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Palabras del exilio 2.

Final y comienzo: el Sinaia

Concepción Ruiz-Funes Montesinos

Enriqueta Tuñón



portada



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ArribaAbajo- I -

Prólogo


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El objetivo del proyecto Historia de los refugiados españoles en México, del hoy Departamento de Estudios Contemporáneos, antes Archivo de la Palabra del INAH, es estudiar en forma global el microcosmos que este grupo representa en el desarrollo de la historia de México a partir de 1939.

Cuando triunfa la República española en 1931, México es uno de los primeros países que la reconoce y apoya su política. Al estallar en 1936 la Guerra Civil, el Gobierno mexicano mantiene esta postura y ayuda a la República, defendiéndola frente a la Sociedad de Naciones y enviando armas y voluntarios. Finalmente, ante la derrota republicana, México abre sus puertas para todos aquellos refugiados que solicitaran venir1.

Es así como llega a México, a partir de 1939, uno de los mayores grupos de exiliados políticos que ha acogido este país. La política que iniciara México en 1931 respecto a la República española, se mantendrá a lo largo de treinta y ocho años, al reconocer al Gobierno republicano formado en el exilio como único gobierno legal de España. Sin embargo, podríamos considerar que, a partir de 1976, cuando en España se instaura una monarquía constitucional de carácter democrático, el exilio de los españoles ya no tiene razón de ser, o por lo menos es un proceso que podemos dar por terminado. Esto se confirma con la definición de refugiado político: «El Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas ha pretendido definir al refugiado. Considera como tal al que tenga temores bien fundados de ser perseguido por motivos de raza, de religión, de nacionalidad o de opinión política, como resultado de los acontecimientos de Europa antes del 1.º de enero de 1951, o por circunstancias que sean consecuencia directa de dichos acontecimientos. También es refugiado el que debido a esos temores ha tenido que salir y tiene que permanecer fuera del país de origen antes o después del 1.º de enero del mismo año 1951, por iguales temores o por motivos ajenos a su conveniencia personal de encontrarse imposibilitado para acogerse a la protección del gobierno del país del que es oriundo»2. Es por esto que el grupo   —14→   que forman los refugiados españoles en México, puede estudiarse en una perspectiva más amplia.

El proyecto que nos ocupa requiere de un paciente y constante acopio de materiales históricos y de una extensa investigación, cuya finalidad conjunta es permitir la posibilidad de obtener conclusiones generales, primero, y particulares, después.

Se abren varias interrogantes relativas a las características colectivas e individuales de este exilio: su naturaleza popular o elitista; su función frente a las historias nacionales, tanto de México como de España; su relación (recíproca, múltiple) con el cuerpo social en el que se inserta.

El presente libro trata el primer paso del exilio hacia México, habla del puente que une la última parte de la vida de un grupo de españoles en su tierra natal con la primera de su vida en México: la travesía del Sinaia, el primer barco en el que llegaron a nuestro país masivamente, y con carácter oficial, los republicanos españoles después de la Guerra Civil; la mayoría de ellos desde campos de concentración en Francia: un conjunto de recuerdos y esperanzas. La travesía del Sinaia constituye, a su vez, un microcosmos dentro de la generalidad de los refugiados españoles en México. ¿Por qué emplear esta palabra y no decir simplemente «parte»? Porque deseamos subrayar de una manera precisa que cada una de estas «partes» se configura dentro de un amplio proceso histórico, como una pequeña totalidad, relativa, sí, al proceso en su conjunto, pero con características propias, con un peso y valor específicos.

Consideramos que era interesante recuperar el estado en que viajó un grupo de personas con diferente ideología política, nivel cultural y social, en una situación extrema: en el final de una etapa de su vida y el comienzo de otra; en una situación en la que la manera de desarrollarse de cada una de estas peculiaridades o niveles cobra mayor claridad. Quienes formaron este grupo acababan de sufrir tres años de guerra; habían permanecido, la mayoría de ellos, varios meses en campos de concentración franceses, en muchas ocasiones sufriendo maltratos y vejaciones; tres años de desesperación, inseguridad, derrotas, hambre, y con la amenaza inminente de una nueva guerra. Para ellos, este viaje significó la esperanza, el único camino hacia la libertad, pero también significó el alejamiento indefinido de la patria devastada, de la familia, de los amigos, la llegada a un mundo desconocido. Es, paradójicamente, el final y es el comienzo.

Optamos por dar a este trabajo una estructura cronológica compuesta fundamentalmente de testimonios apuntalados por fuentes bibliohemerográficas y documentales que ciñen la memoria que aquí se recupera; todo   —15→   ello precedido de un marco histórico que sitúa el hecho concreto que estudiamos.

Al igual que en Palabras del exilio 1, nuestro material es, básicamente, el resultado de la utilización del método de historia oral. Pensamos que éste es el instrumento idóneo para recuperar aquella dimensión de los procesos históricos que, generalmente, se pierde en otro tipo de trabajos de índole histórica y que sólo hasta fecha reciente se ha intentado configurar de manera científica: la dimensión viva y maleable de la vida cotidiana de los individuos inmersos en la historia; los matices emotivos y personales; la óptica irreductible, abrupta y contradictoria de los hombres de carne y hueso; su manera de sentir y percibir los acontecimientos y de percibirse a sí mismos dentro de ellos.

Ya Gramsci señalaba el «gran valor histórico» que poseen los testimonios, (él se refería a los autobiográficos, pero sus consideraciones son válidas para nuestro caso), por cuanto que muestran «la vida en acto» y constituyen, más allá de las «líneas generales» sobre las que se hace la historia, «el documento de cómo se ha preparado la modificación (de la situación histórica) molecularmente, hasta explotar»3.

Es justamente ese aspecto «molecular» el que es capaz de recuperar la historia oral. Ahí están sus virtudes y sus limitaciones. Por supuesto, no creemos que ésta sea la única manera de hacer historia; es sólo, insistimos, una manera de rescatar una dimensión peculiar. Si la utilizamos como cimiento (ya que como hemos dicho los testimonios no son aquí fuente única) del presente trabajo, ello se debe a que, dado el carácter de nuestro objeto de estudio -una breve travesía de 21 días, de la que muchos protagonistas aún viven- la historia oral se presentaba entonces como una forma privilegiada y adecuada para el hecho histórico elegido.

No está de más señalar que, a diferencia de Palabras del exilio 1, donde se escucha sólo la voz del doctor José Puche, en el presente trabajo las voces se multiplican y los puntos de vista se entrecruzan en un acorde colectivo.

Para rescatar el testimonio de estas personas empleamos la técnica que indica la historia oral. Por medio de grabaciones magnetofónicas obtuvimos la historia de vida de los actores del hecho. Previamente se había elaborado lo que se llama el «cuestionario tipo-base» que abarca toda la vida del informante relacionada con los hechos históricos que le tocó vivir. Para este trabajo se elaboró además un cuestionario particular para desmenuzar el hecho en sí; este cuestionario específico se insertó en el cuestionario   —16→   tipo-base en el momento cronológico que le correspondía; de esa manera, las entrevistas realizadas para este trabajo, al ser historias de vida, podrían ser utilizadas también para el proyecto general.

Por otra parte, hemos empleado aquí dos tipos de fuentes: testimoniales y documentales, mientras que la bibliografía únicamente se usó para enmarcar en el tiempo el hecho concreto, y como punto de apoyo para complementar algunos aspectos del mismo. Podríamos dividir los libros consultados en aquellos que son de carácter histórico y los que contienen fuentes de primera mano o testimonios; ejemplos de estos últimos son, entre otros, el Epistolario de Lázaro Cárdenas, Cartas de Isidro Fabela y Mi política fuera de España de Gordón Ordás.

En cuanto al aspecto documental recurrimos fundamentalmente al Archivo General de la Nación, al Archivo de Relaciones Exteriores y al Archivo del Comité Técnico de Ayuda a los Españoles en México (CTAE).

En el Archivo General de la Nación, consultamos el Ramo Presidentes: Lázaro Cárdenas, donde encontramos una serie de documentos que nos fueron de gran utilidad; pudimos constatar, no obstante, que faltaban algunos de señalada importancia para nuestro estudio, sobre todo los relacionados con el criterio de selección de refugiados que teóricamente siguió el Gobierno mexicano; de modo especial, los relativos a la labor desempeñada por Narciso Bassols.

En el Archivo de Relaciones Exteriores el material resultó exiguo; sólo hallamos algunos documentos de escasa relevancia, que ya están incluidos en las Memorias de dicha Secretaría.

El Archivo que nos aportó mayor cantidad de fuentes provechosas fue el del Comité Técnico de Ayuda a los Españoles (CTAE), donado por el doctor José Puche al Instituto Nacional de Antropología e Historia en 1979. Este archivo se encuentra sin clasificar aún, pero en una primera revisión encontramos un sinnúmero de documentos indispensables, no sólo para nuestro objeto de estudio, sino también para apuntalar futuras investigaciones parciales del proyecto general.

El Comité Técnico se fundó en México como una continuación del SERE (Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles), creado en Francia, con el apoyo y financiamiento del Gobierno de la República española, y fue presidido por el doctor Puche. Dicho Comité se encargó de ayudar de muy diversas formas a los refugiados que llegaban: subsidios individuales, albergues donde se les proporcionaba alojamiento y alimentos, préstamos para iniciar algún negocio, etc. Por otro lado, el propio Comité creó, también con capital del Gobierno de la República, la Financiera Industrial Agrícola para invertir en la creación de empresas que al mismo tiempo serían fuente de trabajo para los exiliados. Así se fundaron:   —17→   la Colonia Santa Clara en Chihuahua, la Empresa Vulcano, la Editorial Séneca, el Instituto Luis Vives, la Academia Hispano-Mexicana y cuatro colegios más en provincia.

El Archivo del CTAE contiene todos los documentos referentes a la labor que desempeñó dicho organismo en México. Para nuestro trabajo fueron de gran utilidad todas las fuentes relacionadas con el viaje del Sinaia. La primera fuente, y de la cual surgió la idea de elaborar este trabajo, fue el boletín que se publicó durante la travesía: Sinaia, cuya información nos permitió reconstruir parte de la misma. Al darnos cuenta de la trascendencia de esta fuente, consideramos necesario realizar su análisis porque observamos que su orientación era importante para contestar a una serie de incógnitas; al no poder comprobar datos fundamentales para una interpretación completa, tales como editores, autores, forma en que se elaboraba el boletín, sus fuentes de información, etcétera, este análisis, como se verá en el texto, lo realizamos solamente con base en el contenido de los artículos. Otra de las fuentes que cabe mencionar fueron las Memorias, realizadas por Patricio C. Quintanilla. Recogen el registro oficial de la llegada de los barcos Sinaia, Ipanema y Mexique y contienen un amplio informe de los preparativos que realizó el Gobierno de México en colaboración con el CTAE, así como una lista detallada de todos los pasajeros y de la profesión que declararon a su llegada. Por otro lado, se encuentran en el Archivo las tarjetas que el SERE y la representación del Gobierno de México en Francia repartieron a los refugiados que solicitaban salir. Pudimos encontrar en dichas tarjetas una serie de datos que permiten formular estadísticas que contestan algunas de nuestras preguntas. De la correspondencia que mantuvo el CTAE con dependencias del Gobierno mexicano obtuvimos no sólo documentos relacionados con los preparativos para la llegada, sino también algunas cartas personales entre la directiva del Comité y secretarios de Estado del Gobierno mexicano. Por último, el Archivo contiene también una serie de recortes de distintos periódicos y revistas de esa época, con fotografías, gracias a lo cual la revisión hemerográfica del tema ha resultado completa.

imagen

Ipanema.

Independientemente de lo anterior, para la revisión hemerográfica recurrimos a cuatro periódicos, los que pensamos que podían aportar mayores datos sobre el tema; el primero El Dictamen de Veracruz, por considerar que, al ser una publicación del puerto donde llegó el barco, las noticias sobre los preparativos y la organización del recibimiento serían más completas, aunque encontramos que éste publicaba también muchas de las noticias que aparecían en los periódicos de la capital. Revisamos también El Nacional y Excélsior; el primero como vocero oficial y el segundo   —18→   como representante de la reacción opositora al Gobierno de Lázaro Cárdenas. Finalmente, consultamos La Voz de México, órgano del Partido Comunista Mexicano, con lo que se cubrieron todas las tendencias periodísticas del momento que pudieran opinar sobre la llegada de los refugiados.

