Elegía.
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�Quién a mi frente ciñe |
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el funeral ciprés? �La destemplada |
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lira de Young entre mis manos yertas |
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quién viene a colocar? �Quién a mi pecho |
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pide lúgubre canto? |
5 |
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�Quién agolpa a mis párpados el llanto? |
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Santa amistad, perdona. |
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Si alguna vez a tu celeste influjo |
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pude el canto ensayar, destellos eran |
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del juvenil ardor: nunca del genio |
10 |
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la antorcha refulgente |
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con su lumbre inmortal ardió en mi mente. |
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A tu demanda en vano |
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llamo la inspiración: lágrimas sólo, |
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lágrimas te daré. Si el llanto es digno |
15 |
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tributo a la beldad que hundió en la tumba |
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la Parca devorante, |
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�ay! yo la lloraré: �que otro la cante! |
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A la hermosura, al alto |
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ejemplo de virtud, dotes que unidas |
20 |
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ve el mundo rara vez, �qué humano pecho |
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niega su admiración? Hijos de Iberia, |
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que el sacro Pindo inspira, |
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piedad enmudeció: pulsad la lira. |
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Sonó el himno: Barcino, |
25 |
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Madrid, y el Sena y el Adur lo oyeron. |
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en el inerte mármol, en el mudo |
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lienzo, al olvido de la tumba arranca |
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su forma peregrina, |
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su celeste beldad, arte divina. |
30 |
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�Cuál es tu triunfo, oh muerte? |
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�De tu falsa victoria cuál trofeo |
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es el que arrastras al sepulcro? En vano |
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allí tu triste víctima sepultas: |
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de tu centro profundo |
35 |
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rayo consolador refleja al mundo. |
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Así después que cruza |
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por el tendido cielo el sol radiante |
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y en los abismos de la mar se esconde, |
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melancólica, blanda, halagadora |
40 |
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luz a la tierra envía, |
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dulce recuerdo del ardiente día. |
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�Lloras, mi dulce amigo! |
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Llanto y no más a su memoria, estéril |
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holocausto será: más alta ofrenda |
45 |
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pide a tu amor: quien el consuelo hermoso |
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de la virtud ignore, |
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a su muerta beldad eterno llore. |
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No tú, que de los cielos |
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el numen recibiste que tu nombre |
50 |
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hará inmortal, y lauros militares |
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que tu diestra ganó, y en bien del pobre |
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dones de la fortuna, |
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y heredado blasón de ilustre cuna. |
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�De labios más queridos |
55 |
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oírlo quieres? Ven: allí se eleva |
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el gótico recinto: allí dirige |
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tu planta: llega: sobre el fuerte quicio |
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las cinceladas puertas |
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por invisible impulso mira abiertas. |
60 |
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Traspasa los umbrales. |
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Lámpara funeral su tembloroso |
