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Obras escogidas

Ventura de la Vega





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Tomo II





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Llueven bofetones

Comedia en dos actos, arreglada al español

Personas

HÉRCULES III duque de Ferrara. - EL CONDE DE CANDOLLE. - RENATO DE MONTELEÓN. - ELENA. - CARLOTA. - UN UJIER. - UN PAJE. - CABALLEROS

(La acción pasa en Ferrara)



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Acto primero

El teatro representa un jardín espacioso del palacio ducal. A la izquierda, en primer término, un bosquecillo, cuya entrada avanza sobre la escena. A la derecha, también en primer término, una estatua de Diana cazadora, sobre un pedestal. En el foro un cenador cubierto de verdura con una fuente en medio. Asientos de piedra, sillas de jardín, una de ellas junto a la entrada del bosquecillo de la izquierda.



Escena primera

ELENA, CARLOTA.

(ELENA, sentada junto al bosquecillo: CARLOTA, de rodillas, colocando ramos de flores en un canastillo.)

     ELENA. -En verdad, Carlota, me sorprende lo que me dices. �Cómo te gobiernas para conocer a tantos como asisten a la corte de Ferrara, para saber sus aventuras, sus intrigas?...

     CARLOTA. -�Toma!... Muy fácilmente... Como que esa es mi obligación... Yo soy hija del jardinero de palacio...

     ELENA. -�Y eso qué tiene que ver?...

     CARLOTA. -Siempre ha sido así en la familia. En tiempo de mi abuela los caballeros enviaban a las damas ramos de flores... y mi abuela era, por supuesto, la encargada. Luego, en tiempo de mi madre, los caballeros inventaron esconder billetitos en los ramos... Y, ya se ve, como eso no hacía que fuesen más pesados, mi madre siguió llevándolos... Por último, ahora ya no envían ramos, pero envían siempre billetes...; y como eso ha venido a ser obligación de la jardinera..., por eso conozco a todas las damas de la corte, y a todos los caballeros... y entro en todas partes, y sé todo cuanto se dice, y todo cuanto se hace, y todo lo que pasa... Conque ya sabéis que estoy a vuestra disposición, señora.

     ELENA. -(Levantándose y pasando a la derecha.) Pues señor, ya veo que tus funciones son delicadas... �y vastas! Eres una especie de estafeta del palacio ducal.

     CARLOTA. -Justamente. Al principio no dejaba de repugnarme; pero lo consulté con mi primo, que es soldado de la guardia de S. A., y me dijo que no tuviera escrúpulo, que esto es un juego... que se juega en la corte de Ferrara.

     ELENA. -�Y en todas las cortes, hija mía!

     CARLOTA. -�Ya!... Y vos debéis saberlo, puesto que habéis venido, un año hace, de la corte de Francia con el señor conde de Candolle, vuestro tutor.

     ELENA. -Sí, un año hace ya. Aún me acuerdo del horror que me causó al principio este país... �Me había formado de él una idea tan equivocada!... Y cuánta fue mi sorpresa al ver que Ferrara era una imagen de la corte de Francia, de la corte de Versalles... �en miniatura, se entiende! �Pero qué remedo tan exacto!... Los trajes, las costumbres... �vamos, todo!

     CARLOTA. -Como que aquí se reciben todas las modas de Francia. Y S. A. el señor duque quiere que se sigan sin faltar una coma. Siempre está hablando de París... y de Versalles... y del gran rey Luis... Luis...

     ELENA. -Luis XIV.

     CARLOTA. -�Eso! Dice que ese es su modelo. �Toma!... Y el quereros tanto a vos y vuestro tutor, el señor conde, no es más que porque habéis venido de allá.

     ELENA. -Sí, es cierto que nos distingue y nos colma de bondades. Mi tutor es su favorito... Le ha nombrado montero mayor. A mí también la duquesa madre me ha cobrado afecto, y me ha hecho dama de honor.

     CARLOTA. -�Ah! sí, la duquesa vieja... �Qué regañona es, y qué mala!...

     ELENA. -No digas eso: a sus damas las trata con mucha afabilidad... sobre todo a mí.

     CARLOTA. -De manera, señora, que ya lo único que os falta para ser completamente dichosa es... un marido.

     ELENA. -(Turbada.) �Un marido!

     CARLOTA. -Y si no os despacháis... �Adiós!... �os quedáis en blanco!

     ELENA. -�Cómo?

     CARLOTA. -Pues qué, �no sabéis?... Casi todos los oficiales jóvenes se van a marchar a la guerra.

     ELENA. -�Ah!... �Hablas de la expedición que se va a enviar a la costa de África?

     CARLOTA. -Eso será; yo no sé precisamente...; lo que sí sé es que se van a embarcar todos... Quien dice todos... dice... hijos de familia que están arruinados, jugadores que no tienen un escudo, amantes que no son correspondidos... �hasta maridos!...; en fin, todos los desesperados.

     ELENA. -(Con pena.) �Sí, ya lo sé!...

     CARLOTA. -Y uno en particular..., �qué guapo!, �qué lástima de mozo!, un oficial de la guardia de S. A.

     ELENA. -(Con prontitud.) �Renato de Monteleón?

     CARLOTA. -�Ah!... �Le conocéis?

     ELENA. -Poco..., de vista...

     CARLOTA. -Parece que está enamorado de una dama de la corte, y que desesperado de que le han negado su mano... �Ay! �Dios mío! �qué triste os habéis puesto de repente! Calla..., será cosa de que sea... ese... que vos queréis...

     ELENA. -�Yo? �Qué desatino! Yo no quiero a nadie ni... �Cielos! �Aquí viene!...

     CARLOTA. -�Quién?

Escena II

ELENA, RENATO, CARLOTA.

     RENATO. -(Deteniéndose.) �Elena!

     CARLOTA. -�Hola, hola! (Sigue colocando los ramos, y pone luego el canastillo y la silla dentro del bosquecillo.)

     RENATO. -(Llegando.) �Al cielo debo sin duda este encuentro!

     ELENA. -�Oh Renato..., perdonad..., no os había visto!

     RENATO. -�No podía resolverme a partir sin volveros a ver, sin daros el último adiós!

     CARLOTA. -(Aparte.) �Hola! �Conque era ella!

     ELENA. -Conque... a pesar de mis ruegos...

     RENATO. -�No hay remedio, Elena!... Quiero espiar mi error. �Y qué necio error!... �Un simple oficial, de noble cuna, pero sin bienes, sin más patrimonio que la espada, atreverse a poner los ojos en vos, parienta y pupila del señor conde de Candolle!... �del favorito de S. A!...

     ELENA. -�Por Dios, Renato!...

     RENATO. -�Verdad es que el error no duró mucho! Cuando me aventuré, por seguir vuestros consejos, a presentarme a vuestro tutor y a descubrirle mis deseos... el señor conde de Candolle supo hacerme entrar en razón... con ese tono burlón e insultante...

     CARLOTA. -(Aparte.) �Qué injuria!

     REMATO. -�Qué camino me quedaba? Unirme sin titubear a esa escuadra que los diversos estados de Italia han aprestado en Génova para combatir a los corsarios de Argel... guerra terrible, de la cual no volveremos muchos... y que por lo menos me ofrece una muerte gloriosa.

     ELENA. -�Callad, Renato!... �callad!...

     CARLOTA. -(Aparte.) �Pobre mozo!

     RENATO. -Elena... �voy a partir!

     ELENA. -(Aparte.) �Sí, partir! �Y cuándo es?... �Mañana quizás?

     RENATO. -Hoy mismo.

     ELENA. -(Aparte.) �Eso lo veremos!

     RENATO. -Esta mañana he recibido mi equipo de guerra, y para pagar los mil ducados que me cuesta, el tesorero de palacio me ha ofrecido..., ya lo sabéis, abonarme mis sueldos atrasados, que componen esa cantidad. Ahora iba a verlo para tomar la suma..., y el cielo ha hecho que os encuentre al paso, sin duda para que lleve este consuelo.

     ELENA. -�Conque os vais?

     RENATO. -Es indispensable. �Adiós, Elena!... �Acordaos de vuestro infeliz amigo..., y cuando sepáis mi muerte... derramad alguna lágrima a la memoria del que dio su vida por amaros!... �Adiós..., adiós para siempre! (Vase por la derecha.)

Escena III

ELENA, CARLOTA.

     CARLOTA. -(Sorprendida.) �Cómo!... �Le dejáis marchar!... �No le detenéis! Y estáis así... tan fresca, viendo que se va.

     ELENA. -(Trayéndola del brazo aparte.) No se irá.

     CARLOTA. -�Qué?

     ELENA. -Si se fuera, �crees que estaría yo tranquila, serena..., casi contenta? No, no se irá.

     CARLOTA. -�No?... �Me alegro! Me alegro..., yo no sé por qué, pero me alegro.

     ELENA. -Escucha..., tengo tal vanidad del plan que he discurrido, que no resisto a la tentación de contártelo..., y además quiero que me ayudes... Ese dinero que va a buscar para pagar su equipo..., esos mil ducados...

     CARLOTA. -�Qué?

     ELENA. -No los tendrá.

     CARLOTA. -�Bah!

     ELENA. -Te digo que no. La hija del tesorero de palacio es íntima amiga mía..., yo la he contado lo que hay..., ella se ha interesado con su padre... y el padre no le dará ni un ducado.

     CARLOTA. -�Calla!... Pero si él ya tiene en su poder ese... equipo o como se llame...

     ELENA. -Sí; pero ha ofrecido pagarlo hoy... y yo conozco la honradez de Renato... �Él había de marchar de Ferrara, a una muerte probable, sin pagar una deuda tan sagrada!... �Oh, jamás! Esperará el dinero hasta esta tarde..., hasta mañana..., y el dinero no vendrá ni esta tarde, ni mañana, ni nunca... En esto, la escuadra se hará a la vela... y él se quedará. �Entiendes ahora por qué no lloro, por qué estoy loca de contento?... �Te digo que se quedará!

     CARLOTA. -�Válgame Dios..., qué invención de los diablos!... �Qué travesura tienen estas francesas! �En mi vida se me hubiera a mí ocurrido!...

     ELENA. -(Aparte.) �Y qué dirá..., qué hará cuando se encuentre con el chasco?... Carlota... �queréis hacerme un gran favor?

     CARLOTA. -�Recadito?... Para eso estoy yo: hablad.

     ELENA. -Corre a casa del tesorero..., ve a su hija...

     CARLOTA. -La conozco... Yo conozco a todo el mundo.

     ELENA. -Y averigua lo que ha pasado, y vuelve pronto.

     CARLOTA. -Voy volando. (Deteniéndose.) Sólo que si encuentro en el camino al señor conde de Candolle...

     ELENA. -�Al conde?... �Cuidado..., cuidado con que le digas!...

     CARLOTA. -No es eso; sino que me detendrá; porque cada vez que me encuentra... me da dos abrazos... Dice que es de rigor.

     ELENA. -Corre, corre.

     CARLOTA. -(Echando a correr.) �Oh! Como ahora le encuentre no... (Tropieza con el conde, que sale y que la da un abrazo.) �Ay! (Echa a correr.)

     CONDE. -�Oye!... �Y el otro? �Y el segundo? �Carlota! (Viendo a ELENA.) �Huy! �Mi pupila! (Se acerca con aire grave.)

Escena IV

EL CONDE, ELENA.

     CONDE. -(Con descaro.) Apuesto cien ducados, Elena, a que habéis creído... que le he dado un abrazo a esa muchacha...

     ELENA. -(Sonriendo.) Y los ganaréis, señor conde.

