La crítica de El Sí de las Niñas
PERSONAS | |
PAQUITA. | |
DOÑA CASILDA. | |
LA MARQUESA. | |
DON BENIGNO. | |
DON DIEGO. | |
DON CARLOS. | |
EL VIZCONDE. | |
DON PEDRO. | |
DON ANTONIO. | |
DON HERMÓGENES. | |
DON ELEUTERIO. | |
DON SERAPIO. | |
SERAFÍN. | |
CALIXTO. | |
RUPERTO. | |
TORIBIO. | |
EL AVISADOR del teatro. | |
EL RECIBIDOR de entradas. | |
UNA AGUADORA. | |
UN MANCEBO de confitería. | |
Hombres y mujeres que asisten al teatro. |
El lugar de la escena es el vestíbulo interior del Teatro de la Cruz. -A la derecha del actor, en primer término, una verja de hierro, con postigo que da entrada a los que vienen de la calle. En segundo término de dicho lado, y en primero y segundo del izquierdo, escaleras que conducen a los pisos altos del teatro. En el fondo tres mamparas por donde se entra a la planta baja del mismo. -La acción se supone que pasa al concluirse la representación de El Sí de las Niñas, la noche del 10 de marzo, aniversario del nacimiento de Moratín.
EL RECIBIDOR de entradas, junto a la verja: TORIBIO, sentado en un escalón, durmiendo; RUPERTO, junto al farol, leyendo un periódico; CALIXTO, que asoma a la verja.
�Y la contraseña?
Vengo a esperar a mis amos: si me permite usted pasear por aquí...
Vaya, pasee usted; pero cuidado con meterse dentro. Así vienen muchos con: �Salgo al instante: voy a ver... a preguntar...� Y todo por colarse sin pagar la entrada.
�Hola, Ruperto!
�Hola, Calixto! �Tú por aquí! �Vienes a buscar a los amos? �Sirves todavía en casa de D. Benigno?
Sí, hombre. Aquí está viendo la comedia con la señorita. Llega a tiempo, según parece.
Yo lo creo. En una hora, lo menos, no se acaba la función.
�Y tú sirves todavía al canónigo?
No: ahora estoy en casa de doña Casilda, una viuda muy alegre. Ahí dentro está también. Yo acabo de llegar, y por no dormirme, me he puesto a leer El Suplemento. (Toribio ronca.)
Buena falta le hacía a ése otro suplemento: �mira cómo ronca!
�Demonio! �Va a alborotar el teatro! -�Eh, lacayo! �Despierta! (Dando con el pie a Toribio.)
�Arrimu?
No: �que no toques la trompeta!
�En tuavía nu salen? �Mal añu pa las cumedias! �El ganadu enganchadu desde las siete!
No te quejes, maruso. �Dónde hay vida como la de un lacayo? A ti te visten.
�De mujiganga!
A ti te llevan en coche.
�A la trasera!
Todo es coche.
�Si sirvieras, como sirvo yo, a un padre tonto y a una hija medio loca, teniendo que hacer equilibrios entre un viejo con quien quiere casarla el padre, y un joven con quien quiere casarse ella! -El viejo rico, pero que no afloja un cuarto. El joven pobre, pero que gratifica.
Y tú protegerás...
Yo siempre al pobre.
�Tienes fortuna! El chulito de mi ama entra allí como Pedro por su casa. Ya se, ve; ella es sola: no tiene de quién guardarse... yo voy a buscar otra casa donde haya padre, o marido, o... Si no, no hay propinas.
�Los tres cuartus pa las once! �Y yo aquí desde las ochu y media!
Pues aún tienes para un rato.
�Mal añu pa las comedias! �Vamus! Y si se viene luegu un señuritu que suele acompañar a la marquesa, hay que llevarlu a la calle del Culmillu... y siempre da para una copa.
DICHOS, DON CARLOS y PAQUITA, por la verja, vienen del brazo: ella trae echado el velo; él un cucurucho de dulces en la mano.
Caballero, las entradas.
�En qué están?
Ahora mismo se va a acabar la comedia.
Llegamos a tiempo. Súbete corriendo.
Y tú, �qué haces?
Yo me voy a casa.
�No me aguardas a la salida?
Pero, hija, �y tu padre!
�Eh! �Qué te importa mi padre?
�Y el señor don Diego, tu futuro esposo?
�Dale! �No me sofoques! Ya sabes que no ha venido al teatro. -�Calixto!
�Señorita!
�Diste el recado a don Diego como te dije? �Lo enredaste bien?
Palabra por palabra: no hay cuidado, que no vendrá.
Paquita, no nos expongamos...
�Eh! �Siempre tienes un miedo!...
�Oyes?... �Ya se acaba! �Sube corriendo!
�Adiós!
�Toma los dulces! -�Adiós! (Ella toma el cucurucho y desaparece.)
�Cáspita! Si lo huele el padre, me meto en un berengenal... �Nada, nada! Que se case con el viejo, que es rico, y luego... -Esta noche necesito desplegar toda mi habilidad. Tengo en este teatro a las tres y... Calixto: �te vas a estar aquí hasta que se acabe?
Sí, señor.
Pues toma, Calixtillo: y aunque veas lo que veas... �Eh?
Descuide usted. (Don Carlos se va corriendo por la escalera izquierda.)
Calixto: �ese es el joven de las propinas?
Ése.
�Demonio! �Don Carlitos! Y no me ha visto. Pues ese es el chulito de mi ama.
�Ja, ja! �Ah, cundenadu! �Ese es el de la calle del Culmillu!
�También? -�Cómo se gobernará el maldito con las tres?
�Toma! Una para el gustu, otra para el gastu... (Óyese dentro ruido de aplausos y voces.)
Se acabó la comedia.
Sí; ya sale gente. -Allí viene mi amo.
(Van saliendo poco a poco por las puertas del fondo, y bajando por las escaleras laterales, varias personas de diversas edades, sexos y cataduras: unos encienden el cigarro en el farol y se salen a la calle tomando la contraseña: otros se pasean por el vestíbulo y forman corros: la Aguadora asoma la cabeza gritando desde la verja: ��Agua fresca!� Don Benigno, que ha salido por una de las puertas del fondo, da una vuelta y se encuentra con Calixto.)
