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- I -

La guerra de Caros120


(Traducción de Osián)



Dame, Malvina mía,
el harpa, dame: que la luz del canto
en el alma de Osián se enciende súbita.
Cual es el campo cuando escura noche
las colinas en torno cubre, y crecen  5
lentamente las sombras en el valle
del Sol, tal, ¡oh Malvina! a mi Óscar veo
junto la roca del limoso Crona.
Mas la forma de Óscar es cual la niebla
del desierto que el rayo de Occidente  10
colora de su luz; tal es la amable
forma de Óscar; ¡oh vientos
que sopláis en Arvén, huid lejos de ella!
    ¿Quién viene hacia mi Óscar? Júbilo escuro
brilla en su rostro; sus cabellos canos  15
el viento mece; en un bastón se apoya,
y cánticos murmura, y torna a Caros
miradas repetidas; Ryno el bardo
este es; Ryno, del canto el mensajero
a la hueste enemiga. -¿Qué hace, ¡oh Ryno!  20
Caros, rey de las naves?- Óscar dice:
-¿Despliega, di, las alas de su orgullo,
bardo de antiguos tiempos?- Las despliega,
replica el bardo, -Óscar, pero al asilo
de amontonadas piedras, de sus muros  25
atónito te mira, Óscar terrible
cual de la noche el tenebroso espíritu
que las olas agita,
y furioso en sus naos las precipita.-
    -Príncipe de mis bardos,- Óscar dice,-  30
la lanza de Fingal toma, en su punta
fija la llama, blándela a los vientos;
ve, dile a Caros que de Óscar el arco
arde por la batalla, fatigado
de la caza de Cona; que los fuertes  35
están lejos, que joven es mi brazo;
convídale con cantos a la guerra,
dile que deje sus amigas ondas.-
    Cánticos murmurando, Ryno parte;
Óscar alza el clamor cual el estruendo  40
de la campana, cuando de Togorma
se agita el mar cercano, y en sus árboles
silban los vientos rápidos; los héroes
de Arvén le oyeron, y se aunaron súbito:
tal después de las lluvias los torrentes  45
se precipitan raudos de los montes
en el orgullo de su curso. Ryno
se acerca al fuerte Caros, y blandea
la centellante lanza. -¡Oh tú, -le dice,-
tú que habitas las olas inconstantes!  50
Sus, ven a la batalla de Óscar; lejos
está Fingal; el canto de los bardos
oye en Morvén, de su palacio el viento
se mece en sus cabellos; su terrible
lanza pende a su lado; cual la luna  55
escurecida es el escudo; ven
al combate de Óscar; solo está el héroe.-
    Caros no vino al raudo Carón. Ryno
se tornó con su canto. Negra noche
Crona cubre; la fiesta de las conchas  60
se extiende; arden cien robles a los vientos,
brilla pálida luz en la maleza.
Por entre el resplandor de Arvén las sombras
pasan, y muestran sus escuras formas
de lejos. A Comala un meteoro  65
medio descubre; triste y tenebroso
aparece Idalán cual luna escura
por entre espesa nieve de la noche.
    -¿Quién causa tu tristeza? -dice Ryno.
Él sólo ve al caudillo.- ¿Tu tristeza  70
quién la causa, Idalán? ¿No has recibido
tu gloria? ¿No se oyeron ya los cantos
de Osián? Tú de tu nube te inclinaste
por oír el canto del morvenio bardo.
Tu sombra cabalgó sobre los vientos  75
brillante. -¿Qué, tus ojos, -Óscar dice,-
ven a Idalán cual meteoro escuro
de la noche? Di, Ryno, cuál cayera
Idalán en los días de mis padres,
tan famoso; su nombre vive eterno  80
en las rocas de Cona; yo mil veces
de sus colinas viera los torrentes.
    -Fingal, -replicó el bardo,- de sus guerras
a Idalán expelió; triste era el alma
de Fingal por Comala, ni sus ojos  85
sufren la vista del caudillo; solo,
con silenciosos pasos, tristemente,
lento Idalán se embosca en la maleza.
Ambos sus brazos cuelgan, sus cabellos
sueltos sobre su frente el viento mece,  90
la lágrima en sus ojos abatidos
está, en lo hondo de su pecho un ¡ay!
medio acallado. Solitario, escuro,
erró tres días; y llegó al palacio
de Lamor, el palacio de sus padres,  95
musgoso cabe el Balva. Bajo un árbol
sentado está Lamor solo; su gente
toda sigue a Idalán en los combates;
sus pies baña el torrente, su cabeza
cana sobre su báculo se apoya,  100
ciegos sus ojos son de años cargados.
