Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

ArribaAbajo

La familia improvisada

Juguete cómico en un acto, arreglado al español

Personas

D. HILARIÓN. - D. LUIS. - D. MARIANO. - D. RESTITUTO. - D. BERNABÉ. - D. PABLO. - LA TÍA JEROMA. - DOÑA TECLA. - PAQUITA. - COLASA. - ACOMPAÑAMIENTO.

(La escena es en un pueblo a pocas leguas de Madrid)



ArribaAbajo

Acto único

El teatro representa una sala baja. Puerta grande en el foro, que da a un jardín. Puertas laterales. Una ventana; y delante de ella una mesa



Escena primera

D. HILARIÓN, DOÑA TECLA, PAQUITA, COLASA. Parientes y amigos de la familia.

(Todos están rodeando a PAQUITA y dándole la enhorabuena: las mujeres la besan.)

     HILARIÓN. -Gracias, gracias: vivan ustedes mil años.

     TODOS. -�Que sea para bien!

     TECLA. -�Hija de mis entrañas!... �Vamos, no me la sofoquen ustedes!

     HILARIÓN. -Es verdad: denle ustedes ahora la enhorabuena al novio... �Calla! �Dónde está mi yerno futuro?

     COLASA. -Señor, si se marchó esta mañana... Apenas era de día.

     TECLA. -�Se marchó!

     HILARIÓN. -�Solo?

     COLASA. -No, señor; con la escopeta.

     HILARIÓN. -�Con la escopeta? Apuesto algo bueno a que se ha ido a caza.

     TECLA. -�Irse a caza el mismo día en que se va a tomar el dicho!

     PAQUITA. -Pero mamá, él no tiene la culpa. Papá se empeñó en ocultarle que había yo llegado ayer de Madrid, porque dice que le quería sorprender: conque no tiene nada de extraño...

     TECLA. -�Qué sabes tú, bachillera! �Hilarión, esto es un desaire!

     HILARIÓN. -�Calla, tontona! Ya no tardará. �Ay, señores, saben ustedes que tenemos un convidado que nos va a divertir mucho! (Riendo.) �Ja, ja, ja!...

     TECLA. -�Qué convidado es ese? Pues tú no me has dicho...

     HILARIÓN. -(Riendo.) �Ja, �a, ja!... �Si supieran ustedes!... �Ja, ja, ja!...

     TECLA. -Vamos, habla, y no te rías tanto.

     HILARIÓN. -�Vamos a tener un día célebre! Es un actor del teatro de Madrid: �el gracioso de la compañía! (Suelta la risa.)

     TODOS. -(Menos DOÑA TECLA.) �El gracioso!... �Ja, ja, ja!...

     TECLA. -�Qué estás diciendo? �Y de dónde conoces tú...?

     HILARIÓN. -�Es un jovenzuelo muy guapo!... �Y qué cara tan pilla tiene! �ja, ja, ja!...

     TECLA. -�Dale con la risa!

     HILARIÓN. -Yo me muero por cosas de comedia; y desde muchacho he sido así. Como que lo primero que hice cuando nos establecimos en este pueblo fue armar mi teatro en esa que servía de cuadra, para que todos los años por Navidad y por Carnestolendas echáramos comedias.

     TECLA. -Y en llegando la época, parece que te vuelves loco. Toda la casa me la revuelves.

     HILARIÓN. -Y tengo ya reunido un vestuario completo: una pieza hay arriba con armarios llenos de trajes. �Verán ustedes hoy qué rato tenemos! Al gracioso le hacemos que se vista y nos eche relaciones... �Ja, ja, ja!... �Nos vamos a tender de risa! �Ea, agarrarse del brazo!... (Da el brazo a su mujer.) y vamos a hacer tiempo paseando por la huerta: vamos, vamos. (Los hombres dan el brazo a las mujeres, y se van por el foro.)

Escena II

PAQUITA, COLASA.

     COLASA. -�Vaya, señorita..., a fe de Colasa que me ha dejado usted hecha una pieza!

     PAQUITA. -�Por qué?

     COLASA. -Ayer tarde, cuando llegó usted de Madrid, se me vino con tantos pucheros y tantas lástimas, diciéndome que no se casaba aunque la hicieran cuartos, porque tenía usted otro novio allá en Madrid, que le quería a usted mucho, y qué sé yo cuántas cosas, y ahora de repente se ha vuelto usted tan alegre y tan risueña, que...

     PAQUITA. -Yo te lo explicaré, Colasa. Cuando llegué, no había visto todavía el novio que me destinaban mis padres; pero esta mañana, cuando marchó a caza, me le enseñaste tú desde la ventana de mi cuarto.

     COLASA. -�Y le dio a usted flechazo? �Vaya, señorita, pues no es usted poco pronta en tomar ley a los novios! �Y el otro pobre..., si te vi, no me acuerdo! Eso no es regular... Cuando se despide a un novio se le dan ocho días..., así hago yo. A un pobre criado se le dan ocho días.

     PAQUITA. -(Mirando por la ventana.) �Quién viene por allí..., por bajo del emparrado?...

     COLASA. -�Es D. Luis..., el novio!..., y viene con otro. Ahora le debe usted regañar.

     PAQUITA. -No: no quiero que me vea.

     COLASA. -�Calla!...

     PAQUITA. -Yo me entiendo, Colasa, yo me entiendo. (Se va por la izquierda.)

Escena III

COLASA. Luego, D. LUIS y D. MARIANO.

     COLASA. -Ella dice que se entiende; pero lo que es yo..., malos lobos me coman si alcanzo... (Mirando.) �Quién será ese que viene con D. Luis?... Es cara nueva en el pueblo.

     LUIS. -Entra, hombre..., no seas corto de genio: son aquí gentes muy campechanas.

     MARIANO. -(Saliendo.) Es que ya sabes que a mí no me gusta meterme...

     LUIS. -Pero, hombre, �no dices que te ha convidado el amo de casa?

     COLASA. -(Aparte, con alegría.) �Ay! �Pues este es el gracioso que ha convidado el amo! (Llegándose a él y soltando la risa.) �Ja, ja, ja!...

     MARIANO. -�Qué es esto?

     COLASA. -�Ja, ja!... �Ay, qué gracioso!...

     MARIANO. -�Qué es eso de gracioso?...

     LUIS. -�Esta muchacha es tonta!

     COLASA. -Sí, tonta... (Riendo.) �Ja, ja, ja!... �Este señor es el gracioso de las comedias!

     MARIANO. -�Pues ya ha corrido la noticia!...

     COLASA. -Voy a avisar a los amos. �Ja, ja, ja!... �Cómo es su gracia de usted?

     LUIS. -Di que está aquí D. Mariano...

     COLASA. -�Ja, ja!... �D. Mariano el gracioso!... (Se va.)

     MARIANO. -�Pues estoy fresco!

Escena IV

D. MARIANO, D. LUIS.

     LUIS. -Mi suegro te ha anunciado, y te esperan ya todos. �Pero cómo es que andas por estos pueblos? �Qué encuentro es este? �No estás ajustado en Madrid?