�Ya estás aquí, Calixto! Pero dime, hombre, �y el bueno de don Diego no ha parecido?
No, señor.
�Cosa más rara! �No le llevaste el recado de que la niña y yo veníamos al teatro?
Sí, señor.
�Que yo tenía un sillón y ella un asiento de tertulia?
Asimismo.
Pues �cómo no ha venido? �Si le disgustará que Paquita vaya al teatro?
No tendrá nada de extraño. Ya es señor de edad, amigo de recogerse temprano...
Cierto. �Y es una diablura! Porque aunque es rico, y esta boda sería la felicidad de la niña... y luego, que no es tan viejo que repugne para marido... y muy atento y muy generoso, eso sí; pero, vamos, si da en que la ha de tener encerrada en casa...
�Buenas y gordas! Lindo genio tiene la señorita para que nadie le ponga la ceniza en la frente. Capaz sería de...
�Ya ves tú! �Quién le quita a ella su prado todas las tardes, su teatro, su bailecito todos los domingos en casa de la intendenta... y su Liceo los jueves, y su Museo los miércoles, y su Instituto (2) los sábados, y su...? En fin, cosas naturales a su edad... �Diez y seis años!
Y el otro cincuenta y...
�Hija de mi vida! No, eso no.
�Caballero, la entrada!
Perdone usted: no entro. Vengo solamente a ver desde aquí...
Es que tengo orden...
�Pero calla! Mírale: allí está. �Señor don Diego! (Yendo hacia él.)
�Ah, maldito! �Cómo habrá averiguado?...
�Dichosos los ojos! �Buena hora de venir! �La niña y yo esperándole a usted hasta las ocho y media! Estábamos con cuidado.
�Ya lo veo!
�Caballero!... -Ya se coló.
Pero la culpa no es mía, señor don Benigno. Yo he ido con puntualidad adonde usted me indicó.
�Adónde?
A la parroquia.
�Cómo a la parroquia?
Sí, señor. Y dígame usted: �cómo sigue don Martín?
�Mi hermano? Muy aliviado. Esta tarde le mandó el médico levantarse un poco.
�Qué dice usted? �Pues no ha muerto?
�Muerto? �Hombre de Dios!, �qué está usted diciendo? Voy a ver...
Aguarde usted: yo no entiendo esta algarabía. Pues señor: �qué recado me envió usted esta tarde?
Que veníamos al teatro.
�Al teatro? Perdone usted, señor don Benigno: �qué recado me envió usted con el muchacho?
�Dale! Ahí está justamente. -�Calixto!
�Adiós! �Cómo salgo de ésta?
Calixto, �no oyes?
�Señor?
Ven acá.
�Mande usted? -�Oh señor don Diego! Tenga usted muy buenas noches. Vaya, y qué tardecito llega usted. Lo que es la comedia...
Escucha. �No te dije?...
El amo estaba ya con cuidado. Pues �y la señorita! Vaya, con la mantilla puesta... pasea que pasea...
�No te encargué?...
Sin hacer más que decir: �Pero, señor, este don Diego!...
Di: �no te mandé?...
Hasta que ya dieron las ocho, y entonces dijo...
�Calixto! Quieres callar y decirme...
Voy a avisar a la señorita que el señor don Diego... (Echa a correr.)
�Aguarda, maldito! -Ven aquí y responde. -Dime: �no te mandé que fueras a casa del señor don Diego y le dijeras de nuestra parte que esta noche íbamos la niña y yo a la Cruz, por ser la función de Moratín?
Sí, señor.
�Lo oye usted, señor don Diego?
Poco a poco. A mí no se me dio tal recado. Lo que este muchacho me dijo fue que iban ustedes esta noche a Santa Cruz, por la defunción de don Martín.
�Chico! �chico!
�Ave María Purísima! �Qué! �No, señor! �Ja, ja, ja! Usted lo entendió mal.
Lo entendí muy bien; eso me dijiste.
Si usted se empeña...
Allá me fui después de anochecer. La iglesia cerrada... Doy un paseo por la plaza Mayor; vuelvo. �Qué! Cerrada. -Entonces me dirijo a su casa de usted, y la criada me dice que están ustedes en el teatro. -�Señor! �En el teatro, habiéndosele muerto su hermano! Conque me vine aquí lleno de impaciencia...
�Pues no es mala la equivocación! �Ja, ja, ja! Ca, subamos a la tertulia, a ver a Paquita... y a fuer de pretendiente galante, prepare usted su disculpa para desenojarla.
Sí: vamos allá.
De ésta ya hemos salido.
LOS TRES CRIADOS, DON HERMÓGENES, DON SERAPIO, DON PEDRO, DON ANTONIO, SERAFÍN y otros varios que salen por las puertas del fondo.
�Ja, ja, ja! �Ha sido cosa muy graciosa! �Quién será el majadero que ha pedido el autor?
�Pedir el autor! �Ja, ja, ja! Ha sido lo que se llama un verdadero anacronismo... un contre-sens, que dicen los franceses.
�Ja, ja, ja! Algo bueno daría el pobre Moratín por poder salir ahí: �eh?, �no es verdad?
�Hay gentes muy estúpidas! �Muy estúpidas!
�Hay mucha ignorancia!
�Y mucha rutina! �Mucha rutina!
�Ja, ja, ja! �Mucha rutina! -Daría cualquier cosa por conocer al que ha pedido el autor. �No es verdad?
Algún dómine rezagado de la vieja escuela, que se deleita todavía con la Égloga de Batilo, la Palomita de Filis y la Poética de Luzán. (Todos se ríen.)
�Pedir el autor! �Ja, ja!
�Vaya, señores, tanta burla! Yo he sido el que ha pedido el autor. �Y qué tenemos? Ya me han dicho ahí unos amigos que el autor se murió: yo no lo sabía, porque soy un artesano que no entiendo de eso. Asisto poco al teatro: pensé que la función era nueva, vine a verla, y he pedido el autor, porque me ha gustado la comedia: �clarito!