Lamor murmura el canto
de los pasados tiempos.
De las pisadas de Idalán el ruido
a los oídos llega del anciano,  105
y del hijo los pasos reconoce.
    -¿Qué, torna el hijo de Lamor, o escucho
de su espíritu el ruido? ¡Oh tú, del viejo
Lamor hijo! ¿Moriste en las arenas
del Carón? Y si oyeron mis oídos  110
tus huellas, ¿dó están, di, los esforzados
en la guerra, Idalán? ¿Dó está mi pueblo
que tornó tantas veces del combate
con sus escudos resonantes? ¿Yacen
los fuertes del Carón en las arenas?  115
-No, -dice el joven suspirando,- el pueblo
de Lamor vive, y es famoso en guerras,
¡oh padre! Idalán sólo no es famoso,
¡ah! no es famoso más. Yo en las arenas
de Balva habitaré solo, y en tanto  120
de la batalla crecerá el estrépito.
    -Mas no tus padres se sentaron solos,
-dijo el orgullo de Lamor;- tus padres
no se sentaron solos en la arena
del Balva, en tanto que crujía el estruendo  125
del combate jamás. ¿Ves tú esa tumba?
Mis ojos no la ven; en ella yace
el noble Gormalón, que de la guerra
jamás huyera. «Ven ¡oh tú! famoso
en la guerra, me dice: de tu padre  130
ven a la tumba». ¡Oh Gormalón, famoso
cual puedo ser! El hijo del combate
huyó.- Idalán responde con sollozos:
-¿Por qué atormentas, rey del bando Balva,
mi espíritu? Lamor, yo nunca huyera;  135
por Cómala, Fingal triste, sus guerras121
ha rehusado a Idalán; «huye, me dijo,
a los canos arroyos de tu tierra;
consúmete cual roble deshojado
que los vientos lanzaron sobre el Balva  140
para más no crecer.»-
-¿Y cómo podré yo,- Lamor replica,
ver de Idalán las solitarias huellas?
¿Vivirá él fijo en mis torrentes canos,
y mil serán famosos en batallas?  145
Espíritu del noble
Gormalón, guía a Lamor a su morada;
sus ojos son escuros, su alma triste,
su hijo perdió su fama.
    -¿Dó adquiriré yo fama, -dijo el joven,-  150
para que el alma de Lamor se alegre?
¿De dónde tornar puedo yo con gloria,
para que suene en sus oídos grato
el ruido de mis armas? Si a la caza
voy de las ciervas, no se oirá mi nombre;  155
cuando yo tornaré de la colina,
no alegre halagará Lamor mis perros,
y no se informará de sus montañas,
ni del ciervo ojinegro de sus selvas.-
    -Yo caeré, -Lamor dijo,- cual un roble  160
deshojado; en la roca se elevaba,
los vientos le abatieron. Mi alma triste
por mi hijo Idalán en las colinas
vagará. ¿Vos de nieblas su presencia
me ocultaréis espesas? Ve, hijo mío,  165
de Lamor a la sala; allí las armas
de nuestros padres penden; trae la espada
de Gormalón; el héroe a un enemigo
la arrancara.- Idalán trujo la espada
con todas sus correas retorcidas,  170
y la entregó a su padre; el héroe cano
tocó la punta con la mano y dijo:
    -Condúceme a la tumba,
hijo, de Gormalón, que se levanta
tras de aquel árbol de sonantes hojas.  175
Marchitado está el césped, y la brisa
oigo que silba aquí; cerca murmura
la fuentecilla, y corren hacia el Balva
sus aguas; aquí quiero reposarme,
que es medio día; el sol está en el campo.-  180
    Idalán le condujo
de Gormalón al túmulo; el anciano
de su hijo hirió el costado; juntos duermen;
sus antiguos palacios caen en polvo;
espíritus se ven el medio día;  185
el valle es silencioso,
y el pueblo arredra de Lamor la tumba.
    -Hijo de antiguos tiempos, -Óscar dijo,-
triste es tu historia; el alma mía suspira
por Idalán, que en juventud temprana  190
cayó. Sobre los vientos del desierto
vuela, y en tierra extraña agora yerra.