     MARIANO. -Sí; pero en la lista de este mes tengo ocho días libres, y he pedido permiso para venirme a cazar con unos amigos: paramos en casa del cura, donde entró de visita este Sr. D. Hilarión, y así que supo quién era yo, me convidó a la boda de su hija. Yo no pensaba venir; y si no te hubiera encontrado... �Vaya, vaya! �Conque tú eres el novio, chico?

     LUIS. -�Sí, Mariano, yo soy el novio!

     MARIANO. -�Hombre! �Con qué tono lo dices!

     LUIS. -Figúrate que el D. Hilarión, que es hombre extravagante, ha llegado a enamorarse de mí...

     MARIANO. -Sí, ya veo que es extravagante.

     LUIS. -Me ha cobrado un afecto tal, que se ha empeñado en que he de ser su yerno. Yo no conozco a la niña, porque vive en Madrid hace tiempo con unas tías que la quieren mucho; pero como es rica, y me han dicho que no es fea, dije para mí: �qué diablo! Ya es tiempo de sentar la cabeza: casémonos. Voy a Madrid a decírselo a mi padre..., �y qué dirás que me ha pasado, chico? �Que en este intermedio me he enamorado allá de una muchacha preciosa!

     MARIANO. -�Anda!

     LUIS. -�Pero como un loco! �Si vieras qué guapa!... No he entrado en su casa; pero la seguía a todas partes..., y ella, vamos, me correspondía.

     MARIANO. -�Y a qué demonio has vuelto aquí?

     LUIS. -�Hombre!... Por no pasar por un pillo... Di mi palabra..., los padres han dado parte...; �pero te confieso que conforme se va acercando la hora me van dando unos sudores!...

     MARIANO. -Haz que tu padre se oponga.

     LUIS. -�Qué! Si mi padre, en cuanto se lo dije, tomó informes, y escribió que estaba contentísimo... y viene hoy a la boda con toda mi familia.

     MARIANO. -�Hola! Vendrá tu padre con su formalidad..., �pobre D. Restituto! Y tu tío D. Bernabé, tan serio y tan grave... Y D. Pablo tan pulcro y tan mirado..., y a que no falta la tía Jeroma, que como te ha criado, se le figura que eres siempre como cuando mamabas, y te echa unos sermones...

     LUIS. -�Chico..., tú que eres el demonio para inventar chascos..., a ver, aguza el ingenio, y mira si me sacas de este compromiso! �Caramba!... Te regalaba la espada de cazoleta que tanto te gusta... y aquella peluquita de mi padre que te cayó en gracia...

     MARIANO. -Bien, hombre, bien: calla, que alguno viene: luego hablaremos.

Escena V

Dichos, D. HILARIÓN.

     HILARIÓN. -(Contento.) �Será verdad?... Ha llegado ya nuestro... (Mirándole y soltando la risa.) �Ja, ja, ja!...

     MARIANO. -(Saludando.) Sr. D. Hilarión, beso a usted... (Aparte.) �Vaya una risa!

     HILARIÓN. -(Con júbilo.) Siga usted..., siga usted... Beso a usted... (Riendo.) �El qué..., el qué?... �Ja, ja, ja!... �Qué gracioso!

     MARIANO. -(Aparte.) �Ya me va cargando!

     HILARIÓN. -Amigo, usted viene aquí a su casa: yo no soy más que un aficionado... pero cuando muchacho..., si me hubiera usted visto hacer papeles...

     MARIANO. -Sentiría mucho haberle visto a usted...

     HILARIÓN. -�Cómo!

     MARIANO. -�No, no!... Lo digo solamente porque celebro haber venido al mundo algo después.

     HILARIÓN. -(Riendo.) �Ja, ja!... �Qué gracioso!... �Cómo me llama viejo!... Pues compadre, si me hubiera usted visto trabajar en El Villano del Danubio... me parece que...

     MARIANO. -�Y qué hacía usted, el Villano... o el Danubio?

     HILARIÓN. -�Ja, ja, ja!... �Tunante!...

     MARIANO. -(Aparte.) �Este viejo es tonto!

     (Voces dentro.)- �Dónde está?... �Dónde está?...

     LUIS. -�Qué es eso?

     HILARIÓN. -�Mis convidados, que están rabiando por verlo! �Acá!... �Acá!...

Escena VI

Dichos, DOÑA TECLA, COLASA. Parientes y amigos.

     COLASA. -�Aquél es!

     TODOS. -(Llegando y soltando la risa al verlo.) �Ja, ja, ja!... �Qué gracioso es!...

     LUIS. -(Aparte a MARIANO.) �No te quejarás del recibimiento!

     HILARIÓN. -�No se lo dije a ustedes! D. Mariano, le presento a usted a mi esposa... Esta, no ha habido quien la haga entrar por vereda..., no sabe decir un verso. Tuvimos en casa comedias, cuando nos casamos..., que fue justamente cuando entraron los franceses...

     MARIANO. -�Con Felipe V?

     HILARIÓN. -No, hombre, el año de ocho. Y ésta no quiso hacer un papelito en que no tenía más que decir: (Declamando.) �Yo soy vuestra, que tengo el color, tomad.� Lo que es aquél... (Señalando a uno.) mire usted, aquél..., el Orestes, después de Isidoro, no hay quien se lo menee. Pues este otro... para los galanes jóvenes..., �ya, ya!

     MARIANO. -(Aparte a D. LUIS.) �Chico, tu suegro es loco!

     HILARIÓN. -Conque, vamos, D. Marianito..., anímese usted...

     MARIANO. -�Eh?

     HILARIÓN. -Aquí tengo yo trajes de cuanto se puede pensar..., cuatro armarios llenos.

     MARIANO. -�Y qué?

     HILARIÓN. -Es preciso que nos divierta usted un rato.

     MARIANO. -�Cómo?

     HILARIÓN. -Mira, Colasa. (La habla al oído.)

     COLASA. -(Yéndose dando saltos y palmadas.) �Bueno!... �Bueno!...

     HILARIÓN. -�Yo les he dicho a estos señores que antes de comer haría usted algo..., cualquiera cosa!..., �para pasar el rato! �ja, ja, ja!... �Vamos a reventar de risa!... (A COLASA, que saca una ropilla, unas botas de montar, un espadín de acero y un casco de cartón dorado.) Trae, trae... Mire usted... ya lo tenía preparado... Se sube usted aquí en la mesa...

     MARIANO. -(Con dignidad.) �Sr. D. Hilarión!..., �me ha tomado usted a mí por algún titiritero?

     TECLA. -�Calla!... �Ahora salimos con esa?... Pues no nos dijiste que el señor era...

     MARIANO. -Soy actor, sí, señora, y me glorío de ello. Pero si consagro mis desvelos a tan difícil arte, si procuro remedar los vicios y ridiculeces de los hombres, es en la escena nacional, ante un público ilustrado, que alguna vez ha querido alentar mi escaso mérito con aplausos de bondad; pero soy artista; quiero dar dignidad a mi profesión, y no hago de payaso en ninguna parte. Beso a usted la mano. (Se va por el foro.)

Escena VII

Dichos, menos D. MARIANO.

