Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

ArribaAbajo

Imitaciones

De cantos populares toscanos



                                                 I
 
                           Breve carta, oh bella infiel,
mi inmensa pasión mal pinta:
y si la mar fuera tinta
y el cielo fuera papel,
antes que poder pintar 5
mi amor y constante duelo,
se llenara todo el cielo
y se secara la mar.
 
                         II
 
   ¿No te parece, di, mortal pecado
robarme y no volverme el corazón? 10
¿Qué sacerdote, di, te ha confesado,
que te ha podido dar la absolución?
 
                         III
 
   A Roma la celebrada
para ver San Pedro fui,
y estuve casi en la entrada: 15
pero me acordé de ti
y me volví sin ver nada.
 
                         IV
 
   A mirar el cielo ven:
¡Qué de estrellas! pues son más
los pesares que me das 20
con tu continuo desdén.
 
                         V
 
   Dicen que a casarte vas:
¡Ah! no te cases: espera;
deja que ésta triste muera
Y después te casarás. 25
 
                         VI
 
   Perdí mi corazón, y todos dicen
que tú lo has encontrado:
devuélvemelo pues, niña del alma,
o dame el tuyo en cambio.
 
                         VII
 
   A ti pie siento llevar, 30
privado de mi albedrío,
como el arroyuelo al río
o como el río a la mar.

1866.               



ArribaAbajo

El dos de mayo



                                                 I
 
   Ardiente Numen mío,
de quien es alma patriotismo santo;
tú que fuiste el primero
en levantar el indignado canto
contra el ultraje del inicuo Ibero, 5
y la voz despertando de otros vates,
con tu clamor guerrero
encendiste la patria a los combates:
hoy que triunfante sonreír la miras,
al universo cuenta 10
la vengadora lid y alta victoria
con que días de afrenta
convierte en siglos de radiante gloria.
 
                         II
 
   Sonó en nuestras riberas
voz espantada de la rauda Fama, 15
que narraba el escándalo inaudito
con que las españolas naves fieras
prendieron cruda llama
en puerto inerme de la heroica Chile:
se alza doquiera de venganza un grito; 20
no hay corazón peruano que no anhele
ver llegar a los torpes incendiarios
para que paguen tan atroz delito:
irrita la tardanza
el impaciente anhelo de venganza: 25
nadie hay que de su puesto se desvíe
ni del fiero peligro el paso tuerza:
se burla el patriotismo de la fuerza
y el denuedo del número se ríe.
   Arriba al cabo la feroz armada 30
que ya, cual suele, nos venció en idea,
y en su insensata vanidad ni aún piensa
que diestra se alce a contrastarle osada
y a oponerle brevísima defensa.
   Cual la justicia humana 35
deja de vida fugitivo plazo
al que la ley a perecer sentencia,
así el caudillo de la flota hispana,
ya suspendiendo el fulminante brazo,
tres días nos concede en su clemencia 40
para esperar la inevitable ruina
que su justa venganza nos destina.
   Mas no a vil muerte, sino a noble lucha
el peruano valiente se apercibe,
y la amenaza escucha 45
con desdeñosa mofadora risa:
los marciales aprestos acelera,
y con ardiente prisa,
del resonante mar en la ribera
bélicos aparatos improvisa 50
que, de virtud maravillosa llena,
brotar parece la fecunda arena,
como si la golpeara
de diestro mago la potente vara.
   ¡Oh entusiasmo! ¡oh ardor que no consiente 55
ser descrito jamás de humana lira!
Parece que en el aire se respira,
o que invisible eléctrica corriente
le lleva y comunica por doquiera;
y cae sublime universal contagio 60
que hasta del más cobarde se apodera
es ya de la victoria venidera
clara prenda, certísimo presagio.
   Lima al vecino amenazado puerto
su enardecida población traslada, 65
y de incesante turba apresurada
se ve el camino blanquëar cubierto:
del mar azul junto al movible llano,
la muchedumbre que su playa inunda
y, al fuerte impulso del trabajo activo, 70
baraja sus enjambres bullidores,
es otra mar segunda,
es un piélago vivo
de pintorescas ondas de colores.
En rivales esfuerzos combinados, 75
cada brazo se emplea
en tan santa patriótica tarea,
que iguala razas, nivelando estados:
que el corazón peruano es el que late
en el pecho del pobre 80
a quien tiñe la faz ébano o cobre,
y en el del blanco y rico y del magnate;
y hoy contra el desdeñoso
orgullo insano y proceder perverso
y la codicia pérfida española, 85
es el Perú vastísimo coloso
de rostros ciento de color diverso,
de blancas, negras y amarillas manos,
pero de un corazón y una alma sola.
 
                         III
 
   Musa de las batallas, ven y dame 90
con diestros labios alentar tu trompa,
que con hórrido son los aires rompa
que a lo lejos en torno se derrame:
haz que truenen mis versos, y veloces
vuelen del labio que tú inspiras, como 95
igneas saetas o encendido plomo,
tronantes rimas o inflamadas voces:
retumbe y vibre en ellos, como pudo
en los aires entonces,
el trueno horrisonante y rayo agudo 100
de mortíferos bronces:
torne a ser el estrago horrendo y crudo
y el herir y el matar en mis guerreras
estrofas, de la lid renovadoras;
y el glorioso combate de quien horas 105
fueron la edad veloz y fugitiva,
                        como en lienzo que fiel lo represente,
para siglos sin fin haz que reviva
y que dure en mi canto eternamente. 110
   Mas ya siento en mi pecho que rebosa
y en mi agitada sien apenas cabe
tu inspiración, oh Diosa;
y en ágil vuelo pronto,
cual si en la espalda me nacieran de ave 115
encumbradoras alas, me remonto;
irresistible impulso me levanta
sobre la tierra y anchuroso ponto;
y en el sereno cristalino campo
del éter vasto, con segura planta 120
los firmes pasos orgulloso estampo:
hierven en mí los versos impacientes;
a mi trémula boca
altas voces afluyen a torrentes,
que en rápida cadena 125
un arte superior liga y coloca;
y mi ágil pluma con presteza rara
los albos pliegos ennegrece y llena,
como si escrito canto trasladara.
 