Según la memoria del CTAE, vinieron en el Sinaia 1599 pasajeros, que se distribuían de la siguiente manera:

Hombres953
Mujeres393
Menores de 15 años253
TOTAL15994



Para seleccionar a los informantes los dividimos en grupos de acuerdo a su edad, estado civil, militancia política y nivel social y cultural en el momento de la travesía.

Realizamos veinte entrevistas, que sintetizadas en un cuadro representativo de los elementos que mencionamos anteriormente, nos dieron el siguiente resultado:

Comunistas4
Socialistas2
Republicanos2
Sindicalistas (UGT/CNT)5
Intelectuales6
Trabajadores5
Amas de casa4
Estudiantes4
Niños1
Solteros7
Casados11
Viudos1
Viajaron solos6
Viajaron acompañados14



Estamos conscientes de que el número de entrevistas realizadas no es una muestra estrictamente representativa del grupo total de pasajeros, pero   —19→   si nos remitimos a las estadísticas que sobre ellos presentaremos en los apéndices y lo comparamos con el cuadro anterior, observaremos que éste sí representa el universo estudiado; por otro lado, analizadas las veinte historias de vida concluimos que cubrían lo planteado en el cuestionario específico.

Una vez realizada la investigación, advertimos que nuestro objeto de estudio, la travesía del Sinaia, podía reconstruirse primordialmente a través de los testimonios obtenidos con la historia oral. Optamos por organizar el material de la travesía a la manera de una bitácora, de un «diario de abordo», en que concurren momentos internos de la travesía (el Boletín y los testimonios) y el acontecer mundial, con la intención de dar a la narración un ambiente histórico, dotado -de acuerdo con nuestro material fundamental- de espesor físico, de vida propia.

Por último, incluimos algunas estadísticas, cuadros y encuestas por considerar que pueden contribuir a esclarecer algunos aspectos que no están suficientemente precisados con la investigación de historia oral, bibliohemerográfica y documental que se realizó.

El tema que tratamos representa un momento de la historia de los refugiados españoles que al parecer aún no se ha estudiado. Se ha investigado en forma exhaustiva sobre la República y la Guerra Civil; empiezan a aparecer algunos libros sobre el exilio; pero sobre este momento específico, que en rigor sería la primera etapa del exilio, no hay estudios ni publicaciones. Partiendo de este punto de vista, exclusivamente cronológico y del que no se han hecho estudios, nos planteamos en un principio una serie de hipótesis referentes sólo al viaje; pero conforme fue avanzando la investigación nos surgieron otras que pueden aplicarse al proyecto global. Algunas no han podido ser resueltas ampliamente por falta de elementos específicos que pudieran demostrar su veracidad, pero se irán resolviendo a lo largo de futuras investigaciones que cubren el proyecto general.

Una de las preguntas que nos hicimos al iniciar la investigación fue la de ver qué criterio de selección se había seguido para integrar la lista de pasajeros que venían en el Sinaia: si la representación del Gobierno de México en París la hizo basada en sus propios intereses o en el peligro que corrían los refugiados, o tomando en cuenta la ideología particular de Narciso Bassols y de Fernando Gamboa, el primero representante del Gobierno mexicano en Francia, y el segundo persona de confianza de Bassols, encargado de realizar el traslado de los refugiados. Pudimos encontrar documentos que acusan concretamente a Bassols de haber seleccionado solamente a comunistas, lo cual no llega a comprobarse en ningún momento; al estudiar los datos de la filiación política de un porcentaje   —20→   grande de los cabezas de familia que vienen en el barco nos pudimos dar cuenta de la falsedad de esta acusación. Sin embargo, creemos, que esta incógnita queda en parte resuelta al presentar el cuadro estadístico que muestra la profesión, el oficio y la filiación política, entre otros datos, de gran parte de los pasajeros que venían en el barco.

Al seguir con las primeras hipótesis que nos planteamos, nos llamaba la atención conocer el estado de ánimo de estas mujeres, hombres y niños, que en condiciones muy especiales tuvieron que realizar una larga travesía hacia lo desconocido. Este aspecto del trabajo se logró reconstruir gracias a los testimonios que muestran la vida cotidiana en el barco, aspecto que enriquece considerablemente el hecho histórico. A lo largo de la investigación nos surgieron otras dudas: ¿qué tenía en mente este grupo al embarcarse?, ¿venían a México transitoriamente o no?, ¿entre ellos había un sentimiento de solidaridad o existían todavía diferencias ideológicas, regionales y de clase?, ¿cuáles fueron los problemas más frecuentes durante la travesía? El boletín Sinaia toca estos aspectos, ya que su función iba encaminada a concientizar a los pasajeros: la estancia en México era pasajera; se debía tener presente que el objetivo inmediato de los que se exiliaban era la «reconquista de la patria», no cabían por tanto discusiones ni actitudes separatistas, había que unirse y olvidar, por lo menos transitoriamente, todo aquello que pudiera crear fricciones.

También era importante dilucidar cuáles eran los intereses reales que había tenido México para aceptar a los refugiados: ¿Eran humanitarios o económicos?, ¿ambos?, ¿estaban de acuerdo con la política exterior desarrollada por Cárdenas? Aquí hay que tomar en consideración las características peculiares de este exilio político: es el primero que llega a México con medios económicos propios, con una institución perfectamente estructurada que maneja estos fondos (CTAE) y que se ocupa directamente de proporcionar trabajo y sustento a los refugiados; además, con un Gobierno formado en el exilio y reconocido por México.

Por otro lado: ¿cuál era el motivo por el que los republicanos eligieron venir a México en ese momento? ¿Era al azar?, ¿tenían conocimiento de lo que era México?, ¿había una orientación deliberada por parte del SERE, representante en Francia del Gobierno español republicano? En ese momento las opciones más fáciles eran México o la Unión Soviética, ¿qué les motivaba a venir a México?

Siempre se ha dicho que el exilio español estuvo formado principalmente por una elite de intelectuales. Al estudiar en documentos la ocupación de los pasajeros del Sinaia nos encontramos con que la mayoría de ellos eran obreros, pero también pudimos comprobar que no se conservan datos de algunos de los intelectuales que venían en el barco. Es   —21→   difícil, pues, constatar en este trabajo si hubo predominio o no de intelectuales en el exilio español; pero creemos que puede quedar definido el tipo de exilio que vino en el Sinaia, y esto será ya una pequeña muestra que nos permitirá en futuras investigaciones desmitificar o no el carácter de este exilio, siempre en función de la historia de México.

El trabajo que presentamos, tal y como lo indica el título de la colección, es sólo una aportación a este tema tan amplio. Pensamos que con esta investigación se han dado los primeros pasos para esclarecer algunos aspectos que pueden ser importantes para el estudio de los refugiados españoles en México.



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ArribaAbajo- II -

Introducción


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El 14 de abril de 1931, a raíz de un plebiscito, se proclamó la Segunda República española que habría de iniciar una serie de cambios cruciales en torno a la educación, la religión, al papel del Ejército, al problema del campo. Cinco años después, en 1936, al triunfo del Frente Popular (formado por la unión de todos los partidos de izquierda), el Gobierno pone en marcha la reforma agraria, la reorganización de la jurisdicción del trabajo, el impulso a la democratización de la enseñanza elemental media y superior, la vigencia del Estatuto de Cataluña, la concesión de amnistía general y la liberación de presos políticos. Esta política incrementó la división entre un ala radical y otra moderada; varias huelgas alteraron el orden público, la Falange adquirió mayor fuerza y organización, culminando sus acciones con el alzamiento contra la Segunda República.

El 18 de julio de 1936, las guarniciones fascistas del Ejército, encabezadas por Emilio Mola, Gonzalo Queipo de Llano, José Sanjurjo y Francisco Franco, se sublevaron contra la República y proclamaron el estado de guerra. El pronunciamiento se logró técnicamente, pues privó al Gobierno legal de casi todos sus cuadros militares; pero política e ideológicamente fracasó en las zonas principales del país, donde el Ejército fue desarmado por la población. Se inicia así la Guerra Civil: guerra de guerrillas, de motines, de columnas; en definitiva, una lucha que dependió de condiciones militares y sociales, españolas e internacionales. Los republicanos eran superiores en número a los fascistas, pero cuando lograron organizarse era demasiado tarde; los nacionalistas ya habían realizado una avanzada importante, apoyados y dominados por mercenarios de la Italia de Mussolini y ayudados por Hitler. La República recibió ayuda de la Unión Soviética y de México, pero ésta no fue suficiente para poder hacer frente a la que había sido obtenida por Franco; sin embargo, recibió el apoyo ejemplar de las Brigadas Internacionales:

Desde los primeros días de la lucha, decenas y centenares de trabajadores y demócratas franceses y belgas, de emigrantes italianos, polacos y alemanes escapados del fascismo, combaten al lado de sus hermanos españoles. Están juntos hombres de todos los orígenes sociales y corrientes políticas: comunistas,   —26→   socialistas, anarquistas, republicanos e, inclusive, sinceros y honestos amantes de la libertad. Hay trabajadores manuales e intelectuales, jornaleros, mineros, obreros, profesionistas, profesores, que visten todos el mono: la divisa del trabajo y del combate; y escriben con su sangre las primeras páginas de la historia y del heroísmo de los voluntarios internacionales en España5.



Ante esta llamada de solidaridad al mundo por parte del pueblo español y con la ayuda de las organizaciones democráticas de Europa y América -principalmente de Estados Unidos y de México-, se forman las Brigadas Internacionales. Hacen su aparición en el frente de Madrid el 7 de noviembre de 1936 llegando a ser 40 mil hombres. Esta ayuda fue notoriamente inferior a la recibida por los fascistas; sin embargo su importancia radicó «... en proporcionar un ejemplo de disciplina a los milicianos y contribuir en esa forma a que cuajara el ejército militar»6. Además de que significó una contribución de gran impacto para el pueblo español.

1939 fue pues, un año decisivo para la España desgarrada por la Guerra Civil. El conflicto no era sólo español.

Alemania, una vez recuperada de su déficit económico provocado por la crisis del '29 y después de que los grandes industriales decidieron apoyar a Hitler cuando empezaba a perfilarse como el líder del nacionalsocialismo alemán, busca una expansión geopolítica que le permita aumentar y robustecer sus mercados y, al mismo tiempo, impedir la influencia creciente de la URSS en la Europa central. Fueron dándose los primeros pasos hacia una campaña antisemita. La creación de varios campos de concentración y el rearme la obligaron a retirarse de la Sociedad de Naciones. En 1939, Hitler se convirtió en el Führer. Ya se había adoctrinado suficientemente al pueblo e inmediatamente se estableció el servicio militar obligatorio. Alemania empezó a interesarse por la situación española en 1936. Veía con recelo la posición izquierdista del Gobierno republicano y consideraba que el territorio español podría ser un campo propicio para ensayar armas y técnicas militares; así, cuando Franco pidió ayuda, Hitler se aprestó a brindársela al mismo tiempo que, junto con   —27→   Mussolini, se retiraba del Comité de No Intervención. En pocos meses, Alemania distrajo su atención de España para ponerla en Austria e invadirla en 1938. Después la amenaza se cernió sobre Checoslovaquia, que rechazó la ayuda soviética y, finalmente, en septiembre de 1939, sobre Polonia; el estallido de la Segunda Guerra Mundial era inevitable.

En Italia, en los años '30, el fascismo está en el poder. Los sectores industriales y bancarios, apoyados firmemente por un estado autoritario, respondían a la efervescencia popular que amenazaba con una revolución proletaria, la cual llevaría a los trabajadores al poder. Para lograr la estabilización del fascismo se reforzó la unidad nacional, se organizó un sistema político con un gobierno centralizador altamente represivo y un partido único que sirviera de base a éste y al capitalismo monopólico del estado; a la cabeza del mando único se encontraba Mussolini, quien quería reconquistar para Italia la gloria del antiguo Imperio Romano, así invadiría Etiopía en 1935. El acercamiento Hitler-Mussolini fue creciendo. Cuando estalló la Guerra Civil española, el Duce envió armas y todo un ejército a Franco, pues consideraba que con esto derrotaría a la República y debilitaría también a las democracias occidentales: Inglaterra y Francia. El 22 de mayo de 1939 se celebró el Pacto de Amistad entre Alemania e Italia; el 3 de septiembre de 1939, Inglaterra y Francia declaraban la guerra a Alemania.

