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ArribaAbajoPolixena

Tragedia en tres actos


Por Don José Marchena

Madrid: en la imprenta de Sancha. Año de 1808

PERSONAJES
 

 
POLIXENA.
HÉCUBA,   su madre.
PIRRO,   su amante.
TERPANDRA,   su confidenta.
ELPENOR,   confidente de PIRRO.
ULISES.
CALCAS.



Acto I

 

La escena en el primero y segundo acto representa la tienda real de Pirro, el campo de los Mirmidones, el Helesponto, y a lo lejos las ruinas de Troya.

 

Escena I

 

POLIXENA, TERPANDRA.

 
TERPANDRA
Al fin, señora, la inhumana suerte
cesa de perseguiros; hoy esclava,
mañana seréis reina; cetro y solio,
rendido Pirro, pone a vuestras plantas;
mañana el sacro Pérgamo renace. 5
POLIXENA
Aquí fue Troya, aquí se levantaban
las altas torres de Ilión, que Pirro
derribó altivo; allí se ven las aras
de las voraces llamas consumidas,
do su acero bañó la sangre helada 10
de mi padre ¡oh dolor! ¿Y de este monstruo
me hallarán los suspiros más humana?
El hijo generoso de la diosa
¡oh cuánto menos crudo fue, Terpandra!
De Priamo el llanto le ablandó; piadoso 15
alzó del suelo su vejez postrada,
y de Héctor el cadáver dio a sus ruegos...
Memoria de un esposo, que idolatra
mi pecho, de tu amor arde más viva,
sin extinguirse por jamás la llama. 20
De mi constante corazón tu imagen
jamás un nuevo amor podrá borrarla;
ora ruegue a mis plantas Pirro humilde,
ora amenace altivo, ni su saña
me asusta, ni me ablandan sus suspiros. 25
TERPANDRA
¡Vos de Príamo hija, vos troyana,
del gran Héctor lloráis el homicida,
el crüel enemigo de la patria!
¿No se os acuerda el júbilo de Troya,
el día que por Paris fue vengada 30
tanta sangre vertida por Aquiles,
que del Janto tiñó las puras aguas?
POLIXENA
¿Por qué me acuerdas ese horrible día?
¡Mísera! Coronada de guirnaldas,
embriagada de amor y de placeres 35
fidelidad juraba ante las aras.
El templo137 se estremece de repente,
el polo truena, el piélago levanta
sus ondas a los astros, del cuchillo
moribunda la víctima se escapa, 40
y bramando amedrenta al sacerdote;
el estruendo espantoso de las armas
se oye por todas partes; a mi esposo
mil aceradas picas amenazan.
Paris desnuda el reluciente acero, 45
mis lloros son en balde, desmayada
caigo en el suelo, a mi socorro vuela
mi esposo, y ¡oh dolor! de mil espadas
traspasado, abrazado de mi cuello,
sobre mi amante pecho el alma exhala. 50
Al abrirse otra vez mis tristes ojos
a la importuna luz, me hallo bañada
en la sangre de Aquiles; de Himeneo
con su sangre humeó la nupcial ara.
¡Oh cruda suerte, que predijo en vano 55
la no creída y siempre fiel Casandra!
En sacro ardor fatídico encendida,
«Huye de este himeneo, dijo, hermana;
Alecto enciende las nupciales teas,
Aquiles arde en ellas; ya las llamas 60
extienden su furor por todas partes.
¡Ay, que hoguera voraz a Troya abrasa,
y a ti entre sus cenizas te sepulta!»138.
TERPANDRA
Los dioses no han querido fuesen vanas
de Casandra las tristes predicciones. 65
Mas vos vivís aún; las esperanzas
de la infelice Troya en vos se fundan;
Pirro por vuestro amante se declara.
Del pequeño Astianacte las cadenas
vais a romper, de vuestra madre anciana 70
vais en fin a enjugar el llanto amargo...
Pero él mismo se acerca.
POLIXENA
¡Ay Dios! Terpandra,
ven, evitemos un coloquio triste.


Escena II139

 

PIRRO, ELPENOR, POLIXENA, TERPANDRA.