     CONDE. -�Conque lo habéis creído?

     ELENA. -Y aunque así fuera, �qué delito es ese en un caballero galante que, según dicen, no ha hecho en su vida otra cosa que enamorar mujeres?...

     CONDE. -Y engañarlas..., es verdad.

     ELENA. -Desafiar maridos...

     CONDE. -Y herirlos..., es exacto.

     ELENA. -Contraer deudas...

     CONDE. -Y no pagarlas..., es histórico. Así me gusta: cuando uno se pone a hacer un retrato, debe dejarlo lo más acabado que sea posible. Habéis hecho el mío... de cuerpo entero; y lo que me sorprende es que conociendo tan perfectamente todos mis defectos, todos mis vicios, todas mis picardías..., dudéis un solo instante en aceptarme por esposo.

     ELENA. -(Riendo.) �Me gusta la consecuencia!

     CONDE. -Es legítima, �voto al chápiro!... (Mudando de tono.) Chápiro es una interjección que yo he introducido aquí en la corte... y que ha hecho fortuna. Pues, como iba diciendo, no hay mejor marido que un calavera... jubilado. Cuanto más se ha corrido antes, menos se corre después... �Cosa clara!... Y así opinaba también mi antiguo amo y señor el regente de Francia.

     ELENA. -Sin embargo..., no estaríais muy acordes en opiniones cuando os desterró.

     CONDE. -Es verdad: lo que es ese día no fuimos de la misma opinión. El regente celebraba mucho mis travesuras mientras me limité a... cazar en terreno ajeno...; pero cuando el diablo me tentó a cazar en el suyo..., �alto ahí!... Su alteza real, siempre clemente, me dio a escoger entre la Bastilla... y los países extranjeros... La Bastilla solo... o el destierro con vos..., no era cosa de titubear.

     ELENA. -(Haciéndole una cortesía.) �Sois muy galante!

     CONDE. -�Oh! Y confieso que estaba indeciso acerca de la nueva patria que escogería..., cuando descubrí en el mapa de Europa una manchita azul con un letrero que decía: ducado de Ferrara..., de cuya existencia no sospechaba yo... Mis conocimientos geográficos no se extendían más que de París a Versalles.

     ELENA. -Entonces supisteis que en Ferrara manda la dinastía de los duques de Ostiglia..., que se dan aires de soberanos y se hacen llamar alteza... cosa que cuesta poco y a ellos les contenta mucho.

     CONDE. -Me encontré, a mi llegada, con que el duque actual, Hércules III... -�y el nombre le cuadra!- había dado en el capricho de remedar la corte de Luis XIV... y andaba buscando hombres de ingenio y travesura... Me vio, y sin más información me ofreció el cargo de montero mayor y a vos el título de dama de honor de la duquesa madre... Acepté por los dos..., y cátanos aquí queridos y mimados, y... en fin, que cada día me aplaudo más de la ocurrencia de haber venido a este buen ducado de Ferrara..., �donde se respira un aire tan puro!, �donde se pasan unas noches tan hermosas!...; de manera que lo único que nos falta para coronar nuestra dicha en esta tierra hospitalaria... es un casamiento que os haga condesa de Candolle.

     ELENA. -(Con respeto.) Señor conde, vuestra elección me honra sobre manera; pero os confesaré francamente... que yo no os amo.

     CONDE. -(Con fatuidad.) Permitid que me sorprenda.

     ELENA. -Y que amo a otro.

     CONDE. -Permitid que lo sienta mucho. Debéis recordar que vuestro padre, al morir, me dejó encargado que os hiciera feliz.

     ELENA. -Podéis cumplir el encargo muy fácilmente, concediendo mi mano a Renato de Monteleón.

     CONDE. -�Estáis en un error!... Si doy el encargo a otro, ya no seré yo quien os haga feliz..., que fue lo que encargó vuestro padre.

     ELENA. -(Entono de reconvención.) Vos le despreciáis porque es pobre..., �nada más que por eso!

     CONDE. -�Es un defecto pícaro! No cambiaba yo por ese... todos los míos.

     ELENA. -�Pero Renato es de buena casa!

     CONDE. -Casa arruinada... por las prodigalidades de su difunto padre... Le conocí mucho en París, cuando fue a la corte del regente con una misión diplomática. �Un viejo muy verde! jugando, gastando, prestando dinero a todo el mundo..., hasta a mí me prestaba... �El pobre se arruinó!

     ELENA. -Pero si Renato alcanzara del duque una colocación..., un buen empleo..., entonces ya no tendríais pretexto...

     CONDE. -Entonces... (Aparte.) Ya haré yo que no alcance ninguno. Pero entretanto, como yo vea que os dirige siquiera la palabra... �arde Troya!

     ELENA. -�Conde!...

     CONDE. -(En tono burlón.) �Verdad que soy un tutor de un género particular?... No diréis que me parezco a los tutores de comedia. Treinta y ocho años..., vivaracho..., alegre... Y nada de poner a mi pupila bajo la salvaguardia de llaves y cerrojos... �Uf, qué horror!... No, señor: �bajo la salvaguardia de mi espada! Se acerca un galán a... �Eh! caballero, si lo sois... �el sitio?... �la hora?... y la niña será del vencedor.

     ELENA. -Efectivamente, es cosa original... (Óyese ruido.) �Cielos! �si será él!

     CONDE. -(Saliendo hacia el foro.) �No es nada!... es S. A. Hércules III.

     ELENA. -�Qué embebido viene en la lectura!

     CONDE. -(Riendo.) Pues es la vigésima vez que empieza su libro favorito... Los amores de Luis XIV y Lavalliere... �Chist!

Escena V

EL CONDE, ELENA, EL DUQUE.

(EL DUQUE atraviesa la escena, seguido de los chambelanes y precedido de un paje, que lleva delante de él un libro abierto.)

DUQUE. -(Andando y leyendo.) �La primera vez que el gran rey vio a la señorita de Lavalliere...� (Al paje.) �No te muevas tanto! �sintió una conmoción en...� (Al paje.) �Derecho! �en el alma... una con...� (Enfadado.) �Pajecito!... �voto al chápiro!... (Viendo al conde y poniéndose alegre.) �Oh!... �que está aquí mi querido conde! (Saludando a ELENA.) Señorita...

     CONDE. -Sentiría haber interrumpido a V. A... (Aparte.) �Vaya de altezas!

     DUQUE. -�No tal! Iba a visitar a la duquesa madre..., y mientras andaba leía...

     CONDE. -Los amores de...

     DUQUE. -�Sí, sí! (Al paje.) Haz ahí una señal, y otra vez a ver cómo andas sin moverte.

     CONDE. -(Aparte a ELENA.) Veréis cómo se queda aquí.

     DUQUE. -(A su comitiva.) Señores, podéis marcharos... Tengo que hablar con mi montero mayor.

     CONDE. -(Aparte a ELENA.) �Qué os decía! �Me adora! (Los chambelanes y el paje saludan profundamente y se van.)

     ELENA. -(Saludando para irse.) Señor...

     DUQUE. -�Ya nos dejáis?... �Si ese sol se eclipsa, vamos a quedar en tinieblas!

     ELENA. -Estoy de guardia en el cuarto de la duquesa madre...

     DUQUE. -Allá os seguiré yo dentro de un instante... como el imán sigue al...; digo, como el acero sigue...; no, no, bien iba, como el imán... (Aparte al conde.) �Ah, conde, la presencia del bello sexo me turba... y me altera!... �Hay algo en el mundo más hermoso que una mujer!...

     CONDE. -�Sí, señor!

     DUQUE. -�El qué?

     CONDE. -�Dos mujeres, señor!

     DUQUE. -(Saludándola.) �Idos, pues, aunque me cueste un suspiro!

     ELENA. -(Haciendo una profunda reverencia. Aparte.) En la primera ocasión le pido un empleo para Renato. (Se va por la derecha.)

Escena VI

EL DUQUE, EL CONDE.

     DUQUE. -�Ah! �ya estamos solos, conde mío!... �Cuánto deseo tenía de veros!

     CONDE. -V. A. me envanece demasiado.

     DUQUE. -Ya sabéis que nunca estoy lo que se llama a gusto, sino cuando os veo: que no hay aquí nadie, más que vos, que tenga travesura, talento, chispa...

     CONDE. -�Oh príncipe mío!...

     DUQUE. -La lectura de Los amores de Luis XIV me ha infundido ideas melancólicas que quisiera disipar.

     CONDE. -En efecto, un libro...

     DUQUE. -Ya os lo he dicho: Luis XIV es mi héroe... mi modelo... A los cinco años, era él rey de Francia... y a los dos años y meses era yo duque de Ferrara...

     CONDE. -(Aparte.) �La manía de siempre!

     DUQUE. -Esta especie de analogía fue para mí un rayo de luz... ��Sí!� exclamé yo...

     CONDE. -�A los dos años y meses?...

     DUQUE. -No, algo después... ��Sí!...� exclamé yo; ��mi destino es seguir las huellas de aquel gran rey!�

     CONDE. -Y hasta ahora V. A. ha cumplido su propósito.

     DUQUE. -(Con modestia.) Puede... no diré que no... Gracias, conde, gracias...

     CONDE. -(Aparte.) �Oh poder de la adulación!

     DUQUE. -Pero una cosa me falta para que la imitación sea completa; una cosa esencial... �Los amores, conde mío, los amores!... �Aquellas mujeres!... �Una Lavalliere!... �Una Montespan!

     CONDE. -�Justo!... Ahí se corta el hilo de la semejanza.

     DUQUE. -�Ah, creedme, soy un duque de Ferrara muy desgraciado! Desde los quince años, mi imaginación desenfrenada hacía bullir la sangre en mis venas...

     CONDE. -�Lo mismo que a Luis XIV!

     DUQUE. -No soñaba yo más que amores y galanteos... Quería vestirme de pastorcito y bailar en bailes pantomímicos y bucólicos...

     CONDE. -Lo mismo que...

     DUQUE. -�No, no! Eso no pude hacerlo; porque la duquesa madre, severa y despótica, como Ana de Austria...

     CONDE. -�Como Ana de Austria? �Tercera analogía!

     DUQUE. -Me prohíbe alzar los ojos delante de las damas de palacio, y a ellas les manda que los bajen en mi presencia.

     CONDE. -Eso hará que no os puedan ver.

     DUQUE. -Y habéis de saber que tratan de casarme... Me guardan para una duquesa de Guastalla, que es...

     CONDE. -(Aparte.) �Fea como un demonio!

     DUQUE. -�Y habrá quien envidie mi puesto! �Tengo ochocientos mil vasallos... y no tengo una vasalla! En lo demás, soy soberano; puedo mandar ahorcar un hombre..., dos hombres...

     CONDE. -Tres hombres...

     DUQUE. -�Y así!... lo que se me antoje..., �y no tengo derecho de amar a una mujer! �Oh, Luis XIV!... (Con resolución.) �Se acabó!... �Yo me rebelo!

     CONDE. -(Conteniéndolo.) �Príncipe mío!

     DUQUE. -Sí, �voto al chápiro!... (Mudando de tono.) Ya veis... cómo digo voto al chápiro... �y lo digo bien!

     CONDE. -�Muy bien!

     DUQUE. -Escuchad, conde... �Escucha, amigo mío!...

     CONDE. -�Oh, cuánta bondad!

     DUQUE. -(Con efusión.) Sí..., te hablo de tú..., te digo tú..., te tuteo a ti.

     CONDE. -(Aparte.) �Qué amor!... �Vamos, va a abdicar en mí la corona!

