En el palacio de César. |
Escena I |
CÉSAR, MARCO ANTONIO. |
(Cuatro amanuenses siguen la palabra de César, que les dicta alternativamente.) |
ANTONIO |
César, perdona si importuno Antonio |
|
a interrumpir se atreve tus tareas. |
|
Deja un instante de pensar en Roma |
|
y en ti y en mí y en tus amigos piensa. |
|
�No basta que en la rota de Farsalia, |
5 |
|
desoyendo mi voto, tu clemencia |
|
concediera la vida a los vencidos? |
|
Pues �por Júpiter sacro! �a qué te empeñas |
|
en colmarlos de honores y mercedes? |
|
Bruto es pretor de Roma: esa caterva |
10 |
|
de senadores, que siguió a Pompeyo, |
|
a Roma traes y en el senado sientas. |
|
Cimbro, Casio y Marcelo y Flavio y Cina, |
|
tus contrarios ayer, con insolencia, |
|
aquí, a tu vista, en tu palacio mismo, |
15 |
|
tan soberbios y altivos se presentan, |
|
que a veces dudo si en Tesalia acaso |
|
yo a Pompeyo seguí, y ellos a César. |
|
Esa bondad, en vez de cautivarlos, |
|
su orgullo irrita y su osadía alienta. |
20 |
|
Ya hacen correr que el hijo de Pompeyo |
|
se alza segunda vez; ya que de Persia |
|
Cecilio Baso con crecida hueste |
|
rápido avanza y al Eúfrates llega. |
|
El locuaz Cicerón con desenfado |
25 |
|
tus edictos en público comenta, |
|
luciendo epigramáticos donaires |
|
que en daño tuyo repetidos vuelan. |
|
César, vuelve en tu acuerdo; por ti mira: |
|
la confianza hasta el exceso llevas. |
30 |
|
Déjame del poder, que entero abarcas, |
|
lo que baste a velar en tu defensa, |
|
a descubrir y castigar traidores. |
|
No más reclamo, mi ambición es esa. |
|
Al dictador el cónsul se lo pide: |
35 |
|
al amigo el amigo se lo ruega. |
CÉSAR |
Antonio, me distraes. |
(Dictando.) |
|
�Volver a Roma |
|
pueden, en libertad, cuantos la enseña |
|
de Pompeyo siguieron.� |
(A Antonio.) |
|
�Perdurables |
|
los odios han de ser? Hasta las huellas |
40 |
|
quiero borrar de las pasadas luchas. |
|
El que en la cumbre del poder se venga, |
|
o de su propia fuerza desconfía, |
|
o no ha nacido para tal grandeza. |
|
No me hables de venganzas. |
(Dictando.) |
|
�Una vía |
45 |
|
abrir, que rompa la agria cordillera |
|
del Apenino, y desde el Tíber cruce |
|
al Adriático mar. -Roma decreta |
|
unir los mares Jónico y Egeo, |
|
cortando el istmo de Corinto. -Guerra |
50 |
|
declara Roma al Parto.� |
ANTONIO |
�Eso me agrada! |
CÉSAR, dictando. |
�El dictador coronará la empresa |
|
al frente de las águilas romanas.� |
(Dirigiéndose a Marco Antonio y dándole la mano.) |
|
Tú me acompañarás. El ocio enerva, |
|
querido Antonio, tus antiguos bríos. |
55 |
|
Hasta tímido estás: curarte es fuerza. |
ANTONIO |
�Tímido yo! Convoca las legiones: |
|
llévame pronto a la marcial pelea: |
|
dame que en franca lid, en campo abierto, |
|
llenando el aire bélicas trompetas, |
60 |
|
sobre mí solo rehilando caigan |
|
nubes de dardos que mis ojos vean. |
|
�Dulce y noble morir! Mas �oh! �qué es duro |
|
en voluptuosa estancia, donde humean |
|
pebeteros de Arabia, coronada |
65 |
|
de albas rosas la ungida cabellera, |
|
sobre tirios tapices reclinado, |
|
en alegre banquete, do se ostentan |
|
en fuentes de oro que el triclinio abruman |
|
y el fulgor de cien lámparas reflejan, |
70 |
|
ora humeante el jabalí de Umbría, |
|
cuya mole simétricos rodean |
|
rombos del Tíber, ostras del Lucrino, |
|
y de purpúrea túnica cubierta |
|
blanca langosta, y el pavón de Juno, |
75 |
|
que cual rey del banquete se presenta |
|
bajo el dosel que su rizada pluma |
|
de tornasoles fúlgidos despliega; |
|