 
PIRRO
Señora, vuestra suerte desdichada
respeta Pirro, ni interrumpe necio 75
el legítimo llanto que derraman
vuestros ojos, a fin que oigáis piadosa
mis ardientes suspiros, y mis ansias.
Un interés más tierno y más sagrado,
Polixena, me trae a vuestras plantas. 80
Amotinado el vulgo sedicioso
en amenazas contra vos se exhala,
y la muerte alevosa de mi padre
quiere que en vuestra sangre sea vengada.
Mas no os asusten sus clamores vanos; 85
Neoptolemo os protege; de esa insana
muchedumbre el furor tiembla a mi vista.
Porque la Grecia vea cuán poco espantan
a mi valor los gritos sediciosos,
hoy, señora, postrado a vuestras plantas, 90
si aceptáis mi homenaje, amor eterno
os juraré rendido ante las aras.
Los mismos que ora piden vuestra muerte
adorarán en vos su soberana.
Así el vulgar furor asusta a Pirro. 95
POLIXENA
Señor, los riesgos de una triste esclava
poco deben moveros. Vuestro acero
ensangrentó de Príamo las canas;
a vos acusan las troyanas madres,
cuyos hijos al mar llevan las raudas 100
ondas del Simoente; mi familia
a los filos murió de vuestra espada.
¡Oh! si de Aquiles la irritada sombra
con mi sangre en su túmulo se aplaca,
contenta ofrezco el cuello a la cuchilla. 105
PIRRO
¡Bárbara Polixena! ¿Así no basta
a tu crueza ver llorar a Pirro
sus hazañas, sus triunfos, y su fama,
sin que de una victoria aborrecida
le acuerdes siempre la memoria amarga?... 110
Señora, vos podéis de la alta Troya
levantar las murallas arruinadas.
Mi mano, que rompió las fuertes puertas
de durísimo bronce, que guardaban
de Príamo el palacio, sabrá un día 115
alzar del Ilión el sacro alcázar.
¿Qué a mí de Menelao los agravios,
o el robo de su Elena? ¿Las escuadras
de Pérgamo talaron enemigas
de Epiro acaso las fecundas playas? 120
Cual ya otra vez mi padre generoso
del infelice Príamo enjugaba
el llanto, y de Héctor el helado tronco
dio compasivo a su vejez postrada,
yo elevaré a Astianacte al patrio solio; 125
del soberbio Ilión las torres altas
admirará otra vez el Simoente,
y la señora altiva de la Asia,
Troya, renacerá de sus cenizas.
POLIXENA
No, señor, de tan locas esperanzas 130
vano es lisonjearse; la opulenta
Troya fue; sus almenas encumbradas,
los muros elevados por Neptuno,
el simulacro celestial de Palas,
todo la voraz llama ha consumido. 135
El brazo de Héctor mismo no bastara
a tornar a Ilión su antigua gloria.
Las deidades, propicias a las armas
de los griegos, a Troya abandonaron;
del venerable Príamo la clara 140
prosapia ha perecido a hierro y fuego;
Hécuba y Polixena son esclavas;
el hijo del grande Héctor en la cuna
ignora todavía sus desgracias.
PIRRO
Cuanto mayores son vuestras desdichas, 145
más gloria será mía repararlas.
La Grecia sabe ya por experiencia
cuánto la ira de Aquiles costó cara.
Del rey de reyes la cerviz altiva
ante mi padre se inclinó humillada, 150
implorando su auxilio contra Troya,
mientras Héctor las naos incendiaba,
y las tiendas y el campo de los griegos;
sin mí, vos lo sabéis, Troya burlara
de Grecia los esfuerzos impotentes; 155
las astucias de Ulises fueran vanas,
las artes de Sinón, y la osadía
del hijo de Tideo, sin mi espada.
en defensa de vos y de Astianacte,
Polixena, emplearé de hoy más las armas 160
que tan funestas ¡ay! fueron a Troya.
¿Qué deidad contra vos y Príamo airada
os ocultó a mi vista antes del día
fatal de la infeliz ciudad Dardania?
Mejor que el Paladión protegería 165
vuestra hermosura la nación troyana,
y vuestro padre reinaría dichoso
sobre los ricos pueblos de la Asia.
POLIXENA
Los cielos son testigos, que perenne
raudal de lloro mis mejillas baña, 170
desde el aciago día que en mis brazos
el magnánimo Aquiles rindió el alma.
Entonces ¡ay! me dijo la experiencia
cuán fatal es el fuego de las aras
nupciales de la triste Polixena. 175
Viuda sin ser esposa, abandonada
a mi amargo dolor, juré a los dioses
que jamás de Himeneo la guirnalda
mis sienes ceñiría. Ora que yace
en cenizas mi patria sepultada, 180
mis hermanos, mi padre, a hierro muertos,
¿queréis, señor, que a los altares vaya
a ofreceros mi fe? ¿Las teas nupciales
queréis que encienda en las ardientes llamas
que aún devoran a Troya? ¿Que en el templo, 185
testigo del ultraje de Casandra,
a Pirro dé su mano Polixena?
Señor, si por la suerte de las armas
esclava vuestra soy, en mis desdichas
no olvido que de Júpiter la clara 190
sangre corre en mis venas.
PIRRO
¿Y de Pirro
los ardientes suspiros, que a tus plantas
rendido exhala, tu altivez humillan?
¡Tu belleza, fatal siempre a mi casa,
a Aquiles dio la muerte, y a su hijo 195
quiere arrancar el alma en mortal ansia!
¡Que! Yo te ofrezco levantar de Troya
las torres por mí mismo derrocadas,
de tu madre enjugar el triste llanto,
coronar a Astianacte, y de su infancia 200
proteger la flaqueza con mi brazo
contra toda la Grecia conjurada.
¡Tú, soberbia, desprecias mis ofertas,
y desdeñas mi tierno amor, ingrata!
Señora, no os ofenda mi despecho; 205
veis cuál las ondas a los astros alza
del Helesponto el Aquilón airado,
tal mi ciega pasión agita el alma.
No así desvanezcáis en un instante,
crüel, mis lisonjeras esperanzas. 210
POLIXENA
Pirro, el día que el fuego de la Grecia
abrasó de Ilión el sacro alcázar,
odio inmortal juraron a los griegos
las reliquias de Frigia malhadadas.
Esclava vuestra soy, mas en cadenas 215
no olvido la rüina de mi patria.
Jamás de Polixena será esposo
el destructor de la ciudad troyana.
PIRRO
¡Así del odio vuestro la violencia,
ingrata Polixena, nada aplaca! 220
Vos burláis de mi amor; el triste Pirro,
juguete vil de sus amantes ansias,
llora en balde a los pies de su cautiva,
arrostra en su defensa la indignada
Grecia. ¡Ay! ¿por qué de Paris la certera 225
flecha en mi sangre no tiñó las aguas
del Simoente, cuando con su muerte
a mi padre mi acero dio venganza?
POLIXENA
De romper un coloquio tan penoso,
Señor, dadme licencia: ven, Terpandra. 230

 (Vanse.)140 



Escena III

 

PIRRO, ELPENOR.

 
PIRRO
¡La crüel me abandona!... Así de Pirro
se postra la altivez ante una esclava.
El vencedor de Eneas, quien al valiente
Deífobo dio la muerte en la batalla,
olvidando su gloria y su decoro, 235
gime a los pies de una mujer troyana.
¿Viste, Elpenor, cuál con desdén altivo
de mi pasión se burla? ¡Y yo a la saña
de la indignada Grecia opongo el pecho,
yo arrostro sus furores!... Irritada 240
la sombra de mi padre en el Cocito
desconsolada sin venganza vaga.
¡De mi pasión furiosa yo arrastrado,
olvidado de Aquiles, a mi patria
infiel, mi ciego amor ¡ay! resucita 245
de Troya las difuntas esperanzas!
¿Qué puedo ¡ay triste! hacer, si toda Venus
en lo hondo de mi pecho aposentada
con mis tormentos implacable venga
la muerte de su Paris, y su cara 250
Troya?... Elpenor, amigo, luz más pura
luce a mis ojos, mi dolor se aplaca.
Huyamos al Epiro; los inmensos,
los sagrados deberes del monarca
calmarán los tormentos del amante. 255
ELPENOR
¡Cuánto, señor, a vuestro amigo es grata
resolución tan noble! Vuestro heroico
ardimiento la Frigia vio asombrada
invencible en las lides de Belona.
Hoy, de vos mismo vencedor, la Fama 260
vuestros loores cantará, y la Grecia
repetirá de Pirro las hazañas.
PIRRO
¡Oh dioses, cuán acerba es mi desdicha!
Enamorado Aquiles de Deidamia
vio coronar sus ansias, de Teseo 265
la Amazona templó la ardiente llama;
a mí un amor funesto me consume,
y nada mi dolor agudo calma.
ELPENOR
El desdoro, señor, que de esos grandes
héroes la vida tan gloriosa mancha, 270
las deidades con vos más favorables
os evitan benignas. La grande alma
de Pirro huirá los vergonzosos grillos,
que a Hércules despojado de su clava,
y en femeniles trajes disfrazado, 275
de una mujer al carro encadenaban.
Olvidad un amor odioso a Grecia.
PIRRO
¿Y cuál de la princesa malhadada
será la suerte? El vulgo amotinado,
furioso quiere a Aquiles inmolarla. 280
¿Quién podrá contener su enojo ciego,
si la abandono yo?
ELPENOR
Señor, la insana
cólera de la plebe, cual al viento
el humo se disipa, el tiempo calma.
El troyano Panteo de Polixena 285
podrá enjugar las lágrimas amargas,
a ella unido en los lazos de Himeneo.
PIRRO
¡Polixena otro esposo!... La inhumana
Megera vibre contra mí sus sierpes
antes que yo tal sufra... Oye, ¿esa esclava 290
osa amar algún otro? Por los manes
de mi padre, Elpenor, te ruego nada
me ocultes. ¡Ah! si un pérfido cautivo
es mi rival, de Pirro la venganza
asombrará la Grecia.
ELPENOR
Vuestros celos
295
calmad, señor; en lágrimas bañada
la triste Polixena noche y día
lamenta de contino sus desgracias,
y del amor ignora los deleites.
PIRRO
¡Ay! del fuego violento que me abrasa 300
ten piedad, Elpenor. Toca mi pecho:
¿ves cuál arde encendido en voraz llama?
¿Qué importa que otro amante Polixena
no escuche, si mis ruegos no la ablandan?
Tiempo es de terminar ya mis tormentos. 305
Corre, Elpenor amigo, a Hécuba llama;
yo aquí la aguardaré.
ELPENOR
Ya os obedezco,
Señor, alivie el cielo vuestras ansias.