     TECLA. -�Jesús, qué estirado y qué arisco es el tal joven! Él podrá ser gracioso, pero a mí maldita la gracia que...

     LUIS. -Pues la tiene.

     HILARIÓN. -La guardará para mejor ocasión.

     LUIS. -Discúlpenle ustedes: entre amigos es otra cosa; pero aquí estaba cortado..., no tiene, el honor de conocer... (Aparte.) �Y el pícaro me abandona!

     HILARIÓN. -Lo Siento, señores; pero no hay cuidado, ya que él no nos ha querido decir nada, yo, porque ustedes no queden chasqueados, les echaré una relación de Lo cierto...

     TECLA. -�Eh! Lo cierto es que ya es tarde, y debemos ir a dar una vuelta antes de comer.

     HILARIÓN. -�Deja, mujer, que tiempo hay! �Tú, en hablándose de comedias... Eres lo más prosaico!...

     TODOS. -�Que la diga, que la diga!...

     HILARIÓN. -(Poniendo el casco sobre la mesa.) Voy allá.

��Mucho deslumbras, corona!�, etc. (Todos aplauden.)

     TECLA. -�Basta, basta! �Ea, señores, a dar un paseo para hacer ganas de comer! (Despide a todos.)

Escena VIII

D. LUIS, D. HILARIÓN, DOÑA TECLA.

     HILARIÓN. -Es mucha aversión la que tiene esta esposa mía...

     TECLA. -�Eh, calla!... �Empeñado siempre en echar relaciones, y no se le puede oír!

     HILARIÓN. -Pues mira cómo siempre me aplauden.

     TECLA. -�Eh!... �Qué han de hacer, si los convidas a comer? Di que les costara el dinero...

     LUIS. -Lo mismo sería, señora. Los aplausos que hasta ahora ha recibido el señor, han sido justos y merecidos.

     HILARIÓN. -Esposa, �eres un vándalo!

     TECLA. -�Déjame en paz!

     HILARIÓN. -�Ah! Luisito, su familia de usted ya no tardará: ya que se han perdido este rato, de sobremesa, les echaré yo otra relación de El mayor monstruo los celos.

     TECLA. -Lo que me parece es que ante todas cosas presentemos a Luisito a su novia, que todavía no la ha visto.

     LUIS. -(Aparte.) �Pues señor, esto va de veras! �Y el maldito Mariano me deja en este atolladero!

     HILARIÓN. -Me parece bien. Justo es que la conozca...

     LUIS. -Pero tal vez esa señorita estará en su cuarto vistiéndose, y no quisiera incomodarla, ni...

     TECLA. -�Vaya!... Esta mañana se fue usted a cazar...; ahora, que se estará vistiendo... �No parece sino que tiene usted pocos deseos de verla!

     LUIS. -�Señora!... �Puede usted figurarse?... Vamos, cuando usted guste. (Aparte.) �El diablo me lleve si sé qué la voy a decir!

     TECLA. -Deme usted el brazo. Hilarión, ven detrás.

Escena IX

Dichos, COLASA.

     COLASA. -�Señor!... �Señora!...

     TECLA. -�Qué hay? �Qué ocurre?

     COLASA. -Ahí ha llegado un señor viejecito, que viene de Madrid, y dice que se llama... �Cómo ha dicho?... Don, D. Sisebuto..., no. Don, D. Canuto..., no. Don..., don...

     HILARIÓN. -�Acabas?

     COLASA. -�Aguarde usted!... D. Ris..., D. Ris...

     LUIS. -�Restituto, tal vez?

     COLASA. -�Eso es! D. Restituto...

     HILARIÓN. -�Oh!... �Su padre de usted!

     LUIS. -(Aparte.) �Mi padre?... �No hay remedio!

Escena X

Dichos, D. RESTITUTO.

(Es un viejecito muy atildado y muy pulcro, pero escuálido y extenuado, de los desórdenes de su vida pasada. Su voz es débil y quebrada: tiene la boca tierna y se la enjuga a cada paso con un pañuelo que lleva siempre en la mano.)

     RESTITUTO. -Señores...

     LUIS. -(Aparte.) �Es Mariano!... �Qué proyecto será el suyo?

     RESTITUTO. -Celebro mucho tener esta coyuntura..., de ofrecerme a ustedes... �Luis! �Qué es eso? �No dices nada al autor de tus días?

     LUIS. -�Querido padre!...

     RESTITUTO. -Sr. D. Hilarión, aquí me tiene usted, dispuesto a gozar como el primero...

     HILARIÓN. -Sr. D. Restituto, aquí haremos lo posible por obsequiar al padre de nuestro Luisito como es debido, y...

     RESTITUTO. -�Ay, amigo! �Tiene usted una casa de campo deliciosa! �Qué recuerdo despierta en mi corazón! �Así pasaba yo temporadas celestiales en una casa de campo como esta, en compañía de Lolita!

     TECLA. -�De Lolita?

     RESTITUTO. -Sí: una muchacha que yo conquisté..., y cuyo corazón fue mío... diez y ocho meses.

     TECLA. -�Una muchacha?

     RUTITUTO. -�Yo he sido muy alegre!

     HILARIÓN. -�Hola!

     RESTITUTO. -Por ella estuve separado de mi mujer...

     TECLA. -�Separado?

     RESTITUTO. -Sí, mi cara esposa no gustaba de tener competidoras..., �y rompimos! Lolita vivía entonces con un comerciante..., a quien desplumó en poco tiempo: y así que lo dejó por puertas..., se prendó de mí. Era una muchacha que llamaba la atención en Madrid. Mire usted, ella me regaló este camafeo.

     TECLA. -�Vaya, que la historieta es de mi alma!

     HILARIÓN. -Vamos, lo de la muchacha pase...

     TECLA. -�Cómo pase?

     HILARIÓN. -�Es decir..., pero abandonar a su mujer!...

     RESTITUTO. -�Ay, amigo! Usted es demasiado obeso para haber sentido pasiones volcánicas. Eso va en encarnaduras. Mi hijo Luis tiene el mismo temperamento que yo. Ya sabes, niño, lo que te he aconsejado: el matrimonio es una preocupación social.

     LUIS. -�Pero padre!

     RESTITUTO. -Así lo consideran las almas ardientes y elevadas. Yo lo contraje por razones de conveniencia..., razones financieras; pero como tu madre llegó a cansarme soberanamente..., la di suelta.

     HILARIÓN. -�La dio usted suelta?

     RESTITUTO. -�Justo! �Conque, ya sabes, Luisito!...

     TECLA. -�Pues me gusta!... �Esos consejos da usted a su hijo!

     RESTITUTO. -�Y qué? En la Europa culta no se profesan otras prácticas.

     HILARIÓN. -�Qué prácticas! �Ave María!

     RESTITUTO. -Pues después de Lolita, tuve relaciones con una valenciana...

     TECLA. -�Otra!

     RESTITUTO. -Ella me regaló este topacio..., no la granadina, sino la valenciana. �Ah, que no he hablado de la granadina..., esa fue otra..., hermosísima era! A las dos las conocí en casa de Lolita; y otra chica mallorquina iba también, con quien luego hice un viaje por Francia.

