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Orígenes y circunstancias de la extensión universitaria en España

Manuel García Guatas1


Universidad de Zaragoza




ArribaAbajoAlgunos precedentes

Ejemplos precursores ya habían surgido en universidades alemanas, belgas e inglesas, que pretendían, de un lado, la renovación académica, y de otro, la difusión del saber y de los conocimientos generados en la universidad a aquellas clases sociales para las que eran inaccesibles. Se citaban en círculos progresistas de la España de finales del siglo XIX el modelo de las experiencias de Oxford, de las colonias universitarias inglesas de Toynbee-Hall desarrolladas en barrios obreros de algunas grandes ciudades industriales, de las escuelas nocturnas de adultos o incluso los «palacios del pueblo», según referencias de utópicos proyectos societarios de Charles Fourier.

En el origen y propuestas de renovación universitaria en España a finales del siglo XIX se siguieron pasos parecidos y paralelos en las universidades de Barcelona, Sevilla, Valencia, Zaragoza, Oviedo, etc. Aunque las circunstancias y el enfoque de lo que se llamará Extensión Universitaria fue distinto en cada una, sin embargo, en todas ellas latían una convicción en el carácter emancipador de la cultura y una voluntad en transmitirla desde la universidad.

Si la Universidad de Oviedo llevará la iniciativa en denominar desde el primer momento Extensión Universitaria a esta actividad y en hacerlo de una manera muy bien organizada, con una Junta que la dirigía, sin embargo, desde unos años antes ya se habían puesto en práctica en dichas universidades actividades similares, aunque llamadas «conferencias universitarias».

Así, por ejemplo, en la de Barcelona se habían organizado desde el curso de 1897-98 conferencias dominicales sobre temas de divulgación tan dispares como la poesía, la utilización del hierro en las construcciones, la evolución de los alimentos, etc.

También en la de Sevilla, siendo rector un antiguo alumno de la de Oviedo, el Dr. Moris y Fernández Vallín, había creado unos estudios que comprendían conferencias de divulgación y excursiones científicas de visita a monumentos, talleres y fábricas, jardines y establecimientos bancarios. Pero parece ser que debieron tener breve continuidad2.

Es evidente que a finales del siglo se había despertado en ambientes intelectuales progresistas una especial sensibilidad por la llamada cuestión social, tanto desde diferentes enfoques y propuestas civiles en respuesta a las reivindicaciones de mejoras de vida de los obreros desde la aparición en 1879 de una organización política como el Partido Socialista Obrero Español o de su organización sindical en 1888 en la Unión General de Trabajadores, como desde otras miras religiosas, antes y después de la Encíclica Rerum Novarum (1891) de León XIII.

Así podemos comprender mejor el enfoque tan preciso de la Extensión Universitaria en Oviedo, que se relacionará con los centros y sociedades obreras y con el impulso, por ejemplo, de los catedráticos Adolfo González Posada y Adolfo Álvarez Buylla. El primero hará de la cuestión social una realidad económica, educativa y jurídica. Buylla, que ya había manifestado sus ideas sobre el modelo alemán del llamado «socialismo de cátedra» (o socialismo teórico e ideológico) en su discurso de inauguración del curso académico de 1897-98 en la de Oviedo3, publicará como miembro del Instituto de Reformas Sociales numerosos trabajos sobre legislación social y traducciones de autores extranjeros sobre esta cuestión4.

Pero ahora, al haber investigado en fuentes documentales más directas, me extenderé sobre las experiencias de Zaragoza.




ArribaAbajoConcepto y orientación de la extensión universitaria en Zaragoza

Aquí las iniciativas de abrir la universidad a la sociedad y de la difusión de la enseñanza universitaria se pusieron en práctica con la inauguración, en octubre de 1893, del flamante edificio de las Facultades de Medicina y Ciencias, construido al final del paseo de la Independencia, el principal ensanche urbano de la ciudad del siglo XIX5.

