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Pandora

Cuadro dramático en un acto y en verso

Francisco Pi y Arsuaga



Portada



  —2→  
PERSONAJES
 

 
DOÑA MILAGROS,   tía de Luisa.
LUISA   (de doce años).
ISABEL   (de trece años), niña recogida por doña Milagros.
  —3→    

Época actual.

 




ArribaActo único

 

Decoración: Habitación ricamente amueblada. Puertas laterales y al foro. En primer término un armario.

 

Escena I

 

ISABEL y LUISA.

 
 

ISABEL aparece junto a una puerta y en actitud de escuchar, LUISA entra en escena después de levantado el telón. ISABEL deberá, durante toda la obra, estar excesivamente pálida y toser con frecuencia.

 
LUISA
¿Qué hacías junto a esa puerta?
¿Escuchabas?
ISABEL

 (Disimulando.)  

No, por cierto.
En la mesa iba a buscar
unos papeles.
LUISA

 (Con intención.) 

Ya entiendo.
Siempre te pasa lo mismo. 5
Eres curiosa en extremo.
Junto a las puertas se te halla
siempre aguardando el momento
de arrancar a las visitas
o a tu familia un secreto. 10
Abres todos los cajones,
empleas, en fin, el tiempo
en averiguar mil cosas
que no te importan.
ISABEL
Ya veo
que eres muy discreta, prima. 15
—4→
Yo vicio no considero
el afán de conocer
todo aquello que cubierto
a mis ojos se presenta.
LUISA
Si es provechoso y es bueno 20
lo que por saber te falta,
harto justo es tu deseo;
pero es vicio, es imprudencia
e imperdonable defecto
exponerse a mil regaños 25
por el capricho indiscreto
de saber lo que se cuentan
los que apenas conocemos,
por descubrir mil tontunas
que no reportan provecho, 30
y pueden perjudicarnos
cuando somos descubiertos.
¿Qué te importa a ti saber
lo que ahora pasa allá dentro?
¿Por qué al vecino de enfrente 35
espías con tal denuedo?
¿Qué te importa de si sale
o de si entra, de si fiero
a sus sirvientes regaña,
o si es dulce con sus deudos, 40
si salió temprano ayer
o si hoy con la noche ha vuelto?
Confiesa que no es muy grato
tener quien esté dispuesto
a espiar nuestras acciones 45
a cada paso y momento,
y confiesa que tú misma
no pondrías muy buen gesto
a quien de importuno modo
te vigilara.
ISABEL
Lo creo;
50
pero, prima, francamente,
con todo el corazón siento
que de lo que nada sabes
hables con tono tan serio.
¿Quién te ha dicho a ti ni a nadie 55
—5→
que yo en todo me entrometo?
Si paso junto a una puerta,
aunque no repare en ello,
decís sin pensar en más:
«Isabel estaba oyendo». 60
Si alguien abre algún paquete,
decís: «Isabel lo ha abierto».
Nadie puede, en fin, aquí
ser curioso ni discreto.
Sólo yo, por mi desdicha, 65
soy quien imprudente acecho
todas las acciones vuestras,
sólo yo descubro vuestros
propósitos. Sólo, Luisa,
yo, rodeada de silencio, 70
descerrajo vuestras cajas,
vuestras acciones observo,
y tú y mamá nada hacéis
que yo no sepa: ¿no es esto?
LUISA
No exageres. Tú ya sabes 75
que hace poquísimo tiempo
te halló mi tía, ese armario
por abrir, haciendo esfuerzos.
ISABEL
¡Vaya un dato! Porque un día
tuve singular empeño 80
de saber lo que encerraba
ese armario, ya no puedo
dar un paso sin que digas
que tengo el vicio funesto
de curiosearlo todo 85
y querer todo saberlo.
LUISA
Otra vez...
ISABEL

 (Interrumpiéndola, con disgusto.) 

Cállate ya.
LUISA
¿Por qué he de callar? No quiero.
ISABEL
Parece que tienes gusto
en atormentarme.
LUISA

 (Con sinceridad.) 

