Movido de un justo agradecimiento por la
favorable aceptación con que el público honró la
crítica de los falsos sabios que hice con nombre de los Eruditos a la
violeta, compuse y le ofrecí el Suplemento. Y no siendo menor el favor
con que le recibió, debe también ser mi gratitud en este caso
igual a la que le manifesté en el otro. Pero como la crítica es
materia tan delicada que, o suele degenerar en sátira, cosa opuesta a mi
modo de pensar, o suele ser una fría repetición de lo ya dicho,
cosa igualmente desagradable a los leyentes, he creído más
acertado el publicar algunos manuscritos míos sobre varios ramos de
literatura, empezando por la poesía.
Estos primeros cuadernillos son por la
mayor parte del género menos útil de la poesía, pero del
más agradable. Los intitulo
Ocios de mi juventud, quedándome
algún escrúpulo de que su verdadero título debiera ser
Alivio de mis penas, porque los hice todos en
ocasión de acometerme alguna pesadumbre, tal vez efecto de mis muchas
desgracias, tal vez efecto de mis pocos años, y tal vez de la
combinación de ambas causas.
En las materias amorosas he procurado
escribir con la modestia de los Argensolas y Garcilaso, y no con la libertad de
algunos otros poetas que se hallan impresos y reimpresos.
En el único asunto heroico que he
tratado, puedo asegurar que la adulación no me ha dictado un verso; no
ha seguido mi pluma otra voz que la de mi corazón.
En los versos en que se toca por
incidencia la gloria de mi nación, he procurado hablar con todo el celo
que profeso a mi patria y con toda la justicia que le hace la Historia; mayores
ingenios lo ejecuten con toda la pompa que ella se merece. Los españoles
lo agradecerán, los extranjeros lo aplaudirán; pues el
espíritu de patriotismo que reina hoy en todos los países de la
Europa hace que los hombres juiciosos de cada uno estimen a los que se declaran
patriotas respectivamente en los suyos. Cuanto dijo Virgilio en alabanza de la
gente romana, ponderando lo arduo que fue formar aquella nación
gloriosa, atribuyéndola el derecho de destruir a cuantas se resistiesen
a su poder, y de perdonar a cuantas implorasen su gracia, y profetizando una
duración sin límite, ha sido justamente repetido en cada
nación con más o menos verdad, pero con igual razón
política, cual es el estímulo de los vivientes con los nombres de
los muertos.
No creo que merezca menos mi patria, ni lo
creerá su mayor enemigo, si lee nuestros anales, no sólo en la
parte impresa por los españoles sino en la que dejaron escrita los
romanos.
Hasta aquí por lo tocante a mis
poesías en particular. De la poesía en general sería muy
inútil referir su dignidad y mérito. Si en este siglo la han
hecho menos apreciable algunos que han usurpado el título de poetas, sin
tener la menor calidad para merecer este timbre, queda muy desagraviada la
facultad con retroceder en la Historia y ver la consideración que
obtuvieron en la corte y en la nación los que manejaron la lira con la
misma mano y en el mismo tiempo que los negocios mayores de la religión,
estado y guerra. Los nombres de Rebolledo, Ercilla, Hurtado de Mendoza,
León y otros hacen ver lo compatible que es esta diversión con
las ocupaciones mayores.
El erudito patriota que hace a la
nación el servicio de publicar los extractos de nuestros poetas
antiguos, nos da una noticia muy exacta del nacimiento y fortuna de los
príncipes de nuestro Parnaso; y su lectura nos muestra evidentemente que
los poetas verdaderos, aun en nuestros siglos más gloriosos, no tuvieron
menos nombre en la república civil que en la literaria.