     DUQUE. -Voy a confiarte un secreto. Pero si abusas..., �estás?..., si abusas..., tú eres mi favorito..., �te quiero mucho!..., pero me vería en la dolorosa necesidad de hacerte cortar la cabeza.

     CONDE. -Corriente... Ya estoy advertido... Sí, lo mejor es prevenir a las gentes, para... (Aparte.) Pues suele tener ideas poco risueñas. Conque...

     DUQUE. -(Con misterio.) Has de saber... que todas las noches..., cuando me creen encerrado, trabajando en los negocios del Estado..., me escapo por una puertecita secreta..., construida en tiempo de Hércules I...

     CONDE. -�Hola!...

     DUQUE. -�Chist!... Me bajo al parque..., que es el sitio donde se citan todos los amantes..., y ando culebreando y fisgando a las damas de palacio que acuden aquí de tapadillo...

     CONDE. -�Conque acuden?...

     DUQUE. -�Chist!... �Muchas!...

     CONDE. -(Aparte.) �Demasiado lo sé!

     DUQUE. -Ninguna de ellas sospecha que es su soberano... Me toman por un oficialito de mi guardia..., por un pajecillo de palacio... (El conde se vuelve para reír.) �Y amigo! (Con regocijo.) �amigo!...

     CONDE. -�Bravo, príncipe mío! �Bravo!

     DUQUE. -�Apruebas, eh?

     CONDE. -�Soberbio!...�cáspita!

     DUQUE. -Sí, sí, �cáspita! �Hombre!... Cáspita... No sabía yo eso... �Cáspita!... �Me gusta! Conque �no me descubrirás, eh?

     CONDE. -(Con prontitud.) �No tengáis cuidado! Si tenéis un modo de encargar el secreto, que...

     DUQUE. -�Eres lo más guapo!...

     CONDE. -�Algunas me lo han dicho!

     DUQUE. -Algunas... muchachas, �eh?... �Bribón!.. Tú sí que las conoces.

     CONDE. -Un poco.

     DUQUE. -Cuántas habrás dejado allá, en la corte de Francia...

     CONDE. -Unas pocas.

     DUQUE. -Pues en la mía no quiero que eches menos nada. �Qué deseas?... �Qué te falta?... Pídeme lo que quieras.

     CONDE. -Nada, señor.

     DUQUE. -�No te gusta ya el cargo de montero mayor? �Quieres ser ministro?

     CONDE. �No, señor!... �No, señor! Es más facil gobernar los galgos y los podencos, que... Nada: estoy bien de montero mayor.

     DUQUE. -�Quieres dinero para pagar tus deudas?

     CONDE. -Tampoco; no, señor... porque eso sería salir de mi regla.

     DUQUE. -�Pues qué?...

     CONDE. -Ya que V. A. se empeña en que abuse de sus bondades...

     DUQUE. -�Anda!... Pidas lo que pidieres..., concedido desde ahora...

     CONDE. -Pues me tomaré la libertad de recomendar a V. A. un joven...

     DUQUE. -�Pariente?

     CONDE. -No, señor.

     DUQUE. -�Amigo?

     CONDE. -Amigo... de mi pupila... y que quiere ser algo más que amigo...

     DUQUE. -�Ya!

     CONDE. -Hay tres empleos vacantes en la corte... y él desea con ansia...

     DUQUE. -�Vamos!..., y cuál de los tres empleos...

     CONDE. -Los tres, señor.

     DUQUE. -�Cómo!... �Quieres que le conceda los tres empleos?

     CONDE. -�Qué! �No, señor! Si lo que pido, lo que suplico a V. A. es que le niegue los tres... a mi recomendado.

     DUQUE. -(Riendo a carcajadas.) �Ah! �ah! �ah! �ah! �Qué gracioso es!... �Qué gracioso!... �Y cómo se llama tu... recomendado?

     CONDE. -Renato de Monteleón.

     DUQUE. -�Un oficial de mi guardia! �Qué significa?...

     CONDE. -Cosa muy sencilla. Está enamorado de Elena..., y yo quiero casarme con ella... como todos los tutores de comedia.

     DUQUE. -�Ah! �ah! �ah!... �Qué gracioso!...

     CONDE. -Pues �lo creeríais?... �Ella me detesta!... �A mí!..., al hombre más amable de la corte..., después de V. A.

     DUQUE. -(Con modestia.) �Oh!...

     CONDE. -Al de más talento... después de V. A.

     DUQUE. -�Ah!...

     CONDE. -Al más calavera..., después de V. A...; �digo, no!..., �antes de V. A.!

     DUQUE. -(Suspirando.) �Es verdad!

     CONDE. -Si no se le da empleo, no pedirá la mano de Elena...

     DUQUE. -Y entonces cargas tú... (Repentinamente.) �Ay, Dios mío!

     CONDE. -�Qué es eso?

     DUQUE. -(Azorado.) Me hice anunciar en el cuarto de la duquesa madre..., �y ya se me había olvidado! �Adiós, conde, adiós! (Volviendo.) �Ah! Mira: si en mis escapatorias nocturnas me sucede alguna aventura..., tú serás mi confidente.

     CONDE. -�Será un honor!...

     DUQUE. -Y me sucederá..., �de fijo que me ha de suceder algo! �cáspita! �Ves cómo no se me ha olvidado?... �Cáspita!... �Cáspita! �Ea, adiós! (Vase por la derecha.)

     CONDE. -�Príncipe mío!... (Después de acompañarlo.) �Pues señor, he hecho bien en venir a establecerme al ducado de Ferrara!

Escena VII

EL CONDE, RENATO. Luego ELENA.

     RENATO. -(Saliendo por la derecha del foro.) �Ah!... Allí está.

     CONDE. -(Siguiendo con la vista al duque.) �Cómo corre!

     RENATO. -(Agitado.) �Ni un ducado quiere darme! Yo no entiendo...

     CONDE. -(Mirando siempre al DUQUE.) No he visto duque más anim...

     RENATO. -(Acercándose.) Señor conde...

     CONDE. -(Sorprendido.) �Eh!... �me habéis escuchado?...

     RENATO. -�Yo?... no.

     CONDE. -Estaba diciendo: no he visto duque más animoso..., más afable, en toda Europa...; eso es lo que estaba diciendo...

     RENATO. -Bien.

     CONDE. -(Aparte.) �Qué me querrá el amiguito este?      RENATO. -Señor conde, vengo de ver al tesorero de palacio...

     CONDE. -(En tono de burla.) �Sea enhorabuena! Adelante.

     RENATO. -(Aparte.) �Fatuo! Debía abonarme hoy mismo una suma de mil ducados que necesito indispensablemente...

     CONDE. -Todos los días necesito yo también la misma suma indispensablemente.

     RENATO. -Y por una fatalidad inexplicable nunca me llega ese dinero.

     CONDE. -Esas cosas no llegan nunca.

     RENATO. -(Aparte.) Ya me empiezan sus chafalditas a... (Con sequedad.) He tenido pues, que acudir a otros medios; y para eso os buscaba.

     CONDE. -(Aparte.) �Qué tono va tomando! A buena parte...

     ELENA. -(Saliendo por el foro.) �Cielos! Los dos juntos.

     CONDE. -Conque me buscabais, �eh?

     RENATO. -(Con sequedad.) �Sí, señor, a vos!

     CONDE. -Caballerito...

     ELENA. -(Llegando.) Conde, S. A. me manda deciros...

     CONDE. -Aguardad un instante, Elena: el señor me decía...

     RENATO. -(A quien ELENA hace señas de que se modere.) Iba a deciros que hace algunos años, en la corte de Francia... mi... padre...

     CONDE. -�Ah!... �El conde de Monteleón! Jugador famoso... �Gran bromista!...

     RENATO. -Mi padre os prestó quinientos luises...

     ELENA. (Aparte.) �Oh Dios!

     CONDE. -�Quinientos luises?... �Ah! Ya me acuerdo... (Aparte.) Algunos más le saqué.

     RENATO. -Y os lo venía a recordar.

     ELENA. -(Aparte.) Todo se ha perdido.

     CONDE. -Pues siento que os hayáis molestado por eso...

     RENATO. -�Cómo?

     CONDE. -�Vos no me conocéis, querido! (Con severidad.) Regla general: yo no me acuerdo nunca de mis deudas antiguas..., y las modernas... las dejo envejecer.

     ELENA. -(Aparte.) �Qué fortuna! (Riendo.) �Ah! �ah!... Es positivo... El conde no paga nunca sus deudas.

     CONDE. -�Cómo es que no lo sabéis?

     ELENA. -�De dónde salís?

     CONDE y ELENA. -(Riendo.) �Ah! �ah! �ah! �ah!...

     CONDE. -(Poniéndose serio.) Pero no creáis que es asunto desesperado: después de mi muerte, todos mis acreedores aparecerán en mi testamento... (Riendo.) Sólo que son tantos... que estarán allí muy apretados.

     RENATO. -(Sonriendo.) Bien: esperaré...

     CONDE. -�A que yo muera?... �Gracias! Pues esperad por muchos años.

     ELENA. -(A RENATO.) Ya no tenéis más remedio que quedaros.

     RENATO. -(Al CONDE.) Espero que me disimuléis esta impertinencia: nunca os hubiera molestado si no fuera por la imperiosa necesidad de pagar mi equipo de guerra a fin de marchar hoy mismo... Pero... (Yéndose.)

     CONDE. -(Con prontitud.) �Eh?... �Era para pagar vuestro equipo de guerra?

     RENATO. -Pues.

     CONDE. -�A fin de marcharos?...

     RENATO. -Con la escuadra...

     CONDE. -�A combatir los corsarios argelinos... allá en... en África... en los infiernos? �Oh! Eso es otra cosa. �Sí, señor..., os debo mil luises!...

     ELENA. -(Aparte.) �Qué oigo!

     RENATO. -No: quinientos.

     CONDE. -No, señor: mil, mil... Hay otros quinientos que me prestó... para...

     RENATO. -Pero, señor conde...

     CONDE. -�Yo sé que son mil!... y mi conciencia no me... Conque venid, venid, y os daré el dinero. �Yo había de cortaros esa carrera de honor!... (Aparte.) �Ya me he quitado esa mosca de encima! �Yo había de segar en flor vuestros laureles... africanos! (Aparte.) �Buen viaje! �Oh! No me lo perdonaría en mi vida sería un peso...

     RENATO. -Pero...

     CONDE. -No os miro como un acreedor..., �os miro como un valiente a quien debo alentar en la senda de la gloria! Venid: este rasgo es el primero en mi historia... y creo que será el último. (Se va con él.)

Escena VIII

ELENA (consternada.)

     �Se acabó!... �Cuando iba saliendo tan bien mi plan!... �Había yo buscado tan excelente medio! �Y este maldito conde!... Ocurrírsele pagar una deuda por la primera vez de su vida..., contra toda su costumbre... �Es desgracia mía! �Y ahora, qué hago?... �qué hago? �Pues yo no me doy por vencida!... Ya que esta tentativa se ha frustrado..., manos a la obra. Otro medio me queda... Atrevido es..., pero infalible. (Resuelta.) A ello. (Saca un libro de memorias.) Nunca ha visto mi letra... (Arranca una hoja y escribe.) �Caballero...� Yo le conozco... Si sólo por tener una deuda en pie no se atrevía a marcharse, �se ha de ir él sin responder a una provocación? Seguro que no. Así le detengo hasta la noche... (Con misterio.) Y a la noche..., cuando haya recibido una de esas afrentas de muerte... que los hombres no lavan sino con sangre..., querrá conocer a su enemigo..., le buscará..., y entretanto se pasa el tiempo, y... �Sí, sí, escribamos! (Escribe.) �Caballero: si sois hombre de honor, esperad esta noche a las ocho en el parque de palacio...� (Mirando alrededor.) �Ah!... �junto a la estatua de Diana.�

     CARLOTA. -(Saliendo por la derecha.) �Calla!... �Está escribiendo!

