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Palabras y plumas


Tirso de Molina



[Nota preliminar: presentamos una edición fonética de Palabras y plumas de Fray Gabriel Téllez (Tirso de Molina), Valencia, en casa de Pedro Patricio Mey, 1631, basándonos en la edición de Juan Eugenio de Hartzenbusch (Tirso de Molina, Comedias escogidas de Fray Gabriel Téllez, el maestro Tirso de Molina, Madrid, Atlas, Biblioteca de Autores Españoles, 1944, pp. 1-20).]



PERSONAS
 

 
MATILDE,   princesa de Salerno.
PRÓSPERO,   príncipe de Taranto.
DON ÍÑIGO,   caballero español.
EL REY DE NÁPOLES DON FERNANDO I.
SIRENA.
LAURA.
GALLARDO,   lacayo.
EL DUQUE DE ROJANO.
LISENO.
RUGERO.
TEODORO.
LAURINO.
UN CRIADO.
Acompañamiento del Rey y del duque de Rojano.





ArribaAbajoActo I

 

Sala del palacio de la princesa de Salerno.

 

Escena I

 

PRÓSPERO, bizarro, con muchas plumas. MATILDE.

 
MATILDE
¡Ah príncipe de Taranto!
Próspero, señor, mi bien,
espera, el paso detén,
o anegarate mi llanto.
PRÓSPERO
Siendo el desengaño tanto,
ya mi sufrimiento pasa,
por más que tu amor me abrasa
las leyes de mis desvelos;
mas ¿cuándo huyeron los celos
que no volviesen a casa?
¡Ingrata!, ¿qué es lo que quieres?
¿Para qué a voces me llamas,
cuando a don Íñigo amas?
¡Finges que por mí te mueres!
Terribles sois las mujeres,
pues a la sombra imitáis,
y como ella, cuando amáis,
leves del que os sigue huís,
al que os desprecia seguís,
al que os adora engañáis.
Si el alma a un español das,
¿por qué en mí su amor ensayas?
MATILDE
Injúriame, y no te vayas;
poco has dicho, dime más.
Mientras que presente estás,
tengo vida; y sólo el rato
que ausente mi amor retrato
no hay para mi mal paciencia.
Compre a injurias tu presencia
mi amor, que lance es barato.
¿De qué estás, mi bien, quejoso?
¿Quién ha podido ofenderte?
Que puesto que vivo en verte
amante cuanto celoso,
como pende mi reposo
del tuyo, aunque así aseguras
la fe que en celos apuras,
si hace el gasto tu pesar,
no pretendo yo comprar
a tu costa mis venturas.
PRÓSPERO
Cautelosa persüades
favores con que me enciendes.
¿Por qué mentiras me vendes
con máscaras de verdades?
Afeitadas crueldades
tiranizaron mis años;
no desmientas desengaños,
que han de hacer en tus mudanzas,
por dilatar esperanzas,
más incurables mis daños.
Ya con el pleito saliste.
Lo que no han hecho soldados,
bastaron a hacer letrados;
con ellos al fin venciste.
Si mi amor entretuviste
hasta gozar su gobierno,
princesa eres de Salerno:
Estado tienes bastante
con que enriquecer tu amante,
más dichoso, no más tierno.
Ya yo sé que en esta empresa,
si fingiste amarme tanto,
fue por verte de Taranto,
siendo mi esposa, princesa
pues Salerno te confiesa
por tal, y perdió Rugero
por libros lo que el acero
ganó e impides que cobre.
Goza a don Íñigo pobre,
español y lisonjero.
Entronícese en tu Estado;
que la que es rica y se casa
con pobre, lleva a su casa,
en un marido, un criado.
Su hacienda ha desperdiciado
en la firme pretensión
de tu amor; y ansí, es razón
que premies su intento casto,
pues amor con tanto gasto,
te obliga a restitución.
MATILDE
Puesto que me haya el derecho
que tengo a Salerno dado
la posesión de su Estado,
que Rugero había deshecho,
¿a qué propósito ha hecho
argumentos tu malicia
contra la clara noticia
que sabes de mi valor,
echando a mi noble amor
sambenitos de codicia?
Tan lejos de apetecer
tu estado estoy por quererte,
que quisiera empobrecerte
para darte nuevo ser.
Si estuviera en mi poder,
la vida y ser te quitara,
que luego en ti mejorara;
para que de esta manera,
cuanto más te engrandeciera,
más a amarme te obligara.
De don Íñigo confieso,
puesto que en vano trabaja,
lo que en amar se aventaja,
pues es del amor exceso;
mas si coligieras de eso
la derecha conclusión,
sacaras la obligación
que a mi fe constante tienes,
pues a él pago en desdenes,
y a ti con el corazón.
Si yo fuera agradecida,
y mi voluntad juzgara
sin pasión, su amor premiara
dándole mi estado y vida;
pero está tan oprimida
por ti, que en vez de querelle,
aun no oso favorecelle
con solamente miralle;
mira cómo podré amalle,
si tengo pena de velle.
PRÓSPERO
¿Luego osarasme negar
que agora cuando mantiene
la sortija que entretiene
a tus puertas el lugar,
no se ha venido a cifrar
en ser él favorecido
de ti, y en que hayas salido
con el estado que esperas?
Si tú no lo permitieras,
nunca él se hubiera atrevido.
Al punto que en tu favor
salió la alegre sentencia,
en mi agravio y competencia
hizo alarde de su amor.
Joyas de sumo valor
dio en albricias; que no hiciera
más, si mi Estado tuviera.
¿Y quién negarme podrá
que ninguno albricias da
de lo que adquirir no espera?
MATILDE
¿Qué diste tú a quien la nueva
de mi dicha te llevó?
PRÓSPERO
Abrazos el gusto dio,
que en ti su ventura aprueba;
promesas, que quien las lleva,
presto vendrá a ejecutar;
de plumas hice adornar
mis pajes, porque en sus galas
cifrase el amor las alas
con que al cielo ha de volar.
Encarecí con razones
y agradecí con palabras
tu suerte.
MATILDE
¡Pródigo labras
en mi amor obligaciones!,
pues las que agora propones
pudieran, cuando las sumas,
por más que amarme presumas,
borrar la fama que cobras;
pues debo al español obras,
y a ti, palabras y plumas.
Mas como tras ti te llevas
la inclinación que te adora,
una pluma tuya agora
estimo en más que las pruebas,
gastos e invenciones nuevas
de ese español, cuyo fuego
aborrezco, aunque no niego
que con victoria saliera
si en su pretensión tuviera
un juez que no fuera ciego.
¿Con qué favores le he dado
esperanzas, y a ti enojos,
pues ni aun con risueños ojos
sus servicios he mirado?
¿En qué saraos he danzado
con él? ¿De qué formas quejas?
¿Qué noche, desde las rejas,
músicas dando a mi calle,
no puse, por no escuchalle,
candados a mis orejas?
Si me tiene voluntad,
¿podré quitársela yo,
pues aun Dios no sujetó
su albedrío y voluntad?
Si con liberalidad
gasta y destruye su casa,
ronda, justa, rompe, abrasa,
¿ha de sacar mi rigor
premáticas que en su amor
y en sus gastos pongan tasa?
Si agora corre por mí
sortija en mi misma calle,
y por gozalla y gozalle
a Nápoles trae tras sí,
¿pude hacer yo más por ti,
porque satisfecho estés
y no te enojes después,
que, despejando el balcón,
quedar en reputación
de ingrata y de descortés?
Anda, amores, que estás loco;
tener celos y encubrillos
es amor; pero pedillos
es estimarte a ti en poco.
Si con esto te provoco,
y ya tu enojo se ablanda,
entra en la sortija, anda,
muestra que sales por mí,
dame esa pluma turquí,
y ponte esta verde banda;
que mis celos trocar quiero
en esperanza segura.
PRÓSPERO
Hechizos de tu hermosura
cera me hacen, si fui acero.
MATILDE
¿Vas seguro?
PRÓSPERO
Estarlo espero.
MATILDE
¿Correrás?
PRÓSPERO
Por agradarte;
mas para que pueda darte
el premio, ¿con que favor
piensas animar mi amor?
MATILDE
Con reírme y con mirarte.
 

