de que jamás el Sol vea que has puesto
la temeraria planta en este sitio;
huye te digo, y arrastrando luego
tus pasos donde nunca vuelva a verte, 95
libra mis Reynos de tu noble aspecto;
y tú, Neptuno, tú, Numen sagrado,
que eres mi tutelar; si en otro tiempo
mi valor ha limpiado tus orillas
de infames asesinos, haz recuerdo 100
de que por premio tú me prometiste
el premio concederme de mis ruegos;
en mi larga prisión no he reclamado
tu poder inmortal; pues mis deseos
avaros del socorro prometido 105
de tu palabra en el sagrado empeño,
a costa de el dolor se reservaban
para implorarte en casos más estrechos;
hoi te imploro, Neptuno, venga airado
a un infelice padre; yo te entrego 110
ese traidor a toda tu violencia;
sí; a tu violencia, a tu rigor severo.
  —89→  
HIPÓLITO
¿Qué es lo que escucho, Dioses? ¿Fedra acusa
a Hipólito de ardores y deseos?
Este exceso de horror confunde a mi alma; 115
tantos golpes, tan bárbaros y fieros
a un tiempo me comprimen y me quitan
la razón, las palabras y el aliento.
TESEO
Traidor, tú imaginaste que sin duda
Fedra sepultaría en el silencio 120
el brutal desacato de tu arrojo;
pero debías, quando fuiste huyendo,
no abandonar tan torpe y ciegamente
en las manos de Fedra el vil azero;
a antes era mejor que completando 125
las bárbaras perfidias de tu pecho
la quitases la vida y las palabras.
HIPÓLITO
Irritado, Señor, de que os han hecho
creer mentira tan vil, ahora debiera
deciros la verdad; pero reservo 130
un secreto que debe disgustaros;
aprobad la templanza y el respeto
que me quitan la voz, y sin que quiera
vuestro afán aumentarse los tormentos,
examinad mi vida solamente 135
y pensad en quien soi; algún exceso
precede siempre a los delitos grandes;
aquel que empieza de lo justo y recto,
él confía a pasar, luego se excede,
y viola injusto todos los derechos; 140
los delitos a igual de las virtudes
tienen su progresión; no tiene exemplo
que la inocencia pase de repente
al extremo desorden; ni mui presto
de un hombre que es virtuoso se hace 145
un impío, un incestuoso o asesino fiero
formado yo en el seno de una casta;
heroína respetable, con mis hechos;
jamás he desmentido mi alto origen;
después quiso dignarse el gran Piteo 150
tenido entre los hombres por mui sabio
de educar mi niñez, desde el momento
que salí de los brazos de mi madre;
yo, Señor, alabarme no pretendo,
—90→
mas si alguna, virtud en mí reside, 155
he hecho ver sobre todo un odio terco
a ese mismo delito que me imputan;
sólo por él, Hipólito, se ha hecho
conocer en la Grecia, y su desvío
pasaba de virtuoso a ser grosero. 160
Todos saben, Señor, de mis disgustos
el rigor inflexible; el mismo Cielo
no es más puro que mi alma y sin embargo
quieres que yo inflamado en tan vil fuego...
TESEO
Sí, cobarde, y es ese mismo orgullo 165
el que más te condena; ahora comprendo
el odioso principio que ha tenido
su pertinaz y rústico despego;
Fedra sola encantaba tus osados,
tus impúdicos ojos; y tu pecho 170
insensible al alhago y la hermosura
de otro objeto, miraba con desprecio
de una llama inocente los ardores.
HIPÓLITO
No, mi padre; este pecho (ya no es tiempo
de ocultartelo más) no ha desdeñado 175
de un casto amor el encendido fuego;
os confieso mi culpa verdadera:
Señor, yo amo, es cierto, Aricia sola
ha sugetado a su divino Imperio
mi corazón; la hija de Palante 180
ha vencido a vuestro hijo; yo la quiero,
y mi alma a vuestras órdenes rebelde
no puede suspirar por otro objeto.
TESEO
¿Será verdad que tú quieres a Aricia?
Pero no, el artificio es mui grosero; 185
y te finges ahora delinquente
por esconder delito más horrendo.
HIPÓLITO
Ha seis meses, Señor, que aunque la evito,
a mi pesar la adoro; y mi respuesta
ahora venía temblando a confesarte 190
mi temerario amor; ¿pero qué es esto?
¿Queréis que os haga horrible juramento?
—91→
Que la tierra y el Cielo me confunda,
que la naturaleza...
TESEO
A los perversos
cuesta siempre mui poco el ser perjuro; 195
cierra, indigno, los labios indiscretos
si tu falsa virtud artificiosa
hallar no puede más seguros medios.
HIPÓLITO
¡Ay Señor! ¡Mi virtud falsa os parece
y llena de artificio! Pero pienso 200
que Fedra en su interior me hará justicia.
TESEO
Tu osadía insolente ahora de nuevo
irrita mi rencor.
HIPÓLITO
Señor, ¿qué tierra,
qué tiempo prescribía a mi destierro?
TESEO
Si más alla te vieran mis furores 205
de las columnas de Hércules, aún creo
que estaría mui cerca de un indigno.
HIPÓLITO
Cargado con delito tan horrendo
como el que me atribuís, ¿qué amigos pueden
si vos me abandonáis, verme sin tedio? 210
TESEO
Vete a buscar en otra parte amigos
cuyo espíritu aplauda el adulterio,
otros traidores pérfidos e ingratos,
sin honor y sin fe, que compañeros
merezcan ser de un impío como tú eres. 215
HIPÓLITO
De adulterio, perfidias, y de incesto
me estáis hablando siempre... nada
pero Fedra, Señor, nació de un seno
de un seno, de una sangre que está llena
más que la mía de esos desafueros. 220
TESEO
¡Que insolente! ¿Tu rabia despechada
pierde ya toda suerte de respeto?
Por la postrera vez yo te lo mando;
quítate de mis ojos, vete luego;
vete de aquí, traidor, huye de mi enojo, 225
—92→
no esperes a que un padre de ira lleno
te haga arrancar por fuerza de su vista.
 