Vosotros, hijos de Morvén sonante,
id al encuentro de los enemigos
de Fingal; que la noche pase en cantos,  195
y observad el ejército de Caros.
Yo voy al pueblo de otros tiempos, sombras
del silencioso Arvén, a do mis padres
escuros en sus nubes asentados
ven las futuras guerras. ¿Tú, Idalano,  200
cual un medio extinguido meteoro
no estás aquí? Parece en mi presencia
en tu dolor, jefe del bando Balva.-
    Los héroes marchan, y los cantos alzan.
Óscar con pasos lentos la colina  205
trepa; los meteoros de la noche
parecen a su vista en la maleza;
un torrente lejano suena sordo;
de un huracán el soplo interrumpido
silba por entre los ancianos robles.  210
Detrás de su colina roja, escura,
la luna en la mitad de su creciente
se abate; en la maleza flacas voces
se oyen; Óscar desenvainó la espada:
-Vos, espíritus -dice- de mis padres,  215
vos que contra los reyes de la tierra
combatisteis, venid y reveladme
de los futuros tiempos las hazañas;
o cuando razonáis en vuestras huecas
mansiones y en los campos del valiente  220
vuestros hijos miráis, vuestros discursos
decidme cuáles son.-
    A la voz de su nieto poderoso
tremor de su colina vino; nube,
cual el potro extranjero, sus aéreos  225
miembros sostiene; niebla escurecida
de Lano es su vestido; mortal niebla
a las gentes, un verde meteoro
medio extinguido por espada lleva;
informe y tenebroso es su semblante.  230
Tres veces suspiró Tremor; tres veces
espantables los vientos de la noche
rugieron; luengas fueron sus razones
con Óscar, mas el eco solamente
vino a nuestros oídos tenebroso,  235
cual son historias de remotos tiempos
antes que amaneciera luz del canto.
Desvaneciose lento al fin cual niebla
que los rayos del sol en la colina
derriten, ¡oh Malvina! Óscar fue triste  240
desde entonces; escuro, pensativo,
cual el sol cuando cubre negra nube
su rostro, y disipando las tinieblas
otra vez mira las colinas verdes
del Cona, tal Óscar a veces era,  245
porque de su linaje
previó de entonces la fatal rüina.
    Óscar pasó la noche con sus padres;
el alba de Carón en las arenas
le halló; de un verde valle rodeado  250
un sepulcro se eleva, monumento
de los antiguos días, y a lo lejos,
erguiendo al viento sus ancianos pinos,
alzan bajas colinas su cabeza.
Los guerreros de Caros aquí estaban,  255
que la noche el arroyo vadearan;
cual troncos de altos pinos parecían,
cuando pálida luz del alba raya.
Junto a la tumba Óscar se para y alza
tres veces su terrible grito; en torno  260
resuenan las colinas cavernosas,
saltan los ciervos azorados122, huyen
amedrentadas en sus negras nubes
las espantadas sombras de los muertos;
tan terrible la voz de mi Óscar era,  265
llamando a la batalla a sus amigos.
    Mil espadas se alzaron; se alzó el pueblo
de Caros. ¿Por qué lloras, oh Malvina?
Mi hijo, aunque solo, es bravo. Cual un rayo
es de celeste luz Óscar, en torno  270
gira, y el pueblo cae; su mano es brazo
de espíritu que sale de la nube;
su forma es invisible,
mas en el valle en tropa el pueblo muere.
Óscar mira acercarse el enemigo,  275
y en el silencio escuro de su fuerza
se para. -¿Estoy yo solo, -dice,- en medio
de miles de enemigos? Muchas lanzas
aquí parecen, muchos ojos miro
torvo-rotantes. ¿Tornareme huyendo  280
al Crona? Mas mis padres nunca huyeron;
la señal de su brazo en mil batallas
impresa está. También Óscar famoso
un día será. Vosotros, de mis padres
espíritus escuros, mis hazañas  285
en la guerra mirad; si caigo ¡oh padres!
cual el linaje del Morvén sonante
seré famoso en los futuros tiempos.-
Óscar se para, y en su puesto crece
cual un arroyo en el estrecho valle.  290
    Acercose el combate, mas cayeron,
y en sangre se tiñó de Óscar la espada.