Ceso
90
de hablarte ya de estas cosas:
mas comprende que no intento
mortificarte, Isabel,
cuando seria te amonesto,
—6→
pues que te corrijas prima, 95
es mi más grande deseo.
Yo soy niña y como niña
tengo también mil defectos.
Cuando tú, Isabel, los notes
ríñeme, que no desprecio 100
jamás de nadie, Isabel,
si son sabios, los consejos.
ISABEL
Eres buena, prima mía;
yo a tu fallo me someto,
y el regaño que ahora mismo 105
me has dado, gustosa acepto.
Procuraré corregirme.
Seguiré, Luisa, tu ejemplo.
Pero eres conmigo injusta;
exageras, en tus buenos 110
propósitos, esta falta
venial de que me arrepiento.
LUISA
Siempre prometes lo mismo.
Tu sinceridad veremos.
ISABEL
Ahora vamos al jardín. 115
LUISA
No puede ser.
ISABEL
Pues yo anhelo
respirar el aire puro.
LUISA
Legítimo es tu deseo;
pero haz, querida Isabel,
por contenerte.
ISABEL
No puedo.
120
LUISA
Ya sabes que estás enferma,
y que a tu salud no es bueno
recibir el aire frío
de ese jardín.
ISABEL
Te prometo
volver enseguida, Luisa. 125
LUISA
No ha de ser.
ISABEL
Me desespero.
LUISA
Ya pasarás bien la tarde.
Aguárdame. Pronto vuelvo.
Verás cual juntas las dos
distracciones hallaremos. 130
Voy a dar a la criada
—7→
algunos recados.
ISABEL
Bueno.
Al ver tu buena intención,
a tus promesas me avengo.
 

(Vase LUISA.)

 


Escena II

ISABEL
    ¿De qué me sirve ser rica, 135
de un potentado heredera?
Murió el bueno de mi padre,
me dejó fortuna inmensa;
vivo estimada por todos,
mil criados me rodean 140
que anhelan sólo servirme;
nadie su amistad me niega,
y, sin embargo, no puedo
ser feliz. Mi suerte fiera
me persigue sin descanso. 145
Le plugo a Naturaleza
la salud arrebatarme,
y que esté aburrida es fuerza.
Mi prima, aunque me regaña,
me quiere con fe sincera. 150
Mi madre es toda virtud.
Pero ¡ay! nada me contenta.
La salud, es lo que ansío,
desdeñosa me desprecia.

 (Queda pensativa.)  

Pero esto no será nada. 155
La tos, ¡una bagatela!...

 (Tose.) 

He de vivir muchos años,
porque, aunque grave estuviera,
¿qué no pueden los cuidados
que todos a mí me prestan? 160
¡Si así todos se cuidaran!...
¡Bah! Ya pronto estaré buena.
—8→
Sólo tengo aburrimiento;
pero así que alegre pueda
asistir a los salones 165
donde luzca mis riquezas:
así que al acorde dulce
de polkas y de habaneras
pueda en los suntuosos bailes
divertirme, ya no quedan, 170
de esta enfermedad que ahora
impertinente me aqueja,
ni restos, seré feliz.

 (Pausa.)  

Pero aún no lo soy, ¡qué, pena!
Déjeme ya mi dolor. 175

 (Transición.) 

Aléjese la tristeza.
Pero ¿en qué voy a pasar,
mientras que mi prima vuelva,
el largo tiempo?...

 (Pausa.)  

Ese armario

 (Mirándole.) 

es mi pesadilla eterna. 180
¿Por qué tendrá tanto empeño
mi madre en que yo no sepa
lo que tras de sus tablones
con misterio tal encierra?
Lo sabré. Pues ¿por qué no? 185

 (Con decisión.) 

Probaremos la llave ésta.

 (Prueba.)  

Entra bien.

 (Con alegría.)  

Voy a lograrlo.
Pero mi madre se acerca.

 (Mirando al foro.) 

 (Guarda precipitadamente la llave.) 



Escena III

 

DOÑA MILAGROS, ISABEL.

 
MILAGROS
¿Qué es lo que haces, Isabel,
quieres abrir ese armario? 190
ISABEL

 (Confusa.) 

No, madre.
MILAGROS
Es muy temerario
tu afán.
  —9→  
ISABEL
Conmigo eres cruel.
MILAGROS
Indispensable es que cese
de indiscreción el imperio;
si descubres su misterio 195

 (Señalando al armario.) 

es posible te que pese.
ISABEL
En mí tu furia descarga
tus rencores sin piedad.
MILAGROS
Ahí se encierra la verdad,
y la verdad es amarga. 200
¿Por qué eres, di, tan curiosa?
¿No te podrás corregir?
Isabel, lo has de sentir.
ISABEL
Madre, yo no soy chismosa;
¿qué importa, pues, madre mía, 205
que quiera saberlo todo,
si en ello a nadie incomodo
y ello me causa alegría?
MILAGROS
En tu afán de averiguar,
en que así nunca reposas, 210
olvidas que hay muchas cosas
que tú debes ignorar.
Y si tu afán me desoye,
te saldrá caro el capricho.
Por algo, Isabel, se ha dicho: 215
«Quien escucha, su mal oye.»
Vulgar vicio en la mujer
es ese de perseguir
secretos que descubrir
y que no importa saber. 220
Del gentil la fantasía
no en vano el tiempo fatal,
la Pandora de su mal
creó en su mitología,
ISABEL
¿Pandora?