Refiere el autor los motivos que tuvo para
aplicarse a la poesía y la calidad de los asuntos que tratará en
sus versos |
| Caro lector, cualquiera que tú seas
| | | | el que mis Ocios juveniles veas, | | | | no pienses encontrar en su lectura | | | | la majestad, la fuerza, la dulzura, | | | | que llevan los raudales del Parnaso, |
5 | | | Mena, Boscán, Ercilla, Garcilaso, | | | | Castro, Espinel, León, Lope y Quevedo. | | | | No ofrezco asuntos que cumplir no puedo. | | | | Sé que el mortal a quien benigno el hado | | | | la morada del Pindo ha destinado, |
10 | | | halla en su cuna la sagrada rama | | | | con que se sube al templo de la fama. | | | | Tanta dicha a los cielos no he debido, | | | | bajo tan fausto signo no he nacido. | | | | En falsas cortes y en malicia fiera, |
15 | | | de mi vida pasé la primavera; | | | | jamás compuse versos hasta el día | | | | que me dejó la estrella más impía | | | | a mi pena y rigor abandonado, | | | | objeto débil del rigor del hado; |
20 | | | y con amor y ausencia, mal más fuerte | | | | que cuantos he nombrado y que la muerte. | | | | Entonces, por remedio en mi tristeza, | | | | de Ovidio y Garcilaso la terneza | | | | leí mil veces, y otros tantos gozos |
25 | | | templaron mi dolor y mis sollozos. | | | | Huyendo de los hombres y su trato, | | | | que al hombre bueno siempre ha sido ingrato, | | | | sentado al pie de un álamo frondoso | | | | en la orilla feliz del Ebro undoso, |
30 | | | ¡cuántas horas pasé con los sentidos | | | | en tan sabrosos metros embebidos! | | | | ¡Ay, cómo conocí que en su lectura | | | | derramaban los cielos más dulzura | | | | que en el divino néctar y ambrosía! |
35 | | | Mi tristeza en consuelo convertía, | | | | y mis males yo mismo celebraba | | | | por la delicia que en su cura hallaba. | | | | Así como se alienta el peregrino | | | | cuando encuentra con otro en el camino, |
40 | | | y con gusto el piloto al mar se entrega | | | | si otro con él el mismo mar navega; | | | | como se alivia el llanto si un amigo | | | | de nuestras desventuras es testigo; | | | | así los tristes versos que leía |
45 | | | templaban mi fatal melancolía, | | | | hasta que en ellos me dispuso el cielo | | | | de todo mi dolor total consuelo. | | | | Así mi alma al Pindo agradecida, | | | | cultivarle juró toda la vida. |
50 | | | Con pecho humilde y reverente paso | | | | llegué a la sacra falda del Parnaso | | | | y, como en sueños, vi que me llamaban | | | | desde la sacra cumbre y me alentaban | | | | Ovidio y Laso, a cuyo docto influjo |
55 | | | mi numen estos versos me produjo. | | | | Todos de risa son, gustos y amores. | | | | No tocaré materias superiores. | | | | De los supremos dioses y los reyes | | | | la oscura voz y las secretas leyes, |
60 | | | los arcanos, enigmas y misterios | | | | no digo con osados versos serios; | | | | antes con más sencillo y bajo tono | | | | celebro la cabaña y dejo el trono. | | |
|
| Ya canto de pastoras y pastores |
65 | | | las fiestas, el trabajo y los amores; | | | | ya de un jardín que su fragancia envía | | | | escribo la labor y simetría; | | | | ya del campo el trabajo provechoso, | | | | y el modo de que el toro más furioso |
70 | | | sujete al yugo la cerviz altiva, | | | | y al hombre débil obediente viva; | | | | ya canto de la abeja y su gobierno, | | | | y el dulce tono del jilguero tierno. | | |
|
| No mido con inútil osadía |
75 | | | cuánto anda el astro que preside al día, | | | | ni celebro vilmente a los varones | | | | funestos a la paz de las naciones. | | | | Matar los hijos, degollar las madres, | | | | violar las hijas, afrentar los padres, |
80 | | | lleven al hombre al templo de la gloria | | | | al toque del clarín de la victoria; | | | | pero jamás con versos inhumanos | | | | héroes he de llamar a los tiranos. | | |
|
| Y di, lector, ¿acaso nos importa |
85 | | | (pues la vida es tan frágil y tan corta) | | | | que Febo dé su vuelta concertada, | | | | siendo la Tierra la que está parada, | | | | o que, parado el sol, la Tierra suelta | | | | alrededor de Febo dé la vuelta? |
90 | | | ¿Ni que el piloto audaz y codicioso | | | | busque nuevos caminos al ansioso | | | | navío, y que disculpe si es posible | | | | hallarlos por el paso inaccesible | | | | hacia el norte del Asia no cursado? |
95 | | | ¿O si es mejor el paso acostumbrado | | | | por donde los gigantes patagones | | | | admiran los castillos y leones | | | | en las popas de naves españolas, | | | | cuando surcan aquellas bravas olas? |
100 | | | No leas con temor. Ni voz ni idea | | | | verás en mí que indecorosa sea, | | | | ni ofenderé al pudor más recatado. | | | | Podrá decir mis versos sin cuidado | | | | el labio virginal, sin que ofendidos |
105 | | | deje mi blando numen sus oídos. | | |
|
Al mismo asunto en metro diferente, declarando su
amor a Filis |
| No canto de Numancia ni Sagunto | | | | el alto nombre y la envidiable gloria | | | | que ninguna nación tiene en su historia. | | | | No elijo por asunto | | | | el noble ardor del portugués famoso |
5 | | | que con el traje de infeliz villano | | | | puso freno afrentoso | | | | al grande orgullo del poder romano. | | | | Ni de Pelayo canto las acciones | | | | con que domó las bárbaras naciones |
10 | | | a España conducidas, | | | | y en ella mantenidas | | | | por codicia africana, | | | | por venganza inhumana, | | | | y porque estaba España deliciosa |