     ELENA. -(Poniendo el sobre.) �Al caballero Renato de Monteleón.�

Escena IX

ELENA, CARLOTA. Luego EL CONDE.

     CARLOTA. -(Acercándose.) �A quién se la entrego?

     ELENA. -(Asustada.) �Ay!... �Ah! �Estabas aquí!

     CARLOTA. -�Mi oficio! Así que veo escribir cartitas como esa..., me acerco... Ya sé que es cosa mía.

     ELENA. -�Y nunca más a tiempo! Escucha: �ya sabes cuál es la sala de guardias?

     CARLOTA. -�Vaya!... Sí no hay rincón que yo...

     ELENA. -Este billete es para Renato de Monteleón.

     CARLOTA. -(Tomándole.) Voy a llevárselo.

     ELENA. -�Espera!

     CONDE. -(Saliendo por la izquierda muy contento.) �Ea! Ya tiene su dinero; y yo (Viéndolas.) �Calla!... (Se detiene en el foro.)

     ELENA. -(Sin verle.) �Qué vas a hacer?

     CARLOTA. -Entregar esto en mano propia al Sr. Renato.

     ELENA. -(En voz baja.) �No! Es preciso que él no sepa que es de mi parte.

     CARLOTA. -�Ya!...

     CONDE. -(En el foro.) �No las oigo!

     ELENA. -Entrégaselo a un soldado...

     CARLOTA. -�Bien!... Justamente tengo allí a mi primo...

     ELENA. -�Pues a ese! Y encárgale mucho... �Cielos! �El conde!

     CARLOTA. -�El de los abrazos!... �De esta no me escapo!

     CONDE. -(Aparte.) �Hola, hola! �Secretitos con la estafeta de palacio!

     ELENA. -(Aparte.) �Si habrá oído algo! (CARLOTA, sin quitar los ojos de ELENA, se acerca al conde y aguarda resignada el abrazo.)

     CARLOTA. -(Aparte.) �A salir pronto del paso!

     CONDE. -(Sin mirar más que el papel que ella lleva.) �Un papel!...

     CARLOTA. -(Admirada.) �Pues no me abraza! �Qué tendrá esta tarde? (Se va por la izquierda.)

Escena X

ELENA, EL CONDE.

     ELENA. -(Yéndose.) Con vuestro permiso, conde...

     CONDE. -Un momento. (Aparte.) �Será alguna carta de Elena?

     ELENA. -Tengo que...

     CONDE. -Permitid... (Aparte.) Tomemos precauciones para estorbar. Querida Elena, venía a proponeros que fuésemos esta noche al baile del gran chambelán... Nos ha convidado... y no debemos hacerle un desaire...

     ELENA. -(Aparte.) �Esta noche! �Eso sí que no! �Imposible, conde!... Estoy precisamente de guardia en el cuarto de la duquesa madre..., que ya sabéis que nunca asiste a bailes...

     CONDE. -�De guardia?... �Si hoy es lunes! No es vuestro turno.

     ELENA. -Cierto..., pero he cambiado con una de mis compañeras...

     CONDE. -(Aparte.) �Demonio! Yo me encargo de pedir licencia a la duquesa...

     ELENA. -�No hagáis tal! �Basta eso para que pierda yo su amistad y su protección!... �Dejarla! �Y por un baile..., que los tiene un horror!... �No, no! Yo no dejo de acompañar a S. A. �Adiós, conde, adiós!... (Aparte, yéndose.) �Ya estoy libre!

Escena XI

EL CONDE. Luego RENATO. Luego CARLOTA. (Empieza a obscurecer.)

     CONDE. -(Solo.) �Pues no las tengo todas conmigo! �Pero qué..., si en cuanto el otro tomó el dinero me dijo que iba a montar a caballo... y ya irá galopando por el camino de Génova! (Riendo.) �Ah, ah! �Buen viaje, amiguito!... (viendo salir a RENATO pensativo.) �Eh! �Qué es esto?

     RENATO. -�El conde!

     CONDE. -(Aparte.) �Pues no se ha marchado! �Demonio, demonio!

     RENATO. -(Aparte.) �Será suya la carta?

     CONDE. -�Cómo es esto, mocito!... �Aún estáis aquí?

     RENATO. -Sí, señor... (Aparte.) �Oh! �Cómo ha de ser él!

     CONDE. -Ya os hacía yo muy lejos...

     RENATO. -Me había despedido de mis compañeros, e iba a montar a caballo, cuando un soldado de guardias me dio... (Se detiene y oculta el papel.)

     CONDE. -(Aparte.) �Un billete!... No hay duda... �Es de ella!

     RENATO. -Me dio... un recado..., una noticia... que me obliga a detenerme algunos momentos.

     CONDE. -Será cosa grave, �eh?

     RENATO. -Muy grave, señor conde. (Le saluda y pasa a sentarse dentro del bosquecillo.)

     CONDE. -(Aparte.) �Lo dicho! Ella lo ha citado aquí... �esta noche!

     RENATO. -(Aparte, cavilando.) �Qué cita tan original! No tengo idea...

     CONDE. -(Aparte.) �Cita amorosa... y en mis barbas!... Yo les haré entender... �Buena ocasión se me presenta de castigar a este atreviduelo!

     RENATO. -(Aparte, cavilando.) Pues, señor, �me vuelvo loco!...

     CONDE. -(Aparte.) �Quieres pegármela como a un bobo!... �Poco sujeto eres tú, pobre oficialillo!... Tú necesitas recibir una lección de mano maestra..., y yo me encargo... Aguárdate..., �que ya verás lo que te cae encima!

     CARLOTA. -(Por la izquierda.) �Señora!... �Señora!...

     CONDE. -(Cogiéndola al paso.) �Alto ahí!... (Aparte.) Esta ha sido.

     CARLOTA. -�Me atrapó!

     CONDE. -�Calla!

     CARLOTA. -Es que...

     CONDE. -�Chist!... �Habla bajo! (Separándola del bosquecillo.) �Ya sabes la sala de guardias?

     CARLOTA. -�Calla!... Todos hoy me preguntan si sé la...

     CONDE. -�Chist!... �Conocerás también al capitán Borelli?

     CARLOTA. -�Vaya!... Uno alto, feo... con unos bigotes largos, colorados...

     CONDE. -Sí: anda a decirle..., pero muy en secreto... y a él solo..., dile que pienso dar esta noche un bofetón a uno...

     CARLOTA. -(Asustada.) �Eh?...

     CONDE. -Y que mañana al amanecer le espero, para que me sirva de padrino.

     CARLOTA. -�Conque vais a dar?...

     CONDE. -�Anda, anda!

     CARLOTA. -�No tenéis más que decirme?

     CONDE. -�Qué más!...

     CARLOTA. -(Aparte.) �Vaya!... �Ya no me abraza más!... (Se va por la izquierda.)

     CONDE. -Y yo voy a ponerme en acecho para cuando acuda mi pupila al reclamo. (Aparte, dirigiéndose a RENATO.) �Nos veremos las caras! (Se va por la izquierda. Obscurece enteramente.)

Escena XII

RENATO.

     (Mirando el billete.) �Si sois hombre de honor..., esta noche..., a las ocho..., en el parque..., junto a la estatua de Diana.� (Levantándose y saliendo del bosquecillo.) No conozco la letra. Esto debe ser una equivocación... Yo no he ofendido a nadie... Yo no tengo ningún enemigo... No importa: yo no me marcho dejando en pie una amenaza de esta especie. Por aquí está la estatua de Diana... (Buscándola en la obscuridad.) Esta es. Esperemos aquí... Pronto sabré qué significa esto... Y en seguida tomo el camino, sin que nada me detenga. (Apóyase contra el pedestal de la estatua, de manera que no es visto más que del público.)

Escena XIII

RENATO, ELENA, EL DUQUE.

(ELENA, cubierta con un velo, sale apresurada por la derecha, como huyendo de alguien que la persigue; cruza la escena hacia la izquierda y se oculta detrás del cenador.)

     DUQUE. -(Sale persiguiéndola, y se detiene, mirando alrededor.) �Era una mujer!... Sí..., una mujer... que se me ha escapado por alguno de estos bosquecillos... (Con gozo.) �Ya tengo una!... �Ya tengo la aventura que deseaba!... �Por fin me va a suceder algo!... (Buscándola.) �Pero por dónde se habrá marchado?... �Ah! Estará escondida en aquel bosquecillo... (Va a tientas hacia el bosquecillo de la izquierda, puesta la mano sobre el corazón.) �Ay, Dios!... �Ay, Dios!... �Cómo me palpita el bribonzuelo! �Calla, corazoncito..., calla!..., que ya vas... Aquí es. (Éntrase por el bosquecillo y desaparece.)

Escena XIV

RENATO, apoyado siempre en el pedestal. ELENA, que sale por la derecha del cenador. EL CONDE, que viene por la izquierda del foro. Luego EL DUQUE, por el bosquecillo.

     ELENA. -(En voz apagada.) �Ya no hay nadie!... Gracias a Dios que me he escapado del que venía persiguiéndome... �Quién sería?

     CONDE. -�Allí está!... �Ella es!

     ELENA. -(Adelantándose.) �Si habrá venido Renato a la cita!

     CONDE. -Está sola... Será que él la está esperando en el bosquecillo, donde le dejé antes... Vamos hacia allá. (Dirígese hacia el bosquecillo de la izquierda.)

     ELENA. -(Junto a la estatua.) �Aquí está!... �Ea! �Valor!...

     DUQUE. -(Apareciendo a la entrada del bosquecillo.) �Hola!... Me parece que he oído... (Da algunos pasos fuera del bosquecillo.) �De fijo..., de fijo... me va a suceder algo!

     CONDE. -�Aquí está!... Pues señor... (Se quita con calma el guante de la mano derecha.)

     ELENA. -(A la derecha de la estatua, adelantando la cabeza y tosiendo.) �Hum!... �Hum!...

     RENATO. -(Sin volverse.) �Quién va? (ELENA le da un bofetón, pasa rápidamente por detrás de la estatua y echa a correr hacia el bosquecillo, pero tropieza con el duque y cae en sus brazos.) �Miserable!... (Tira de la espada y se dirige por la derecha hacia el foro.)

     ELENA. -(Al caer en brazos del duque.) �Cielos!...

     DUQUE. -�Ya la tengo!...

     CONDE. -�Insolente!... (Se acerca y aplica un fuerte bofetón al DUQUE.)

     DUQUE. -(Dando un grito.) �Ay!... �Ya me ha sucedido algo!

     CONDE. -�Gran Dios!... �Es el duque!... (Huye aterrado por la izquierda del foro: RENATO, que ve el bulto, echa tras él: el duque ha sacado la espada, y se queda inmóvil: entretanto ELENA se ha escapado por el bosquecillo. El telón cae sobre este cuadro.)



ArribaAbajo

Acto segundo

El teatro representa una magnífica sala del palacio ducal. En el foro una puerta de dos hojas que da a otra sala de igual magnificencia. Puertas laterales que conducen a lo interior. A la izquierda, en primer término, una silla: a la derecha, también en primer término, otro sillón y una mesa cubierta con un paño rico. Alfombra, sillones, campanilla, etc.



Escena primera

RENATO, ELENA, UN UJIER.