En Inglaterra, el sufragio universal, la creciente fuerza del movimiento sindical y la constante sustitución del bipartidismo liberales-conservadores en el Parlamento, generaron una época de inestabilidad en todos los aspectos. Aunque el bipartidismo tradicional en los '20 se transformó en un eje laboristas-conservadores con el que aparentemente iba a afianzarse la situación, el paro de 1930 y la crisis imperial trajeron como consecuencia una gran inestabilidad económica y social que se reflejó en el exceso de concesiones que los diferentes gobiernos ingleses hicieron a Hitler.

En Francia, hacia 1920, aparecieron algunas organizaciones de corte fascista, que no pudieron alcanzar mucha fuerza. A partir de 1930, reaparecieron estos grupos que, reforzados por una gran inestabilidad económica, incrementaron su actividad en 1934, lo que provocó la caída del Gobierno. La fuerza adquirida por estos sectores ocasionó que los grupos democráticos del país se aliaran en un frente común, que culminó en el llamado Frente Popular, alianza de radicales, socialistas y comunistas que, actuando conjuntamente, ganaron las elecciones de 1936. La política económica del Frente Popular -mientras León Blum estuvo a la cabeza del Gobierno- consistió básicamente, en apoyar el crecimiento del mercado interno por medio de una serie de medidas reformistas que   —28→   beneficiaron principalmente a los obreros y que suscitaron rápidamente la hostilidad de los capitalistas franceses.

El estallido de la Guerra Civil española causó un fuerte impacto en Francia, en un momento en que el país vivía una polarización de clases; mientras los comunistas y algunos socialistas propugnaban por una intervención a favor del Gobierno republicano en el país vecino, la derecha se radicalizó y se opuso a cualquier tipo de ayuda; por otro lado, el Gobierno francés temía que una intervención en España condujera a una guerra civil en su país. Francia, junto con Inglaterra, decidió ampararse en la política de No Intervención.

Las conversaciones que dieron como resultado el Pacto de No Intervención se realizaron a fines de julio de 1936 en Londres, acudieron representantes del Gobierno francés y del Gobierno inglés. En dichas pláticas los ingleses presionaron a Francia al plantearle el peligro que para la paz europea significaba ayudar al Gobierno de Madrid. Así fue como Francia, al aceptar el Pacto, dejó de cumplir el acuerdo de venta de armas realizado con la República española y, por lo tanto, de manera indirecta, ayudó al avance del franquismo; esto produjo una fuerte reacción en contra por parte de socialistas y comunistas franceses. Ante la crisis producida por esta división, en 1937 León Blum fue reemplazado en el poder por Camille Chautemps, quien inició la revocación de la política iniciada por el Frente Popular. En 1938, un nuevo Gobierno presidido por el radical Edouard Daladier, se encargó de dejar sin efecto muchas de las medidas legislativas adoptadas por el Frente Popular, lo que produjo su aniquilamiento. Comunistas y socialistas pasaron a la oposición.

Al firmar el Pacto de No Intervención, los Gobiernos inglés y francés mostraron claramente una actitud derrotista frente a Hitler. En 1938 se realizó la Conferencia de Munich, a la que asistieron Italia, Alemania, Francia e Inglaterra. Estos dos últimos países empezaban ya a pagar las consecuencias de su política de No Intervención en el caso de España, ante la presión de los fascistas, tuvieron que ceder. Su falta de solidaridad con el Gobierno republicano de España les costaría muy cara; los pueblos y los hombres de Europa cobraban conciencia de que se iniciaba un cambio radical en su historia.

La política de la Unión Soviética, basada en los acuerdos de la Tercera Internacional se orientaba hacia la unión de los estados democráticos y liberales, con el fin de hacer frente al fascismo. Al estallar la Guerra Civil en España, ante la intervención de Hitler y Mussolini, la URSS comprendió que comenzaba una lucha decisiva para el futuro de Europa, por lo que concentró todo su interés en que el conflicto no se extendiera. Además de que se identificaba con la ideología del Frente Popular español,   —29→   entendió que la forma de frenar la expansión fascista era brindarle ayuda al Gobierno de Madrid. Envió a los republicanos material de guerra, víveres y expertos militares. Durante los primeros meses de iniciada la guerra, y gracias al apoyo soviético, el Gobierno español logró mantener un relativo equilibrio de fuerzas con el fascismo internacional. Cuando se firmó el Pacto de No Intervención, el Gobierno de la Unión Soviética se adhirió a él con la advertencia de que su adhesión quedaba subordinada al cese inmediato del apoyo que Alemania e Italia prestaban a los franquistas. Al comprobar que esta ayuda no sólo no cesaba sino que se incrementaba; la URSS envió al Comité de Londres una declaración por medio de la cual quedaba asentado que recuperaba su libertad de acción en el caso español.

En México, a partir de los años '20 después de la lucha armada se incrementa el desarrollo político, económico y social. El Gobierno del presidente Lázaro Cárdenas, elegido en 1934, se caracterizó por el fortalecimiento de un Estado consistente y de estabilidad política congruente con los principios de la Constitución de 1917 y del Plan Sexenal. En política interna Lázaro Cárdenas toma partido, desde el inicio de su mandato, por los movimientos populares. Emprende una paciente labor, modelando los organismos desde los cuales los obreros y campesinos sirvieran de impulso y apoyo a su gobierno, al mismo tiempo que defendían sus intereses; se crean la CTM7 y la CNC8. Al mismo tiempo, a estos dos grupos que serán la base de su labor política, se unirán dos grandes sectores, emanados de la revolución: el sector público y el Ejército. Otros aspectos de la política nacional que preocuparon al mandatario fueron la educación y la comunicación social como factores de movilización. En este sentido planifica la educación como un objetivo de carácter nacional que debe abarcar a toda la población. Ya en la Constitución de 1917 se plantea que indígenas, campesinos, obreros, mujeres humildes, soldados, etc., deben recibir educación. Cárdenas continuó esta política, impulsando las escuelas para mujeres, los centros educativos para obreros, incrementando las escuelas rurales y creando escuelas para hijos del Ejército. Le dio gran impulso a la educación superior: en 1936 inaugura la Universidad Obrera, en 1939 el Instituto Nacional de Antropología e Historia, la Casa de España en México, y el Instituto Politécnico Nacional.

El gobierno de Cárdenas encauza y acelera la reforma agraria, repartiendo tierras a los campesinos. Apoya el movimiento obrero con la nacionalización de los ferrocarriles y el petróleo.

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Lázaro Cárdenas en su política interior establece un principio de independencia económica; si en algunos momentos se vislumbró un socialismo, lo cierto es que creó y desarrolló una economía capitalista, en cierta medida, liberada de injusticias.

Ante la agresividad expansionista del imperialismo y del fascismo -agresividad acentuada por la crisis de 1929 y que lanzó a las potencias internacionales a buscar nuevos mercados fuera por vía pacífica o por vía violenta-, México adoptó una política antiimperialista y antifascista en lo internacional que correspondía a su política interna.

Cuando la Guerra Civil española estalló, el Gobierno mexicano advirtió que el conflicto había tomado un carácter internacional y que debía ser tratado en la Sociedad de Naciones. El caso de España fue la coyuntura que México aprovechó para abogar por los dos principios básicos que normarían su política internacional: la libre autodeterminación de los pueblos y la no intervención en asuntos internos; de esta manera, México reforzó su posición defensiva y su lucha por una política nacionalista independiente.

La Sociedad de Naciones se creó a partir de la Firma del Tratado de Versalles en 1919. Su objetivo quedó plasmado en un Pacto con varios artículos:

Artículo 10

Los miembros de la Sociedad se comprometen a respetar y mantener contra toda agresión extranjera la integridad territorial y la independencia política presente de todos los miembros de la Sociedad. En caso de agresión, de amenaza o de peligro de agresión, el Consejo determinará los medios para asegurar el cumplimiento de esta obligación.

Artículo 11

Se declara expresamente que toda guerra o amenaza de guerra, afecte o no directamente a algunos de los miembros de la Sociedad, interesa a la Sociedad entera, la cual deberá tomar las medidas necesarias para garantizar eficazmente la paz de las naciones.

Artículo 19

La Asamblea de la Sociedad de Naciones podrá en cualquier tiempo invitar a los miembros de la Sociedad a que procedan a un nuevo examen de los tratados que hayan dejado de ser aplicables, así como de las situaciones internacionales cuyo mantenimiento pudiera poner en peligro la paz del mundo9.



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El 23 de abril de 1931, la prensa mexicana publicó la noticia de que la Sociedad de Naciones deseaba una participación activa de México en su seno. Esta invitación se hizo extensiva a la URSS, Egipto, Ecuador, Costa Rica, Brasil y Argentina. El Gobierno mexicano nombró observador ante dicha Sociedad al licenciado Martínez de Alba10.

México fue uno de los pocos países que a partir de 1936 alza su voz continuamente en la Sociedad de Naciones en contra de la sublevación fascista en España.

En 1935, el licenciado Narciso Bassols, secretario de Hacienda del Gobierno de Cárdenas, viajó a Europa y recorrió España como observador político. A principios de 1936, fue nombrado ministro plenipotenciario de México en Inglaterra; al mismo tiempo se le dieron plenos poderes para que tomara parte en las deliberaciones, suscribiera convenios y aceptara o no las conclusiones a que se llegara en la Asamblea y el Consejo de la Sociedad de Naciones11.

En esa Tribuna, Bassols -gran político de izquierda- da dimensión internacional a su lucha contra el fascismo. Al defender el caso de España afirma:

El gran problema está listo para ser estudiado en toda su amplitud y complejidad, y no obstante que lo único que no puede hacerse es no hacer nada, la Delegación Mexicana ve con preocupación, deseando equivocarse, síntomas peligrosos de un aplazamiento indefinido de la cuestión. Apoyado en sólidas bases jurídicas y de comprensión del problema del gobierno español -pues México ha sufrido en el curso de su historia cuartelazos antisociales-, el gobierno de México definió su política de cooperación material para con el gobierno legítimo de España, que tenía enfrente el hecho crudo de una sublevación militar. Esa línea de conducta cae dentro del ejercicio de nuestra soberanía propia y se basta a sí misma por un claro apoyo en el derecho, de tal manera que ni siquiera la examinaríamos en esta tribuna internacional, sino fuera porque, como dejamos expuesto, el fenómeno político español ha planteado agudamente la urgencia de que, también en este otro aspecto de la actividad natural de la Sociedad de Naciones, se busquen los medios de lograr la aplicación de las reglas jurídicas vigentes12.



  —32→  

En 1937, lo sustituyó en este cargo Isidro Fabela, quien sostuvo ante la misma tribuna:

Específicamente en el conflicto español, el gobierno Mexicano reconoce que España, Estado miembro de la Sociedad de Naciones, agredido por las potencias totalitarias Alemania e Italia, tiene derecho a protección moral, política y diplomática y a la ayuda material de los demás Estados miembros, de acuerdo con las disposiciones del Pacto13.



A partir de 1935, entre los países miembros de la Sociedad de Naciones habían empezado a desarrollarse fricciones de carácter económico y político concernientes a sus obligaciones contraídas. Al estallar la guerra en España, los tratados de amistad, de no agresión, de convivencia pacífica y de principios humanos, jurídicos y morales, habían desaparecido en la práctica. La Sociedad de Naciones comenzaba a servir a los intereses de los dictadores nazifascistas. A excepción de México, todos los países miembros, en mayor o menor grado, comienzan a violar los Pactos. Gran Bretaña y Francia, arbitrariamente, formaron el Comité de No Intervención en España. El presidente Cárdenas le envió una carta al representante mexicano ante la Sociedad de Naciones, Isidro Fabela:

... conviene hacer ver que la actitud de México hacia España, no se encuentra en contradicción con el principio de No intervención [...] bajo estos términos se escudan determinadas naciones en Europa para no ayudar al gobierno español legítimamente constituido. México no puede hacer suyo semejante criterio ya que la falta de colaboración con las autoridades constitucionales de un país amigo es, en la práctica, una ayuda indirecta -pero no por eso menos efectiva- para los rebeldes que están poniendo en peligro el régimen que tales autoridades representan [...]. La ayuda concedida por nuestro gobierno al legítimo de la República Española es el resultado lógico de una correcta interpretación de la doctrina de «No intervención» y de una observancia escrupulosa de los principios de moral internacional que son la base más sólida de la Liga14.



