Salimos por las
puertas de Trecena, | |
Hipólito en su carro iba suspenso,
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los Guardias que le cercan le acompañan | |
imitando
su lúgubre silencio;
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caminaba confuso, y a Emizeras
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sus tristes pasos iba dirigiendo; | |
su mano abandonada,
desmayada, | 270 |
las riendas que pendían sin esfuerzo
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sobre la crespa crin de sus caballos; | |
estos caballos
vivos y sobervios, | |
que llenos de un ardor noble y fogoso
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obedecían de su voz al eco, | 275 |
con veloz prontitud,
ahora abatidos | |
con ojos mustios, con caído cuello
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parecían que se iban conformando | |
con las tristes
ideas de su dueño. | |
En este instante un grito pavoroso
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que del fondo del mar salió violento, | |
turba
el quieto reposo de los aires, | |
y otra voz formidable que
del seno | |
de la tierra salía, le responde | |
con
espantosos hórridos acentos; | 285 |
al oírlo
la sangre en nuestras venas | |
se yela de temor y desaliento;
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la crin se les eriza a los caballos, | |
y poco a poco
sobre el campo terso | |
del mar undoso, una húmeda
montaña | 290 |
se va elevando, y crece en poco tiempo;
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la ola se acerca, choca, se revienta, | |
y allí
vomita a nuestros ojos mesmos | |
un monstruo formidable;
su ancha frente | |
está armada con puntas, su gran
cuerpo | 295 |
se juzga invulnerable, pues le cubre | |
las
escamas y conchas; y hecho a un tiempo | |
impetuoso dragón,
todo indomable, | |
su cola enrosca en mil giros diversos;
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sus furiosos horrísonos bramidos | 300 |
retumban
en la orilla, y hasta el Cielo | |
ve con horror un monstruo
tan horrible; | |
tiembla la tierra, se estremece el viento;
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la ola que le cargó ceja espantada; | |
todos huyen
medrosos y dispersos, | 305 |
y sin armarse de valor inútil
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buscan asilo en el vecino Templo; | |
sólo Hipólito,
sólo aquel glorioso | |
hijo digno de un Héroe
se está quieto, | |
detiene sus caballos atrevidos,
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toma sus armas, busca al monstruo fiero,
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y disparando
con segura mano | |
un dardo contra él, le abre en
el seno | |
una profunda y dilatada herida; | |
el monstruo
da bramido, y aún más recios; | 315 |
y sensible
al dolor, lleno de rabia | |
al pie de los caballos cae luego;
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se rebuelca, y furioso les presenta | |
una boca inflamada,
cuyo aspecto | |
los llena de terror, y en un instante
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los cubre de humo, espuma, sangre y fuego; | |
entonces
el temor nos arrebata, | |
corren precipitados, y ni el freno
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ni la voz les detiene; su triste Amo | |
se consume en
inútiles esfuerzos; | 325 |
mas los caballos con espuma
roja | |
el bocado ensangrientan siempre huyendo; | |
aún
se dice que un Dios cruel e irritado, | |
los iba allí
picando, y así el miedo | |
que entre aquella roca
los despedaza, | 330 |
cruge el exe, se rompe, y el excelso,
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el intrépido Hipólito, su carro | |
ve volar
por el aire ya desecho | |
en menudas astillas, al fin cae
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enredado en las riendas; ¡o tormento! | 335 |
Excusad mi
dolor, esta terrible | |
imagen cruel sera para mi afecto
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eterno origen de un amargo llanto; | |
yo vi, Señor,
yo vi con dolor fiero | |
arrastrar a vuestro hijo por los
propios | 340 |
caballos que criado había él
mesmo, | |
él quiere detenerlos y les grita, | |
pero
su misma voz les da más miedo, | |
se precipitan más
desenfrenados, | |
y el cuerpo de aquel Héroe en breve
tiempo | 345 |
se hace todo una llaga; aquellos campos | |
resuenan
con las voces y los ecos | |
de nuestros tristes gritos; finalmente
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cede de los caballos el aliento, | |
y se paran no lexos
de esas tumbas, | 350 |
en donde de los Reyes sus abuelos
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yacen depositadas las reliquias; | |
corre a encontrarle
mi angustiado zelo, | |
la guardia me acompaña, y es
su sangre | |
el rastro que dirige el paso nuestro;
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las rocas, y peñascos que pasamos | |
de un roxo color
están cubiertas, | |
y los abrojos que aún goteando
estaban | |
nos mostraba sus míseros cabellos; | |
llego
por fin, le llamo por su nombre, | 360 |
él me tiende
la mano, y abre tierno | |
sus moribundos ojos que al instante
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cierra otra vez y dice: amigo, el Cielo | |
una inocente
vida va a quitarme; | |
después que yo fallezca sirve
atento | 365 |
a la infeliz Aricia, y si mi padre | |
mi inocencia
algún día conociendo | |
compadece de un hijo
la desgracia, | |
dile, querido amigo, con respeto, | |
que
para apaciguar mi triste sangre | 370 |
y a mi sombra doliente
dar consuelo, | |
trate con más dulzura a su cautiva,
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que le vuelva piadoso... A estos acentos | |
el Héroe
expira, y no dexa en mis brazos | |
más que un cuerpo
disforme, triste objeto | 375 |
en que triunfa la saña
de los Dioses | |
con cruel afán, y que los ojos mesmos
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de su padre infeliz desconocieron. | |