 (Con extrañeza.) 

MILAGROS
Sí.
ISABEL
Mi memoria,
225
madre, ese nombre recuerda,
y no quiero que le pierda:
cuéntame, pues, tal historia.
  —10→  
MILAGROS
Sí, Isabel. Me agrada mucho
que seas curiosa en esto. 230
La contaré.
ISABEL
Empieza presto,
que con atención te escucho.
MILAGROS
Prometeo era el genio perseguido
que a Júpiter robó el sagrado fuego,
y Júpiter entonces, condolido, 235
hizo a Vulcano este sabido ruego:
«El limo de la tierra maldecido
por mí, Vulcano1, con afán te entrego;
de su masa incoherente sabio crea
una mujer que mi venganza sea.» 240
    El encargo cumplió pronto Vulcano;
juntó la arcilla con la misma arcilla,
y al cabo contempló alegre y ufano,
de mezcla tan trivial y tan sencilla,
una mujer que, mas que ser humano, 245
era del cielo santa maravilla.
Pues dio, calmando del artista enojos,
fuego a su corazón, luz a sus ojos.
    Júpiter, al contemplar bellezas tales,
la caja la entregó de su venganza, 250
y a la tierra la envió de los mortales.
Pandora entonces a su afán se lanza.
Abre la caja. Escápanse los males.
En el fondo se queda la esperanza,
y es, sin quererlo, la imprudente 255
mensajera del mal por ser curiosa.
—11→
    Desde entonces el llanto y los dolores
cubren la tierra con tenaz porfía:
el crimen, con sus tétricos fulgores,
en la tierra derrama luz sombría, 260
y al estruendo de pérfidos horrores;
del corazón se extingue la alegría,
que a esto llevó a Pandora el indiscreto
afán por descubrir aquel secreto.
ISABEL
Fue Pandora harto imprudente. 265
MILAGROS
El cuento te ha impresionado
ISABEL
Ya, madre, de haber pecado
mi corazón se arrepiente.
MILAGROS
De Pandora, hija querida,
no sigas el cruel ejemplo. 270
ISABEL
Ya mi pecado contemplo
y me siento corregida.
MILAGROS
Nunca en remedios he creído
para el mal que tú padeces,
pues en vano muchas veces 275
la enmienda me has prometido.
ISABEL
Hoy la promete sumisa

 (La besa.) 

esta hija que te adora.
MILAGROS
¡Ojalá no faltes!
ISABEL
Ahora
voy a ver lo que hace Luisa. 280

 (Vase.) 



Escena IV

MILAGROS
    Lástima me da mirarla.
¡Pobre Isabel! ¡Pobrecita!
La recogí del asilo
siendo la pobre muy niña.
Obra del crimen quizá, 285
se considera hija mía.
No quiero sus ilusiones
—12→
matar. Se crió enfermiza,
y su historia, de seguro,
su muerte aceleraría. 290
No jamás de este secreto
podré darla yo noticia.
Que viva con sus ensueños,
que con sus engaños viva.
Me quiere como a una madre, 295
y su existencia tranquila
a través de esa ilusión
dulcemente se desliza.
Cuando yo ya me haya muerto
descubrirá la mentira 300
en que ha vivido engañada,
y entonces su alma sencilla
me rezará fervorosa
al recordar mis caricias.
Su gratitud es mi premio. 305

 (Pausa.) 

En ese armario escondida
está toda la verdad.
Del testamento que un día,
temiendo por mi existencia
y con mano convulsiva 310
escribí, en las blancas hojas
está esa historia temida
estampada.

 (Pausa.) 

Acaso ella
jamás sepa de su vida
el misterioso secreto. 315
La enfermedad la domina.
La tisis nunca se cura.
¡Oh! No es difícil que esgrima
la muerte sus filos pronto
contra ella, y que la fría 320
losa cubra en breve plazo
sus restos.

 (Pausa brevísima.)  

También metido
tengo en ese obscuro armario
la carta en que comunica
el médico francés que 325
de Isabel la recaída
le permite asegurar
que a tan desgraciada niña
—13→
no le quedan ni dos años
de existencia. Me lastima 330
considerar su desgracia.
Pero aún más me atemoriza
el que pueda de ese armario

 (Andando.) 

descubrir...

 (De pronto.) 

Es tontería
pensar en ello. Está fuerte 335
la cerradura.

 (Tocándola. Pausa.) 