El 31 de marzo de 1937, México envió una nota a la Sociedad de Naciones en la cual, claramente, definía su política respecto a la interpretación   —33→   que debía hacerse del concepto de neutralidad internacional en el caso de España, conforme a lo que se había establecido en el Pacto: existía un Gobierno agredido y había Gobiernos agresores, éstos, coludidos con fuerzas internas, agredían a un Gobierno constitucionalmente electo y en el poder; por tanto, desde el punto de vista de México, había que proporcionarle al Gobierno legal de la República el apoyo al que tenía derecho; era indebido facilitar a los grupos agresores elementos destinados a continuar y volver más sangrienta la lucha. Apoyado en bases jurídicas, justificó, de esta manera, la cooperación material que prestó al Gobierno legítimo de España.

La ayuda que México brindó al Gobierno de la República no se limitó a su defensa en el foro internacional. A pesar del Comité de No Intervención, España planteó, claramente, la libertad que tenía para adquirir armas, y en esos momentos, además de la Unión Soviética, era México el único país que estaba dispuesto a realizar la venta. España, entonces, envió a México, a través del Banque Commerciale pour L'Europe Du Nord y del Chase National Bank of New York, tres millones de dólares para garantizar el pago del armamento solicitado. Fue el embajador español en México, Félix Gordón Ordás, quien manejó la cuenta15. México envió armas y alimentos; además se ofreció como intermediario entre España y otros países para la obtención de armamento.

En 1938, por iniciativa propia, Gordón Ordás empezó a realizar trámites sobre una posible emigración de españoles a México, en caso de que se perdiera la guerra. Directamente planteó el problema ante el presidente Cárdenas:

Para estos numerosísimos compatriotas que tendrían que huir [...]. La salvación no podía estar solamente en el asilo, sino además en su complemento indispensable [...] el derecho al trabajo remunerado. En principio le parecieron justos al presidente Cárdenas ambos extremos de mi demanda, pero el segundo obligaría a modificar la ley y el reglamento de población y eso era menester meditarlo mucho [...]. Me aconsejó que tratara de ello, y así lo hice en esa misma fecha, con el Secretario de Gobernación que era el Licenciado Ignacio García Téllez16.



El 9 de abril de 1938, Ignacio García Téllez, secretario de Gobernación,   —34→   en nombre del Presidente de la República hizo de conocimiento público que México acogería:

a los obreros del campo, a los profesionistas y a los obreros técnicos que expulsados por la rebelión tengan que emigrar de España17.



Esta política de aceptación era congruente con la política interna del Gobierno de Cárdenas, política que para que se realizara debía estar apoyada por obreros, campesinos, e intelectuales de izquierda.

A partir de este momento, Gordón Ordás mantuvo varias conversaciones hasta concretar: en caso de que llegaran a perder la guerra los republicanos, México tendría dispuesta una legislación adecuada para que los que llegaran pudieran trabajar libremente. Envió, entonces, un cablegrama al Gobierno republicano:

Cablegrama N.º 113, 14 mayo 1938.

Por conversaciones tenidas con Presidente República y con altos funcionarios este gobierno ha llegado conclusión posibilidad caso perder guerra de colocar aquí con tierra propia muchos miles de familias campesinas y obreras españolas e incluso documentarlas como mexicanas para el viaje si hubiera dificultades documentación española venir. Se me invitó a que de común acuerdo tracemos un plan para estar bien prevenidos. No me atrevo yo a dar este paso sin previa autorización Gobierno de España, a cuya consideración someto este asunto que conceptuo muy importante18.



El embajador no recibió respuesta de su Gobierno. Hacia finales de 1938, el presidente Cárdenas nombró ministro en Francia a Narciso Bassols. El problema de España preocupaba profundamente a Bassols quien desde que representó a México ante la Sociedad de Naciones había entendido y practicado la posición de nuestro país ante el caso. Su postura antifascista se reforzó con las diferentes visitas que realizó a los frentes de batalla durante la Guerra Civil española:

El fascismo es ya la amenaza inmediata de América. Y, en tales condiciones, la solidaridad de México para con la causa del pueblo español no es ya un fenómeno gratuito ni inexplicable:   —35→   es un hecho impuesto por las condiciones históricas de nuestro Continente19.



Bassols defenderá siempre la postura de México ante el problema de España con una extraordinaria claridad política y un gran contenido humano. Para él, el apoyo internacional y la ayuda material que México había dado a la República, eran un deber y una necesidad en el desarrollo de su lucha histórica.

Con vosotros estamos los elementos intelectuales y trabajadores de México. Los que no están vinculados en pro, se encuentran, emboscadamente, en contra del gobierno español: quieren que subsista la explotación económica apoyada por la fuerza política de sus países, para suministrar, con materias primas baratas, elementos de guerra al fascismo internacional. Nosotros, los mexicanos que queremos evitar que nuestro país se convierta en un mercado más para el fascio, estamos con ustedes y hasta el último día de la lucha serán de ustedes nuestra simpatía, nuestra ayuda y nuestro cariño incondicional20.



El 17 de febrero de 1939, el Gobierno de la República española, en cablegrama enviado a su embajador en México, Gordón Ordás, planteó:

Indague acerca de ese Gobierno si estaría dispuesto a admitir ese país personas profesiones liberales, universitarios, artistas y españoles en general, comunicando en caso afirmativo número y condiciones.



Respuesta:

Cablegrama N.º 12, 20 Febrero 1939.

Presidente de la República me manifestó su mejor deseo para que entren a México mayor cantidad posible de españoles todas profesiones. Ministro México en París tiene amplias facultades para tratar este asunto en unión embajador Tejeda con Gobierno España. Me preguntó si vendrían en barcos españoles o en qué forma y si se creía necesaria ayuda México para esto21.







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ArribaAbajo- III -

Éxodo, campos, salida


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En España durante 1937, en multitud de pueblos de la zona republicana, miles de niños quedaban, de un día para otro, sin casa y sin familia. Fue por eso que se creó la Infancia Evacuada, organismo dirigido por Juan Comas22. En un principio este organismo se concretó a buscar viviendas, pero como eran centenares los desprotegidos, se decidió entonces llevar a cabo una incautación masiva de casas de campo; la labor no fue fácil. En cada casa colocaban de 40 a 50 niños, con todo lo necesario, maestros, personal y un director. Esto tuvo el apoyo decidido de la izquierda europea, fundamentalmente de los sindicatos franceses, a través de la Confederación General de Trabajadores de Francia, sindicatos belgas, holandeses, ingleses y grupos suecos. Se montó una oficina de Infancia Evacuada en París donde se recibían a todos los niños que salían de zona republicana y que no podían llegar por tierra a Cataluña, lugar donde se encontraba la sede del Gobierno. Llegaron a puertos franceses miles de niños provenientes de Asturias, Galicia, del País Vasco. En la medida de sus posibilidades, Francia y Bélgica crearon colonias para albergarlos; los alojaron también en casas particulares de gente que simpatizaba con la República. Hubo dos grupos de niños evacuados que no dependieron directamente de Infancia Evacuada: el que llegó a México (Niños de Morelia), amparado directamente por el Gobierno mexicano y el enviado a la URSS. Para el traslado de estos niños, se consultó a los familiares, y todos aceptaron, ya que era una forma de poder proporcionarles comida, librarlos de los bombardeos y preservar sus vidas.

Salgo hacia Francia en el '37 con un grupo de niños en el que iba mi hermano mayor [...] primero nos llevaron, recuerdo, a un lugar que nosotros llamábamos el castillo, algo, no estoy seguro, ni sé nombres, ni recuerdo nombres, de ahí nos separaron, no sé el tiempo tampoco porque a esa edad no conforma uno el tiempo y medida, y nos llevaron a diferentes pueblos, con familias que nos recogían. A mi hermano y a mí, pedimos que no nos separaran, nos separaron de familias pero quedamos   —40→   en el mismo pueblo, es el pueblo de La Récamarie, está pegadito [...] es un suburbio de Saint Etienne [...]. Llegué a Francia y [...] después de dos años de estar siempre entre franceses, dejé de hablar español, y llegué a México sin hablar español [...]. Pero sí, yo recuerdo con mucho cariño el pueblo, lo que recuerdo del pueblo, porque me hicieron una operación, ahí me operaron de una hernia. En la casa donde estaba recuerdo que dormíamos cinco en una cama: cuatro hijos de la familia y yo [...] las condiciones no eran buenas [...]. Era familia pobre, minera23.



Otra voz, otra edad, otro recuerdo...

... en el '37 estábamos en París mi madre, mis hermanos y yo. Mi padre nos escribió que no podía mandarnos divisas; las pesetas ya no las cambiaban. Entonces fuimos a la Embajada de España y les explicamos lo que pasaba y nos dijeron: «Bueno, pues los vamos a acomodar». Porque ya había varias sociedades y habían sacado niños para que no sufrieran la guerra; y había escuelas en donde había muchos chicos españoles. Entonces a mi hermana mayor y a mí nos mandaron a Bélgica. En Bélgica se formaba una escuela nada más para chicas de doce a veinte años, españolas. Es más, la directora, también española, fue desde París con nosotros. Fuimos mi hermana y yo; a mis hermanos los colocaron también en Bélgica en casas particulares, porque los belgas pedían niños españoles para tenerlos mientras estuviera la guerra. Mi mamá se vino también a Bélgica, estaba en el mismo pueblo que nosotros pero en una casita donde había nada más, no sé si tres o cuatro señoras [...]. La escuela se llamaba el Home Español, en un pueblito cerca de Bruselas, era un poco lo que aquí fue la escuela de Niños de Morelia. Teníamos una directora que era española, era maestra y enfermera, muy joven ahora [...] antes, me parecía muy vieja, pero ahora, cuando me acuerdo que tenía veinticinco años y tenía cincuenta muchachas a su cargo, sí se me hace que era muy joven para una empresa de esa responsabilidad. Nos iban a dar clases belgas que [...] así, voluntariamente, iban a darnos clase. El financiamiento de la escuela debía ser de la embajada y aparte nos ayudaban los Joven Guardias Socialistas. Nos trataban de maravilla, los belgas, por lo menos los de aquella época, eran todo corazón. Nosotros   —41→   hacíamos una exhibición de cantos españoles y de danzas españolas y entonces nos daban cosas, nos daban azúcar, café, distintas cosas y las mandábamos a España, es decir, nosotras sentíamos que así ayudábamos a nuestra causa. No había casa o sitio donde pidiéramos, fuéramos a colectar, que no nos dieran, todo el mundo nos dio. Incluso, cerca, había un palacio del príncipe de Merode, según nos dijeron era el dirigente de los fascistas belgas y, sin embargo, una vez, como muchachas traviesas, nos metimos a pedir y nos dieron; no sólo nos dieron sino que nos dieron una caja de chocolates para nosotras, y después en navidad nos mandó, éramos cincuenta y nos mandó cincuenta muñecas, todavía con una notita que decía en español: «No para los republicanos sino para las niñas que en desgracia tienen sus padres lejos de ellas». Y todavía la directora le mandó una carta dándole las gracias y le decía: «... y le dan las gracias las niñas republicanas...». Teníamos un coro y cantábamos siempre al final el Himno de Riego24 y La Internacional, entonces en una ocasión fuimos a cantar a un barrio de Bruselas, a hacer nuestros cantos y demás, y fue emocionantísimo cuando, a la hora de empezar a cantar el Himno de Riego, se para el público y lo cantan ellos y La Internacional también; resulta que era cuando salieron de España la Columna Internacional25 y eran los de la Columna que habían venido a vernos. Era un lloradero por todos lados, nosotras ya no podíamos cantar de emoción. Estuvimos allí hasta el final de la guerra, ahí tuvimos la noticia, ahí también nos llegó la noticia de que mi padre había logrado salir y nos mandó decir que fuéramos a Port Bou. Nos reunimos con mi padre en la frontera. Ya íbamos sabiendo que nos veníamos para México. Es más, creo que mi padre nos consultó que si queríamos ir a Rusia o si queríamos venir a México, entonces todo el mundo dijo que a México, más que nada por el frío [...]. Ahí en la frontera empezó el mal comportamiento de los franceses; según llegamos había un camión, y con el gancho de: «¡Los que van a México, los que van a México, al camión!». Nos subieron al camión y nos metieron en un campo de concentración26.