Había sido construido en estilo ecléctico neorrenacentista, decorado con abundantes complementos escultóricos. Precisamente, por esto último llama la atención ahora que un edificio destinado a la enseñanza estuviera ennoblecido con cuatro estatuas sedentes, talladas en piedra ante la fachada, que representan a personalidades de la investigación de los siglos XVI y XVIII: los médicos aragoneses Miguel Servet y Andrés Piquer, y los científicos Ignacio Jordán de Asso -aragonés- y Fausto Elhuyar -riojano-, y otras dos, en pie y también en tamaño natural, en las hornacinas de la escalera interior principal, de Hipócrates y Arquímedes. Pero, además, casi un centenar de relieves en tondos con las efigies de médicos y científicos y alegorías de ambas disciplinas recorren la parte alta del edificio y el interior del salón Paraninfo.

Los periódicos de la época saludaron a esta nueva Facultad como «un templo para el saber». Efectivamente, su arquitecto Ricardo Magdalena se había inspirado en la disposición de la fachada de la Biblioteca Nacional, también con vistosas estatuas de los más célebres escritores españoles en la escalinata exterior, inaugurada dos años antes6.

Representaba, pues, este edificio zaragozano con las efigies que lo adornan un culto programa alegórico y una apuesta por la renovación de las más especializadas enseñanzas universitarias y la formación del científico -u hombre de ciencia-, tal como se entendía a finales del siglo debía ser el que saliera de sus aulas.

Por tanto, a partir de la puesta en uso de la nueva Facultad, la Universidad de Zaragoza empezará a impartir en el salón de actos o Paraninfo, ubicado en el piso principal de este edificio, cursos de conferencias destinadas principalmente a un público instruido y urbano, pero también recomendadas expresamente a los alumnos. El calendario era muy sencillo: una conferencia por semana a partir de enero, que terminaban hacia el mes de mayo.

Impartió la lección inaugural de aquel curso de 1894 el ministro Segismundo Moret7, catedrático de Hacienda Pública en la Universidad Central, miembro notorio de la Institución Libre de Enseñanza, diputado a Cortes por Zaragoza, ministro en varios gabinetes y de Fomento entonces. Y habló sobre la «Naturaleza de la vida según los descubrimientos de la ciencia experimental». Tema muy en consonancia con el espíritu finisecular de culto a la ciencia como punto de partida de la renovación de los estudios y de la sociedad. Años después, abundará en esta misma línea el catedrático de Química, Paulino Savirón, quien utilizará el discurso de apertura del curso universitario de 1899-1900 para hacer una apología de la ciencia8.

Será también a partir de ese momento cuando se configure la nueva obra de las Conferencias universitarias, tal como las citaba y recordaba el rector Mariano Ripollés al presentar seis años después, en enero de 1901, ya con el título de Extensión Universitaria, el nuevo curso de las mismas:

La acción social de la Escuela Aragonesa, ejercida de muy antiguo por conferencias que Profesores y alumnos de ella explicaban en los diversos centros de cultura de esta Ciudad, y por publicaciones de unos y otros en libros, revistas y periódicos, inauguró en 1894 la nueva obra de las Conferencias universitarias. En el octavo curso de ellas vamos a entrar ahora9.



Se pueden resumir en tres líneas principales la orientación de esta anticipatoria Extensión Universitaria: cursos de conferencias, la elaboración de proyectos o campos de aplicación universitaria y la difusión a través de una revista.

Aquel primer curso que programó desde enero hasta mayo de 18951a Universidad de Zaragoza comprendía los siguientes temas y conferenciantes, catedráticos de cada una de las Facultades:

El sujeto del Derecho, por Luis Mendizábal

Semiótica de las enfermedades de la infancia, por Patricio Borobio.

La prueba experimental del movimiento de la tierra, por Luis Octavio de Toledo.

Estudio económico-social sobre la miseria, por Vicente Fornés.

Aplicaciones de la Química, por Bruno Solano.

Unidad de las fuerzas biológicas, por Fernando Polo.

Instituciones de Derecho Civil en Aragón, por Roberto Casajús.

Política colonial de los Reyes Católicos, cinco conferencias por Eduardo Ibarra.

La Música en sus relaciones con la audición, por Gregorio Antonino García.

La Herencia biológica, por Félix Cerrada Martín.

El llamado «Socialismo de cátedra», por Ángel Sánchez Rubio, marqués de Valle Ameno.