(Vanse.)

 


Escena II

 

Cámara del REY.

 
 

EL REY, RUGERO.

 
REY
Rugero, el pésame os doy
de la pérdida presente,
y tanto más triste estoy
cuanto os miro más prudente
y más cortesano: hoy
mi consejo os ha quitado
a Salerno, defendido
por vos como gran soldado;
que más con vos ha podido
que un ejército, un senado.
El favor que permitió
la justicia, en él os hice;
en fin Matilde os llevó,
con la sentencia felice,
el Estado que os quitó.
Pero pues, a mi pesar,
os son contrarias las leyes,
y no es costumbre llegar
a dar pésames los reyes,
pudiendo mercedes dar,
conde os hago de Celano.
RUGERO
Diré, de aquesa manera,
señor, con César Romano:
«Si no perdiera, perdiera
la merced que hoy por vos gano».
Pero, en fin: sois heredero
en el reino y el valor
del Magno Alfonso el primero
de Nápoles, resplandor
de la pluma y el acero.
Siglo de Oro fue por él.
Los pies mil veces os beso.
REY
Sois vasallo noble y fiel,
y el sentimiento os confieso
que esta sentencia cruel
me causa, pues sin Salerno,
bajáis de príncipe a conde.
RUGERO
Por veros, señor, cuán tierno
Vuestra Alteza corresponde
a mi lealtad, su gobierno
menosprecio; pues si es cierto
el amor que habéis mostrado
y en vuestra privanza advierto,
no iguala su principado
al que en vos he descubierto.
Lo que aquí sentirse puede,
por ser de más importancia,
es ver que Matilde herede
a Salerno, y que de Francia
la facción tan fuerte quede;
que del conde de Anjou es
deuda, y amiga en extremo,
y pretendiendo el francés
quitaros el reino, temo
no salga con su interés.
Que si Matilde le ayuda,
y en Salerno le da entrada,
pongo a Nápoles en duda.
REY
Ya sé cuán apasionada
Matilde, si no se muda,
es del conde, mi enemigo,
y el daño que puede hacerme.
RUGERO
De eso soy yo buen testigo,
y sé que el conde no duerme,
pues trae de Francia consigo
un ejército volante
a ponernos en aprieto.
Si con él pasa adelante,
y el de Taranto, en efeto,
siendo de Matilde amante,
no aseguró su lealtad
con Vuestra Alteza...
REY
Los dos
juraron fidelidad,
estando delante vos,
a mi corona.
RUGERO
Es verdad;
pero ¿cuándo el interés
en juramentos repara?
Yo sé que con el francés
la princesa se declara
de Salerno, y que después
a Nápoles perderás,
siendo Matilde traidora,
como lo es; pero podrás
poner remedio si agora
comisión, señor, me das
para visitar su casa.
Cartas ofrezco traerte
del conde, que a Italia pasa
a instancia suya.
REY
Tu suerte,
si hasta hoy te ha sido escasa,
te ofrece prosperidad
notable, si aqueso pruebas.
RUGERO
Esto es, gran señor, verdad.
REY
Mi comisión, conde, llevas,
usa de mi autoridad;
su casa toda visita;
saca a luz esa traición,
que si a Salerno te quita,
presto con su posesión
tu fe y lealtad te acredita.
Ven, y darete en secreto
la provisión que has pedido;
sé en su ejecución discreto.
RUGERO

 (Aparte.) 

El Estado que he perdido
hoy restaurar me prometo.
Con una carta fingida
a Salerno poseeré,
sin que otro pleito lo impida.
REY
Siempre esta Matilde fue
arrogante y presumida.
 

(Vanse.)

 


Escena III

 

Sala de la quinta de DON ÍÑIGO.

 
 

DON ÍÑIGO, GALLARDO.