Oyó Crona el estrépito, y su gente
cual cien torrentes corre; huyen de Caros
los guerreros. Óscar, cual por reflujo  295
de la mar el peñasco abandonado,
tal permanece incontrastable. En tanto
Caros se avanza turbulento, escuro,
con todos sus caballos, cual el rápido
torrente; los pequeños arroyuelos  300
se pierden en su curso, y se estremece
la tierra en torno; brillan en los aires
diez mil espadas; de ala en ala corre
la batalla... ¿A qué más canta batallas
Osián? ¡Ah! nunca brillará en la guerra  305
mi acero ya. Yo con dolor recuerdo,
al sentir la flaqueza de mi brazo,
mis días juveniles. ¡Oh! felices
aquellos que en los días de su gloria
en juventud cayeron, ni las tumbas  310
de sus amigos vieron, ni las cuerdas
del arco de la guerra al débil brazo
rehusaron de ceder. ¡Oh tú felice,
Óscar, en medio de tu torbellino
sonante; tú los campos de tu fama  315
visitas, donde Caros huyó lejos
de tu luciente espada!
    Bella hija de Toscar, el alma mía
tinieblas cubren; ni la forma veo
de mi Óscar en Carón, ni veo su imagen  320
ya sobre Crona; el viento impetuoso
lejos le arrastra; triste de su padre
el corazón está; mas tú, Malvina,
al ruido de mis selvas me conduce,
de los torrentes raudos de mis montes  325
al estruendo. El sonido de la caza
quiero escuchar en Cona, meditando
en los pasados años. Dame el harpa
¡oh virgen! que pulsar pueda sus cuerdas
cuando en el alma mía  330
raye la luz del canto.
    Acércate ¡oh Malvina!, aprende el canto
que escucharán los venideros días.
Tiempos vendrán que de los hombres flacos
los hijos alzarán la voz en Cona,  335
y mirando estas rocas
«Aquí Osián ha morado»,
dirán, y admirarán los capitanes
de los pasados años, el linaje
que ya no es más. En tanto ¡oh mi Malvina!  340
cabalgando en las alas de los vientos
mugientes, asentados en las nubes,
nuestras voces se oirán en el desierto;
de la roca los vientos
dirán de nuestros cantos los acentos.  345




- II -

La guerra de Inistona123



Sueño es del cazador en la colina
nuestra edad juvenil; serenos rayos
del sol le aduermen, mas despierta en medio
de hórrida tempestad; el trueno estalla,
el huracán los árboles sacude;  5
él se recuerda del luciente día,
y de sus dulces sueños. ¿Cuándo ¡ah! cuándo
tornará, Osián, tu juventud lozana?
¿Cuándo más de las armas el estrépito
sonará grato en mis oídos? ¿Cuándo  10
iré yo, cual mi Óscar, resplandeciente
en la luz de mi acero? Vos colinas
del Cona, vos torrentes de mi patria,
atentos escuchad la voz del bardo.
El canto raya, cual sereno día,  15
en el alma de Osián; de los pasados
tiempos las alegrías
goza plácidamente el bardo anciano.
    Selma, tus torres miro,
veo de tus altos muros sombreados  20
los robles; de tus rápidos torrentes
escucho el murmurar; tus generosos
héroes están aquí; mí noble padre
descuella en medio de ellos apoyado
al broquel de Tremor; su lanza cuelga  25
de la muralla; con atento oído
el Rey escucha el canto de sus bardos,
que de su verde edad dicen la gloria,
y de su brazo la invencible fuerza.
Óscar, tornado en tanto de la caza,  30
oye los nobles hechos de su abuelo;
sus ojos de mil lágrimas se inundan,
y de rubor se cubre su semblante.
El escudo de Brano, que pendía
de la muralla, arranca; al viento blande  35
la centellante punta de mi lanza,
y al jefe de Morvén en voces trémulas
le dice con palabras mal formadas:
    -Fingal, Rey de los héroes, y tú, padre
Osián, tú después de él segundo en gloria  40
guerrera, vuestros nombres en los cantos
suenan con fama; vuestra edad temprana
ilustró la vitoria; mas cual niebla
del Cona así yo soy. Óscar parece,
y se disipa al punto. Nunca el bardo  45
su nombre cantará, ni en la maleza
el cazador visitará su tumba.
Dejadme combatir en Inistona,
héroes; lejana entonces de vosotros
de mis hazañas estará la escena,  50
y el rumor de mi muerte a vuestro oído
jamás vendrá; mas cantará mi nombre
el extranjero bardo, y mi gloriosa
muerte celebrará la virgen tierra;
sobre mi tumba llorará el valiente  55
de la lejana tierra; en los convites
los bardos cantarán: «Oíd las proezas
de Óscar, el hijo de la tierra extraña.»-
-Hijo del nombre mío, -Fingal responde,-
Óscar, tuyo ha de ser este combate.  60
Aprestad ¡oh! la nao cavernosa
que a mi héroe en Inistona desembarque.