(Vase HIPÓLITO.)

 


Scena III

 

TESEO solo.

 
TESEO
¡Miserable! A la muerte vas corriendo.
Neptuno, por el río que es temible,
aun a los Dioses me hizo juramento 230
de executar sin falta su promesa;
un Numen vengador te va siguiendo;
y no puedes huirle; yo te amaba
y ya por ti se me estremece el pecho;
mas tú me has precisado a condenarte; 235
no ha habido padre en todo el Universo
tan cruelmente ultrajado; Santos Dioses,
que miráis mi dolor, y mis tormentos,
¿cómo di yo la vida a tan mal hijo?


Scena IV

 

FEDRA y TESEO.

 
FEDRA
Señor, de temor llena a hablaros vengo; 240
vuestra terrible voz a mí ha llegado
y recelo que siga un pronto efecto
a vuestras amenazas; si aún no es tarde,
respetad vuestra sangre; yo os lo ruego
con lástima mirad vuestra familia; 245
libradme del horror de estarla oyendo
dar siempre contra mí tristes clamores;
no me prepare vuestro enojo fiero
el dolor de causar que cruel derrame
su propia sangre el ímpetu paterno. 250
TESEO
No Señora; hasta aquí no se ha teñido
mi mano con mi sangre; no por esto
se ha escapado el traidor de mi venganza
otra mano divina sabrá hacerlo
—93→
con más seguros golpes; ya Neptuno 255
que me hizo el más solemne ofrecimiento
va a executarle, y quedaréis vengada.
FEDRA
¡Neptuno a executarle! ¡Justo Cielo!
¿Por qué vuestro furor...?
TESEO
Y qué, Señora,
¡su castigo pudiera entristeceros! 260
Vos debierais juntaros con mis iras,
pintarme sus delitos, sus excesos
con todo el colorido de su infamia,
y encender de mi enojo lo violento;
vos aún no conocéis de sus maldades 265
toda la iniquidad, y sus despechos
contra voz se derraman en injurias;
dice que vuestros labios están llenos
de imposturas atroces; que sostiene
que su amor y su fe se sometieron 270
a las gracias de Aricia, y que la adversa...
FEDRA
Qué, Señor...
TESEO
Es lo que ha dicho ha poco tiempo,
pero yo he conocido su artificio;
vámonos pues, Señora, y esperemos
que el gran Neptuno nos hará justicia; 275
yo dirijo mis pasos a su Templo
para pedirle al pie de sus altares
que cumpla su inviolable juramento.
 

(Va.)

 


Scena V

 

FEDRA sola.

 
FEDRA
¡Cielos Divinos! ¿Qué es lo que he escuchado?
¿Qué noticia cruel, qué activo fuego 280
mal extinguido se despierta en mi alma?
¡Qué rayo atroz! ¡Qué aviso tan funesto!
Yo volaba al socorro de su hijo,
y arrancándome rápida del seno
—94→
de la espantada Enone, ya cedía 285
al tirano y voraz remordimiento
que me comprime el ánimo. ¿Y quién sabe
a dónde iba a parar mi dolor fiero?
Quizá yo misma hubiera consentido
en declarar mi engaño, y si el aliento 290
no me faltara allí, tal vez se hubiera
salido de mis labios el secreto.
¡Santos Dioses! ¿Hipólito es amante?
¿Él tiene un corazón sencillo y tierno,
y a mí me tiene horror? ¿Aricia sola 295
tiene su corazón, logra su afecto?
¡Ay mísera de mí! Quando el ingrato
inexorable a mis rendidos fuegos
armaba contra mí sus fieros ojos,
y ponía en su rostro siempre insensible, 300
así se armaba contra todo el sexo,
¡pues quál era mi error! ¡Otra ha sabido
sugetar su altivez, otra está viendo
en sus ojos crueles más ternezas!
Tal vez él tiene un corazón ligero 305
fácil de enamorarse, y soi sólo
objeto que a su amor le causa tedio;
y yo me encargaría del cuydado
de prostituir mi honor por defenderlo.


