Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.


Acto IV

 

ÁLVARO GONZÁLEZ, PERO COELLO, GUARDIA, ALCAIDE, COROS, VERDUGO.

 
GUARDIA
Ya no se nos irá por pies la caza,
caído han los venados en las redes.
Dentro destas están los alevosos.
Álvaro González, que merino
Mayor, de aqueste reino ser solía, 5
que éste es el que le dio las puñaladas,
y le quitó la vida, o caso horrendo,
a nuestra reina doña Inés de Castro:
también el otro senador famoso,
Pero Coello, camarada suya, 10
está con él, que a buen seguro mío,
entrambos en conserva, como tales,
querrían salir bien presto desta oscura
y lóbrega mazmorra en que los tengo,
al ciego reino del eterno llanto. 15
Mas entre tanto, agora que me cabe,
con esta escuadra y compañía alegre,
la suerte de guardallos, podré hacella
en ellos de manera que mi pecho
se sangre del rancor, desdén y saña, 20
contra tan crudas bestias concebida.
Aunque mejor sería moderarme,
si este coraje refrenar pudiese,
de ver aquellas caras sin vergüenza,
de los estigios vientos requemadas. 25
Que cual lebrel sagaz que acostumbrado
a perseguir las selvaginas fieras,
cuando lejos se siente del cerdoso
y ardiente jabalí, con poca fuerza,
de la trailla usada se detiene, 30
mas cuando se le acerca todo rompe,
y se arroja sobre él furiosamente.
Tal es mi brío agora, y no sé cómo
disimular el alborozo y celo
de dalles el aviso y buena nueva, 35
de como ya se apresta el buen alcalde,
para luego venir a visitallos,
por la venida buena de Castilla,
y el público ministro se compone
para llevar el precio de las justas, 40
y bien regocijallos las personas.
Mas bien será tomar figura nueva,
y hacer del piadoso por proballos,
y por podelles dar más sazonado
el trago venenoso de sus almas. 45
Amigos, Dios os salve y os consuele,
y a todos con su gracia nos ampare,
que cierto cuanto yo de veros gusto.
Tanto el pecho se me abre de ternura,
y la debida piedad humana 50
me fuerza a lamentarme en la alegría.
ÁLVARO
Si te pesa de ver cuales estamos,
apiédate del rey que así nos tiene,
que otra piedad en cuenta se recibe
de la poca que siempre de ti hicimos. 55
COELLO
Gentil consolador de nuestras almas,
gentil lamentador de nuestros duelos,
venido nos había.
GUARDIA
Escupa Dios en tan malditas fieras.
COELLO
Perro villano, ¿así te nos atreves, 60
así nos has las caras escupido,
porque nos ves atados a este cepo?
ÁLVARO
Sayón cruel, plutónico ministro,
¿No ves que quien escupe contra el cielo,
se le vuelve a la cara?
GUARDIA
Oh descarados,
65
vosotros escupistes contra el cielo,
rompiendo aquellos hilos delicados
que el soberano espíritu ceñían,
de aquella vida, que era vida y gloria
del mundo, tan sin bien, cuanto sin ella. 70
El cielo con relámpagos y truenos
escupa rayos que la tierra rompan,
donde tan crudas fieras han nacido.
No cría tales monstruos Lusitania,
¿de qué Caucaso monte acá salistes? 75
¿De qué nevada Scitia habéis venido?
¿Qué hircanas tigres os han dado leche?
¿Con qué caribes os habéis citado,
que de carnes humanas se alimentan?
¿Vuestras bravezas, vuestras crueldades, 80
no habían de venir al pagadero?
Ya sale ya quien amansaros piensa,
bien creo conocéis a nuestro alcalde,
el rey le ha encargado que probea
como este honrado joven que aquí viene 85
os agasaje, que vendréis cansados
de los caminos largos de Castilla.
VERDUGO
Amigos bienvenidos a la tierra,
bien gordos a lo menos, y bien frescos,
con vosotros me abrazo, sin acuerdo 90
de ofensas, ni de cosas ya pasadas.
De hoy más entre los tres no se oya cosa,
que no sea de amigos y de hermanos.
Aquí viene el alcalde vuestro amigo,
no sé qué juego os trae aparejado. 95
GUARDIA
Crueles, alevosos, yo seguro
que el aire de algún lobo, como dicen,
os ha en las lenguas dado perlesía.
Traidores, enemigos, convertíos
a Dios, que se apiade desas almas, 100
si contra su bondad no procediese,
en apiadarse de almas tan perdidas.
ALCAIDE
¿Qué hacen los gigantes?
GUARDIA
Señor, piensan
el cielo deshacer de tan gallardos.
ALCAIDE
¿No están arrepentidos de sus culpas? 105
GUARDIA
De habérseles los pasados atajado
a muchas otras, rabia los aflige.
ALCAIDE
¿Hasles hablado tú como lo sabes?