                         IV
 
   De la ardua lid al corazón sediento 130
luce el alba por fin del Dos de Mayo;
y cuando en la mitad del firmamento
desde el sol su más ardiente rayo,
en los aires serenos,
que creó Dios a la tormenta ajenos 135
y que hoy osa turbar furor humano,
principian cruda guerra
la ibera tempestad del océano
y la peruana tempestad de tierra:
retumba ronco trueno de contino 140
del huracán marino,
y sin cesar responde ronco trueno
del huracán terreno;
del humo negro dilatadas nubes
cambian el claro día en noche densa 145
por relámpagos mil do quiera rota;
espesa lluvia de granizo ardiente
ondas y tierra sin cesar azota:
y todo, todo, en confusión inmensa,
en nuestras playas apacibles miente 150
el estrago y el ímpetu y la saña
con que desraiga selva corpulenta
y en truenos y relámpagos revienta
furiosa tempestad de la montaña.
   Como león ayuno se abalanza 155
a la segura presa,
tal desdeñoso se abalanza el Godo,
mas que de lid, hambriento de matanza:
pronta victoria aguarda
sobre la vil afeminada gente, 160
de España hija bastarda,
del brazo no, mas de la voz valiente (45);
pero su triunfo tarda,
y de tan largo resistir se admira,
y su desdén primero 165
trueca el soberbio en impaciente ira.
   Como resiste secular encina,
afianzada en hondísimas raíces,
al ímpetu del cierzo,
y ni aún la frente inclina, 170
así resiste el peruviano esfuerzo;
y, al ver el español que no se abate
más y más dobla su iracundo embate;
y con frecuencia igual, de cada parte,
serpëando entre nubes de humareda, 175
raudos vuelan los rayos con que el arte
los del tonante Jehová remeda.
   No ha pasajero instante
en que del trueno el hórrido estampido
no ensordezca el oído, 180
y en que del rayo la siniestra lumbre,
los atónitos ojos no deslumbre;
y cual propio elemento de la Muerte,
en ruido y luz el aire se convierte.
Parece con las armas del Averno 185
lidiarse la batalla;
y balas silbadoras,
bombas atronadoras,
esparcida metralla,
y formas ciento y diferencias miles 190
de letales ardientes proyectiles,
que cruzan encontrados sin sosiego
los espacios celestes,
cubren entrambas huestes
con resonante bóveda de fuego. 195
   Tiembla en torno el terreno,
como si el Terremoto en lo profundo
de su cóncavo seno
sus titánicos miembros prisioneros
bramando sacudiera, y furibundo 200
de su cárcel la bóveda golpeara
con vigorosa resonante frente,
y por romperla indómito pugnara,
de sus duras prisiones impaciente.
   Igual a cada parte, entre sangrientos 205
horrores, se mantiene la lid cruda
de quien teatro son dos elementos;
y cada combatiente semejando
al elemento mismo que lo encierra,
si como el mar el Español asalta, 210
el Peruano resiste cual la tierra,
o como excelsa roca a cuya planta
el mar sus ondas túmidas quebranta.
   Y en vano tú, vastísima Numancia,
al Leviatán inmenso semejante, 215
del océano emperador tremendo,
frente a la playa inmóvil te colocas,
llama con humo y horroroso estruendo
vomitando a la vez por tus cien bocas:
con nada tiemblan los heroicos pechos 220
que por la patria y el honor pelean;
y aun cuando en nube más espesa vean
fuego en torno llover horrendamente,
al Perú independiente
con clamorosos gritos victorean; 225
mezclándose al estruendo de los mares
y discorde compás de los cañones
las músicas sonoras militares,
¡y el himno patrio que en ardor heroico
inflama los peruanos corazones! 230
   Mas de tus tiros al acierto daña
hispano lidiador, y a tu destreza
el ciego empeño e impaciente saña
que tus confusos tiros precipita:
y en torpe desperdicio, 235
muchedumbre infinita
de bombas que prodigan tus descargas,
distante aún del término pedido,
cae para apagarse en las amargas
ondas, tras vano amenazante ruido. 240
   Mas tu insano furor, Numancia cruda,
al fin la Suerte en nuestro daño ayuda,
que bien tu acierto escaso
la ayuda pide del propicio Acaso.
de tus bocas lanzada bomba ciega, 245
de la Suerte guiada por la mano,
hasta la Torre llega
que el nervio encierra del valor peruano:
¡allí hacinado por funesto olvido,
el negro polvo que a las graves balas 250
viste del fuego las ligeras alas,
por la bomba fatal es encendido!
¡Y en el desastre horrendo y repentino
vuelan los generosos combatientes
entre la espesa nube 255
y humoso remolino
que hasta los cielos resonando sube!
 
                         V
 
   Fuiste, entre cuantos héroes allí abisma,
tú la presa más noble de la Parca,
GÁLVEZ inmaculado y cual la misma 260
Santa Justicia incontrastable y recto,
prez y honor de la antigua Cajamarca,
y el hijo de la Patria predilecto;
de la Patria que, hoy huérfana de tantos
hijos queridos que le cuesta España, 265
por ti se entrega a más aguda pena
y tu sepulcro baña
de acerbo llanto en más copiosa vena:
¡ah! si mi voz en la terrena vida,
oh Gálvez inmortal, te fue querida, 270
acepta grato este recuerdo breve
que hoy mi laúd te da junto a tu huesa,
hasta que el himno de alabanza eleve
que de mi amante Numen la promesa
a la esperanza de la patria debe. 275
   ¡Y a ti, CORNELIO BORDA,
a ti mi canto nombrará segundo,
que en el suelo nacido de la hermosa
nueva y mejor Granada,
hiciste con tu muerte a todo un mundo 280
tu patria dilatada!
Cual concebido en su fecundo seno
y o sus pechos crïado,
de su dolor el maternal tributo
no cesará mi patria de ofrecerte: 290
la faz cubierta por oscuro velo
de lamentable luto,
lloran las Ciencias tu temprana muerte
y de tu claro ingenio y tu desvelo,
en flor cortado, el abundoso fruto. 295
   También tu losa en lágrimas inundo,
¡oh tú, DOMINGO NIETO, que dos días
en doloroso lecho
yaciste moribundo,
y en cuerpo vigoroso y fuerte pecho 300
más vigoroso espíritu escondías!
No tan solo un hermano en ti lamenta
quien contigo nació del propio seno;
que a nadie, a nadie apellidaste amigo
a quien estrechos lazos fraternales 305
no ligaran contigo,
¡oh dechado y espejo de lëales!
   Ni a ti tampoco olvidará mi verso
ni de justa alabanza será parco
que escuche el universo, 310
¡Oh noble corazón, ANTONIO ALARCO!
No a la lid peligrosa
a ti el deber, sino el valor te llama (46);
y de él guïada, a la funesta Torre
tu ansiosa planta corre, 315
allí acechando con tenaz cuidado
el instante propicio
para ocupar del último soldado
el más hüido peligroso oficio (47);
al fin le ocupas con afán inquieto 320
desafiando a la Muerte;
y la Muerte aceptó tu osado reto,
de ti no perdonando los despojos,
ni sangrientos pedazos, ni señales
que contemplaran los fraternos ojos, 325
que besaran los labios maternales.
   Y el grato conocido
rumor de sus pisadas
en vano aguardará tu atento oído
en tus desiertos silenciosos lares, 330
¡oh adorada hermosísima doncella,
que al pie de los altares
unir pensaste a su robusta mano
tu blanca mano delicada y bella!
¡Las antorchas nupciales 335
que ayer regocijaban tu deseo
se trocaron en teas funerales,
y en endechas los cantos de himeneo!
   Y mi Musa también de ti se acuerda,
y te consagra mi laúd rendido 340
un fúnebre gemido
de su doliente cuerda,
¡ENRIQUE MONTES, que en aspecto blando
y dulce rostro hermoso
impreso demostrando 345
de la bondad y la nobleza el sello,
cual a esposa gentil gentil esposo,
alma bella juntaste a cuerpo bello!
En vano, en vano a la enlutada viuda
preguntan por su padre idolatrado 350
los hijos pequeñuelos:
ella, llorosa y muda,
abraza en ellos a tu fiel traslado,
clavando húmedos ojos en los cielos.
   Ni ausente se hallará, noble ZAVALA, 355
tu nombre antiguo entre los claros nombres
que en este canto premiador inscribo;
era tu anhelo más constante y vivo
por la patria morir, por esa madre
a quien un hijo indigno, 360
tu hermano en sangre pero no en virtudes,
guerra feroz enviaba
y hacer quería de su reina esclava:
y a Dios que tu anhelar cumplió benigno
repetías en tu hora postrimera: 365
«Gracias, gracias te doy, Señor clemente,
pues cuando ingrato a la que el ser le diera
hiere un Zavala, tu bondad consiente
que otro Zavala por la patria muera».
   Mas a vosotros, CÁRCAMOS ilustres, 370
os crearon los cielos
como en la sangre en la virtud hermanos,
y de idénticas prendas adornaron
vuestros nobles espíritus gemelos:
de ingenio igual, del mismo 375
ardiente acrisolado patriotismo,
que os hizo, con igual merecimiento,
juntos rendir el postrimer aliento.
De vuestro fin la roedora pena
pronto a otro hermano le abrirá la tumba, 380
y con él perderá su último alivio
anciana madre que feroz condena
a tan largo vivir la suerte esquiva
para que, sola y de consuelo ajena,
¡Ay! a todos sus hijos sobreviva. 385
 