�Oh! Pues si le gusta al señor...
Es porque al señor ha debido gustarle. El ángulo facial lo está diciendo a voces. (Risas.)
Perdone usted: �el qué?
Vamos a ilustrarle. -Buen amigo: Moratín se murió en Madrid hace tiempo. �No vio usted aquella procesión en que fuimos todos los literatos a acompañar sus huesos?
Don Serapio de mi vida, �qué dice usted! �Si Moratín murió el año 28!
�El año 28! �Y hasta ahora le han tenido de cuerpo presente?
Vaya, pónganse ustedes de acuerdo para ilustrarme.
Buen hombre, por esta noche no se ilustra usted. Moratín murió en París; y allí están sus cenizas al lado de las de Molière... hasta que Dios quiera que los españoles las traigan a descansar en su patria al lado de las de Calderón.
�Me alegraré! Porque no me gusta que ningún español de mérito muera en tierra extranjera. (Se retira al fondo.)
�En París? Pues no recordaba...
Usted ha dicho Madrid en vez de París, por precisar, por contraer, por localizar; como Horacio dice muchas veces el mar Egeo por cualquier mar..., el bóreas por cualquier viento. Así puede decirse Madrid por París, usando de una figura retórica que se llama metonimia y que consiste en tomar una cosa por otra.
Como quien dice: el rábano por las hojas.
Y en el día se hace mucho uso de esa figura.
Pero �por qué no ha entrado usted? Vamos a ver. �Por qué me hace usted llamar con el acomodador?
Casilda, no he querido que los del palco por asientos se figurasen...
Ya le he dicho a usted que no me importa; que no quiero tapujos, no quiero. Yo soy libre, y no tengo que dar cuentas a nadie. -�Y por qué no ha subido usted en los entreactos? �Dónde ha estado usted durante el acto tercero?
En mi asiento.
Mentira. �En qué acaba la comedia?
En que... en que se casan.
�Quiénes? -�Si no lo ha visto usted! -�Quiénes?
Déjese usted de niñadas, y vamos a tomar unos dulces.
�Buenos dulces me ha dado usted esta noche! �Estoy volada!
Apelemos al juicio delicado del bello sexo. �Aquí está la amable, la espiritual Casildita? Vamos, sentencie usted. (Acercándose.) �Qué le parece a usted El Sí de las Niñas?
�Detestable!
�Así, redondamente?
�Sin apelación!
�Fría, insípida, horrible! �No sé cómo he podido aguantarla! �A cada entreacto me daban tentaciones de marcharme a mi casa! Si no hubiera sido por no dar un escándalo... �Qué comedia! �Qué peste!... �Atacada estoy de los nervios! Mire usted cómo he puesto el abanico. (Lo enseña hecho trizas.)
�Qué lástima! Eso clama al cielo contra El Sí de las Niñas.
No vale toda la comedia el país de este abanico.
Es una comedia homeopática: un globulito de acción disuelto en tres cuartillos de agua.
�Bravísimo!
Vaya usted a que eso produzca efecto en estómagos que se han engullido los venenos de Lucrecia Borgia como quien se traga pastillas de la Mahonesa.
�Y aquel amante? �Quiere usted ayudarme a sentir? �Tan deslavazado y tan ñoño! (Mirando de reojo a Carlos.) Bien que de ésos no se ha perdido la semilla: todos son iguales.
Perdone usted: hoy se ama con otra vehemencia. Hoy no habría amante que se marchara dejando que casaran a su amada con un viejo.
�Si no la casan con el viejo! �Lo ve usted! �Infame! �Si no ha visto usted el acto tercero!
Le digo a usted que sí. Estaría distraído mirándola a usted. Vamos a la confitería.
Vamos, sí, sí: que me dé el aire un poco. -�Jesús, qué comedión tan apestoso! Ruperto, guárdame los gemelos y espérame aquí. (Al llegar a la verja se encuentran con el vizconde que llega.)
�Oh amabilísima Casilda! -Adiós, Carlos. �Se acabó esto?
No: la comedia no más.
Se ha perdido usted unos sermones de Cuaresma que le hubieran edificado. (Se va con don Carlos. -El vizconde se acerca al grupo de los otros.)
�Hola, caballeros! �Conque se acabó la comedia? �Y qué tal cosa es? �Han pedido el autor?
�Otro que tal!
�Calla! Parece que no soy yo sólo.
Yo siempre, gústeme o no me guste, pido el autor: por curiosidad... porque me lo enseñen.
Pues como si fuese el oso o la marmota.
Es un tal Moratín, según me han dicho. �Y cuánto escribe el maldito! Yo he dado una vuelta por el Príncipe y por el Instituto... En los tres teatros hacen comedias suyas.
�Y qué tal por allá?
�Mal! �Mucho calor!
No: preguntamos por la función.
�Ah! La función... No sé. Yo fui primero al Príncipe...: vi el primer acto... �Ps!..., pesadillo... Sale allí un don Eleuterio... un poetastro muy hambriento... leyendo un drama. -La duquesita estaba en su palco: �más coqueta! Me marché al casino a ver los periódicos franceses. -Muy embrollado anda eso por Italia. -Luego fui a dar un vistazo por el Instituto. -Después volví al Príncipe, y estuve un rato. El poetastro se finge barón y engaña a una vieja. -Allí ladra un perro, y tiran un pistoletazo. También sale un don Claudio un hidalgo muy estúpido, que echa yescas y enciende un cigarro... �Cosas de muy mal tono!
�Excelente potaje!
Vizconde: está usted haciendo una pepitoria con el Príncipe y el Instituto y el Café y el Barón y la Mojigata (3)...
�Ja, ja, ja! �Es posible!
Y lo gracioso es que esa pepitoria... pot-pourri, como dicen los franceses, tiene mucho de filosófico respecto a Moratín. El vizconde ha dicho ahí una gran cosa...