ya las olivas que Tarento envía, |
|
las matizadas pomas de Pompeya, |
80 |
|
y destilando miel, rubios topacios, |
|
los dátiles de Siria; y cuando eleva |
|
el parásito Sergio, ya beodo, |
|
himnos a Baco, al son de las cadencias |
|
de música festiva, y yo en el seno |
85 |
|
reclinado de Cíteris mi bella, |
|
libo cien copas do espumantes hierven |
|
el falerno y el másico, y anhela |
|
más vida el corazón y más sentidos, |
|
para gozar cuanto la mente sueña!... |
90 |
|
�Es duro, es duro que en tan dulce instante |
|
el epulón que a mis espaldas vela, |
|
guarde oculto puñal que en mis entrañas |
|
clave traidor con sobornada diestra! |
|
Morir quiero en la lid, no asesinado |
95 |
|
como en el ara víctima indefensa. |
CÉSAR |
�Qué le importa morir en un banquete |
|
al que tanto un banquete le recrea? |
|
Entre todas las muertes, caro Antonio, |
|
prefiero yo la inesperada. |
|
Escena II |
CÉSAR, MARCO ANTONIO, LÉPIDO. |
(Lépido llega apresurado, con varios pergaminos en la mano.) |
LÉPIDO |
�Oh César! |
100 |
|
Conspiran contra ti. Torpes libelos, |
|
en que tu honor y dignidad excelsa |
|
por el lodo se arrastra, en Roma corren. |
|
Hacer odioso tu poder se intenta. |
|
Mira: de Aulo Cecina es este, y éste |
105 |
|
de Pitolao, el cínico poeta. |
(Entrega a César los libelos. -César se sienta a leerlos.) |
|
Pues ese fruto tu bondad recoge, |
|
que la venganza a la bondad suceda. |
|
Aquí del falso amigo que te vende |
|
verás el nombre; la denuncia es esta. |
110 |
|
Para tramar conjuración traidora |
|
nocturnos conciliábulos celebran; |
|
tu salvación, la nuestra, la de Roma |
|
su sangre piden. |
ANTONIO |
(Mirando la denuncia.) |
|
�Ves que mis sospechas |
|
confirmadas están? -Lépido, vamos, |
115 |
|
y que divida al punto su cabeza |
|
la segur del lictor. He aquí su nombre: |
|
�Perezca Bruto! |
CÉSAR |
�Bruto!... �Ten la lengua! |
(Se levanta y toma la denuncia.) |
|
�Quién este escrito te entregó? |
LÉPIDO |
Un esclavo |
|
de Casio: Ennio se llama. |
CÉSAR |
Y �tiene pruebas |
120 |
|
de su vil delación? |
LÉPIDO |
Aquí al instante |
|
le haré traer. |
CÉSAR |
Detente. |
LÉPIDO |
En tu presencia |
|
revelará tal vez... |
CÉSAR |
Lépido, basta: |
|
nada quiero saber. |
(Rompe la denuncia.) |
ANTONIO |
�Bondad funesta! |
CÉSAR, dictando. |
�En Roma se conspira: hombres ingratos |
125 |
|
pagan así de César la clemencia. |
|
El dictador lo sabe; sabe el sitio, |
|
y los nombres también.� |
ANTONIO |
Y los condena... |
CÉSAR |
Nada más. -Este edicto se publique. |
(Da el pergamino a Lépido.) |
LÉPIDO |
Y de Cecina y Pitolao �qué ordenas? |
130 |
|
En el pórtico están entre lictores. |
CÉSAR |
Al punto ve, y en libertad los deja. |
LÉPIDO |
�Sin castigar su audacia? |
CÉSAR |
Que no escriba |
|
di a Pitolao; que no nació poeta. |
|
Con todo, de estos versos miserables |
135 |
|
cuantos logres hallar recoge y quema. |
|
Pueden hacer fortuna: son muy malos. |
(Los rompe.) |
|
Obedece. -Vosotros salid fuera. |
(Los amanuenses se retiran.) |
|
Escena III |
CÉSAR, MARCO ANTONIO. |
CÉSAR |
Dime: en el torbellino de esta vida, |
|
que entre lides de Marte, entre tormentas |
140 |
|
del foro, entre placeres del banquete, |
|
rápida a hundirse en el sepulcro vuela, |
|
�no has dicho alguna vez: �Oh!, si a la muerte |
|
una parte de mí robar pudiera, |
|
parte que anime el alma que me anima, |
145 |
|
parte en que corra sangre de mis venas, |
|
en que viva yo propio, en que, a despecho |
|
de la implacable muerte, mi existencia, |
|