                         VI
 
   Mas con rabiosa lengua
venganza grita el peruviano bando,
al contemplar caer tan escogidas
víctimas, y los brios redoblando,
hace pagar con espantable exceso 390
al torpe Ibero tan preciosas vidas.
   ¿Quién, quién ahora encarecer podría
de los peruanos jefes las hazañas
y el heroico valor y la osadía?
Impávidos, serenos, 395
Mueven do quiera la segura planta,
y ni el creciente riesgo los espanta
ni hace que venga su valor a menos;
es en vano que inmensa muchedumbre
de balas y de bombas y granadas 400
en torno siempre ensordeciendo llueva:
Con la voz y el ejemplo
animar a los otros los contemplo,
y hacer que todos con pujanza nueva,
cual si la lid de nuevo comenzara, 405
arrojen a porfía los letales
rayos artificiales
a la escuadra feroz de España avara.
   Con firme pulso y con tenaz mirada,
su afán heroico ni un veloz instante 410
remite el valentísimo artillero;
y cual de la Justicia disparada
por la certera mano,
cada entraña de acero
que vomita el cañón republicano 415
hambrienta despedaza
de los regios navíos la madera
o la férrea armadura y la coraza;
y la gran mole atravesando entera,
tal vez por el opuesto roto lado 420
sale, de muertes y de estragos harta,
a apagarse en el piélago salado.
   En el espacio breve
que les permiten sus flotantes casas,
amontonados mueren y confusos 425
los tristes siervos de una reina aleve:
rabiosamente cae y agoniza
sobre el tibio cadáver de su hermano
el doliente marino, que no espera
que descanse a lo menos su ceniza 430
de su remota patria en la ribera,
y que tendrá por tumba el océano.
   Y en vez de presenciar de los lejanos
hijos, padres y esposos
los triunfales regresos, 435
madres, hijas y esposas españolas
ver no podrán a sus amantes manos
llegar siquiera los helados huesos
de los que sepultaron nuestras olas.
¡oh peruanas, templad vuestros enojos, 440
que el llanto que hoy derraman vuestros ojos
será pronto venerado
con llanto más acerbo y doloroso
por ojos españoles derramado!
   Ni al soberbio caudillo 445
guarda de heridas el ferrado muro
del nadante castillo
donde pensaba combatir seguro:
aquí una nave, a zozobrar vecina,
por bocas mil el océano bebe: 450
otra, la cárcel rota
del espíritu ardiente que la mueve,
como cadáver flota:
ya por doquiera a desmayar empieza
el valor en el pecho 455
y en el brazo la usada fortaleza;
ya el español, en trance tan estrecho
vencer desesperando,
da al temor en el ánimo cabida,
triunfando del rubor y del despecho 460
el amor renaciente de la vida.
 
                         VII
 
   No para huir aguarda
que al claro día su enemiga venza,
para que el velo de la Noche parda
esconda de su fuga la vergüenza: 465
¡Y a los rayos del Sol que de occidente
una hora y otra dista,
del universo atónito a la vista,
allí en cien naves a la lid presente,
a rauda fuga lanza 470
la temerosa prora
esa escuadra feroz que en esperanza
era ya del Pacífico señora.
   En vano la convida y la provoca
el peruano cañón con Ignea boca 475
a combate segundo,
a nueva lid reñida:
desoye el reto y espantada olvida
que la contempla el mundo,
el mundo todo a quien hacer testigo 480
ofreció su jactancia
de nuestra rota y ejemplar castigo:
la Unión la mira e Inglaterra y Francia
su fuga acelerar, de pavor llena;
y aun la inmensa Numancia 490
mal su glorioso nombre respetando,
cual herida ballena,
busca su salvación en la distancia.
   Hüir, hüir la mira
el peruano guerrero y arde en ira, 495
de más lucha ganoso,
de más gloria sediento y codicioso:
acusa de sus naves la demora
y maldice al destino
que le rehúsa ahora 500
veloces alas de huracán marino
y en la playa lo prende y encarcela,
y de volar le priva
por el abierto acuático camino
en seguimiento, con vapor o vela, 505
de la veloz armada, fugitiva
   ¡Ah! si a los breves débiles navíos (48),
cuya atrevida gente
con diestra, tan feliz y osados bríos
hoy segundó al terreno combatiente, 510
juntaran su valor el Huáscar fiero
y compañera nao
a quien dio nombre nuestro bien primero (49)
(en futuros combates vencedores)
¡y esas que vio la nebulosa Abtao (50) 515
a fuerzas resistir tan superiores;
en pos, España, de tu huyente flota
volarán ya nuestros guerreros prestos,
y consumada tu espantable rota,
el mar sembrarán sus aciagos restos! 520
   ¡No más, no más blasones
de ser, oh Iberia, fuerte y valerosa
entre todas las gentes y naciones;
ni más se jacte tu demente lengua
de ser tu pueblo el que imposibles osa! 525
¡Borrón tan negro, tan patente mengua
de hoy más, oh Iberia, abata
tu soberbia insensata,
y tu enhiesta cerviz humille y doble;
pues con tan grande y hórrido aparato 530
de orgullosos bajeles
y con pujante fuerza más que doble,
nos cediste del triunfo los laureles,
cuando tu brazo combatir podía
y vida te quedaba todavía! 535
No, no es esa la senda,
no es ese el porte que el honor señala;
tras tan fiera amenaza y tan tremenda
y pomposo arrogante desafío,
lazar debiste tu postrera bala, 540
perder debiste tu postrer navío!
 