De todo este listado, la conferencia de más compromiso con la actualidad universitaria era la última, que abordaba la cuestión del «socialismo de cátedra», tan debatido por los de la Institución Libre de Enseñanza y profesores progresistas. El mismo marqués de Valle Ameno, catedrático de Derecho, pronunciará en el curso de 1902 otra sobre Las leyes protectoras de los obreros.

El curso de conferencias para 1896 se inauguró también en enero con cinco sesiones extraordinarias en honor del eminente químico y bacteriólogo Pasteur, fallecido el año anterior.

Este amplio criterio con el que se entendió la extensión universitaria en Zaragoza, se explica por las mismas palabras de su rector Mariano Ripollés quien, al final del prólogo a las conferencias para 1901, incluía la iniciativa de la recién creada Escuela de Artes y Oficios (instalada provisionalmente en los semisótanos de la Facultad de Medicina y Ciencias) de preparar una serie de conferencias dominicales, que se sumarían a las que la Universidad daba ya en este centro.

Muy pronto se adoptará el nombre genérico de Extensión Universitaria y se determinó también el contenido teórico y sus aplicaciones prácticas en el segundo número de la Revista de Aragón (febrero de 1900) por uno de sus fundadores, el catedrático de Árabe, Julián Ribera10.

En su breve artículo de dos páginas, titulado escuetamente: «Extensión Universitaria», explicaba, a modo de definición, en qué consistía esa novedad, puesta en práctica entonces en algunas universidades españolas:

Desígnase en nuestros días con este nombre, al conjunto de trabajos extraoficiales que profesores y alumnos llevan a efecto para extender, fuera del recinto de la Universidad, la influencia moral e intelectual de ésta en diversos órdenes de la vida.



Resumía a continuación lo que hasta la fecha se había hecho desde la universidad zaragozana y hacía suyo el prontuario de temas o cuestiones que había presentado el joven y brillante profesor de Derecho Canónico, Juan Moneva Puyol, en una conferencia en la Sociedad Jurídico-Literaria como modos de la extensión y aplicación de los conocimientos universitarios a lo que ahora llamamos realidad territorial:

  • 1. Una conferencia de San Vicente de Paúl, formada por los profesores y alumnos que hoy pertenecen a las doce que existen en Zaragoza [...]
  • 2. Explicaciones de conocimientos vulgares dadas en círculos de obreros, talleres, prisiones, salas de convalecientes, etc. con el fin de avivar el amor al estudio, de infundir enseñanzas útiles y así hacer mejores y más ilustradas las clases que hoy son menos cultas.
  • 3. Estudios particulares hechos por los alumnos de cada cátedra acerca de materias de interés local; por ejemplo, trabajos topográficos y geodésicos hechos por el profesor y alumnos de la cátedra de geodesia; excursiones de investigación arqueológica por los de las enseñanzas de historia; estudios prácticos de geología, colecciones de minerales, fauna y flora de la localidad, formación del «atlas antiquus» general de Aragón o particular de alguna época de la historia de este reino, o del itinerario de alguna empresa, etc., vindictas a la historia de Aragón, etc.
  • 4. Estudios regnícolas de ampliación y especialmente derecho civil peculiar de Aragón e historia de este antiguo reino.
  • 5. Aprovechamiento de las vacaciones estivales y de la dispersión de nuestros estudiantes durante este tiempo para formar un historial de la vida de Aragón, que comprenda todas las manifestaciones de ella. Lograríase esto dando a cada alumno al terminar el curso un cuestionario que pidiera en preguntas ordenadas, los datos principales de geología, clima y producciones del pueblo en donde el alumno vaya a residir durante el verano: condiciones higiénicas del país; enfermedades más frecuentes, terapéutica vulgar, vida media de sus habitantes, religiosidad, moralidad, instrucción, riqueza; sistemas de cultivo y ganadería; plagas más comunes; costumbres jurídicas relativas al matrimonio, a la organización familiar, a la propiedad de los bienes, a la contratación, etc., fiestas populares: sus prácticas, tradiciones, leyendas locales, cantares del país, refranes allí repetidos, trajes y otras particularidades consuetudinarias y muy principalmente documentos contenidos en los archivos eclesiásticos, municipales y particulares, monumentos e iconografía.