 
DON ÍÑIGO
Pésame hacer disparates,
de mis locuras indicios,
ya que no de mis servicios;
quítame esos acicates;
arroja esas galas viles
en el fuego, su elemento;
esparce plumas al viento,
mudables como sutiles.
Dame una capa y sombrero
con que cubra mi dolor.
GALLARDO
Pues fuiste mantenedor,
mantén el seso primero,
¡cuerpo de Dios!, que sin él,
vanas sortijas mantienes.
¿Qué diablos es lo que tienes,
que me traes, sin ser lebrel,
desde Nápoles aquí
al galope, despeado?
Seis sortijas has llevado;
diez premios ganar te vi;
toda la corte te pinta,
en la gala y la destreza,
por fénix de la belleza.
¿A qué vuelves a tu quinta,
desesperado y sin seso,
corriendo por el camino?
DON ÍÑIGO
¡Ay Gallardo! Un desatino
que ha de acabarme confieso.
Plegue a Dios, si amase más
a Matilde, si la viere,
si más servicios la hiciere,
si la nombrare jamás,
que me dé el acero humilde
de un cobarde muerte infame.
Desde hoy ninguno me llame
pretendiente de Matilde.
Nadie a Matilde me nombre;
que ni Matilde es mi dama,
ni a Matilde mi amor llama,
ni ya de Matilde el nombre
obliga mi pecho humilde.
Sin Matilde viviré:
Matilde mi muerte fue;
líbreme Dios de Matilde.
GALLARDO
Eso es: «No juréis, Angulo.
Juro a Dios, no juro». Dale
con Matilde, mientras sale
del alma en que la intitulo.
¡Bien cumples de esa manera
lo que acabas de jurar!
DON ÍÑIGO
De este modo quise echar
todas las Matildes fuera
que estaban dentro del pecho.
GALLARDO
¿Quedan más?
DON ÍÑIGO
Son infinitas.
GALLARDO
Pues si una a una las quitas,
trabajarás sin provecho;
purgarte será mejor,
que si tantas en ti están,
mejor por junto saldrán
a vueltas de esotro humor.
¿Ahora sales con eso,
y en su servicio has gastado
cuanta hacienda has heredado?
DON ÍÑIGO
No quiero gastar el seso.
GALLARDO
¿El seso? ¡Tarde pïache!
Ojos que le vieron ir,
no le verán más venir,
si no es que por él despache
algún Astolfo, propicio,
el cielo, en su libertad,
al valle de Josafad,
donde ha de ser el jüicio,
que allí debe estar el tuyo,
porque si seso tuvieras,
ni imposibles pretendieras
(perdona si te concluyo),
ni hubieras hecho, señor,
los gastos que sin provecho,
empobreciendo, te han hecho
hijo pródigo de amor.
DON ÍÑIGO
Por Matilde todo es poco.
¡Ojalá que más pudiera,
porque más por ella hiciera!
GALLARDO
En fin, ¿la amas?
DON ÍÑIGO
Estoy loco.
GALLARDO
¿Y el juramento?
DON ÍÑIGO
Si arraiga
amor, nadie echarle intente;
que quien ama, jura y miente.
GALLARDO
Jura mala en piedra caiga.
Tu hermana a verte ha salido.
DON ÍÑIGO
Sácame sombrero y capa.
GALLARDO
Dispense amor, sin ser papa,
los votos que no has cumplido.

 (Vase.) 



Escena IV

 

SIRENA, DON ÍÑIGO.