Scena VI

 

FEDRA y ENONE.

 
FEDRA
¿Sabes, Enone mía, lo que acaba 310
de escuchar mi dolor?
ENONE
No; mas yo vengo
temblando del designio que os hacía
buscar al Rey, porque quedé temiendo
algún favor que os fuese muy dañoso.
FEDRA
Enone mía, ¿quién pudiera creerlo? 315
Hipólito es amante.
ENONE
¿Es amante?
  —95→  
FEDRA
Amante que idolatra y ya no puedo
tener la menor duda; ese salvage
enemigo feroz, ese severo
áspero corazón que yo creía 320
incapaz de domar, ese sobervio
que nunca osé mirar sino temblando,
ya sometido, dócil y sugeto
halló quien le rindiera; en fin, Aricia
ha encontrado el camino de su pecho. 325
ENONE
¡Aricia! ¿Qué decís?
FEDRA
Dolor amargo
que aún no había probado. ¿A qué tormento
nuevo y horrible estaba reservada?
Quanto he sufrido hasta ahora... mis despechos,
mis temores, la viva voraz llama 330
de mis furiosos incendarios fuegos;
la injuria de sus bárbaros desdenes,
y el horror de mi cruel remordimiento,
aún no es sombra ligera, aún no es amago
a el horrible tormento que padezco. 335
¡Ellos se quieren! ¿Cómo? ¿Y han podido
alucinar mis ojos y mis zelos?
¿Cómo han podido verse? ¿Desde quándo?
¿En qué lugar? ¡O Dioses! Dilo presto,
tú lo sabes, cruel; ¿pues por qué causa 340
no me has dicho ese bárbaro secreto?
¿Por qué no me has instruido de su ardiente
disimulado amor? Dime: ¿los vieron
hablarse muchas veces? ¡Santos Dioses!
Ellos podían verse sin recelos; 345
los Cielos aprobaban la inocencia
de sus suspiros blandos y alhagüeños;
ellos seguían sin zozobra alguna
la dulce inclinación de sus afectos
y para ver su amor amanecían 350
todos los días claros y serenos;
pero yo triste objeto, infeliz blanco
de la naturaleza andaba huyendo
de el Cielo, de la luz y aun de mí misma;
la muerte era el Dios solo que mi alma 355
se atrevía a implorar, y cada instante
de mi vida fatal era un despecho
—96→
de hiel y llanto sólo alimentada,
y de testigos llena, en mi desvelo
no tenía siquiera el triste alivio 360
de llorar a mi gusto, ni mi pecho
gozaba este placer sino temblando
y obligada a ocultar mis males fieros
con sereno semblante, era preciso
privarme de mi llanto mucho tiempo. 365
ENONE
Mas, Señora, ¿qué fruto sacar puedes
de sus vanos inútiles afectos?
Ellos no volverán a verse nunca.
FEDRA
Pero se amarán siempre. ¡Ay qué tormento!
En este instante mismo en que te hablo 370
quizá se están burlando del despecho
de una insensata y desgraciada amante
y a pesar de su padre y del destino
que los va a separar, de amarse siempre
renovándose están los juramentos; 375
no, me falta el valor; de sus amores
ni siquiera la idea sufrir puedo;
ten compasión, Enone, de mi vida
fuerza es perder a Aricia, llegó el tiempo
de dispertar las iras de mi esposo 380
contra una odiosa sangre, y ahora quiero
excitarle a castigos más crueles,
los más feroces y los más violentos;
este furor, delito de la hermana,
es mayor que el de todos sus abusos 385
y para que mis zelos se despiquen
he de valerme de él... ¿Pero qué es esto?
¿Dónde va mi razón? Que, yo...
y aun el mismo Teseo a quien preparo
hacer ministro de mi cruel venganza 390
mi esposo vive? ¡Yo rabio de zelos!
¿Y por quién rabio? ¿Quál es la persona
que solicita mis delirios griegos?
Cada palabra de éstas me estremece,
y hace que se me ericen los cabellos; 395
yo he completado toda la medida
de mis delitos bárbaros y horrendos
ya consume mi honor y ya respira
—97→
a un tiempo la impostura y el incesto;