Sí, �eh?
Por supuesto, sin saberlo.
No: perdone usted...
Justamente uno de los defectos capitales del amigo Moratín es que todos los personajes de sus ponderadas comedias se parecen unos a otros. Así que, al confundir en un amasijo las tres comedias, ha hecho el vizconde una sátira muy fina...
�Ja, ja, ja! �Pues ya!
Sin querer, por supuesto.
�Dale! �Quién le ha dicho a usted que ha sido sin querer?
El don Diego que hemos visto es el mismo don Pedro del Café, el mismo don Pedro del Barón, el mismo don Luis de La Mojigata.
Pues claro está. Lo he dicho con toda intención. -�Y qué se cuenta? �Qué hay de Italia? Parece que Carlos Alberto...
Y todos cuatro no son otra cosa que un plagio del Sganarelle de Molière. �Pobreza, pobreza! Siempre el mismo tipo... y voilà tout. (El vizconde, viendo que no le hacen caso, se va a recorrer otros grupos.)
�Esto no se puede tolerar!
Déjelo usted.
El Café no es más que un artículo de periódico... una sátira llena de personalidades groseras, que debieron valerle al autor una paliza de mano del pobre Comella, que con toda la bulla tenía más fecundidad y más genio que Moratín.
�Ya lo creo! �Que escribió en toda su vida cinco comedias! �No son cinco?
Cinco no más; y de ésas dos en prosa.
Vea usted, en prosa, que eso lo hace cualquiera en ocho días. Como que no hay que buscar consonantes. �Compárelo usted con el otro, que compuso más de doscientas! �No son doscientas?
Pues La Mojigata, �qué otra cosa es sino el Tartufe con faldas? No hablemos del Barón, que no tiene sentido común. Eso es peor que cualquier vaudeville de los que vemos en París, en el Gymnase, o en Palais-Royal, o en Folies-Dramatiques, o en el teatro de Funambules.
�Mucho peor!
�Qué espíritu de españolismo!
�Y qué diremos de El Viejo y la Niña, con aquello de los ungüentos, parches y cataplasmas, que es cosa de sentirse removido?
�Jesús, qué asco!
Pues vengamos a la de hoy, a El Sí de las Niñas, a esa joya del teatro moderno, como esta estúpida de Empresa ha tenido la osadía de llamarla en los carteles.
Pues cuénteme usted a mí en el número de los estúpidos; porque yo también la llamo así.
Como usted guste.
Y cuente usted a dos generaciones enteras que han sancionado ese juicio.
Ya se va modificando...
Y cuente usted al público sano, imparcial, ajeno a las pandillas y a las sectas, que la ha oído con placer, que la ha aplaudido...
Los aplausos del público...
Los aplausos del público, la noche del estreno de una obra dramática, no significan gran cosa para mí. El nombre del poeta, las circunstancias políticas, el desempeño de tal actor favorito... �qué sé yo!... un capricho del público, son cosas que pueden influir accidentalmente en el éxito. Pero cuando esos aplausos se repiten un año y otro y otro, durante cerca de medio siglo, y la comedia se hace y se hace, y gusta siempre, bien o mal ejecutada, y se imprime, y se vende, y se traduce, y se cita como el modelo de las de su género, y es la desesperación de los escritores dramáticos; es una pedantería, es una insolencia, es una blasfemia decir de ella lo que dice usted de El Sí de las Niñas.
Señor mío, yo soy muy independiente; y aunque me quede solo en una cuestión literaria, nunca me doy por vencido. Y esa fama que El Sí de las Niñas ha tenido en tiempos de nuestros padres, sepa usted que ha perdido mucho, desde que el estudio de la estética nos ha hecho conocer la pobreza de la contextura de su fábula... del canevas, como dicen los franceses, y lo raquítico y mezquino de sus tendencias sociales y filosóficas, si se compara con las obras que hoy conocemos de Shakespeare, Balzac, Víctor Hugo, Schiller, Goethe, Kotzbue y Federico Halm, barón de Billin-gansen.
(Halm se pronuncia aspirando la H, como si fuera J. Billin-gansen se pronuncia tal como está escrito.)
�Qué buenos nombres para perros de caza!
Vea usted si en lugar de esas vejeces no podía la señora Empresa emplear el tiempo en poner en escena otras obras... No lo digo precisamente por mi drama... que lo tiene en su poder hace tres meses...
Aquí hay un poeta; y apuesto a que es de nuestra opinión.
�De qué se trata, caballeros?
De El Sí de las Niñas.
�Uf! �Déjeme usted! �Ya estoy cansado de contemplaciones con los viejos! Es preciso levantar una bandera de exterminio contra los santones de la literatura, hasta que desaparezcan de la escena esas disertaciones en diálogo, que quieren llamar dramas.
�Bien calificadas! Voilà le mot!
�Me alegro!
Vida, movimiento, acción, sensaciones profundas, sacudimientos nerviosos... esto es lo que nuestro público necesita. Yo les he entregado un drama en veinticuatro cuadros y dos noches. Ahí está sin hacerse. Yo creo que no lo han leído.
Yo creo lo contrario.
�Y gastan el tiempo en hacer estas estupideces! Aquí les planto una banderilla que ha de salir mañana en el periódico. (Leyendo un papel que trae en la mano.) �La ejecución de El Sí de las Niñas ha sido detestable, digna de la comedia. El teatro de la Cruz arrastra una lánguida existencia...�
�Bravísimo! -�Duro, duro!
�Ah! (A un mozo de imprenta que ha venido por la verja.) �Traes las pruebas para mañana? Aguarda. -�Yo les aseguro!... �El Sí de las Niñas!... �Merece eso el nombre de drama? �De qué diversa manera trataríamos ahora ese argumento! -Hay en la comedia situaciones... así, apuntadas nada más; porque, al cabo, Moratín era hombre de alguna chispa... �Pero qué lastimosamente desperdiciadas! Figúrense ustedes si no está aquello pidiendo un par de actos siquiera en el convento donde se educa doña Paquita, y allí la figura siniestra de una monja..., de la madre Circuncisión, por ejemplo..., que sorprendiera a la niña hablando a media noche con su amante por la ventana del corral, y la monja se enamorara del oficial... y encerrara a la niña en un subterráneo, y el oficial, impaciente, escalara el convento... y la monja se lo llevara a su celda... figúrense ustedes de aquí lo que podría resultar de movimiento y de...