Hijo del hijo mío, a ti la gloria
de nuestro nombre fío; tú del ilustre
linaje eres también; que nunca diga  65
el extranjero al recordar tu nombre:
«Flaco es el brazo de Morvén en guerra».
Cual fulminante rayo en la batalla
tal has de ser, mas en la paz suave
cual es el sol ya cerca de su Ocaso.  70
Ve, di a Anir que yo guardo en mi memoria
de nuestra edad lozana los combates,
cuando luchamos ambos en los días
de la hermosa Agandeca.-
    Las velas ya despliegan, y los vientos  75
silban en las correas de los mástiles.
Las olas baten las musgosas rocas,
y el Océano formidable ruge.
Del alto mar la tierra de las selvas
descubre Óscar, y rápido del Runa  80
aporta a la ensenada.
A Anir, Rey de las lanzas, de aquí envía
su reluciente acero; el héroe cano
de mi padre la espada reconoce,
y sus ojos mil lágrimas inundan,  85
que de su fuerza juvenil se acuerda,
cuando tres veces blandeó su lanza
contra Fingal a vista de Agandeca.
Los otros héroes combatir los vieron
de lejos, como luchan en las nubes  90
dos espectros nocturnos irritados.
Mas ora yo soy viejo, -el Rey prosigue,-
mi acero en mi palacio cuelga inútil;
guerrero de Morvén, ya fueron tiempos
do vio Anir de las lanzas la batalla;  95
agora está marchito y macilento,
cual el roble de Lano.
Ya no tengo más hijos que te lleven
contentos al palacio de sus padres.
Desangrado Argón yace en el sepulcro,  100
y Ruro no es ya más; del extranjero
mi hija habita las salas, y mi muerte
por ver anhela; su terrible esposo,
diez mil lanzas guiando, cual la nube
de mil muertes cargada, así de Lano  105
desciende. Mas ven, hijo del sonante
Morvén, del viejo Anir ven a la fiesta.
    Tres días duró el convite de las conchas;
el cuarto Anir el nombre de Óscar supo,
y se alegraron juntos persiguiendo  110
los jabalís del Runa; fatigados,
cabe una fuente de musgosas peñas
los héroes se pararon.
Anir esconde en vano el llanto triste
que baña sus mejillas, y en sollozos  115
interrumpidos dice: -Aquí reposan
los hijos de mi amor; este árbol cubre
el sepulcro de Argón, y de mi Ruro
esta piedra es la tumba. Amados hijos,
¿en la estrecha mansión de vuestro padre  120
no oís el lamento? ¿Y cuando del desierto
los vientos soplan, no me habláis acaso
al ruido de las hojas agitadas?-
-Rey de Inistona ¡ah! dime cuál cayeron
de tu edad juvenil los caros hijos,  125
-le dice Óscar.- Sobre sus tumbas corre
el fiero jabalí, mas su descanso
no turba; que en las nubes persiguiendo
van nebulosos ciervos, y tendiendo
sus arcos lanzan las aéreas flechas.  130
Tus hijos en sus juegos juveniles,
Anir, aún se ejercitan, y contentos
en la región habitan de los vientos.-
-Cormalo, -el Rey replica,- a diez mil lanzas
manda; Cormalo habita cabe el Lano  135
que vapores mortíferos exhala.
A mi palacio vino, y de la justa
la gloria pretendió; bello era el joven,
cual del naciente sol el primer rayo,
y pocos en la justa de la lanza  140
le igualaban; mis héroes a Cormalo
cedieron todos; él ganó la palma;
mi hija de él se prendó; mi Argón, mi Ruro
tornaron de la caza, y de su orgullo
las lágrimas corrieron.  145
De los dos héroes las miradas mudas
erraban con furor sobre los bravos
de Runa, que cedieran en la justa
el triunfo al extranjero.
Tres días duró el convite; vino el cuarto,  150
y mi Argón y Cormalo combatieron.