GUARDIA
Hablalles quise a ver si estaban cuales
me dice el que los trae de Castilla, 110
y hallelos cuales tú verás agora,
que ya suenan las duras herraduras,
aunque vienen a pie los peregrinos,
Y el público ministro te los trae,
a vistas, no te espanten sus figuras, 115
que más abominables son sus almas.
CORO
¡Ay, qué colores tan del otro mundo,
qué cabelleras tan desordenadas,
qué barbas tan horribles, qué semblantes
tan fieros, qué ojos ten encarnizados! 120
Conviértete a tu Dios, o mundo ciego.
ÁLVARO
¿Qué nos quieres, alcalde? Aquí nos tienes.
Que hoy es el día en que te ha dado el cielo
sobre estos nuestros cuerpos poderío.
ALCAIDE
Sobre esas vuestras almas te ha tenido 125
y le tiene el demonio, o miserables,
¿no veis cuán poco os queda ya de vida
para de la pasada arrepentiros?
COELLO
El arrepentimiento de los vicios,
que muchos son acepto, siempre ha sido 130
en el acatamiento soberano
de aquella majestad que nos gobierna,
mas el de las virtudes no le agrada.
ALCAIDE
Virtudes en vosotros, si en vosotros
virtud alguna, o sombra de ella hubiese, 135
diría yo que el cielo está de vicios,
como el infierno de virtudes lleno.
ÁLVARO
Si contra el rey pecamos, y él es justo,
alcanza dél perdón de nuestras culpas,
que si es la ofensa grande del que ofende, 140
la gloria no es menor del que perdona.
ALCAIDE
La voluntad del rey con la divina
se debe conformar, y así os perdona
de corazón, la ofensa que te hicistes;
mas no os perdonará jamás las penas, 145
que a culpas tan enormes son debidas,
ni el soberano tal perdón consiente.
COELLO
Donde no hay culpas, no se debe penas.
ALCAIDE
Negar las culpas es acrecentellas,
si menguar o crecer las vuestras pueden. 150
ÁLVARO
¿Qué culpas hallas tú, qué culpas hallas
en estos valerosos caballeros,
que tan a costa de su noble sangre
su ingrata patria libertar quisieron
de aquella servidumbre tan infame 155
de aquel desdén de aquel ultraje y mengua,
que aún agora aquí los corazones,
con un horror ardiente nos eriza?
ALCAIDE
Malditos de la maldición eterna,
al cielo y a la tierra abominables, 160
¿No habríades mancilla desas almas,
no veis el vituperio y el denuesto
que dejáis de vosotros en el mundo?
¿No veis, o ciega gente, que el pecado
que cometistes, fue tan detestable, 165
que al cielo y la tierra pone grima,
cuanto más el morir sin conoceros?
¿No veis que aquella corderilla mansa,
que tan rabiosamente apedazastes,
esclarecida doña Inés de Castro, 170
reina ya deste reino coronada,
mil reinos merecía, y monarquías?
Decid, malditos, ¿ella en sangre no era
de todos los cristianos reyes deuda?
¿Qué mas podía ser, que hija ser 175
de don Pedro Fernández el de Castro.
Ilustre sucesión y descendencia
sagrado tronco Y soberana cepa
de aquella generosa y alta rama,
so cuya sombra el mundo se guarece; 180
de aquellos dos jueces de Castilla,
Nuño Rasuera digo, y Lain Calvo.
Y de los reyes della, y desta tierra?
Y aunque bastarda, ¿por su madre no era
de los de Valadares, en el mundo 185
linaje tan ilustre, cuanto antiguo?
Y ésta era la dolencia, ser bastarda,
hija de madre que también podía
legítima mujer ser de su padre.
¡Oh ceguedad de bajos pensamientos, 190
de la cruel envidia carcomidos!
No echárades de ver en lo que pasa,
por otros grandes reyes y monarcas,
quien en linaje se le aventajaba
de cuantas en el mundo han sido reinas. 195
¿Pues en virtudes quién te precedía,
de cuantas la memoria humana adora?
En discreción, en hermosura, en gracia,
¿qué dea de la tierra no quisiera
rendida estar a su celeste arco? 200
Y cuando todos estas maravillas,
y más que humanas dotes le faltaran,
¿no le sobraba aquella fe tan viva,
aquel amor tan puro con que amaba
al rey nuestro señor que la servía? 205
¿No le sobraba aquel amor materno,
con que se guarecía de sus hijos,
infante que Dios guarde deste reino,
que descolgados de sus dulces pechos,
se los vieron romper tan crudamente? 210
¿No le sobraba aquel sagrado amparo,
y fuerte valedor de su flaqueza,
a vuestros pies rendida?
Oh corazones más que mármol duros,
los que no se derraman por los ojos, 215
heridos de tan trágico dechado.
¿Y esto decís vosotros haber sido
la libertad del reino lusitano?
¿Haber con sangre tan esclarecida
los cielos Y la tierra violado? 220
¿Haber esta mancilla dado eterna
a Portugal, que della salgan monstruos,
que tan infando crimen acometan?
Oh malditos de Dios, cuando ella fuera
indigna de la gloria que quería 225
el rey su esposo dalle, ¿con qué cara,
delante pareciades de aquella
en quien vuestro señor se remiraba.