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rayo refleja en el bruñido mármol |
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de ostentosos sepulcros: en su centro |
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los restos venerables |
65 |
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yacen de los antiguos condestables. |
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Mas tus inquietos ojos |
|
buscan la tumba de tu amor. -Escucha: |
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sordo ruido en su profundo seno |
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se deja percibir... Álzase en ella |
70 |
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sobre la abierta losa |
|
una matrona. Mírala: es tu esposa. |
|
|
De sus hombros desciende |
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cándido lino hasta la planta: el negro |
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cabello ondea en su marmórea espalda: |
75 |
|
pálida majestad su noble frente |
|
y sus mejillas tiñe: |
|
la corona ducal sus sienes ciñe. |
|
|
Y con solemne acento |
|
así te dice: -�Treguas, caro esposo, |
80 |
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treguas a la aflicción; harto bañaste |
|
de amargo llanto el solitario lecho: |
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tú que lloras mi suerte, |
|
�si el triunfo vieras que nos da la muerte! |
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Aquí no turba el alma |
85 |
|
el tronante cañón, la asoladora |
|
lanza que salpicó de humana sangre |
|
los pacíficos campos donde alzamos, |
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bajo el pajizo techo, |
|
de nuestro mutuo amor el primer lecho. |
90 |
|
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La envidia ponzoñosa, |
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la calumnia procaz, la tiranía, |
|
la bajeza servil, del mundo, sólo |
|
del mundo son: la adulación traidora, |
|
que honor mentido ofrece, |
95 |
|
en la losa del túmulo enmudece. |
|
|
Mas no con llanto estéril: |
|
con la virtud conquistarás, esposo, |
|
este ignorado mundo de delicias. |
|
Virtud costosa, sí; que esta diadema, |
100 |
|
tanto del hombre ansiada, |
|
al bajar a la tumba, �cuán pesada! |
|
|
No el velo misterioso |
|
me es dado alzar. -�Adiós! -Conmigo un día |
|
en lazo eterno...� Enmudeció la sombra |
105 |
|
y hundiose en el sepulcro; y aún su acento |
|
��Virtud, virtud!� clamaba: |
|
��Virtud, virtud!� el templo resonaba. |
Julio de 1830. |
|
Cuando al volver con el ardiente julio |
|
la bienhadada aurora |
|
en que a tu nombre el español exhala |
|
himnos de amor, Señora; |
|
el trueno del cañón; en la gigante |
5 |
|
torre, del bronce herido |
|
el trémulo clamor; del ronco parche |
|
el bélico sonido; |
|
abierto el templo a la plegaria santa, |
|
do entre la densa nube |
10 |
|
del incienso, que al cielo se levanta, |
|
el voto ardiente de las almas sube; |
|
todo es placer y amor: permite, oh Reina, |
|
que esta olvidada lira, |
|
que ni inmortalidad ni gloria espera, |
15 |
|
lance un sonido, y a las plantas muera |
|
de la misma belleza que la inspira. |
|
|
Oídos que están llenos |
|
del blando halago del cantar de Laura, |
|
y del dulce ruido |
20 |
|
que forma triste el aura |
|
meciendo los laureles que la tumba |
|
cubren de Tasso y de Marón... Oídos |
|
que en la cuna arrullaron |
|
de Herminia los gemidos, |
25 |
|
los tristes ayes del furioso amante, |
|
y la trompa de Dante... |
|
�Cómo halagar pudiera, humilde y frío, |
|
el desmayado son del canto mío! |
|
|
No menos dulce, al rutilar tus ojos |
30 |
|
sobre la cumbre cana |
|
del alto Pirineo, |
|
unió su voz la musa castellana |
|
al popular ardiente clamoreo. |
|
�Cristina! -�Oh! �cuál se goza |
35 |
|
mi pecho al recordarlo! |
|
Sí, yo te vi. -De la triunfal carroza, |
|
con galano ademán, dulces miradas |
|
en el gozoso pueblo, |
|
que en apiñado grupo te seguía, |
40 |
|
amorosa fijabas: |
|
pareciome que tierna preguntabas |
|
a cuántos tristes consolar debías. |
|
|
A España entera consolaste. �Hermoso |
|
iris de paz y amor! Tu ruego puro |
45 |
|
al cielo hizo piadoso, |
|
padre a Fernando, al español dichoso. |
|
........................................................ |
|
�Ay! De tan alta dicha ser no puedo |
|
digno intérprete yo. -Vuelve al olvido |
50 |
|
a que el destino te condena, oh lira: |
|
por la postrera vez los vientos hiere: |
|
lanza un sonido, y a las plantas muere |
|
de la misma belleza que te inspira. |
24 de julio de 1831. |
|
�Ah! �quién podrá olvidarlo! Una mañana |
|
era diciembre encapotado y frío |
|
al festivo clamor de la campana, |
|
se alzó Madrid en bullidor gentío. |
|
|
La inmensa muchedumbre, que impaciente |
5 |
|
la vasta calle de Alcalá llenaba, |
|
una hermosura de risueña frente |
|
y una esperanza en ella contemplaba. |
|
|
Su dorada carroza se movía |
|
sobre apiñadas frentes a millares, |
10 |
|
y el esquife de Venus parecía |
|
meciéndose en la espuma de los mares. |
|
|
Aquel mirar de maternal desvelo, |
|
aquella tez de rosa purpurina, |
|
aquel vestido de color de cielo |
15 |
|
-�Ah! �quién podrá olvidarlo!- �era Cristina! |
|
|
Mas no sólo la Reina, no la hermosa |
|
en ella absorto el español miraba; |
|
vio en ella una promesa misteriosa |
|
que en el fondo del pecho se ocultaba. |
20 |
|
|
Y la cumplió: que apenas, asombrados, |
|
vimos con rutilantes resplandores |
|