 (Vase.)141 



Escena IV

 

PIRRO solo.

 
Sombra del grande Aquiles, si en los campos
donde los manes de los héroes vagan 310
de los mortales míseros las penas
te mueven, de mi llanto te apïada.
No es mi culpa, si al yugo el cuello uncido,
en amor abrasado de la hermana
de tu aleve homicida, ultrajo insano 315
¡oh padre! tu memoria venerada.
Una estrella enemiga de su gloria
al triste Pirro en su despecho arrastra.
Ni el miedo de su afrenta le detiene,
ni sus victorias que la Grecia canta, 320
ni de la patria el interés sagrado;
todo el amor lo vence de una esclava.
¡Así la altiva Troya, que diez años
de toda Grecia resistió a las armas,
que burló tanto tiempo de los dioses 325
la cólera por Paris excitada,
renacerá otra vez de sus cenizas,
y yo, que derribé las torres altas
de Pérgamo, alzaré contra la Grecia
de la reina de Frigia las murallas!... 330
Mas Hécuba se acerca. Dioses patrios,
dioses que castigasteis la dardania
perfidia, perdonad, si por mi mano
los muros de Ilión Venus levanta.


Escena V

 

HÉCUBA, PIRRO.

 
HÉCUBA
¿Vos me llamáis, señor? ¿Qué otros quebrantos 335
aguardan a esta anciana desdichada?
¿Los griegos han resuelto de Astianacte
la muerte? ¿Las deidades no se cansan
de perseguir a una infeliz cautiva?
PIRRO
Reina de los troyanos malhadada, 340
calmad vuestro dolor; un sol más puro
luce de hoy más a vuestra triste patria.
HÉCUBA
¡Mi patria! ¿Existe acaso? De los dioses
la morada escogida, el sacro alcázar,
es un montón de polvo y de cenizas. 345
Del infelice Príamo las heladas
reliquias son el pasto de las fieras.
Al viento han esparcido las profanas
manos del vencedor los fríos despojos
de los reyes que Troya veneraba. 350
PIRRO
Hécuba, los humanos son juguete
de la fatalidad; la suerte varia
eleva y precipita ciegamente
al labrador humilde, y al monarca;
Príamo en su juventud gimió cautivo; 355
Hércules derribó ya las murallas
de Pérgamo otra vez, y más altiva
Troya se levantó. De Héctor la clara
sangre puede asustar aún a Micenas.
Yo142, señora, me encargo de la infancia 360
del pequeño Astianacte; en su defensa
yo arrostraré de Agamenón las armas,
hasta tornarle el cetro de la Frigia.
HÉCUBA
¿Qué oigo? ¿El hijo de Aquiles la prosapia
de Héctor defenderá? ¿Quién tal prodigio 365
obró?
PIRRO
Mi ciego amor; la beldad rara
de Polixena; Venus que mi pecho
en fuego inextinguible cruda abrasa.
De vos pende mi vida, vos de Troya
podéis alzar los muros; esta espada, 370
a Frigia tan fatal, contra la Grecia
señalará sus filos; las ancianas
madres, los niños tiernos, las doncellas,
ora en penoso cautiverio esclavas,
otra vez tornarán a Troya libres. 375
HÉCUBA
Hécuba de tan vanas esperanzas
está desengañada. Para siempre
de Dárdano ¡ay! cayó la ciudad alta.
El día que trujo con funesto auspicio
de Menelao la esposa a nuestras playas, 380
entonces ¡ay! juraron la rüina
de Troya las deidades enojadas.
De Príamo la familia floreciente,
tantos hijos, de Frigia la esperanza,
todos han perecido en los combates; 385
ni a Héctor su valentía, ni su edad flaca
valió a Troilo, ni el templo de Minerva
pudo salvar a la infeliz Casandra.
PIRRO
Señora, a reparar tan graves daños
estad segura que mi brazo basta. 390
Pirro esposo feliz de Polixena
¿qué no podrá intentar? Por las sagradas
deidades, por los manes de mi padre,
juro143 de proteger contra las armas
de Grecia a Polixena, y a Astianacte. 395
Del vulgo el furor ciego ante las aras
quiere inmolar en vano a vuestra hija.
Yo la defiendo.
HÉCUBA
¡Oh madre desdichada!
¿Qué oigo? ¿De Polixena el sacrificio
pide el pueblo? ¡Deidades sacrosantas! 400
Señor, postrada a vuestros pies imploro
vuestra piedad con lágrimas amargas.
Humillada a los pies del homicida
de su esposo, la reina desgraciada
de los troyanos con copioso llanto 405
desconsolada inunda vuestras plantas.
Defended la inocente Polixena;
yo os la doy por esposa.
PIRRO
Venus alma,
oye mi juramento: Si abandona
a Polixena Pirro, que las aras 410
nupciales sean su tumba; que de Aquiles
la sombra en torno de él yerre indignada;
que a filos de una espada parricida
en edad juvenil exhale el alma.
HÉCUBA
Señor, a juramentos tan solemnes 415
una madre se fia. Júpiter haga
que este día sereno luzca a Troya,
y faustos los nupciales fuegos ardan.


 
 
FIN DEL PRIMER ACTO
 
 



Acto II


Escena I

 

HÉCUBA, ULISES.