Como puede deducirse de esta enorme enumeración de actividades, la mayoría estaban orientadas hacia la propia universidad, como complementos académicos de las enseñanzas, que hoy día casi podríamos identificar como un programa de prácticas externas o de iniciación en la investigación. Pero los dos primeros apartados de conferencias estaban destinados expresamente a los más menesterosos y desatendidos culturalmente.

Aunque en Zaragoza la Extensión Universitaria tuvo en los primeros años un propósito de orientación a los obreros y a la gente carente de estudios superiores, fue tibio y transitorio, cuando no contradictorio entre el contenido demasiado especializado de la mayoría de las conferencias y su destino a estos hipotéticos oyentes, de muy limitada formación.

Por eso, en 1912 el rector Giménez Soler, reputado medievalista e impulsor de una conciencia regional aragonesa histórica y práctica, anunciaba, entre otros cambios, que las conferencias de Extensión Universitaria de ese curso irían destinadas a un público con mayor preparación cultural y presencia social, o sea, a la burguesía zaragozana.

Poco tenía que ver ya este enfoque de la llamada Extensión Universitaria con el primitivo fundacional ni con el de la orientación de la sociología. A partir de esos años entra en decadencia y la cultura universitaria tomará en Zaragoza otros rumbos y cauces.




ArribaAbajoLa «Revista de Aragón»: tribuna del Regeneracionismo y de la Extensión Universitaria

Una de las características singulares de la Extensión Universitaria en Zaragoza es que se desarrolló muy vinculada a las ideas del regeneracionismo, tomando como punto de referencia la ciencia, y a la utilización como tribuna de una publicación mensual, titulada Revista de Aragón (1900-1905), que resucitaba la primitiva cabecera de otra creada en 1878 y servirá de referencia para otras revistas inmediatamente posteriores.

Aunque su contenido tendrá que ver sólo indirectamente con los propósitos de la Extensión Universitaria, no obstante se convertirán en cauce de las inquietudes creativas literarias, de la divulgación científica y de opinión de profesores universitarios sobre temas culturales, pedagógicos, sociales y económicos de actualidad.

No era una revista de la Universidad, pero sí con vitola universitaria por estar creada por profesores de la Facultad de Filosofía y Letras, como los dos fundadores-directores, Eduardo Ibarra11, y Julián Ribera, catedráticos de Historia Universal, y de Árabe. Ambos eran también destacados renovadores del contenido y enfoque docente de sus disciplinas a partir de la investigación en fuentes históricas originales. Por ejemplo, Ibarra dirigirá una colección de documentos para el estudio de la historia de Aragón y Ribera había hecho lo mismo con la cultura y literatura árabes, creando una Biblioteca arábigo-hispana.

La revista cuidará especialmente -afirmaban en la presentación- de ser sencilla, al fin de que puedan leerla y entenderla altos y bajos, sabios e ignorantes.

Sus objetivos eran servir a los intereses más renovadores para la región, tanto culturales como, sobre todo, económicos y sociales, que acotará en una sección propia rotulada de «Intereses materiales». En ella tuvieron cabida todos los temas de mayor interés para la economía aragonesa y las noticias del progreso en general como la electrificación de los pueblos, la construcción de azucareras (que después de la pérdida de Cuba van a suponer una duradera fuente de prosperidad para los valles del Ebro y Jalón), los problemas de la filoxera o la explotación del carbón de Utrillas.

También interesó mucho lo que hoy llamamos el Patrimonio Cultural, como la denuncia de la destrucción de los monumentos tan señeros de la Torre Nueva, demolida en 1893, y del palacio de Zaporta, desmontado su bello patio renacentista en 1904 y vendido a un anticuario de París. Como noticia positiva, se dieron a conocer a través de sus páginas por vez primera fotografías de las pinturas murales de Goya en la cartuja de Aula Dei, conocidas tras la restauración en 1903 de la comunidad cartujana y de estas pinturas de su iglesia.