     RENATO. -(En el foro al UJIER, que no le deja entrar.) Necesito entrar..., tengo que hablar precisamente a S. A.

     ELENA. -(Saliendo por la derecha.) �Es Renato!... (Al UJIER.) Dejadle entrar. (El UJIER se retira.) �Y bien?

     RENATO. -(Muy agitado.) �Nada! Por más que recorro los salones, el parque..., como un loco, como un desesperado, parándome delante de cuantos encuentro, examinando las caras, con la esperanza de ver una mirada, una sonrisa que me descubra al agresor..., �nada, nada!

     ELENA. -�Conque nada?...

     RENATO. -No veo más que rostros fríos, impasibles..., en tanto que yo me quemo..., �me abraso!

     ELENA. -(Aparte.) �Pobrecillo! �Sosegaos, Renato! �Es esto lo que me prometisteis esta mañana?

     RENATO. -Esta mañana..., �sí!, cuando tuve que descubriros la causa de no haberme marchado...; cuando tuve que revelaros..., encendido de vergüenza...

     ELENA. -�Basta! �No más! (Aparte.) �Como si no lo supiera yo tan bien como él!

     RENATO. -�Y queréis que me sosiegue..., que devore en silencio una afrenta que no puedo vengar, un insulto atroz que me arranca lágrimas de vergüenza y de rabia!... �Ah!...

     ELENA. -�Por Dios, Renato, por Dios!... (Aparte.) �Ay, si yo hubiera sabido que lo había de tomar tan a pechos!...

     RENATO. -�Pero yo lo descubriré!... �Yo descubriré a ese cobarde!

     ELENA. -�Ya se ve!... �es preciso descubrir a ese... cobarde..., aunque gastéis en ello dos días..., tres días, un mes!..., �aunque se marche la escuadra! (Aparte.) Eso es lo esencial. �Insultar así a las gentes, sin decir por qué, sin dar la cara! Pero no hay cuidado..., al cabo le encontraréis.

     RENATO. -�Y le haré batirse... y le mataré!

     ELENA. -(Asustada.) �Eh?... (Conteniéndose.) �Sí, sí, es preciso matarle! (Aparte.) Por fortuna eso no reza con las mujeres. Pero, Renato, escuchad: �cuidado no os equivoquéis y paguen justos por pecadores!

     RENATO. -No temáis. Por el pronto voy a echarme a los pies del duque... y a pedirle que dé orden al jefe de policía de que me ayude en mis pesquisas.

     ELENA. -Mirad que el duque no quiere recibir hoy a nadie... Acaba de tener una larga conferencia con la duquesa madre..., y poco ha mandó llamar a mi tutor, diciendo que no se permita entrar a nadie más.

     RENATO. -Pues esperaré.

     ELENA. -�No, no!... �Marchad!... Yo haré que os encontréis con él... Yo os avisaré. Deseo tanto como vos que habléis al duque..., porque... �Y quién sabe?... puede que yo misma tenga medio de ayudaros, de poneros en camino... (Aparte.) �Como no sea en el de Génova!...

     RENATO. -�Vos, Elena?

     ELENA. -�Y por qué no?

     RENATO. -�Chist! �Ahora me acuerdo!... Anteayer tuve una disputa con el gran chambelán... Ahora se estaba paseando por el parque..., y yo no le observé...

     ELENA. -�Cómo podéis figuraros!...

     RENATO. -�Oh! Voy a examinarle, voy a ver... �Si es él!..., por más que sea gran chambelán...

     ELENA. -�Que no es él! Yo os aseguro...

     RENATO. -�Adiós!... (Se va apresurado por el foro.)

Escena II

ELENA.

     (Riendo.) �Bueno, ahora va a examinar al gran chambelán!... �Ah, ah, ah! �Pobre viejo! Pues señor, me he salido con la mía. Sí, sí, yo te ayudaré en tu empresa, yo te descubriré el nombre de tu enemigo cuando... Pronto: no tardaré mucho. El secretario del ministro de Marina me ha prometido avisarme cuando se reciba noticia de que la escuadra se ha hecho a la vela..., y se espera de un momento a otro... quizá hoy mismo. �Pero el pobre Renato!... Casi me pesa ya de haberle... �Qué remedio!... Y ahora que me acuerdo..., �quién sería aquel hombre que me pilló entre sus brazos anoche..., y el otro que se fue a él y le?... (Viendo al conde.) �Ah!

Escena III

ELENA, EL CONDE.

(EL CONDE abre lentamente la puerta del foro, y aparece pálido y azorado.)

     CONDE. -(Aparte.) �Era el duque!...

     ELENA. -Señor conde...

     CONDE. -Sí, yo soy..., si no me engaño..., (Aparte.) porque voy en tal estado... que no me conozco a mí mismo.

     ELENA. -(Aparte.) �Ay, Dios mío, qué semblante!... S. A. os ha mandado llamar ya dos veces.

     CONDE. -Dos veces, sí, ya lo sé. �Y no habéis podido penetrar qué es lo que me quiere ese augusto señor?

     ELENA. -�Yo?... No tal... Pero me ha parecido que tenía el semblante muy desencajado y muy ceñudo.

     CONDE. -Y muy encarnado, �no es verdad? (Aparte.) �A lo menos un lado!...

     ELENA. -No: �muy pálido!

     CONDE. -(Aparte.) Vamos, se ha borrado la señal.

     ELENA. -Muy pálido... �Calla!... �Como vos!

     CONDE. -�Cómo yo?...

     ELENA. -�Qué tenéis?

     CONDE. -�Qué tengo?... Tengo... vahídos... Los aires de este país no convienen a mi temperamento.

     ELENA. -�Disparate!...

     CONDE. -No: de veras. �Fue mala ocurrencia, Elena, la de venirnos al ducado de Ferrara!

     ELENA. -(Admirada.) �Esta es otra!... Pues no decíais ayer mismo..., �qué sé yo!..., �que este clima era tan bueno, tan saludable!...

     CONDE. -�Nada de eso!... Es un clima infernal... �Aquí se ahoga uno!...

     ELENA. -�Y las noches?... �Decíais que eran tan hermosas!...

     CONDE. -�Las noches?... �No hablemos de las noches!... Atroces... como boca de lobo... �Qué obscuridad!... �No se ven las gentes a dos pasos, no se distingue a un príncipe de un cualquiera!... �Uf!... �Y a eso llaman noches!

     ELENA. -�Ahora querréis que nos marchemos pronto?...

     CONDE. -Pronto... no. (Aparte.) Hoy mismo quisiera que fuese.

     ELENA. -�Eso es otra cosa! Voy a hacer que avisen a S. A. �Estáis azorado! �Qué tenéis?

     CONDE. -Nada, nada. Andad, que avisen a S. A. (Aparte.) �Dios me dé serenidad, que buena falta me hace! (Vase ELENA por la izquierda.)

Escena IV

EL CONDE.

     He asistido a tres batallas campales, he tenido cosa de ocho desafíos, me han sorprendido lo menos quince maridos en lances... que no eran de su gusto... Pues señor, �nunca, nunca he experimentado lo que experimento desde anoche!, �desde aquel fatal error... de cara! �Es incomprensible! El menor ruido me hace estremecer..., �y el silencio me aterra! Me pongo colorado cuando me miran, y pálido cuando me hablan. �Quiero estarme quieto, y echo a andar a pesar mío! Tengo una especie de vértigo, tengo crispaturas, tengo calentura, tengo..., en fin, tengo miedo! �Yo... sí, señor!, �yo!... �a quien llaman aquí el temerario!... Pues no hay más: tengo un miedo atroz. Y es que recuerdo que al dar el... (Hace el ademán.) dije alguna palabra..., y si por la voz me conoció el amigo Hércules... �es capaz de hacer una barbaridad! Pues si ayer me ofrecía cortarme la cabeza por un simple secreto..., qué será por haberle... �ay!... �aquí está! (Saluda profundamente.)

Escena V

EL CONDE, EL DUQUE.

(EL CONDE tiene fijos los ojos en EL DUQUE, el cual se acerca lentamente.)

     DUQUE. -(Exhalando un gran suspiro.) �Ya me ha sucedido algo! (Detiénese delante del CONDE, y le mira cara a cara en silencio.)

     CONDE. -(Aparte.) �Bueno!..., �me mira!, �ya me he puesto colorado!

     DUQUE. -Ya hace rato que os espero, señor conde.

     CONDE. -(Aparte.) �Me habla!..., �ya me he puesto pálido!

     DUQUE. -Deseaba veros para hablaros de una cosa... que me toca de cerca... y que se ha de tratar entre los dos... solos.

     CONDE. -�Solos?

     DUQUE. -�Con la duquesa madre!

     CONDE. -�La rígida duquesa!...

     DUQUE. -Escuchadme. (Mirando alrededor.) Nadie nos oye, �eh?

     CONDE. -(Aparte.) �Ay! �Quién pudiera dejar el puesto!

     DUQUE. -�Qué?... �Qué decís?

     CONDE. -Que nadie... nadie nos oye.

     DUQUE. -(Con misterio.) Ayer... por la noche...

     CONDE. -(Aparte.) �Ya pareció aquello!

     DUQUE. -Me había escapado por la puertecita secreta...

     CONDE. -�Construida en tiempo de Hércules I?

     DUQUE. -Sí; y había bajado al parque, seguro, como os indiqué, de que me iba a suceder...

     CONDE. -(Concluyendo la frase.) Algo. En efecto, me lo había indicado V. A.

     DUQUE. -�Y yo me engañaba!... En el momento de pasar junto al bosquecillo, hombre, justamente en el mismo sitio en que os había encontrado poco antes..., un hombre se acercó a nuestra real persona...

     CONDE. -�Cuál es su nombre?

     DUQUE. -Aguardad... Tuvo la audacia de agarrarnos nuestro brazo... y de levantar sobre nos su mano insolente.

     CONDE. -�Levantó la mano!...

     DUQUE. -�Hizo más!... �La dejó caer sobre nuestro augusto carrillo!...

     CONDE. -(Con ansiedad.) Y ese hombre... �quién era?

     DUQUE. -�Huyó, sin que pudiese conocerle!

     CONDE. -(Aparte.) �Ay!... �Empiezo a respirar!

     DUQUE. -(Con ira.) �Pero yo le descubriré..., yo se lo conoceré en la cara así que le mire... como os estoy mirando ahora!

     CONDE. -(Aparte.) �Ahora sí que me he puesto pálido!

     DUQUE. -�Qué tenéis, conde?

     CONDE. -�Príncipe! �La mirada de vuestra alteza es tan penetrante!... �Oh! Ya aseguro que el que sea no dejará de turbarse.

     DUQUE. -(Más sereno.) Me prometéis guardar, acerca de esta confianza que os he hecho, el más religioso silencio, �eh!

     CONDE. -�Si lo prometo?... �Yo? �Os juro, príncipe mío, que no podíais dirigiros en este mundo a nadie que guardase el secreto más religiosamente que yo!

     DUQUE. -(Afectuosamente.) �Bien!.. �bien!, �amigo mío!

     CONDE. -(Aparte.) �Amigo!... �ya respiro con más desahogo!

     DUQUE. -(Tomándole la mano.) �Sí!, �mi único, mi verdadero amigo!...

     CONDE. -(Aparte.) �Amigo!... �Nada sospecha! �Excelente príncipe!

     DUQUE. -(En confianza.) Ahora voy a decirte por qué te he mandado llamar. (Apóyase en su brazo, de manera que su cara esté junto a la del CONDE.)