con mi nombre y mi gloria y mis virtudes, |
|
dilate en las edades venideras: |
150 |
|
un hijo, en fin? |
ANTONIO |
�Un hijo? Nunca el cielo |
|
quiso que tales goces conociera. |
CÉSAR |
�Por eso eres cruel! �Por eso vives |
|
tan sólo para ti! Tu amor no encuentra |
|
un corazón donde espaciar su fuego, |
155 |
|
y doquier rechazado, en ti se encierra. |
|
Odio o desdén te inspiran los mortales: |
|
en amor de ti mismo te deleitas, |
|
y de soñado riesgo a un leve indicio |
|
cien gargantas segar nada te cuesta. |
160 |
|
�Alma infeliz, en soledad sumida! |
ANTONIO |
Pues tú, que ni a Calpurnia ni a Pompeya |
|
debiste nunca que a tu estéril lecho |
|
invocada Lucina descendiera, |
|
afianza tu poder; goza la vida |
165 |
|
que te otorguen los númenes, y deja |
|
que después de tu muerte cuiden ellos |
|
de lo que a la República convenga. |
CÉSAR |
�Qué es la vida que el cielo nos concede? |
|
�Relámpago fugaz! �Acaso piensas |
170 |
|
que en los mezquinos lindes de mi vida |
|
mis pensamientos, mi ambición se encierran? |
|
�Grande ambición, a fe! No, Antonio; mío |
|
es ya de Roma el porvenir: la herencia |
|
del vasto imperio que fundó mi espada, |
175 |
|
del mar de Luso a la remota Persia, |
|
reclama un sucesor. |
ANTONIO |
�Y quién es ese? |
CÉSAR |
�Quién, me preguntas? Quien mi sangre tenga. |
ANTONIO |
�Tu sangre? De tu sangre hay sólo Octavio. |
|
�Es ese el sucesor? Otros pudieras |
180 |
|
hallar de más valor, de más servicios, |
|
que de Roma y de ti más dignos fueran; |
|
no un rapaz enfermizo, que criado |
|
de su madre a la sombra, en las escuelas |
|
se escondió de Apolonia, huyendo el ruido |
185 |
|
de las batallas. |
CÉSAR |
Sin razón desprecias |
|
a mi sobrino Octavio. Si carece |
|
de marciales arrojos, de otras prendas |
|
descubro en él los gérmenes ocultos; |
|
prendas que acaso a la virtud guerrera |
190 |
|
venzan, Antonio, en la futura Roma, |
|
que ya en el mundo subyugado reina: |
|
perseverancia, astucia, disimulo, |
|
y así al mal como al bien alma dispuesta. |
|
No conoces a Octavio. Y yo en sus manos |
195 |
|
no dudara legar mi vasta empresa, |
|
si otro de más virtud, más caro a Roma |
|
y más caro a mi amor, no antepusiera. |
ANTONIO |
�Otro! �Quién es, en fin? |
CÉSAR |
�Quién es?... Escucha. |
|
Cuatro lustros de edad contaba apenas, |
200 |
|
y contra Sila conspiraba entonces. |
|
Él lo sabe y proscribe mi cabeza, |
|
diciendo, al sentenciarme, que veía |
|
muchos Marios en mí. La infausta nueva |
|
me dan a tiempo que en la Vía Sacra |
205 |
|
vagando discurría: con presteza |
|
huyo al punto de allí, cien calles cruzo, |
|
cuando al pasar delante de la puerta |
|
de humilde casa, una mujer distingo, |
|
que de la toga asiéndome con fuerza: |
210 |
|
�Entra, me dice, ocúltate.� De un salto |
|
salvo el umbral: con ímpetu se cierra |
|
la puerta a mis espaldas; y guiado |
|
por aquella mujer, a una secreta |
|
estancia llego donde entrar me manda, |
215 |
|
y �libre estás, me dice; pero piensa |
|
que al salvarte la vida yo aventuro |
|
la vida y el honor: calla y espera.� |
|
Dijo y despareció. -Te juro, Antonio, |
|
que aún hoy, tras tantos años, tantas guerras, |
220 |
|
siento un vivo placer al recordarlo. |
|
Solo quedé y extático: la idea |
|
de mi riesgo olvidé: sólo la imagen |
|
noble, expresiva, candorosa, bella, |
|
de mi libertadora me ocupaba, |
225 |
|
y en mi pecho sentí que con violencia, |
|
de gratitud sobre la pura llama, |
|
lanzaba amor su abrasadora tea. |
|
�Que olvidé mi peligro, te decía? |