Como temas más afines al espíritu de la Institución Libre de Enseñanza tratados desde esta tribuna universitaria de la Revista de Aragón, hay que señalar la sección de Pedagogía, los artículos de excursionismo cultural por tierras pirenaicas y por otras comarcas aragonesas, como las del jesuita y reputado entomólogo Longino Navás. Son de subrayar los artículos del obrero tipógrafo, Isidoro Achón, sobre las huelgas y una muy extensa crónica suya del VI Congreso del Socialismo Español, celebrado en Gijón en 1902.

También colaborará Rafael Altamira en 1902 con un artículo sobre «La vida aragonesa a finales de la Edad Media».

Concluyó a fecha fija la Revista de Aragón con el número del primero de diciembre de 1905, cuando Ribera se trasladó a la Universidad de Madrid, a donde pocos años después le seguirá Ibarra. Pero seguía bien viva aun esta publicación de difusión universitaria, pues enseguida volverán a fundar otra, titulada Cultura Española, con el subtítulo «antes Revista de Aragón», que editarán desde Madrid y Zaragoza. Una de las primeras adhesiones a este nuevo proyecto será la de Altamira, quien dirigirá conjuntamente con Ibarra la sección de historia.

Fue esta Revista de Aragón el precedente de otras que irán apareciendo sucesivamente en Zaragoza12, promovidas y dirigidas por profesores o titulados universitarios, como Paraninfo (1914-1916), Athenaeum (1921-1924), que ofrecerán unos contenidos muy notables (sobre todo la primera) de creación literaria y artística, o, por último, Universidad: «Revista de cultura y vida universitaria» (1924-1967), cuyo enfoque será de alta divulgación científica y de difusión interuniversitaria.




ArribaAbajo La extensión universitaria de Oviedo como ejemplo

Hay suficientes fuentes históricas y estudios posteriores para conocer cómo empezó con tal marbete la Extensión Universitaria en Oviedo y con una orientación muy determinada a la clase obrera y a la mujer de clase media13.

Un perfil que caracteriza a los promotores de esta actividad en Oviedo es que eran catedráticos de la Facultad de Derecho y miembros de la Institución Libre de Enseñanza, aspectos que no coincidirán en los de otras universidades14.

El primer curso en el que dieron comienzo estas actividades fue, como ya es sabido, el de 1898-99 y en su origen mismo estuvo presente de manera convencida y decidida Rafael Altamira. Cuando un año después, en el discurso inaugural del segundo curso de la Extensión Universitaria, el catedrático de Derecho Internacional y secretario de la Junta de ésta, Aniceto Sela haga balance e historia del primero será bien claro en este reconocimiento:

Pero con carácter sistemático no se organizaron las enseñanzas populares hasta el curso de 1898 a 1899, a que se refiere esta Memoria. El Sr. Altamira abogó por la Extensión Universitaria como uno de tantos medios de contribuir a la regeneración de este desgraciado país, en el Discurso inaugural de 1º de Octubre de 1898 que todos habéis tenido el placer de aplaudir15.



Le secundó Leopoldo Alas con una propuesta de proyecto muy completo de Extensión Universitaria al que se adhirieron varios profesores de las Facultades, del Instituto de Enseñanza Media, de la Escuela de Capataces de Minas y del mismo Seminario Conciliar.

Se creó de inmediato una comisión cuya junta la formaban el vicerrector -y luego rector durante muchos años- Fermín Canella y los profesores Posada, Izquierdo y Altamira.

Como he dicho, el propio Altamira pronunciará la primera lección inaugural, que versó sobre «Leyendas de la Historia de España». Una cuestión, la del estudio científico de nuestra historia, que tanto preocupaba al propio autor y era, además, uno de los objetivos primordiales de la política cultural, científica y de los planes educativos de la Restauración.

Del extracto de su conferencia que hizo Aniceto Sela quiero destacar dos aspectos:

El primero se refiere a su concepto de que la oscuridad en que por tanto tiempo se han mantenido la historia de España ha favorecido la formación de leyendas que llegaron a sustituir a la verdad. Eligió para comentar en esta primera lección cuatro ejemplos: «El suelo», «La raza», «Sagunto» y «Moros y cristianos». Sobre este último ejemplo tópico venía a desmontar las inveteradas aseveraciones sobre el carácter religioso de la reconquista.