     HILARIÓN. -�Pues ya son cuatro!

     RESTITUTO. -�No he nombrado más que cuatro? �Oh, era yo entonces el primer petimetre de la corte! Todas las jóvenes me perseguían: tenía yo seis mil duros de renta..., bonita renta, �eh? La mallorquina se me comió el capital en dos años. Así que estuve desplumado, me dijo un día..., con aquel dejito tan gracioso: (Con acento mallorquín.) ��Caridu Rastitutu, hasta aquí llagó!� Yo entendí la indirecta y me retiré. Pero en honor de la verdad debo decir que al despedirnos se le saltaban las lágrimas, y me dijo: �quiaru ca llavas una mamoria de tu chacha...� Yo la había regalado más de veinte mil duros en diamantes...

     HILARIÓN. -�Y se los volvió a usted?

     RESTITUTO. -No: me puso en el dedo esta sortija con pelo suyo..., �que yo la aprecio más que si fuera de brillantes! Si la señora doña Tecla me da su permiso, se la regalaré a mi nuera.

     TECLA. -(Escandalizada.) �Caballero!... �Poco a poco!... Mi hija no se pone regalos que traen esa procedencia: yo la he criado con recogimiento y con sanos principios de virtud.

     RESTITUTO. -(Riendo.) �Je, je, je!... �Calle usted!...

     HILARIÓN. -�Conque sacamos en limpio que usted está arruinado?

     RESTITUTO. -No: arruinado no. Queda en pie todavía el dote de mi mujer (que esté en gloria), al cual no me dejó ella meterle el diente; pero mi Luisito lo recibirá ahora en cuanto se case, y yo pienso establecerme en su compañía y ayudarle a comérselo...

     TECLA. -�Jesús!... �Jesús!... �Qué horror de padre!

     RESTITUTO. -Estoy solamente con el chocolate. Sírvase usted disponer que me den de almorzar.

     TECLA. -(A HILARIÓN.) �No es corto de genio!

     RESTITUTO. -Cuidado, que yo despacho con el almuerzo un par de botellitas.

     HILARIÓN. -�Nada más?

     TECLA. -�Qué libertino! �Dónde nos vamos a meter, señor!

     LUIS. -(Aparte a MARIANO.) Están asustados.

     MARIANO. -(Aparte a LUIS.) Pues esto no es nada todavía.

     HILARIÓN. -A ver, Luisito, acompañe usted a su papá al comedor.

     RESTITUTO. -�Gracias! �Gracias!...

Escena XI

D. HILARIÓN, DOÑA TECLA.

     HILARIÓN. -�Tecla!

     TECLA. -�Hilarión!

     HILARIÓN. -�Qué me dices? �Es divertido el viejo!

     TECLA. -�Cómo divertido? �Gran pícaro! �A eso llamas divertido? �Es un monstruo!

     HILARIÓN. -�No, mujer!

     TECLA. -Te digo que pasa los límites... En todo hay límites..., y este hombre pasa los límites. Si él ha sido libertino, �qué necesidad tiene de venírnoslo a contar con pelos y señales..., y sobre todo, a quién se le ocurre dar a su hijo semejantes consejos?

     HILARIÓN. -�Sí: él es francote!... �Y sabes que habrá pasado buena vida!...

     TECLA. -�Qué es eso de buena vida?... �Hilarión, no seas bestia, que hablas sin saber lo que dices!

     HILARIÓN. -No tal. Bien sé lo que digo: la vida no habrá sido buena... para su mujer; �pero para él!...

     TECLA. -�Qué moral! �Y lo peor del caso es que, según dice, ha criado a su hijo en la misma escuela!

     HILARIÓN. -�Es verdad! Y quiere venir a comernos un lado... Pero callemos, que aquí viene Paquita con Colasa.

     TECLA. -�Estoy tocada de los nervios!... �Qué hombre!

Escena XII

Dichos, PAQUITA, COLASA.

     PAQUITA. -�Qué tiene usted, mamá?... �Está usted enfadada?

     TECLA. -Nada, hija. Estábamos hablando de tu boda..., y mira, si te parece que aguardemos algunos días más... Este Luisito parece buen muchacho; pero no sería malo experimentarlo un poco..., que tú le trataras...

     HILARIÓN. -Todavía estamos a tiempo. Hemos tratado de ver qué especie de familia es la suya... El padre ha llegado ya..., le hemos examinado, y...

     PAQUITA. -�Y bien?

     HILARIÓN. -�Es..., es un viejecillo... así!... Trae un topacio..., trae un camafeo...

     PAQUITA. -No entiendo...

     TECLA. -Ni hay necesidad de que lo entiendas. �Calla, Hilarión! Vamos, Paquita, vente conmigo... Tengo que darte consejos. Ven, Hilarión. Quédate tú, Colasa, y avisa si viene alguien.

Escena XIII

COLASA.

     La señorita anda en misterios conmigo... Yo no sé si está contenta o está triste. �Triste estará, por fuerza! Tener en Madrid un novio tan guapo, y dejarlo por venir aquí a casarse con otro que ni siquiera ha visto en su vida... �Pero calla!... �Quién es aquel que anda por el jardín arrancando las flores?... �Ay, qué destrozo!... (Gritando.) �Eh, señor..., no arranque usted!... �Señor..., no arranque usted!... Pues no deja una... �Ay, en viéndolo la señora!...

Escena XIV

COLASA, D. BERNABÉ.

(Hombre de cuarenta años: robusto, colorado, de voz estentórea y doctoral, muy manoteador: vestido de negro: enorme corbata blanca, y cuello de camisa que le tapa las orejas: anteojos verdes.)

     BERNABÉ. -(Cargado de flores.) Cedan por hoy las flores retóricas a las que produce la próvida naturaleza, y embalsamemos con éstas el camino de la vida material.

     COLASA. -�Qué busca usted, señor?

     BERNABÉ. -Busco un par de ojos seductores, y ya los he hallado. (Deja las flores en la mesa.)

     COLASA. -�Vaya! �Y viene usted a Alcalá nada más que a buscar ojos?

     BERNABÉ. -�Esta es Alcalá? (Quitándose el sombrero.) �Salud a la ciudad de Alcalá de Henares, patria ilustre de Miguel de Cervantes Saavedra, autor del Quijote, del -Persiles, de la Galatea, de Rinconete, y otras obras apreciables!

     COLASA. -(Aparte.) �En qué lengua habla?

     BERNABÉ. -Salud a la ciudad de Alcalá de Henares, antigua residencia de la universidad donde recibí olim, en otro tiempo, la borla de doctor in utroque jure, en ambos derechos.

     COLASA. -�Parece que está predicando!

     BERNABÉ. -Oye: �cómo te llamas?

     COLASA. -Colasa, para servir a usted.

     BERNABÉ. -Colasa, acaba de deslizarse por mis sentidos una idea retozona.

     COLASA. -�Cuál?

     BERNABÉ. -(Abriendo los brazos.) La de darte un ósculo de paz en el rostro.

     COLASA. -�Aparte usted..., vaya!... �A que le cruzo la cara!