 
SIRENA
¡Hermano! ¡Mantenedor,
y antes de acabar el día,
en casa y sin compañía,
que en fe de vuestro valor
venga con vos!
DON ÍÑIGO
¡Ay Sirena!
Como mantengo rigores,
me acompañan disfavores,
que apadrinan hoy mi pena.
No se acabó la sortija;
que Matilde desazona
cuantos placeres pregona
mi voluntad, ya prolija
en servirla.
SIRENA
¿Por qué azares?
DON ÍÑIGO
Oye de amor desvaríos;
que siempre contentos míos
se rematan en pesares.
   Murió Leonelo de San Severino,
príncipe de Salerno, gran soldado,
dejando sola una hija y un sobrino,
los dos competidores de su Estado.
Rugero, que fue el uno, al punto vino
de armas, deudos y gentes acompañado,
y, echando a mi Matilde de Salerno,
tomó con mano armada su gobierno.
Decía para esto que heredaba
aquel Estado antiguo solamente
varón, y no mujer; y que alegaba
la inmemorial costumbre de su gente;
Matilde en contra, por razón probaba
que el mayorazgo sólo a aquel pariente
que fuese más cercano daba nombre
de su señor, o fuese mujer u hombre.
Dividiose de Nápoles la tierra
en bandos, cada uno dando ayuda
a su parte, parando el pleito en guerra;
que la afición los naturales muda.
Pero Rugero en la ciudad se encierra,
con las armas poniendo en pleito en duda,
defendiendo su célebre milicia
mejor su profesión que su justicia.
Mas metiéndose el Papa de por medio,
al Consejo de Nápoles de Estado
redujo el pleito, dando un sabio medio
con que quedó Rugero apaciguado;
porque fundando el fin de su remedio
en verse de Fernando el rey privado,
con su favor creyó torcer los jueces,
porque el poder sentencia muchas veces.
Sólo aquí la verdad fue poderosa;
pues saliendo Matilde con su intento,
quedó con el Estado vitoriosa,
frustrado de Rugero el pensamiento.
Luego pues que la nueva venturosa
se supo, pidió Amor a mi contento
albricias, que quedaron a mi cargo;
que no es amante noble el que no es largo.
Mil joyas di, vestidos y dineros;
y como si yo fuera el que heredaba,
amigos convidaba y caballeros;
el parabién a mi esperanza daba.
En fin, mostrando que eran verdaderos
los deseos que amor en mí animaba,
delante de la puerta de mi dama
a una sortija mi valor los llama.
Mantuve en ella mi esperanza muerta,
y con galas, que tuvo prevenidas
la confianza de esta dicha cierta,
las fiestas publiqué no agradecidas.
Los premios y el cartel fijé a su puerta
anoche con cien hachas encendidas,
y alborotado Nápoles con esto,
con el sol madrugó al festivo puesto.
Salí al son de trompetas y clarines,
de deudos y padrinos rodeado,
y hallé en balcones del amor jardines;
que son damas sus flores, si él su prado:
en telas de doseles, de cojines,
(donde lo que menos hubo fue brocado)
mostró la ostentación napolitana
el poder de su gente cortesana.
Saqué de verde y nácar el vestido,
de manos de oro todo recamado,
que de las obras símbolos han sido,
y al silencio en los labios un candado:
con esposas y grillos a un Cupido,
que del mismo silencio coronado,
daba este verso, pienso que discreto:
Obrar callando y padecer secreto.
SIRENA
Pintaste tu amoroso sentimiento,
y los servicios que a tu dama hiciste,
discretamente; ¡lindo pensamiento!
DON ÍÑIGO
El marqués Alejandro luego asiste
también de verde, aunque con otro intento;
porque, aforrado el verde en luto triste,
dio la letra...
SIRENA
¿Y decía...?
DON ÍÑIGO
Desta suerte:
Creciera mi esperanza, a no haber muerte.
SIRENA
¿Obsequias en la fiesta hizo a su dama?
DON ÍÑIGO
Murió su amor muriéndose Rosela.
El conde de Astavilla, cuya fama
a pesar de la envidia al cielo vuela,
la ropa azul de mil fuegos recama,
y entre los cuatro vientos una vela
sacó encendida.
SIRENA
¡Traza peregrina!
¿Y fue, hermano, la letra?
DON ÍÑIGO
Esta latina:
Etenim non potuerit mihi.
De vientos vanos su contrario trata,
y a su valor la vela hizo encendida,
a quien ni envidia ni sospecha mata.
SIRENA
Fue su nobleza un tiempo perseguida.
DON ÍÑIGO
Sacó don Hugo de Aragón, de plata
una aljuba pajiza guarnecida,
y un loco a quien el tiempo en vano cura.
SIRENA
¿La letra?
DON ÍÑIGO
Por amor, esto es cordura.
SIRENA
De la de Amalfi dicen que es amante.
DON ÍÑIGO
Grimaldo, a quien su dama desestima,
y él la sirve pacífico y constante,
salió de pardo.
SIRENA
Su trabajo anima.
DON ÍÑIGO
La empresa lo declara.
SIRENA
¿Y fue?
DON ÍÑIGO
Un diamante
y una mano junto a él con una lima
de acero.
SIRENA
Ya en el alma de ella toco.
¿Cómo dijo la letra?
DON ÍÑIGO
Poco a poco.
SIRENA
Todo lo vence amor que persevera.
DON ÍÑIGO
De labrador don Jaime de Moncada
salió con un gabán de primavera.
SIRENA
Halló su dama en Aragón casada.
DON ÍÑIGO
Eso en la empresa declarar espera.
SIRENA
¿Y fue...?
DON ÍÑIGO
Sembrar una heredad arada.
SIRENA
¿Y la letra?
DON ÍÑIGO
Decía: Amor villano
siembra esperanzas, y otro coge el grano.
Hércules de Este, Adonis en las galas
y en la milicia César, en un cielo
pintó una dama, y él, haciendo escalas
de picas y banderas, desde el suelo
a conquistalla sube, aunque sin alas;
que más levanta el ánimo que el vuelo.
SIRENA
¿La letra?
DON ÍÑIGO
De su amor ponderativa...
SIRENA
¿Decía...?
DON ÍÑIGO
Aunque estuvieses más arriba.
No cuento las demás, por no cansarte.
Corrí con todos, y llevé seis veces
la sortija, y diez precios, que en tal parte,
a ser los ojos de Matilde jueces,
me condenaran; no sabré contarte,
porque de verme triste te entristeces,
el pesar, mi Sirena, que mostraba,
si la sortija o precio me llevaba.
Por no sufrillo, en fin, de la ventana
se quitó, porque en tal desdén presumas
el fruto inútil de mi suerte vana,
cero de amor, si mis servicios sumas;
hasta que al fin de una hora volvió ufana
por ver entrar cubierto de oro y plumas
al de Taranto, dándole sus ojos
colmos de gustos, como a mí de enojos.
Vestido de los pies a la cabeza
de más plumas que el mayo tiene flores,
él y el caballo cifran su firmeza
sólo en la liviandad de sus colores:
pobló de lenguas de oro la riqueza
de su alada divisa, que habladores
en palabras y plumas su amor gastan.
SIRENA
¿La letra?
DON ÍÑIGO
Si le alaban, aún no bastan.
SIRENA
Diverso fue del tuyo su conceto:
él en palabras todo su amor precia,
y tú en obrar callando; que es discreto,
aunque Matilde tu valor desprecia,
obrar callando y padecer secreto.
Su habladora divisa juzgó necia,
pues de plumas y lenguas hizo alarde,
porque el parlero amor siempre es cobarde.
DON ÍÑIGO
Corrió conmigo la primera lanza,
y derribole en medio la carrera,
sospechó que su loca confianza,
tropezando el caballo.
SIRENA
Bien pudiera
volar con tanta pluma.
DON ÍÑIGO
La venganza
de mi amor, que le vio de tal manera,
más cortés que soberbia, a darle ayuda
me manda, hermana, que ligero acuda.
Del caballo me apeo, y que me pesa
de su desgracia muestro; arriba subo
con él, donde el favor de la princesa
más amoroso que discreto estuvo.
Lloró de amor y enojo, y desta empresa
la causa atribuyendo al que mantuvo,
«Sólo, español, por vos, loco y prolijo,
me sucede este mal», la ingrata dijo.
Cesar la fiesta manda, y yo, de celos,
agravios y desdenes provocado,
no sé si dije injurias a los cielos;
pero sé que bajé desesperado.
Mandé quitar los precios y arrojelos,
por ver mi amor cortés tan mal pagado;
subo a caballo, y loco y ofendido,
me parto, y de ninguno me despido.
Este fin han tenido, mi Sirena,
mis servicios, mi amor, mi confianza;
sólo es Matilde, para darme pena
y desdenes, mujer y no mudanza.
SIRENA
Hecho estás a sufrir, tu enojo enfrena,
que la firmeza lo que intenta alcanza.
La letra que sacaste en ti haga efeto.
Obrar callando y padecer secreto.


Escena V

 

GALLARDO, que saca la capa y el sombrero de su amo. DON ÍÑIGO, SIRENA.