mis homicidas manos ya despiertas 400
están para vengarse, y sus deseos
son de mancharse en la inocente sangre.
¡Miserable! ¿Y aún duran mis alientos?
¿Y puedo sostener la vista airada
de este sagrado Sol de quien desciendo? 405
Yo cuento por abuelo al alto padre
y Señor de los Dioses; todo el Cielo
y el mundo lleno está de mis mayores.
¿Dónde me esconderé? ¿Dónde huir puedo
para que no me vean? Ea huyamos 410
a la noche infernal. ¿Pero qué pienso?
Mi padre tiene allá la fatal urna,
él preside en la estancia de los muertos;
a su severa e inflexible mano
el hado la confió, y en el Aberno 415
a las pálidas sombras, menos juzga;
quál será su dolor, quál su tormento,
quando la suya absorta y espantada
vea a su hija por fuerza, descubriendo
tan diversos delitos, y delitos 420
quizá ignorados en el mismo Infierno;
¿qué dirás padre mío, quando mires
tan funesto espectáculo? Ya veo
caer la urna terrible de tus manos;
ya te veo buscando atroz y nuevo 425
espantoso suplicio, y que te haces
de tu sangre infeliz verdugo fiero;
perdona; un Dios cruel, un Dios terrible
tu familia ha perdido por entero;
conoce su venganza en los furores 430
de tu hija miserable. ¡Santo Cielo!
Jamás mi triste amor recogió el fruto
de los delitos bárbaros y horrendos,
cuyo error me persigue, y acosada
de tanto mal, ya mi postrer aliento 435
de una vida la más desventurada,
ahora voy a entregar a los tormentos.
ENONE
Ay Señora, dexad esas ideas
tan terribles y ved con otro aspecto
un error ordinario y excusable: 440
vos amáis, pero amáis con grande exceso,
—98→
es preciso ceder a su destino;
por superior encanto vuestro pecho
se vio forzado a amar; ¿son por ventura
tan nuevos, e inauditos los exemplos? 445
¿Pues que el amor no cuenta entre sus triunfos
mas que sólo el de Fedra? Este defecto
es natural en todos los humanos,
vos sois mortal, y os cupo estar sufriendo
la suerte de los otros; todos aman, 450
no sólo los mortales, los excelsos
Dioses habitadores del Olimpo,
que el delito amedrentan con tan fiero
espantoso rumor, algunas veces
se han abrazado con impuro fuego. 455
FEDRA
¿Qué es lo que escucho, Dioses? ¿Qué discursos
son los que tú pronuncias? ¿Qué consejos
son estos que me das? ¿Con que tú quieres
emponzoñarme hasta el postrer aliento?
¡Miserable! Ve aquí como has venido 460
a seducir por fin mi flaco pecho;
tú me hiciste volver a ver el día
de que ya mi razón estaba huyendo;
me obligaste con ruegos importunos
a olvidar mi virtud; todo mi intento 465
era no ver a Hipólito; tú sola
me has obligado a que volviera a verlo;
¡desdichada muger! ¿Qué es lo que hiciste?
¿De qué se fue a encargar tu infame zelo?
¿Por qué tu boca impía y mentirosa, 470
acusándole bárbara, ha cubierto
con tan negro borrón su bella vida?
Él morirá quizá, y el impío ruego
de un insensato padre será oído;
no te quiero ver más; vete, perversa 475
y odioso monstruo; vete, y a mí sola
dexa el afán de mi destino adverso;
quieran los justos Dioses dignamente
corresponder tus pérfidos consejos,
y espante tu suplicio a los infames 480
que como tú, con modos lisongeros
excitan y fomentan las flaquezas
de los Reyes incautos, que perversos
le conducen al triste precipicio
—99→
a que se inclina con fatal despecho 485
su débil corazón, y les allana
el camino de todos los excesos
aduladores viles y execrables,
presente el más funesto que los Cielos
pueden dar en su cólera a los Reyes 490
para extraviarlos del camino recto.