El segundo aspecto es que cuando Altamira aborda la cuestión del suelo de España dice que hay una «creencia en que el territorio español ofrece una gran riqueza natural, entusiásticamente ensalzada en las célebres frases de la Historia general de España de D. Alfonso el Sabio. Los Srs. Mallada y Costa oponen a esta creencia una verdadera contra-leyenda, proclamando la esterilidad e ingratitud de nuestro suelo».

Se adhería Altamira a la opinión reciente de dos aragoneses, oscenses ambos y regeneracionistas de la generación del 98, como eran el eminente geólogo y paleontólogo Lucas Mallada (1841-1921) y el pensador político Joaquín Costa (1846-1911), a la vez que ponía en entredicho la rancia tradición de las excelencias de las tierras de la España interior, seca e improductiva.

El carácter más definido de la Extensión Universitaria en Oviedo fue, como ya he anticipado, el de su decidida orientación a los trabajadores, por lo que las conferencias impartidas en la universidad se llevarán también por profesores universitarios, del Instituto y hasta del Seminario Diocesano a centros obreros (Sociedades, Ateneos y Casinos) de Oviedo, Avilés, Trubia, Salinas, La Felguera, Laviana, etc., o en la Universidad Popular Municipal de Mieres, creada en 190816.

Por ejemplo, en la Sociedad Obrera Industrial de Avilés dará Altamira en aquel primer curso una conferencia sobre los Orígenes de la España Moderna, en la que analizaba los movimientos políticos y sociales de su siglo como «las nacionalidades, la libertad, la igualdad, la democracia, el socialismo, los problemas de organización económica y social, la gran preocupación de la cultura intelectual, la secularización de la vida jurídica, etc.» O sea, temas de tanta actualidad entonces como ahora.

En poco tiempo la Extensión Universitaria ovetense creció, pues para el curso de 1900-01 tuvo que ampliar el número de profesores y de centros, y se recordará al profesor Leopoldo Alas -recientemente fallecido-, que había estado presente de modo activo en todos ellos, como «el hombre austero, todo pensamiento y corazón, hondamente preocupado ante las plagas que afligen a nuestra sociedad y deseoso de remediarlas».

Ese ambiente de innovación cultural creado por la Extensión Universitaria de Oviedo y por el grupo de profesores que la hicieron posible fue el que percibió con fina sensibilidad otro alicantino -Azorín- y lo hará con estas frases, recogidas por el profesor Melón Fernández:

En Oviedo hay una preocupación por las cosas espirituales que es raro encontrar en otras ciudades españolas. Parece que durante largos años... se ha ido formando un círculo invisible, bienhechor, que ha abarcado poco a poco a gentes y más gentes y ha acabado por cubrir con sus radiaciones a la ciudad toda17.



Los pioneros y creadores de la Extensión Universitaria en Oviedo desaparecieron pronto de este escenario de la ciudad de la Regenta: Leopoldo Alas fallecía en 1901, Posada y Buylla pasarán al año siguiente a Madrid para organizar el Instituto del Trabajo (un proyecto del político liberal y ministro Canalejas), Rafael Altamira le seguirá en 1909. Pero la semilla de la Extensión Universitaria ya estaba echada en Oviedo y también en América, a donde la llevará personalmente en su viaje que emprendió en el verano de ese año y le llevará durante ocho meses a visitar universidades de Argentina, Chile y de otras naciones sudamericanas, la de Nueva York y La Habana.

Pero también la había difundido con su palabra escrita a través de una incansable correspondencia epistolar, franca y desbordante de intercambios de ideas y consultas mutuas, como las que venía manteniendo con el intelectual y político aragonés Joaquín Costa.




Arriba Costa y Altamira: unas relaciones epistolares con los de Oviedo y la Extensión Universitaria por medio

Aunque bien poco podía hacer Costa por aplicarla en la Universidad de Zaragoza puesto que nunca llegó a ser profesor de la universidad, sin embargo tuvo temprano conocimiento de lo que era la Extensión Universitaria y de la actividad intelectual, de «los de Oviedo», como se refería en sus cartas con familiar reconocimiento a los profesores de esa universidad.