|
Miento; que lo bendije. -En fin, secretas |
230 |
|
entrevistas, instancias, juramentos |
|
de constancia recíproca, y la fuerza |
|
del Destino, rindieron en mis brazos, |
|
tras larga lucha, su virtud severa. |
|
De un duro hermano al vigilante celo |
235 |
|
temblaba la infeliz ver descubierta |
|
mi retirada estancia, que tan sólo |
|
a una esclava leal fió su lengua; |
|
y más temblaba que el morir, la mancha |
|
que arrojaba en un nombre que venera |
240 |
|
Roma y ensalza a par de las deidades, |
|
cual de rara virtud perfecto emblema. |
|
Partir era forzoso, y una noche |
|
partí, dejé la Italia, marché a Grecia; |
|
y mientras lejos de mi patria andaba, |
245 |
|
la mujer cuya imagen llevé impresa, |
|
fruto de nuestro amor, dio a luz un hijo. |
ANTONIO |
�Un hijo!... �Y vive? |
CÉSAR |
Vive. -La suprema |
|
autoridad entonces Sila abdica, |
|
y a Roma presuroso doy la vuelta. |
250 |
|
Nunca logré estrechar contra mi seno |
|
al hijo de mi amor, cuya existencia |
|
a costa de continuos sobresaltos |
|
pudo al mundo ocultar su madre tierna. |
|
Débil, sumisa, a un hombre que no amaba |
255 |
|
su duro hermano la ligó en mi ausencia. |
|
En las guerras de Lépido y Pompeyo |
|
su esposo pereció; y entonces ella |
|
mostró a la faz de Roma el tierno niño, |
|
como si fruto de su enlace fuera. |
260 |
|
�Vive!... y del muerto esposo de su madre |
|
hijo se juzga, y hasta el nombre lleva. |
ANTONIO |
�Y nunca tú le revelaste?... |
CÉSAR |
Nunca. |
|
Vive su madre, en la feroz escuela |
|
de su hermano educada, que blasona |
265 |
|
de su estoica virtud, y las flaquezas |
|
de nuestra frágil condición humana |
|
severa juzga y sin piedad condena. |
|
Árbitra del secreto, morir quiere |
|
con él; y en tanto, el que saber debiera |
270 |
|
de qué sangre ha nacido, fiel a un nombre |
|
que no es el suyo, seducir se deja |
|
por mis contrarios, y quizá �infelice! |
|
contra su mismo padre se rebela. |
ANTONIO |
No digas más: �es Bruto! �Le conozco! |
275 |
|
�Por Hércules, mi abuelo! �Conque es esa |
|
la gran Servilia, a cuyo solo nombre |
|
nuestras matronas frágiles se aterran?... |
CÉSAR |
�Y qué!... �Con ellas confundir pretendes |
|
la que amó una vez sola... y amó a César? |
280 |
|
Este secreto, Marco Antonio, fío |
|
a tu amistad: la fama se interesa |
|
de una mujer en él: nunca lo olvides. |
|
�Faberio?... |
|
Escena IV |
CÉSAR, MARCO ANTONIO, FABERIO. |
CÉSAR |
�Hay alguien que demande audiencia? |
FABERIO |
Cual de costumbre, aguardan tu permiso |
285 |
|
Publio Siro y Laberio. |
CÉSAR |
Entren. |
FABERIO |
La reina |
|
de Egipto espera que también... |
ANTONIO |
�Cleopatra! |
CÉSAR |
�Qué importuna! |
ANTONIO |
�Importuna... y es tan bella! |
|
No así en Alejandría la juzgaste. |
CÉSAR, a Faberio. |
Dile que al cónsul Marco Antonio vea. |
290 |
(A Antonio.) |
|
Tú la consolarás. Que deje a Roma. |
|
El Egipto reclama su presencia. |
|
Dile que del caudillo aventurero |
|
el dictador del mundo no se acuerda. |
ANTONIO |
�Duro mensaje! |
CÉSAR |
El mensajero es hábil. |
295 |
FABERIO |
El Senado también verte desea. |
CÉSAR |
�El Senado! �Qué trae? |
ANTONIO |
Muy de mañana |
|
deliberando estaba. |
CÉSAR |
Alguna arenga |
|
que preparada Cicerón traería |
|
de su quinta de Túsculo. -La escuela |
300 |
|
del Senado es muy útil a la gloria |
|
y al esplendor de las romanas letras. |
|
Entren todos. |
(Faberio los introduce.) |
|
Escena V |
CÉSAR, MARCO ANTONIO, FABERIO, PUBLIO SIRO, LABERIO, CICERÓN,