ArribaActo V


Scena I

 

HIPÓLITO, ARICIA y ISMENE.

 
ARICIA
Qué, Señor, ¿vos calláis a un tan urgente,
tan estrecho peligro? ¿A un padre tierno
queréis dexar en tan funesto engaño?
¡Ah cruel! Si a pesar de mis tormentos
tenéis valor de consentir sin pena 5
el no volver a verme, partid luego,
partid y separaos para siempre
de Aricia y de su amor; pero a lo menos
partid asegurando vuestra vida,
defended vuestro honor de tan funesto 10
vergonzoso baldón; ya vuestro padre
forzado revocó sus crueles ruegos;
todavía no es tarde, ¿por qué causa
queréis dexar con ánimo resuelto
el campo libre a vuestra acusadora? 15
Oíd, Señor, y decídselo a Teseo.
HIPÓLITO
¡Ay Señora! ¿Qué no le tengo dicho?
¿Podía por ventura mi respeto
al público sacar, y hacer presente
todo el infame oprobio de su lecho? 20
¿Fuera justo decirle su venganza,
y que mi lengua fuera el instrumento
de hacer que de un rubor baxo, e indigno
se llegara a cubrir su rostro regio?
Ninguna sino vos ha penetrado 25
de estos horrores el fatal misterio;
ni para desahogarse mi alma tiene
más que a vos y a los Dioses; mis afectos
—100→
no os pudieran callar lo que quería
ocultarme a mí mismo, ved si os quiero, 30
pero pensad, Señora, en el sigilo
con os he revelado este secreto;
si es posible, olvidad lo que os he dicho,
jamás se ocupe vuestro puro aliento
en contar esta trágica aventura; 35
esperemos los dos en los eternos
equitativos Dioses; ellos tienen
interés en mostrar que no soi reo;
y la infelice Fedra, castigada
tarde o temprano ya de sus excesos 40
huir no puede la ignominia justa;
esto es lo que de vos sólo deseo,
en lo demás mi colera encendida
todo se lo permite, dexad luego
la cruel esclavitud con que os afligen 45
acompañadme pues, venid huyendo,
y procurad quanto antes alejaros
de este Palacio bárbaro y funesto,
en que aire impuro la virtud respira;
aprovechaos, Señora, de este tiempo 50
porque pueda ocultarse vuestra fuga
entre la confusión en que ahora ha puesto
mi desgracia a la Corte y a los grandes;
facilitar os puede ahora los medios
de asegurar con prontitud la fuga, 55
pues que mis guardias son también los vuestros.
Ya nos llaman valientes defensores;
Argos los brazos nos está tendiendo,
también la brava Esparta nos convida;
vamos, Señora, pues; vámonos luego, 60
nuestros amigos oigan nuestras quexas
ni suframos que de este cruel momento
se pueda aprovechar la injusta Fedra
y nos arroje del Dosel paterno,
y dé nuestros despojos a su hijo; 65
la ocasión es muy buena; éste es el tiempo
de poderlo lograr, ni ahora hai peligro
que os pueda dar temor... ¿Pero qué veo?
¿Vos estáis temblando? Por vos sola,
y por vuestro interés así me enciendo. 70
  —101→  
ARICIA
Ay Señor, que tan plácido destierro
me fuera apetecible; ¡con qué gusto
me vería con vos en un desierto
de todos los mortales olvidada!
Pero no habiendo aún el Himeneo 75
consagrado el amor, ¿podré resuelta
sin ofender mi honor iros siguiendo?
Bien sé Señor, que sin romper las leyes
de la austera virtud librarme puedo
de la mano cruel de vuestro padre, 80
un enemigo feroz en todo tiempo;
que esto es arrancarme vergonzosa
del paternal y respetable seno;
y es permitido huir de sus tiranos,
mas, Señor vos me amáis, y los recelos 85
de mi decoro y gloria...
HIPÓLITO
No, Princesa;
de vuestra gloria yo cuydado tengo,
y os he venido a ver con una idea
que es más digna de vos y de mis fuegos;
partid Señora, huid de estos lugares, 90
y seguid a un esposo amante y tierno;
cúrense nuestras míseras desgracias,
pues así lo ha ordenado el alto Cielo;
ya de nadie dependen nuestros votos,
no siempre se ilumina el Himeneo 95
con brillantes antorchas; en las puertas
de la misma Trecena, y no muy lejos
de esas tumbas antiguas sepulturas
de mis progenitores, se ve un Templo
terrible y formidable a los perjuros; 100
de su sagrado y respetuoso centro
no tienen osadía los mortales
de profanar los santos juramentos;
el pérfido recibe un riguroso
inmediato castigo; y con el miedo 105
de encontrar una muerte inevitable,
la mentira no tiene mayor freno;
en este Templo, pues, de un amor santo,
con religioso voto juraremos
el vínculo inmortal; los mismos Dioses, 110
que se adoran en él, del lazo eterno
serán fieles testigos y nosotros
—102→
con su mismo fervor les rogaremos,
que nos quieran allí servir de padres;
yo imploraré su auxilio con respeto, 115
invocaré de todas las Deidades
los nombres más sagrados, más excelsos;
la casta Diana, la divina Juno,
y estos Dioses, en fin, que de mi afecto
habrán sido testigos, los fiadores 120
serán también de mis ofrecimientos.
ARICIA
Ay Señor, el Rey viene, idos volando
y partid prontamente; yo un momento
me quedo aquí por ocultar mi fuga;
partid pues, y dexadme algún sugeto 125
que mis tímidos pasos encamine.
 

(Vase HIPÓLITO.)

 


Scena II

 

TESEO, ARICIA y ISMENE.

 
TESEO
Eternos Santos Dioses, que estoy viendo
la obscura turbación en que vacilo,
mostradme la verdad que busco inquieto.
ARICIA
Ve a disponerlo todo, fiel Ismene, 130
y dispón nuestra fuga en el momento.
 

(Vase ISMENE.)

 


Scena III

 

TESEO y ARICIA.