 
GALLARDO
Ponte capa y sombrero, si jardines
quieres ver por el mar sobre carrozas
del agua, que tiradas de delfines
llevan al sol que en esperanzas gozas.
Al son de chirimías y clarines,
Matilde y otras seis bizarras mozas,
emulación de Venus la más fea,
dando a sus ondas luz, barloventea.
En un esquife, de cristal la popa,
con seis remeros jóvenes por banda,
de casacas vestidos, leve ropa,
pues son de raso, y el calzón de holanda,
al toro imitan robador de Europa;
y con ellos, la mar piadosa y blanda,
sufre los remos, plumas de sus alas,
dorados de los puños a las palas.
SIRENA
A Puzol, quinta suya, aquí cercana,
irá: desde el terrero puedes vella.
DON ÍÑIGO
¡Yo, a mujer tan ingrata, tan tirana!
Plegue a Dios, si pusiere más en ella
los ojos; si la viere más, hermana;
si aunque el mar, que soberbias atropella,
volcando el barco, su rigor vengara,
me moviera a piedad y la ayudara;
que de sus mismos peces sea sustento.
Ya, Sirena, aborrezco su hermosura;
Próspero salga a verla, que contento
es Próspero en el nombre y la ventura.
GALLARDO
¿Qué tanto has de guardar el juramento?
DON ÍÑIGO
Un siglo.
GALLARDO
¿Qué tahúr, qué amante jura
de no jugar o amar, sin volver luego
éste a su pretensión, aquél, al juego?
SIRENA
Yo subo a verla, que, aunque más porfíes,
haciendo a tus deseos resistencia,
has de seguirme.
GALLARDO
Nunca en votos fíes
que conmuta el amor en penitencia.
Ven, y verás damascos y tabíes,
que haciendo al sol en toldos competencia,
persüaden al mar que es hoy en suma
Matilde Venus, hija de su espuma.
 

(Vanse SIRENA y GALLARDO.)

 


Escena VI

 

PRÓSPERO, DON ÍÑIGO.

 
PRÓSPERO
Don Íñigo, ya ha llegado
a extremo mi sufrimiento,
que pasar dél no consiento
a mis celos y su cuidado.
Haciendo agravio a mi amor,
nota de mí vendré a dar;
el querer bien y el reinar
no sufren competidor.
Quiero bien, y rey me llama
Matilde de sus deseos;
un año ha que en sus empleos
añado leña a la llama
que en premio de mis desvelos
Matilde hermosa me ofrece;
y aunque el fuego de amor crece
cuando le atizan los celos,
fuera menosprecio mío
que, compitiendo los dos,
tuviera celos de vos;
que más de Matilde fío.
Cuanto a esta parte, no estoy
celoso, aunque sí ofendido
de que os hayáis atrevido
a amar, sabiendo quien soy,
aun la sombra de Matilde,
que mirar no merecéis.
¡Vos, competencia me hacéis,
pobre, extranjero y humilde!
¡Vos en público a sus puertas
carteles de amor fijáis,
y esperanzas publicáis
más locas cuando más ciertas!
¡Vos sortijas mantenéis
convidando aventureros,
cuando aun para manteneros
a vos mismo no tenéis!
DON ÍÑIGO
Próspero, tratad mejor
a quien os sufre discreto;
pues demás de que respeto
vuestra nobleza y valor,
reverencio a la princesa
en vos, porque sé que os ama.
Príncipe Taranto os llama;
la sangre real que interesa
vuestra casa, es conocida
y de mí siempre estimada.
España fue patria amada,
puesto que no agradecida,
de mi padre y su ascendencia,
de quien nobleza heredé:
Rui López de Ávalos fue
condestable, en la prudencia
y la lealtad más notable
que tuvo ni tendrá el mundo;
aunque don Juan el Segundo,
si le hizo conde, no estable.
De la envidia huyó a Aragón,
porque, a no ser perseguida,
no es la virtud conocida.
Vino a Italia, en conclusión,
con don Alfonso el primero
de Nápoles, de Fernando
padre, que el reino ganando
con su prudencia y acero,
hizo al tiempo coronista
inmortal de su memoria.
No alcanzó Alfonso vitoria
en esta noble conquista
que no se la atribuyese
al esfuerzo y al valor
de mi padre vencedor.
Diole Estado en que viviese
a su gusto y eleción;
que no quiso, escarmentado,
otra vez entronizado,
provocar a la ambición.
Éste heredé, y como mozo,
supe conservar tan mal,
que le gasté liberal,
porque de serlo me gozo;
y supuesto que es mudable
el Estado y la riqueza,
siendo el valor y nobleza
accidente inseparable,
pues en ella me señalo,
estimad la calidad
en más que la cantidad,
porque en cuanto ésta os igualo;
que yo con vos no compito,
ni el vuestro mi amor contrasta.
Con una voluntad casta
a Matilde solicito,
sin que ose mi atrevimiento
más que alimentar cuidados,
dichosos por empleados
en tan alto pensamiento.
¿Qué ocasión en esto os doy
para agraviaros?
PRÓSPERO
Bastante
es que os tengan por amante
todos de quien yo lo soy;
que es estimarme a mí en poco.
Si de ser loco os preciáis,
y con eso os disculpáis,
haré vestiros de loco,
y quedará disculpado
vuestro pensamiento altivo.
DON ÍÑIGO
Príncipe, no deis motivo
a algún caso desdichado;
que si apuráis mi paciencia
y no refrenáis los labios,
romperán vuestros agravios
las riendas de mi prudencia.
Haced de quien sois alarde,
y mirad que siempre ha sido
el valiente comedido
y descortés el cobarde.
PRÓSPERO
Sois un...
DON ÍÑIGO
Paso, que sé ser
hombre, que, a pesar de sumas
de ducados, corto plumas,
y las habréis menester
para volar, si me enojo.
Advertid que está mi espada
en vuestro agravio afilada,
y si una vez la despojo
de la vaina que profesa,
y en vengarme se resuelve,
es león que nunca vuelve
a su manida sin presa.
PRÓSPERO
¡Ea!, arrogante español,
haced más, y no habléis tanto.
 

(Echan mano.)

 
DON ÍÑIGO
Ya, príncipe de Taranto,
que su acero ha visto el sol,
no la culpéis, si desnuda
a vuestro pecho se pasa;
que a quien sacan de su casa,
en la que encuentra se muda.
Sabe el cielo que me pesa
de ofender mi dama ansí.


Escena VII

 

SIRENA, GALLARDO, DON ÍÑIGO, PRÓSPERO.

 
SIRENA
Si hay valor humano en ti,
favorece a la princesa;
que hecho el esquife pedazos
en una roca espantosa,
ya con el mar amorosa,
da a sus olas mil abrazos,
porque en ellos no se anegue.
DON ÍÑIGO
Príncipe, ésta es ocasión
de amor y de obligación:
más presto en su ayuda llegue
el que más de veras ama.
Volad, pues os sobran plumas;
que si amor es fuego, espumas
del mar no apagan su llama.