Pero, además, por la Universidad de Zaragoza habían pasado años antes los catedráticos José Manuel Piernas Hurtado18 y Leopoldo Alas19, que antes y después lo fueron de la de Oviedo, pero que llegaron a Zaragoza postergados en las listas de prelación ministeriales y se sucedieron en la misma cátedra de Economía Política y Estadística de la Facultad de Derecho.

Piernas Hurtado tuvo trato personal con Costa, cuyas biografías son además coetáneas, y colaborará en dos publicaciones suyas; pero la relación epistolar y de amistad más intensa del pensador aragonés será con Rafael Altamira. Había llegado a solicitar el traslado de su cátedra de Historia del Derecho a la Universidad de Zaragoza por motivos familiares de proximidad a su Alicante natal, a la que renunciará a última hora.

Sin embargo, Altamira había colaborado en proyectos de difusión científica como su citada colaboración en la Revista de Aragón, y mantendrá con Costa una intensa y extensa correspondencia epistolar a lo largo de veintitrés años, desde 1888 a 1911, en que fallece el aragonés. Primero, consultándole como el joven licenciado (pues era veinte años menor que el polígrafo aragonés) y luego como prestigioso consultor sobre aspectos jurídicos o de la actualidad política nacional del viejo republicano, desencantado y enfermo, retirado en Graus.

Es sin duda a través de este interesantísimo epistolario entre Costa y Altamira como mejor se pueden visualizar y personalizar esas relaciones intelectuales y la privilegiada y temprana información que tuvo Costa de la puesta en funcionamiento de la Extensión Universitaria en Oviedo.

Las 174 cartas cruzadas entre ambos a lo largo de esos veintitrés años (algunas bastante extensas y otras simples notas y tarjetas postales), son, como las definía Cheyne, algo semejante a una conversación para la que hoy utilizaríamos el teléfono (o el correo electrónico): «Es una correspondencia que se inicia por razones de estudio: Altamira busca el consejo de Costa en materias de investigación histórica y Costa resuelve sus problemas»20.

Como es sabido, se había incorporado Altamira a la docencia de la Universidad de Oviedo en 1897 y al año siguiente recibirá el encargo de pronunciar el discurso de apertura del curso académico de 1898-99, en el que adelantaba el joven catedrático los fundamentos intelectuales de la Extensión Universitaria que se iba a poner en marcha al mes siguiente.

Pues bien, apenas una semana después de su discurso, le daba cuenta pormenorizada a Costa en una carta (22-X-1898) del primer programa del planteamiento aquí de la «extensión universitaria», que por acuerdo unánime del claustro -le puntualizaba- iba dirigida especialmente a los obreros:

La «extensión» comenzará a funcionar en Noviembre. Los de la Facultad de Ciencias nos ayudarán mucho. Habrá dos clases de lecciones: 1º de vulgarización y educación, para obreros y público bajo; 2º de cultura intensa (v. gr. Alas: Corrientes filosóficas modernas; Mur: la Geometría de dimensiones) para un público muy limitado. Además, excursiones a los centros obreros (Gijón, Mieres, Langreo, etc.) para dar conferencias muy familiares, experimentales, etc. Sela hará, con el aparato de proyecciones, viajes a Francia y Suiza y por España; yo, Leyendas de la historia de España, etc.



Como ya he dicho, Costa no pertenecía a la universidad y había establecido su cuartel de operaciones políticas en Graus, así que ningún eco podía tener en el claustro universitario de Zaragoza esta propuesta y enfoque del programa de la primera Extensión Universitaria en España. Pero sin embargo, se preocupará de difundir enseguida en la prensa nacional la experiencia ovetense y reconocerá en varias cartas la importancia de lo que se estaba haciendo en aquella universidad y la excelente preparación de algunos de sus catedráticos.

Por ejemplo, tres días después (25-X-1898) contestaba a la carta de Altamira informándole de la difusión inmediata, aunque frustrada, que ha dado a su noticia sobre la Extensión Universitaria:

Cuando hacían el artículo ese de El Liberal (donde no siguen el sistema de El Globo) envié una cuartilla, en la que aludo a Vds. los de Oviedo, a la Institución, etc. y ésa cabalmente la destrozó la censura; dejándola ininteligible.