 
TESEO
Vos mudáis de color, y me parece
que se turba vuestra alma con mi aspecto;
mas, Señora, decid: ¿qué es lo que hacía
Hipólito con vos en este puesto? 135
ARICIA
Señor, se despedía para siempre.
  —103→  
TESEO
Vuestros ojos hermosos y alhagüeños
han sugetado su valor esquivo,
y han sabido inspirar los primeros
suspiros fervorosos, que ha exhalado 140
su pecho hasta aquí, rudo.
ARICIA
Yo no puedo
negaros la verdad, él no ha heredado
vuestra adversión injusta.
TESEO
Yo os entiendo;
os estaba jurando amor constante,
mas no os aseguréis en los afectos 145
de sus labios falaces, porque a otras
hace también los mismos juramentos.
ARICIA
¿Él, Señor?
TESEO
Sí Señora, y vuestro alhago,
menos falso y traidor debiera creerlo;
¿cómo podréis sufrir que de este enojo 150
se divida un amor?
ARICIA
¿Cómo vos mesmo
podéis sufrir que tales imposturas
se atreven a empañar el cristal terso
de una vida tan bella? ¿Que tan poco
conocéis las virtudes de su pecho? 155
¿Sois capaz de culpar a la inocencia
de delitos tan pérfidos y horrendos?
¿Será posible que una espesa nube
a vuestra vista sola está cubriendo
una virtud que a la de todos brilla? 160
¡Ay Señor! Vos estáis ahora mui ciego
y le entregáis con bárbara injusticia
de las pérfidas lenguas el veneno;
dexad ese furor, y arrepentíos
de vuestros impíos y mentidos ruegos; 165
temed, Señor, temed que el Cielo justo
indignado del mero rigor vuestro
os aborrezca tanto que os conceda
tantos impíos sacrílegos deseos;
muchas veces coléricos reciben 170
un sacrificio bárbaro y sangriento,
—104→
su misma aceptación entonces suele
ser la fiera mayor de los excesos.
TESEO
Vos pretendéis en vano disculparle
de un hecho tan atroz, y vuestro afecto 175
os quita la razón por este infame;
mas yo testigos tan seguros tengo
que irrecusables son; yo mismo he visto,
yo vi correr un llanto verdadero.
ARICIA
¡Ay Señor! Proceded con más cautela; 180
vuestro invencible generoso aliento
de muchísimos monstruos excecrables
ha logrado librar al Universo;
pero todos, Señor, no están destruidos
y todavía alguno está viviendo... 185
Mas vuestro hijo me impide que tenga,
pues estando enterada del respeto
que os conserva, ya sé que os aflige
si acabara el discurso así siguiendo
su pudor reverente; me retiro, 190
porque no se aventure mi silencio.


Scena IV

 

TESEO y guardias.

 
TESEO
¿Quáles son las ideas ¡Cielo Santo!
que oculta este discurso? ¿Éste a mí
pretende deslumbrarme con alguna
fabulosa ficción? ¿Están de acuerdo 195
los dos para apurarme? Mas yo mui
a pesar de un enojo tan severo...
¿Qué vos tan compasiva es la que escucho?
¿Qué secreto piadoso sentimiento
me turba el corazón, y me confunde? 200
Segunda vez a Enone preguntemos,
yo quiero examinar muy por menores
todas las circunstancias del secreto,
dadme luz ¡Cielo Santo! en esto... mo.
Guardias, llamad a Enone y mui presto. 205

  —105→  

Scena V

 

TESEO y PANOPE.

 
PANOPE
¡Ay Señor! Yo no sé lo que la leona
está ahora meditando; pero...
de la horrible inquietud en que la miro,
una furia mortal, un cruel despecho
altera su belleza; y su tez cubre 210
el color de la muerte macilentos;
con cólera y furor de su presencia
a Enone despidió; y ésta fue luego
a arrojarse de el mar en lo profundo;
no se sabe qué causa a un horrendo 215
designio la ha obligado; mas las ondas
la han sumergido a nuestros ojos mesmos...
TESEO
¡Qué es lo que escucho, Dioses Soberanos!
¡Ay de mí desdichado!
PANOPE
Este suceso
no ha calmado a la Reyna, antes parece 220
que su inquietud se aumenta por momentos;
algunas veces por templar su angustia
dice que quiere ver sus hijos tiernos;
los mira, los abraza y los inunda
en el llanto que vierte sobre ellos; 225
pero de allá a un instante la abandona
aquel dulce y materno sentimiento,
y con violenta mano los rechaza
y desvía de sí como con tedio;
camina incierta sin saber adónde; 230
sus ojos vacilantes y perplexos
a ninguno conocen; por tres veces
se puso ahora a escribir con grande empeño,
y otras tantas rompió lo que había escrito;
¡ay Señor!, por los Dioses, id vos mesmo, 235
dignaos de socorrerla.
TESEO
¡Cielos Santos,
se mata Enone con furor violento!
¿Y Fedra morir quiere? ¡Ah!, que me llamen,
que venga mi hijo aquí; ya estoi dispuesto
—106→
a escuchar sus defensas; tú Neptuno, 240
no precipites ahora tus funestos
crueles beneficios, aunque nunca
vuelvas a oír con atención mis ruegos;
yo he creído quizá muy fácilmente
testigos poco fieles, y muy presto 245
hacia a ti levanté mis crueles manos;
¡qué feroz será, Dioses, mi despecho
si se cumplen mis votos!
 

(Vase PANOPE.)

 


Scena VI

 

TESEO y TERAMENE.

