Para Alonso Zamora Vicente a la salida de A traque barraque
José García Nieto
—301→
Las palabras en la ciudad no saben | |||
a dónde van ni de dónde vienen. Surgen, cantando, | |||
vuelan a veces | |||
como si un viento de marzo | |||
las hubiera | |||
levantado | |||
cuando pasaban por el centro de la plaza, | |||
cuando esperaban a la vuelta de la esquina, paseando, | |||
sin ir a ningún sitio | |||
determinado, | |||
contoneándose | |||
despacio. | |||
Las palabras, mire usted, las palabras | |||
son la pequeña música del barrio. | |||
Un organillo gigante las hace girar | |||
y levanta sus faldas por encima de los tejados. | |||
Ellas se unen como niñas y juegan en un corro | |||
mágico | |||
para ver | |||
los soldados | |||
de Cataluña, | |||
para jugar al «dao | |||
en | |||
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alto», | |||
para que la perseguida más de cerca | |||
se pueda encontrar en un alero a salvo. | |||
Suenan, se amaneran, se confunden, recuerdan, | |||
se enronquecen, se amadaman adelgazando; | |||
repiten, picotean | |||
como los pájaros; | |||
aunque no le eches migas en el parque, | |||
aunque se espanten a veces cuando las llamas silbando. | |||
Como gorriones, como palomas, como gallinas caseras | |||
y únicas sobre el cemento del patio, | |||
van y vienen, y quieren ser, y apenas son oídas, | |||
recibidas, y se acurrucan temblando, | |||
hasta que ya casi no parecen palabras | |||
ni brillan en el rincón mojado, | |||
aquellas que iban | |||
para astros... | |||
Hay que ser muy hábil y muy cuidadoso | |||
y muy paternal y muy taimado | |||
para acercarse poco a poco y lleno de amor a las palabras | |||
que salen de las cañerías | |||
goteando, | |||
y de la plataforma del tiovivo | |||
donde echa pie a tierra el hombre que empuja los caballos, | |||
y de las bodegas oscuras, | |||
y de los fregadísimos sotabancos, | |||
y de la vieja que repite | |||
con sus resecos labios | |||
la canción del transistor, | |||
desgastando | |||
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las pilas, | |||
y los mandos... | |||
Hay que acercarse con tiento: | |||
¡Cuidado! | |||
Y salta la palabra como una mariposa, | |||
y parecía un escarabajo. | |||
Nadie pregunta, nadie mira, nadie escucha, | |||
y va el tiempo pasando, | |||
mientras ellas se encaminan solas, | |||
alígeras o renqueando, | |||
hacia un paraíso | |||
recobrado. | |||
Bla-bla, chin-chin, ro-ro... | |||
Y uno se va a trabajar en lo que salga, hablando, | |||
hablando... Luego es cuando las cosas se apañan un poco, | |||
pero mientras tanto... | |||
Eso se llama el jornal | |||
en toda tierra de garbanzos... | |||
¿Dónde se ganan las palabras...? | |||
¿Dónde se recogen...? ¿Cuándo...? | |||
¿Se caen, maduras, de un guindo, | |||
o, muertas, de un andamio...? | |||
¿Dónde se compravenden...? | |||
¡Vamos, | |||
que lo doy | |||
barato! | |||
No sé lo que se saca | |||
rezongando. | |||
Porque después | |||
de marzo | |||
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viene abril, | |||
y detrás de abril, mayo. | |||
Y en el pecho de la buhardilla | |||
-¡madre mía, qué abultado!- | |||
prendidos con alfiler de la teuve | |||
se desangran -¡qué horror y qué cursi!- | |||
los geranios. | |||
Y allí | |||
abajo, | |||
muy abajo, el rojo | |||
triángulo | |||
de «ceda | |||
el paso». | |||
Pero las palabras pasan sin guardia, | |||
sin prisas y sin pausas, y sin escándalo; | |||
sin Goethe, sin Juan Ramón | |||
y sin Abelardo, | |||
porque las palabras tienen eso: | |||
redaños. | |||
Y suben, y bajan, y lloran, a traque barraque y a sorbos | |||
pequeños, a ahogos estrechos y a tragos | |||
muy | |||
largos, | |||
cuando el cielo se cae de bruces | |||
y el vino se pone morado | |||
con la luz de neón tan moderna | |||
en el zinc de antaño. | |||
(Piensan las enamoradas, | |||
piensan ha-bla-bla-bla-blando, | |||
que nadie quiere abrazarlas | |||
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y ya están en el abrazo). | |||
Hay alguien que las escucha | |||
y que, cuando van de vuelo, a la chita callando, | |||
detiene el viento sólo | |||
con una mano. | |||
Es el buen pastor, el buen oidor, | |||
el que conoce bien su rebaño, | |||
el que junta las ovejas sin perro ni piedra, | |||
y ellas le siguen, dóciles, al hato. | |||
Yo conozco el nombre del pastor que nunca es carabero, | |||
y sé algo | |||
de los signos que, a punta de navaja, | |||
traza meticuloso en su cayado... | |||
Adivina, adivinanza, | |||
¿cómo se llama el hidalgo? |
JOSÉ GARCÍA NIETO
Apartado 245.
Madrid. - 3.