     CONDE. -(Aparte, mirando el carrillo del DUQUE.) No ha quedado señal... nada... �ni rastro!

     DUQUE. -Respóndeme francamente. Si un atrevido..., un insensato le hubiese levantado la mano al gran rey que yo he tomado por modelo..., �qué crees tú que hubiera hecho Luis XIV, ante todas cosas?

     CONDE. -Yo...

     DUQUE. -�No me andes con rodeos! Si a aquel héroe le hubieran dado..., en plata, un bofetón...

     CONDE. -Pues señor..., yo supongo... que, ante todas cosas..., lo hubiera recibido.

     DUQUE. -�Eso es precisamente lo que he hecho yo!... Vaya, hasta ahí he obrado como hubiera obrado el héroe. �Pero y después?

     CONDE. -�Después?

     DUQUE. -Sí, después. �Qué castigo crees tú que le hubiera impuesto al criminal?

     CONDE. -�Hu, hu!...

     DUQUE. -�Eh?

     CONDE. -Príncipe, el gran rey Luis XIV... era... muy grande...

     DUQUE. -Ya lo sé. �Pero qué castigo?...

     CONDE. -�Era... muy magnánimo!...

     DUQUE. -Sí. �Pero qué castigo?...

     CONDE. -Y él... (Aparte.) Probemos. Estoy seguro de que... cediendo a los sentimientos caballerosos... que abrigaba su noble corazón... hubiera dicho entre sí: �Dios me ha hecho caballero antes que rey! Se hubiera acordado de que... la mano que empuñaba el cetro... empuñaba también la espada..., y en este supuesto..., sin consultar a nadie...

     DUQUE. -(Interrumpiéndole.) �Justamente!... Mi primera intención era..., sin consultar a nadie, hacerlo ahorcar.

     CONDE. -�Qué?...

     DUQUE. -Pero la duquesa madre se opone...

     CONDE. -Pues señor..., con vuestro permiso, soy de la opinión de la duquesa madre.

     DUQUE. -Sí; ella quiere simplemente hacerlo descuartizar.

     CONDE. -�Ya!... �Simplemente?...

     DUQUE. -�Conque tú eres de la opinión de la duquesa madre?

     CONDE. -�Psh!... hasta cierto punto...

     DUQUE. -�Cómo?

     CONDE. -Es que no me ha entendido V. A. acerca de la resolución de Luis XIV. Decía yo... que el gran rey le hubiera pedido una satisfacción de caballero... con la espada en la mano..., �y nada más!

     DUQUE. -(Con altivez.) �Y quién os dice, señor conde, que no sea esa nuestra intención?

     CONDE. -�Cómo!... �Es posible?... �Un duelo!...

     DUQUE. -�Lo mismo que hubiera hecho el gran rey! �Sí, señor!

     CONDE. -(Con gozo.) �Eso es otra cosa!... Y siendo así, príncipe...

     DUQUE. -Solamente... que, �ya lo conoces!..., para que el criminal pueda medir su espada con la mía, es necesario que antes purgue el delito que ha cometido... Después de lo cual...

     CONDE. -�Pero de qué modo ha de purgarlo?...

     DUQUE. -Eso es cosa de la duquesa madre. Después de lo cual...

     CONDE. -Pero es que la duquesa madre quiere hacer que lo descuar...

     DUQUE. -�Justamente! Después de lo cual...

     CONDE. -�Después de lo cual, V. A. está dispuesto a medir su espada con él?

     DUQUE. -�Crees tú que Luis XIV hubiera obrado de otro modo?

     CONDE. -�De otro modo... no!... Solamente que... hubiera hecho quizá en el asunto una ligera transposición..., primero el duelo... y luego el descuartizamiento... Pero eso va en gustos..., él tenía sus caprichos...

     DUQUE. -�Y yo tengo los míos!

     CONDE. -�Eso es!..., y vos tenéis los vuestros... De gustos no hay nada escrito..., y la duquesa madre también tiene los suyos...

     DUQUE. -Y voy a seguirlos decididamente. (Toca una campanilla: sale un UJIER.) Haced que enganchen cuatro caballos. (Vase el UJIER.)

     CONDE. -�Va V. A. a salir a paseo?

     DUQUE. -No: si es para llevar a cabo la idea de la duquesa madre...

     CONDE. -�Ah!... �Para descuartizar al infeliz!...

     DUQUE. -�Infeliz!... �Cómo es eso!... �Tú le disculpas?

     CONDE. -�Yo disculparle!... Sólo una cosa deseo..., y es poder presenciar el descuartizamiento... desde el balcón de palacio... �No apetezco más!

     DUQUE. -�Eso es otra cosa!... �Buen conde!..., cuánto me alegro de que hayas venido a establecerte en Ferrara... �Tuviste una feliz ocurrencia!

     CONDE. -�Sí, señor!... No hace mucho que se lo decía a mi pupila... �Fue una feliz ocurrencia!... (Aparte.) Voy a hacer mis preparativos y a pedir mi pasaporte. Con vuestro permiso, señor...

     DUQUE. -�Ah!... Mira... Di que venga el jefe de policía... y vuelve tú.

     CONDE. -�El jefe de policía?

     DUQUE. -Sí..., voy a decirle que desde ahora no dé ningún pasaporte...

     CONDE. -(Aparte.) �Ay! �ay! �ay!...

     DUQUE. -Así nadie saldrá de mis estados... y descubriremos al delincuente.

     CONDE. -(Saluda y se va.) (Aparte.) �Bueno va!

Escena VI

EL DUQUE. Luego RENATO.

     DUQUE. -(Paseándose.) �No se me escapará!... �Nadie ha de salir de Ferrara hasta que parezca ese infame!...

     RENATO. -�Ah!... �Está solo!... Gracias a Elena, le podré hablar. (Se acerca.)

     DUQUE. -(Con temor.) �Eh?..., �qué?..., �quién es?..., �quién viene?... He dicho que nadie...

     RENATO. -Ya lo sé, señor... Pero el motivo que me trae a la presencia de V. A. es tan grave...

     DUQUE. -No tengo tiempo de oíros... Estoy ocupado... en negocios... particulares.

     RENATO. -Escuchadme, señor..., y cuando sepáis...

     DUQUE. -(Yéndose hacia la puerta derecha.) No quiero saber nada.

     RENATO. -�Que va en ello el honor!... Cuando sepáis que anoche... en medio de la obscuridad... hubo quien cometió una afrenta cruel...

     DUQUE. -(Deteniéndose.) �Eh?

     RENATO. -�El insulto más atroz!

     DUQUE. -�Cómo?...

     RENATO. -Y que el muy cobarde huyó, después de haber...

     DUQUE. -(Llegándose a él.) �Chist!... �Silencio!... (Apartándolo a un lado y hablando bajo.) Decís que anoche...

     RENATO. -Sí, señor, anoche... en el parque...

     DUQUE. -�En el parque!... (Aparte.) �Justo!

     RENATO. -A eso de las ocho...

     DUQUE. -�A las ocho!... (Aparte.) �Justo!

     RENATO. -Junto a la estatua de Diana...

     DUQUE. -Junto a la estatua de... (Aparte.) �Pues es mi aventura lo que me cuenta! �Y quién os ha dicho?... �cómo habéis sabido?...

     RENATO. -�Qué me preguntáis, señor! Pues no conocéis en mi agitación, en mi despecho... que fui yo...

     DUQUE. -(Retrocediendo asustado.) �Vos!...

     RENATO. -Sí, señor, y he jurado... (Va a acercarse.)

     DUQUE. -(Alejándose.) �Eh! �lejos!... �lejos!... (Aparte.) �Este es!... Conque decís que habéis jurado...

     RENATO. -Vengarme..., �matarlo!

     DUQUE. -Con que mat... �A ver!... �lejos!... �lejos!...

     RENATO. -�Pero, señor!...

     DUQUE. -(Reculando hacia el foro.) �Hola!..., �pajes!..., �ujieres!..., que se cierren todas las puertas..., que se...

     CONDE. -(Aparece al foro.) Señor...

     DUQUE. -�Ay! �Conde!..., �venid!..., �venid!...

Escena VII

EL DUQUE, RENATO, EL CONDE.

     CONDE. -(Viniendo a la derecha del DUQUE.) Señor...

     DUQUE. -(Haciéndole pasar en medio.) �No, no!... �A este lado!

     CONDE. -El jefe de policía acaba de llegar, y...

     DUQUE. -(Con energía.) �Prended a ese joven!

     CONDE. -�A ese?

     RENATO. -�A mí?

     DUQUE. -�Obedeced!

     CONDE. -Príncipe..., yo no alcanzo...

     DUQUE. -(En voz baja.) Ese es..., �ese es el que buscábamos!

     CONDE. -�Cómo!... �El que os?... (Aparte.) �Demonio!... �Esto sí que no me lo esperaba!

     RENATO. -�Prenderme!..., �por qué?

     DUQUE. -�Nada de explicaciones!

     CONDE. -�Es verdad!... nada de explicaciones... (Aparte.) Yo no lo entiendo..., pero no importa. Seguidme, caballero.

     RENATO. -Pero yo, �qué he hecho?

     DUQUE. -�Qué habéis hecho, eh?

     CONDE. -�Qué habéis hecho, eh?

     DUQUE. -�No acabáis de decirme?...

     CONDE. -�Señor..., dejad que me lo lleve!

     RENATO. -Aguardad..., que S. A. me habla.

     DUQUE. -Aguardad..., que yo le hablo. �No acabáis de decirme que anoche a las ocho, junto la estatua de Diana?...

     RENATO. -Sí, señor.

     CONDE. -(Aparte.) �Qué enigma es este!

     RENATO. -�Sí, señor!... Un hombre se acercó a mí...

     DUQUE. -Es decir, vos os acercasteis a él..., lo mismo da. Y acercándoos... le disteis...

     RENATO. -�Me dio él a mí!

     DUQUE. -�Qué?...

     CONDE. -�Qué? (Aparte.) �También a éste?

     DUQUE. -�Pero si yo estoy seguro de que fui yo quien lo recibí!

     RENATO. -�Vos!...

     CONDE. -(Aparte.) Pues yo estoy seguro de no haber dado más que uno.

     RENATO. -�Cómo, señor!... �Vos también?

     DUQUE. -�Silencio..., silencio! (Con enfado.) �Entonces qué diablos me veníais a pedir?

     RENATO. -Que me ayudarais, señor, a descubrir al agresor..., al que me...

     DUQUE. -(Furioso.) �Conque son dos los agresores!

     CONDE. -(Aparte.) �Parece que hemos sido dos!

     RENATO. -�Señor... yo quiero averiguar!...

     DUQUE. -Eso es cuenta vuestra..., asunto vuestro... �Bastante tengo yo con los míos! (Aparte, al CONDE, después de reflexionar.) Una vez que no ha sido éste... ha sido otro.

     CONDE. -(Aparte.) �Por desgracia!

     DUQUE. -Y yo necesito descubrirlo..., necesito que el jefe de policía me traiga uno. �Dices que está ahí, no es verdad?... Voy a hablarle. Y tú, conde, búscalo también. Si me lo encuentras..., quedarás contento de mí.

     CONDE. -(Aparte.) �Es claro! �Aseguro mi suerte!

     DUQUE. -(Vuelve junto al CONDE y le dice:) �Quedarás contento de mí! (Se va por la derecha.)

Escena VIII

EL CONDE y RENATO.

     CONDE. -�Conque vos también, además del duque, llevasteis?... Pues señor, anoche llovían... Y vamos, que el que le dio a S. A. huyera, así que lo conoció..., no tiene nada de extraño; pero...