Para alevosamente acometella,
cuales hambrientos lobos, mansa oveja, 230
sino para pedille de rodillas,
y con plegarias dulces suplicalle,
que en una religión de estrecha vida
que éste era su deseo se metiese?
Y cuando no pudiérades con ella 235
esto acabar, dejárades al cielo
de tan ciertos peligros el reparo,
y no nos mancillárades las almas.
De vernos tan infames en el mundo,
que contra la virtud tan conocida, 240
que contra la inocencia
que contra la flaqueza,
tuviesemos esfuerzo.
¡Oh destino cruel de nuestros días
oh duros trances de maligna estrella! 245
Llorad, llorad, malditos, el ultraje
que hicistes en aquella gran señora.
Llorad el llanto y cuita deste reino,
que del rey sin consuelo se apiada.
Llorad la afrenta y mengua que habéis dado 250
a vuestra parentela, a vuestra patria,
al ser y punto del estado humano.
Desos tan desalmados pensamientos
Oh despojad, y desos tristes cuerpos
a Dios los ofreced en sacrificio, 255
Que aplaque su furor contra nosotros;
a Dios os convertid, perdidas almas.
ÁLVARO
Con lágrimas bañáramos la tierra,
con ellas deshiciéramos los cantos,
si cuales dices tú hubiéramos sido; 260
mas otro es el juicio que en el cielo
se hace de nosotros, y en la tierra,
donde hay de lealtad centella alguna.
Y en esto estamos tan persuadidos,
y tan sin pena alguna, de las muchas 265
que piensas darnos, que aún de ti creemos
que allá en tu pensamiento, si le tienes,
de la enconosa yerba no tocado,
nos juzgas al revés de lo que dices;
mas bien sentimos que no es en tu mano 270
dejar de ser Pilatos con Herodes.
ALCAIDE
¡Oh cuán en vano el hombre emendar piensa
a quien Dios ha dejado de su mano!
COELLO
Alcaide, no te duelan nuestras almas
mientras de nuestros cuerpos no te dueles, 275
que presto verás tú en el consistorio
del rey del cielo, justo y poderoso,
para cuyos estrados te emplazamos,
a ti, y al rey, y a todos los que fueren
de su consulta parecer y acuerdo, 280
tu ceguedad, tu iniquidad, tu furia,
tu pena sempiterna, y nuestra gloria.
Y el mundo sin razón, ingrato y ciego
verá por los castigos que del cielo
sobre él vendrán, que aquella justamente, 285
de aquella que la gloria nos quitaba,
hazaña fue, proeza y valentía,
que a pesar y despecho de quien digo,
estatua pide de gloriosa fama.
ALCAIDE
¿Así que estáis en eso?
COELLO
En esto estamos.
290
ÁLVARO
Estamos y estaremos, de manera
que hará la muerte treguas con la vida,
la noche oscura día será al mundo,
quietas estarán Scila y Caribdis,
reposará con Eolo Neptuno, 295
del mar se cogerán maduras mieses,
el cielo caerá sobre la tierra,
primero que las muertes, o las vidas,
las esperanzas grandes, o los miedos,
los ruegos blandos, o las amenazas 300
del rey cruel, o tuyas, o del mundo,
nos hagan desmentir un solo punto
del que guardamos siempre de constancia,
de lealtad, de fe, de fortaleza,
con que la muerte dimos a la amiga 305
del rey tan enemigo de su patria.
ALCAIDE
¡Oh confesión que en confusión se torna
de todo lo que el cielo en torno cubre!
Andad, malditos, al eterno fuego,
quitádmelos allá, descoyuntaldos, 310
las penas de Ixion, las de Sisifo,
los tormentos de Tántalo crueles,
les dad toda esta noche, hasta que el día
nos dé cumplida dellos la venganza.
GUARDIA
A nosotros el cargo, meneaos, 315
andad allá, gigantes; tú, mancebo,
agora mostrarás tus gallardías.
VERDUGO
Un rato al potro, y otro rato al brete,
veremos cómo braman los leones.
COELLO
La muerte dará fin a las miserias. 320
ÁLVARO
Dichosa muerte que da vida a tantos.
CORO
¡Oh, cómo en el instante
que en este oscuro valle
de lágrimas, el hombre
del corruptible velo el alma viste, 325
allá donde las leyes
son todos inmutables,
están con letras vivas
sus medios estampados, y sus fines!
Por tanto el que dichoso, 330
o desdichado fuere,
esté persuadido
que lo mortal se rige por lo eterno.
Y así con fuertes alas,
de corazón humilde, 335
al cielo levantado,
conviértete a tu Dios, o mundo ciego.
CORO 2.º
Mira que sus consejos
son incomprehensibles,
mira que sus caminos 340
no son al seso humano investigables.
Que aunque claro y divino,
es nuestro entendimiento,
de suerte que acostumbra
a Dios mirar acá dentro en su seno. 345
No tiene poderío
contra el destino eterno,
que nuestro saber vence,
y a nuestras fuerzas pone rienda y freno.