15 | | | sepultada en el lujo desidiosa. | | | | Ni tocaré con numen elevado | | | | la prudencia, virtud, valor y saña | | | | del valiente extremeño, | | | | que con glorioso empeño |
20 | | | al terreno envidiado | | | | llevó las armas de la invicta España. | | | | Ni canto a Carlos quinto, aquel guerrero | | | | que prendió de la Francia al soberano, | | | | venció al francés y castigó al germano,
|
25 | | | y al africano fiero. | | | | Ni al noble hermano de Felipe Augusto, | | | | que en el mar de Lepanto, | | | | con grande estrago y susto, | | | | puso cadena al turco, al orbe espanto. |
30 | | | Ni de Álvaro Bazán, de quien ingleses | | | | y turcos y franceses | | | | conservarán impresa la memoria, | | | | contando en cada acción una victoria. | | | | Ni el brío más que humano |
35 | | | del Cid Díaz, soberbio castellano, | | | | que con su lealtad, fuerza y prudencia | | | | deteniendo la rueda a la fortuna, | | | | las armas de su rey puso en Valencia | | | | sobre la media luna. |
40 | | | Ni las hazañas y virtudes raras | | | | de Córdobas, Navarros y Pescaras, | | | | Carpios, Verdugos, Vargas, Mondragones, | | | | con la turba inmortal de otros varones, | | | | nobles abuelos nuestros y soldados |
45 | | | en España nacidos, | | | | en Italia y en Flandes conocidos, | | | | y por el orbe entero respetados, | | | | sin que la envidia de la gente extraña | | | | pueda negar su gloria a nuestra España. |
50 | | | No fue a mi musa dado | | | | con el horrendo son del bronce herido | | | | cantar como sagrado | | | | el guerrero rigor, grato al oído, | | | | del que entre sangre, robo, rapto y furia |
55 | | | a la infeliz humanidad injuria. | | |
|
| Mi lira canta la ternura sola; | | | | Apolo me la dio, Venus templola, | | | | y aun ella preludió mi dulce acento | | | | que al céfiro paraba por el viento, |
60 | | | a las aves sacaba de sus nidos, | | | | al hombre enajenaba sus sentidos; | | | | a sus sonoras voces | | | | se amansaban los brutos más feroces, | | | | y las mismas deidades elevadas |
65 | | | quedaban con sus ecos encantadas. | | | | Con tal impulso tu favor no imploro, | | | | familia docta del castalio coro. | | | | Divinas nueve hermanas, | | | | no os pido aquellas fuerzas soberanas |
70 | | | con que Homero cantó del griego armado, | | | | y del cielo en dos bandos separados | | | | las iras y el rencor. Musas, no os pido | | | | el numen escogido | | | | con que cantó Virgilio al pío Eneas, |
75 | | | por entre incendios y horrosas teas | | | | sacando padres, dioses, hijo, esposa, | | | | de Troya lastimosa; | | | | venciendo vientos, mares y enemigos | | | | hasta fundar a Roma. |
80 | | | Diverso vuelo toma | | | | mi pluma, que al amor he dedicado. | | | | Porque en metro mezclado | | | | de gusto y de tristeza, | | | | celebro de mí Filis la belleza, |
85 | | | y temiendo del hado los vaivenes, | | | | canto su amor y lloro sus desdenes. | | |
|
Sobre ser la poesía un estudio
frívolo y convenirme aplicarme a otros más serios |
| Llegose a mí con el semblante
adusto, | | | | con estirada ceja y cuello erguido | | | | (capaz de dar un peligroso susto | | | | al tierno pecho del rapaz Cupido) | | | | un animal de los que llaman sabios, |
5 | | | y de este modo abrió sus secos labios: | | |
|
| «No cantes más de amor. Desde este
día | | | | has de olvidar hasta su necio nombre. | | | | Aplícate a la gran Filosofía; | | | | sea tu libro el corazón del hombre». |
10 | | | Fuese, dejando mi alma sorprendida | | | | de la llegada, arenga y despedida. | | |
|
| Adiós, Filis, adiós. No más
amores, | | | | no más requiebros, gustos y dulzuras; | | | | no más decirte halagos, darte flores; |
15 | | | no más mezclar los celos con ternuras; | | | | no más cantar por monte, selva y prado | | | | tu dulce nombre al eco enamorado. | | |
|
| No más llevarte flores escogidas, | | | | ni de mis palomitas los hijuelos, |
20 | | | ni leche de mis vacas más queridas, | | | | ni más jurarte mi constancia pura | | | | por Venus, por mi fe, por tu hermosura. | | |
|
| No más pedirte que tu blanca diestra | | | | en mi sombrero ponga el fino lazo |
25 | | | que en sus colores tu firmeza muestra, | | | | que allí lo colocó tu airoso brazo; | | | | no más entre los dos un albedrío, | | | | tuyo mi corazón, el tuyo mío. | | |
|
| Filósofo he de ser; y tú que
oíste |
30 | | | mis versos amorosos algún día, | | | | oye sentencias con estilo triste | | | | y lúgubres acentos, Filis mía, | | | | y di si aquel que requebrarte sabe, | | | | sabe también hablar en tono grave. |
35 | |
|
A la fortuna |
| ¿Dónde hallarás quien
resistirse pueda, | | | | ciega deidad, al delicioso encanto | | | | del son del torno de tu instable rueda? | | |
|
| Si de algún triste el doloroso llanto | | | | aparta el sabio de la atroz rüina, |
5 | | | ¡qué poco dura el saludable espanto! | | |
|
| La mayor parte con vigor camina | | | | al aéreo templo de la diosa fama, | | | | y despreciar ejemplos determina. | | |
|
| Enciende la ambición su horrenda llama,
|
10 | | | toca el clarín la gloria, el mundo suena, | | | | y nuevas redes tu locura trama. | | |
|
| El alma débil de furor se llena, | | | | segunda vez se entrega a tu mudanza, | | | | que los gustos más gratos envenena. |
15 | |
|
| También guiome un tiempo la esperanza, | | | | monstruo a quien abortó tu devaneo, | | | | y culpé tu rigor y tu tardanza. | | |
|
| ¡Oh cuántas veces se inflamó
el deseo | | | | en este pecho joven e inocente |
20 | | | que ya por fin desengañado veo! | | |
|
| ¡Cuál crecía el incendio!