                         VIII
 
   Tú al cielo, oh patria, en tanto
alza la frente, de rubor desnuda,
y en noble orgullo tu vergüenza muda,
y en risa ufana tu rabioso llanto. 545
Tan claro triunfo al universo muestra
que, si castigas tarde
el ultraje alevoso de Castilla,
tan sólo fue por que la alzada diestra
te desarmó el cobarde 550
que mancillaba la suprema silla.
Bien patentizas lo que libre valles
de cadenas violentas;
y esplendorosa página hoy aumentas
de tu moderna Historia, a los anales, 555
que a la posteridad menos no asombre
que la que lleva de Ayacucho el nombre.
   ¡América divina,
en tus vastas llanuras solitarias
enciende tus volcanes, 560
como grandes aéreas luminarias
que no apagan los recios huracanes!
Y a los ecos profundos
de tus inmensos caudalosos ríos,
que se llevan al mar cual otros mares 565
de lechos áureos y de dulces ondas,
mezclen do quier tus bosques seculares
y vastas selvas tenebrosas y hondas
su música salvaje y voz agreste,
entonando magníficos cantares 570
que asciendan a la bóveda celeste!
   Y tú, gigante emperador de ríos,
portentoso Amazonas,
que ufano naces de peruana fuente,
y de bosques umbríos 575
y de selvas antiguas te coronas;
apresura tu férvida corriente
por el vecino dilatado imperio,
tu festiva llegada anticipando
al poderoso océano de Atlante; 580
a quien la nueva venturosa anuncies
de nuestro triunfo y del desastre iberio,
y él alegre la cante
y la lleve al antípoda hemisferio.
 
                         IX
 
   Y tú, 1a quien tan espléndida victoria 585
en grande parte adjudicar es dado;
recibe de la Musa, ilustre PRADO,
el sincero tributo y merecido
que el loor te anticipa de la Historia;
y de libre poeta 590
concede, atento oído
al libre canto que de un pueblo entero
la gratitud y afecto te interpreta.
   Gózate en tanta hazaña
y sé grande y glorioso entre los hombres, 595
debelador de España,
que del magno Bolívar
y San Martín y Sucre entre los nombres,
con áureos caracteres ves escrito
de la gloria en el fúlgido volumen, 600
tu nombre por América bendito
y celebrado por mi altivo numen.
   Y pues ves que te sobra
el favor de los cielos y tu estrella,
la sucesión de tus hazañas sella 605
y pon cima a tu obra:
con el principio venturoso en ella
el venturoso medio corresponda,
y el fin con uno y otro se compase:
de América cumpliendo la esperanza, 610
la interna paz con mano firme en honda
inconmovible base
para siglos cimienta y afïanza:
a ti por fin se deba que el peruano
valeroso guerrero 615
no desnude la espada
para hundirla en el pecho del hermano
en impía contienda,
y para herir la guarde al extranjero
que sus hogares codicioso invada 620
o que insolente su decoro ofenda.
   La sangrienta Discordia furibunda,
domada por tu diestra victoriosa,
en los abismos hunda
el durísimo cuello, 625
y lívida cabeza ponzoñosa,
de quien son vivas hebras
y enmarañado y hórrido cabello
áspides silbadores y culebras.
   Por ti el hijo segundo 630
del quinto hijo del Año
sea padre fecundo,
aurora lisonjera,
tras larga noche oscura,
de una divina era 635
de progreso, de paz y de ventura.
 
                         X
 
   Entra a ceñir tus lauros, y contigo
los bravos campëones
que fueron el terror del enemigo:
ya os espera la ansiosa muchedumbre, 640
collados coronando hasta la cima
e hinchendo inquieta los vecinos valles;
de la opulenta Lima
ledos hollad las alfombradas calles:
cada privado hogar con puerta ornada 645
por vistosa flotante colgadura,
cual rostro amigo, sonreír procura
a vuestra fausta victoriosa entrada:
al son del atambor y los marciales
pomposos instrumentos 650
y al excelso clamor de las campanas,
que cuentan vuestra gloria al firmamento,
por los arcos magníficos triunfales
pasad con frentes del laurel ufanas:
ved de hechiceras vírgenes hermosas 655
coronados balcones y ventanas,
que con manos de nieve
blancas derraman y purpúreas rosas
y rica copia que sin tasa llueve
sobre vuestra cabeza, oh vencedores, 660
de cuantas bellas y fragantes flores
engendran en su seno
los esmerados huertos y pensiles
de la hermosa ciudad y campo ameno
en donde cuenta el Año doce Abriles. 665
   ¡Blanco e imán de innúmeras miradas
sois; a entusiastas gritos
hacéis abrirse innumerables labios,
y en sublime patriótico alborozo
palpitar corazones infinitos! 670
Os sonríe la virgen seductora
que siempre del valiente se enamora;
siente, al miraros, noble envidia el mozo,
os bendice entre lágrimas el viejo;
y hace el curioso infante 675
que la madre en sus brazos lo levante
para mirar el triunfador cortejo.
   Y entre el sonoro universal concierto
de alabanzas unánimes que escucho,
también las suyas añadir advierto 680
a los ancianos héroes de Ayacucho.
Sobre los lauros nuevos
los antiguos ceñid, claros mancebos,
que a vuestras frentes tiernas y lozanas
trasladan ellos de sus nobles canas: 685
¡recibiendo en la férvida alabanza
que al héroe por el héroe se dispensa
la más alta y honrosa recompensa
que pudo ambicionar vuestra esperanza!
 
                         XI
 
   Las densas olas blandamente abriendo 690
del vivo mar que vuestro pie embaraza,
hollad la bella y anchurosa plaza
donde se eleva el soberano templo:
allí os espera venerable anciano,
cuya rugosa frente 695
es ya la más antigua, en el cristiano
orbe, que mitra episcopal circunda,
y que la humilde gratitud profunda
que por merced tan clara
al Dios de las batallas debe el fuerte 700
se apercibe a ofrecer al pie del ara.
   Subid, subid con religiosa planta
a la morada santa
del solo a quien humilla
su corazón el libre y su rodilla: 705
allí, puestos de hinojos, e inclinando
a las sacras baldosas
las coronadas sienes victoriosas,
gracias rendid con labio reverente
al dios de los ejércitos potente. 710
   Él fue quien, de tan alto vencimiento
os concedió la suplicada palma:
él entusiasmo y generoso aliento
y heroico brío os infundió en el alma:
vuestro más débil brazo hizo robusto 715
él, y aceró sus decaídos nervios,
trocando doncel tímido en atleta;
y del contrario injusto
él quebrantó los ímpetus soberbios,
y le cubrió de confusión secreta. 720
   Fue su divina protectora diestra
la que trazaba la invisible curva
que siguieran los globos inflamados
que lanzaba la vuestra,
y fue esa diestra, que al más fuerte turba, 725
la que ahuyentó las españolas naves,
cual desbandada turba
de temerosas aves;
y esa diestra será la que, si intenta,
corrido de su afrenta, 730
hacer de su fortuna nuevo ensayo
el soberbio español en mar o en tierra,
circunde nuevo lauro a vuestra frente,
más fulguroso que el del Dos de Mayo:
¡Gloria a Aquel, gloria a Aquel eternamente 735
que es el Dios de la paz y de la guerra!
 