Tal cual mortal consejo, 350
se halla sin aliento,
a su fuerte deseo
y a su firme querer enfermo y flaco.
Humíllate por tanto,
oh corazón humano, 355
en el acatamiento
de aquella majestad que es sobre todo,
y en los que ves caídos,
justicia considera,
como en los levantados 360
puedes considerar misericordia.
y así suavemente,
temiendo su justicia,
y amando su clemencia,
conviértete a tu Dios, o mundo ciego. 365


Acto V

 

DON PEDRO, ÁLVARO GONZÁLEZ, PERO COELLO, ALCAIDE, COROS, VERDUGO.

 
ALCAIDE
Oh majestad de Dios que por el norte
de su saber eterno gobernada,
escándalos permite en este mundo,
para estrenar a quien los cometiere,
la fuerza y el rigor de su justicia; 5
y lo que más temor y espanto pone
en la profundidad de sus secretos,
y el corazón humano más alerta
a no perder la sombra de las alas
de aquella majestad que nos abriga, 10
es que cuanto más sufre, más se aíra,
y cuanto más se espera, más se apresta,
en el vagar de su consejo cierno,
para vengarse de los que le ofenden.
¿Y qué mayor venganza, que dejallos 15
ir de un pecado en otro al albedrío
de sus desenfrenados apetitos,
para que al cuento y peso de las culpas
vaya creciendo el colmo de las penas?
Solemos los jueces, imitando 20
aquel juez supremo, apiadarnos
de quien comete algun delito o crimen
por ignorancia o por flaqueza humana;
mas cuando es por malicia, no podemos
los filos embotar de nuestra espada. 25
Que cosa un pecado de malicia,
que como es contra la bondad divina,
no da lugar que ella le perdone.
Y así de lance en lance, o caso triste,
el corazón humano endurecido, 30
se va tras su estragado sentimiento,
a dar en el abismo del desprecio,
atolladero de los reprobados.
Desesperados ya de arrepentirse.
Oh llagas desta nuestra edad de hierro, 35
en que los que vivimos claro vemos
que Lusitania, nuestra dulce madre,
que ser solía el pueblo regalado
con quien Dios más clemente se mostraba,
haya, por alta permisión del cielo, 40
venido a ser el bando aborrecido,
y la venera que produce el hierro
de que se fraguan las batidas yunques
donde descarga Dios su saña eterna,
y engendre Portugal más prodigiosas, 45
más encruelecidas alimañas,
y más endurecidos corazones,
que en otro tiempo Egipto, o Babilonia.
¿Qué es esto, Dios? Sino que la malicia,
la envidia, la crueldad, la cobardía, 50
hazañas y proezas nunca oídas,
contra aquella mansísima cordera,
tan rabiosamente apedazada,
mudaron desta suerte nuestros hados,
y las canales del amor eterno 55
con que Dios nos miraba y regalaba.
Parece que cerraron de manera
que somos ya nosotros los esclavos
a quien castiga Dios para escarmiento
de otros queridos hijos, pues tenemos 60
de su final justicia en esta vida,
tan manifiesta prueba a nuestros ojos.
Qué espíritu sublime no se abate,
qué ingenio reposado no se turba,
qué pecho sosegado no se altera, 65
qué blando corazón no se endurece,
qué entrañas piadosas no se cierran,
contra tan inhumanas, tan feroces,
tan crudas, tan tartáreas harpías,
como son estos crudos alevosos, 70
que habiendo cometido el más horrendo
y detestable crimen de la vida,
rompiendo crudamente aquellos pechos
de aquella ilustre doña Inés de Castro,
espejo en quien el cielo se remira, 75
habiéndonosla dado, oh mundo ingrato,
en vida, como en muerte por señora.
Allí donde, se están aherrojados,
cuales hircanas fieras en leonera,
a los umbrales de la eterna muerte, 80
de sus cruezas y desalmamientos
sus rabiosos pensamientos ceban,
cuales hambrientos buitres de Teseo.
¿Qué dirá el rey, si a sus oídos llega
el infernal coraje y tesonía 85
de tan crueles y cobardes tigres,
oprobio y maldición de los nacidos
y por nacer, en todas las edades?
Mas éste es que aquí viene demudado.
REY
¿No es hora ya?
ALCAIDE
La destos alevosos
90
llegada es ya.
REY
¿Pues, cómo no los sacan?
ALCAIDE
El reino, que aquí todo se ha juntado,
quisiera que en secreto se les diera
el último tormento con la muerte,
porque no se dijera por el mundo 95
que lusitanos de tan triste vida
sin della arrepentirse la acababan.
REY
¿Quieren que los demonios se arrepientan?
ALCAIDE
Antes, señor, es permisión divina
que vayan del infierno desta vida 100
al de la eterna, tan a vista de ojos,
porque se vea cuanto a los divinos
es la crueza abominable y fea;
y porque el grito del linaje humano,
de culpas tan enormes ofendido, 105
sin que haya quien dolerse pueda de ellos,
los lleve con eterno vituperio
desde el ardiente, hasta el polo helado.