 (Vase.) 



Escena VIII

 

PRÓSPERO, SIRENA, GALLARDO.

 
SIRENA
Pues, señor, ¿qué flema es ésa?
¿Es razón que ansí os quedéis,
cuando en tal peligro veis
anegarse a la princesa?
Mi hermano, aunque aborrecido,
va a socorrella; seguilde,
y pagad ansí a Matilde
el amor que os ha tenido,
para que en vos se colija
que llega al último extremo.
PRÓSPERO
Mi salud, Sirena, temo;
que cayendo en la sortija,
me puede hacer mucho daño
entrar en el mar tan presto.
En obligación me ha puesto
el favor noble y extraño
que de don Íñigo escucho,
y a premiársele me allano;
mas es de Sirena hermano,
y así del mar sabe mucho.
Yo en peligro semejante,
¿qué ayuda le puedo dar
si nunca supe nadar?
SIRENA
¿Esa es disculpa de amante?
PRÓSPERO
Adórola, vive Dios;
mas no importa el ser amada;
que amor vuela, mas no nada.

 (Vase.) 

GALLARDO
Más no nada para vos.


Escena IX

 

SIRENA, GALLARDO.

 
GALLARDO
¡Miren aquí en quién ha puesto
Matilde su voluntad!
SIRENA
Esta vez de la beldad
de Matilde es manifiesto
dueño mi hermano.
GALLARDO
No hay duda,
si la saca viva a tierra...
o en el alma un tigre encierra.
SIRENA
El tiempo las cosas muda.
Mucho pueden beneficios
en el más terrible pecho;
la fineza que hoy ha hecho,
junta a los demás servicios,
le han de dar debida paga.
GALLARDO
Animales hay tan fieros,
señora, aun de los caseros,
que, aunque el dueño los halaga,
no puede en toda la vida
amansarlos.
SIRENA
¿Cuáles son?
GALLARDO
Domestica tú un ratón,
criado con la comida
de tu despensa, y verás
que al cabo de un mes y un año,
más esquivo está y extraño.
SIRENA
¡Qué asqueroso ejemplo das!
Labrador, he yo leído,
que una víbora crió,
y al fin la domesticó,
dándola en su cama nido;
y habiendo sus hijos muerto
a uno del pastor amigo,
los despedazó en castigo,
y después se fue al desierto.
GALLARDO
Sería víbora ermitaña;
pero mi ejemplo perdona,
que la princesa es ratona,
si no premia aquesta hazaña.
Mas vuelve la vista al mar,
verás cuál nada por él
aquese humano batel
en que va amor a pescar
merluzas, vuelto cangrejo.
SIRENA
Mi hermano es gran nadador.
GALLARDO
Pensará que pesca amor
besugo, y será abadejo.
SIRENA
¿Sácala?
GALLARDO
Sí, vive Dios
SIRENA
¡Notable dicha!
GALLARDO
Es demonio.
Pues la cruz del matrimonio
a cuestas saca, los dos
son para en uno. ¡Extremada
saldrá del mar para esposa!
Que a fe que ha de ser graciosa
desde hoy, mujer tan salada.
Ya pisa la enjuta arena;
ya trayéndola en los brazos
quisiera, cual pulpo, en lazos
convertirse.


Escena X

 

DON ÍÑIGO, con MATILDE, desmayada en los brazos. SIRENA, GALLARDO.

 
DON ÍÑIGO
Mi Sirena,
no hay ya quien mi dicha alcance.
Diestro pescador he sido,
perlas del sur he cogido,
no tiene precio este lance.
Ven, llevémosla a tu cama.
SIRENA
¿Viene desmayada?
DON ÍÑIGO
Sí;
mas presto volverá en sí.
SIRENA
Vamos.
DON ÍÑIGO
Tus doncellas llama.
 

(Llevan a MATILDE DON ÍÑIGO y SIRENA.)

 


Escena XI

 

GALLARDO.

 
GALLARDO
Cumplirá el amo su antojo,
si está preñado por ella;
pues, porque pueda comella,
amor se la echó en remojo.
Cual huevo fue su hermosura,
como él por agua pasada;
pero virgen tan aguada,
dudo yo que venga pura.


Escena XII

 

DON ÍÑIGO.

 
DON ÍÑIGO
No quiero yo estar delante,
que la daré más pesar
que los peligros del mar;
tú, hermana, serás bastante,
y tus criadas también,
para aliviar su congoja;
y así, entre tanto que arroja
el agua, ropa prevén
de la más limpia y curiosa
que tienes. Sirena mía,
impertinencia sería,
siendo tú tan generosa,
prevenirte que sacases
de tus galas la mejor;
que el mayo en aguas de olor
entre holandas derramases;
que en regalos y conservas
te esmerases de tal modo,
que seas mi hermana en todo,
ya que de esto me reservas.
SIRENA
¿Pues dónde vas tú a tal hora,
que ya el sol su curso pasa?
DON ÍÑIGO
Estando Matilde en casa,
no ha de haber otra señora
más que ella; su honestidad
pide que así la asegure,
y que liberal procure
conquistar su voluntad.
Yo sé que el mayor servicio
que puedo hacerla, Sirena,
es irme y no darla pena
con mi vista.
SIRENA
Noble indicio
da tu valor en el mundo;
tu discreción considero,
generoso en lo primero
y cortés en lo segundo.
Vete con Dios, que yo quedo
en tu lugar; vístete
ropa enjuta.
DON ÍÑIGO
Ansí lo haré.
SIRENA
Yo te desharé, si puedo,
esta nieve que te abrasa.
DON ÍÑIGO
Anda, y no te apartes della.
GALLARDO

 (Aparte.) 

¡Oh cuerpo de Dios con ella,
y con quien la trujo a casa!
 

(Vanse.)

 


Escena XIII

 

Campo inmediato a la quinta de DON ÍÑIGO. Es de noche.

 
 

RUGERO, TEODORO.