     BERNABÉ. -Déjate de repulgos, belleza silvestre, y permite pía... (Queriendo abrazarla.)

     COLASA. -(Huyendo.) �Qué se esté usted quedo!... (Llamando.) �Señora ama..., señora ama!... �Atrevido!... �Toma! (Le da un bofetón y escapa.)

Escena XV

D. BERNABÉ, D. HILARIÓN.

     HILARIÓN. -�Quién da voces? �Qué sucede?

     BERNABÉ. -(Saludando con frescura.) Sr. D. Hilarión, tengo la honra de ofrecerme a la disposición de usted. D. Bernabé Romboide y Claramonte, doctor en ambos derechos, jurisperito acreditado con estudio abierto... y que por vía de episodio trataba de dar un abrazo a la doméstica que acaba de desaparecer.

     HILARIÓN. -�Pues me gusta!...

     BERNABÉ. -�Y usted será el Sr. D. Hilarión Barbadillo?

     HILARIÓN. -�Servidor de usted!

     BERNABÉ. -Muy señor mío. (Saludándole.) Bernabé Romboide y Claramonte, doctor en ambos derechos, jurisperito...

     HILARIÓN. -�Ya lo he oído! �Y podré saber qué se le ofrece a usted por esta su casa?

     BERNABÉ. -Yo soy tío del joven Luisito, su futuro yerno de usted, y cuñado del Sr. D. Restituto, padre del susodicho Luisito.

     HILARIÓN. -Celebro mucho... (Aparte.) Pues éste, por otro estilo... -Pues ya tenemos en casa a su señor cuñado de usted.

     BERNABÉ. -�Restituto ha llegado?

     HILARIÓN. -Hace un momento. �Parece hombre extravagante!...

     BERNABÉ. -Algo más que eso. Es cifra y compendio de las siete plagas de Egipto.

     HILARIÓN. -�De veras?

     BERNABÉ. -Y el hijo ha heredado..., ya que no dinero, todos los defectos de su padre.

     HILARIÓN. -�Qué me dice usted!...

     BERNABÉ. -Por allí veo venir un individuo del bello sexo: �es la conjunta persona?

     HILARIÓN. -La misma.

     BERNABÉ. -(Saludando.) Muy señora mía.

Escena XVI

Dichos, DOÑA TECLA.

     HILARIÓN. -El señor es tío de Luisito.

     BERNABÉ. -Bernabé Romboide y Claramonte, doctor en ambos derechos, jurisperito acreditado con estudio abierto.

     TECLA. -Muy señor mío. (Aparte.) Vamos, éste siquiera tiene otros modos.

     BERNABÉ. -Antes hubiera tenido el honor de personarme en esta casa habitación, a no ser por una causa criminal que me detuvo en Madrid.

     HILARIÓN. -�Criminal?

     BERNABÉ. -Criminal. Tres eran los acusados, y una la parte demandante: he aquí el hecho: Hacia fines de octubre del año de gracia de 1841, pasaban tres individuos en amistoso coloquio y dados del brazo por el paseo de las afueras, vulgo ronda. Era uno de los mencionados un caballero maestrante, el otro un lego exclaustrado y el tercero un fabricante de chocolate.

     HILARIÓN. -�Qué mezcolanza!

     BERNABÉ. -�Por qué? Todos los hombres son iguales, salvas las diferencias que pueda haber entre ellos. Pudiera probarle a usted el aserto con la autoridad de Quintiliano y Jorge Manrique. �Conoció usted a esos caballeros?

     HILARIÓN. -No, señor.

     BERNABÉ. -Uno de ellos vivió muchos años en el piso segundo de mi misma casa... �Digo vivió... si es vivir el vivir en una atmósfera infestada!, porque en el cuarto bajo habitaba una señora de extraordinaria longevidad..., quiero decir, de años... (tendría la edad de la señora que está presente), y...

     TECLA. -�Qué sabe usted!...

     BERNABÉ. -Siendo el flaco de la susodicha señora criar animales domésticos en su propio dormitorio, en cuya virtud tenía consigo cinco perros y tres gatos, total ocho cuadrúpedos, los cuales ocho habían dado en la flor de elegir la puerta de mi cuarto para... Y yo que entraba todas las noches tarde y sin luz, acontecía que subiendo la escalera... (Hace que resbala y cae.) �Patapuf! De aquí nació la idea de exterminar aquel enjambre de animales usando del speculum album, vulgo arsénico. Yo, Sr. D. Hilarión, que no soy capaz de matar una pulga, me lancé al parricidio, bien que la ley me salva, porque fue en defensa propia.

     HILARIÓN. -(A su mujer.) Nos habla de treinta cosas a un tiempo. -Pero usted había empezado a contarnos...

     BERNABÉ. -Es verdad: había perdido el hilo. Los tres amigos, a saber, el maestrante, el lego y el fabricante de chocolate, vieron venir frente a frente a una lavandera llamada la tía Mónica, según consta del proceso, mujer de irreprensible conducta: pero que a la sazón venía un tanto tomada del vino. Exceso punible en el bello sexo. Y eso que Cándida, mi consorte, tía del presunto yerno de ustedes, suele dar quandoque bonus, alguna vez, en ese inconveniente social.

     TECLA. -(A su marido.) �Oyes eso?... �Su mujer se emborracha!... �Qué familia es esta, señor?

     BERNABÉ. -Ya se lo afeo yo de cuando en cuando. Volvamos a la parte demandante. Es una mujer gorda, septuagenaria, verbigracia...

     TECLA. -�Qué va usted a decir?

     BERNABÉ. -Iba a poner un símil.

     TECLA. -(Aparte.) �Ya se me va acabando la paciencia!

     BERNABÉ. -�Pues señor, era hombre de talento!

     HILARIÓN. -�Quién?

     BERNABÉ. -Jorge Manrique.

     HILARIÓN. -Sí, sería... Pero con permiso de usted, hace un cuarto de hora que me estoy devanando los sesos por seguir el hilo de la historia, y me vuelvo loco. �Usted me habla de ese Sr. Jorge Manrique?...

     BERNABÉ. -Hablo de Jorge Manrique.

     HILARIÓN. -Bien, corriente: hablemos de Jorge Manrique.

     BERNABÉ. -Pues señor, los tres amigos, a saber: el maestrante, el lego y el...

     HILARIÓN. -�Otra!

     BERNABÉ. -�Fueron absueltos por unanimidad!

     HILARIÓN. -Pero �qué es lo que habían hecho?

     BERNABÉ. -Pues �no se lo he contado a usted?

     HILARIÓN. -No, señor: no ha dicho usted una palabra.

     BERNABÉ. -Ha sido una omisión; pero... (Sacando un enorme proceso.) Le leeré a usted la causa...

     HILARIÓN Y TECLA. -�No, no!

     BERNABÉ. -Tiene quinientas cincuenta y ocho fojas...

     HILARIÓN. -�No, por Dios!... Si ya me acuerdo que lo contó usted.