 
ULISES
Señora, perdonad, si atropellando
el respeto debido a la desdicha,
Ulises hoy penetra en vuestra estancia;
bien sé cuánto es odiosa mi visita.
El necio vulgo, que con nombres falsos 5
las virtudes de vicios califica,
imputa a mi prudencia cautelosa,
que nombra malas artes y perfidia,
de Troya la catástrofe sangrienta.
¡Ay! ¿por qué la discordia sopló impía 10
en ambos campos su furor insano?
En balde ofrecí yo de paz la oliva
a Troya, que de Paris la arrogancia
prefirió de su patria la rüina,
que compró Agamenón a tanta costa. 15
HÉCUBA
¿Por qué, señor, de esta infeliz cautiva
renováis el dolor? ¿Pensáis acaso
que del curso fatal de mi desdicha
he olvidado la historia lamentable,
para que con crueldad tan exquisita 20
contempléis de esta anciana malhadada
las llagas mal cerradas todavía?
ULISES
Los cielos son testigos que de Ulises
no fue jamás crueza tan indigna.
El interés sagrado de mi patria, 25
y los riesgos que corren las reliquias
de la sangre de Príamo deplorable,
a vos me traen, señora.
HÉCUBA
¡Oh Dios! ¿Mi hija,
Astianacte, peligran? ¿Cuáles riesgos
hoy amenazan su inocente vida? 30
ULISES
De las nupcias de Pirro y Polixena
el rumor esparcido al pueblo excita
contra vuestra familia; en todas partes
el vulgo exhala sus rabiosas iras
en sediciosos gritos, y, cercado 35
el pabellón real de los Atridas,
quiere forzar la estancia de Astianacte,
y dar su tierno cuello a la cuchilla.
HÉCUBA
¿Y el rey de reyes triunfador de Troya
obedece al impulso de una impía 40
muchedumbre sin freno?
ULISES
No señora,
la furia sediciosa contenida
fue por su autoridad, y por mis ruegos;
yo juré que jamás se cumpliría
tan fatal himeneo, y aplacado 45
cedió el motín. De vos pende la vida
de Astianacte, de hoy más. Si airado el pueblo
vuestro nieto a su enojo sacrifica,
culpa será de las funestas bodas
que con Pirro celebra vuestra hija. 50
HÉCUBA
¡Así contra la infancia sin defensa
se señala de Grecia la enemiga;
contra un cautivo mísero en la cuna
mueve sus armas la falange argiva,
y de bárbaras trata las naciones 55
extranjeras! Al Geta, al crudo Scita,
amansan la hermosura y la inocencia;
de este pueblo feroz la furia impía,
la beldad, la niñez, tornan más brava.
ULISES
La Grecia tiembla que de sus cenizas 60
se levante Ilión, que el Escamandro
segunda vez sus ondas vea teñidas
en sangre de sus héroes, si Himeneo
une en vínculos firmes la divina
descendencia de Dárdano y de Tetis; 65
este miedo su ciega rabia excita;
fácil será aplacarla.
HÉCUBA
Ínclita Troya,
morada de los dioses, de la Frigia
reina, terror de Grecia, eterna gloria
del Asia, ¿quién podrá de entre rüinas 70
resucitar tú nombre? Tus valientes
héroes la tierra cubre, o la enemiga
llama los consumió; sirven en duro
cautiverio tus vírgenes; tus mismas
divinidades ¡ay! te abandonaron... 75
Si del pueblo la saña vengativa
excitan estas bodas, que su rabia
se calme; en inmortal lloro sumida
la triste Polixena, bien hallada
con su amargo dolor, a las caricias 80
de Pirro se rehúsa, y de Himeneo
obstinada los vínculos evita.
A los suspiros de su amante sorda,
y hasta a los ruegos de su madre misma,
quiere vivir en soledad eterna. 85
ULISES
Agamenón perdone; la enemiga
de Ulises feneció cuando la llama
en pavesas redujo las altivas
murallas de Ilión... Grandes peligros
a Astianacte amenazan; los Atridas 90
han resuelto su muerte, si hoy la mano
no da a otro esposo Polixena, y priva
a Pirro de esperanza para siempre.
El interés que vuestra suerte inspira
me arranca este secreto.
HÉCUBA
¡Así el destino
95
implacable persigue las reliquias
deplorables de Troya!... Hécuba triste,
señor, a vuestras plantas se arrodilla,
e implora la piedad de su enemigo.
Ulises, esta mano, que teñida 100
tantas veces fue en sangre de los míos,
postrada beso. Mis caducos días
os muevan a piedad; de un tierno infante
salvad, Ulises, la inocente vida.
¡Ay! vos también sois padre, vuestro pecho 105
también al nombre filïal palpita.
Conservad a Astianacte; así Minerva
os torne a vuestra esposa fiel propicia;
así Laertes, vuestro anciano padre,
dilatada vejez contento viva. 110
ULISES
Hécuba, vos sabéis que vuestro nieto
cupo en suerte cautivo a los Atridas;
ellos solos son dueños absolutos.
HÉCUBA
Señor, vuestra elocuencia persuasiva
arrastra al rey de reyes a su impulso; 115
tantas veces funesta a mi familia,
usadla en mi favor una vez sola.
ULISES
¿A quién no apiadarán vuestras desdichas?
Señora, sosegad; de vuestro nieto
Ulises guarda la inocente vida, 120
si vos frustráis de Pirro la esperanza,
uniendo a otro himeneo vuestra hija,
y los temores disipáis de Grecia.
HÉCUBA
Polixena infeliz yace sumida
en llanto doloroso; hórrido luto 125
viste la malhadada, desde el día
que a dar la mano a Aquiles a las aras
fue con tristes auspicios conducida;
¿y queréis que los trajes funerales
tan de repente trueque en las festivas 130
pompas del himeneo? ¿Que en servidumbre
de los dioses la sangre esclarecida
nazca?
ULISES
Si no me engaña mi prudencia,
una insana pasión el pecho agita
de vuestra malhadada Polixena. 135
¿No veis cuál huye las demás cautivas?
¿Cuál en las selvas vaga, y cuál al cielo
en ayes profundísimos suspira?
Vos podéis penetrar este misterio;
a una madre tan tierna, ¿qué podría 140
esconder Polixena? Así de Pirro
se entibiará el amor, desvanecidas
sus esperanzas, cuando en otros fuegos
vea la princesa arder.
HÉCUBA
De sus desdichas,
y no de amor, proceden sus suspiros... 145
Mas aquí la infelice se encamina;
yo voy a consolarla. De Astianacte,
señor, proteged vos la tierna vida.
ULISES

  (Yéndose.) 

¡Madre desventurada!... Mas de Grecia
el interés sagrado tu familia 150
ha proscrito, y tan triste ministerio
de Agamenón el orden me destina.


Escena II

 

POLIXENA, TERPANDRA, HÉCUBA.

 
POLIXENA
¡Oh cuánto abruma144 al triste la existencia!
¡Oh cuán pesados grillos a la vida
me encadenan! Terpandra, el real arreo 155
ajeno es de una mísera cautiva.
¿Por qué mis sienes ciñe esta guirnalda,
cual víctima a las aras conducida?

  (Viendo a su madre.)  

