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«Notas sobre el texto de dos entremeses cervantinos», Anales Cervantinos, III (1953), pp. 340-348, vid. pp. 341-342; cf., del mismo autor, «Erratas en Cervantes», ABC, 17 de junio de 1954, p. 3.

 

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La supresión provocó un mordaz comentario de Fco. J. Santamaría, Domingos académicos. (Las Nuevas Normas i el Nuevo Diccionario.) Primera Serie, Méjico, 1959, pp. 217-220. El lexicógrafo mejicano conoce bien los vericuetos del caso, pero en vez de demostrar de algún modo la legitimidad de almodonear, en la que parece creer, se complace tan solo en chancearse de la Academia; llega a insinuar que si la corporación adoptó la palabra en 1925 a instancias de Rodríguez Marín, ahora aprovechaba la desaparición del ilustre académico para eliminarla (!).

 

23

Por ejemplo Eugenio Asensio en la suya, Madrid, Castalia, 1971, p. 61.

 

24

J. de Iriarte, Obras sueltas, II, Madrid, 1774, p. 348.

 

25

Véase almanta en DHLE.

 

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«Sorprenden a la verdad -dice Salvá en elogio del diccionario de 1726-1739- las desinteresadas y nobles miras con que llegaron a publicarse los seis tomos en folio, que son un conjunto de excelentes materiales, un cuerpo precioso de doctrina y el fundamento de la obra que poseemos, y aun de muchas de las rectificaciones que se han hecho y pueden hacerse en ella. En las ediciones posteriores se ha simplificado y mejorado el plan, y ha crecido el número de los artículos; pero el gran trabajo está en la primera. ¡Cuántas veces no ha omitido la Academia una acepción, o la ha definido de otro modo, fundada en el mismo texto que allí se copia! ¡Cuántas ella y yo hemos encontrado que la cita no era exacta, o que estaba el defecto en la edición que los primeros Académicos habían tenido a la vista! Pero no me cansaré de repetirlo; sin un trabajo de la clase del que estos hicieron, sin tener presente un pasaje, o sin ponerse por lo menos un ejemplo en que se hallen la voz o la frase, es imposible formar con acierto un solo artículo». Y añade más adelante: «Para dar a la autoridad el valor que se merece no basta lo respetable del nombre del escritor, sino que por el cotejo de las ediciones, consultando las originales y examinando cuidadosamente el pasaje, se ha de llegar a adquirir una evidencia moral de que no se halla viciado. Ya hizo presente Don Juan de Iriarte en el undécimo de los Discursos leídos a la Academia que había bebido esta en su primer Diccionario muchos errores de la Agricultura general de Herrera, por no haber tenido presente la primera y genuina de 1513, y sí la hecha en 1569, que llama segunda aquel docto filólogo, y es cuando menos la décima. Efectivamente en el pasaje que se cita en apoyo de la voz Allico dice vallico la edición príncipe, la cual pone también Atetillado y no Aterillado; equivocación que repitió el tomo del Diccionario grande reimpreso en 1770, no obstante que ya se corrigieron en él muchas de las que se habían copiado anteriormente del texto mendoso de Herrera. En una errata de alguna edición del Quijote se fundó la palabra Gasaja. En la primera de los Problemas de Villalobos (Zamora, 1543), no menos que en la de Sevilla de 1574, se lee: Si no quieren quedar amenguados de dar topadas; pasaje con que la Academia autorizó la voz Amenguador, cometiendo en este brevísimo texto dos equivocaciones más, pues dijo quieres y tapadas por quieren y topadas. [...] Estos ejemplos comprueban la necesidad de que el lexicógrafo tenga a la mano muchas ediciones de cada autor clásico, y de que las estudie con cuidado para conocer su mérito y sus defectos» (pp. IX-X). Sobre dos de las voces a que se refiere Salvá, allico y amenguador, puede verse DHLE: allico figura en él con los corchetes angulares que como palabra fantasma le corresponden; no así amenguador, cuyo artículo (en el que se desmonta convenientemente la disparatada cita de Villalobos que trae Autoridades) se libra de ellos al quedar atestiguada la existencia de este por lo demás bien esperable derivado de amenguar en un pasaje del Fuero de Alcaraz, a lo que puede agregarse su presencia en lexicógrafos tan dispares como Palet (1604) y Ricardo Palma (1903). En cuanto a los otros dos fantasmas, añado a las observaciones de Salvá que tanto aterillado (por atetillado), recogido en 1770, como gasaja (por gasajo), recogido en 1734, figuraron en el diccionario hasta la edición de 1791: se suprimieron ambos en 1803.

 

27

«"Quercus" en la España musulmana», Al-Andalus, XXIV (1959), pp. 150-151.

 

28

Como consecuencia de la advertencia hecha por DHLE; la que hizo Oliver en 1959 cayó en saco roto, como era de esperar.

 

29

La palabra había ingresado en 1817 (anthera), y la Academia tardó, a lo que se ve, en encontrar una definición satisfactoria. La primera que propuso, pronto sustituida por la del Suplemento de 1822 (el cuerpo del diccionario de ese año no trae la voz), contenía una cruda comparación que debió de considerarse impertinente y dudosamente científica: «El cuerpo que se halla colocado en el extremo de los estambres de las flores, y dentro del cual se elabora el polen, ejerciendo en la fecundación de las plantas las mismas funciones que los testículos en los animales. Varía en su estructura, y más aún en su forma».

 

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Ahora bien, téngase presente que a la hora de valorar cualquier cálculo de este tipo, y, sobre todo, de comparar sus resultados con los que pudieran deparar otras lenguas (por ejemplo el inglés, para el que ofrecimos algunos datos más arriba) habría de tenerse muy en cuenta que hablamos tan solo de fantasmas léxicos registrados por los diccionarios de la Academia. Si en la recolección se atendiera, como ha hecho el OED, a los deslizados en cualesquiera «dictionaries or other books of some authority», e incluso a «other spurious forms [...] having a more limited currency in dictionaries or in editions of texts», es previsible que nuestras cifras de nuevo se dispararan.

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