BRUTO, CASIO, CIMBRO, CASCA, DECIO, TREBONIO, CINA, SENADORES. |
CÉSAR |
�Salud, padres conscriptos! |
(A Laberio y Publio Siro.) |
|
Llegad vosotros, gloria de la escena. |
|
Espejo de las públicas costumbres |
305 |
|
son tus farsas, Laberio: no sospecha |
|
Roma que, cuando ríe al escucharte, |
|
de sí propia se burla. |
LABERIO |
Nadie piensa |
|
que está allí su retrato, y al vecino |
|
con maligno placer las culpas echa. |
310 |
|
Del pueblo es todo el mérito: yo escribo |
|
y nada más: él hace la comedia. |
CÉSAR |
Fácil lo juzgas, porque hacerlo sabes. |
|
�Oh Publio Siro! -Si la vida nuestra |
|
es dolor y placer, entre vosotros |
315 |
|
dividís el imperio de la tierra. |
(A Laberio.) |
|
Tú mandas en la risa. |
(A Publio Siro.) |
|
Tú en el llanto. |
|
�Cuánto ayer te admiré! Vi al rey de Tebas, |
|
vi a Edipo, humano, generoso, altivo, |
|
salvador de su pueblo. |
PUBLIO SIRO |
Y �quién no acierta |
320 |
|
a pintar hoy en el teatro un héroe |
|
justo, clemente, grande? En Roma, �oh César!, |
|
hay un modelo que imitar. |
CÉSAR |
Vi al héroe; |
|
mas no vi tanto al padre. Cuando estrecha |
|
contra su corazón el triste Edipo |
325 |
|
sus tiernos hijos por la vez postrera, |
|
no expresaba tu acento la amargura, |
|
el inmenso dolor en que se anega |
|
una alma paternal, a quien la suerte |
|
priva de un hijo y a vivir condena |
330 |
|
en dura soledad... �Oh Publio Siro! |
|
�Tú no eres padre! |
PUBLIO SIRO |
�El cielo no lo quiera! |
|
�Esclavos son los hijos del esclavo! |
CÉSAR |
�Esclavo tú! |
(A Bruto.) |
|
Pretor de Roma, llega: |
|
ejerce el más precioso de tus cargos: |
335 |
|
manumite al esclavo. |
(Bruto se acerca y toca con la vara en la cabeza a Publio Siro.) |
BRUTO |
Libre quedas. |
CÉSAR |
Nobles desde hoy las artes liberales |
|
el Senado declara. |
PUBLIO SIRO Y LABERIO |
|
�Gloria a César! |
CÉSAR |
(Dando a los senadores los pergaminos.) |
|
Esas leyes tomad: que en nombre vuestro |
|
se publiquen al punto. |
CICERÓN |
�Y ya aquí puestas |
340 |
|
nuestras firmas están? |
CÉSAR |
Tú, retirado |
|
en tu quinta de Túsculo, te alejas |
|
de los negocios... |
CICERÓN |
�Cierto! �Y tú te encargas |
|
de hacer las leyes?... |
CÉSAR |
Y la gloria es vuestra. |
CICERÓN |
�Cierto! Por eso al campo me retiro |
345 |
|
a disfrutarla en calma. Y �no recelas |
|
que altere tu salud hacer tú solo |
|
lo que nuestra República modesta |
|
encomendaba a tantos: al Senado, |
|
al pueblo, al cónsul, al tribuno?... |
CÉSAR |
Velan |
350 |
|
por mi salud los dioses, y yo velo |
|
por la salud de Roma: nada temas, |
|
ilustre Cicerón. |
CICERÓN |
Y si te ayuda |
|
algún sabio varón, docto en las letras... |
|
Marco Antonio quizá... |
(Todos miran sonriendo a Antonio.) |
ANTONIO |
�Viejo insolente! |
355 |
|
Alguna vez me pagará tu lengua |
|
ese sarcasmo. |
CÉSAR |
�Basta! Antonio sirve |
|
a Roma con la espada. |
ANTONIO |
Y lo que pesa |
|
la mía, ya en Farsalia lo probasteis; |
|
aunque no tanto como yo quisiera. |
360 |
BRUTO |
�Quién lo estorbó? No fueron nuestros ruegos. |
ANTONIO |
Ni fue mi voluntad. |
CICERÓN, a César. |
Fue tu clemencia. |
CÉSAR |
Fue mi deber. La ingratitud de algunos |
|
provocó mi venganza; y en defensa |
|
de mi ultrajado honor, sangre romana |
365 |
|
en las batallas derramó mi diestra; |
|
mas después de obtenida la victoria, |
|
�atroz barbarie derramarla fuera! |
|
No hay aquí vencedores ni vencidos: |
|
todos romanos somos. �Qué nos resta |
370 |
|
para mandar al mundo, senadores? |
|
Conquistar a los Partos, y la afrenta |