Amada madre, sólo en vuestros brazos
halla consuelo vuestra infeliz hija. 160
HÉCUBA
Ven, descansa en mi seno, único apoyo
de mi cansada edad; sola reliquia
de tantos hijos míos, como yacen
sin vida en las campañas de la Frigia.
Por ti sola de madre el dulce nombre 165
escuchan mis oídos con delicia.
¿Mas qué mortal tristeza te consume?
¿Por qué tus compañeras siempre evitas,
y en las selvas te internas silenciosa?
POLIXENA
De los humanos huyo así la vista 170
a mis ojos odiosa, sin testigos
mis lágrimas inundan mis mejillas;
Eco sola repite mis tormentos.
HÉCUBA
¿Mas por qué de tu madre las caricias
huyes? ¿Por qué insensible a los halagos 175
de Pirro?...
POLIXENA
Su pasión insana irrita
mi enojo. ¿Qué? ¿Aspirar osa a mi mano
de mi familia el bárbaro homicida?
Yo vi al triste Polites huir en balde
de su furor y antes las aras mismas 180
Pirro en su corazón clavar tres veces
el puñal; yo le vi con befa impía
insultar los Penates impotentes,
que tan mal protegieron mi familia.
El dardo que lanzó con mano flaca 185
mi débil padre, yo le vi con risa
mofar; yo vi las canas venerables
teñir en roja sangre su cuchilla.
¡Oh! mas antes la triste Polixena
pasto sea de las fieras de la Libia, 190
que a tan fatal coyunda dé su cuello.
HÉCUBA
¡Oh de tantos monarcas hija digna!
Los hados no permiten que tan noble
indignación escuches; hoy cautiva
eres de Pirro; él solo tus cadenas 195
puede romper.
POLIXENA
Señora, mi desdicha
ningún alivio admite; amarga pena
lentamente consume de mis días
el deplorable curso, y mi sepulcro
labra en la primavera de mi vida. 200
HÉCUBA
Hija, ¿por qué tu madre tus quebrantos
ignora? ¡Tú de mí te desconfías!
¡Tú me escondes tus penas! ¡Mi terneza
¡Oh, cuán mal es por ti correspondida!
POLIXENA
Mi mal es sin remedio.
HÉCUBA
Polixena,
205
en vano me lo ocultas; llama activa
de ardiente amor te abraza.
POLIXENA
¡Santos dioses!
Señora, a vuestros pies una hija impía
vuestra piedad implora; el amor crudo
reina en mi corazón; ni las cenizas 210
de mi infelice patria, ni mis lloros,
ni de mi cautiverio la ignominia,
nada extingue el incendio que me abrasa.
HÉCUBA
¿Qué, tú, Venus, que siempre tan propicia
a los troyanos fuiste, ora contraria 215
de tu Paris persigues la familia?
Hija desventurada, ¿quién tus fuegos
enciende?
POLIXENA
Dulce madre, de una indigna
pasión no penetréis ¡ay! el misterio.
El rubor que colora mis mejillas 220
la confusión os dice de la hermana
de Héctor.
HÉCUBA
Ven a mis brazos, hija mía,
¿quién mejor que tu madre, de tu llanto
puede agotar la vena? Tú, divina
protectora de Troya, Venus alma, 225
de esta infeliz calma el dolor benigna.
POLIXENA
Madre, adiós, permitidme que en mi estancia
un momento dé curso a mis desdichas.


Escena III

 

HÉCUBA, TERPANDRA.

 
HÉCUBA
Corre, Terpandra, a dar aviso a Pirro
que Hécuba quiere hablarle... De este día, 230
con tan fatal auspicio amanecido,
los dioses tutelares de la Frigia
desmientan favorables los presagios.


Escena IV

 

HÉCUBA sola.

 
HÉCUBA
¿A qué nuevos quebrantos la afligida
Hécuba se reserva? ¿De los dioses 235
la venganza implacable me destina
a lloros más acerbos? ¿De amargura
no está apurado el cáliz todavía?
Ayer reina del Asia, hoy en cadenas;
ayer de tantos hijos de la Frigia 240
esperanza y honor, madre dichosa,
que a filos yacen hoy de la cuchilla
enemiga, cual hoz tajante siega
la flor lozana con la seca espiga.
¿Qué valió a Paris su certera flecha; 245
su fuerza, de los griegos tan temida,
a Héctor, en cuyos hombros descansaban
los destinos de Troya; su osadía
guerrera a Troilo, en años no maduros;
a Casandra infeliz nunca creída 250
la inspiración fatídica de Apolo?
Polixena, Astianacte, de los días
caducos de esta anciana único apoyo;
las deidades a Príamo propicias
os preserven piadosas de tan grandes 255
peligros como corre vuestra vida.
Mas Pirro y Elpenor aquí se acercan.


Escena V

 

PIRRO, ELPENOR, HÉCUBA.

 
PIRRO
¿Qué me ordenáis, señora? ¿De mi dicha
ne dais el fausto anuncio? ¿Vuestros ruegos
ablandaron al fin de vuestra esquiva 260
Polixena el rigor? Hablad, señora;
¿mas el rostro volvéis? ¿Vuestras mejillas
copioso llanto inunda? ¿Qué presagios
funestos ¡ay! vuestro dolor indica?
¿Quién se opone a mi amor?
HÉCUBA
La Grecia entera
265
contra vos indignada; los Atridas;
los dioses; de Astianacte los peligros.
PIRRO
Pirro no tiembla de arrostrar las iras
impotentes de Grecia; ¿soy yo acaso
siervo de Agamenón? ¿Yo, de la altiva 270
Epiro rey, del fuerte Aquiles hijo,
adoraré sus leyes con rendida
sumisión? ¿Cuando, padre sin entrañas,
a Ifigenia inmoló su mano impía,
Pirro impidió su bárbara crueza? 275
HÉCUBA
Astianacte perder debe la vida,
si se cumple himeneo tan funesto.
Este designio bárbaro me intima
en este instante el hijo de Laertes;
vos sabéis que, en poder de los Atridas, 280
nada puede oponerse a sus furores.
PIRRO
Júpiter, vengador de la perfidia,
oye mis juramentos; hoy de Atreo
perecerá la descendencia impía;
hoy arderá cual Troya el campo griego. 285
¡A mi padre arrancó ya su injusticia
la cautiva Briseida, a mi himeneo
ora se opone!
HÉCUBA
Pirro, vuestras iras
calmad, ¡oh Dios! Vuestro furor insano
de Astianacte la muerte precipita. 290
Pensad que en su poder vive cautivo,
que al rumor más ligero la cuchilla,
pendiente ora de un hilo, su cabeza
dividirá. ¿Qué puede a los Atridas
contener? ¿No atropellan los derechos 295
que veneran los pueblos de la Libia?
PIRRO
¿Pensáis que resistir puede a mi acero
ni Agamenón, ni la falange argiva?
Cual con brazo pujante en otro tiempo,
las torres derribé, que defendían 300
el alcázar de Pérgamo, con muerte
de mil héroes valientes de la Frigia,
tal hoy los escuadrones de Micenas
huirán despavoridos a mi vista.
HÉCUBA
¡Mísero infante! ¡Anciana malhadada! 305
¿Dó os arrastra, señor, la vengativa
saña? ¿No veis que ese imprudente arrojo
de los Atridas el furor irrita
contra el tierno Astianacte?... Por los manes
de vuestro padre Aquiles, por la vida 310
de Deidamia, olvidad de Polixena
el amor; ¿una mísera cautiva
puede ser vuestra esposa sin desdoro?
PIRRO
Antes de Apolo el resplandor se extinga,
y el Simoente torne atrás sus ondas, 315
que yo deje de amar a la divina
Polixena. Mi gloria, mi ventura,
de ella sola dependen; Pirro olvida
por ella la palestra pavorosa,
el sudor de la lucha le fatiga, 320
y el marcial ejercicio le es gravoso;
sus amigos más fieles le fastidian.
Sólo mi amor me ocupa; ¡de Cibeles
el sacro bosque Ideo mis encendidas
lágrimas cuántas veces ¡ay! regaron! 325
HÉCUBA
Toda la Grecia, Polixena misma,
repugna a un himeneo tan funesto.
PIRRO
¿Polixena también?
HÉCUBA
Señor, herida
de otra flecha...
PIRRO
¡Un rival me es preferido!
¿Quién osa disputar de su cautiva 330
el corazón a Pirro? Más valiera
que consumido en las cenizas frías
de Ilión, o en el Janto sumergido
vagara de Aqueronte a las orillas,
sin sepultura, sin consuelo, errante, 335
que ofrecerse a mis iras vengativas.
¿Quién es ese rival? Decidlo, esclava.
HÉCUBA
¡Madre desconsolada! ¡Infeliz hija!
¡Qué imprudencia es la mía! Del falso Ulises
la astucia reconozco y la perfidia... 340
Señor, a vuestros pies...
PIRRO
Sombra del grande
Aquiles, que irritaba en las estigias
mansiones mi amor ciego, hoy aplacada
en la tumba serás con sangre frigia.
Hecatombe de víctimas troyanas 345
tu hijo te inmolará; tu esposa impía,
que te arrastró a las aras de Himeneo
para darte la muerte, con su indigna
sangre hoy saciará ¡oh padre! tu venganza.
Este día, fatal a las reliquias 350
de Laomedonte pérfido, de Troya
borrará la memoria aborrecida.
Idos de mi presencia.
HÉCUBA
¡Dioses santos,
qué tigre de la Hircania en mi rüina
he irritado, y en daño de los míos! 355