Esas chicas,
¿dónde habrán ido? Quizá
al jardín. Voy enseguida.
El frío no la conviene.
Su tardanza, no se explica. 340

 (Vase.) 



Escena V

ISABEL
    Pues por más que la he buscado
aún no la he podido hallar.
Pero ¿dónde podrá estar?
¿Dónde Luisa se ha encerrado?
¡Bah! Me preocupo por nada. 345
¿Qué me importa dónde esté?
En que pasarlo hallaré
sin estar acompañada.
Nadie ahora se fija en mí.
Siento la necesidad 350
de descubrir la verdad
que encerró mi madre ahí.

 (Señalando al armario.)  

Mortifica mi memoria
de esa Pandora divina
la indiscreción peregrina 355
que hace tan triste su historia.
Mas mi temor no me explico.
No me comparo a la diosa,
porque yo con ser curiosa
—14→
a ninguno perjudico. 360
Esta llave bien vendrá.

 (Probándola en el armario.)  

Ya cruje la cerradura.
Un esfuerzo, y aunque es dura,
a mi anhelo cederá.

 (Abriendo.) 

Ya se abrió. Cesan los crueles 365
afanes de mi deseo;
mas aquí, por lo que veo,
hay solamente papeles.
Mal con mi ansiedad encaja
tan horrible desengaño, 370
pero, ¡ay!, si no me engaño,
debe ser esto una caja.

 (Saca una caja.)  

Sí que lo es. Vamos a ver.

 (Abre la caja y saca un manojo de papeles.)  

¿Qué dice aquí?

 (Leyendo.) 

«Testamento».

 (Recitado.)  

Verdadero interés siento 375
ya por comenzarlo a leer.
Es de mi madre.

 (Lee un momento en voz baja; después, confusa y con ansiedad creciente, va leyendo lo que sigue.) 

 (Leyendo.)  

«...No es mi hija.
Abandonada Isabel,
la recogí. He sido fiel
al deber... Aunque me aflija, 380
es ésta la hora oportuna
de descubrirle este viejo
secreto... A la pobre dejo
la mitad de mi fortuna.»

 (Recitando.) 

¿Qué es lo que me hiere así? 385
¿Qué han violado mis antojos?
¿Qué es lo que audaces mis ojos
han descubierto ante mí?
¿Lo aclarará este papel?

 (Coge una carta.)  

 (Leyendo.) 

«Que muera es inevitable; 390
la tisis es incurable,
y tísica está Isabel».

  (Buscando la firma.) 

—15→
Firma Lebrase, el doctor

 (Recordando.)  

que me vino a visitar
una vez. Ya desmayar 395
me siento. ¡Cuánto dolor!

 (Con desesperación.) 

Que llegue la muerte ansío,
pues que ya he de sucumbir.
¡Qué terrible es mi sufrir!
¡Compadécete, Dios mío! 400


Escena VI

 

ISABEL, DOÑA MILAGROS, LUISA.

 
 

Entra DOÑA MILAGROS seguida de LUISA. Repara con el armario abierto y en los paneles desparramados por la habitación.

 
ISABEL

 (Con exultación creciente.) 

Has llegado en buen momento.
Alegra mi última hora.
Al corazón que te adora
combate fiero tormento.
Sé que benigna me has dado 405
tu compasión, mas no el ser;
sé que te he de agradecer
lo mucho que me has amado.
Sé que contados están
los instantes de mi vida, 410
y que a la huesa temida
mis horas corriendo van.
Mas quiero que en tu dulzura
aún procures engañarme.
Miente, sí, por consolarme. 415
Mitiga tanta amargura.
Acaba este frenesí;
di que me diste el aliento,
y este cruel descubrimiento
que es una mentira, di. 420
—16→
Por calmar los sin iguales
arranques de mis excesos,
dime que fueron tus besos
los ósculos maternales.
Di, en fin, que de mi existencia 425
aún la antorcha no se apaga,
y cuanto mi suerte amaga
es falsa y vana apariencia.
Declara, aunque no te cuadre,
cuanto en mi anhelo te exija. 430
Llámame como antes.
MILAGROS
¡Hija!
ISABEL
Ese grito no es de madre.
 

(Cae desmayada. LUISA, que hasta ahora había permanecido asustada, se adelanta e incorpora en sus brazos a ISABEL.)

 
MILAGROS
La mató su indiscreción.
LUISA
Vivir mucho ya no puede.

 (Al público.) 

Ved lo que a Isabel sucede. 435
Aprovechad la lección.
Consecuencias tan fatales
el que es indiscreto llora,
pues abre, como Pandora,
la caja, al fin, de sus males. 440


 
 
(TELÓN.)
 
 




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