|
vengar de una derrota. Allí cautivos |
|
los soldados de Craso, a la cadena |
|
avezados de larga servidumbre, |
375 |
|
en torpe lazo conyugal, �oh mengua!, |
|
a extranjeras esposas se han unido. |
|
Yo lavaré esa mancha: las enseñas |
|
de Roma, en breve tiempo victoriosas, |
|
alzaré en las murallas de Selcucia. |
380 |
|
Mis tareas por hoy, en bien de Roma, |
|
terminadas están: decid las vuestras. |
(Se sienta.) |
CICERÓN |
También en gloria de la patria han sido, |
|
pues en tu gloria son. Escucha, �oh César! |
(Leyendo.) |
|
�El senado sagrada tu persona |
385 |
|
desde hoy declara: colocar ordena |
|
a par de la de Júpiter tu estatua, |
|
alzada sobre el globo de la tierra. |
|
Templo y aras tendrás, y andas y palio, |
|
y silla de oro y lupercales fiestas. |
390 |
|
El quinto mes, en gloria de tu nombre, |
|
Julio se llamará; y en fin, decreta |
|
que siempre lleves a tu sien ceñido |
|
el dorado laurel que te presenta.� |
(Se lo ofrecen.) |
CÉSAR, levantándose. |
�Y para esto se juntó el Senado? |
395 |
|
�Y así malgasta en fútiles tareas |
|
días preciosos que a aliviar los males |
|
del triste pueblo consagrar debiera? |
|
Sabias leyes traed; no vanas honras, |
|
que excesivas son ya. De todas ellas |
400 |
|
este laurel es lo que más me agrada. |
|
Lo acepto, porque oculte en mi cabeza |
|
este ultraje que debo, no a los años, |
|
sino a la ruda militar faena |
|
y al continuo ludir del férreo casco, |
405 |
|
ocho lustros ceñido. |
(Se pone el laurel.) |
CASCA |
�A ti encomiendan |
|
los altos dioses la salud de Roma; |
|
y a nosotros honrarte! |
DECIO |
�Y no hay ofrenda |
|
que a honrar alcance al semidiós del Tíber! |
CIMBRO |
Admítelas: la patria te lo ruega. |
410 |
CASIO |
Y en nombre suyo los romanos todos. |
LOS SENADORES |
�Todos, sí! |
BRUTO |
�Todos, no! -�Sombra severa |
|
del gran Catón, consuélate! Respiran |
|
dos romanos aún: yo, que a esas muestras |
|
de adulación me opuse en el Senado. |
415 |
CÉSAR |
�Quién es el otro? |
BRUTO |
Tú, que las desprecias. |
CÉSAR |
�Alma romana, ven! -Dejadme todos. |
(Todos se retiran.) |
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Escena VI |
CÉSAR, BRUTO. |
CÉSAR |
Tú me comprendes, Bruto: no desea |
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adulación servil el alma mía. |
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�Por qué el único labio en que resuena |
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la voz de la verdad, con tal desvío, |
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con tal ingratitud de mí se aleja? |
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Por la gloria de Roma he combatido: |
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a su dicha desde hoy mi vida entera |
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pretendo consagrar. Habla: tú eres |
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el ídolo del pueblo: sus querellas |
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cuéntame tú; satisfacerlas quiero |
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por tu mano. �Qué pide? �Qué desea? |
BRUTO |
De ti, sólo una cosa. |
CÉSAR |
�Cuál? |
BRUTO |
Que abdiques |
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el supremo poder. -Pues tanto anhelas |
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que llegue la verdad a tus oídos, |
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a decírtela vengo; y no pudiera |