¡Qué imprudente | | | | propuse levantar al firmamento | | | | mi nombre, del ocaso al oriente! | | |
|
| El militar estruendo, el duro acento |
25 | | | del jefe que las tropas disponía, | | | | el ronco son del bélico instrumento, | | |
|
| la clin del animal que Betis cría, | | | | el brillo que el dorado Tajo presta | | | | al fierro de Cantabria, patria mía, |
30 | |
|
| la pólvora a las madres tan funesta, | | | | con estrépito horrendo en los cañones, | | | | que tantas vidas y sollozos cuesta, | | |
|
| y de la horrenda guerra las acciones, | | | | parecíanme glorias soberanas, |
35 | | | dignas de los que habitan las mansiones | | |
|
| del alto Olimpo, y que las nueve hermanas | | | | sólo debían entonar loores | | | | a las almas feroces e inhumanas. | | |
|
| Llenábase mi pecho de furores |
40 | | | al leer de Curcio y de Solís la historia, | | | | de Alejandro y Cortés aduladores. | | |
|
| Envidiaba a los dos la fiera gloria | | | | de ver en Moctezuma y en Darío | | | | caprichos de la suerte y la victoria. |
45 | |
|
| Un héroe sabio y un monarca pío | | | | parecíanme indignos de su cuna; | | | | su libro indigno del estudio mío. | | |
|
| Con gusto vi la bélica fortuna | | | | del soberbio bretón, al lusitano |
50 | | | dar contra España audacia inoportuna; | | |
|
| y las melenas del león hispano | | | | coronarse con lises, y a su saña | | | | rendir Almeida el alto muro ufano. | | |
|
| Y al ver de Marte por la dura España |
55 | | | rodar el carro con horrible estruendo | | | | y alzar la muerte su infeliz guadaña, | | |
|
| iba yo en mi memoria recorriendo | | | | historias dignas de dolor y espanto | | | | y mi alma con sus nombres complaciendo: |
60 | |
|
| de Numancia, Sagunto y de Lepanto, | | | | de Méjico, de Cuzco y de Pavía, | | | | de San Quintín, de Almansa y Camposanto, | | |
|
| de Roncesvalle y tanto crudo día | | | | que en nuestros fastos con orgullo se halla, |
65 | | | y lee la juventud con alegría. | | |
|
| Deseaba llegase la batalla | | | | en que las tropas que la Lipe ordena | | | | huyesen de Lisboa a la muralla | | |
|
| o rindiesen el cuello a la cadena, |
70 | | | para venir de Atocha al templo santo, | | | | que de himnos victoriosos siempre suena, | | |
|
| y do ven las naciones con espanto | | | | banderas y estandartes y tambores, | | | | con nuestro gozo y con ajeno llanto. |
75 | |
|
| Pero días más gratos y mejores | | | | iba trayendo el tiempo a los mortales, | | | | enfrenando de Marte los rigores; | | |
|
| y Carlos, lastimado de los males | | | | que el mundo en tantos años padecía, |
80 | | | le quiso repartir bienes iguales. | | |
|
| Y así como Neptuno volvió el
día | | | | quietud, y sol al triste mar, turbado | | | | por iras de la diosa que quería | | |
|
| anonadar la gente, a quien el hado |
85 | | | prometía el imperio de la tierra, | | | | así también al mundo encarnizado | | |
|
| en una larga y horrorosa guerra, | | | | Carlos dio paz, y el mundo gozar pudo | | | | los muchos bienes que su nombre encierra. |
90 | |
|
| El soldado, colgando el fuerte escudo | | | | en el nativo hogar, al padre anciano, | | | | con tono extraño y ademán forzudo, | | |
|
| contó los lances de la guerra, ufano | | | | de que su simple voz oída sea |
95 | | | por cariñosa madre, tierno hermano, | | |
|
| zagales toscos de la misma aldea, | | | | y la zagala joven y gallarda | | | | con quien unir su corazón desea | | |
|
| y a quien el día deseado tarda. |
100 | | | Ya de otro caos la naturaleza | | | | sale segunda vez; no se acobarda | | |
|
| el marinero ya con la fiereza | | | | del mar, ni el labrador ya se detiene | | | | en romper de la tierra la dureza. |
105 | |
|
| Cada arte y ciencia nueva vez previene | | | | a quien la trate aplausos y consuelo; | | | | a los mortales la quietud ya viene, | | |
|
| y la voz de los pueblos llega al cielo | | | | con júbilos, con gozo y alegría; |
110 | | | el cielo esparce su bondad al suelo. | | |
|
| Y yo sintiendo el deseado día, | | | | viendo en él mi esperanza fenecida, | | | | pues la guerra tu gracia me ofrecía, | | |
|
| vine a la corte, donde nueva vida, |
115 | | | nuevas lides ofrece y nueva pena | | | | con colores de gustos bien fingida. | | |
|
| Allí arrastré la rígida
cadena, | | | | tan dura que aun después de rescatado | | | | en mis oídos su rüido suena. |
120 | |
|
| Sí, fortuna, yo vi (¡cuán
espantado | | | | hasta ver que lo mismo siempre ha sido!), | | | | vi lo que nunca hubiera yo soñado; | | |
|
| y por tus sacerdotes conducido, | | | | tus ritos vi, tus víctimas y templo, |
125 | | | joven audaz y nada apercibido. | | |