     BERNABÉ. -Pues bien: fueron absueltos; �y era de ver cómo los tres se deshacían en ademanes de contento! �Era de ver cómo daban gracias a la Providencia! �Era de ver cómo el maestrante abrazaba al lego, el lego al chocolatero, el chocolatero al lego, el lego al maestrante, el maestrante al chocolatero y el chocolatero al maestrante!

     HILARIÓN. -�Hermoso cuadro!

     TECLA. -�Hilarión..., Hilarión!... �Llévate a ese hombre!... �Mira que me voy a afectar de los nervios!

     HILARIÓN. -Sr. D. Bernabé, dice mi mujer que si gusta usted de tomar algo...

     BERNABÉ. -Bien, cualquier cosa: una pechuga de..., cualquier cosa: una magra de..., cualquier cosa...

     HILARIÓN. -Venga usted al comedor, que allí está el Sr. D. Restituto...

     BERNABÉ. -No permito que usted se mueva de aquí. Voy a sorprenderle. Señores, Bernabé Romboide y Claramonte, doctor en ambos derechos, jurisperito acreditado con estudio abierto. (Saluda profundamente y se va.)

Escena XVII

D. HILARIÓN, DOÑA TECLA.

     TECLA. -�Has visto..., has visto en el mundo hombre más hablador ni más majadero?

     HILARIÓN. -Pues mira, �a mí se me figura que no había de estar mal en papeles de barba!

     TECLA. -�Calla, Hilarión, calla, y no me hagas saltar! �Me ves echando chispas, y vienes a hablarme de comedias? �Pues digo que la familia del tal Luisito es cosa soberana! Y aquí se van metiendo como en una posada, y pidiendo cada uno de almorzar a medida que llega.

     HILARIÓN. -Hasta ahora...

     TECLA. -Hasta ahora no van más que dos, y quién sabe los que vendrán. �Esto va a ser una Babilonia!

Escena XVIII

Dichos, COLASA.

     COLASA. -Señora..., señora; ahí ha llegado una mujer mayor que dice quiere verla a usted.

     TECLA. -�Una mujer mayor?

     COLASA. -Sí, señora; pero muy mayor, muy mayor..., �vaya!..., más mayor que usted.



     TECLA. -�Bestia!... �Dale con las comparaciones!

     COLASA. -Pues digo bien; yo qué le he de hacer si es más mayor. Usted es mayor..., pero ella es más, a lo que parece.

     HILARIÓN. -�Y qué quiere? �Quién es?

     TECLA. -Hilarión, �apostemos a que es otra de la familia?

     HILARIÓN. -Mujer, si Luisito no tiene madre.

     TECLA. -�Cómo viene vestida?

     COLASA. -Viene..., así..., con un vestido... y un pañolón... Yo no he reparado.

     HILARIÓN. -�Pero viene decente?

     COLASA. -Sí, señor; ella... tapada viene...

     HILARIÓN. -�Y la has visto llegar? �Viene en carruaje?

     COLASA. -Yo no la he visto hasta que ha estado en el jardín, y decía, dice: ��Ay, qué calesín!�

     TECLA. -�Calesín?... �De Madrid viene!... �Es de la familia!

     COLASA. -Mírela usted, mírela usted allá abajo, tomando un polvo de la caja del tío Lucas el jardinero...

     HILARIÓN. -Anda, dila que entre. (A DOÑA TECLA.) Tecla, �la decimos que entre?

     TECLA. -�Y qué se ha de hacer!

     HILARIÓN. -Vamos, �qué haces ahí parada? �No te he dicho que la digas que entre?

     COLASA. -�Se lo digo, señora?

     TECLA. -Sí.

     HILARIÓN. -Pues qué, �yo no mando aquí?

     COLASA. -�Buena señora..., venga usted por acá..., por acá...

Escena XIX

Dichos, LA TÍA JEROMA, muy vieja y encorvada, hablando deprisa y en tono balbuciente.

     JEROMA. -Dios guarde a ustedes; soy yo, que vengo aquí a la boda de mi Luisito, �hijo de mi corazón!, que le he criado a mis pechos. Y por acá no hay novedad, vaya, me alegro. El señor y la señora tan gordos y tan buenos. �Bendito sea Dios que nos da salud! Pues yo he tomado un calesín, que me ha traído en un abrir y cerrar de ojos, �y bien molida que vengo!, �ay!... (Sentándose.) Pues a mi Luisico le dije, digo: mira Luisico, mira que el casarte trae muchas obligaciones. Cuatro veces he hecho yo esa maniobra y los cuatro se me han muerto uno tras otro. Sr. D. Hilarión, �me da usted un polvo?

     TECLA. -(Aparte.) Dios me tenga de su mano.

     HILARIÓN. -Tome usted, señora.

     JEROMA. -(Tomando.) �Viva usted mil años! Esto me descarga la cabeza: no tomaba yo polvo de muchacha; pero en el tercer matrimonio di en padecer de la cabeza..., porque como mi marido era herrero...

     TECLA. -(Aparte.) �Es de la misma pinta!

     JEROMA. -Y me casé con él porque había tenido que ver con un amigo suyo que tenía una tienda de géneros contramarinos, y que se condujo conmigo que ni un negro de Guinea se hubiera portado peor.

     TECLA. -(Aparte.) �Qué familia tan escandalosa!

     JEROMA. -Yo soy así; me dejo llevar de mis inclinaciones. Aquello fue una debilidad, como han tenido..., como la habrá tenido quizás esa señora...

     TECLA. -�Señora, modérese usted en sus expresiones!

     JEROMA. -Señora, nadie puede decir de esta agua no beberé...

     TECLA. -�Yo no he bebido de ninguna agua!

     JEROMA. -Y todos somos hijos de Adán y de Eva...

     TECLA. -Y a mí no me saque usted por comparación...

     JEROMA. -Y la que más y la que menos...

     HILARIÓN. -�Niñas..., niñas..., no hay que enfadarse!

     JEROMA. -Y yo les pudiera citar a ustedes señoras muy encopetadas..., que no porque una sea pobre y viva en la Morería... �Me da usted un polvo?

     HILARIÓN. -�Otro polvito!

     JEROMA. -�Ya se me ha vuelto a cargar la cabeza!

     TECLA. -(Aparte.) �Pero de dónde ha salido esta gente?

     JEROMA. -Y ustedes tienen buena traza. Me alegro que mi Luisico haya apechugado con este par de suegros, que tienen fachota de ser bonachones. �Y cuidado cómo me le tratan ustedes! �Hijo de mis entrañas! Yo no soy más que una pobre vieja, pero como él tuviera que sentir... (Dando una puñada en la barriga de DON HILARIÓN.) por culpa de usted... (Dando en el hombro a DOÑA TECLA.) o por culpa de usted...

     HILARIÓN. -�Eh..., poco a poco!

     TECLA. -�Ay!... �Ay, qué mujer!

     JEROMA. -Es que quiero que sepan ustedes quién es la tía Jeroma, porque como mi Luisico va a vivir en compañía de ustedes, y yo no dejaré la ida por la venida...

     TECLA. -(Aparte.) �Dios nos favorezca!... �Esta mujer encima todo el día!

     JEROMA. -�Pues por eso! Y todavía no hace cuatro años que di un navajazo en la calle de la Paloma... (Saca una enorme navaja.)