                         XII
 
   Tú que ya el eco de mi voz conoces,
ven, oh Fama, y aprendo el canto mío;
y sin cesar batiendo senadora
tus innúmeras alas y veloces, 740
del ardiente ecuador al polo frío,
del negro ocaso a la brillante aurora,
cántalo por doquier con tus cien voces;
llevando a los oídos
de las más solas gentes y apartadas 745
y más remotos pueblos y escondidos
las glorias de mi patria vencedora,
y la excelsa merced del poderoso
Dios de Israel cuya clemencia adora,
y cuyo nombre santo 750
coronará con esplendor radioso
este triunfal enardecido canto.

1866.               



ArribaAbajo

Sentencias del inca Pachacutec

[Nota (51)]



                        Sobre el que envidia al bueno
 
   El que tiene envidia al bueno
saca mal del bien ajeno
con que a sí mismo se daña,
como la asquerosa araña
saca de la flor veneno. 5
 
(O más libremente:)
 
   El que tiene envidia al bueno
saca para sí mal dél,
como en un jardín ameno
el áspid saca veneno
de donde la abeja miel. 10
 
Sobre el que a un tiempo envidia y es envidiado
 
   Aquel que, envidiado, envidia
con doble tormento lidia:
¡feliz aquel solamente
a quien en doble reposo
el cielo vivir consiente 15
ni envidiado ni envidioso!
 
Sobre los jueces venales
 
   Los jueces sin conciencia que a escondidas
las dádivas reciben de las partes,
pues son ladrones, por justicia sean
castigados con muerte como tales. 20
 
Sobre la embriaguez, la ira y la locura
 
   La ira, la embriaguez y la locura
corren parejas: más las dos primeras
voluntarias son siempre y pasajeras,
y la tercera, involuntaria, dura:
si a todos ves portarse de igual modo, 25
merézcante, por causa diferente,
tierna piedad el infeliz demente,
y desprecio el airado y el beodo.
 
Sobre los médicos o herbolarios
 
   El herbolario o médico que sólo
de algunas yerbas la virtud alcanza 30
y saber no procura la de todas,
ese tal sabe poco, o sabe nada:
porfiar conviene hasta saberlas todas,
como las que aprovechan las que dañan, 35
para alcanzar el codiciado nombre
y entera ciencia, no imperfecta y vana.
 
Sobre el que aspira a saber lo superfluo, no sabiendo lo necesario
 
   Digna es de befa y risa la manía
del que contar presumo las estrellas,
no sabiendo contar en su ignorancia 40
ni los ñudos y tantos de sus cuentas.
 
Sobre los adúlteros
 
   Si al que la ajena hacienda a hurtar se atreve
justa ley al patíbulo condena,
con más justicia sentenciar se debe
a la postrera irreparable pena 45
al adúltero vil que roba aleve
la honra, la fama y la quietud ajena:
pues, si riqueza aquél y éste honra y calma,
el uno roba al cuerpo, el otro a el alma.

1866.               



ArribaAbajo

Disparates



                           Alaban del universo
todos la armonía suma
y su orden maravilloso
y su inefable hermosura,
   Mas tal orden y belleza 5
no sólo a poner en duda,
sino hasta a negar se atreve
mi desvergonzada Musa.
   Dadme un Mapa que la tierra,
Patria del hombre, dibuja: 10
ved que de ella el océano
tres cuartas partes ocupa:
   los continentes son islas;
que el mar inmenso circunda,
cuando debieran los mares 15
ser, cuando mucho, lagunas.
   Si el mundo es mansión del hombre,
¿ha sido medida justa
que casi todo agua sea
para la escamosa turba? 20
   Patria del hombre a la tierra
llaman sin razón ninguna,
y patria de los pescados
se puede llamar con mucha.
   Nadie de alabar se cansa 25
la hermosa luz de la luna:
yo confieso que es hermosa
y que mis penas endulza;
   mas mi Musa cabalmente
en eso mismo se funda 30
para quejarse de que haya
mil y mil noches oscuras;
   y si en el mar cada tarde
halla el sol su sepultura,
todas las noches debiera 35
arder la antorcha nocturna;
   o, en vez de una luna sola,
debiera haber dos o muchas
cual las que a Saturno o Júpiter
magníficamente alumbran: 40
   aunque lo mejor sería
que el sol no se hundiera nunca
y que hubiera un día eterno
sin tarde ni noche oscura.
   Si bien en esta materia 45
habrá quien diga y arguya,
que para que el dulce Sueño
en el reposo nos hunda,
   es útil, es necesario
que el universo se cubra 50
con las espesas tinieblas
de la noche taciturna:
   pero ¿dormir era fuerza?
mi curiosidad pregunta;
¿qué necesidad había 55
de aquella muerte nocturna?
   ¿Es tan grande la distancia
que hay de la cuna a la tumba,
que así en pasajera muerte
media vida se nos huya? 60
   Es blanda la primavera:
pues ¿por qué eterna no dura?
Y el verano y el invierno
sin cesar con ella turnan,
   en alternativa inicua 65
condenándonos su furia
a que el calor nos derrita
y a que el frío nos entuma.
   Aún al Otoño pudiera
admitirle por sus frutas 70
y por los ricos racimos
de la dulcísima uva,
   con cuya caliente sangre,
ya dorada y ya purpúrea,
se consuelan los pesares 75
y alivian las desventuras.
   Pero al invierno y verano
hallar no puedo disculpa,
ni compensación discurro
a su venida importuna. 80
   Y ¿qué disculpa hallar pueden
zancudos, moscas y pulgas,
y mil molestos insectos
que en el aire y tierra abundan,
   que nuestro pellejo horadan 85
y que nuestra sangre chupan,
que asordan nuestros oídos
y nuestra paciencia apuran?
   ¿Para qué son las montañas
y las áridas llanuras 90
e inhabitables desiertos
que tanta extensión ocupan?
   Anchas páginas en blanco
del gran libro de Natura,
donde parece que nada 95
escribir supo su pluma...
 .................................... 

1866.               