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Bruto corresponder más noblemente |
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de tu cariño a las continuas muestras. |
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César: cuando en los siglos venideros |
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la historia de tu vida el mundo lea, |
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tus triunfos increíbles, tus conquistas, |
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tus hazañas sin cuento, tus proezas |
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en el Nilo, en el Rhin y el Océano, |
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tu gloria, tu fortuna, tu clemencia, |
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llenarase de asombro. Si ese asombro |
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quieres que en alabanza se convierta, |
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corona ya tus hechos inmortales |
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con un hecho que a todos obscurezca: |
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volviendo a Roma sus antiguas leyes |
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y su antigua República. -Contempla |
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que las victorias atribuirse pueden |
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tal vez a la fortuna; mas la empresa |
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de dar a un pueblo libertad es sólo |
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obra de la virtud. Acción tan bella, |
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mejor que triunfos bélicos, tu fama |
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sobre cimientos sólidos eleva. |
CÉSAR |
�Qué libertad me pides, triste Bruto? |
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�Qué libertad para tu patria sueñas? |
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�La que gozaba Roma cuando, iguales |
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todos y todos pobres, las faenas |
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del campo eran su oficio? �Cuando el cónsul, |
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cumplido el año, la segur depuesta, |
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bajaba en paz del alto Capitolio, |
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tornando ufano a manejar la esteva? |
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No es esta aquella Roma: las conquistas |
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vertieron en su seno las riquezas |
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del subyugado mundo, y con el oro |
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la ponzoña que corre por sus venas. |
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El rico fue tirano; esclavo el pobre: |
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�la libertad murió! Turbas hambrientas, |
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tendidas en los pórticos, aguardan |
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los desperdicios de opulenta mesa; |
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y el libre voto, que a los altos puestos |
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de la suprema dignidad eleva, |
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a precio vil en los comicios venden. |