�Yo lo creo!
Luego un acto en el subterráneo, donde bajara el amante a libertar a su amada, ayudado de Calamocha; y allí su escena en quintillas. En fin, si uno da rienda suelta a la imaginación... -Podía haber un episodio fantástico, en que doña Irene viera en sueños la sombra del obispo electo de Mechoacán, que murió en el mar, y las de sus tres maridos. (Se pone a repasar las pruebas.)
�Y hasta la del chico que se le murió de alfombrilla!
Pero dejando tal como es la parte plástica de la obra, y prescindiendo del examen sintético, �no es una estupidez risible que aquel zangandungo de oficial obedezca como un doctrino a su tío, y le bese la mano, y abandone a su amada? �A ver! �Un hombre de tanto valor como nos pintan al don Carlos? (El vizconde, que ha andado recorriendo grupos, ahora se acerca.)
�Qué hay de don Carlos? �Se dice algo?
�Un hombre que, según nos dicen, toma baterías, clava cañones, hace prisioneros y vuelve al campo lleno de heridas?
Eso habrá sido en Cataluña, �eh? �Han entrado otra vez? �Malditos facciosos!
No; si se habla de la comedia.
�Ah, ya! Es comedia de tiros y de batallas... �Pues siento no haberla visto! (Vuelve a retirarse al foro.)
Señor don Eleuterio: de parte de la Empresa, que mañana a las doce se pasa por papeles su drama de usted.
�Mi drama? Bien, no faltaré. -�Señores, se va a poner en escena mi drama! (Rompe el papel que tenía antes y escribe en otro:) �La ejecución de El Sí de las Niñas ha sido admirable, digna de la comedia. Mientras el Príncipe y el Instituto arrastran una lánguida existencia, el teatro de la Cruz se eleva cada día...�
�Qué es eso? �La hoja litográfica de París? �Qué dice de Carlos Alberto?
No: son pruebas. -Toma. (Le da las pruebas al mozo, que se va.)
No le veo por aquí. �Dónde andará este hombre!
�Digu que arrime?
No... �Has visto por aquí aquel joven?...
�El de la calle del Culmillu?
Sí.
Por aquí entró primeru con una joven...
�Con una joven? �Por dónde? �Enséñame!...
Y luego salió cun otra joven.
�Con otra?
No tan joven.
�Infame! -�Bien me lo temía!
Y dijerun que volvían.
�Que volvían? Bien. -�Ya lo decía yo! Sus miradas a la tertulia... Aguardo: �voy a armar un escándalo! -�Vizconde?
�Oh marquesita!
Déme usted el brazo.
�Quiere usted venir a tomar un chantillí?
Gracias, no: acompáñeme usted. Espero aquí a una persona: quiero tomar el aire.
�También usted se ha fastidiado ahí dentro?
�Oh, y en grande! �Qué chinchorrería de comedia! Todo se vuelve hablar.
Es cierto: mejor sería que la cantasen.
Quisiera poder silbar y patear... y tirarles los gemelos a la cabeza.
Amable marquesa, �contra quién va eso?
�Contra la comedia, contra la comedia!
Ya tenemos otra aliada, y muy poderosa.
Está usted con nosotros, �eh?
�Qué persona de la culta sociedad, de buenas maneras, puede gustar de semejante paparrucha?
�Oh, eso se nos olvidaba! �Y el mal tono, y las chocarrerías del lenguaje?
La ensalada de berros... y la cazuela de albondiguillas... y el medio cabrito... �Uf! �Oír eso cuando una acaba de comer! Y yo que tengo un estómago... Creo que me ha dado indigestión.
Una taza de te...
�Y decir que el intendente daba una fiesta por ser los días de su parienta?
�Su parienta!
Su parienta, por su mujer. Ese es el lenguaje de Maravillas o de Lavapiés. �Su parienta!
Efectivamente, así dicen.
�Su parienta! Pues �y el tordo? �Vea usted, un tordo! �Quién tiene tordo? �Qué persona decente tiene tordo? Se tiene pajarera... Yo tengo pajarera. Se tienen canarios, ruiseñores, tórtolas...
Un perro de Terranova, un gato de Angora...
Y otras aves así... �Pero tordo!
�Y para qué sirve allí? Al menos cuando es drama de protagonista irracional, como El Perro de Montargis, pase.
Pero si les digo a ustedes que no tengo ganas de dulces: �es mucho fastidiar!
Ya veo, por el testimonio de ese cucurucho, que otro más feliz se ha adelantado a mis obsequios.
Andando. �Por qué ha venido usted tarde?
Ya he dado explicaciones satisfactorias, y repetiré...
�Quién se las pide a usted?
Yo le dije, Paquita, que se disculpara...
Y a ti, papá, �quién te mete a dar consejos a nadie? Ya tiene edad para no necesitar ayo.
Hija mía, como le estuvimos esperando...
Le esperarías tú: que a mí me hacía la misma falta que los perros en misa.
Pero, vamos a ver, amable Paquita: ese cucurucho de dulces...
�Y es verdad que trae dulces!
�Vaya! �Qué misterio hay en esto? Papá me los ha subido.
�Yo?
Tú, sí señor, tú. (Pellizcándole.)
�Ay!
No lo niegues ahora; que el señor don Diego pensará... Todos los viejos son maliciosos.
En efecto: sí, yo he sido. (Aparte.) �Ji, ji! �Diablo de chica!
Pues bien; iremos a la Iberia o a Venecia a tomar un sorbete, mientras dura el entreacto. Ahí tengo mi coche.
�Ves, Paquita, qué galante y qué obsequioso?
�Pues podía no serlo! Entonces no tendría el diablo por donde desecharlo.