REY
Envía ya por ellos, salgan luego.
ALCAIDE
Presto, señor, saldrán, y de trailla 110
los traerá quien los había mostrado,
cual piedra allá engendrada por el Nilo,
que quita los ladridos a los perros.
REY
Ladridos dan, o aullidos los mastines.
ALCAIDE
Ladridos con las bascas de la muerte, 115
y aullidos con la rabia de la vida.
REY
¿Qué dicen los malditos, no maldicen
el día en que nacieron para verse
desdén, ultraje y mengua de los hombres?
ALCAIDE
No es justo que bien hablen en la muerte 120
los que en la vida tanto mal hicieron.
REY
Qué bien viniera agora el toro ardiente
de Falaris, que los regocijara.
¿Son estos los valientes?
ÁLVARO
Hoy lo somos,
como siempre lo fuimos.
CORO
¡Oh qué golpe
125
el rey, de ver su aspecto denodado,
al Coello le ha dado por la cara,
con el azote que tenía en la mano!
¡Ay crudo espectáculo! ¡Qué ejemplo,
qué representación tan espantosa 130
del día del juicio lamentable!
Desnudos, maniatados, a la mira
del cielo y de la tierra, están los tristes,
y aun no se rinden al poder divino.
Conviértete a tu Dios, oh mundo ciego. 135
COELLO
Triunfa, o crudo rey, de aquestos cuerpos,
mas no de estos espíritus sublimes,
que no tienes tú fuerzas ni poderes
contra el esfuerzo destos corazones,
a la honra de la patria consagrados. 140
Hermano y compañero, éste es el día
en que el cielo eterniza nuestra fama,
gocémonos en él, y hagamos burla
deste rapaz, y de sus braverías.
ÁLVARO
Antes agora nuestros pensamientos 145
sobre la humana suerte nos ilustran,
pues de aquel hecho nuestro glorioso,
tanto el cruel Tieste se lamenta.
REY
¿Qué dicen estas fieras?
ALCAIDE
Lo que suelen
los mártires satánicos que quieren 150
gigantes parecer en el esfuerzo.
REY
¿Tan esforzados por sus corazones?
Arránquenseles luego de los pechos.
ALCAIDE
Si fueran esforzados no pudieran
crueza cometer, pues la crueza 155
de vil temor y cobardía nace,
como la piedad y la blandura
de generosidad y valentía,
y es alto toque del esfuerzo humano
el apiadarse el hombre de sí mismo, 160
y la divina majestad rendirse.
REY
El corazón de aquel que fue el primero
que derramó tan inocente sangre,
por las espaldas se le arranquen luego.
ALCAIDE
Sus carnes bien será que no las toque 165
la tierra, porque no la contaminen,
sino que convertidas en ceniza,
se viertan en sus casas, que sembradas
serán de sal, con maldición eterna.
REY
Todo eso es muy bien, y así se hace. 170
ÁLVARO
Oh patria lusitano, ¿cómo puedes
sufrir contra ti misma tal tirano,
y así desamparar tus caros hijos?
Mas tú que allá lo ves, y allá lo juzgas,
eterno rey del cielo y de la tierra, 175
sobre ésta, y sobre el rey que la gobierna,
no tardes de venir con el castigo.
A Dios, rayos del sol, beldad del cielo,
¿Por qué no os eclipsáis, como lo hecistes
a la otra fiesta del cruel Atreo? 180
Ponme esa venda ya sobre estos ojos,
a Dios, Coello amigo.
COELLO
A Dios, hermano,
que de las suertes que los dos hicimos,
la tuya fue mejor, pues vas primero.
REY
¿Qué vocería es ésta?
ALCAIDE
Señor, gritan
185
las gentes, de placer y regocijo
de ver al uno dellos ya cual cumple.
CORO
¡Ay, cómo le apedaza ya el verdugo.
Qué sangre tan podrida corre dél!
VERDUGO
No le hallo el corazón.
ÁLVARO
Pues ahí le tengo
190
búscale bien, que ahí le hallarás más fuerte
que el de un león, y más leal y entero
que el de un moro de Fez, y más hidalgo
que dese rey tirano;
dirasle que se cebe, 195
dirasle que se harte
desta mi sangre,
desta.
VERDUGO
Ya no bravearás: éste era el bravo
y fuerte corazón del gran merino. 200
Tal quiero yo el carnero, aunque no como
el corazón del ave que así aturdo.
Si alguno está tocado de la rabia,
podrá quemalle y deshacelle en polvos,
que así venidos, son de gran efecto. 205
CORO
¡Ay, cómo le cuartea y le apedaza,
el corazón a ver qué tiene en él!
REY
¿Hallas algún portento, algún prodigio
en ese corazón?
VERDUGO
No hallo nada.
REY
De ese otro que de tímido conejo, 210
león se quiso hacer sangriento y crudo,
harás lo mismo, no por las espaldas,
sino por esos pechos desalmados
le arranca el corazón y las entrañas.
CORO
¡Ay, qué terrible está, qué encarnizado 215
el rey! ¿Quién le verá que no se asombre?