Estas son las referencias más explícitas sobre el modelo de Extensión Universitaria de Oviedo, recogidas en la prolífica correspondencia de Costa con Altamira, Giner de los Ríos o con su discípulo y epígono «Silvio Kossti»: el industrial, simpatizante de la Institución Libre de Enseñanza y escritor oscense Manuel Bescós21.

En otro escrito de unos meses antes (6-VIII-1898), le animaba a Altamira impulsar el proyecto de crear un nuevo, pero difuso, partido político con la etiqueta de «movimiento nacional», en el que se materializarían las ideas regeneracionistas para poder lograr el milagro de resucitar al «pobre Lázaro español». Estas ideas -intentaba convencerle unas líneas más adelante- «obrarían entre ustedes tan potentemente como en los partidos históricos. Digo ustedes, porque no parece que exista en España otro núcleo y propulsor posible más que ése: la Institución y Oviedo».

Siempre que Costa propone iniciativas o soluciones regeneracionistas para el buen desarrollo cultural, social y político de la patria, acude, como podemos ver, al tándem Institución Libre de Enseñanza -Grupo de Oviedo (Piernas Hurtado, Alas, Buylla, Sela, Posada y Altamira).

A ellos volverá a recurrir, cuando confiesa su frustración a Giner de los Ríos (carta de primeros de mayo de 1899) con esta porfía: «Los de Oviedo se me declararon impotentes para lo de la ley Municipal. Volví a la carga»22. Pero, en cualquier caso, el grupo le encargó a Altamira que le contestara. Y lo hizo con una extensa carta (15-V-1899), que encabeza manifestándole de este modo la solícita atención que le han prestado a su proyecto legislativo: «Querido Costa: Para cumplir el encargo de V. nos hemos reunido cuatro veces los amigos, aparte de varias conferencias entre Posada y yo».

En otra carta de Costa a su maestro Giner de los Ríos (7-V-1902) le proponía su participación para constituir una «Cámara profesional» de intelectuales, a semejanza de la Cámara Agraria que había impulsado con éxito popular en el Alto Aragón. De nuevo volvía a referirse con manifiesto reconocimiento a los ejemplos pedagógicos de la Institución Libre de Enseñanza y de la Universidad de Oviedo en los que anhelaba encontrar modelos de patriotismo nacional capaz de activar y renovar la vida española, como lo habían sido algunas universidades alemanas a comienzos del siglo:

Sin por esto dejar de seguir considerando como una desgracia nacional, entre otras cosas, el que la «Universidad» española (en especial, dicho se está, la Institución y Oviedo) no hayan entendido su misión «nacional» del modo como la entendió la Universidad alemana de 1808-1810, 1810-1813, como Fichte, Schleirmacher, Niebuhr, Humboldt, grandes sabios y cultivadores de la ciencia, pero al propio tiempo grandes patriotas de acción.

Pero ¿significa eso que no conozca, admire, reverencie y agradezca la obra de V., y en general, lo que la Institución y Oviedo, más Dorado, hacen en cumplimiento de la misión «social» de lo que diríamos Universidad?; labor sólida, abnegada, meritísima, útil siempre aun como preparación y anticipo al trabajo grande de europeización [...]



Premonitoria la referencia foral de Costa a la necesaria europeización por donde discurrirán las relaciones académicas y científicas de la universidad española; sobre todo ahora, un siglo después, al contemplar el desarrollo que han alcanzado los programas de intercambio de alumnos, profesores y proyectos entre las universidades de la Unión Europea.

Costa y Altamira: dos pensadores de España, de su historia pasada y presente y de la misión modernizadora que debían dirigir sus universidades, unidos sus pensamientos por este mazo de cartas cruzadas. Ponía Cheyne colofón a su introducción a este epistolario con una feliz cita sacada de una carta del joven Ortega a Giner de los Ríos, para aplicarla a nuestros dos intelectuales:

[...] si seguimos un hilo cualquiera de los que indican las grandes corrientes culturales y lo cortamos en cualquier punto, hallamos siempre, no un hombre, sino dos: un hombre más viejo en que se inicia otro más joven, uno más joven en quien madura otro más viejo.



Y concluía a continuación el investigador inglés: «¿No tenemos acaso aquí, retratada, la relación de Costa y Altamira?»





 
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