�Ji, ji! �Qué pizpireta es!
En efecto: tiene un desenfado...
Genialidades de la edad. Ya ve usted: criada a sus anchas, sin que nadie la haya contradicho jamás... haciendo su santísima voluntad en todo... No tiene gazmoñerías, ni... Dice cuanto se le viene a la boca. Pero con los años ya irá sentando. -Conque, �vamos, hija mía?
�Huy, qué machaca! Vamos. �Ay, Dios mío! �Y mis guantes? �Ay, que he perdido mis guantes! �Dónde se me habrán caído? Busca tú, papá. -Búsquelos usted. (A don Diego.)
Te los habrás dejado en la tertulia. -Luego los recogerás.
Los míos no le vendrán a usted...
�Quite usted allá ese adefesio!
�Qué se le ha perdido a nuestra sublime actriz?
Nada, los guantes.
�Se los gastaría usted para aplaudir con alma El Sí de las Niñas!
�Yo? �Se le figura a usted que yo soy clásica?
�Cree usted que la perla del Liceo y del Museo y de la Unión tenga tan mal gusto?
�Y qué se dispone ahora?
Estamos ensayando El Verdugo de Amsterdam: la semana que viene lo hacemos en la calle de Enhoramala-vayas (4).
Cuando oiga usted declamar a la niña, se le caerá la baba.
�También hace comedias caseras?
También Paquita es de nuestra opinión. Todo el bello sexo está contra El Sí de las Niñas.
�Le parece a usted que la que ejercita su sensibilidad declamando dramas, puede gustar de cosas tan insulsas como la comedia de esta noche? �Han visto ustedes qué amantes esos? Esa Paquita... �y siento que tenga mi nombre!, tan tímida, tan encogida. Bueno está que se obedezca a los padres; yo obedezco al mío. -Pero cuando mandan injusticias, �también se les ha de obedecer? �Ya era fácil que yo me sometiera, si estuviese enamorada y quisieran casarme con un viejo! �Y la escena en que se ven los dos amantes? �Hay cosa más sosa? Llenos de amor los dos, y ni se besan las manos, ni se abrazan... �estando solos!
Así sentía Moratín las pasiones.
Pero, hija, �cómo quieres que en el teatro se ponga todo lo que en tales casos?...
�Qué entiendes tú de eso, papá? Se pone todo, todo; porque, en los momentos de pasión, la misma pasión... Y hay mil dramas donde no queda nada que desear... �Mira tú en Antoní si se pone todo!
�Allí sí que hay pasión!
Pasión, y muerte.
Vamos, lo que esa Paquita consiente que hagan con ella es ridículo, es inverosímil. �Casarla con el viejo!
No, hija mía: si no la casan, al fin.
�Cómo que no la casan? �Conque el amante no la abandona?
Al fin del segundo acto; pero vuelve en el tercero...
�Ah! �Vuelve en el tercero?
�Pues no te acuerdas? Y tiene aquella escena violenta con el tío...
Sí, sí... en que lo desafía y lo mata...
No, hija. Si el tío lo perdona, y lo casa, y...
Sí, sí: yo me trabuco...
La imaginación poética de Paquita está supliendo lo que debía haber en la comedia.
Si tardamos mucho, los sorbetes estarán pasados.
Dice bien.
�Ay! �Qué par de ventosas! Vamos a tomar sorbete. Compadézcanme ustedes. (A los otros.) �Aquí llevo a mi don Diego y a mi doña Irene! -�Qué es lo que veo! (Al irse, ve venir por la verja a don Carlos con Casilda del brazo, la cual trae un cucurucho de dulces.)
�Paquita! Cayose la casa a cuestas.
Vamos andando: déme usted el brazo. (A Paquita.)
Aguarden ustedes.
�Por qué se para usted?
Opino que nos marchemos: lo que falta no vale nada.
�Pero qué arrechucho es este? �Algo ha visto usted aquí!
Nada, sino que...
Allí viene... �Pues! Lo que yo me temía. �Con una mujer! �Venga usted, vizconde!
�Santo Dios! �La marquesa!
�Por qué nos miran esas dos mujeres? �Usted me está engañando!
�Qué disparate!
Entre usted conmigo.
�Aquí me desuellan entre las tres!
Déme usted el brazo, señor don Diego. Sabe usted que le quiero, y que estoy pronta a obedecer a mi papá, casándome con usted.
�No se lo dije a usted? �Es como una malva!
�Eres un infame!
�Qué le ha dicho a usted?
�Es usted un canalla!
�Qué le ha dicho a usted?
�Agua fresca, agua!
Aquí hay gato encerrado.
Perdone usted: estos guantes que se dejó olvidados en el mostrador de la confitería aquella señorita...
Míos no son.
Aquella niña fue.
Estos guantes son de usted, señorita.
Mil gracias, señora.
�Calla! �Tus guantes en la confitería!
�Los guantes! �Hola, hola! Este es un lance muy turbio.
�Pues no decías que era yo quien te había subido los dulces?
�Y usted no afirmó que era cierto?
Vamos arriba, papá, y excusas dar explicaciones a nadie. Ya sabes que no me gustan las explicaciones.
Pero, Paquita, hija, bueno sería convencer a don Diego. Vas a perder una proporción... Mira que es muy rico.
Haz lo que te digo, papá, o me da aquí un sofoco que me caigo redonda.
No, hija mía; no, �por Dios! Hágase tu gusto.
El señor es un visionario montado a la antigua.
Niña, niña: respete usted...
Tiene razón Paquita.
�Un celoso, un impertinente, un viejo de Moratín!
�No te acalores!
�Y usted un fatuo, un hipócrita, un infame!
Hija, mira que están oyendo, y luego el mundo...
Papá, no me prediques. Vámonos de aquí. (Se lo lleva corriendo por la escalera derecha.)
�Acompáñeme usted, caballero!
�Señora! �Quién es usted?
�Infame! �No vuelva usted a mirarme a la cara! (Se lleva a don Diego por la escalera izquierda.)
Pero, Casildita, oiga usted...
