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«Pamela Andrews o La virtud recompensada» de Samuel Richardson, en la traducción de Ignacio García Malo (1794-1795)

Eterio Pajares

Ignacio García Malo (trad.)





El impresor Samuel Richardson (1689-1761) carecía de formación académica formal ya que sólo le fue permitido asistir a la escuela. Gran aficionado a la lectura y a la narración, se ganó la simpatía de las jóvenes de su barrio a quienes leía novelas morales, les narraba cuentos o les escribía sus cartas de amor. Fue de este modo como se inició en el estilo epistolar, germen de sus futuras novelas y constitutivo del triunfo que lo acompañó. Y por el trato íntimo con las muchachas y por sus confidencias logró escudriñar el alma femenina, penetrando en ella como nadie lo había hecho hasta entonces. Joven reservado y pacífico, tuvo la suerte de contar con un mentor de alto rango que lo protegió y ayudó en su formación autodidacta. Sus imprentas funcionaban muy bien y el éxito profesional le sonrió. Supo explotar adecuadamente su carácter afable y la reputación de ponderado caballero que se granjeó, no desperdiciando la ocasión de hacer amigos útiles. En Hammersmith y en otras dos casas de campo que adquirió solía entretener a un grupo de jóvenes admiradoras y reunirse con un círculo de amigos entre los que se encontraban el Dr. Johnson, el poeta Edward Young, el dramaturgo Aaron Hill, los pintores William Hogarth y Joseph Higmore, los actores Colley Cibber y David Garrick y el «Speaker» de la Cámara de los Comunes, sir Arthur Onslow.

No pensaba dedicarse a escribir por entonces. Su negocio era demasiado próspero como para abandonarlo. Sus únicos trabajos como escritor consistían en publicaciones anónimas en el Universal Spectator y en el Gentleman's Magazine, además de redactar los prólogos o las presentaciones de los libros que imprimía. Su vida, que transcurría plácida y feliz, la compartía con su esposa e hijas, con sus selectas amistades, con su trabajo y con su pasión por la lectura, fundamentalmente de obras históricas y morales. Un suceso, aparentemente intrascendente, vino a cambiar el curso de su vida a los cincuenta años. Los editores Osborn y Rivington, que conocían y apreciaban su talento epistolar, le pidieron, en 1739, que escribiera cartas sobre materias prácticas de la vida ordinaria que sirviesen de modelo a los «country readers», lectores de escasa cultura como para escribir con precisión y eficacia. El volumen publicado al respecto tiene por título Familar Letters on Important Occasions. Inició su redacción con el fin primordial de inculcar la virtud y la benevolencia. En una ocasión se le ocurrió este modelo de misiva: «a father to a daughter in service, on hearing of her master's attempting her virtue» y él mismo se decidió a escribir la respuesta de la hija. En ese instante se dio cuenta de las posibilidades que el tema le proporcionaba para un desarrollo más amplio, recordando y basándose en un hecho real que le habían referido algunos años antes. Se encariñó con la idea, dejó de lado la colección de cartas familiares y utilizando el género epistolar y como argumento el suceso que le habían contado surgió el germen de Pamela. Comenzó a escribirla a finales de noviembre de 1739 y la publicó un año más tarde con el título de Pamela or Virtue Rewarded. El éxito fue inmediato y se reimprimió cinco veces en menos de un año. Sabedor de que otros pensaban aprovechar el éxito de la obra publicando una segunda parte de la misma, Richardson se anticipó y en 1741 aparecieron otros dos volúmenes con el título de Pamela in her Exalted Condition. Esta parte, más pesada y monótona, no contribuyó en nada a aumentar el prestigio de su autor.