|
| Guiome de otros muchos el ejemplo, | | | | cuya vida juzgaba yo colmada, | | | | y ahora esclavitud triste contemplo. | | |
|
| Ya con rodilla ante el altar doblada, |
130 | | | movió mi débil mano el incensario | | | | por culto de una estatua inanimada. | | |
|
| La cara del amigo y del contrario | | | | mil veces vi con arte equivocarse, | | | | la del cobarde y la del temerario. |
135 | |
|
| En fin, vi con dolor adulterarse | | | | virtud, honor, bondad, y con pasiones | | | | del más horrible género mezclarse. | | |
|
| Me engañaste hasta aquí.
¡Cuántas razones | | | | tirana me pusiste, deseando |
140 | | | llevarme más allá! ¡Cuantas me pones | | |
|
| con rostro afable y con acento blando | | | | aun después del desprecio con que veo | | | | al que vas abatiendo o ensalzando! | | |
|
| Lo sabes, y que yo sólo deseo |
145 | | | huir de ti, porque jamás consigas | | | | de mi pecho formar nuevo trofeo, | | | | por más que me acaricies o persigas. | | |
|
Carta de Florinda a su padre el conde D.
Julián después de su desgracia |
| Señor (pues ya no debe | | | | apellidarte padre aquesta triste, | | | | a quien el astro aleve | | | | arrebató el honor que tú la diste), | | | | te envío con mi carta mi quebranto; |
5 | | | mezcla tú mis renglones con tu llanto. | | |
|
| ¡Ay!, trémula mi mano | | | | borra los caracteres que escribía, | | | | porque el dolor tirano | | | | agita con temblor la pluma mía; |
10 | | | mi mano en infortunio tan deshecho | | | | imita lo agitado de mi pecho. | | |
|
| Conozco que mi aliento | | | | antes que aquesta carta ha de acabarse; | | | | tendrá nuevo tormento |
15 | | | mi corazón en no poder vengarse; | | | | Florinda morirá, sin que en Rodrigo | | | | vengues mi honor, castigues tu enemigo. | | |
|
| Cuando tan fuerte sea | | | | mi pecho que a sus males no se rinda; |
20 | | | cuando mi padre vea | | | | su honor entre desdoros de Florinda, | | | | ¡muerto te quedarás, oh padre amado!, | | | | y nuestro honor marchito y no vengado. | | |
|
| Mas aunque no resista |
25 | | | mi fuerza a la ignominia de expresarla, | | | | ni tu infelice vista | | | | a la dura desdicha de mirarla, | | | | a la posteridad estos renglones | | | | acaso servirán como lecciones. |
30 | |
|
| Al joven don Rodrigo | | | | hermosa parecí; llamome hermosa. | | | | ¡Ay!, ¡sobrado te digo | | | | en frase tan sencilla y azarosa! | | | | Él era rey y joven, y era amante; |
35 | | | y yo mujer, hermosa e ignorante. | | |
|
| ¡Con qué tiernas miradas | | | | me declaró el amor que me tenía! | | | | ¡Qué voces disfrazadas | | | | con estudiado estilo profería! |
40 | | | Sus ojos y su boca se ligaban | | | | contra mi corazón, y triunfaban. | | |
|
| Mi corazón, ajeno | | | | de lo que amor se llama entre los necios, | | | | se tuvo tan sereno, |
45 | | | que por halagos tiernos dio desprecios. | | | | Pero de amor la inexplicable llama | | | | a veces en el fuego más se inflama. | | |
|
| ¡Qué fiestas no intentaba | | | | para lograr sus fines suntuosas! |
50 | | | La corte se admiraba, | | | | ignorando las causas asombrosas; | | | | yo sola no ignoraba de estas fiestas | | | | la causa y consecuencias: ¡qué funestas! | | |
|
| Mil veces al torneo |
55 | | | el mismo don Rodrigo se veía | | | | las alas del deseo | | | | mezclar con las del traje que vestía; | | | | el traje, la divisa y la librea | | | | los fines me explicaban de su idea. |
60 | |
|
| Mil otras se postraba | | | | a su triste vasalla el soberano; | | | | rendido me juraba | | | | pondría sus dominios en mi mano. | | | | Alguna vez más bajo se abatía |
65 | | | diciendo que a mis pies todo pondría. | | |
|
| Las cargas del reinado, | | | | tan duras de llevar y tan precisas, | | | | dejaba descuidado | | | | en manos o malvadas o indecisas. |
70 | | | ¿Cuál podría mandar un reino entero | | | | quien era de otro dueño prisionero? | | |
|
| Por fin los maliciosos, | | | | a costa de desvelos y cuidados, | | | | supieron los dudosos |
75 | | | motivos por él mismo declarados. | | | | Comenzaron sus necios artificios | | | | a preparar mayores precipicios. | | |
|
| Algunos, ignorando | | | | que el pecho femenino más entero |
80 | | | suele rendirse blando | | | | de la soberbia al tono lisonjero, | | | | quisieron deslumbrar el pecho mío | | | | con ideas de mando y poderío. | | |
|
| Decían que grandeza, |
85 | | | palacio, España toda, el mundo entero | | | | a mis pies su cabeza | | | | al punto rendiría con esmero; | | | | y que aceptase el lauro prodigioso | | | | de ser reina del rey más poderoso. |
90 | |
|