�Canalla! �No vuelva usted a poner los pies en mi casa! (Se lleva al vizconde por la escalera derecha.)
�Agua fresca, agua!
Carlos, �qué lance tan cómico!
Pero, hombre, �tres nada menos!
�Tres y ninguna!
�Ja, ja, ja! �Pensarán las tontas que no tengo tropas de reserva! En el Príncipe está Rosario, y Petra en el Instituto. Voy a traerme una de ellas a que oiga el himno. La entro del brazo a las butacas, y hago que las tres se desesperen. (Se va corriendo por la verja.)
�Qué me dice usted de esto, señor don Pedro?
�Ahí tiene usted las que criticaban El Sí de las Niñas! Dos de ellas, que han pasado la noche coqueteando con ese pisaverde, y bajaban desesperadas porque no había subido a visitarlas. �Y la niña? �Digo! Una niña que pasa la vida haciendo comedias caseras, y se escapa con su amante a la confitería, y trata a zapatazos a su padre. �Oh! �Dónde está el Moratín de nuestra época; que así como aquél pintó la tiranía paternal, y la educación monjil y gazmoña de su tiempo, nos enseñe el reverso de la medalla, la relajación de los lazos sociales, con la magia de aquel pincel que nadie después ha sabido manejar como aquel insigne poeta?
Eso nada significa, señor mío. Si en el juicio de esas señoras han podido influir esas causas, no son ellas las únicas que condenan la comedia. Aquí estoy yo que cultivo el arte dramática...
Y yo que he visto muchas comedias.
Y yo, que ejerzo la crítica, y he analizado el teatro inglés y el francés y el alemán, y sostengo que los personajes de Moratín son retratos de circunstancias que murieron, y no tipos eternos, como los de Molière. �Quién es hoy don Eleuterio? �Quién es don Serapio? �Quién es don Hermógenes?
�Quién es don Eleuterio? El señor, que habla mal de la comedia, porque no ponen en escena la suya. �Quién es don Serapio? El señor, que repite como un eco lo que les oye a ustedes... �Quién es don Hermógenes? �Usted!
�Yo?
Usted, que pasa su vida pedanteando; con la diferencia de que aquél pedanteaba en griego, y ahora se pedantea en francés. Y si ya que son ustedes monos de imitación de los franceses, los imitasen también en ponderar y ensalzar, como hacen ellos, todo lo que allí se distingue. Pero, no señor. La pedantería de hoy consiste en rebajar, en poner en ridículo, en arrastrar por tierra todo lo que en España sobresale en cualquier arte, en cualquier carrera, en cualquier profesión.
Yo soy tan español como el primero; y sin embargo...
Los tontos no son españoles, ni franceses, ni ingleses, ni nada. �Son tontos! Son, como los hebreos, una gente sin patria, esparcida por el mundo para tormento de sus semejantes. -Pero esta vez, afortunadamente, hay un público sano, patriota, que a pesar de todos los pedantes, sabe que Moratín es una de las glorias de nuestra patria, y va en este momento a saludarle con aplausos de entusiasmo. (Óyese dentro el ritornelo del himno.) Ya suena el himno en el teatro. �Adentro, buenos españoles! Vamos a honrar la memoria del gran poeta. �Yo arrojaré a su busto esta corona de laurel y siemprevivas! (Sacando una que llevaba preparada.)
�Y yo ésta! (Sacando otra.)
�Corramos! �Corramos!
(Todos se entran apresurados al teatro por las puertas y escaleras. Cambia la decoración, y aparece el escenario iluminado, y en el centro, sobre un pedestal, el busto de MORATÍN. -Los actores desfilan por delante de él, arrojándole coronas de laurel, mientras se canta un himno en honor suyo.)
Versos
que se recitaron en el teatro de la Cruz la noche del estreno de esta comedia, en el año de 1848.
�Oh pueblo de Madrid! Canta la gloria | ||
de aquel ingenio que con rica vena | ||
eternizó en los siglos su memoria, | ||
restaurador de la española escena. | ||
No cuente -�oh mengua!- la veraz historia | 5 | |
que yace allá en las márgenes del Sena. | ||
�Para una sombra noble y generosa | ||
es doble peso la extranjera losa! | ||
Ilustre Moratín: esta sonora | ||
aclamación que el público te envía, | 10 | |
de homenaje más alto es precursora, | ||
que ya se apresta a tu ceniza fría. | ||
La madre patria, que tu muerte llora, | ||
en breve -�me lo anuncia el alma mía!- | ||
tus huesos sacará de tierra extraña, | 15 | |
y muerto al menos volverás a España. |
Años después se repitió esta comedia en otro teatro, y entonces se recitaron además los siguientes versos:
Hoy fue cuando con himnos de alegría, | ||
de las Musas el coro lisongero | ||
cantó al genio sublime que nacía | ||
a ser delicia del Parnaso ibero. | ||
Ardua es la senda que a la gloria guía, | 5 | |
y que él con planta audaz abrió el primero; | ||
mas nos dejó, para alumbrar sus huellas, | ||
el vivo resplandor de cinco estrellas. | ||
�Cinco no más! -pero de luz tan pura, | ||
de juventud tan fresca y tan lozana... | 10 | |
que vivirán cuanto en la edad futura | ||
viva la hermosa lengua castellana. | ||
�Honor a Moratín, que a tanta altura | ||
nuestra gloria elevó! Y al que se afana | ||
por imitarle, anímele este ejemplo. | 15 | |
�Aquí al genio español se erige un templo! |
Volviose a celebrar el aniversario de Moratín, el 10 de marzo de 1854, con la representación de esta comedia; y al final se recitaron las dos composiciones siguientes:
Venid, rindamos el anual tributo | ||
al ingenio inmortal, de España gloria; | ||
que es de doctas naciones atributo | ||
honrar de un hijo insigne la memoria. | ||
De su elevada inspiración el fruto | 5 | |
noble página marca en nuestra historia; | ||
y por él hoy, como por Lope un día, | ||
bella, culta, moral se alza Talía. | ||
No es deuda sólo del que a Inarco sigue | ||