Febrero 1939. Empieza el gran éxodo. Casi medio millón de españoles,   —42→   mujeres, niños y hombres atraviesan la frontera de España hacia Francia; desde los Pirineos hasta el litoral mediterráneo. En un principio, se les conduce a campos de control, en un intento de hostilidad, pero el Gobierno francés no tarda en colocar a todos los refugiados españoles en campos de concentración a los hombres, en refugios a mujeres y niños, escalonados todos ellos a lo largo de la Côte Vermeille. Las únicas instalaciones: alambradas, kilómetros de alambradas; corralones, cuadras de animales.

Este es el fin...

¿Eso querías ver, querías saber cómo era el fin? ¿Tuviste ánimo de aguantar, subir hasta aquí y contemplarlo? Pues bien: es esto, ni más ni menos. Tómalo como lo que es, un signo del magno desastre. Pero no creas que has llegado al final de la fase. Mañana y todas las mañanas que te esperan te enseñarán que nunca hay fase final. Has visto campos de labranza que dejaban de serlo trocados en campos de batalla. Te faltó, sin embargo, ver y conocer -conocer a fondo desde la misma entraña- otros muchos campos. Ya falta poco, hermano27.



Mujeres, niños y ancianos eran conducidos como ganado a pueblos del interior retirados de la costa, donde se encontraban los campos. El alojamiento: chozas, caserones en ruinas, establos.

Entramos a Francia a pie el 7 de febrero, con un frío que hacía que nos mataba. Nos iban separando por familias [...]. Después a los hombres los metieron en campos de concentración y a las mujeres con los hijos nos separaron, estuvimos mucho tiempo sin saber nada de los maridos. Nos mandaron a un lugar muy grande, muy grande, pero vacío, como si fuera una cuadra de caballos y nos echaron la paja al suelo y ahí teníamos que dormir y estar siempre allí. Nos daban comida, como rancho, poca cosa. No podíamos salir, nomás dos días; cuando queríamos salir a bañarnos, nos acompañaban los gendarmes a unos baños públicos. Las mujeres que estábamos allí, traíamos algunas mantas y algunas sábanas; y con algo de ropa que nos traían los franceses, lo juntábamos todo y hacíamos cojines con la misma paja, y así dormíamos. Después de un tiempo venían a levantar la paja y volvían a poner de otra. El pueblo... el pueblo francés se portaba bien, nos venían a visitar, nos traían ropa usada, y si había alguna persona que   —43→   les caía bien, tenían permiso de llevarla a pasear el domingo. El alcalde también se portó bien, nos visitaba. Mi hijo estaba en la escuela y venía los domingos a verme. Un domingo vinieron unas maestras y nos llevaron a su casa. ¡Me acuerdo más bien! Nos tenían la mesa llena de pasteles [...]. Los hombres sufrieron mucho, nosotras no sufrimos tanto, no teníamos libertad de salir, pero las unas con las otras pues... Lo más pesado era porque estábamos separadas del marido y no sabíamos hasta cuándo duraría; estuvimos como cuatro meses allí, pero sin saber nada de cómo iban las cosas, esto era lo que más nos preocupaba. En los refugios de mujeres y en los campos donde estaban los hombres había listas de todos los refugios y todos los campos y los nombres de los refugiados y, así, pues el primero que encontraba escribía. Así fue como mi marido supo antes de nosotros y nos escribió [...] me acuerdo que de tan emocionada que estaba no podía leer la carta y una compañera la leyó [...] y el alcalde también se emocionó [...] y así pasamos los cuatro meses. Hasta que un día recibí carta de él, diciendo que lo habían inscrito en el Sinaia para venir a México28.



Es obvio que el Gobierno francés que recibe a los refugiados españoles no es, con mucho, afín al de la República española derrotada. Si el Gobierno de Blum fue incapaz, a pesar de su cercanía ideológica con los republicanos españoles, de prestar ayuda al país vecino, bien poco podían esperar los refugiados de un Gobierno formado básicamente por elementos que se habían opuesto a cualquier tipo de intervención en España y que representaban los intereses de la derecha francesa. La manera como fueron recibidos y alojados los refugiados españoles en Francia, no puede explicarse solamente a partir de la simpatía del Gobierno francés hacia los derrotados. Hubiera sido imposible para cualquier Gobierno recibir y alojar adecuadamente a casi medio millón de personas en unas cuantas semanas; sin olvidar, además, que era el período de entreguerras. En los puertos fronterizos, gendarmes móviles y tropas coloniales desarmaban a los soldados y despojaban a los civiles de sus objetos de valor. Conforme pasaban la frontera se les conducía a uno de los ocho campos de control: espacios desnudos, rodeados de alambradas, donde tendrían que dormir en el suelo y comer pan duro y pequeñas porciones de pescado.

Los campos de control pronto fueron sustituidos por campos de concentración;   —44→   en éstos no había ni barracas, ni una tienda, ni una letrina, ni agua potable, ni un puesto médico; las condiciones eran tales que las autoridades francesas calcularon que de los aproximadamente 300 000 españoles que allí se encontraban murieron 14 672 en los primeros seis meses, la mayor parte de disentería y enfermedades bronquiales. No les permitían salir para trabajar, los pocos que lo hacían eran personas que ya habían laborado en Francia con anterioridad y tenían relación con algún francés que pudiera darles trabajo. Por otro lado, comenzaron a ser requeridos para que se alistaran en las filas de la Legión Extranjera francesa; casi ninguno aceptó, su postura era no ayudar en nada a Francia o a Inglaterra a quienes consideraban culpables de la derrota española. Al mismo tiempo, recibían continuas visitas de representantes de Franco que invitaban a los soldados a repatriarse prometiendo que nadie sería perseguido por sus opiniones o por haber pertenecido a organizaciones políticas.

El 13 de febrero, Franco publicó la Ley de Responsabilidades Políticas dirigida, concretamente, a todos aquellos que se habían opuesto al «movimiento nacional». Los refugiados tenían que elegir entre el campo de concentración en Francia, con todos sus inconvenientes, o el regreso a España. Fueron unos 70 000 los que optaron por el retorno. A su regreso encuentran el horror fascista. Represión violenta de toda resistencia organizada en el territorio, aniquilación de todos los partidos y organizaciones republicanas y militantes. Una noche tras otra, comandos falangistas llegaban a las casas de republicanos, destacados o no, y se los llevaban, la mayoría de las veces para siempre. Se calcula que diariamente se fusilaban quinientas personas.

Las cárceles estaban repletas: 200 mil presos. El régimen fascista habilitó escuelas, conventos y campos de concentración para meter allí a los que ya no cabían en las cárceles. Aquí también se presentaban con frecuencia los falangistas, uniformados o sin uniformar, recogían a sus víctimas, las hacinaban en camiones y las asesinaban en descampados.

España 1939
100 000Muertos en campos de batalla
10 000Muertos por incursiones aéreas
50 000Muertos por enfermedades y desnutrición (durante la guerra)
20 000Muertos por represalias en la zona republicana
200 000Muertos por represalias nacionalistas durante la guerra
200 000Muertos prisioneros republicanos por ejecución o enfermedades (de 1939 a 1943)   —45→  
470 000Exiliados
200 000Prisioneros29



Los que decidieron quedarse en los campos de concentración franceses, se encontraron con la problemática de que tenían que instalarse en playas carentes de construcciones. En Argelés, por ejemplo, a base de cañas que arrancaban del mismo lugar, hicieron pequeños cobijos individuales; en Saint Cyprien cavaron fosas para protegerse del intenso frío; en Prats de Molló levantaron unas cuantas chozas construidas con ramas. No había agua potable, a veces lograban sacar un poco con una bomba improvisada pero se contaminaba fácilmente. La alimentación consistía, básicamente, en pan, arroz y garbanzos fríos. Los internados, en su mayoría, tenían piojos y padecían de sarna, diarrea y bronquitis...

... Yo salí al frente de mis hombres con una orden escrita de [...] yo formaba parte del Estado Mayor Central, recibí una orden y yo muy heroico me fui con mi gente en auto; llevamos auto, pasamos la frontera hasta que nos fuimos caminando: «No, vengan por aquí, por aquí». Hasta que nos encontramos dentro del campo de Argelés. No en el centro, sino en la entrada del campo, ahí nos dejaron, con ánimo de que nos escapáramos, pero nosotros fuimos tan idiotas que no nos escapamos30.