 
RUGERO
¡Que me quitó tal ventura
este español! ¡Que a ayudar
la fuese cuando la mar
darme a Salerno procura!
¡Que la sacase en sus brazos!
TEODORO
¿Hay temeridad más loca?
RUGERO
¡Que en mi favor una roca
hiciese el vaso pedazos!
¡Oh, maldiga Dios a España
y a quien bien quiere a su gente!
TEODORO
Es don Íñigo valiente.
RUGERO
¡Bravo amor y brava hazaña!
TEODORO
Desmayada la sacó,
y en su quinta la regala,
porque a su desdén iguala
la nobleza que heredó;
pero ¿qué importa su ayuda,
si siendo del rey privado,
comisión, conde, te ha dado,
con que has de quedar, sin duda,
en la quieta posesión
del Estado que perdiste?
Si ya la carta escribiste,
y según tu provisión,
su casa has de visitar,
¿Su favor de qué aprovecha?
RUGERO
Su firma tengo contrahecha,
y el papel le pienso echar
entre los demás que tiene
en su escritorio guardados.
TEODORO
Heredarás sus Estados,
si a las manos del rey viene.
RUGERO
Sí, Teodoro; mas traiciones
duran poco, y mucho dañan.
Si los tiempos desengañan
mis soberbias pretensiones,
¿qué he de hacer?
TEODORO
Déjate de eso.
RUGERO
¿Más seguro no me fuera
que el mar sepulcro la diera,
y que por este suceso,
sin marañas, heredara
lo que este español me quita?
TEODORO
Tu ventura solicita,
que el favor del rey te ampara.
De Salerno, te apodera;
que si su dueño te ves,
defendiéndole después,
cuando sepa esta quimera
el rey, importará poco.
RUGERO
¿Aquí Matilde no está?
La noche ocasión me da
con que deste español loco
me vengue, y a la princesa
la vida pueda quitar.
Esta quinta he de abrasar,
con que asegure mi empresa
mejor que en cartas fingidas.
TEODORO
¿Cómo lo piensas hacer?
RUGERO
Esta noche he de poner
fuego a costa de sus vidas,
sin que se sepa el autor,
a esta casa; pues, durmiendo
su gente, salir pretendo
con mi esperanza mejor.
El viento del mar me ayuda
para abrasalla con él.
TEODORO
¡Determinación crüel!
Mas provechosa, sin duda.
A propósito es la hora.
RUGERO
Vamos, que si dicha tengo,
hoy del español me vengo,
y muere mi opositora.
 

(Vanse.)

 


Escena XIV

 

Cuarto destinado a MATILDE en la quinta de DON ÍÑIGO.

 
 

MATILDE, en ropa de acostarse; PRÓSPERO, como de noche.

 
MATILDE
Príncipe, ¿qué atrevimiento
es éste? ¿Cómo asaltáis
de noche casas ajenas?
PRÓSPERO
Propias las puedes llamar,
ingrata, pues mis desdichas,
para que padezca más,
siempre a don Íñigo ofrecen
empresas, con que obligar
a que, amándole, me olvides.
¿Quién duda que ya tendrás
a su atrevido socorro
rendida la voluntad?
Tres años ha que te sirve,
y que gasta liberal,
la hacienda en tu pretensión
que ha desperdiciado ya.
Dio albricias en tu sentencia;
mantuvo diestro y galán
a tus puertas hoy sortija;
la de esposa le darás
en premio de ella, a mi costa.
Arrojose por ti al mar,
fiel delfín de tus peligros,
Leandro de tu beldad.
La vida te dio cortés,
y querrate ejecutar
en ella, sacando prendas
su amor de tu libertad.
Aposentaste en su casa,
quedarte en ella querrás,
si huéspeda, ya señora,
si libre, cautiva ya.
Mucho pueden beneficios;
confiésolo a mi pesar.
La ocasión hace al dichoso,
la fortuna se las da.
Yo sin ella, y ya sin ti,
vengo sólo a celebrar
a tus ojos mis obsequias
goces mil años y más,
aunque yo muera celoso,
su generosa lealtad,
su apacible compañía,
su florida y verde edad;
que yo en manos de la ausencia,
si es amor enfermedad,
ausentándome de aquí,
me parto a Roma a curar.
MATILDE
Si tú te haces juez y reo,
y la sentencia te das,
mis quejas darán en ella
testimonio de verdad.
Príncipe, obras son amores,
que las palabras se van,
como son hijas del viento,
tras él, sin volver jamás.
Entre las olas me viste,
con su salado cristal
luchando a brazo partido;
entró en él a poner paz
el valeroso español;
y tú, cuerdo en el obrar,
si loco en el prometer,
no te atreviste a mojar
las plumas, como tú, vanas;
pero no anduviste mal,
que amor vuela, mas no nada,
y ansí no supo nadar.
Nadó don Íñigo en fin;
su dicha supo pescar;
y a quien nada y me da vida,
nada es venirle a adorar.
Siempre fueron los peligros
del amor y la amistad
piedra toque que descubre
el oro que sube más.
Si él es oro, y tú eres hierro,
yerro, Próspero, será,
despreciando su valor,
de tu hierro hacer caudal.
PRÓSPERO
¿Luego eso dices de veras,
cuando probándote están
mis celos que hablan de burlas?
MATILDE
Caíste; hiciérate mal
entrar en el mar, que ansí
te pudieras resfriar;
y por no quererme frío,
te guardaste; ¿no es verdad?
PRÓSPERO
Basta, ¡que de mí te burlas!
Pues de veras me verás,
mudable, desde hoy mudado;
que ansí te pienso imitar.
Laura, hermana de Rugero,
celosa de tu beldad,
llora, puesto que la suya
es con la del sol igual.
Desposándome mañana,
mi amor se despicará;
que contra un veneno es otro
la cura más eficaz.
No pienso verte en mi vida.
MATILDE
Oye, escucha, vuelve acá.

 (Aparte.) 