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Roma degenerada se prosterna |
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a las plantas de Mario, o bajo el hacha |
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de Sila tiende la servil cabeza. |
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�Y en tales manos su salud, su gloria |
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pudiera yo fiar? Bruto, desecha |
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tu mentida ilusión; los ojos abre: |
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mira a Roma cual es, y no cual era; |
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y ambos, desde hoy unidos, procuremos, |
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pues libre no ha de ser, que feliz sea. |
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BRUTO |
No puede ser feliz un pueblo esclavo. |
CÉSAR |
No es esclavo por mí; para él cadenas |
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mis bondades no son. |
BRUTO |
�Ah, tus bondades! |
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�Esas son a la patria más funestas |
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que los suplicios del sangriento Sila! |
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Si desoyes mis ruegos; si te empeñas |
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en ser tirano, imítale: derrama |
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nuestra sangre a torrentes; quizá al verla, |
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de su letargo despertando Roma, |
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se alce al fin contra ti. Mas �oh! con esa |
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bondad inicua acariciando al pueblo, |
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�pérfido!, a amar su esclavitud le enseñas. |
CÉSAR |
No le hice esclavo yo. |
BRUTO |
�Pues quién? |
CÉSAR |
Sus vicios. |
BRUTO |
Esos vicios, que hipócrita lamentas, |
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con el ejemplo combatirlos debes. |
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Dalo el primero tú; la noble empresa |
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digna de César es. Abdica, abdica |
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el supremo poder; y ante la fuerza |
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de esa heroica virtud, verás que Roma |
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asombrada se postra y te venera, |
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no como a dictador, mas como a numen. |
CÉSAR |
�Es tarde ya! |
BRUTO |
�No es tarde! Te lo ruega |
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Bruto, y cae a tus plantas. �Por la patria, |
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por tu gloria inmortal, abdica, oh César! |
CÉSAR |
�Qué pides, infeliz? Si yo abdicase, |
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�ay de la patria! |
BRUTO |
�Basta! -No hay en ella |
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más que un romano ya, que avergonzado, |
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de ti y de Roma con horror se aleja. |
(Se va.) |
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Escena VII |
CÉSAR |
�Sublime indignación! �No sufre dueño! |
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Veo mi sangre en él: �hijo es de César! |
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