... cuando salimos de la ciudad de Gerona, ya para la frontera, íbamos un grupo a pie [...] y fuimos al mando de Gerona a pedir una camioneta para irnos a la frontera y sí, nos dieron incluso la llave [...] en un garage (sic) había una camioneta: «Se van ahí, la agarran y se van». A la mañana siguiente, cuando nos levantamos para irnos a la frontera, habían ya levantado la puerta del garage (sic), ¡ya se habían llevado la camioneta! Total que nos quedamos sin vehículo, tuvimos que irnos a pie. Yo iba con mi esposa y mi hijo. Salimos de Gerona, allá había una guardia, yo me presenté ahí, no me había rasurado en tres o cuatro días [...] andaba yo vestido ya para irme al frente [...] con el equipo del frente, ¿no? Me acerqué allí al control, había varios, ¡nomás puros jóvenes! Yo siempre llevaba el papel de la orden [...] era la identificación [...] pero no la pidieron, me dejaron pasar. Más adelante encontramos un camión, un camión   —46→   que era un taller mecánico de campaña. Y empezó a llover y teníamos que hacer 47 kilómetros de Gerona a la frontera, a Figueras. Empezó a llover y nos arrimamos allí al camión: «Por lo menos a las mujeres y a los niños, ¿no?». «Bueno, las mujeres que suban». «¿Y el niño?». Rodolfo tenía 14 años. Lo dejaron. Es decir, allí fue la primera separación que tuvimos. Nosotros pensamos que este camión iba en nuestra ruta [...] más adelante cambiaron de ruta y se fueron a otro pueblo. Nosotros, cuando nos despedimos de ahí, dijimos: «Nos encontraremos a las puertas del Ayuntamiento de Figueras...». Nosotros a pie, con una lluvia [...] cada tres o cuatro kilómetros teníamos que sentarnos un poco, cubrirnos con la manta que ya la llevábamos siempre encima [...]. Y por fin llegamos a Figueras y fuimos al Ayuntamiento. Allí todas las salas estaban invadidas, había hombres, mujeres [...]. Y yo digo aquí encontraré a mi mujer y a mi hijo. Estaba todo revuelto allí, y empecé a pasar por entre unos, dando un golpecito como para pasar, me dijeron [...] me mentaron lo que no tenía, ¿no? Y ahí no estaba ni mi mujer ni mi hijo. Llegaron como a las diez de la mañana, fueron a Figueras a pie, por el camino hicieron un bombardeo, fueron a bombardear aquellos campos. ¡Cómo llegaron! Porque había llovido toda la noche, se tuvieron que echar en el suelo, pero ya nos reunimos: «¡Ahora no, ya nunca más nos separaremos!». Bueno, estamos en Figueras: «¿A dónde iremos?». Y en Figueras, como era la frontera, prácticamente toda la gente de Figueras que quería emigrar ya se había ido, y habían dejado las casas vacías, había muchas casas vacías. Nosotros encontramos una y nos metimos allí. Aquella casa, figúrese cómo se complican y se encuentran las cosas: resultó que era una casa de mujeres [...]. Al cabo de un rato de estar ahí empezaron a llamar soldados a la puerta y sonaban la puerta. Y así, un día andaba por la calle, salían de las puertas de las casas los controles, me agarraron del brazo: «¿A ver tus rúbricas, tu documentación?». Entonces los seguí para el cuerpo militar, para que me controlaran; ahí me firmaron y me timbraron. ¡Pum!, campo libre. Estuvimos dos o tres días y nos fuimos a La Junquera, pasamos una noche, y en la noche siguiente ya pasamos la frontera. Cuando llegamos ahí: «Las mujeres a un lado en un camión y los niños al camión; los hombres a pie. ¡A Boulou!». Yo, viejo, no podía imponerme. Yo no he visto gente más bruta y más estúpida que los franceses. Nos trataron mal, francamente mal. Nosotros seguimos la carretera y encontramos casi un cordón de gendarmes: «¡Adelante, adelante!». Total que encontramos la carretera, un entronque y un puente y el letrero que decía Le Boulou,   —47→   dije la mujer y el hijo están allí. Cuando llegué había quince, dieciséis, veinte motociclistas, gendarmes franceses que decían: «Al campo de Barcarés -un campo de concentración- llévatelos». Llegamos a Le Boulou y entonces busqué. Habían metido todos los camiones que pasaban por ahí, por la frontera, los metían en un campo. En aquel campo encontré a la mujer y el hijo. Tuvimos que dormir tres días en la cabina de un camión, los tres, todos sentados nomás [...] ahí había muchos incendios, porque hacía tanto frío, era un 7 de febrero, hacía tanto frío, agarraban gasolina de los depósitos de camiones, hacían fuego y de repente gritaban: «¡Incendio, incendio!». Ahí pasamos tres o cuatro días, hasta que dijeron: «Las mujeres a un lado y los hombres se quedan aquí». Nos quitaron la mujer. No sabíamos a dónde las llevaban. Después supe dónde. A nosotros nos mandaban a Barcarés, que era donde mandaban a los de Le Boulou, con camiones mismos de la República. Nos cargaban y nos dejaron allí, en Barcarés, dentro del campo y allí esperamos en la arena, custodiados por aquellos generaletes. Y la verdad que éramos más buenos organizadores los españoles que los franceses. Aquel campo, a los ocho días, ya había calles, había letreros que decían «Calle de tal y calle de tal...». Pasaban gentes con un tronco o alguna cosa que encontraban por la playa y un letrero que decía: «Busco a fulano de tal». Se fueron formando grupos de amigos, de pueblos, de ciudades, en fin, había cierta organización. De comida nos traían nomás pan, venían un camión y un señor empezaba a echar el pan ahí y el que lo agarraba, lo agarraba y el que no lo agarraba, no lo agarraba y así. Los primeros días nosotros llevábamos de Le Boulou unos cuantos botes de leche y pan, en fin, lo pasábamos como podíamos, ¿no? Tomábamos agua, para el agua de tomar pusieron unas bombas con caño, en la arena, pero era agua salada, si no era salada totalmente llevaba residuos de sal; con todo esto nos dio una diarrea como usted no se puede imaginar, vino una plaga de diarreas, todo el mundo padecía de lo mismo y pues teníamos que salir, les hicimos entender de algún modo que nos dejaran, que nos dieran libertad para ir a hacer nuestras necesidades fuera de donde vivíamos. Y estos generaletes que nos cuidaban, como la mayoría éramos catalanes, los catalanes somos como los de Alvarado aquí, y cuando alguno se oponía, protestábamos, total que los generaletes aprendieron todas las malas palabras que teníamos los catalanes. El que tenía pesos, el que tenía francos, podía comprar algo de comida, le pedían a los guardias de ahí y los guardias hacían negocio también en todo esto y se llevaban lo que querían. Y ahí pasamos   —48→   hasta que dijeron: «Ahora los viejos se irán a Bram31...»32.



... en el cruce de Le Boulou nos dirigieron en caravana por una carretera [...]. En marcha. Me adelanté en el coche de mando, vi un campito donde podíamos acampar [...] di órdenes de acampar, ya era hora de [...] habíamos llegado a la hora de la comida. Di órdenes de acampar. No sé si algún francés vino a decirme algo [...] no recuerdo, pero en fin, los dejé acampados y preparando el rancho, y yo me adelanté, por esa carretera que estaba vigilada en todos lugares [...] tropas del ejército francés. Llegamos al final, era una playa, la de Saint Cyprien sur Mer, donde vimos que estaban haciendo unos corrales de alambre de púas, hoyos en la arena, que estaban emplazando ametralladoras, nidos de ametralladoras en las esquinas y demás, esas tropas senegalesas33, tropas senegalesas con oficiales franceses [...]. Eso era todo, no había ninguna construcción; en fin, estaban comenzando a parcelar la playa, de manera que había ya algún material rodante y algunos grupos de gente nuestra que habían llegado antes allá, bueno, metidos en hoyos, ¿verdad?, o haciéndose chabolas con los capotes y mantas. Como no me gustó el panorama, di la vuelta [...]. Estábamos ya derrengados y agotados, sin comer y demás y (sic) hicimos una parada [...] nos paró un camionero: «¿Nos lleva hasta la entrada de Perpignan?». «Sí». [...] Una patrulla le paró cerca de Perpignan y le dijo: «Pues ahí llevo dos tipos...». Nos metieron en el patio de un convento o algo así, que estaban organizando como estación de paso para los campos de concentración de Perpignan. De manera que [...] de allí nos mandaron al mismo campo de donde había salido y donde encontré mi grupo [...] el campo de Saint Cyprien, quartier sixième [...] nos dieron arena de acomodo, sin techo. Bueno, ahí va el ingenio. Muchos de los nuestros eran trabajadores manuales. Hubo chabola organizada con pedazos de coche, de los coches que habían llegado a entrar en el campo, los canibalizábamos durante la noche [...] por ejemplo sacando el magneto y con un molino de viento; así yo pasé una temporada en la chabola [...] una chabola que teníamos luz eléctrica, de manera que nos podíamos buscar los piojos durante la noche [...]. Comíamos agua sucia con tres lentejas para desayuno, agua sucia con tres lentejas para el almuerzo y agua sucia con tres lentejas para cena. Habían   —49→   arreglado una letrina cerca de la playa, pero pronto supimos que estaban negociando con nuestro excremento [...]. Yo me estaba perdiendo, ¡claro!, porque no comíamos, eran las paredes de los intestinos lo que se expulsaba, estaba muy malo, muy malo [...]. Al médico que nos cuidaba dentro del campo, refugiado también, no le daban suficiente medicina, estaba un décimo o, en fin, una parte de la dosis, ¿verdad?, y casi no hacía nada, era peor: «¡Se acabó! Voy a dar dosis completas, como Dios manda, hasta que se acabe». Y después, pues se acabó. Y a mí me tocó una dosis completa y me curé. En fin, no a todos... porque hubo mucha gente que se murió de eso. Cuando nos sacaron del campo había un cementerio enorme [...] a la puerta del campo, un cementerio enorme de nuestra gente34.



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Dibujos de Bartolí. Campos de concentración.

... pasamos la frontera por Le Perthus, sin tener la menor idea de lo que nos iba a pasar [...]. Sin recibir ninguna instrucción del gobierno o de nuestros jefes, que era de quien quizá debíamos haber recibido a última hora instrucciones. Pasamos pues todavía con el armamento y formados y para encontrarnos pues con los gendarmes franceses, que procedieron, no sólo a desarmarnos, cosa que es totalmente lógica, sino además a robarnos hasta [...] si hubieran podido, hasta los calcetines. Y de allí nos condujeron a pie por la carretera, ya estábamos acostumbrados, no fue demasiado castigo, pero era el mes de febrero, y febrero es el peor mes desde el punto de vista de frío y nieve. De ahí nos llevaron hasta ese pueblo que se llama Saint Cyprien, puros arenales. Nos indicaron que fuéramos allá y cada cruce nos iban vigilando [...] no solamente gendarmes, sino cosa que ya empezó a molestarnos mucho: tropas senegalesas, mandadas por oficiales franceses pero [...] unos negros inmensos, con cara de pocos amigos. No nos dieron de comer en todo el camino [...] En un pueblo, no me voy a olvidar de la gente de allá, que se llama Abau el Cristal, pueblo catalán de Francia, se pusieron una serie de chicas y muchachos en la carretera a darnos pan, pan que [...] pues habíamos comido chuscos toda la guerra, y aquel pan francés, caliente, nos parecía cosa maravillosa, pero fue lo único que comimos. En Saint Cyprien nos condujeron a la playa y en la playa pues no había nada más que arena. Estaba aquello ya lleno de miles de gentes, heridos, todo el mundo revuelto, sin atención médica de ninguna clase, rodeados de una alambrada que habían metido los zapadores franceses; y los senegaleses afuera vigilando. Si yo no recuerdo mal, estuvimos cerca de dos semanas encerrados   —50→   allí sin recibir alimentación de ninguna clase, más que una distribución diaria, una vez, quiero decir al día, que hacían de pan, y nos tocó un pan para dos. Allí con el frío empezó a morir gente como moscas, es decir, todo el que venía, y eran muchos, debilitados por la guerra. Yo estaba herido, por ejemplo, y pues sobrevivimos pues no sé por qué... porque estábamos decididos a no dejarnos morir, pero no había mañana que no enterráramos tres, cuatro gentes. Dormíamos en la arena, y no podías hacer chabolas ni nada de eso, porque cómo vas a hacer chabolas en la arena, y en cuanto empezabas a cavar un poco para abajo pues entraba el agua del mar, de manera que sobre la arena y en la noche pues amanecíamos todos blancos de la escarcha [...] de la helada de la noche. Teníamos mantas para abrigarnos, que habíamos cargado desde [...]. Entonces empezamos a improvisar chabolas, en la noche nos fuimos y quitamos los palos de las alambradas y los alambres, y con eso empezamos a hacer como tejabanes, por lo menos para protegernos de la helada en la noche. Total, como éramos tantos y fuimos muy activos, al día siguiente había desaparecido la alambrada. Entonces los senegaleses se alarmaron y nos construyeron otra alambrada de guerra, es decir, con tres filas de alambres y palos cruzados, una verdadera alambrada como para defensa de trincheras. A la mañana siguiente había desaparecido también. Era horrible aquello. Poco a poco empezaron a mejorar las condiciones. Hacia el mes de marzo me trasladaron de Saint Cyprien a Barcarés, otro pueblo cercano, pero donde ya habían construido barracones de madera; cada grupo de barracones aislado con alambrada y después un campo de concentración, como islote. Ahí ya las cosas más o menos empezaron a organizarse, por lo menos teníamos los barracones con literas de madera. Había rancho organizado; la misma cobija que habíamos traído [...]. Yo estaba herido de este brazo; no una herida grave, pedacitos de metralla, hasta probablemente piedras; pero en el campo de concentración se me infectó. No tuve atención médica sino hasta que nos llevaron a Barcarés. Yo pasé un mes con la misma venda, y claro, la venda supuraba polvo, la venda la llevaba porque si no se metía tierra, arena. Cuando llegamos a Barcarés, los que quedaban médicos y enfermeras, se habían distribuido por las unidades [...]. Y había un médico francés; los peores casos se los mandaban a este médico francés, porque era el que podía dar el pase para un hospital, ningún médico español podía hacer eso; a mí me vieron muy mal y me mandaron a éste. Y entonces me miró el brazo, hizo un gesto de asco y me dijo: «Hay que cortarlo». Y bueno y había un médico español, un muchacho   —51→   catalán, que me dijo: «No le hagas caso». Me lo dijo en catalán para que el otro no le entendiera: «No, no le hagas caso, deja que yo te vea y vamos a ver qué es lo que se puede hacer. Mira, lo que tienes es una complicación de infección con avitaminosis». Entonces, pues avisó a los cuáqueros [...] esos sí me pusieron vendajes nuevos, me desinfectaron, pero enseguida vino a verme un enviado de los cuáqueros, se llamaba Field, un norteamericano que después fue acusado por los norteamericanos de ser un espía soviético. Yo estoy convencido de que le debo a él por lo menos el brazo, probablemente la vida, porque él empezó primero por traerme al campo de concentración -desde Suiza- vitamina C, por el escorbuto. Empezaron a caérseme los dientes, a quebrarse, a desprendérseme [...] y el brazo no se curaba. Field me daba algo de dinero, poco, pero lo suficiente para que por lo menos una vez a la semana pudiera comprar lo que me recomendaron comer, mucho tomate, jugo de naranja, limón... Venía gente de Barcarés a vender cosas en el campo de concentración, quien tenía algo de dinero pues pagaba las perlas de la virgen [...]. Pues así empecé un poco a reponerme...35