cogiendo lauros en la patria escena; | 10 | |
justo es que a todos su alabanza obligue, | ||
pues a todos de honor su nombre llena. | ||
Manzanares feliz por él consigue | ||
émulo ser del Támesis y el Sena. | ||
No es de las letras, no, su gloria sola: | 15 | |
es de todo español: �es española! |
Lució por fin el venturoso día. | ||
�Ya le miro en su patria descansando! | ||
Cuántas veces mi rostro se cubría | ||
de tristeza y rubor, �oh España!, cuando | ||
a la margen del Sena recorría | 5 | |
el vasto cementerio; y preguntando: | ||
��Quién yace aquí?�, me daban por respuesta: | ||
�Del Molière español la tumba es esta.� | ||
�Ya rescatado está! -Mas �ay! tus ojos | ||
vuelve hacia allá otra vez, �oh madre España!, | 10 | |
que aún yacen de otros hijos los despojos, | ||
dignos de igual honor, en tierra extraña. | ||
Aún dos tumbas alzadas entre abrojos | ||
el tibio sol de la Occitania baña. | ||
Acoge, �oh patria!, mis ardientes ruegos: | 15 | |
�Aún está allí Meléndez! �Aún Cienfuegos! | ||
La voz de Moratín en son de duelo | ||
salir escucho del sepulcro helado. | ||
�Traedlos, clama, a su nativo suelo, | ||
y descansen entrambos a mi lado. | 20 | |
Dadme por vuestro amor este consuelo, | ||
o dejadme con ellos olvidado. | ||
Las honras que me hacéis no me complacen, | ||
si en el destierro mis hermanos yacen.� |
Nota del autor
Compuse esta comedia el año de 1848 para que se representase en una función dispuesta en el teatro de la Cruz con objeto de celebrar el aniversario del natalicio de Moratín.
Era El Sí de las Niñas la comedia que iba a hacerse; y de ahí me ocurrió escribir esta, que llamé, acordándome de Molière, La Crítica de El Sí de las Niñas.
El éxito que obtuvo no pudo ser más satisfactorio. El público, que había estado celebrando El Sí de las Niñas como si se estrenara, aplaudió en mi comedia todo lo que se refiere a elogio de la de Moratín; y al aparecer su busto en la escena fue inmenso el entusiasmo que produjo.
Desde esta fecha puede decirse que El Sí de las Niñas, hasta entonces casi desterrado del teatro por la furiosa invasión del género romántico, ha vuelto a figurar en el repertorio ordinario, y cada vez con más aceptación: esto redunda en honor del público madrileño.
�No podía ser menos! Entre cuantas obras dramáticas conozco, antiguas y modernas, El Sí de las Niñas es, en mi juicio, la que más se acerca a la perfección.
Moratín es el modelo del arte: todo el que quiera escribir con acierto para el teatro no debe estudiar otro.
El ingenio no se adquiere: se tiene o no se tiene, según Dios ha querido: si se tiene, no hay cuidado, que él saldrá. Lo que hay que adquirir es el modo de dirigirlo, de sujetarlo, no a reglas caprichosas, sino a los principios eternos del arte; y esto no se aprende más que en Moratín: fuera de él, sólo se aprende a extraviarlo y perderlo. No hay que cansarse: Moratín se eclipsará en los períodos de corrupción; pero en las restauraciones del buen gusto él llevará siempre la bandera.
Una cosa que me propuse con empeño logré con mi comedia; y ahora me arrepiento de haberla logrado.
En los versos que se recitaron en el estreno de la obra habrá visto el lector el deseo que manifesté de que los restos de Moratín, que yacían en París, se trajesen a España. El pensamiento hizo fortuna; o como ahora se dice, fue creando atmósfera, y cinco años después un Ministerio, que sin duda hubo de respirarla, tomó el asunto en serio y llevó a cabo la traslación.
El día 12 de octubre de 1853 entraron en Madrid las cenizas de Moratín con gran solemnidad. Iban en un magnífico carro fúnebre, y les hacían cortejo los ministros, las autoridades y altos funcionarios, todos de grande uniforme, y un sinnúmero de personas entre literatos y demás gente distinguida. Llegó la comitiva a la iglesia de San Isidro, y en su bóveda subterránea quedó el ataúd depositado, hasta que se le lleve a un monumento que se le ha de erigir.
Hoy es, y el monumento no se le ha erigido, ni nadie se acuerda de ello. Moratín seguirá escondido en los sótanos de San Isidro; y gracias que, andando los tiempos, no llegue un día en que, por quitar estorbos, saquen de allí la caja y echen los huesos en la fosa del cementerio general.
Así se hizo en San Sebastián con los de Lope de Vega: no sería ninguna novedad.
En París, Moratín estaba enterrado en el vasto y magnífico cementerio del Padre La-Chaise, que todo extranjero va a visitar. El guardián que lo enseña es un hábil cicerone, y al llegar a cierto sitio decía: �Este es el panteón de la familia Silvela: y aquí yace también el célebre escritor dramático Moratín, el Molière español.�
Así en efecto lo publicaba una inscripción puesta en el monumento, que era de piedra, sencillo y elegante.
Allí, pues, no solamente estaba en sitio decoroso y visible, sino que su nombre sonaba diariamente en el oído de centenares de extranjeros, que quizá sólo por eso le conocían.
Se le sacó de allí; se le trajo a España: �como si hubiera caído en un pozo!
�Necesito explicar por qué estoy arrepentido de haber hecho aquellos versos?
En los que se recitaron en el teatro el día de la traslación, en 1854, me ocurrió pedir igual gracia para Meléndez y para Cienfuegos, que también murieron y están enterrados en Francia. Afortunadamente para ellos, esto no creó atmósfera. -No, por Dios: bien están allá. Al menos se sabe dónde yacen: puede el que quiera ir a visitar su sepulcro: no están, como el pobre Inarco, secuestrados de esa segunda existencia, escondidos en un sótano, expuestos a ir el mejor día a la fosa común.