El argumento de Pamela, como el de las otras dos novelas de Richardson, es muy sencillo. Perfila la historia de una muchacha que presta sus servicios en casa de una señora noble que acaba de fallecer instantes antes de iniciarse la novela. Queda la doncella al cuidado del hijo de la difunta, Mr. B., joven que se siente atraído por ella y que la intenta seducir. Pamela se resiste y defiende a ultranza su virtud. Se ve sometida a peligros, privaciones y vejaciones, hasta pensar en el suicidio como único medio de preservar su virginidad. Pero su fe en Dios le permite evitar tamaña locura y conservar su pureza a la vez. Al fin, arrepentido el señorito de tanta villanía, le deja en libertad de volver a casa de sus padres. Todos estos relatos los conocemos por las cartas que Pamela escribe a sus progenitores. Cuando es recluida por no acceder a los deseos del amo escribe un diario que, con la complicidad malvada de una criada, irá a parar a manos del señorito. Con la lectura del mismo, Mr. B. conoce mejor el pensamiento de Pamela, lo que ésta siente por él y se decide a escribirle una carta rogándole que regrese y se case con él. Pamela, que también estaba enamorada (o al menos así nos la presenta el autor), opta por esta alternativa, desposándose con Mr. B.

Pamela fue bien recibida por el público y gozó de no pocos elogios, ya que se adaptaba muy bien al espíritu puritano y burgués de la época. Pero también tuvo detractores que consideraron hipócrita la actitud de la protagonista, que quizá defendía su virtud no tanto como fin ético cuanto como medio para lograr a Mr. B. Destacó entre los detractores Fielding, quien parodió a la virtuosa Pamela en su An Apology for the Life of Mrs. Shamela Andrews y en Joseph Andrews.

Animado por el éxito y conocedor de sus propias capacidades, inició en 1744 otra novela de mayor envergadura. La publicaría en 1747-1748 con el título de Clarissa. Or the History of a Young Lady, en siete volúmenes. Clarissa es, sin lugar a dudas, la mejor novela de Richardson y una obra capital de la literatura universal. El autor presenta a la heroína -Clarissa Harlowe- acosada por su propia familia y obligada, al principio por la sugestión y más tarde con intimidación y malos tratos, a casarse con el avaro Solmes, a quien detesta, a fin de incrementar la fortuna familiar. Por otro lado surge la figura del atractivo Lovelace por quien Clarissa siente especial simpatía. Es éste un joven donjuán sin escrúpulos que aprovecha la ocasión desesperada de Clarissa para ofrecerle protección. La protagonista, viendo que su familia no cede, que no puede aceptar semejante enlace y, sobre todo, porque desconoce quién es realmente este personaje, huye con Robert Lovelace. Comienza aquí su peregrinaje duro y triste en poder de este pendenciero que la quiere en sus propios y exclusivos términos. Intenta vejarla y seducirla, cosa que sólo conseguirá por la fuerza. Abandonada de todos, y fuera de la órbita de los Harlowe y de Lovelace, muere con augusta y pía dignidad. El seductor, Lovelace, pierde la vida en un duelo con el coronel Morden, primo de Clarissa. El éxito fue apoteósico, y si Pamela fue admirada por la clase llana, Clarissa convenció a los intelectuales. La fuerza, el dramatismo y la delicadeza que refleja la novela hacen de ella una obra inmortal. Aumentó la correspondencia de Richardson con sus admiradoras y su vida se vio más ajetreada de lo que él había deseado.

Aún publicó otra novela en 1754 con el título de The History of Sir Charles Grandison. Richardson seguía cultivando la amistad de un grupo de admiradoras incondicionales pero, aunque había sido muy solicitado en los salones de la alta aristocracia desde su triunfal irrupción en el mundo de la novela, no frecuentaba la vida social y política. Su existencia era tranquila y retirada. Fue su delicada salud la que le obligó a trasladarse periódicamente a los baños de Bath y de Tunbridge Wells. Allí se relacionó con «damas de alto rango», admiradoras suyas, que le pidieron que crease un prototipo de hombre de bien. Así surgió Grandison, novela epistolar como las anteriores en la que Richardson trató de trazar la semblanza de un perfecto varón.