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¡Los viejos!, otra vez la misma comedia de los viejos. Allí nos juntamos unos cuantos, y cuando dijeron: «Ahora todos los viejos los mandarán a Bram. Que es un campo con barracas muy confortables, que estaremos muy bien...». Y yo pensé que tenía que ir a Bram. Nos hacían pasar en cola; por una puertecita chiquita pasaba una persona sola, y yo hice la comedia de estar medio cojo, barbudo, y todo eso. Pasé y veinte llevaron a Bram. Allí había como más de dieciocho o veinte barracas, había cien personas en cada una; cuando entramos las estaban construyendo. Yo no salí nunca. No había que salir; de vez en cuando nos decían, para ir a bañarnos a una acequia, a un río que pasaba por ahí cerca y yo no quise ir nunca, siempre dije: «Me moveré cuando sea para salir con mi pueblo, con mi raza». A lo mejor tenía una depresión. En Bram teníamos una barraca y paja. En la barraca dormíamos en el suelo y para cubrirnos todos llevábamos una manta y dormíamos en la paja, y teníamos rancho. Llevaban, le decían el cocido, a cada barraca y había un delegado cada día, que con un bote de estos de leche: «¡Comida, comida, quién quiere, quién no!». Y con un palo de madera lo mezclabas allí, te llevaban   —52→   al bote y te lo metían. Hacían un pan para cuatro personas, lo hacíamos cuatro pedazos, improvisamos una balanza para que no hubiera gramo más de... ¡Qué bárbaro! El rancho era lentejas y frijoles y carne de caballo. Lo que no era vendible del caballo, lo echaban para hacer el caldo, yo me acostumbré al caldo, a la carne no, yo nunca probé la carne. A la mañana nuestro café nada más, un bote de café y un pan que repartían; al mediodía el rancho y en la noche también rancho. Y así durante todo el tiempo que estuvimos, hasta el 17 de mayo estuve ahí. Los baños los hicieron como una tribuna, como techo, y allí metieron unos tubos, unos baldes grandes, y todos teníamos que subir a una escalera para hacer nuestras necesidades; esto era entre una barraca y otra barraca, ¿no?: una barraca, un baño, una barraca, un baño; una reja de pilar como de gallinero separaba la puerta y todos teníamos que subir ahí. Se llenaba pronto porque éramos cien personas y había varios tubos, no sólo uno, pero la gente estaba mal del estómago y tenía que ir con mucha frecuencia al baño y teníamos que quitarlo nosotros. Ahí no teníamos ninguna posibilidad, para qué rebelarnos, no resolvíamos nada, eran gendarmes los que mandaban36.



Mi única preocupación cuando me vi en Francia y hablé con los franceses, era salir de Francia lo antes posible e irme de allí, porque estaba viendo venir la guerra con Alemania y el desastre [...]. Yo recuerdo varias conversaciones que tuve con militares franceses, eran de los que estaban guardando el campo de Argelés; porque además estuve en tres campos entre éste y otro; un molino, hubo un intermediario, pero éste sí era lo contrario, era un campo «bien organizado» donde no podía uno ni respirar, ¿verdad?, y todos apelotados, todos hacinados, pero había conversaciones con los que estaban de guardia, sobre todo con los oficiales de baja graduación y demás. Creían, se creían que nosotros llevábamos tesoros, y querían ver cómo se los pasábamos, nos querían quitar sellos de correo, nos los cambiaban por chocolates y cosas de esas ¿no? Y con ese motivo pues tuve ocasión de hablar con dos o tres de ellos, pero claro, yo recuerdo muy bien una de las conversaciones. Pasaban los aviones militares franceses, que iban a una velocidad de vaca echada, ¿verdad?, y yo recuerdo que una vez [...]. «¿Y con eso quieren ustedes parar a los alemanes...?». Y claro, fue mi última conversación con ese cuate, ¿verdad?: «Claro que les van a dar de todas todas». Nosotros estábamos acostumbrados   —53→   a ver a los alemanes y a todos los demás cómo se manejaba la aviación. Y ya recordando en otra ocasión, con otro de los [...] éste era un capitán...: «Pero ustedes han hecho barbaridades en el frente». Le digo: «¿Qué ya se olvidó usted de la Revolución Francesa?». Ya nunca estuve más en términos de comunicación [...] Lo único que quería era irme de allí37.



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Los campos más importantes:

Argelés80 000 refugiados
Saint-Cyprien60 000 refugiados
Le Vernet5 000 refugiados
Gurs16 000 refugiados
Bram16 000 refugiados
Mazeres5 000 refugiados
Agde16 000 refugiados
Sept-fonds15 000 refugiados
Vernet-les-Bains13 000 refugiados
Prats de Molló25 000 refugiados38



Ginebra, febrero 8 de 1939 16. -Habiendo regresado Perpignan ya envíole amplio informe, permitiéndome anticipadamente comunicarle tuve varias conversaciones embajador Tejeda STOP. Situación española campos de concentración pavorosa, por lo que estimo deben activarse preparativos y conceder rápidamente autorización para que puedan ir México aquellos superioridad decida de acuerdo selección Tejeda STOP. Resolución es tanto más urgente cuanto reconocimiento Franco por Francia, Inglaterra, que es inminente, imposibilitara gobierno republicano pagar por su cuenta viaje emigrados como actualmente está dispuesto a hacerlo según díjome embajador Tejeda STOP. Respetuosamente. FABELA39.



En el mes de marzo, México inició los trámites para que los refugiados españoles salieran de los campos de concentración.

Recuerdo que Bassols vino a México a tratar con el general Cárdenas lo relativo al asilo de algunos miles de españoles. Fuimos a esperarlo a Nuevo Laredo algunos amigos. Durante el viaje en automóvil, de aquella población a la ciudad de México,   —54→   nos dijo que estaba haciendo todo lo posible para que nuestro país abriera generosamente sus puertas a la inmigración española. Supimos después que asistió a un consejo de ministros presidido por Cárdenas, en el cual él, Bassols, con excelentes razones políticas y humanas defendió su opinión a favor de las víctimas del fascismo40.



Palacio Nacional, a 29 de marzo de 1939

Extra-urgente

Consejo Nacional de Defensa X-17 Núm. 124, ayer Valencia.

Núm. CH302. Su atento mensaje del 28 STOP. México dará asilo a trabajadores españoles que por circunstancias guerra se ven obligados a salir su país STOP. Dictáronse instrucciones a Comisión Mixta Legación de México en París, para que de acuerdo con ustedes resuelva sobre número elementos deberán venir al país. Salúdolos afectuosamente.

Firma
Presidente Cárdenas41



31 de marzo 1939

Presidente Cárdenas.

Conferencia Americana Ayuda España y Víctimas Guerra en nombre diez países acordó felicitar actitud humanitaria favor refugiados españoles y apoyar económicamente traslado.

Juan Marinello
Presidente42



Abril 1939

El asilo a los Republicanos.

México abril 1. México dará refugio a los españoles que lo han solicitado en gran número, pero su transporte no significará   —55→   desembolso para nuestro país, pues cada uno de los inmigrantes ha ofrecido traer dinero suficiente para establecerse, lo que significará que nuestro país recibirá una fuerte inversión, declaró un alto funcionario del gobierno. México otorga el derecho de asilo a los españoles por razones de humanidad, aparte de que muchos de los que piden venir a México son intelectuales y hombres de ciencia que aportarán sus conocimientos a nuestro país43.



Telegrama

Octavio Campos Salas.
Srio. General del Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza.

Brasil N.º 60
Abril 1.º de 1939

Extracto - Sr. Presidente.

A nombre de los setenta mil miembros de la agrupación pide se permita la venida de Milicianos Españoles exiliados, en el concepto de que representan energía productora que beneficiará la economía del país. El Frente Único de la Clase Trabajadora solidariamente acepta contribuir para mejorar la situación de trabajadores derrotados transitoriamente por el fascismo44.



El 3 de abril, el ministro Narciso Bassols viajó a Francia con instrucciones precisas del Presidente Cárdenas para seleccionar a los españoles que se asilarían en México.

4 abril 1939

«Deliciosa Migración Autorizada».

Narciso Bassols llegará hoy a Veracruz para embarcar rumbo a Francia llevando instrucciones sobre la entrada de rojos a nuestro país.

Bassols salió rumbo a Veracruz para embarcarse a Francia donde volverá a hacerse cargo de la representación de nuestro país. Se dice que lleva instrucciones para facilitar el embarque de los asilados españoles. Se dice que serán cien mil los españoles que vendrán a México y que traen 20 millones de francos cedidos por los izquierdistas de Francia45.



  —56→  

México. D. F., 3 de abril de 1939

Sr. Don Julio Álvarez del Vayo, París.

Mi estimado y distinguido amigo: El señor licenciado Bassols, nuestro ministro en Francia, puso en mis manos su carta del 16 de marzo, de la que me enteré con vivo interés y tanto por su contenido como por la serie de detalles que me ha referido el señor licenciado Bassols, confirmo las causas que vinieron precipitando los acontecimientos de España. Hemos apreciado en su valor la participación leal y decidida que usted y el señor Negrín desarrollaron con verdadero sentido de responsabilidad hasta el último momento, en defensa de la causa republicana y consideramos que estuvo fuera de las posibilidades de ustedes mismos lograr los resultados que perseguían, encontrándose como estaban frente a fuerzas extrañas que contaron con el poderoso auxiliar de una actitud indiferente o de complicidad de países que por respeto al derecho y a la soberanía de los pueblos y en defensa propia, pusieron haber evitado. Hoy tendrán las democracias que enfrentarse con fuerzas que aquellos países ayudaron a acrecentar con su pasividad en los casos de España, Checoslovaquia y Abisinia. Sin embargo las recriminaciones de todos estos pueblos tendrán que realizarse en más o menos tiempo, pero llegarán.

El señor licenciado Bassols lleva instrucciones para los españoles que desean venir a convivir con el pueblo mexicano, modesto en sus recursos pero lleno de emoción y de simpatía para nuestros hermanos que se ven obligados a alejarse temporalmente de su patria.

Me satisface su propósito de venir a México, tendré positivo gusto de verle entre nosotros. Y si el señor Negrín acepta alojarse aquí, lo recibiremos también con afecto.

Lo abraza su amigo.

Lázaro Cárdenas46



Telegrama dirigido al Presidente Lázaro Cárdenas, 10 abril 1939.

Entrevista celebrada. N. Y. Comisión Sociedades Hispanas y American Friends Service Committee Quakers con embajador Narciso Bassols sobre refugiados españoles Francia ofrecionos embajador Bassols seguridad gobierno república hermana admitía españoles refugiados previa sanción embajada México-París   —57→   American Friends Service Committee gestiona gobierno americano conceda barcos transportar refugiados gratis pagando Sociedades Hispanas gastos manutención carbón personal etc. con objeto doblar recaudaciones públicas para transportes y alojamiento en México rogamos usted confirme decisión su gobierno de acuerdo seguridades ofrecidas Sr. Bassols altamente satisfechos conversación Bassols reconocemos una vez más noble altruista proceder presidente y gobierno mexicano hacia nuestro pueblo que en estos angustiosos momentos abre brazos fraternalmente ofreciendo asilo otros pueblos niegan.

Sociedades Hispanas Confederadas
Daniel Alonso Secretario
Brooklyn, N. Y.47



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El Gobierno de la República, presidido por Juan Negrín, organizó en el SERE para ayudar a los españoles que habían salido de su país. Funcionaba con un consejo de administración integrado por un representante de cada partido y estaba presidido por don Pablo de Azcárate quien había sido embajador de España en Londres.

El SERE preparó las listas de los refugiados que deseaban dejar Francia y las envió a la Embajada de México en París para que ésta tomara la decisión final sobre la selección.

Estas listas se elaboraron a partir de unas solicitudes impresas que el SERE hizo circular por los campos de concentración en las cuales se pedían los datos mínimos del cabeza de familia y los nombres de las personas que lo acompañaban, así como el grado de parentesco con él. Todos aquellos que no estaban recluidos en campos o refugios, acudían directamente a la Embajada de México donde llenaban una solicitud similar. Una vez hecho el trámite sólo quedaba esperar.