en la margen del Sena tremolados, |
|
iris de libertad, los tres colores; |
|
|
ella, esperanzas pérfidas burlando, |
25 |
|
de llanto de placer sus ojos llenos, |
|
a Isabel en sus brazos levantando: |
|
�Nuestro es el porvenir�, gritó a los buenos. |
|
|
�Nuestro, sí! Que a esa prenda de ventura |
|
otra prenda feliz hoy acompaña: |
30 |
|
el código sagrado, que asegura |
|
trono a Isabel y libertad a España. |
|
|
Al santo grito la nación responde, |
|
en tu defensa, oh Reina, armando el brazo: |
|
-�Dó están los ciegos, los ilusos dónde, |
35 |
|
que no bendicen tan glorioso lazo? |
|
|
�Que inflamados de súbito alborozo, |
|
al mirarte hoy pasar, ángel divino, |
|
no han bañado con lágrimas de gozo |
|
las rosas que alfombraban el camino? |
40 |
|
|
�Dónde están? -En la hueste rebelada: |
|
allí están; sólo allí. -Los que blasonan |
|
de idolatrarte, libertad sagrada, |
|
hoy se abrazan y olvidan y perdonan. |
|
|
�Unión! �unión! -�Oh!, caigan, ciudadanos, |
45 |
|
a los pies de Isabel nuestros rencores, |
|
así como arrojaban nuestras manos |
|
a su carroza deshojadas flores. |
Julio de 1837. |
|
Cuando la griega juventud volaba |
|
al campo de la gloria, |
|
y al macedón guerrero arrebataba |
|
el sangriento laurel de la victoria: |
|
�quién a blandir la fulminante lanza |
5 |
|
robusteció su brazo? |
|
En el estrago de feroz matanza |
|
�quién su pecho alentó, quién, sino el fuego |
|
del entusiasmo ardiente |
|
que corrió en viva llama por sus venas, |
10 |
|
cuando escuchó elocuente |
|
tronar la voz del orador de Atenas? |
|
|
Tú fuiste, oh santo fuego, |
|
tú quien el duro mármol animaba |
|
bajo el cincel del inspirado griego; |
15 |
|
tú quien la trompa de Marón sonaba: |
|
en cuanto el mundo a la memoria ofrece |
|
de eterno, de elevado, |
|
tu creador espíritu aparece; |
|
tú ante el funesto vaso envenenado, |
20 |
|
en el alma de Sócrates brillabas, |
|
tú la mano de Apeles dirigías, |
|
en la lira de Píndaro sonabas |
|
y la lanza de Arístides blandías. |
|
|
Mas �oh!, �por qué ofuscada |
25 |
|
a tan remota edad vuela mi mente? |
|
La centella sagrada, |
|
de la aureola de Dios destello ardiente, |
|
que de la antigua Grecia derruida |
|
el canto melodioso |
30 |
|
eternizó y el brazo belicoso, |
|
�yace entre sus escombros extinguida? |
|
|
No. -Como chispa eléctrica impaciente |
|
que, presa en frío pedernal, no pudo |
|
brillar, hasta que siente |
35 |
|
de acerado eslabón el golpe rudo: |
|
así en medroso pasmo |
|
en tu pecho dormía, |
|
juventud española, el entusiasmo; |
|
mas cuando el regio acento generoso |
40 |
|
retumbó por los ámbitos de España, |
|
de el Pirene riscoso |
|
al confín andaluz que Atlante baña; |
|
estalla al fin la mágica centella |
|
las almas conmoviendo, |
45 |
|
y el abatido pueblo se levanta, |
|
y en sed de gloria ardiendo, |
|
lidia el guerrero y el poeta canta. |
|
|
�Todo es ya entusiasmo, todo es vida! |
|
Navarra muestra su campaña en sangre |
50 |
|
de rebeldes teñida; |
|
allí guerrera juventud, clamando |
|
��Cristina y libertad!� En ronco acento, |
|
la espada desnudando, |
|
la vaina arroja al viento, |
55 |
|
y al son del himno nacional se lanza |
|
con noble bizarría |
|
sobre la hueste audaz que el polvo muerde |
|
en Luchana, Arlabán, Mendigorría. |
|
|
Aquí los que sintieron |
60 |
|
su pecho palpitar, en mudo asombro |
|
de rodillas cayeron |
|
ante la Virgen pura |
|
cuyo rostro de cándida hermosura |
|
y maternal desvelo |
65 |
|
reveló al gran Murillo el mismo cielo. |
|
|
Los que el sagrado canto |
|
que entonaba León en arpa de oro |
|
oyen con tierno llanto, |
|
y al Dios del almo coro |
70 |
|
alzan también el cántico sonoro. |
|
|
O al robusto sonido |
|
de la trompa de Herrera, ante sus ojos |
|
ven cargadas de bárbaros despojos |
|
a las veleras naves españolas |
75 |
|
victoriosas bogar, cuando Lepanto |
|
con turca sangre enrojeció sus olas. |
|
Todos en lazo fraternal unidos, |
|
digno templo a las artes elevando, |
|
preparan ya los himnos merecidos |
80 |
|
y aprestan los pinceles |
|
con que en la edad futura eterna sea |
|
la fama de esa hueste generosa |
|
que por su reina hermosa |
|
y por la santa libertad pelea. |
85 |
|
|
Mas �oh!, �qué nuevo rayo |
|
de luz las liras y los lienzos dora, |
|
como a los campos del florido mayo |
|
el resplandor de la rosada aurora? |
|
�Me engaña mi deseo? |
90 |
|
�Vedla!... �Es ella!... �Es Cristina! |
|
su presencia divina |
|
baña de lumbre el español Liceo. |
|
|
Busca en tu dulce lira |
|
cómo pintar su célica hermosura |
95 |
|
que amor y gloria inspira, |
|
si al humano poder por dicha excedes, |
|
inspirado poeta: |
|
búscalo tú, pintor, si hallarlo puedes |
|
en el vario color de tu paleta. |
100 |
|
Pintadla augusta, hermosa, |
|
sobre el excelso trono castellano |
|
la frente hollando del rebelde fiero, |
|
y con risa bondosa |
|
ciñendo de laureles con su mano |
105 |
|
al pintor, al poeta y al guerrero. |
1838. |
Epístola.
|
Hay en la vida lágrimas, Mariano, |
|
que la amistad contempla silenciosa, |
|
porque enjugarlas intentara en vano. |
|
|
Al que las llora en la reciente losa |
|
de un sepulcro do en flor arrebatada |
5 |
|
la dulce prenda de su amor reposa, |
|
|
no con usados pésames le agrada |
|
ver en el llanto que a sus solas vierte |
|
la majestad de su dolor turbada. |
|
|
�Pues quién, mi caro amigo, de otra suerte |
10 |
|
antes que yo consuelos te ofreciera? |
|
Si heridas que feroz abre la muerte |
|
|
mano mortal cicatrizar pudiera, |