Las novelas de Richardson constituyeron un exquisito manjar literario en su día porque era la época del sentimiento, de la moral y de la religión; características éstas que se dan en sus obras, mezclando la moral práctica del puritanismo con adecuadas dosis de sentimentalismo e idealismo. Richardson fue el creador de la novela inglesa de costumbres y el primer autor que toma su argumento no de los clásicos o de la historia, sino de la vida real. Fue un gran observador y analista del individuo. Se le ha llamado el «padre de la novela de análisis». Walter Scott dijo que nadie antes que él había sabido explorar tan profundamente el corazón humano. Los elogios le fueron en general muy favorables y tuvo admiradores e imitadores en toda Europa. Pero en el XIX empieza a perder el favor del público y sus novelas dejan de leerse. El siglo XX vio despertar el interés por los aspectos sicológicos de sus obras y en algunos casos por el uso de la forma epistolar.

En noviembre de 1740 se publicó en Inglaterra la primera parte de Pamela, y a los pocos meses la segunda. Tuvo una gran aceptación entre el público inglés. Sólo en su primer año se hicieron cinco ediciones. En 1741 se tradujo por primera vez al francés; en 1742 al holandés y al alemán; al año siguiente al danés; más tarde al italiano (1744), al ruso (1787) y al español (1794). A pesar de la atmósfera gala que se respira en la España del siglo XVIII, es una compañía de actores italianos la que da a conocer Pamela al público español representando en Barcelona en 1761 la adaptación que realizó Goldoni con el título de Pamela nubile. El famoso sainetista Ramón de la Cruz traduce la versión de Goldoni en 1762 y, aunque publicada anónima, es representada en Sevilla con el título: La bella Pamela inglesa o, simplemente, La Pamela. La adaptación gozó del favor del público a juzgar por las representaciones que durante estos años y hasta fin de siglo se sucedieron en España. El mismo Goldoni elaboró unas reducciones de sus Pamela fanciulla y de Pamela maritata destinadas a ser representadas en italiano por los teatros de Europa. De todas ellas se hicieron traducciones más o menos libres al español. Félix Enciso Castrillón tradujo del italiano la ópera Pamela casada. Varias comedias con éste u otros títulos similares circularon por nuestro país (Pajares 1993).

La primera versión de la novela richardsoniana apareció en 1794 con el título de Pamela Andrews o La virtud recompensada, escrita en inglés por Thomás Richardson; traducida al castellano, corregida y acomodada a nuestras costumbres por el traductor (Madrid, Antonio Espinosa, 1794-1795). Consta de ocho tomos encuadernados en cuatro volúmenes, en 8.º y en piel. Cada tomo tiene portada y paginación propias.

A pesar de la carencia de datos con respecto al original y al traductor, el prólogo hace referencia a la traducción francesa y podemos constatar que se hizo a partir de la versión de Antoine-François Prévost, bien fuese sólo o en colaboración con Aubert de la Chesnaye-Debois, a pesar de la opinión de F. H. Wilcox (véase Pajares 1989). El informe de censura de esta novela que consta en el Archivo Histórico Nacional (Consejos 11283-7) hace referencia a que Ignacio García Malo, presbítero, solicita licencia para reimprimir la mencionada obra en 1798, licencia que le fue concedida. Por los propios informes de censura sabemos que hubo un intento fallido de publicación en 1781 por Domingo Isasi al no ser aprobada por la censura (AHN, Consejos 5546-21).

En el prólogo que precede al texto novelado, y después de toda una serie de razones para apuntalar la excelencia moral de la novela, el traductor deja claro que sigue la corriente francesa de las belles infidèles según la cual lo importante era ofrecer una versión acorde a los gustos y costumbres del país receptor, relegando la fidelidad a un segundo término. Y dice: «He aquí el objeto de nuestra traduccion: presentar al público un modelo de modestia y de virtud á toda prueba. Este mismo ha sido el del autor; pero ó sea porque las costumbres de Inglaterra estan mas corrompidas que las nuestras, ó porque la índole de la lengua inglesa admite ciertas expresiones é idiotismos que sonarian mal en la nuestra, hemos juzgado oportuno reformarlas ó suprimirlas, sin que por esto falte nada á la accion principal, ó al fondo de la historia... Que esto se diga ó no con las mismas expresiones del autor, y aun con los mismos episodios, importa poco para la moralidad que se pretende sacar, y que es y debe ser comun á todos los paises de la tierra».