ArribaAbajo

Retrato

Que parece caricatura



                           Un hombre conozco yo
tan feo y malo, que habrá
quien se le acerque, quizá,
pero quien lo iguale, no.
   No es dable que otro se encuentre, 5
peor del ocaso al orto,
ni nunca más feo aborto
salió de un humano vientre.
   La Naturaleza, cuando
tan risibles monstruos forja, 10
parece que está de gorja,
y que los hace burlando.
   Mas, como de estos caprichos,
cuando está formal, le pesa,
rompe airada la turquesa 15
en que forjó tales bichos.
   ¿No has visto, lector, las caras
que el torpe lápiz produjo
de uno que aprende el dibujo,
tan mal hechas y tan raras? 20
   ¿O las que en blanca pared
dibujan manos traviesas?
¡Pues ojalá que como ésas
fuera la de su Merced!
   Sus tachas un ciego vélas: 25
y como si no bastara
tener tan hermosa cara,
le fueron a dar viruelas.
   Quedó el rostro hecho un arnero:
mas le igualaron después 30
estragos del mal francés
uno con otro agujero.
   Del ojo derecho es tuerto,
y del otro no muy sano;
es su frente un vasto llano 35
y su cabeza el desierto.
   Jorobado también es;
mas esta falta remedia
el no medir vara y media
de la cabeza a los pies. 40
   Y aunque está pegado al suelo,
lo sustenta tan gran base
como si se levantase
hasta muy cerca del cielo.
   Es pedestal cada pie, 45
pues cuanto crecer debió
en altura, no sé yo
como en patas se le fue.
   Que hay mortales tan felices,
que árboles se han de llamar, 50
pues van creciendo a la par
en las ramas y raíces.
   Poco él creció para arriba;
muchísimo para abajo,
aunque una gran parte trajo 55
para sí la enorme giba.
   Mas, si bellos en tal grado,
miembros y facciones son,
es la nariz la facción
que más hermosa ha sacado. 60
   Tanto que afirmarte puedo
que el lauro disputa y gana,
a la nariz soberana
que inmortalizó Quevedo:
   la que era por arco y puntas 65
espolón de una galera,
y que de narices era
todas doce tribus juntas.
   Una gracia al tal le encuentro
que compensa estas faltillas, 70
y es que sus huecas mejillas
se están besando por dentro.
   Y aunque de tan inaudita
fealdad su cuerpo sea,
una alma mucho más fea 75
dentro de ese cuerpo habita:
   una alma hipócrita y ruin,
sin nociones del deber;
cobarde más que mujer,
y envidioso cual Caín. 80
   Con chicos altiva fiera,
a grandes vilmente adula;
fuera muy dado a la gula,
si tan avaro no fuera.
   Dar de su torpe cabeza 85
justa idea desespero:
los otros son torpes, pero
él es la misma torpeza.
   No hay vicio alguno o defecto
que no reúna este tal: 90
es un modelo del mal,
del vicio tipo perfecto.
   Pero si, atónito y mudo,
al ver tan negros colores,
alguno de mis lectores 95
un instante dudar pudo
   que en cuerpo y alma tan feo
sea el hombre de quien trato,
sepa que en este retrato
no poco lo lisonjeo. 100


ArribaAbajo

Cuadros

Que ofrece un temblor por la mañana



                           ¿Visteis, cuando el temblor con improvisa
fuerza se siente al despuntar el alba,
que, como puede cada cual se salva,
sin que a nada lugar le dé la prisa?
   Saliendo sin zapatos y en camisa, 5
flacas piernas mostrando y lucía calva,
hacen Crispín y su mujer Grijalva
que en medio del terror nazca la risa.
   ¡Cuánto oculto galán más que de trote
con la infamada joven sale fuera, 10
sin temor de que el público lo note!
   Y hasta se ve salir ¡quién lo creyera!
a todo un venerable sacerdote
¡de la impura mansión de una ramera!


ArribaAbajo

Inconvenientes de ser corto de vista



                           Reniego del largo estudio
y las lecturas prolijas
a la luz de la nocturna
vigilante lamparilla,
que acortaron tan temprano 5
el alcance de mi vista
y que a llevar antiparras
parece que ya me obligan:
mas yo, por punto, no quiero
ni lente usar todavía, 10
al revés de tantos otros
que, aunque más que un lince miran,
llevan el lente tan sólo
por adorno y monería,
y el buen tono y la elegancia 15
hasta en los defectos cifran:
defecto y de los mayores
que a la humanidad fastidian.
   Pues qué, si voy por la calle
de un amigo en compañía, 20
que: «Mira, chico, me dice,
»en la otra acera esa chica:
»¡Qué guapa! ¡qué ojos, Dios santo!
»¡Qué boca! ¡qué dulce risa!
»No vi cara más hermosa 25
»en los días de mi vida».
Yo, al oír tales palabras,
muero de rabia y envidia,
maldiciendo mis estudios
y tanta docta vigilia; 30
y en vano alargo el pescuezo
y aguzo más las pupilas,
abriendo tamaños ojos
que casi se me vacían,
pues no miro sino un bulto 35
y unas formas indecisas,
y no veo tales ojos
ni esa cara tan bonita.
Mas dirán que me resarce
de no ver las caras lindas 40
el que no mire las feas
que las miradas contristan;
pero sepan que mi suerte
es tan fiera y tan impía,
que ni este sólo descuento 45
dar quiso a mi pobre vista;
porque siempre a las más feas
por la acera en que voy guía
y a mi encuentro eternamente
burlona las precipita; 50
como también a las viejas
de fábrica más antigua,
de esas que a Amat alcanzaron
en su juventud florida.
   Aunque lo peor no es esto, 55
mas que me expongo a que digan
que a nadie vuelvo un saludo
y estoy con todos de riña;
y yo que la igualdad santa
tuve siempre por divisa 60
y soy tan llano y humilde
demócrata y socialista,
ya por fin protestar quiero
contra fama tan inicua,
saludando desde ahora 65
con la mayor cortesía
a cuanta gente por esta
y aquella acera transita,
o conocida por mí
o por mí no conocida; 70
pues prefiero que de mí
como de un loco se rían
a que orgulloso y grosero
me llamen todos con ira.
   Pero la mayor de todas 75
entre las muchas desdichas
que el ser de vista tan corto
me ocasiona y origina,
es (de mi suerte reniego)
que casi no pasa día 80
en que mi flaca persona
el duro suelo no mida;
y no sé por qué milagro,
con tan frecuentes caídas
y con porrazos tan fieros 85
ya no me he roto la crisma:
no hay piedra en que no tropiece,
cual puesta allí con malicia,
ni charco en que el pie no meta,
aun del agua menos limpia; 90
y por mi pie negligente
no hay evitada inmundicia
de cuantas en nuestras calles
olvidó la policía;
si paso de acera a acera, 95
es tal la desgracia mía,
que no hay carreta ni coche
que no se me venga encima;
no hay cola en que no me enreden
mi distracción y mi prisa, 100
ni pisotón que me yerre
ni encontrón que no reciba.
   Y de tan horribles males
aquí interrumpo la lista
antes que al lector empiece 105
a ocasionarle fatiga,
y porque, contar queriendo
su muchedumbre infinita,
antes que el cuento acabara
se me acabara la vida. 110

1866.               