|
�cuál para ti, cuál otra que la mía |
|
más diligente y cariñosa fuera? |
15 |
|
|
Contigo me crié: contigo un día |
|
en las aulas bebí de San Mateo |
|
el fuego de la hermosa poesía. |
|
|
Aún me parece que vagar te veo |
|
con precoz gravedad, cuando sonaban |
20 |
|
las suspiradas horas de recreo, |
|
|
mientras otros, astutos, se burlaban |
|
del ayo inexorable, y bulliciosos |
|
por el talado jardinillo andaban. |
|
|
Allí vimos brotar los generosos |
25 |
|
alientos de cien jóvenes, que ahora |
|
son en ciencia y valor nombres gloriosos. |
|
|
Allí rayar en su brillante aurora |
|
de Espronceda, �oh dolor!, el genio ardiente |
|
que el soplo de la muerte heló a deshora. |
30 |
|
|
Allí León el ánimo valiente |
|
apercibía a la inmortal jornada |
|
que vio de Huesca la asombrada gente. |
|
|
Allí Pezuela en lira delicada |
|
probó la diestra que empuñar debía |
35 |
|
la épica trompa y la fulmínea espada. |
|
|
Allí Ochoa, de ciencia y poesía |
|
apurando el raudal con noble empeño, |
|
labraba su futura nombradía. |
|
|
Allí en tono, ora grave, ora risueño, |
40 |
|
rico de inspiración sonaba el canto |
|
de Felipe, el satírico limeño. |
|
|
Allí otros mil... -�Oh fugitivo encanto! |
|
�Oh sonrisa primera de la vida! |
|
�Recuerdo de placer, que arranca llanto! |
45 |
|
|
�Y qué, Mariano, la ilusión perdida |
|
de la edad infantil, en noche obscura |
|
nos dejó acaso el alma sumergida? |
|
|
�No hay ya un rayo de luz serena y pura? |
|
�Es este mundo una región de duelo, |
50 |
|
de desesperación y de amargura? |
|
|
�No, no es verdad! -Del nebuloso cielo, |
|
del negro septentrión esa herejía |
|
vino en traje francés a nuestro suelo. |
|
|
�Todos pecamos! -Yo también un día, |
55 |
|
gimiendo adrede, por seguir la usanza, |
|
vime arrastrado en la común manía |
|
|
a esa espelunca do a leer se alcanza |
|
sobre la puerta con azufre escrito: |
|
��Ay! Dejad, los que entráis, toda esperanza.� |
60 |
|
|
Allí en verso trotón y a voz en grito |
|
lloraba su vejez anticipada |
|
un melenudo imberbe mancebito. |
|
|
Otro de la romántica pleyada, |
|
que tres lustros de edad mostraba apenas |
65 |
|
al blando arrullo de niñez mimada, |
|
|
lloraba desengaños a docenas |
|
de esta imperfecta sociedad que al hombre |
|
ata, al nacer, con grillos y cadenas. |
|
|
Y porque más su desventura asombre, |
70 |
|
quejábase también de estar minado |
|
de una secreta enfermedad sin nombre. |
|
|
�Era un vivir aquel desesperado! |
|
Sólo se oía en recia taravilla: |
|
�Maldición! por un lado y otro lado. |
75 |
|
|
Por fin de aquella fiera pesadilla |
|
conseguí despertar con trasudores |
|
a las voces de Lista y Hermosilla. |
|
|
Y al contemplar de nuevo los albores |
|
del sol que en torno a mí la densa bruma |
80 |
|
disipaba con vivos resplandores, |
|
|
dije: �Gracias a Dios! -Pues ni me abruma |
|
la sociedad, ni anillo con veneno |
|
llevo, ni tengo mal que me consuma; |
|
|
ni he sido de fortuna tan ajeno |
85 |
|
que un fiel amigo, una mujer constante |
|
no hallase alguna vez; yo no soy bueno |
|
|
para tanto gemir. -Extravagante |
|
empeño es sepultarse de por vida |
|
en el infierno bárbaro del Dante |
90 |
|
|
y no vagar, con alma embebecida |
|
en trinos de aves y en olor de rosas, |
|
por los jardines mágicos de Armida. |
|
|
Mis ojos otra vez a las hermosas |
|
regiones se alzan del sereno polo |
95 |
|
a buscar sus deidades fabulosas; |
|
|
que yo la lira del crinado Apolo, |
|
que invoqué tantas veces, al ruido |
|
de las doradas ondas del Pactolo, |
|
|
no he de trocar por el feroz graznido |
100 |
|
del repugnante pájaro que viene |
|
del hedor de las tumbas atraído; |
|
|
y prefiero las aguas de Hipocrene |
|
a esas lagunas cenagosas, donde |
|
blanca fantasma su morada tiene, |
105 |
|
|
y al que pide favor sólo responde |
|
con un ósculo hediondo y un acero |
|
que entre los pliegues de su manto esconde. |
|
|
Álcese Byron de su numen fiero |
|
en las alas flamígeras, y escoga |
110 |
|
a su espíritu audaz nuevo sendero. |
|
|
Tímido el mío a tanto no se arroja, |
|
y me conduce por la usada huella |
|
que en dulce resplandor bañó Rioja. |
|
|
�Tan escasa de luz brilló la estrella |
115 |
|
de las clásicas musas? Si el auxilio |
|
invocaba Boscán de Erato bella, |
|
|
�no deleitaba en pastoril idilio? |
|
�Tan mal la trompa de Caliope suena |
|
en los cantos de Homero y de Virgilio? |
120 |
|
|
Y tú, Mariano, que en la amarga pena |
|
a que el humano esfuerzo no resiste |
|
derramas de tus ojos larga vena; |
|
|
si algún consuelo a tu dolor existe, |
|
sólo en las musas le hallarás acaso: |
125 |
|
sí, que también para el que llora triste |
|
|
tiene lágrimas dulces el Parnaso: |
|
las que en el lamentar de dos pastores |
|
vertió sin duelo el tierno Garcilaso. |
|
|
Y ya que el golpe irreparable llores, |
130 |
|
corra al son de la cítara tu llanto; |
|
que del que viertas tú nacerán flores. |
|
|
Ven, y hallarás el bálsamo que un tanto |
|
alivie tu mortal melancolía |
|
en la antigua amistad y en el encanto |
135 |
|
de la consoladora poesía. |
Julio de 1842. |
|
�Qué calor!... Sudando llego, |
|
por la empinada montaña |
|
resbalando, |
|
a este valle que en sosiego |
|
tu corriente, �oh Pusa!, baña |
5 |
|
susurrando. |
|
|
Déjame un rato olvidar |
|
en tus orillas mis penas, |
|
y el sediento |
|
labio en tus ondas mojar, |
10 |
|
y en tus húmedas arenas |
|
dame asiento. |
|
|
Tu raudal, de ese elevado |
|
monte al Tajo, en raudo giro |