Escena VI

 

PIRRO, ELPENOR.

 
PIRRO
La Grecia asombrará la vengativa
saña de Pirro... Amigo, ¿ves de Aquiles
la sombra desangrada? En torno gira
de mí; ¿no ves cuál triste, macilenta,
de su pecho me muestra las heridas? 360
ELPENOR
No os engañe, señor, la ilusión vana
de vuestra pasión ciega falaz hija.
Las sombras de los muertos no abandonan
jamás del Flegetonte las orillas
por turbar el descanso de los vivos. 365
PIRRO
¡Este es el galardón que a mis rendidas
ansias ¡ay! reservaba Polixena!
¡Qué! ¿A los pies de una mísera cautiva
lloró el hijo de Aquiles humillado,
y de un rival dichoso preferida 370
verá la llama a sus suspiros tiernos?
ELPENOR
El crudo amor que vuestro pecho agita
con falsos miedos os deslumbra acaso.
¿Quién sabe si de Ulises seducida
Hécuba habrá fingido que otros fuegos 375
inflaman en amor su infeliz hija,
por evitar las bodas que la asustan,
y de Astianacte conservar la vida?
¿No escuchasteis, señor, cuál acusaba
del hijo de Laertes la perfidia, 380
cuando vuestro furor amenazaba
de las reliquias frigias la rüina?
PIRRO
Dulce amigo, tú solo a un malhadado
tornas a renacer a nueva vida.
Ve, corre a la infeliz Hécuba, aplaca 385
su dolor, la violencia de mis iras
en mi nombre la excusa; Neoptolemo
toda su suerte a tu amistad la fía;
¿sabes si el corazón de Polixena
en otros fuegos arde, o si fingida, 390
por consejo de Ulises, es su llama?
ELPENOR
Señor, más bien de Polixena misma
sabréis lo cierto; vedla, que de cuanto
Hécuba os dijo luego sea instruida;
haced que ante las aras de Himeneo 395
os dé la fe de esposa en este día,
o descubra su pecho, si inflamado
por otro amante más feliz suspira.
PIRRO
A tus sabios consejos obedezco.
Madre del crudo amor, Venus impía, 400
basten a tu venganza los tormentos
que Pirro sufrió ya, de tu enemiga
cese al fin el furor; así mi incienso
arderá en tus altares noche y día.


 
 
FIN DEL ACTO SEGUNDO
 
 



Acto III

 

Es de noche. La escena representa el túmulo de Aquiles ornado de cipreses, y el fuego sagrado que arde a sus manes.

 

Escena I

 

ULISES, CALCAS.

 
ULISES
El fuego de los griegos en pavesas
redujo la enemiga Troya en vano,
mientras respire, Calcas, el linaje
de Héctor. Sacrifiquemos al sagrado
interés general otros respetos; 5
perezca Polixena, no temamos
la nota de crüel, si con su muerte
tantas vidas se compran... Ya diez años
corrió la sangre pura de la Grecia,
y bañaron las aguas de Escamandro 10
los huesos de sus héroes insepultos.
CALCAS
Mas ¿cómo piensas del amor insano
triunfar de Neoptolemo? ¿No conoces
de su ciego furor arrebatado
el ímpetu fogoso? De los dioses 15
yo invocaré la voluntad en vano;
él burlará las órdenes del cielo,
mis voces y los dioses despreciando.
ULISES
Mal de su juventud tumultuosa
juzgas; de sus pasiones dominado, 20
de la impiedad insano, pasar debe
a la superstición sin intervalo.
La fortuna nos sirve. Polixena
no cura sus furores ni sus llantos;
Hécuba por mis artes seducida 25
repugna a este himeneo; Pirro irritado
a su rabia sin freno se abandona.
Tan preciosos momentos no perdamos.
Muera con Polixena la esperanza
de los cautivos míseros troyanos... 30
Mas aquí la infelice se encamina;
oigamos. Calcas, ¿qué suceso extraño
al túmulo de Aquiles la conduce?
A estos tristes cipreces retirados
podremos escucharla sin ser vistos. 35


Escena II

 

ULISES y CALCAS en el fondo del teatro. POLIXENA, TERPANDRA.