ArribaAbajo

Dafne y Apolo



                           Al Céfiro venciendo en ligereza,
del impaciente enamorado Apolo
huye la ninfa con artero dolo.
para encenderlo más con su esquiveza:
   al fin alcanza el dios a la belleza, 5
que el Amor con sus alas socorriolo;
mas ¡ay! que al abrazarla, abraza sólo
de un árbol la durísima corteza.
   Dafne es toda mujer: oh ciego amante,
que ves de Apolo la funesta suerte, 10
teme, teme desdicha semejante.
   ¡En huir la hermosura se divierte,
y al abrazarla el pecho palpitante,
en insensible tronco se convierte!

1867.               



ArribaAbajo

A un plátano



                           A la muerte mirándote vecino,        
lleno de dolorosa simpatía,
comparo con el tuyo mi destino;
y aunque de ti doliéndome, imagino
menos triste tu suerte que la mía. 5
   Pues consuela tu vida moribunda
la tierna prole que tu seca planta,
numerosa y bellísima, circunda,
y llena ya de tu virtud fecunda,
presurosa a tu sombra se levanta. 10
   Contento de la savia te despojas
que beben ellos, y la vida pierdes
con menores tormentos y congojas,
cuando tus rotas y marchitas hojas
dejas caer sobre sus hojas verdes. 15
   Cercado en torno de sus hijos bellos,
tú me recuerdas a doliente anciano
que, amoroso inclinándose sobre ellos,
al oro de sus nítidos cabellos
junta la plata del cabello cano. 20
   Él dará con más plácido semblante
sus últimos adioses a la vida,
pues siempre alivia tan crüel instante
el ver que queda en sucesión amante
nuestra vida fugaz reproducida. 25
   Mas ¡ay! no espera mi vejez temprana
en dulces hijos existir segundo;
¡y sin dejar recuerdo en mente humana,
cual humo leve, como sombra vana,
habré pasado por el ancho mundo! 30
   ¿De qué mortal sobre la losa fría
el fiel Amor o la Amistad no llora?
¡Mas ¡ay! tan sólo regarán la mía
el llanto helado de la Noche umbría
y las lágrimas puras de la Aurora! 35

1867.               



ArribaAbajo

Al hombre

Octavas dedicadas a mi distinguido amigo monseñor Pedro García y Sanz



                           ¡Viviente enigma que, a ti mismo opuesto,
con lazo que la mente desespera,
eres extraño sin igual compuesto
de cielo y lodo, de deidad y fiera!
Te desprecio tal vez y te detesto, 5
y aras tal vez mi asombro te erigiera,
que eres a un tiempo, misterioso y doble,
vil como nadie y como nadie noble.
   Hijo pareces de señor y esclava,
de poderoso rey y de pastora, 10
que ya la estirpe paternal alaba,
ya la materna con rubor deplora:
cuanto más la soberbia le endiosaba
mas le confunde la humildad ahora,
sin que nunca del todo la vergüenza 15
venza al orgullo, ni el orgullo venza.
   Misto el Centauro de deidad y bruto,
fingido monstruo fue: tú lo eres cierto;
tú del Edén vivificante fruto
en negro tronco de Sodoma injerto; 20
luz y tinieblas, regocijo y luto;
vivo amarrado por castigo a un muerto;
estatua en cuya frente el oro brilla,
siendo la planta de grosera arcilla.
   De antiguo templo de sin par belleza 25
eres la vasta profanada ruina,
árbol que encumbra al cielo su cabeza
y al Orco sus raíces avecina;
eres esfinge que en mujer empieza
y en cuerpo y garras de león termina; 30
sirena que une, bella y repugnante,
cola de pez a femenil semblante.
Ya, como águila, al cielo te levantas
y abarcas lo creado con tu mente,
ya al polvo te confundes de tus plantas 35
y te arrastras cual lúbrica serpiente;
capaz de ciencia angélica, y a tantas
viles necesidades obediente,
del cuerpo esclavo, si del mundo dueño:
¡Cuán grande te contemplo y cuán pequeño! 40
   A la par merecidos y sinceros,
tú de infamia a los últimos apodos
de honor juntas los títulos primeros;
en ti por raros portentosos modos
se hacen los imposibles verdaderos, 45
y en ti se hermanan los contrastes todos;
¡y eres, fuiste y serás para ti mismo
el más oscuro impenetrable abismo!
   No la más alta singular hazaña,
no el más horrendo singular delito, 50
es en tu rara heroicidad extraña,
en tu rara maldad es inaudito:
cuanto un hijo te ilustra otro te empaña,
raza que engendras a Nerón y a Tito,
al ruin Tersítes y al divino Aquiles, 55
a excelsos héroes y a traidores viles.
   Extraña madre, que al malvado y bueno
en sempiterna confusión das vida,
Eva te lamo que en el propio seno
llevó a Abel y a Caín el fratricida; 60
Israel que al divino Nazareno
engendró y a la turba deicida;
¡Tú haces que sea, con el lazo humano
Colón sublime de Marat hermano!
   Ni de tanto contraste testimonio 65
sola ofrece en común la humana gente,
que están fuertes un ángel y un demonio
luchando en cada cual eternamente:
¡de violento discorde matrimonio
fruto cada hombre, sin cesarse siente 70
a un lado y otro arrebatar inquieto,
de horrenda lucha perennal objeto!
   ¿Qué ofrecen a la historia las edades?
Portentos siempre en que el asombro se harta:
monstruos entre demonios y deidades 75
do nunca el bien de su rival se aparta;
un Temístocles vario, un Alcibiádes,
que, el mayor en Atenas y en Esparta,
aquí modelo, de virtud austera,
y allí de vicios repugnantes era. 80
   Mas nadie lo celeste y lo terreno
cual tú juntó, magnánimo y mezquino;
ni cupo, oh César, en tan bajo cieno
espíritu tan alto y tan divino:
¿Quién a más vicios se entregó sin freno? 85
¿Quién dio más glorias al poder latino?
¿Quién digno fue de tan opuestos nombres,
oh vergüenza y orgullo de los hombres?
   ¡Cuánto en mí mismo esos contrarios siento,
el espíritu excelso y los sentidos, 90
cuya eterna batalla es mi tormento,
y ocasión inmortal de mis gemidos!
Del cielo el uno sin cesar sediento,
los otros en el cieno complacidos:
entre la alta razón y el bajo instinto, 95
¡cuánto yo de mí propio soy distinto!
   No soy más de otro que de mí diverso;
tan cuerdo a veces como a veces loco,
y virtuoso no menos que perverso,
el fango beso, las estrellas toco: 100
ya me absorbe una nada, el universo
ya es a mis ansias infinitas poco;
y como con acérrimo enemigo.
lucho y relucho sin cesar conmigo.
   Y si yazgo tal vez en muda calma, 105
¡Ah! ¡cuánto más valiera la pelea!
Que del cuerpo vencida, oh débil alma,
duermes en torpe esclavitud: mas, ea!
Despierta y lucha, y la gloriosa palma
no dejes, no, que de tu esclavo sea: 110
vive siempre o luchando o vencedora,
tú que naciste para ser señora.