|
se derrumba, |
15 |
|
tan humilde que, sentado, |
|
desde aquí su cuna miro |
|
y su tumba. |
|
|
No importa que al Tajo ufano |
|
tu breve curso no iguale; |
20 |
|
corre ledo; |
|
y que nunca el cortesano |
|
en la carta te señale |
|
con el dedo. |
|
|
�Feliz quien encuentra un llano |
25 |
|
donde los cerros evite |
|
de la vida, |
|
y allí, del mundo lejano, |
|
tu breve carrera imite |
|
y escondida! |
30 |
|
|
Ese Tajo caudaloso |
|
en cuyo profundo seno |
|
vas a morir, |
|
ya con puente ponderoso |
|
su terso raudal sereno |
35 |
|
siente oprimir. |
|
|
Ya la artificiosa presa |
|
su rápido curso estorba; |
|
ya desciende |
|
ruin batel que se empavesa, |
40 |
|
y su cristal con la corva |
|
quilla hiende. |
|
|
Su destino es envidiar, |
|
o de tu curso suave |
|
la paz suma, |
45 |
|
o el alto poder del mar |
|
que puede tragar la nave |
|
que lo abruma. |
|
|
�Pobre Pusa!... Si insolente |
|
por esos tendidos llanos |
50 |
|
te lanzaras, |
|
en tu cristal inocente |
|
�cuántos siervos y tiranos |
|
retrataras! |
|
|
De aquel trance malhadado |
55 |
|
de las armas españolas |
|
fue testigo |
|
Guadalete ensangrentado, |
|
y abrió tumba entre sus olas |
|
a Rodrigo. |
60 |
|
|
Berecina el lauro honroso |
|
que cuatro lustros tejieron |
|
hondo tragó, |
|
y el poder de aquel coloso |
|
que los hombres no vencieron, |
65 |
|
allí se hundió. |
|
|
Pusa humilde, manso río, |
|
tu dichoso apartamiento |
|
le procura |
|
contra el ardor del estío |
70 |
|
al peregrino sediento |
|
agua pura. |
|
|
Y al pastor que a tu campiña |
|
desde ese monte desciende, |
|
y al rebaño |
75 |
|
que a tus márgenes se apiña, |
|
y al can que el redil defiende |
|
fresco baña. |
|
|
Y hoy a mi cuerpo cansado, |
|
contra el sol que ardiente pica, |
80 |
|
blando solaz. |
|
�Pusa, adiós!... Corre ignorado, |
|
y los quintos (14) de Malpica |
|
fecunda en paz. |
Malpica, 1833. |
|
�Imposible arrancar del alma mía |
|
sino acentos de amor!... Caber no puede |
|
donde impera tu imagen adorada, |
|
sino amor, sólo amor... Cuanto solía |
|
mi pecho conmover... ya todo cede |
5 |
|
a la ardiente mirada |
|
de tus luceros bellos. |
|
Mal mi grado a sus mágicos destellos |
|
mi turbulenta vida está sujeta. |
|
Como al influjo de fatal cometa |
10 |
|
cede el bajel al ímpetu rugiente |
|
del huracán sañudo, |
|
y al puerto amigo arrebatarse siente, |
|
o va a estrellarse en el peñasco rudo: |
|
así en la fiebre do anhelando gira |
15 |
|
esta alma delirante, |
|
tus ojos son, Amira, |
|
los que entre el puerto y el peñasco errante, |
|
sin elección, perdido el albedrío, |
|
la oscilación del huracán le imprimen, |
20 |
|
y en ciego desvarío |
|
lánzase a la virtud, lánzase al crimen. |
|
Y este vaivén continuo, esta perpetua |
|
conmoción es la vida. -�Cuántas horas, |
|
mudo, yerto, insensible |
25 |
|
como la piedra en que sentado estaba, |
|
en seguir las sonoras |
|
ondas de la corriente que pasaba |
|
inerte consumía! |
|
�Cuántas la vista atenta |
30 |
|
iba siguiendo estúpida la lenta |
|
sombra que en derredor del tronco huía! |
|
Campo de soledad, yo te buscaba |
|
porque el mundo decía |
|
que la felicidad en ti habitaba, |
35 |
|
y en aquel corazón que la invocaba |
|
su misterioso bálsamo vertía. |
|
Mi corazón de fuego |
|
en ti no la encontró: floresta umbría, |
|
silenciosa montaña, campo triste, |
40 |
|
yo la paz de la vida te pedía, |
|
tú la paz de la tumba me ofreciste. |
|
Felicidad, �dó estás? -Este vacío |
|
que al dilatarse el corazón no llena, |
|
ven, ocúpalo tú. -Si ronco suena |
45 |
|
el guerrero clarín, y a la matanza |
|
el hombre vuela contra el hombre, dime: |
|
�bastarame empuñar la férrea lanza |
|
y a la pugna volar? Cuando mi diestra, |
|
al son triunfal de los preñados bronces, |
50 |
|
en sangre bañe la mortal palestra, |
|
misteriosa deidad, �te hallaré entonces? |
|
En el tropel del mundo |
|
yo también te busqué. Torvo guerrero, |
|
sobre carro veloz, de lauro ornado, |
55 |
|
agitando el acero, |
|
en lágrimas y sangre salpicado, |
|
raudo al cruzar la turba peregrina, |
|
��Felicidad, felicidad!� clamaba; |
|
y en tanto: �Aquí domina�, |
60 |
|
otro desde la tumba me gritaba, |
|
�En la vida? �En la muerte? |
|
�Dónde estás para mí? -�Silencio mudo! |
|
�Y las horas corrían!... |
|
�Y los años volaban!... |
65 |
|
Las hojas de los árboles caían... |
|
Las hojas de los árboles brotaban. |
|
�Una mujer! Con su flotante velo |
|
tocó al pasar mi frente: |
|
trocose en fuego de mi pecho el hielo, |
70 |
|
mis entrañas temblaron de repente: |
|
los brazos tiendo a la fantasma bella, |
|
Mas al asirla, alzada |
|
vi un ara ante mis pies, y detrás de ella |
|
mi visión adorada; |
75 |
|
y un misterioso acento que decía: |
|
��Profanación..., delito!� |
|
Y en su abatida frente se leía |
|
un juramento escrito. |
|
Mi planta no, mas de mi pecho ciego |
80 |
|
llegó un lamento a penetrar su oído, |
|
y en sus trémulos labios tocó el fuego |
|
de mi ardiente gemido. |
|
Abrió sus ojos por la vez primera |
|
dejándome con sola una mirada |
85 |
|
en devorante hoguera |
|
toda el alma abrasada. |
|
�Ah! �Qué me importa? Agitación sublime, |
|
�yo te adoro! �Tú eres |
|
alma de mi existencia! -Oprime, oprime |
90 |
|
un corazón a quien la calma espanta: |
|
inunda, inunda mi mejilla en lloro: |
|
clamar me oirás entre congoja tanta: |
|
agitación sublime, �yo te adoro! |
1832. |
Contestando a una carta suya en tercetos, en que me pedía hora para hablarme.