     RENATO. -Es claro. Si tengo un enemigo, �quién le estorba que se me presente?

     CONDE. -�En fin, allá os compondréis! (RENATO se sienta a la izquierda, pensativo; EL CONDE se recuesta en un sillón a la derecha, y dice aparte:) Que se devanen los sesos buscando cada uno... Lo cierto es que el duque no me ha conocido... y está a cien leguas de sospechar que sea yo... �Y por dónde lo había de sospechar?... Nadie me vio..., no hay la menor prueba, el menor indicio por donde se pueda inferir...

Escena IX

Dichos. CARLOTA.

     CARLOTA. -(Por el foro.) �Ah!... �Estáis aquí, señor conde! �Desde ayer noche os ando buscando!

     CONDE. -(Alegre.) �A mí?

     CARLOTA. -Sí, señor..., para daros cuenta de aquel encargo...

     CONDE. -�Qué encargo?

     CARLOTA. -�Ya no os acordáis?... Aquel recado que me disteis para el capitán Borelli..., aquello del...

     CONDE. -(Levantándose apresurado.) �Ay, Dios mío! �Ahora me acuerdo!... �Y le dijiste?...

     CARLOTA. -No le dije nada... porque no le encontré... Se había marchado al campo.

     CONDE. -�Ay!... �Respiro! �Ven acá... y dame un abrazo!

     CARLOTA. -�Vamos!... �Ya os vuelve la manía!

     CONDE. -Otro.

     CARLOTA. -�Ya! �Los dos de costumbre! Pero no tengáis cuidado por el encargo..., que aunque él no estaba, no dejará de saberlo.

     CONDE. -(Inquieto.) �Cómo?...

     CARLOTA. -�Toma!... Me fui derechita a su casa... y vi a su mujer, que estaba allí... en compañía de su tío...

     CONDE. -�Su tío!... �Santo Dios!... �Y es el jefe de policía!

     CARLOTA. -Y les conté el negocio.

     CONDE. -�Les dijiste?...

     CARLOTA. -Que necesitabais al capitán para padrino...

     CONDE. -�Chist!...

     RENATO. -�Qué dice?...

     CARLOTA. -Porque aquella noche, a las ocho, ibais a dar un bofetón a...

     CONDE. -�Chist!...

     RENATO. -(Levantándose.) �Un bofetón!...

     CONDE. -(Aparte.) �Muerto soy!... El jefe de policía lo sabe... �y se lo estará ya diciendo al duque!...

     CARLOTA. -�Pero qué tenéis, señor conde? �Estáis pálido!...

     CONDE. -�Pálido?... (Aparte.) �Ya estoy pálido!

     CARLOTA. -�Y ahora os ponéis colorado!...

     CONDE. -�Colorado?... (Aparte.) �Ya estoy colorado! (Se pasea agitado.) �Bien, Carlota, bien!

     CARLOTA. -�Qué desasosiego os ha entrado!...

     CONDE. -�Bien, Carlota..., digo que bien!... (Aparte.) �Ya me vuelve el miedo atroz!...

     RENATO. -(Acercándose al CONDE, y trémulo de conmoción.) �Cómo es eso, señor conde! Anoche... a las ocho...

     CONDE. -�Eh!... �caballerito!...

     RENATO. -�Por qué enviabais a buscar al capitán Borelli?

     CONDE. -�Qué os importa?

     CARLOTA. -�Ay! Que también al oficialito le ha dado...

     RENATO. -�Vete!... �Déjanos!...

     CARLOTA. -Pero contadme...

     RENATO. -(Echándola fuera.) �Marcha te digo!

     CARLOTA. -(Yéndose por el foro.) �Qué les ha dado, señor!...

Escena X

EL CONDE, RENATO.

     RENATO. -(Yendo resuelto al CONDE.) �Vos habéis sido, caballero!

     CONDE. -�Yo!... �qué?...

     RENATO. -Vos habéis sido el que anoche, en el parque... me habéis...

     CONDE. -�Qué?... �qué?...

     RENATO. -(Con fuerza.) �Vos habéis sido!

     CONDE. -�Cómo! �Creéis que?... (Aparte con gozo.) �Bueno!... El duque sabe ya a estas horas que yo he dado un bofetón... Conque, tomando éste por mi cuenta... ya no soy responsable del que le dieron a...

     RENATO. -�Me respondéis, o no?

     CONDE. -(Aparte.) Y en rigor... a quien yo se lo destinaba era a éste..., se extravió en el camino... y ahora llega a su paradero.

     RENATO. -�Caballero..., os estoy esperando!

     CONDE. -(Resuelto.) �Pues bien, sí, señor; yo fui!... �yo fui!... �yo fui!

     RENATO. -(Llevando la mano a la espada.) Señor conde...

     CONDE. -(Conteniéndole.) �Chist!... �Tiempo hay de eso! Estoy pronto. (Aparte.) �Me he salvado!... �Este otro bofetón ha venido del cielo!

     RENATO. -Pero decidme, decidme... �Por qué me lo habéis callado?

     CONDE. -�Que por qué os he callado?... (Aparte.) �Es verdad!... �Por qué se lo había de...? �Ah! �Yo os lo diré... Soy vuestro rival, caballerito!...

     RENATO. -Ya lo sé. Pero eso...

     CONDE. -Cuando ayer descubrí que erais correspondido... me llené de cólera..., de celos..., y ya sabéis lo demás. Si no me he declarado antes... es porque estoy esperando un padrino..., ya lo habéis oído aquí..., y hasta que venga... yo soy extranjero... y no quiero ser causa de ruidos ni escándalos...

     RENATO. -�Qué importa eso! �Yo no aguardo más!... �Buscad otro padrino, y vamos!

     CONDE. -�No tengo inconveniente! (Aparte.) �Delicioso joven!... No le toco..., me dejo dar un rasguño... �y estamos en paz! -�Vamos, caballero!

     RENATO. -�Vamos! (Dirígense apresurados al foro.)

Escena XI

Dichos. ELENA.

     ELENA. -(En el foro.) �Cielos!... �Adónde vais?

     CONDE. -A batirnos..., no hagáis caso... �Vamos!

     ELENA. -�A batiros!... �con el señor?

     RENATO. -�Era él, señora!..., �era él!

     CONDE. -�Sí, señora..., era yo! �Vamos, vamos!

     ELENA. -�Deteneos!

     RENATO. -�Cómo!... No me habéis dicho vos misma que debía descubrir y castigar al que...

     ELENA. -Sí; pero acordaos que también os dije: �cuidado con equivocaros!

     RENATO. -Pero si el señor conde confiesa...

     ELENA. -�Ah!... El señor conde confiesa...

     CONDE. -�Es claro!... Puesto que yo confieso... estamos acordes..., enteramente acordes... No falta más que ir a darnos de estocadas.

     ELENA. -�Eh, poco a poco! (Sonriendo.) Una vez que sois vos, señor conde, el autor del insulto..., �me haríais el gusto de decirme qué fue lo que le escribisteis ayer al señor?

     CONDE. -(Impaciente.) �Yo no le he escrito nada!

     RENATO. -(Sorprendido.) �Sí tal!... Una esquela... citándome...

     CONDE. -�Bien!... �Sí!... Una esquela... citándolo... Porque para verse... es preciso que haya cita..., y para que haya cita... es preciso darla..., y para... �Vamos! �vamos!...

     ELENA. -Aguardad. �En qué términos estaba concebida la esquela?

     CONDE. -�Dale!... En los términos... de costumbre... Ya se sabe..., una esquela de desafío... no es como una esquela de baile... Se pide hora..., sitio..., se..., se... �Vamos!... �vamos!...

     ELENA. -�Nada de eso! (A RENATO.) La esquela que recibisteis decía, poco más o menos, lo siguiente: �Si sois hombre de honor, esperadme esta noche, a las ocho, junto a la estatua de Diana.�

     RENATO. -(Cada vez más admirado.) �Exactamente! �Qué significa?...

     CONDE. -También mi pupila anda en lances...

     ELENA. -�Por qué no?

     RENATO. -�Pero explicadme, por Dios!...

     ELENA. -(Enseñándole un papel.) Leed.

     RENATO. -(Leyendo.) �La escuadra se ha hecho a la vela esta mañana.� �Cielos!

     ELENA. -(Gozosa.) La escuadra ha marchado... y vuestro enemigo puede ya descubrirse. La escuadra ha marchado..., y yo estoy pronta, caballero, a daros satisfacción del ultraje.

     RENATO. -�Es posible!... �Era ella!...

     CONDE. -(Consternado.) �Era ella! �y todo para detenerle!...

     ELENA. -Yo fui.

     RENATO. -(Loco de gozo.) �Elena! �querida Elena!... �Ah! �No sé lo que pasa por mí!... �Conque esa afrenta..., esa afrenta era imaginaria..., era una prueba de amor!... �No ha sido un hombre!, �habéis sido vos!... (Al CONDE, que se ha dejado caer en un sillón.) �Ha sido ella, señor conde!

     CONDE. -(Con enfado.) �Eh, ya lo he oído! �Cuánto repetir!... (Se levanta.)

     RENATO. -Y por lo visto, señor conde, resulta... que el que llevó vuestro bofetón... �fue el duque!

     ELENA. -(Admirada.) �El duque?

     CONDE. -�Chist!... �Silencio..., silencio, desgraciado!

     RENATO. -�Ah!... �Ya caigo!... Vos queríais batiros conmigo para quitar sospechas; �pero es el duque!...

     CONDE. -�El duque!..., �el duque!... �No, señor!... �Había yo de ir a... al pobre duque?... (Alzando la voz.) �A un señor tan bondadoso, tan afable!..., �modelo augusto de blandura y de clemencia!, �lo mismo que la duquesa madre!...

     RENATO. -Pero...

     UN UJIER. -(Por la derecha.) S. A. manda a su montero mayor que le aguarde en esta sala.

     CONDE. -(Aparte.) �Dios de Israel!

     RENATO. -(En voz baja.) �Y qué hacéis ahora?

     CONDE. -�Qué sé yo!... Ayudadme vos, que estáis ya fuera del lance... y contento..., porque un bofetón de mano de mujer..., aunque sea vieja y fea..., es cosa sin consecuencia..., y si es joven y bonita... �digo!... Pero cuando..., cuando... (Como inspirado.) �Oh inspiración!

     ELENA. -�Qué tenéis?

     RENATO. -�Qué es eso?

     CONDE. -(Gozoso.) �Honor a ti, conde de Candolle!..., �jefe de los calaveras de la corte de Francia!

     RENATO. -Pero vamos, �qué le diréis al duque cuando...?

     CONDE. -�Qué le diré? (En voz baja.) Que sois vos, amigo mío, que sois vos el que yo buscaba..., el que yo he provocado..., insultado... (Saca del bolsillo un pañuelo.)

     RENATO. -�Eso no!

     CONDE. -(Doblando el pañuelo.) �Que nos hemos batido... batido en regla!

     RENATO. -�Pero si no es verdad!

     CONDE. -�Qué importa! No le ha faltado mucho... �Se puede dar por hecho!... (Anudando las dos puntas del pañuelo, colgándoselo al cuello, y metiendo dentro de él el brazo.) �Nos hemos batido! �Habéis vengado vuestro honor!... �Me habéis herido, caballero!..., y a mí, �eh?..., �al primer tirador de Francia y de Ferrara!... Me parece que el partido que os hago... es brillante. (Concluyendo la operación.) Ya está. Entrad... entrad ahí... (Empujándolo hacia la izquierda.)