| A todos resistía | | | | tu hija, combatida de mil modos; | | | | solo se defendía | | | | mi honor, que se oponía contra todos; | | | | contra el amor en artes abundante |
95 | | | sólo el honor consigue ser triunfante. | | |
|
| Triunfé, pero Cupido, | | | | viéndose de mi triunfo avergonzado, | | | | y viéndose vencido, | | | | a todos los delitos arrestado, |
100 | | | a la astucia juntó ya la demencia, | | | | engaños, amenazas y violencia. | | |
|
| Un día (¡con qué agüeros
| | | | me lo predijo el cielo!, ¡con qué susto!) | | | | un negro gavilán vi que seguía |
105 | | | a una tierna paloma que le huía. | | |
|
| Yo vi que a una cordera | | | | un lobo devoraba ensangrentado; | | | | yo vi su saña fiera | | | | al pie de mi palacio desgraciado. |
110 | | | ¡Necia de mí, que con agüeros tales | | | | no me temí los más atroces males! | | |
|
| En este mismo día | | | | Rodrigo me llamó, y así me dijo: | | | | «Tu noble valentía |
115 | | | venció por fin a mi fervor prolijo; | | | | admiro tu virtud y la venero, | | | | yo mismo envidio un pecho tan entero. | | |
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| Florinda, ya se acaba | | | | de mi persecución el necio empeño; |
120 | | | aun mi alma se alaba | | | | de humillarse a la fuerza de tu ceño; | | | | vive felice sin temor ni susto, | | | | ya no aspiro a más gusto que tu gusto». | | |
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| Mis lágrimas siguieron |
125 | | | del gozo a la sorpresa de mi oído, | | | | como seguir se vieron | | | | al susto en otro tiempo conocido; | | | | y mi alma con tan nuevas mutaciones | | | | lloraba y aplaudía sus blasones. |
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| Al fin, agradecida, | | | | a sus plantas postreme presurosa; | | | | jurele que en la vida | | | | olvidaría acción tan generosa, | | | | y que la sangre toda de mi gente |
135 | | | vertería en su obsequio, reverente. | | |
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| Iba mi entendimiento | | | | con lágrimas y voces a explicarse | | | | en su agradecimiento, | | | | cuando mi corazón sentí turbarse, |
140 | | | y con el nuevo gozo enajenada, | | | | caí entre sus brazos desmayada. | | |
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| Mas, ¡cielo!, mi hermosura, | | | | sin duda nuevo lustre en mi tristeza, | | | | y su osada locura |
145 | | | nuevas fuerzas tomó de mi flaqueza; | | | | y mi alma entre las sombras de la muerte | | | | dejó de ser, como en la vida, fuerte. | | |
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| Volví del accidente | | | | ¡ojalá que a la vida no volviera!, |
150 | | | y Rodrigo, insolente, | | | | mirábame con complacencia fiera, | | | | diciendo: «¿Ves, Florinda, cómo el cielo
| | | | favoreció mi ardor y mi desvelo? | | |
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| Lo que tú has resistido |
155 | | | con tan ciego tesón y tiranía, | | | | el cielo ha permitido | | | | en un instante: ya te he hecho mía; | | | | lo que ha empezado el cielo prosigamos | | | | en dulce unión el tiempo que vivamos». |
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| Al oírle y mirarme, | | | | rompí los nudos que su brazo hacía, | | | | y fiera al arrancarme, | | | | cobré la voz, y al tiempo que él huía,
| | | | dije: «¡Ay de ti, Rodrigo!, tus maldades |
165 | | | han de llorar las míseras edades». | | |
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| ¡Qué necia!, ¡cuál
sonaba | | | | mi voz por el palacio del delito! | | | | ¡Qué triste publicaba | | | | el crimen de Rodrigo y mi conflicto! |
170 | | | «Venganza», sí, «venganza»,
repetía, | | | | y al cielo y a la tierra la pedía. | | |
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| Viendo que tierra y cielo | | | | sordos estaban siempre a mis oídos, | | | | sólo pedí consuelo |
175 | | | a mis tristes potencias y sentidos. | | | | ¡Excesos son de la venganza insanos! | | | | Quise matar al rey con estas manos. | | |
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| Pensé yo convidarle | | | | a mi jardín; con fácil fingimiento |
180 | | | mi pecho presentarle, | | | | como cambiando en gusto su tormento; | | | | decirle que podía sin recelo | | | | contar con mi terneza su desvelo. | | |
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| Y al tiempo que él, demente, |
185 | | | con la amorosa llama deslumbrado, | | | | se llegase impaciente | | | | al pecho a quien creía conquistado, | | | | con un puñal lavar en su torpeza | | | | la mancha derramada en mi flaqueza. |