Del texto francés se toman hasta las notas marginales. Tuvo que sortear García Malo los rigores de las censuras civil y religiosa; la versión del abate francés es, por otro lado, muy poco respetuosa con el original, y García Malo introdujo, además, numerosas modificaciones, sobre todo en la segunda parte de la novela. Autor muy en consonancia con el espíritu didáctico de su siglo, amplió varias decenas de páginas. Sus perífrasis no se centran en apreciaciones sobre la vida del país o de la crítica social que aparece en la novela, sino en el aspecto moral de la misma. Pero las supresiones no le van a la zaga, afectando a palabras, frases, párrafos e incluso a varias páginas. Sólo en este aspecto podemos considerar que hay un equilibrio entre el texto original y el terminal, pues García Malo amplía tanto por un lado como luego reduce por otro.

No son éstas las únicas alteraciones introducidas. Hay suficientes modificaciones en la traducción de Pamela que muestran el sello personal del traductor. En muchos casos tiende a la explicitación de agentes y de lugares, seguramente por considerar que el texto sería así más claro para el lector no familiarizado con la realidad inglesa. Sin embargo, hay otra serie de modificaciones más importantes que no contribuyeron a mejorar la versión española. La variación en el uso del asíndeton, con la consiguiente creación de nexos y de elementos subordinados, hace que el texto terminal resulte más pesado y reiterativo. Se produce también variación en el uso de la hipérbole, con incidencia desigual en la novela, pues si bien destruye unas, luego crea otras nuevas. A pesar de que él escribió también poesía, aquí efectúa la conversión verso-prosa y en ningún caso intenta la versificación, máxime cuando sabemos que sí lo hizo su homólogo francés de cuya versión se sirve. La conversión del estilo directo en indirecto, que tan frecuentemente realiza el traductor hispano, perjudica a su versión. El estilo directo, hábilmente mezclado con el indirecto, tal como lo hiciera el inglés, proporciona un relato más fluido y personalizado; factores ambos importantes en cualquier novela, pero más aún en las de este autor, que por su extensión, por pertenecer al género epistolar, y por el espacio que dedica al estudio caracterológico de sus personajes, tienden a ser reiterativas y monótonas. Observamos también algún que otro error, aunque justo es señalar, asimismo, que las formaciones lingüísticas más nobles y difíciles de traducir, los refranes, están, en general, acertadamente vertidas. Se dan infinidad de modificaciones que se justifican en la praxis de la época, no en nuestra concepción actual de la traducción. El texto meta es, no obstante, «un modelo de naturalidad y corrección lingüística» (Fernández Montesinos 1972: 274).

La versión española de Pamela es deliberadamente infiel al espíritu del autor, hecho que no oculta el traductor; antes al contrario, su honradez, o ingenuidad, le lleva a decir «que esto se diga ó no con la mismas expresiones del autor, y aún con los mismos episodios, importa poco para la moralidad que se pretende sacar». Además, debemos tener en cuenta las trabas de la censura que predisponía a los traductores a ejercer un férreo control de autocensura si deseaban ver gratificado su trabajo. Este es el tipo de versión que aparece aquí digitalizada.

En 1798 vio la luz una nueva edición que a pesar de titularse «corregida y enmendada» lo único que ha hecho el traductor es actualizar la ortografía. Incluso el nombre del novelista inglés continúa apareciendo erróneo: Tomás en lugar de Samuel. Editorial Planeta publicó en el siglo XX la primera parte de esta novela, pero no es una nueva traducción, a pesar de constar el nombre del supuesto traductor. Es copia de la versión de García Malo, actualizando vocablos en desuso y ciertas expresiones gramaticales. La única nueva versión de la primera parte de la novela es la publicada por Cátedra (1999), en edición y traducción de Fernando Galván y María del Mar Pérez Gil, y que va precedida de un documentado e interesante estudio de más de cien páginas. Esta novela, que fue un auténtico best-seller en su época, que tuvo gran influencia en el género narrativo de ficción y en el estrato social del siglo XVIII, ha dejado de leerse porque ya no es la época de la moral ni del sentimiento. El interés del lector de hoy camina por otros derroteros.






Bibliografía

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