|
�Si en la frente del hombre se leyeran |
|
escritos los afanes de su pecho, |
|
�cuántos que envidia dan, lástima dieran!� |
|
|
Esto en algún momento de despecho |
|
dijo el buen Metastasio en italiano: |
5 |
|
ponerlo en español es lo que he hecho. |
|
|
Y con ese terceto que te hilvano |
|
tus dos primeros contestados dejo; |
|
�me entiendes, Amador? -Vamos al grano. |
|
|
No pienses, caro amigo, que me quejo |
10 |
|
del importuno enjambre pretendiente |
|
que en pos me sigue, impávido cortejo: |
|
|
no me quejo de ver que se presente |
|
uno a quien nunca vi, ni me hace falta, |
|
y me diga: ��Aquí estoy!... Soy tu pariente.� |
15 |
|
|
No me quejo del sandio que me asalta |
|
porque le gusta la casaca roja |
|
y quiere que le dé la Cruz de Malta. |
|
|
Ni del chinche a quien verme se le antoja |
|
cuando voy a afeitarme o a vestirme, |
20 |
|
y si no le recibo se me enoja. |
|
|
Ni de los que me aguardan a pie firme |
|
en el portal de casa, en la escalera, |
|
sin poder de sus garras desasirme. |
|
|
Ni de la viuda cócora y parlera |
25 |
|
que me repite siempre el estribillo |
|
de que le den seis pagas tan siquiera. |
|
|
�Vamos, sáqueme usted un socorrillo. |
|
Usted lo puede hacer en un momento; |
|
usted tiene a la Reina en el bolsillo (15).� |
30 |
|
|
No me quejo, Amador, no me lamento |
|
de esa turba procaz; que al encumbrarme |
|
ya esperaba sufrir este tormento. |
|
|
De quienes debo con razón quejarme |
|
es de amigos cual tú; sí, de ti sólo |
35 |
|
que pides hora y sitio para hablarme. |
|
|
�Y vive San Francisco Caracciolo, |
|
que a no venir tu ruego impertinente |
|
en el idioma del celeste Apolo, |
|
|
circunstancia que ha sido suficiente |
40 |
|
a desarmar mi enojo, la respuesta |
|
fuera una interjección poco decente! |
|
|
Mas no quiero reñir: pase por esta. |
|
Sabes mi casa: a ver si yo consigo, |
|
entre tanta visita y tan molesta, |
45 |
|
recibir una vez a un tierno amigo. |
Junio de 1847. |
Por la creación del teatro español.
|
�Dónde la gloria vive del que un día, |
|
en Accio vencedor, desde las cumbres |
|
del enriscado Cáucaso a las playas |
|
del mar de Luso dilató su imperio? |
|
�Dónde? -Ese imperio destrozó en un punto |
5 |
|
bárbara hueste que lanzó cual raudo |
|
torrente el Septentrión: circos y templos, |
|
termas, palacios, todo, el habla misma |
|
despareció; mas al común estrago, |
|
sobre siglos sin fin, los inmortales |
10 |
|
cantos de Horacio y de Marón divinos |
|
sobreviviendo van, y allí la gloria |
|
del protector de las romanas letras. |
|
�Qué es del trono fortísimo que en sangre |
|
de turbulentos próceres la dura |
15 |
|
mano afirmó, cabe el medroso Sena, |
|
del purpurado Richelieu? Juguete |
|
del viento popular, voló en pedazos. |
|
Mas contra el murmurar de la indignada |
|
posteridad, el opresor valido |
20 |
|
salva su gloria en la que alzó, y aún vive |
|
con renombre inmortal, docta Academia. |
|
Tú, más que a los históricos ejemplos |
|
y ardiente sed de fama, a los impulsos |
|
del corazón magnánimo que abrigas, |
25 |
|
obedeciendo fiel, en tus floridos |
|
años, asunto con tus hechos prestas, |
|
oh noble conde, a la española Musa. |
|
Ella, en tanto que al pie del soberano |
|
solio te vio, dispensador de honores, |
30 |
|
mezclar su voz no quiso a la que alzaba |
|
el lisonjero, que al poder presente |
|
cerca y ensalza, gárrulo cortejo. |
|
Mas a la puerta del modesto albergue |
|
que hoy tornas a habitar, rico de gloria, |
35 |
|
te esperó silenciosa, el plectro de oro |
|
presto, y la voz y la sonante lira. |
|
Oye cuál vibra en tu loor, y el estro |
|
de cien vates inflama que a porfía: |
|
�Eterno, cantan, vivirá tu nombre, |
40 |
|
protector del saber.� -�Oh noble, oh digno |
|
premio que tanto mereciste y gozas! |
|
Gózalo en paz; y el que ásperos desdenes |
|
halla no más y hondo silencio, cuando |
|
de la áurea silla del poder la instable |
45 |
|
deidad le precipita, a sí se culpe. |
|
No riqueza y dominio a la existencia |
|
bastan de un pueblo. Si las sabias leyes, |
|
la abundancia, la paz su cuerpo nutren, |
|
alma tiene también, y el alma vive |
50 |
|
de esa gloria purísima, que el vulgo |
|
de los graves políticos desdeña |
|
y humo vano apellida. -Tú, arrostrando |
|
tal vez su risa imbécil, decoroso |
|
templo alzaste a Talía. -Allí de Lope, |
55 |
|
de Calderón, de Rojas y de Inarco, |
|
de Moreto y de Tirso, numeroso |
|
pueblo torna a admirar, ora discreta |
|
y en artificio rica, ora terrible, |
|
ora humilde y moral, la siempre nueva |
60 |
|
dramática ficción. -Los que al reflejo |
|
de aquellos faros luminosos siguen |
|
la ardua senda con gloria, que a la cumbre |
|
del sacro Pindo guía, de las rosas |