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| Mas sin duda los reyes | | | | son de tan superior naturaleza, | | | | que las humanas leyes | | | | humillan el rigor y fortaleza; | | | | y sólo puede castigar coronas |
195 | | | quien maneja los astros y las zonas. | | |
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| Ya me falta el aliento | | | | para la grave empresa meditada; | | | | un impulso violento | | | | me detiene la mano levantada, |
200 | | | y en tan dudoso, oscuro y cruel abismo, | | | | vuelvo el puñal contra mi pecho mismo. | | |
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| Y al punto (¿quién creyera | | | | que faltara a Florinda valentía?) | | | | que lo emprendo severa, |
205 | | | tiembla cobarde aquesta diestra mía. | | | | Y así a mi padre en mi desdicha apelo | | | | por muerte, por honor y por consuelo. | | |
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A los días del Excmo. Señor Conde de
Ricla |
| Salid, ninfas del Ebro, | | | | a mis voces juntad vuestra harmonía; | | | | cantad al que celebro | | | | en su dichoso y deseado día. | | | | Salid, ninfas, cantando, |
5 | | | y el eco suene con acento blando. | | |
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| Una tropa ligera | | | | de sátiros y faunos y silvanos | | | | impaciente os espera, | | | | venida de los montes más lejanos |
10 | | | para formar su danza, | | | | y lloran, tristes, ya vuestra tardanza. | | |
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| Las aves lo supieron | | | | (sin duda de algún numen inspiradas) | | | | y más prontas unieron |
15 | | | sus voces por los cielos concertadas; | | | | y con voz más sonora | | | | más presto despertaron a la aurora. | | |
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| Apenas del oriente | | | | abrió las puertas la rosada aurora, |
20 | | | cuando el prado y la fuente | | | | vistió la mano de la diosa Flora, | | | | regando el verde suelo | | | | con el sonoro y líquido arroyuelo. | | |
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| Pisad, ninfas del prado, |
25 | | | con libre pie la rosa y la azucena; | | | | y del pelo dorado | | | | caigan las perlas en la orilla amena, | | | | porque adorno más bello | | | | a vuestra sien dará vuestro cabello. |
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| ¡Egregio Villalpando!, | | | | así cantaba yo con bajo acento | | | | y lira humilde, cuando | | | | sentí en mis venas un ardor violento, | | | | cual suele de repente |
35 | | | de Etna brotar un ígneo torrente. | | |
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| Y así como se extiende | | | | por campo, valle, prado, selva y monte | | | | la llama, y más se enciende, | | | | y parece abrasado el horizonte; |
40 | | | así sentime luego | | | | todo encendido en un sagrado fuego. | | |
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| No pisa más osada | | | | la Trípode que anuncia lo futuro, | | | | la Pítica inspirada |
45 | | | a quien Febo abre el libro siempre oscuro | | | | donde están estampados | | | | los divinos secretos de los hados. | | |
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| Ni se le eriza el pelo, | | | | ni la voz se le turba en la garganta, |
50 | | | ni mira osado al cielo, | | | | ni lleno ya de fuerza se levanta | | | | con el ardor y asombro | | | | que mi alma siente cuanto yo te nombro. | | |
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| Ni del vulgo profano |
55 | | | la turba ofrece reverente oído | | | | al tono más que humano | | | | que el sacerdote pitio ha proferido, | | | | con más sagrado espanto, | | | | que el mundo me oye, si tu nombre canto. |
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| Ya veo que del río | | | | cuyo nombre ha tomado España entera, | | | | al fuerte acento mío | | | | sale el anciano dios con faz severa | | | | y tridente en la mano, |
65 | | | igual al de Neptuno soberano. | | |
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| Ya aparta del cabello | | | | los juncos y las conchas y corales, | | | | y por el duro cuello | | | | lo esparce en largas trenzas desiguales |
70 | | | con la nervuda diestra | | | | y la ancha frente, y sus arrugas muestra. | | |
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| Con la siniestra aplica | | | | a su gran boca un caracol horrendo | | | | que sus voces duplica, |
75 | | | causando al eco un nunca oído estruendo; | | | | siete veces le toca, | | | | y siete tiembla la cercana roca. | | |
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| Y mirándome adusto | | | | (sintiendo que un mortal alcance a tanto |