(¡Oh inclinación poderosa!
¡Oh celos! ¡Oh amor rapaz!
¿Qué no podréis todos tres,
si el primero hace al imán
que no pare hasta que al norte
mire, que virtud le da?)
Yo quiero desenojarte;
cesen quejas, haya paz;
que tras celos y nublados
amor y el sol lucen más.
Perdonen obligaciones,
socorros, vida, lealtad;
que por más que eso atropella
amor, cuando es natural.
Princesa soy, joyas tengo;
pídame el mejor lugar
don Íñigo, y no me pida
prendas que en el alma están.
¿Haste ya desenojado?
PRÓSPERO
Como el amor es rapaz,
con poco se desenoja;
pero corrido estará
mientras alarde no hiciere
de la firme voluntad,
que con obras, como has dicho,
saca a plaza su caudal.
Plegue a Dios, Matilde mía,
que te quite un desleal
el Estado con la hacienda;
que te mande desterrar
el rey; que en aquesta quinta
se encienda un fuego voraz,
para que entonces conozcas
mi amor firme y liberal.
No ha querido el cielo...
MATILDE
Basta;
no digas, príncipe, más;
ni por hacerme a mí bien,
quieras que me venga mal.
Más valen palabras tuyas
que obras de otro; en casa está
durmiendo toda su gente;
mas presto despertará.
Vete, que abre ya la aurora
sus vidrieras de cristal;
en Puzol, recreación mía,
esta tarde me verás...
Pero oye, escucha: ¿qué es esto?
GALLARDO

 (Dentro.) 

¡Socorro! ¡Agua, que se abrasa,
cielos, nuestra quinta y casa!
VOCES DENTRO
¡Fuego, fuego!
GALLARDO

 (Dentro.) 

Acudid presto,
que están las puertas cogidas,
y se ha de abrasar la gente.
MATILDE
¿Hay caso más inclemente?
PRÓSPERO
Riesgo corren nuestras vidas.
Mirad, Princesa, por vos,
que el fuego nos ha asaltado,
y las puertas ha atajado.
GALLARDO

 (Dentro.) 

¡Que nos quemamos, mi Dios!
MATILDE
Príncipe, ¿qué hemos de hacer?
PRÓSPERO
Por esta ventana quiero
saltar.
MATILDE
¿Tú eres caballero?
Si te obliga una mujer,
a quien tanto dices que amas,
descuélgame antes por ella.
PRÓSPERO
Todo el temor lo atropella,
y ya se acercan las llamas.
¿Cómo haré lo que me mandas,
si no hay con qué te librar?
MATILDE
La capa puedes rasgar;
con las ligas, con las bandas
que atemos y con sus tiras,
nos libraremos los dos.
PRÓSPERO
¡Gentil espacio, por Dios,
para el peligro que miras!
Salta, Princesa, tras mí,
si te atreves.
MATILDE
Pues, traidor,
¿ésa es la ayuda y favor
que me prometiste aquí?
¿El fuego que deseabas
que en la quinta se encendiese
porque tu amor conociese?
¿Lo mucho que blasonabas?
¿El jurar, el prometer
de no dejarme jamás?
PRÓSPERO
Aquí, princesa, verás,
lo que hay del decir a hacer.
En muerte no hay juramento
con que obligarme presumas,
porque palabras y plumas
dicen que las lleva el viento.

 (Vase.) 

MATILDE
Pues no pienses, enemigo,
que así tienes de librarte;
que el huir he de estorbarte,
porque te abrases conmigo.

 (Vase.) 



Escena XV

 

Vista exterior de la quinta.

 
 

DON ÍÑIGO, GALLARDO, SIRENA, alborotados.

 
DON ÍÑIGO
¿Y dónde está mi princesa?
SIRENA
¡Ay hermano de mi vida!
Ya de la llama homicida
será malograda presa.
En los brazos del sosiego
durmiendo, su muerte fragua,
porque lo que no hizo el agua
ose ejecutar el fuego.
En ese cuarto se abrasa,
siendo el remedio imposible,
porque la llama terrible,
juez violento de tu casa,
de fuego ha puesto las guardas
a las puertas.
DON ÍÑIGO
Pues quedar
hecho ceniza, y mostrar
de amor hazañas gallardas.
SIRENA
¿Estás loco?
GALLARDO
Señor mío,
detente, que tu afición
no es caso de inquisición,
ni tú hereje ni judío.
Basta quedar de la agalla,
sin casa, ropa, ni hacienda.
DON ÍÑIGO
Nadie impedirme pretenda,
que he de abrasarme o libralla,
hago aquí mi esfuerzo alarde.


Escena XVI

 

MATILDE y PRÓSPERO, a una ventana. Dichos.

 
MATILDE
Conmigo te has de abrasar,
sin que te deje librar,
descomedido, cobarde.
PRÓSPERO
Vive Dios, si no me dejas,
que con la daga te pase
el pecho.
MATILDE
Como te abrase
el fuego, y vengue mis quejas,
mátame.
PRÓSPERO
Suelta, atrevida,
y cuando ves que me abraso,
de palabras no hagas caso,
que más me importa la vida.
 

(Éntranse los dos.)

 


Escena XVII

 

DON ÍÑIGO, SIRENA, GALLARDO.

 
DON ÍÑIGO
¡Oh bárbaro! Vive Dios,
que ha de ver por experiencia
Matilde la diferencia
que el amor hace en los dos.
La Princesa de Salerno
saldrá libre a tu pesar,
aunque lo intente estorbar
el fuego del mismo infierno.
 

 (Éntrase.) 



Escena XVIII

 

SIRENA, GALLARDO.

 
GALLARDO
¡Por el tropel de las llamas
se arrojó!
SIRENA
¡Bravo valor!
Salamandra del amor,
él te libre, pues bien amas.
GALLARDO
Envuelta en su misma capa
la trae.


Escena XIX

 

DON ÍÑIGO, que saca a MATILDE envuelta en la capa. Dichos.

 
DON ÍÑIGO
Vamos a la fuente,
que aplaque el rigor ardiente
de que mi valor te escapa.
SIRENA
¿Sales herido?
DON ÍÑIGO
¿Qué importa,
si con la que adoro salgo?
MATILDE
Español de pecho hidalgo,
los pies te pido.
DON ÍÑIGO
Reporta...
MATILDE
Dos veces debo a tus brazos
la libertad con la vida;
ella será agradecida
a tus generosos lazos.
Salerno te ha de llamar
su príncipe.
GALLARDO
¡Buen bocado!
DON ÍÑIGO
Pues del fuego te he librado,
y te he sacado del mar,
ya gozan mis pensamientos
con tu vida el galardón.
MATILDE
De lo que te debo son
testigos dos elementos.

 (Aparte.) 

(Deseos agradecidos,
mudad de amor y consejo.)
GALLARDO
Llamas, adiós, que allá os dejo
el arca de mis vestidos.



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