|
que en sus pensiles de eternal verdura, |
65 |
|
al amoroso riego de Hipocrene |
|
dulce fragancia esparcen, ya preparan |
|
a tus sienes espléndida corona. |
|
Yo, a quien no es dado la sublime altura |
|
del Helicón pisar, una sencilla |
70 |
|
flor de su falda corto; ofrenda humilde |
|
que agradecido te presento en estos |
|
desaliñados números, que acaso |
|
no morirán, porque tu nombre llevan. |
1851. |
|
(16)Oportuno en verdad viene ese tanto |
|
a mediar el terceto antecedente, |
|
pues me convida a principiar con llanto... |
|
|
Llanto vierten mis ojos, hechos fuente, |
|
Mariano, desde aquel tremendo día, |
5 |
|
en mi memoria sin cesar presente, |
|
|
cuando en la lucidez de su agonía, |
|
estrechándome tierna al casto seno, |
|
��Todo es verdad!� mi esposa me decía. |
|
|
�Todo es verdad! -�Oh Dios! Si en ronco trueno |
10 |
|
sonó un día tu voz, y a su rugido |
|
Saulo en tierra cayó de asombro lleno, |
|
|
�oh milagro de amor no merecido!, |
|
tu voz por aquel labio moribundo |
|
tocó en mi corazón estremecido. |
15 |
|
|
Gusano vil en lodazal inmundo, |
|
alas de mariposa me nacieron, |
|
y con ellas me alcé lejos del mundo. |
|
|
A regiones más puras me subieron; |
|
mas no he llegado a la sublime alteza |
20 |
|
de los que el lazo mundanal rompieron. |
|
|
�Cuándo será? -�Me oprime la tristeza! |
|
El pesar en que a solas me consumo |
|
cesa al dormir, y al despertar empieza. |
|
|
Pídele a Dios omnipotente y sumo |
25 |
|
que te guarde a tu Carmen... �ay, amigo! |
|
y no le pidas más: el resto es humo. |
|
|
De tu casta mitad al dulce abrigo, |
|
dondequiera que estés, patria y honores |
|
y placer y amistad verás contigo. |
30 |
|
|
�Ay! Para mí no tiene el mundo amores, |
|
ni encantos la amistad, ni luz el día, |
|
ni calor el hogar, ni olor las flores. |
|
|
Hoy viene a acrecentar la pena mía |
|
la memoria del santo aniversario |
35 |
|
que a tu lado pasé... �y ella vivía! |
|
|
�Cuán distinto de aquél! -Destino vario |
|
a ti te arroja cabe el turbio Sena, |
|
a mí en Madrid me amarra solitario. |
|
|
Mas �ay! el bronce místico resuena. |
40 |
|
Media noche sonó... Luz desusada |
|
brota en Belén, y el universo llena. |
|
|
�Triste prole de Adán, ya estás salvada! |
|
El Niño Dios que los pecados quita |
|
nos abre ya la celestial morada. |
45 |
|
|
�Oh placer! �Allí está! -De Dios bendita, |
|
mi Manuela, vestida de hermosura, |
|
entrelos puros ángeles habita, |
|
|
�alma inmortal! De la celeste altura |
|
por tu marido y por tus hijos vela, |
50 |
|
que moran este valle de amargura. |
|
|
Sí, Mariano: tu amigo sólo anhela |
|
sentir en breve el lazo desatado |
|
que este cautivo espíritu encarcela; |
|
|
y por tanto dolor purificado, |
55 |
|
a mi esposa en la gloria unirme presto... |
|
y ver que allí también a nuestro lado |
|
te guarda Dios el merecido puesto. |
Oda.
Cantata ejecutada en presencia de SS. MM. en la función celebrada el 8 de abril de 1860
por el Real Conservatorio de Música y Declamación a beneficio de los heridos en aquella
gloriosa campaña.
CORO |
|
Grito santo asorda el viento: |
|
��A las armas! �Guerra, guerra! |
|
El infiel derriba en tierra, |
|
madre España, tu blasón. |
|
Cruce el mar la invicta hueste |
5 |
|
a salvar de vil mancilla |
|
los leones de Castilla |
|
y las barras de Aragón.� |
|
|
Al rumor del torpe ultraje, |
|
indignado el pueblo ibero, |
10 |
|
ya desnuda el fuerte acero |
|
y la vaina al viento da. |
|
Ya entre vítores tremola |
|
la bandera roja y gualda, |
|
que del Atlas en la espalda |
15 |
|
tinta en sangre flotará. |
|
RECITADO |
|
Alza en vano el Estrecho montes de olas; |
|
en vano el viento brama: |
|
que allá van las legiones españolas |
|
donde el honor las llama. |
20 |
|
|
Lanza en vano cien kábilas la sierra |
|
con ímpetu salvaje; |
|
que allí con sangre vil bañan la tierra |
|
que presenció el ultraje. |
|
|
Mas ruge el huracán: sopla la peste: |
25 |
|
la lluvia inunda el suelo. |
|
�Caerá deshecha la cristiana hueste |
|
por ti, Señor del Cielo? |
|
|
En medio al campo, sobre monte erguido, |
|
un altar se levanta; |
30 |
|
y en sus humildes manos el ungido |
|
eleva la hostia santa. |
|
|
Hace salva el cañón; rompe sonora |
|
militar armonía: |
|
la hueste arrodillada a Dios implora |
35 |
|
y su oblación le envía. |
|
PLEGARIA |
|
�Señor!, hijos somos |
|
de aquellos varones |
|
que a ignotas regiones |
|
llevaron tu cruz. |
40 |
|
Tu cruz, que en Granada |
|
con gloria plantada |
|
lanzó por el orbe |
|
su vívida luz. |
|
|
�Señor!, esta impura |
45 |
|
fanática raza |
|
tu nombre rechaza, |
|
tu gloria no ve. |
|
A España concede |
|
que rasgue su venda |
50 |
|
y en África encienda |