Quién vio tal vez en la africana selva
carnicero león, que harto y relleno
de mucha carne y sangre, en medio estando
de l espantada y tímida piara, 220
aunque haya satisfecho al vientre crudo,
cumplido no ha con el furor nativo,
y así con el cansado y fiero diente
ora al toro amenaza, ora al novillo,
tal piense que está el rey, o más furioso. 225
Mas presto se verá por sus mejillas
en líquido tesoro derramarse
el corazón que agora está tan duro,
si el cielo de nosotros se apiada.
Conviértete a tu Dios, o mundo ciego. 230
VERDUGO
Mi fe, éste ya acabó sus buenos días,
de ver el cabo de su compañero.
¿No fueras tú, Coello? ¿Duermes, ola?
Despierta, que ya es hora; ya resuella:
¿no dices algo con que te bendiga 235
tu compañero, que te está esperando?
COELLO
¿Qué quieres que te diga? Haz tu oficio.
Dormía yo, y mi corazón velaba,
Coello soy, que fuerte y poderoso
León he sido, y ésta es fortaleza, 240
morir alegremente por la patria,
y por la eterna fama dar la vida.
Acábamela pues,
dáselo al rey,
Dirásle. 245
VERDUGO
Dirás tú a Carón que allá te escuche.
CORO
¡Ay, cómo le trasanda las entrañas,
para arrancalle el corazón hinchado;
Ay, cómo le parte y desmigaja,
a ver si baila en él algún milagro! 250
VERDUGO
Allá Plutón hará con tal conejo,
esta noche la fiesta a sus amigos.
ALCAIDE
Señor, aquí no hay más que hacer agora,
sino mandar llevar aquellos cuerpos
al quemadero donde se hagan polvos. 255
REY
En eso ordena lo que te pluguiere,
que a moro muerto ya no doy lanzada.
ALCAIDE
Con esto queda entera la venganza,
el reino satisfecho, y tu justicia
ejecutada como se esperaba. 260
A Dios se dé la gloria, que ha querido
dar este alivio a tu afligido pecho,
y la muerte vengar de nuestra reina
esclarecida doña Inés de Castro,
tan en su flor llevada deste mundo 265
al trono de la eterna monarquía.
REY
¡Oh cómo los deseos desta vida
son más crecidos que los gozos della!
Mis deseados gozos eran estos,
vengar la muerte de tan gran señora, 270
si de mí no tomase la venganza
mis íntimos deseos y quejidos,
que después de cumplidos me comienza
a dar el desengaño, que no pueden
el hueco henchir del alma siempre triste, 275
mientras el infinito bien no alcanza.
Y así quería yo que el cielo agora
me fuera tan propicio y favorable,
que luego desta vida me llevara.
¡Ay! Que el deseo del vivir humano 280
no es sino por gozar de buenos días.
¡Oh dios aciagos los que vive
un rey como yo soy tan sin ventura
que todo aquello que pudiera a muchos
contento dar; a mí me da tormento 285
y el gozo del deseo más cumplido
el inflamado corazón me deja
cual lago troglodítico espantable,
donde nunca hay descanso ni reposo!
¡Oh cuán amargo es del amor el fruto, 290
del vano amor que en Dios no va fundado!
Mas contigo lo quiero haber agora,
eterno rey del cielo, si este polvo,
si esta mortal ceniza a ti llegase.
Mandado lo has, señor, y así se cumple, 295
que el alma que de ti se desviare
cruel verdugo sea de sí misma.
Oh justo juez, en cuyo acatamiento
temblando están del cielo las columnas,
vengádome has, señor, mas no te vengues 300
de mí, si esta venganza que he tomado
de los lindes saltó que tú me has puesto.
Y bástete, señor, que me conozco,
y me conozco digno de las penas
que tú me das en este escuro abismo 305
de lágrimas, endechas y lamentos,
donde no veo el resplandor celeste
de aquella que era el alma desta mía.
Y que viviré ya con desengaño,
que aquel sólo sabio, el que te sabe, 310
aquel es sólo fuerte que te adora,
aquel sólo es feliz que te conoce,
y aquel es sólo rey que te obedece.
Oh señor, si quisieses de paloma
las plumas darme, con que me acogiese 315
a un solitario y reposado asiento,
donde cual viuda tórtola emplease
la triste vida en íntimos gemidos
desta alma compungida, y desdeñosa
de las grandezas bajas deste mundo. 320
Mas, ay dolor, que deste bien tamaño,
deste descanso, desta bien andanza,
me veo yo sin esperanza alguna,
mientras sobre mis hombros tengo el peso
deste atlántico monte, que es el reino. 325
Mas tú, descanso roto, esfuerzo mío,
consorte mía y esperanza mía,
mi vida y mi señora, si te place
desello allá en el cielo, donde tienes
con el eterno rey cabida tanta, 330
pues sabes cuan baldío y peregrino,
cuan falto de contentos y placeres,
cuan lleno de zozobras y pesares,
vivo sin ti en la tierra, que por tuya
poseo, mientras ella me posee, 335
suplícote, mi bien, por esta viva
y ardiente fe que tengo allá contigo,
y por aquel arreo de grandezas,
angélicas costumbres y primores,
con que viniendo acá agradaste al cielo, 340
que así te me llevó dentre las manos,
no te olvides de mí, que por ti llamo,
por ti sospiro, por ti gimo y lloro,
mientras no me llevares deste triste
y miserable mundo, en que me tienes, 345
a los descansos de tu eterna vida.