 
TERPANDRA
¿Dó dirigís, señora, vuestros pasos?
La noche en la mitad de su carrera
guía silenciosa su estrellado carro;
su blando soplo espira a los mortales
el apacible sueño; todo el campo 40
olvida las fatigas de Belona,
en plácido reposo descansando:
¡Y vos veláis inquieta, sin sosiego!
POLIXENA
De las negras regiones del espanto
los habitantes pálidos las frías 45
moradas abandonan, y de helado
pavor cercan mi pecho.
TERPANDRA
No, señora,
a las sombras que abulta un sueño vano
deis crédito; calmad vuestros temores.
POLIXENA
¡Ah! no fue sueño, mas fatal presagio 50
de mi suerte la imagen que me asusta.
Apenas Neoptolemo despechado
me abandonó, de sus rabiosos celos
agitado, terrible, amenazando
mi muerte, por mi sangre un hielo frío 55
discurrió; mis sentidos un desmayo
embargó. Yo vi entonces de Himeneo
(¿Fue sueño, o realidad?) el fuego sacro
arder en los altares; yo vi a Pirro
arrastrarme por fuerza, y de su mano 60
triste presente hacerme en mi despecho;
mas cuando yo pensé verme en sus brazos,
me encuentro en los de Aquiles; en suspiros
encendidos mi tierno amor exhalo;
mi esposo ¡ay! no responde a mis caricias; 65
mas silencioso, asiéndome la mano,
por ásperos senderos tortuosos
me conduce a un escuro bosque vasto,
y desparece luego de mi vista.
En vano yo, anegada en triste llanto, 70
Aquiles a los vientos repetía;
nada, Terpandra, de este inmenso campo
interrumpe el silencio pavoroso;
los vientos son sin voz: malignos rayos
de Diana entre nubes le iluminan: 75
«Aquí (dijo una voz llena de espanto)
será, infeliz, por siempre tu morada»145.
TERPANDRA
Perded, señora, de temor tan vano
la funesta memoria.
POLIXENA
De mi esposo
quiero aplacar la sombra con mi llanto. 80
Aquiles, si las ondas del Leteo
no borran en los míseros humanos
el sentimiento, si en la noche eterna
de los vivos el ruego es escuchado,
oye mi voz, esposo, no de Paris 85
me imputes la perfidia; el cielo santo
conoce mi inocencia.
TERPANDRA
Polixena,
ved que agitada de terrores vanos
olvidáis que de Pirro los furores
vuestra vida amenazan. Despechado, 90
cual leona que pierde sus cachorros,
de vuestra vista así salió bramando.
¿Por qué le confesasteis, imprudente,
vuestro amor? ¿De este joven temerario
no tembláis de excitar la ira celosa? 95
POLIXENA
¿Qué pude hacer ¡ay triste! si, embriagado
en amor, me arrastraba a los altares
en mi despecho? ¿Si el incienso sacro
ya humeaba en las aras de Himeneo?
¿Debí, perjura, a Pirro dar la mano, 100
olvidando de Aquiles la memoria?
TERPANDRA
Mas ¿por qué no calmasteis su irritado
furor celoso, haciendo que en su padre
su rival viese?
POLIXENA
De un amor insano
víctima desgraciada, mi ignominia, 105
mis vergonzosos fuegos sepultados
en mi pecho serán eternamente.
El crüel homicida de mi hermano
adoro sin pudor, el que en la sangre
troyana tantas veces tiñó el Janto; 110
¿y quieres que el amor que me consume
publique en altas voces, olvidando
cuanto debo a mi gloria, y a mi patria?
¿Que de mi madre los caducos años
indignados desciendan a la tumba? 115
¿Pero no es Pirro aquél? ¡Ay Dios! huyamos,
Terpandra, sus furores.
TERPANDRA
Los funestos
presagios, santos dioses, haced vanos.


Escena III

 

PIRRO, POLIXENA, TERPANDRA, ELPENOR.

 
PIRRO
¡Oh sombra de mi padre generosa!
Hoy serás aplacada; los esclavos 120
de Frigia teñirán en su vil sangre
tu sepulcro... ¿Qué miro? ¡Cielos santos,
esta impiedad sufrís! ¡Qué, de mi padre
una esclava profana así el sagrado
túmulo, y turba sus cenizas frías! 125
¿Quién aquí ha conducido vuestros pasos?
POLIXENA
Señor, de la infelice Polixena
mueva vuestra piedad el triste llanto.
Los dioses son testigos que de Aquiles
los manes son por mí tan venerados, 130
cual por vos mismo, Pirro, pueden serlo.
PIRRO
¡A Aquiles veneráis! ¿De vuestros falsos
cariños engañado, no fue muerto,
cuando os daba de esposo fiel la mano,
por la flecha de Paris alevoso? 135
De otro amante prendada, con engaños
vos tendisteis las redes, do cautivo
pereció el triste en lazos apretados.
POLIXENA
¡Yo culpada de Aquiles en la muerte,
señor!
PIRRO
Vuestro rubor, vuestro embarazo,
140
dicen vuestro delito; ¿a este sepulcro,
en medio de la noche, quién os trajo?
Responded.
POLIXENA
¡Ay de mí! Madre, Terpandra,
libradme de su enojo. Dioses patrios,
mi vida defended, y mi inocencia. 145
PIRRO
¿Cómo así enmudecéis?
POLIXENA
¡Ay! los presagios
de mi sueño se cumplen; de mi muerte
en vuestra frente irrevocable el fallo
escrito está. Terpandra, tal su imagen
esta noche ha turbado mi descanso. 150
¿Ves cuál lanzan sus ojos vivo fuego?
¿Dónde me ocultaré? ¿Quién de su airado
enojo me liberta? Héctor valiente,
perdona a Polixena tus agravios,
y defiende su vida.
TERPANDRA
A la infelice
155
Hécuba corro a hablar; ella el insano
furor podrá aplacar de Neoptolemo;
venid, señora, de este sitio huyamos.
PIRRO
¿Adónde evitarás el justo enojo
de Pirro, que en tu daño has indignado? 160


Escena IV

 

ULISES, CALCAS, PIRRO, ELPENOR.

 
CALCAS
La sombra no aplacada de tu padre,
Pirro, de las regiones del espanto
abandonando la morada horrible,
me envía a ti. Sus manes no vengados
la sangre de las víctimas desechan, 165
ni del incienso el humo les es grato.
Polixena a los dioses infernales
debe ser inmolada; así en los campos
Estigios cesará el furor de Aquiles.
PIRRO
Adivino impostor, ¿quién te ha enseñado 170
del Tártaro y de Olimpo los secretos?
¿Se cura el reino del olvido acaso
del mundo de los vivos? ¿A la muerte
sobrevive en los míseros humanos
la sed siempre implacable de venganza? 175
CALCAS
¿Adónde de tu amor arrebatado
te arrastra el desenfreno? ¡De tu padre
las cenizas insultas!
PIRRO
De mi insano
furor ten compasión, Calcas; Aquiles
ardió en los mismos fuegos inflamado. 180
Jamás en este sacrificio impío
Pirro consentirá; vibre en su daño
ora Alecto sus sierpes venenosas,
ora de Jove el encendido rayo
truene con ronco estrépito tremendo. 185
ULISES
Calcas, ya de los míseros troyanos
corrió bastante sangre; ya de Paris
con la muerte, vengó el valiente brazo
de Pirro el himeneo de su padre;
que Polixena viva; que, a su amado 190
unida en lazo estrecho, las desdichas
olvide de su patria, y sus quebrantos.
PIRRO
¡Unida con su amado Polixena!
¿Quién es, Ulises, el infame esclavo
que osó aspirar así de mi cautiva 195
a obtener, en despecho mío, la mano?
ULISES
Pirro, de Polixena los amores
a nadie son ocultos; todo el campo
sabe tu pasión ciega, y sus desdenes;
de tu rival la dicha, y tus insanos 200
furores.
PIRRO
¡Así Pirro de una esclava
juguete vil, verá su amor burlado
de toda Grecia, y con vergüenza suya
triunfará de sus ansias un troyano!
Venga, Pirro infeliz, venga a tu padre. 205
¡Una sierva te ultraja, malhadado;
de Aquiles turba las cenizas yertas,
y tú te exhalas en suspiros vanos;
ni a Aquiles vengas, si tu afrenta curas!
Ve, Calcas, de mi padre los sagrados 210
preceptos cumple, Polixena muera;
yo mismo inmolaré de mil esclavos
frigios grata hecatombe a sus cenizas;
perezca de los pérfidos troyanos
entre los hombres la memoria impía. 215
CALCAS
Ven, Ulises, a Pirro obedezcamos.