     RENATO. -�Poco a poco! Esa es una mentira, y yo no miento nunca..., �os lo prevengo!...

     CONDE. -�Entrad..., entrad! (Le mete por la puerta de la izquierda.) Escuchad, Elena: si queréis ayudarme a salir de este atolladero, es preciso que... (Ábrese la puerta de la derecha.) �Ya no hay tiempo!... �Atended a mis señas!... (ELENA se retira a la derecha del foro, de modo que EL DUQUE no la ve al salir.)

Escena XII

ELENA, EL DUQUE, EL CONDE.

     DUQUE. -�Ah!... �Aquí está!

     CONDE. -(Aparte.) �Qué cara! �Todo lo sabe!

     ELENA. -(Aparte.) �En qué parará esto?

     DUQUE. -(Acercándose al CONDE, con furor reprimido.) �Debo creer, señor conde, lo que me acaban de descubrir? El jefe de policía me ha dicho que ayer noche enviasteis a buscar un padrino... porque ayer noche ibais a...

     CONDE. -Insultar gravemente a un enemigo mío... �Es verdad, príncipe! Tiene vuestra alteza una policía admirable... y le doy gracias por el interés...

     DUQUE. -�Eh?...

     CONDE. -(Continuando.) Que se toma V. A. por mí... Yo fui el agresor... Cometí una ligereza... (Mostrando el brazo.) �Y ya la he pagado!

     DUQUE. -�Estáis herido?

     CONDE. -�No hay cuidado!... �No es mortal!... �Me duele... muchísimo!, �pero bien empleado me está!

     DUQUE. -�Cómo es esto!... �No entiendo!... Aquí os dejé con el oficial Renato...

     CONDE. -A quien yo no podía, en presencia de V. A., declararle que era yo el que le había dado el...

     DUQUE. -�Calla!...

     CONDE. -Pero así que nos quedamos solos, se lo descubrí..., me sacó de esta sala..., tiramos de las espadas, y...

     DUQUE. -�Conque... el que vos disteis fue el suyo?

     CONDE. -Sí, señor.

     DUQUE. -�Y yo creía que era el mío!

     CONDE. -�Dios eterno! (Con ademanes de dolor.)

     DUQUE. -(Con blandura.) �No..., no!...

     CONDE. -�Eso habéis creído!... �habéis sospechado de mí!...

     DUQUE. -�No!... Quería decir...

     CONDE. -(Con desesperación.) �Ah! �príncipe!... �príncipe!... �desgraciado de mí!... Después de semejante sospecha... no me queda más remedio que pediros mi pasaporte... y huir de vuestros estados.

     DUQUE. -�Conde!..., �amigo mío!...

     CONDE. -�Príncipe de mi alma!

     DUQUE. -�Pero, hombre, ponte en mi lugar! Cuando el jefe de policía me asegura..., me ofrece probar..., probar..., �me entiendes?

     CONDE. -(Aparte.) �Ah, demonio!

     DUQUE. -Voy a llamarle... y verás.

     CONDE. -�Deteneos, señor! (Aparte.) Vamos a dar el golpe. -Yo, príncipe, más astuto que él..., he descubierto al culpado.

     DUQUE. -�Al mío?

     CONDE. -Al vuestro.

     ELENA. -(Aparte.) �Qué está diciendo?

     DUQUE. -�Conque voy a vengarme!... (Llamando.) �Hola!... Que enganchen los cuatro...

     CONDE. -�No acabéis!... �Es inútil!

     DUQUE. -�Cómo!... Pues mi venganza...

     CONDE. -Tenéis que renunciar a ella.

     DUQUE. -�Te atreves a decir?...

     CONDE. -Que le perdonaréis.

     DUQUE. -�Estás loco?... Ahora verás...

     CONDE. -Dignaos escucharme. (Haciendo señas a ELENA.)

     ELENA. -(Aparte.) �Qué irá a decir?

     CONDE. -Una noche, Luis XIV...

     DUQUE. -�Luis XIV!...

     ELENA. -(Aparte.) �Dónde irá a parar?

     CONDE. -El gran Luis XIV, arrastrado de un vago deseo de aventuras misteriosas..., deseo común a todos los grandes príncipes...

     DUQUE. -Así parece.

     CONDE. -�Así parece! Pues señor, como iba diciendo, Luis XIV cogió en sus brazos a una dama de honor de la reina madre...

     ELENA. -(Aparte.) Ya adivino.

     DUQUE. -�Y qué más?... �Qué más?

     CONDE. -La joven, que no había conocido a su soberano..., sorprendida, aterrada..., quiso desviar de sí al emprendedor..., y tropezando su mano con la cara del glorioso monarca...

     DUQUE. -�Es posible?...

     ELENA. -(Aparte.) �Ya estoy!

     DUQUE. -�Y qué más?... �Qué más?

     CONDE. -(Haciendo señas a ELENA.) También anoche, en el parque, una dama de honor se echó ligeramente en brazos de V. A....

     DUQUE. -�Es verdad!

     CONDE. -Y también, defendiéndose, tuvo la desgracia de...

     DUQUE. -(Con gozo.) �No digas más!... �Conque fue..., conque fue la mano de una mujer!... (Aparte.) �Y qué pesada la tenía!

     ELENA. -(Aparte riendo.) �Ahora me cuelga a mí el milagro!

     CONDE. -�De una mujer, sí, señor! De una pobre niña, que esta mañana ha venido a buscarme, y me ha confesado su falta, sollozando...

     DUQUE. -�Y tú, qué la has dicho?

     CONDE. -(Haciendo señas a ELENA.) Yo la he dicho: �Id a echaros a los pies de ese magnánimo, de ese gran príncipe...� (Aparte, viendo venir a ELENA.) �Ya viene! Y decidle: ��Señor! perdonad... perdonad...�

     ELENA. -(Arrodillándose.) �Perdonad a quien es más infeliz que delincuente!

     CONDE. -(Aparte.) �Bravo!... Me ha entendido.

     DUQUE. -(Admirado.) �Era Elena!

     ELENA. -�Elena, que implora su perdón! (Aparte.) Vamos, que mi señor tutor no estará descontento de mí.

     CONDE. -(Aparte, conmovido.) �Qué talento de muchacha! -Pues señor, Luis XIV...

     DUQUE. -(Que iba a levantar a ELENA, se vuelve al oír esto.) �Es verdad!... Dime... �Qué hizo Luis XIV?

     CONDE. -(En voz baja al DUQUE.) Levantó del suelo a la joven...

     DUQUE. -(En voz baja.) �Bien! (A ELENA, levantándola.) �Levantaos, señorita!

     CONDE. -(Id.) La miró con semblante amoroso... (EL DUQUE hace todo lo que le dice.) La dirigió una dulce sonrisa... (EL DUQUE, después de sonreír del mejor modo que puede, se vuelve a escuchar.) Y luego la dijo con bondad: ��Señorita, nos debéis una satisfacción!�

     DUQUE. -(A ELENA.) �Señorita, nos debéis una satisfacción! (Aparte al CONDE.) �Y luego?

     CONDE. -Y luego... la dio un abrazo...

     DUQUE. -(Después de darla un abrazo. Aparte.) �Y luego?

     CONDE. -Y luego..., luego... (Aparte.) �Qué más quiere este hombre! -Todo quedó olvidado.

     DUQUE. -(A ELENA.) Todo quedó... Digo..., todo queda olvidado. Este abrazo...

     ELENA. -�Es el primero que recibo, señor!

     DUQUE. -(Ap.) �Y yo el primero que doy! (Alargando la mano al conde.) �Estás contento?

     CONDE. -(Besándosela.) �Señor!

     DUQUE. -(Con satisfacción.) �Ah! �Ya he lavado mi afrenta!

Escena XIII

Dichos. RENATO.

     CONDE. -(Aparte.) �Ay, Dios... que es él!

     ELENA. -(Aparte.) �Ahora éste!

     CONDE. -(Yendo a él para estorbarle que salga.) �Más tarde, amigo!..., �más tarde! S. A. no quiere recibir ahora.

     DUQUE. -Dejadle, conde, dejadle entrar, (A RENATO.) Acercaos, caballero.

     CONDE. -(Aparte.) �Todo se lo va a llevar el diablo! (Yéndose.) Ahora, príncipe, os pido vuestro permiso...

     DUQUE. -No: quédate, conde.

     CONDE. -(Aparte.) �Bueno va!

     ELENA. -(Aparte.) �Oh, joven apreciable!

     DUQUE. -(A RENATO.) �Conque os habéis batido con mi montero mayor?

     RENATO. -�Yo?... (Después de una pausa, en que los otros dos le hacen señas, y él mira al CONDE.) Sí, señor.

     ELENA. -(Aparte.) �Qué oigo!

     CONDE. -(Aparte.) �Oh, joven apreciable!

     DUQUE. -El conde reconoce y confiesa que la razón no estaba de su parte.

     RENATO. -�Y no ha dicho a V. A.... (Fijando los ojos en EL CONDE.) que me ha dado cumplida satisfacción de todo?

     DUQUE. -�Cómo?

     CONDE. -(Aparte.) �Qué?...

     ELENA. -(Aparte.) �Qué es esto?

     CONDE. -(Aparte.) �Veamos!

     RENATO. -En primer lugar, me dejó la elección de armas...

     CONDE. -(Con descaro.) Es verdad.

     DUQUE. -�Bien, conde!

     RENATO. -La elección de sitio...

     CONDE. -Es verdad.

     DUQUE. -�Muy bien!

     RENATO. -No quiso defenderse... y se dejó herir.

     CONDE. -Es verdad.

     DUQUE. -�Admirable!

     RENATO. -Y en seguida... me alargó generosamente la mano...

     CONDE. -Es verdad..., le alargué la... (Va a alargar el brazo que lleva colgado del pañuelo, y se detiene.) No, no: ésta.

     RENATO. -Y me dijo: ��Seamos amigos!�

     CONDE. -Es verdad.

     RENATO. -Y para cimentar nuestra reconciliación..., �Elena es vuestra!

     CONDE. -Es verd... -�Eh?... �Qué es lo que dice?

     ELENA. -�Será cierto?...

     CONDE. -�Poco a poco!... Permitid...

     RENATO. -Sí, ya me acuerdo que... me encargasteis el secreto acerca de este enlace... (Con intención.) �Lo mismo que acerca del desafío! Pero si se descubre lo uno... se ha de descubrir lo otro... �Me entendéis, no es verdad?

     CONDE. -�Sí, señor!..., �perfectamente!

     ELENA. -(Al CONDE.) �Qué buen tutor!

     CONDE. -(Aparte.) �No hay remedio!... �Me pilló la pupila!

     DUQUE. -�Conde..., es preciso cumplir la palabra! Esta noche habrá sarao en palacio... y allí pondré mi augusta firma en las capitulaciones matrimoniales.

     CONDE. -�Señor!... �Tanta honra!... (Aparte.) �Su firma!... -�Esto ya no tiene soldadura! (Recordando.) �Ah!... (Va a la mesa y toca la campanilla.)

     DUQUE. -(Entretanto toma de la mano a ELENA y la entrega a RENATO.) �Vuestra es!

     CONDE. -(A un UJIER que sale.) �Que desenganchen los caballos!

     RENATO. -�Esposa mía!...

     ELENA. -�Renato!...

     CONDE. -(Mirándolos.)

                                                                            
   Vemos en el mundo uniones
que empiezan muy celebradas
con bravos y con palmadas,
y acaban con bofetones.
Mas por las mismas razones
que aquéllas paran en mal,
parece muy natural
que ésta, que formarse sabe
a bofetones..., acabe
con aplauso general.

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