 
TESEO
Teramene,
¿adónde mi hijo está? Yo a tu leal zelo
le confié; pero dime, ¿de qué nace 250
ese llanto que triste estás vertiendo?
¿Dónde Hipólito está?
TERAMENE
¡Cielos sagrados!
¡Qué afanes tan tardíos y superfluos!
¡Terneza inútil! ¡Vanas atenciones!
¡Ya Hipólito murió!
TESEO
¡Dioses eternos!
255
TERAMENE
Yo he visto perecer el más amante
de todos los mortales y aún me atrevo
a decir al más puro e inocente.
TESEO
¡Ya Hipólito murió! ¿Qué es esto, Cielos?
¿Quando mi amor le abría ya mis brazos 260
para abrigarle en mi paterno seno
su muerte precipitan? Pero dime,
¿cómo ha sido este golpe tan funesto?
TERAMENE
Salimos por las puertas de Trecena,
Hipólito en su carro iba suspenso, 265
los Guardias que le cercan le acompañan
imitando su lúgubre silencio;
—107→
caminaba confuso, y a Emizeras
sus tristes pasos iba dirigiendo;
su mano abandonada, desmayada, 270
las riendas que pendían sin esfuerzo
sobre la crespa crin de sus caballos;
estos caballos vivos y sobervios,
que llenos de un ardor noble y fogoso
obedecían de su voz al eco, 275
con veloz prontitud, ahora abatidos
con ojos mustios, con caído cuello
parecían que se iban conformando
con las tristes ideas de su dueño.
En este instante un grito pavoroso 280
que del fondo del mar salió violento,
turba el quieto reposo de los aires,
y otra voz formidable que del seno
de la tierra salía, le responde
con espantosos hórridos acentos; 285
al oírlo la sangre en nuestras venas
se yela de temor y desaliento;
la crin se les eriza a los caballos,
y poco a poco sobre el campo terso
del mar undoso, una húmeda montaña 290
se va elevando, y crece en poco tiempo;
la ola se acerca, choca, se revienta,
y allí vomita a nuestros ojos mesmos
un monstruo formidable; su ancha frente
está armada con puntas, su gran cuerpo 295
se juzga invulnerable, pues le cubre
las escamas y conchas; y hecho a un tiempo
impetuoso dragón, todo indomable,
su cola enrosca en mil giros diversos;
sus furiosos horrísonos bramidos 300
retumban en la orilla, y hasta el Cielo
ve con horror un monstruo tan horrible;
tiembla la tierra, se estremece el viento;
la ola que le cargó ceja espantada;
todos huyen medrosos y dispersos, 305
y sin armarse de valor inútil
buscan asilo en el vecino Templo;
sólo Hipólito, sólo aquel glorioso
hijo digno de un Héroe se está quieto,
detiene sus caballos atrevidos, 310
toma sus armas, busca al monstruo fiero,
—108→
y disparando con segura mano
un dardo contra él, le abre en el seno
una profunda y dilatada herida;
el monstruo da bramido, y aún más recios; 315
y sensible al dolor, lleno de rabia
al pie de los caballos cae luego;
se rebuelca, y furioso les presenta
una boca inflamada, cuyo aspecto
los llena de terror, y en un instante 320
los cubre de humo, espuma, sangre y fuego;
entonces el temor nos arrebata,
corren precipitados, y ni el freno
ni la voz les detiene; su triste Amo
se consume en inútiles esfuerzos; 325
mas los caballos con espuma roja
el bocado ensangrientan siempre huyendo;
aún se dice que un Dios cruel e irritado,
los iba allí picando, y así el miedo
que entre aquella roca los despedaza, 330
cruge el exe, se rompe, y el excelso,
el intrépido Hipólito, su carro
ve volar por el aire ya desecho
en menudas astillas, al fin cae
enredado en las riendas; ¡o tormento! 335
Excusad mi dolor, esta terrible
imagen cruel sera para mi afecto
eterno origen de un amargo llanto;
yo vi, Señor, yo vi con dolor fiero
arrastrar a vuestro hijo por los propios 340
caballos que criado había él mesmo,
él quiere detenerlos y les grita,
pero su misma voz les da más miedo,
se precipitan más desenfrenados,
y el cuerpo de aquel Héroe en breve tiempo 345
se hace todo una llaga; aquellos campos
resuenan con las voces y los ecos
de nuestros tristes gritos; finalmente
cede de los caballos el aliento,
y se paran no lexos de esas tumbas, 350
en donde de los Reyes sus abuelos
yacen depositadas las reliquias;
corre a encontrarle mi angustiado zelo,
la guardia me acompaña, y es su sangre
el rastro que dirige el paso nuestro; 355
—109→
las rocas, y peñascos que pasamos
de un roxo color están cubiertas,
y los abrojos que aún goteando estaban
nos mostraba sus míseros cabellos;
llego por fin, le llamo por su nombre, 360
él me tiende la mano, y abre tierno
sus moribundos ojos que al instante
cierra otra vez y dice: amigo, el Cielo
una inocente vida va a quitarme;
después que yo fallezca sirve atento 365
a la infeliz Aricia, y si mi padre
mi inocencia algún día conociendo
compadece de un hijo la desgracia,
dile, querido amigo, con respeto,
que para apaciguar mi triste sangre 370
y a mi sombra doliente dar consuelo,
trate con más dulzura a su cautiva,
que le vuelva piadoso... A estos acentos
el Héroe expira, y no dexa en mis brazos
más que un cuerpo disforme, triste objeto 375
en que triunfa la saña de los Dioses
con cruel afán, y que los ojos mesmos
de su padre infeliz desconocieron.
TESEO
¡O hijo querido mío! ¡O hijo tierno
de que yo por mi mano me he privado! 380
Dioses terribles, que mis votos necios
cruelmente habéis oído: ¿a qué mortales
disgustos reserváis mi triste aliento?
TERAMENE
En el instante llega la inocente
y temerosa Aricia, a la que huyendo 385
de vuestra ira, Señor, venía a aceptarlo
por esposo en aquel sagrado Templo;
se acerca presurosa y ve la yerva
que humea con la sangre; mira luego,
(¡qué objeto, Santo Dios, para los ojos 390
de una infeliz muger que está queriendo!)
mira a Hipólito yerto, y estendido
sin forma de color por algún tiempo;
duda de su infortunio, no conoce
al Héroe que idolatra; le está viendo, 395
y pregunta por él; pero al fin, cierta
de que es su esposo aquel cadáver yerto
—110→
con una triste y pavorosa ojeada
acusa la barbarie de los Cielos,
y cae el pie de su infeliz amante 400
desmayada, sin fuerza y sin aliento;
la fiel Ismenia que a su lado estaba
anegada en su llanto, corre luego,
y en sí la hace volver; más que a la vida
evoca su sentido a los lamentos; 405
y detestando yo la luz del día,
a deciros, Señor, vengo corriendo
la voluntad postrera de aquel Héroe,
y a cumplir el encargo lastimero,
con que su corazón ya moribundo 410
sobre mí reposó... pero a este puesto
se dirige su bárbara enemiga.