Escena V

 

PIRRO, ELPENOR.

 
PIRRO
Muere, infeliz, de tu perfidia aleve,
de tu llama recibe el digno pago.
Y tú, sombra de Aquiles generosa,
si tan costoso sacrificio es grato 220
a tus manes, arranca de mi pecho
el dardo del amor envenenado...
¿Quién es, dime Elpenor, el vil cautivo
que osó aspirar sacrílego a su mano?
Por no ver mi venganza, en su carrera 225
tornará atrás Apolo sus caballos.
ELPENOR
Señor, de un velo espeso este misterio
la princesa cubrió, con obstinado
silencio; de Terpandra solamente
la infelice fiaba sus quebrantos. 230
Deshecha en llanto, en soledad profunda,
la presencia de griegos y troyanos
igualmente importuna era a sus ojos.
Mas de Hécuba los pasos fatigados
apoyando Terpandra, aquí se acerca. 235
Ella os informará, señor, de cuanto
de su pecho fiaba su señora.


Escena VI

 

HÉCUBA, TERPANDRA, PIRRO, ELPENOR.

 
HÉCUBA
Pirro, ¿vos de las furias agitado
la muerte amenazáis de Polixena?
Ved adónde os arrastra vuestro insano 240
furor; de vuestro padre la memoria
es el rival de la princesa amado.
PIRRO
¡Dioses, qué escucho!
HÉCUBA
De la fiel Terpandra
os podéis informar; ella los llantos
de mi hija triste cariñosa enjuga; 245
sus pechos su niñez alimentaron,
y en la próspera suerte y en la adversa
su maternal afecto de su lado
no se aparta jamás; de Polixena
la confianza paga amor tan raro; 250
ella os dirá, señor, la misteriosa
causa de sus desdenes obstinados.
PIRRO
¡Oh Venus implacable! Un sudor frío
discurre por mis venas; ¿Pirro insano,
Pirro qué hiciste? ¡Ay Dios! la fiel esposa 255
de Aquiles a su sombra has inmolado.
HÉCUBA
¡Madre desventurada! ¡Día funesto!
¿A qué nuevos tormentos, dioses santos,
reserváis esta madre desdichada?
¿Adónde mi hija está?
PIRRO
Corre; el infausto
260
sacrificio, Elpenor, a impedir vuela.


Escena VII

 

HÉCUBA, TERPANDRA, PIRRO.

 
HÉCUBA
¿Qué sacrificio es éste? ¿Qué presagios
vuestra inquietud me anuncia? ¿Polixena
qué se hizo? Vuestro rostro demudado,
vuestra siniestra amarillez indican 265
a esta infeliz anciana graves daños.
PIRRO
¡Pérfidas artes del astuto Ulises!
¡Impostura de Calcas! ¿Para cuándo
sus iras guarda Jove, si no vibra
contra vosotros su encendido rayo? 270
¿O la casualidad ciega fulmina
esos fuegos que temen los humanos?
HÉCUBA
¿Quién vuestro enojo excita? ¿Dónde, Pirro,
está ¡ay Dios! Polixena? A vuestro lado
Terpandra la dejó, cuando a decirme 275
vino vuestro furor.
PIRRO
¡Oh, dioses, cuánto
tarda Elpenor! ¿Si la cuchilla impía
se habrá en su tierno cuello ensangrentado?
HÉCUBA
¿Qué escucho? ¡Polixena ha perecido
víctima de tus celos! Dioses sacros, 280
que el perjurio vengáis y la crueza,
oíd de una madre los acerbos llantos.
Hija, de mi vejez único apoyo,
¿quién te arrancó de mis amantes brazos?
¡Ay! tórname mi hija.
PIRRO
¡Oh día funesto!
285
¡Oh infeliz madre! ¡Oh Pirro malhadado!


Escena VIII

 

PIRRO, ELPENOR, HÉCUBA, TERPANDRA.

 
PIRRO
¿Qué es de la desgraciada Polixena?
ELPENOR
Mis suspiros, señor, mi lloro amargo,
ya os han dicho cuál fue su triste suerte.
Los griegos en el templo convocados, 290
compasivos la vieron a las aras,
coronada de flores, ir temblando.
Su beldad peregrina, sus desdichas,
la pasada fortuna, de sus años
la juventud florida, cual la rosa 295
que en capullo deshoja el soplo airado
del vendaval, el corazón más duro
ablandan; Calcas ya prepara el sacro
cuchillo, ya la venda fatal ciñe
su frente, y descubierto ya el nevado 300
virginal seno al mortal golpe ofrece.
«Griegos, exclama entonces, vuestro llanto
enjugad; feliz yo, si con mi muerte
de Aquiles la irritada sombra aplaco.
Aquiles fue mi esposo y mi amor solo; 305
con él unida, en los Elíseos campos
eternamente viviré contenta.
Perdóneme mi madre, si, olvidando
cuanto debo a mi patria, muero amante
del héroe tan fatal a los troyanos. 310
Sin mi muerte, por siempre este secreto
en mi pecho estaría sepultado;
el instante fatal ¡ay! me le arranca».
Dijo; Calcas tembló cuando su mano
escondió en sus entrañas el sangriento 315
puñal; del alto templo resonaron
las bóvedas con llanto doloroso.
Confundido de griegos y troyanos
se escucha entonces, por la vez primera,
alzarse al cielo el grito lastimado. 320
Entonces yo llegué; mas ya su sangre
bañaba los altares, y mi tardo
auxilio valió sólo a ver del pueblo
sin provecho crecer el dolor vano.146
HÉCUBA
Monstruo, más despiadado que los tigres 325
de Hircania, duro más que los peñascos
del Cáucaso, ve, gózate en la muerte
de una tierna doncella; ve, inhumano,
sacia tu sed en su caliente sangre.
Y vos, que castigáis de los malvados 330
los delitos, crujid el duro azote,
vengativas Euménides, vibrando
vuestras sierpes sangrientas; de su padre
en torno giren de él los irritados
manes; sus roncos gritos funerales 335
interrumpan por siempre su descanso.
 

(TERPANDRA se lleva a HÉCUBA.)

 
PIRRO
Perdona, oh padre; ¡ay Dios! ¿por qué tu rostro
me amenaza? ¿Qué espectro malhadado
me persigue?... ¡Ceñida de culebras
una mujer!... Del reino del espanto 340
las furias, en mi daño conjuradas,
la mansión tenebrosa abandonaron.
ELPENOR
Venid, señor, las naves os aguardan;
de esta tierra fatal al punto huyamos.




 
 
FIN DE LA TRAGEDIA
 
 


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