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Solicitud de inmigración a México (SERE).

En la Embajada de México se formó un departamento dedicado exclusivamente a organizar los trámites para el embarque a México de refugiados.

Mayo 1939

Entré al Servicio Diplomático; entonces fui como tercer secretario de la embajada de México en París, en '39, cuando era embajador Narciso Bassols. Coincidió mi llegada con la salida de los españoles que invadieron realmente Francia por la frontera. Mi trabajo consistía en la jefatura de la oficina, creo que no tenía nombre, donde se expedía la documentación para los   —58→   refugiados españoles; exclusivamente a eso me dediqué. Estaba bajo las órdenes directas de Bassols. No había el personal mexicano suficiente, había un grupo de muchachas españolas, también refugiadas, mecanógrafas, secretarias, en fin, muchachas muy capacitadas, una cantidad pequeña, porque no eran necesarios muchos, ni había posibilidades tampoco de contratarlos. Nosotros hacíamos la documentación para los refugiados españoles. En forma de urgencia se mandó hacer una hoja de papel con los datos elementales de las personas, nombre y lugar de nacimiento, ocupación, creo que nada más, entonces esa hoja se les daba para suplir el pasaporte porque esta gente rebasó la frontera sin pasaporte, sin documentos y sin nada. Esa hoja era suficiente para que las personas fueran recibidas aquí en México. Había algunos que habían logrado salir con pasaporte en fin, gente ya más destacada, que ya se tramitaba la cosa normalmente, como cualquier pasaporte, pero para los que no tenían pasaporte había que darles esa hoja. La gente acudía a la embajada, algunos los mandaba el SERE, pero directamente la embajada era quien los autorizaba a venir a México. La selección la hizo Fernando Gamboa, de acuerdo con Bassols; yo sólo llenaba la documentación y la mandaba. Esta gente no pasaba por la embajada por eso yo no tuve contacto con ellos, era gente que estaba en el sur de Francia. Sólo me llegaban los datos para hacer los papeles, y no de todos, porque entiendo que a algunos hubo que hacerles en el mismo puerto su papel para que los recibieran aquí. El financiamiento de las funciones de la embajada desde luego estaba a cargo de la embajada, pero ya el SERE pagaba el traslado y todo lo demás, según entiendo. En los papeles que yo llenaba ponía la profesión. No había preponderancia de profesionistas, había más bien gente, trabajadores, en fin; sí había profesionistas en gran cantidad, pero no eran los más48.



Los españoles comenzaron a hacer trámites y a ser seleccionados, sin saber exactamente qué criterio estaban siguiendo las autoridades mexicanas.

Yo siempre he tenido mucho escepticismo hacia los organismos oficiales, aunque fueran de la República, y yo no había presentado ninguna solicitud de embarque como habían hecho otros muchos, pero me convenció Claudio Esteva Fabregat, dice:   —59→   «¿Por qué no lo intentas?». Simplemente rellené un tarjetón que había allí, en el campo, donde pedían los datos personales, la significación ideológica, los cargos políticos que había tenido [...]. Yo envié a París mi solicitud, no la apoyé con nada, no tenía ninguna relación con nadie, absolutamente, y me vino aprobada49.



Gamboa seleccionaba entre los que solicitaban venir, personas que a su juicio fueran las mejores, no sé qué cartabón de juicio tendría, pero él hacía la selección. Que haya estado de acuerdo con normas de cualquier partido, de cualquier cosa, eso no tenía importancia, porque todos los españoles que salieron no eran [...] si no eran comunistas, por lo menos eran izquierdistas50.



De los seleccionados se colocaban listas en los campos.

Los que estábamos en la lista para venir a México, nos trasladaron de campo, a fines de abril. Nos concentraron en una sección especial que los franceses llamaban «les mexicains», del campo de Barcarés. Y ahí, pues, tratamiento médico, sarna, quitarnos piojos, en fin, inyecciones, vacunas. Vinieron funcionarios del gobierno mexicano por los papeles. Un joven representante del consulado mexicano que se llamaba Gamboa, Fernando Gamboa, muy simpático, muy sonriente. Ése fue mi primer contacto con la cortesía formal mexicana. Nos dieron la documentación, nos llevaron en convoy militar, en vagones sellados. A través, claro, de Gamboa, en fin, de sus ayudantes y demás, ya nos habían dicho cómo se iba a organizar. Claro, estábamos en poder de los cochons51 franceses, hasta que nos entregaron en el puerto. Los hombres nos llevaron en convoy hasta el puerto, y las familias que estaban en campos de mujeres o en libertad, en otro convoy. En fin, que la reunión sería en el barco52.



París. El ministro mexicano Narciso Bassols anunciando que México continúa tomando a su cuidado a los republicanos españoles que son acreedores de asilo declaró: -Estamos trabajando para seleccionar a los refugiados que realmente necesitan   —60→   la hospitalidad mexicana, de suerte que pueda organizarse mejor su traslado a América53.



Cuando llega mi padre a recogernos a La Récamarie -esto empiezo a recordarlo bastante bien-, tenía 9 años. Pregunté por mi hermano, Paco, y mi madre y me dice que nos estaban esperando no sé si en Saint-Tatiene, o no sé... pero que teníamos que ir a un campo de reunión, donde estaban concentrados los españoles para venir a México. Ahí recuerdo grandes barracas, mucha paja, mucho heno, ya era en Perpignan. Al entrar a ese campamento entramos sólo mi madre y mis dos hermanos y yo. Mi padre no entró [...] no se sabía la capacidad de los barcos y cómo iban a salir. Si nosotros quedábamos con el apellido de mi madre que era Azorín, lógicamente saldríamos de los primeros; con el apellido Hernández de mi padre podíamos llegar o no, por eso él no entró en el campamento. También deduzco que él intervenía en la organización y se desenvolvía por otro lado, porque cuando entramos en el barco, sin saber nada de mi padre, ahí estaba mi padre en el barco. Pienso que nos embarcamos por algo de la UGT5455.



Mi padre estaba en un campo de concentración, y por fin mi marido tuvo un pase, pudimos entrar al campo, fue una cosa pero dantesca, era una cosa terrible. De allí sacamos a mi padre y nos fuimos a un pueblito, cerca de París. Ahí alquilamos una habitacioncita a un matrimonio viejito. Mi marido tenía una subvención del SERE, creo. Un día vino de París diciendo: «Se está organizando una expedición para México, en Francia no tenemos nada que hacer, se avecina una guerra mundial y además yo, como técnico, vamos, como profesionista, no puedo trabajar en Francia, ni vamos a poder quedarnos aquí, vámonos para México». Y entonces él fue a la embajada de México en París y tuvimos ya toda clase de facilidades. Le pidieron identificación, profesión, edad, pues una especie de curriculum vitae. Nos dijeron que teníamos que estar tal día en Perpignan. Llegamos a Perpignan, estaba la policía en la estación, dijo: «Suban ustedes al camión que tenemos aquí preparado, porque tienen que ir al Comité Británico». Porque el Sinaia estaba patrocinado en parte por el Comité Británico de ayuda a los refugiados españoles. Entonces nos subimos al camión y nos llevaron al campo de concentración56.



  —61→  

Yo estaba en un refugio de Collioure. Ahí en el refugio nos hacían hacer solicitudes para... dónde queríamos ir. Y yo pues puse todo. La cosa era marcharme, porque no veía la posibilidad de ejercer mi profesión; en Francia un profesor de matemáticas de instituto no tiene nada que hacer. En cambio en América Latina, como ya habían solicitado profesores en matemáticas, antes de la guerra, pues dije: «Ahí sí podrás tener ocasión de trabajar». Como además yo siempre pensé que era poco tiempo, nunca pensé en cambiarme de profesión, en cambio si hubiese sido profesor de español quizá me hubiese quedado en Francia, porque en Francia se quedaron muchos profesores de español. Yo sigo con este criterio: si no hay una necesidad absoluta de subsistir, la gente debe hacer las cosas que él cree que puede hacer bien. Pedro Carrasco y Julio Hernández me ayudaron. Me escribieron al refugio avisándome del viaje a México en el Sinaia. Yo de México no sabía nada, yo creo que la conquista por Hernán Cortés y la batalla de Otumba que eran las dos preguntas que nos hacían en el bachillerato sobre México. De ahí, del refugio, salimos siete u ocho, nos fuimos a Séte, en el tren. Y ahí esperamos la salida, hasta última hora nos tuvieron ahí, no sé, en un parque. Me hicieron una ficha y allí pasó lo siguiente: me preguntaron si era casado, les dije que sí; y al marcharme del refugio, doña Libertad Blasco me dijo: «Ya que su mujer está en España y esa señora y sus dos hijas van también a México -y el marido no sé dónde estaba- quizá tengan necesidad de que... en fin, tengan algún problema. Usted podría decir que es su mujer y sus dos hijas eso nada más durante... para subir al barco y después ya quedaría todo... Nada más ese favor si pudiera hacerlo». Yo lo pensé, y afortunadamente pues dije que no, que no lo podía hacer, que era una cosa... «No, si es nada más para subir». No... qué era para subir... aquella ficha era para la Secretaría de Gobernación de México. Si yo le digo que sí, cuando llegue a México yo ya estoy casado con la mujer y dos hijas. Entonces cómo reclamo a mi esposa57.



Yo vivía en un pueblecito francés, con don Alejandro Otero. Había un refugio que habían montado los del Partido Comunista Francés, y ahí mi mujer se quedó para coser la ropa   —62→   de los niños y ayudar a hacer las habitaciones, con mis hijos. El doctor Otero llega un día y dice: «Valencia, prepare usted el equipaje que se va usted a México, llévese usted a su mujer y a sus hijos». Y nada, nos presentamos todos en Perpignan y a los hombres nos mandaron a un campo que había de concentración ya en Barcarés; habían hecho un campo aparte que le llamaban campo México que era donde nos concentraban a los que íbamos a venir a México, y a las mujeres las llevaron a un campo de concentración que ya existía, al lado de Perpignan. Y ahí, pues esperando que se organizara el viaje. De México no había oído más que cuando salió Plutarco Elías Calles, presidente electo de México, en España al Partido Socialista Obrero Español nos dio una gran alegría porque era socialista, es todo lo que conocía de México. Yo quería salir de Francia por una razón sencillísima: porque consideraba que la guerra era inevitable y quería salir para América, porque también había posibilidades de salir para otras partes de Europa, pero por ejemplo con Rusia, yo no me iba a ir a Rusia porque no era comunista58.



Había que salir de Francia. Todos veíamos que se avecinaba el desastre [...]. Yo hice varios contactos, con el SERE fundamentalmente. Yo recuerdo que vinieron en alguna ocasión [...] Después yo escribí, yo escribí a Osorio, yo no sé si él intervino o no en meterme, yo dije: «Mira, yo lo que quiero es salir de aquí, y si hay algún barco, en el primer barco me quiero ir». No sé por qué fui seleccionado. Del campo de concentración en tren a Perpignan y de allí en tren a Séte. En Séte mismo yo recuerdo que había una tienda de campaña donde estaba Fernando Gamboa y estaba su mujer59. Y por ahí íbamos pasando, iba haciendo una revisión de todos los que íbamos a embarcar, y a mí me dijo: «¿Y usted qué es? ¿Y qué era usted en España? ¿Y no tiene ningún papel que lo demuestre?». Le digo: «No, pero sí tengo una maleta». «Anda, vete por ella». Fui por ella: «Aquí está». «Bueno, pues entonces pásate». Por la gente que yo vi luego en el Sinaia podría asegurar que no hubo selección. No creo que hubiera en cuanto a partidos políticos, porque yo en el barco me encontré de todo, había una gran cantidad de socialistas, muchos de los que después atacaron a Gamboa diciendo que había sido parcial con   —63→   los comunistas. No recuerdo ningún anarquista. Es posible que no viniera ninguno60.



Pero atrás quedaban cientos de miles de compatriotas que sufrirían todavía años, a través de toda Europa, vejaciones, martirios y muerte a mano de quienes ensoberbecidos por absurdas teorías de superioridad hicieron retroceder al ser humano a épocas de barbarie y crueldad inconcebibles61.



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