CORO 1.º
Solemnicemos todos la venganza
de aquella lastimera y cruda muerte
de nuestra sacra Nise laureada,
y el mundo, que ya va tan de caída, 350
vea que en él nos falta quien conserve
aquel valor antiguo y gentileza,
aquella discreción y valentía,
de no pasar por caso mal contado,
y de guardar su punto y su decoro 355
al noble estado y mujeril flaqueza.
Y vea, si no está del todo ciego,
que las virtudes, aunque atribuladas,
son las que prevalecen y dan gloria,
y los vicios infamia y pena eterna. 360
Demás que desta trágica jornada
de mano en mano irá, y de siglo en siglo,
del Tajo al Ganges, y del Duero al Nilo,
que el mundo no es sino un inmundo cieno,
atolladero de almas desdichadas, 365
es un estrecho amargo, un fiero Euripo,
un piélago tantáleo de miserias,
un mar Bermejo de calamidades,
y un triste cabo de Buena Esperanza
donde jamás se amansa la fortuna. 370
¡Oh, bien andante aquel que en el remanso
de una quieta y solitaria vida,
a la serena luz de su reposo,
espeja su delgado entendimiento,
y del amor secretos descubriendo. 375
Del amor digo que con Dios nos ata,
si está sobre sí mismo levantado,
y derramando el alma por los ojos
de ver la ceguedad de los mortales,
que deste mundo siguen la corriente! 380
Oh, cómo le tenían asentado
en sus contemplativos pensamientos,
éste misterio, aquellos mamposteros
de la romana fábrica quemada,
que cuando su ciudad edificaron, 385
oráculos hicieron dentro della
a todos los dioses abogados
de las cosas que el mundo nos promete:
mas al Dios de los gozos y descansos,
allá le hicieron templo en el desierto, 390
en un yermo le hicieron una ermita,
llamado el templo de los descansados.
Por tanto afuera, pensamientos vanos
del mando tan pagado de sí mismo,
afuera ya, esperanzas y temores: 395
conviértete a tu Dios, o mundo ciego.
CORO 2.º
¡Oh, cómo ya la majestad divina
irá aplacando su furor y saña
contra la tierra donde aquella sangre
tan inocente, tan purpúrea y noble, 400
sin piedad se había derramado,
viendo la devoción y ceremonia
con que sacrificó la misma tierra
aquellas tristes almas, que cortadas
de aquellos troncos en la hoguera echados, 405
de sombra en sombra van al hondo abismo
de fuego, hielo, y cuita, y llanto eterno!
¡Oh, cómo ya el león del fuerte aliento,
nuestro sagrado rey, que Dios prospere,
de haber tal cima dado a sus amores, 410
se nos dará más manso que un cordero!
Mas quién se fiará de la mudable
naturaleza humana, y de la ciega
fortuna envidiosa, y vana dea,
que tiene a burla los humanos gozos, 415
de suerte que si alguno nos destila,
como por alambique, luego vuelve
con las amargas olas, con los mares
de los quebrantos, sobre nuestras almas.
Así que el bien de dura, y el reposo, 420
es no querelle acá en este destierro,
hasta llegar a la celeste patria.
Por tanto afuera ya, reposos vanos,
afuera ya, tormentas y bonanzas:
conviértete a tu Dios, o mundo ciego. 425






ArribaAbajoTárraga


La enemiga favorable

Loa en alabanza de las mujeres feas



Yendo a ver las luminarias
la otra noche de la reina
de Francia, que Dios nos guarde
para bien de España y della,
dando una vuelta a Madrid,  5
contemplando la braveza,
la gala, la compostura
de su máquina soberbia;
quise sacar a mi dama
porque gozase la fiesta  10
y caminando a su casa,
la hallé muy triste y revuelta.
Viéndola pues de este modo,
con tan notable tristeza,
le dije que me dijese  15
(si era servida) su pena.
Ella con grandes suspiros
y con lamentables quejas,
al cabo de un cuarto de hora
me dijo desta manera:  20
¡Ay, señor Francisco de Ávila!
Estoy sin seso, estoy muerta,
de ver que una amiga mía
con tan grande desvergüenza
me dijese a mí en mi cara  25
que era negra, y que era fea,
sabiendo que hay más de dos
que con mi rostro no llegan.
En fin, yo por consolarla
y dar descanso a su pena,  30
la propuse las virtudes
que tiene la mujer fea.
La fealdad en la mujer
es una muralla y cerca
por donde el vicio se aparta  35
y la deshonra es incierta.