Scena VII

 

TESEO, FEDRA, TERAMENE, PANOPE y Guardia.

 
TESEO
Ya por fin se ha logrado vuestro anhelo,
ya Hipólito murió; ¡ah!, ¡qué razones
tengo de desconfiar, cómo un recelo, 415
una sospecha cruel, y bien fundada
lo justifica y me debora el pecho!
Pero, por fin Señora, ya ha espirado;
gozad del fruto cruel de vuestro ceño,
y os consuele su trágico desastre 420
legítimo o injusto; yo consiento
en que mis ojos siempre estén cerrados,
y quiero persuadirme a que era reo,
pues que vos lo ocultáis, al llanto mío
su muerte ofrece suficiente objeto, 425
sin que emprenda buscar luces odiosas,
que no siendo capaces de volverlo
a mi justo dolor, sólo serían
capaces de aumentarme los tormentos;
dexadme pues, que lexos de esta orilla 430
me parece que todos ven con tedio
mi injusticia cruel; mi grande nombre
de mi dolor aumentan lo violento,
pues menos conocido, lograría
ocultarme mejor del Universo; 435
—111→
estoy aborreciendo hasta el cuidado
con que me honran los Dioses, y voy luego
a llorar sus mortíferos favores
sin fatigarlos con mis tristes ruegos;
por más que hagan por mí, ya no me pueden 440
valer los que tiranos y sangrientos
me han quitado hasta el ser.
FEDRA
Teseo, oídme.
Ya es tiempo de que rompa mi silencio,
y de que al fin mi injusto labio aclare
la inocencia y candor del hijo vuestro, 445
él no era delinquente.
TESEO
¡Infeliz padre!
Sólo por vos le condené severo;
inhumana, pensáis que ahora os disculpa...
FEDRA
Mirad que son preciosos los momentos;
escuchadme Teseo: yo soy sola 450
quien sobre tu hijo casto y de honor lleno
eché profanos e incestuosos ojos,
el Cielo puso en mi infelice pecho
una funesta llama; la impía Enone
conduxo lo demás; tube recelo 455
de que Hipólito fuera a descubriros
todo el horror de mis infames fuegos;
la malvada, abusando de la estrema
flaqueza en que me vio, logra el momento,
y se adelanta pérfida a acusarlo; 460
ella se dio el castigo de su exceso;
en el mar por huir de sus furores
se dio muerte, aunque dulce, y ya el azero
hubiera terminado mi destino,
sino hubiera pensado que muriendo 465
dexaba sospechada a la inocencia;
por eso quise a vuestros ojos mesmos
exponer mi delito, y al sepulcro
baxar por un camino aunque más lento;
ya he bebido, Señor, ya está en mis venas 470
un horrible mortífero veneno
que hasta aquí trajo Medea; ya ha llegado
hasta mi corazón su altivo esfuerzo
—112→
y en él derrama un frío que le yela,
ya no puedo mirar sino entre velos 475
al Cielo y al esposo, a quienes sirve
de ultrage mi presencia; y ya extinguiendo
las luces de mis ojos la cruel muerte
al día restituye el puro aliento
que infestaba lo atroz de mis delitos. 480
PANOPE
¡Ay Señor, que ya espira!
TESEO
Justos Cielos,
¿por qué también no espira con su vida
la memoria de un hecho tan perverso?




 
 
FIN