     HILARIÓN. -(Retirándose.) �Eh! �Alto ahí! �Guarde usted ese instrumento!

     TECLA. -�Esto no es mujer!... �Esto es un salteador!... �Misericordia!

     HILARIÓN. -Váyase usted al jardín, que allí está Luisico.

     JEROMA. -Voy allá. Tiempo tengo de verle; aquí me vengo a pasar unos quince días, mientras dura el pan de la boda.

     TECLA. -�Quince días!

     JEROMA. -Conque..., que no haya novedad. �Por dónde se va al jardín?

     HILARIÓN. -Por ahí, por ahí.

     JEROMA. -Que se queden ustedes con Dios. (Se va y vuelve.) �Ay! Deme usted un polvito.

     TECLA. -(A D. HILARIÓN.) Dale la caja y que se marche.

     HILARIÓN. -(Dándole la caja.) �Tome usted..., tome usted!...

Escena XX

D. HILARIÓN, DOÑA TECLA.

     TECLA. -�Santos y santas del cielo! �Tengo atronados los oídos! �Qué granizo de palabras!... �Yo voy a tener una enfermedad! �Y qué palabras!... �Qué horrores!

     HILARIÓN. -Es preciso confesar que es algo locuaz. �Sí, lo que es locuaz..., es locuaz! �Sabes que esta, para característica, no sería?...

     TECLA. -�Otra te pego! �Dale con las comedias! �Es un vestiglo! �Es una furia del infierno!

     HILARIU. -�La edad!... No sería maleja a los quince...

     TECLA. -�Calla, libertino! A los quince sería un sargentón.

     HILARIÓN. -Efectivamente, su voz tiene un no sé qué de masculino...

     TECLA. -Por fuerza me ha hecho aquí un cardenal. �Qué manos tiene!

     HILARIÓN. -�Y por qué no le volviste?...

     TECLA. -�Y por qué no le volviste tú?

     HILARIÓN. -�Yo, mujer? �No sabes aquello de manos blancas no ofenden?

     TECLA. -�Buena blancura te dé Dios! �Las tiene como un tizón!

Escena XXI

Dichos, COLASA.

     COLASA. -�Señora!...

     TECLA. -�Santo Dios!... Colasa, �quién ha arrancado mis flores?

     COLASA. -Ese señor que vino antes..., el de las gafas..., ha hecho un destrozo en el jardín, que ya, ya.

     TECLA. -�Dios me dé consuelo! �Pero señor, esto es una cuadrilla de bandidos!

     COLASA. -�Y a mí empeñado en abrazarme!

     HILARIÓN. -�Oh, caros parientes!

     TECLA. -�Sí, bien caros!

     HILARIÓN. -�Todavía no se ha hecho la boda y ya nos tratan como a suegros!

     COLASA. -Señora, venía a decir a usted que está ahí un hombre que quiere verla.

     TECLA. -�Quién es?

     COLASA. -Uno de patillas.

     HILARIÓN. -�Las señas son mortales!

     COLASA. -Él tiene trazas de campesino.

     HILARIÓN. -�Campesino?

     TECLA. -�Ay, Dios mío! �Si será otro de la familia!... Hilarión, yo no aguanto más: yo me voy.

     HILARIÓN. -�Aguarda, mujer: no seas tan súpita! (A COLASA.) �Te ha dicho quién es?

     COLASA. -Dice que se llama D. Pablo.

     HILARIÓN. -�D. Pablo?... �Pues estamos adelantados! D. Pablo el médico, �no puede ser!

     TECLA. -�Si se murió el año pasado!

     HILARIÓN. -Pues por eso digo que no puede ser.

     TECLA. -�Qué sangre tan pesada tienes! (A COLASA.) Dile que entre.

     COLASA. -Señor, que entre usted.

Escena XXII

Dichos, D. PABLO.

(Es un chalán: trae patillas grandes, pañuelo a la cabeza, levita de lienzo claro y la pipa en la boca.)

     PABLO. -Deo gracias. Saludo a ustedes..., y la compañía. �Es aquí donde diz' que vive D. Hilarión con doña Tecla?

     HILARIÓN. -Servidores de usted entrambos a dos.

     TECLA. -(Aparte.) �Uf..., esto me faltaba..., qué peste de tabaco!

     PABLO. -Ustedes habrán de perdonar: aquí me soplo por señas de un sobrino pulítico mío que se llama Luisico.

     HILARIÓN. -�Hola! �Es usted pariente?

     PABLO. -No, señor: soy tío pulítico, porque mi mujer es hermana carnal de la mujer de su padre, que esté en gloria.

     HILARIÓN. -�Que esté en gloria quién? �La mujer o el padre?

     PABLO. -La que se murió: la madre, que era hermana carnal de mi esposa, que esté en gloria.

     HILARIÓN. -(Aparte.) �Y si tú estuvieras también en gloria..., qué gloria sería!

     PABLO. -�Pues como digo, yo soy tratante en ganado caballar!... (Poniendo la mano en el hombro de D. HILARIÓN.)

     HILARIÓN. -(Poniéndosela también.) �Hola!, �en ganado caballar?

     PABLO. -Sí, señor. Fui a ver el caballo de mi cuñado, que se le quieren comprar para la plaza de toros, y me dijo...

     HILARIÓN. -�El caballo?

     PABLO. -�Ca!... Mi cuñado..., mi cuñado... Restituto. Dice: �hombre, Pablo...� a mí me llaman Pablo para servir a ustedes: pues dice, �hombre, Pablo, puedes pegar un trote y dirte en ca los suegros a la boda de Luisico; dice, �nada!, allá te cuelas con satisfación, como Pedro por su casa; dice, son un par de tíos; dice, mu mansos: al suegro ya le conocerás; dice, es un viejo tordo...�

     HILARIÓN. -�Cómo tordo!

     PABLO. -Dice, y la suegra es una vejezuela...

     TECLA. -�Qué insolencia!... �Esto ya no se puede sufrir!

     PABLO. -Conque ensillé el castaño, y jala, jala, jala..., aquí me vengo. Y al tanto me ofrezgo: si van ustedes por Madrid, allí tengo mi casa: hay buenas cuadras...

     HILARIÓN. -�Hombre!...

     PABLO. -Para las caballerías que ustedes lleven. (Pasando junto a DOÑA TECLA y echándola el humo.) Usted puede ir en una mula.

     TECLA. -(Tosiendo y casi ahogándose.) �Ja, ja!... �Ay qué tabaco fuma este hombre!... (Aparte a HILARIÓN.) �Hilarión, yo estoy mareada!..., �yo me voy a caer!

     PABLO. -�Qué tiene la suegra?

     HILARIÓN. -Nada..., es que...

     PABLO. -Parece que se atraganta. Unos golpecitos, y verá usted... (Le da golpes en la espalda.)

     TECLA. -�Ay..., ay..., quite usted!... �Misericordia!...

     HILARIÓN. -Quite usted..., si no es nada..., los nervios...