No es ingrata, ni arrogante,
ni está llena de soberbia,
ni trae los hombres perdidos,
ni a los mancebos altera.  40
No se descubre en la calle
porque la adoren y quieran,
ni por adarmes nos habla,
de mil gravedades llena.
No tiene enfados de niña,  45
ni pesadumbres de vieja;
de nada se aparta y huye,
todos gusta que la vean,
sin aguardar a quién sean.
No es la Cava para España  50
ni para Troya otra Elena,
ni Dido para Cartago,
ni para Roma Lucrecia.
No levanta disensiones,
ni causa incendios de guerra,  55
para que conozca el mundo
como no es malo el ser fea.
Es mayor en las mujeres
el número desta cuenta,
porque siempre en lo mayor  60
ayuda naturaleza.
No da celos al marido,
cuando se aparta, o se ausenta
ni teme de su valor,
ni en su calidad sospecha.  65
Es un mensajero libre,
que corre por donde quiera,
freno que detiene al malo,
razón que a lascivo templa.
Es joya que, aunque la hallan,  70
para su dueño la dejan,
fruta de ajeno cercado,
que ninguno la desea.
Es torre que no la asaltan,
castillo que no le cercan,  75
ciudad que no la combaten,
y pozo que no te ciegan
es fácil regaladora,
cuando la dejan se queja,
adora cuando la quieren,  80
y cuando la buscan ruega.
Poco pide y mucho da,
sin que el rostro a nadie vuelva,
que en esto se ve y parece
como no es malo el ser fea.  85
Es la fea agradecida
de ver que el cielo le niega
la codiciosa hermosura
y la mudable belleza.
No teme del cierzo airado  90
si el color blanco la quema
si la enfermedad la muda
y si la vejez la entierra.
Es imagen soberana,
que en viéndola fuego cesan  95
de los incendios de amor
las rigurosas centellas.
Es consuelo al afligido,
pues te acompaña y consuela;
al flaco y doliente amparo,  100
y al ignorante es maestra.
Es un gigante invencible,
que nunca recibe ofensa,
es un alguacil piadoso
que en vez de prendernos, suelta,  105
y en quien siempre la virtud
se detiene y se conserva,
que es difícil de alcanzar
lo que de muchos se precia.
No la ofenden los paseos,  110
las músicas y las fiestas,
causa que señala y dice
como no es malo el ser fea.
La belleza es basilisco
que mata cuantos encuentra,  115
es víbora que sus hijos
en vida al nacer la dejan.
Es veneno de los ojos
y del alma, inútil senda
por donde el injusto Amor  120
lanza sus mortales flechas.
Es a los padres tormento
en guardarla y defenderla,
a los hermanos rigor
y al esposo centinela.  125
Es un fuego y llama ardiente,
que rompe, deshace y quemo
las excelentes virtudes
que ante sus pies atropella.
Por ésta se pierden vidas,  130
por ésta reinas se truecan,
por ésta grandes se abajan,
y bajos tienen altezas.
Por esta Adán fue vencido,
y dio principio a la pena,  135
y por ésta Salomón
Adoró deidad ajena.
Por ésta David fue injusto,
y perdió Sansón la fuerza,
y por estas causas hallo  140
como no es malo el ser fea.
Por esta Sardanopalo
enrizó doradas trenzas
y el bravo y robusto Alcides
se ocupó en hilado y rueca.  145
Y por ésta Domiciano
buscó modo de ser hembra,
y Eliogábalo y Nerón
obraron mil insolencias.
Por ésta hay pleitos prolijos  150
en las insignes audiencias,
en los caminos trabajo,
menoscabo en las haciendas.
Por ésta el discreto es necio,
la vista mayor más ciega,  155
el esforzado sin brío,
y el graduado sin letras.
Por ésta deja el soldado
su escuadrón y su bandera,
y el capitán su conducto,  160
cuanto vale, y cuanto medra.
Ésta puede y ésta tuerce
que voluntades se tuerzan
que sin justicias se hagan,
y que se consuman ventas.  165
Al contrario, la fealdad
nos libra desta cadena,
con majestad, señalando
como no es malo el ser fea.
Viendo en erecto mi dama  170
las virtudes y excelencias
sin otras prerrogativas
que tiene la mujer fea,
se consoló en algún modo
de la recibida pena,  175
y me agradeció el haber
podido sacarle della.
Por eso, feos famosas,
no se corra quien lo sea,
no os dé honra quien os culpa,  180
ni os goce quien no os merezca.
Feas sois, yo lo confieso,
mas en tan alta corteza
hay excelentes virtudes
de discreción y clemencia.  185
Las feas hinchen el mundo,
las feas den a la tierra
damos para sustentalla,
varones dignos de cuenta.
De vuestra escuadra copiosa,  190
que tanto número llena,
conforme al común decir,
se dirá: viva quien venza.
Y a vosotras también pido
que me estéis agora atentas  195
para que deis como sabías
fama a nuestra comedia.
Que en esto verá el senado
que este bien no se desprecia,
por ocasión de haber visto  200
como no es malo el ser fea.