|
la luz de tu fe. |
|
RECITADO |
|
Dios los oyó: se aleja la tormenta; |
|
la mortífera peste va en su seno: |
|
radiante el sol con majestad se ostenta |
55 |
|
de un cielo puro en el azul sereno. |
|
Siente en su pecho el adalid hispano |
|
de inspiración la llama: |
|
él nunca se abatió; ya en cien combates |
|
su constancia y valor cantó la fama. |
60 |
|
En bárbaras regiones, |
|
émulo de Cortés, ora acaudilla |
|
inexpertas legiones, |
|
que al contacto de la árabe cuchilla, |
|
al trueno del cañón, al rudo embate |
65 |
|
del terco moro en desigual combate, |
|
tórnanse luego en invencible tropa, |
|
terror de Libia, admiración de Europa. |
|
Nada resiste a sus heroicos bríos. |
|
Ya surcando el desierto |
70 |
|
por áspero camino, a hierro abierto; |
|
ya cruzando altos montes y hondos ríos; |
|
de victoria en victoria |
|
a la vega feraz se precipita, |
|
campo de nueva gloria, |
75 |
|
do luchando otra vez, y otra vencido, |
|
huye despavorido |
|
el atezado Hamet. -La hueste grita: |
|
�TETUÁN por ISABEL! -Y en la Alcazaba |
|
el pendón español triunfante clava. |
80 |
|
HIMNO FINAL |
|
No más desde sus playas, |
|
con bárbara osadía, |
|
la tierra, suya un día, |
|
aceche el musulmán. |
|
No infeste el aire puro |
85 |
|
la brisa de los mares, |
|
trayendo a nuestros lares |
|
los ecos del Corán. |
|
|
Magnánima HEREDERA |
|
del celo de Pelayo, |
90 |
|
tu diestra el ígneo rayo |
|
al África lanzó. |
|
Y el niño ALFONSO un día |
|
sabrá que por tu mano |
|
el suelo castellano |
95 |
|
su límite ensanchó. |
|
|
El muro donde España |
|
su enseña al aire ondea, |
|
jamás flotando vea |
|
las lunas del infiel. |
100 |
|
Y de uno en otro siglo |
|
sin tregua se repita |
|
la voz que al mundo grita: |
|
�Tetuán por Isabel! |
|
No pienses que esta epístola, |
|
Corral excelentísimo, |
|
va dirigida al célebre |
|
de Hipócrates discípulo. |
|
Por más que yo, sin brújula, |
5 |
|
bogue en estrecho círculo, |
|
sin que tus sabios récipes |
|
den al bajel más ímpetu; |
|
no tanto aflige el ánimo |
|
de este doliente mísero |
10 |
|
el ver la ausencia crónica |
|
de su doctor científico, |
|
como las dulces pláticas |
|
del amigo carísimo |
|
no oír, ni en grato diálogo |
15 |
|
darnos placer recíproco. |
|
Lo que es en cuanto al médico, |
|
si de mi casa el címbalo |
|
tocase, y dentro viéralo, |
|
fuera con él brevísimo. |
20 |
|
Solamente dijérale |
|
que ante el poder febrífugo |
|
de las plateadas píldoras |
|
que introduje en mi físico; |
|
y gracias a la pócima |
25 |
|
con que Simón el químico |
|
purgó mi región ínfima |
|
de materiales rígidos; |
|
y a la virtud benéfica |
|
de aquel sabroso líquido, |
30 |
|
producto del cuadrúpedo |
|
que con Balán fue explícito; |
|
ya mis repuestas vísceras, |
|
merced a estos antídotos, |
|
con su morboso cómplice |
35 |
|
han roto el fiero vínculo. |
|
Y dócil ya mi estómago |
|
digiere el néctar índico, |
|
que en espumante jícara |
|
es de mi gula el ídolo, |
40 |
|
si bien no tan benévolo |
|
suele mostrarse el pícaro |
|
cuando la carne sólida |
|
(aunque de tierno vítulo) |
|
envuelta en jugos gástricos |
45 |
|
baja al duodeno crítico, |
|
y toca por sus trámites |
|
en la región del hígado. |
|
Ya allí más climatérico |
|
se presenta el capítulo: |
50 |
|
que el abdomen atónico |
|
se eleva timpanítico. |
|
La digestión, por último, |
|
cuesta trabajos ímprobos; |
|
mas se hace, y presto el órgano |
55 |
|
vuelve a su estado prístino. |
|
En estos días plácidos |
|
en que, venciendo el frígido |
|
rigor, el numen délfico |
|
mostró su rostro vívido; |
60 |
|
salí, según sus órdenes, |
|
en alquilón vehículo, |
|
del ambiente atmosférico |
|
a aspirar el oxígeno. |
|
Mas ni aun con ese método |
65 |
|
place al dios soporífero |
|
que de noche mis párpados |
|
cierre sueño pacífico. |
|
Esto al doctor dijérale, |
|
mas no podré decírselo; |
70 |
|
que de mi hogar doméstico |
|
tocar no quiere el címbalo. |
|
Tú, pues, que de ese prófugo |
|
amigo eres tan íntimo, |
|
según es fama pública, |
75 |
|
Corral amabilísimo; |
|
tú de mi parte búscale |
|
y dile que mi espíritu |
|
se apoca melancólico |
|
si no entona mi físico. |
80 |
|
Que un régimen dietético |
|
me imponga, y yo solícito, |
|
más que el Corán los árabes, |
|
guardaré sus artículos. |
|
Dile que si algún mérito |
85 |
|
halla en mis versos líricos, |
|
y de escritor dramático |
|
me otorga el alto título, |
|
torne a este cuerpo lánguido |
|
vigor que mi estro rítmico |
90 |
|
encienda; y de mi cítara |
|
verá que al son dulcísimo |
|
canto su nombre célebre, |
|
que es ya de salud símbolo; |
|
y acaso al suyo uniéndole |
95 |
|
suba mi nombre altísimo. |
Marzo de 1853. |