80 | | | que conmueva a su gusto | | | | a las mismas deidades con su canto), | | | | de envidia y rabia lleno, | | | | vuelve a sus ondas por su verde seno. | | |
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| Detiene su corriente |
85 | | | el Ebro, y se sosiega la onda pura; | | | | y hacia el golfo de oriente | | | | su curso, como suele, no apresura. | | | | Y Neptuno, irritado, | | | | echa menos el feudo acostumbrado. |
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| Ya del tranquilo río | | | | las ninfas y tritones van saliendo; | | | | estos con grande brío | | | | las importunas olas van abriendo, | | | | porque salgan gustosas |
95 | | | las ninfas en sus conchas primorosas. | | |
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| Zagalas y pastores | | | | que esperáis en la orilla su llegada, | | | | ¿decid si otras mayores | | | | bellezas vio jamás vuestra morada? |
100 | | | ¿Decid, verdes orillas, | | | | si nunca visteis tales maravillas? | | |
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| Apenas han salido | | | | del agua, cuando dan dulces acentos | | | | al eco suspendido, |
105 | | | y su gozo se esparce por los vientos. | | | | ¿Decid, aves canoras, | | | | si nunca oísteis voces tan sonoras? | | |
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| Ya la mansa corriente | | | | a la orilla feliz bien envidiada |
110 | | | las lleva blandamente; | | | | y los tritones sienten su llegada, | | | | y sacando hacia afuera | | | | los brazos, cada cual la suya espera. | | |
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| Uno que más desea |
115 | | | la vuelta de su amada ninfa, dice: | | | | «Vuelve, mi Galatea, | | | | vuelve al constante amor de este infelice; | | | | así la cipria diosa | | | | te haga cada día más hermosa». |
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| Esto mismo repite | | | | cada cual a la suya con terneza; | | | | y sabroso convite | | | | le prepara, en señal de su fineza, | | | | de peces y de frutas |
125 | | | que el río cría dentro de sus grutas. | | |
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| Pero ellas no se cuidan | | | | de tanto anhelo y de dulzura tanta, | | | | viendo que las convidan | | | | a herir el suelo con ligera planta |
130 | | | pastores más hermosos, | | | | y sátiros y faunos bulliciosos. | | |
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| Témplanse los panderos | | | | y flautas y zampoñas pastoriles | | | | con los suaves jilgueros |
135 | | | y zagales con voces juveniles; | | | | y con sus blancas manos | | | | tocan las ninfas sones más que humanos. | | |
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| La más bella levanta | | | | al alto Olimpo tu eminente cuna, |
140 | | | y con el brío te canta | | | | superior al poder de la fortuna, | | | | y «¡viva Ricla, viva!» | | | | exclama el coro de la comitiva. | | |
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| Otra su voz ofrece |
145 | | | ti lo benigno de tu noble pecho, | | | | e igualarlo parece | | | | a los influjos del empíreo techo; | | | | y el coro junto exclama: | | | | «¡Que Ricla viva con eterna fama!». |
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| Otra dice que fuiste | | | | al reino ultramarino del gran Carlos, | | | | que a los indios pusiste | | | | bajo su amparo, para rescatarlos; | | | | el gran coro vocea: |
155 | | | «¡Viva el gran Ricla, venturoso sea!». | | |
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| Otra ninfa te canta | | | | venciendo con estrago a los germanos, | | | | y dice: «Cuánto espanta | | | | el hierro, si lo esgrimen esas manos!»; |
160 | | | y el coro, que lo ha oído, | | | | repite: «¡Viva quien triunfante ha sido!».
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| Otra dice tu celo | | | | para las armas del hispano Marte; | | | | la bóveda del cielo |
165 | | | vuelve mayor su voz para alabarte, | | | | y el coro escucha atento | | | | y dice «¡viva!» con sonoro acento. | | |
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| A cada ninfa hermosa | | | | que cantaba con celo tus loores, |
170 | | | la comitiva ansiosa | | | | ofrecía guirnaldas de mil flores, | | | | y ella se las quitaba | | | | y en tu estatua de mármol las dejaba. | | |
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| Y el tiempo, grave anciano, |
175 | | | con hoz irresistible y destructora | | | | se aparece, y ufano, | | | | mirando a la cuadrilla que te adora, | | | | dice: éste será el solo | | | | a quien defienda de mi brazo Apolo. |
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