ArribaAbajo

Al vapor



                           Duerma ya el viento en el marino llano;
que la nave, desnuda de la vela
que su soplo impelió, rápida vuela
          sin su socorro vano.
   Tú a su gigante mole das una alma, 5
un impaciente espíritu de fuego,
que no se cura del tenaz sosiego
          de la más muerta calma.
   Y en vez del ala de turgente lino,
moviendo rauda cortadora rueda 10
y alzando espuma férvida, remeda
          vasto coche marino.
   No el noble bruto en largo viaje siga
cansando el brio de su ardor bizarro,
que a ti, cautivo en el volante carro, 15
          jamás domó fatiga.
   Por ti la larga encadenada fila,
cuyo rodar, competidor del vuelo,
doble metal angosto y paralelo
          afianza y encarrila, 20
   semeja extraño monstruo, inmenso y vivo,
que, cual la hermana máquina marina,
por propio impulso y voluntad camina,
          majestuoso y altivo.
   Y el humo denso, que en vagante espira 25
sonando sube por el roto viento,
es el espeso entrecortado aliento
          con que el monstruo respira.
   Domador de la tierra y océano,
a tu conquista voladora breves, 30
que nuevos monstruos en su seno mueves,
          hijos del arte humano;
   del Austro al Aquilón rápido lleva,
lleva desde la Aurora al Occidente
de la verdad la luz resplandeciente 35
          a tantos pueblos nueva.
   Y cual del Sol el fulgoroso coche,
el carro o nave que tu fuerza guía
do quier convierta en refulgente día
          las sombras de la noche. 40


ArribaAbajo

Al mismo



                           Tú que de océano y tierra
vences las largas distancias,
cual las distancias del éter
vencen voladoras alas:
   por la negra red que forman 5
rieles que tu curso pautan,
ven a surcar el inmenso
seno de mi dulce patria.
   Tu velocidad abrevie
tan espaciosas comarcas: 10
junta el mar al Amazonas
y a Tumbes el Titicaca.
   Ya por ti mande a la costa
de la sierra la abundancia
lo que a precio tan subido 15
ajenos campos hoy mandan;
y en vez de la lenta mula,
tú en breves horas traslada
al que en la flor de sus años
cercana muerte amenaza, 20
   a los valles apacibles
de la saludable Jauja
donde la Tisis respira
benignas fáciles auras.
   Rompe erizados peñascos, 25
macizos montes horada,
o con atrevido vuelo
trepa sus cimas más altas;
   antiguos bosques penetra;
ríos caudalosos pasa, 30
o en tus carros por el puente,
o en tus naves por el agua;
   salva horrendos precipicios,
valles hondísimos baja,
mudos desiertos anima, 35
puebla soledades vastas;
   y, competidor del cóndor,
en breves días acaba
de dar una vuelta entera
a región tan dilatada. 40
   El indio que más se interna,
con atónitas miradas
en sus dominios contempla
tu hilera de carros larga;
   y nuevo monstruo ver crea, 45
gigante sierpe que anda
tan veloz, cual si tuviera
de los cóndores las alas.
   Tú las aldeas despierta
dormidas en la ignorancia, 50
y a la vida de la mente
con aguda voz las llama.
   Lleva do quiera el Progreso
que, cual la creciente Fama,
a andar enano comienza, 55
mas andando se agiganta.
   Tú la Ociosidad destierra,
madre de todas las plagas,
y a la Industria se dedique
quien al Vicio se consagra; 60
   la mano ociosa, empuña
hoy la fratricida espada,
rural instrumento rija
o la productora máquina;
   y extinguidas para siempre 65
de la Discordia las llamas,
florezca la Paz hermosa
y la común bienandanza.


ArribaAbajo

Cantos del cautiverio



                           Nos sentamos orillas de los ríos
que undosos riegan la ciudad de Belo,
y a llorar nos pusimos sin consuelo
al recordarte, idolatrada Sión:
y de los tristes sauces lloradores 5
que le dan sombra, en los pendientes ramos
nuestras sonoras cítaras colgamos,
que hiera el aura leve en triste son.
   Y cuando nuestros crudos opresores
nos dijeron: «Pulsad los instrumentos, 10
»y a su brillante son vuestros acentos
»en placenteros cánticos mezclad»,
«los himnos de la patria», respondimos,
«¿Cómo hemos de cantar en tierra ajena?
»Y al son de nuestros grillos y cadena, 15
»¿cómo cantar la dulce libertad?
   »El rigor con que el cielo nos castiga
»lamentos pide y lágrimas a mares:
»no insultéis, no insultéis nuestros pesares
»pidiéndonos los cantos del placer: 20
»calle por siempre la culpada boca
»que abra sus labios al alegre canto;
»ciegos queden los ojos cuyo llanto
»se canse noche y día de correr».
 
Un anciano
 
   ¡Cuán larga edad ha que cautivo lloro! 25
En los brazos maternos vine infante,
y hoy, rugosa y doliente,
se dobla al peso de la edad mi frente,
antes que el sueño eterno me los cierre
los campos miren de Salem mis ojos, 30
y duerman a lo menos mis despojos
allá en el suelo santo
que fue el primero que regó mi llanto.
 
Una virgen
 
   Hija soy del dolor y el cautiverio,
y te conozco, Sión, ¡ay! solamente 40
en el narrar frecuente
de la adorada madre que conmigo
sin cesar recordaba
tu dulce, santo, maternal abrigo:
mas mi patria es la patria de mis padres, 45
no este suelo crüel y maldecido.
¡Ah! vuele presto al venturoso nido
de donde ni un momento
se ausenta el amoroso pensamiento.
 
Un sacerdote
 
   Enjugad vuestro llanto, compañeros, 50
que el instante anhelado se avecina
en que surja más bella de su ruina,
y nuevo asombro de la tierra sea
la hermosa emperatriz de la Judea:
ya miro erguirse sus soberbios muros 55
de torres coronados; ya contemplo
tocar las nubes el segundo templo
que, del primero vencedor, en este
mundo retrate la ciudad celeste.
   Y tú, tú entonces, Babilonia altiva, 60
que hoy bebes nuestras lágrimas ufana,
ya no serás sino memoria vana,
sólo en las letras de tu nombre viva:
vencedor despiadado,
de la venganza del Señor armado, 65
derribará tus muros cual violento,
torres de nubes desbarata el viento.
Al filo de su espada
tus hijos caerán como la yerba
que corta el segador: en tu agonía 70
la suerte en vano de tu triste sierva
envidiarás: como ella destrüida
serás; más no como a ella
te dará el cielo una segunda vida
y del Sepulcro renacer más bella. 75

Arriba