Se escribieron en 1882.
Nos parece ocioso discutir si han existido alguna vez hombres que merezcan este nombre sin sociedad, lo cual, dicho sea de paso, creemos imposible; basta saber lo que no puede negarse: que los hombre cultos, para los cuales escribe Spencer, no pueden vivir en sociedad.
Subrayado por el autor.
Los primeros principios.