¿Mas quién pudo igualarse en el combate
a Argón? Cedió Cormalo; mas su orgullo
llenó su pecho de furiosa rabia,
y meditó en secreto dar la muerte  155
a mis dos hijos. Juntos las colinas
del Runa recorrían persiguiendo
las ciervas; la saeta de Cormalo
sin ser vista voló; mi Argón, mi Ruro
cayeron ¡ay! bañados en su sangre.  160
Él vino de su amor a la doncella,
la virgen de Inistona de los luengos
cabellos; por el hiermo huyeron ambos;
solo se quedó Anir; viene la noche,
el día raya, y ni Argón ni Ruro tornan.  165
Al fin vimos su perro más amado,
su fiel Runar, el corredor ligero,
que con ahullidos dolorosos entra
en mi palacio, y con mirada triste
el sitio de su muerte nos indica.  170
Nosotros le seguimos, y mis hijos
aquí encontramos; cerca de este arroyo
los sepultamos; este es mi retiro
cuando torno cansado de la caza;
aquí agobiado, cual un viejo roble,  175
mis ojos vierten siempre amargo llanto.
-Runán, -exclama Óscar,- Rey de las lanzas;
Ogar, llamad, llamad a mis valientes
héroes, los hijos de Morvén. Hoy vamos
al Lano, cuyas ondas pestilentes  180
mil vapores mortíferos exhalan.
Corto será tu gozo,
Cormalo; que la muerte
en la punta asentada
perpetuamente está de nuestra espada.  185
    Por el desierto marchan, cual la nube
tempestuosa, que los vientos rápidos
por la maleza arrastran, de relámpagos
y de truenos preñada; el ruido horrísono
de las selvas anuncia la tormenta.  190
De Óscar el cuerno suena la batalla,
y del Lano se agitan encrespadas
las olas todas; de Cormalo en torno
a su sonante escudo se ayuntaron
del negro lago los escuros hijos.  195
Óscar combate, como suele, en guerra;
y Cormalo a los filos de su espada
muere; los hijos del terrible Lano
buscan asilo en sus profundos valles.
El Héroe la doncella de Inistona  200
tornó al palacio de su anciano padre.
Brilló el rostro de Anir en alegría,
y bendijo a mi Óscar de las espadas
valeroso caudillo.
¡Cuál fue de Osián el gozo cuando viera  205
la vela de su Óscar tendida al viento!
Así cuando el viajante tristemente
desconocidas tierras atraviesa,
y la noche terrible y sus espectros
con sus escuras sombras le rodean;  210
nube de luz en el Oriente asoma,
y su pecho de júbilo se llena.
Con cantos le llevamos a las salas
de Selma, do la fiesta de las conchas
celebraba Fingal; de Óscar el nombre  215
mil bardos elevaron; al sonido
Morvén respondió en ecos.
Aquí Malvina estaba;
su voz era cual harpa melodiosa,
cuando la brisa que murmura dulce  220
al caer de la tarde a los oídos
lleva el son agradable.
¡Oh vosotros que veis la luz del día,
conducidme a una roca
de mis colinas, rodeada en torno  225
de espesos avellanos, y de robles
susurrantes; que el sitio de mi sueño
sea verde, y el estruendo del torrente
suene lejano; toma ¡oh mi Malvina!
el harpa; entona ¡oh virgen! los amables  230
cantos de Selma, porque el sueño pueda
mi alma embargar en sus serenos gozos
y124 de mi juventud los dulces sueños,
y los días de Fingal poderoso
otra vez tornen. Selma, ya tus torres,  235
tus árboles, tus muros sombreados
miro; los Héroes de Morvén ya veo,
y ya escucho los cantos de los bardos.
Óscar la espada de Cormalo esgrime;
mil jóvenes la admiran, y contemplan  240
atónitos el hijo de mi fama,
celebrando la fuerza de su brazo;
de su padre en los ojos ven el gozo,
y aspiran a igual nombre en la memoria.
Héroes valientes de Morvén, sin gloria  245
no quedaréis; mi espíritu se inflama
mil veces en el canto, y se recuerda
de los amigos de la edad pasada.
Mas el sueño desciende en pasos lentos,
    al son del harpa plácida;  250
y nacen en el alma mil contentos
    con sus gratas imágenes.
       No mi reposo
       con el ruidoso
       son turbéis de la caza125.  255
       El bardo anciano
       huye el profano
       discurso, y se solaza
       conversando
       con el bando  260
       de sus antepasados
       los reyes esforzados.
Vos, hijos de la caza, el son ruidoso
       tened lejano;
no interrumpáis el sueño delicioso  265
       del bardo anciano.





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