     PABLO. -�Ah, pues también sé yo para los nervios un remedio! Mire usted: la agarra usted..., la desnuda..., y con un buen cepillo de cerda..., por todo el espinazo abajo..., firme, firme, firme... hasta que salte sangre...

     TECLA. -(Aparte.) �Bárbaro!

     PABLO. -Yo tengo experiencia...

     HILARIÓN. -(Aparte.) �Qué bestial remedio!

     PABLO. -Y a mi mujer, que esté en gloria, la frotaba yo así cuando estaba mala de los nervios.

     HILARIÓN. -(Aparte.) Pues no hay que preguntar de qué mal murió.

     TECLA. -�Ay! (Aparte) �Hilarión, yo me marcho!...

     HILARIÓN. -(Aparte.) Mujer, disimula, no conozca...

     TECLA. -(Aparte.) �Yo no puedo más!...

     PABLO. -Apuesto algo bueno a que la suegra se ha enfadado conmigo.

     HILARIÓN. -No tal.

     PABLO. -�A que sí?... Y ha sido por lo del remedio. �Vaya, pelillos a la mar!... Venga un abrazo. (Quiere abrazarla.)

     TECLA. -�Qué es esto!... �Aparte usted!...

     PABLO. -Vamos, seamos amigos.

     HILARIÓN. -No, si ella no se ha enfadado...

     TECLA. -�Quítese usted, que apesta a tabaco!...

     PABLO. -�Que hemos de hacer las paces!

     TECLA. -(Huyendo.) �Bien, por hechas..., por hechas!

     HILARIÓN. -(Agarrándolo.) Haga usted el favor de entrar por ahí dentro... En el comedor está su cuñado, y tomará usted un trago.

     PABLO. -Andando. (Éntrase dentro cantando a grito herido.)

Escena XXIII

D. HILARIÓN, DOÑA TECLA.

     TECLA. -�Dios te confunda a ti, y a tu cuñado, y a toda la parentela! �Hilarión, abre esa ventana, por Dios! �Que entre el aire!... �Yo voy a tener una enfermedad! �Has visto en tu vida gente más soez ni más escandalosa?... �Jesús, si no se sabe cuál es peor!

     HILARIÓN. -�Sabes que éste, para hacer el D. Esteban de A Madrid me vuelvo?...

     TECLA. -(Dándole un pellizco.) �Dale!...

     HILARIÓN. -�Ay!

     TECLA. -�Todavía has de hacer que me divorcie de ti!... �Hilarión, hablemos en plata: yo no cargo con esa familia...

     HILARIÓN. -Pero mujer...

     TECLA. -�Nada, nada! A decirle corriendo a Luis que no cuente con la niña.

     HILARIÓN. -Pero el pobre muchacho no tiene la culpa de que sus parientes sean...

     TECLA. -Ni yo tampoco la tengo.

     HILARIÓN. -Calla, que aquí viene.

Escena XXIV

Dichos, D. LUIS.

     LUIS. -Conque, señora, �ya ha visto usted a mi familia?

     TECLA. -Sí, señor: la colección completa.

     LUIS. -�Y qué le ha parecido a usted?

     TECLA. -A mí...

     LUIS. -Son buenas gentes.

     HILARIÓN. -No son malejas...

     LUIS. -Los modales no son muy escogidos; pero...

     TECLA. -(Con empacho.) Luisito, hemos reflexionado que..., ya se ve..., Paquita es todavía muy niña, y...

     HILARIÓN. -Sí tal: muy niña, y...

     LUIS. -Entiendo: no digan ustedes más. (Aparte.) �Ha surtido efecto! �Qué fortuna! Pues señores, veo que hay repugnancia..., quizá fundada, y me retiro.

Escena XXV

Dichos, COLASA, con una carta.

     COLASA. -Señor, esta carta han traído de Madrid.

     LUIS. -(Aparte.) �No me llega la camisa al cuerpo!

     HILARIÓN. -�Calla!... �Es del padre de Luisito!

     LUIS. -�De mi padre!

     HILARIÓN. -(Lee.) �Sr. D. Hilarión: un asunto urgente nos impide ir hoy, según le había indicado; pero mañana tendremos el gusto de abrazar a nuestra Paquita, a quien desde ahora miro como hija. Queda de usted afectísimo, etc.�

     TECLA. -�Qué significa esto?

     HILARIÓN. -�Qué engaño es este?

     LUIS. -Sr. D. Hilarión, pido a usted que me perdone; esta ha sido una estratagema de que he sido cómplice...

     TECLA. -�Esto más!

     HILARIÓN. -�Conque usted se ha burlado de mí? �Pues quiénes son éstos? (Llegándose a la puerta del gabinete.) Señores, salgan ustedes aquí y veamos...

Escena XXVI

Dichos, D. MARIANO.

     MARIANO. -Aquí estoy de vuelta.

     HILARIÓN. -�Usted por acá!... Pues �y los parientes?... �Aquí no hay nadie!

     MARIANO. -Lo sabrá usted todo. Cuando llegué, vi que me tomaban ustedes por un payaso que los iba a divertir grotescamente. Esto, la verdad, me ofendió; pero me hallé también conque mi amigo Luis, sólo por el compromiso contraído con ustedes, iba a dar la mano, haciendo un duro sacrificio. Él me lo confesó, pidiéndome que le ayudase a salir del atolladero, sin faltar a su palabra. Ustedes querían que yo les hiciera una farsa; pues bien, les he improvisado una familia endemoniada.

     TECLA. -�Cómo, Luisito! �Usted se casaba a disgusto?

     LUIS. -Señora, su hija de usted valdrá mucho sin duda; pero yo no soy dueño de mi corazón. �Vi en Madrid una joven que me encantó y a quien he jurado amor eterno!...

Escena XVII

Dichos, PAQUITA.

     PAQUITA. -Pues no olvide usted el juramento.

     LUIS. -�Cielos! �Ella es! (Echándose a sus pies.)

     HILARIÓN. -�Esta es otra!... �Conque le conocías?... �Conque usted la conocía?... Conque se conocían ustedes... �Vaya, vaya! Y usted era... (A D. MARIANO.)

     MARIANO. -(Fingiendo la voz de D. RESTITUTO.) �El amante de Lolita!... Ella me dio este camafeo. (La voz de D. BERNABÉ.) Bernabé Romboide y Claramonte, doctor en ambos derechos, jurisperito acreditado, con estudio abierto.

     TECLA. -(Riendo.) �Es posible!...

     HILARIÓN. -�Y también el chalán!...

     MARIANO. -(Voz de D. PABLO.) a mí me llaman Pablo, para servir a ustedes.

     HILARIÓN. -�Y la vieja?

     MARIANO. -(Volviendo la caja, con la voz de la vieja.) D. Hilarión, tome usted un polvo. (En su voz natural.) He concluido mi papel: he contribuido a la felicidad de Luis. Y pido a ustedes su permiso para marchar.

     HILARIÓN. -No, señor; hoy come usted con nosotros. Y la primera noche que salga usted al teatro en Madrid, le ofrezco ir con mi familia a aplaudirle.

     MARIANO. -�Ay!... (Mirando al público con temor.) �Dios quiera que esté por aquí la familia de D. Hilarión!

Arriba