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Ya MENÉNDEZ PIDAL recordó cómo la poesía, en las ideas del tiempo, es una ciencia, y, de entre las ciencias, la única que no puede aprenderse con preceptos (Ob. cit., pág. 84). Finea, la boba, alude expresamente, según esto, a la condición natural, no artística, de su cambio:

FINEA
¿De qué me culpas, Laurencio?
A pura imaginación
del alto merecimiento
de tus prendas, aprendí
el que tú dices que tengo.
Por hablarte, supe hablar,
vencida de tus requiebros;
por leer en tus papeles,
libros difíciles leo;
para responderte escribo.
No he tenido otro maestro
que amor; amor me ha enseñado.
Tú eres la ciencia que aprendo.

(v. 2462=2474)                


De paso, notemos la férrea correspondencia entre los «papeles», 'billetes amorosos' de Laurencio, y los «libros difíciles» de Nise; entre el «amor maestro» y los maestros de letras, danza, etc., que Finea ha maltratado escenas atrás. El contraste como armonía interior de la comedia sigue vigente y operante.

 

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Véase MENÉNDEZ PIDAL, loc. cit., pág. 84 y nota 12.

 

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La estrecha relación entre plástica y literatura en este tiempo ya ha sido señalada en diversos lugares. Véase con fruto EMILIO OROZCO, Temas del barroco, Granada, 1947; H. HATZFELD, Estudios sobre el barroco, Madrid, Gredos, 1964; GUILLERMO DE TORRE, Sentido y vigencia del barroco español, en Studia Philologica, II, págs. 489 y siguientes. (Homenaje a Dámaso Alonso, Madrid, 1963). En los tres trabajos citados puede encontrarse copiosa bibliografía y orientación sobre la compleja problemática artística del barroco. Véase también AMÉRICO CASTRO, Las complicaciones del arte barroco, en Semblanzas y estudios españoles, Princeton, 1956.

 

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La voluntad del barroco, en Obras completas, I, Madrid, 1946, págs. 403-406. El artículo está fechado en 1915.

 

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Por otra parte, la comedia aparece perfectamente situada dentro de los supuestos vitales de Lope de Vega y de su tiempo: Amor como gran maestro y educador; obediencia a los cánones del Arte nuevo de hacer comedias; ideas sobre el papel de la mujer en la vida familiar y sobre la educación femenina en general, etc. Incluso frente al problema inesquivable para todo español del 1600, la limpieza de sangre, la comedia acusa claramente la postura del momento. Así lo refleja la alusión a lo judío. Turín, criado de Liseo, habla de que tiene tocino en sus alforjas para la merienda:

  —14→  
TURÍN
Hay a quien pesa de oir
u nombre.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
... tocino fiambre.
LISEO
Pues, ¿a quién puede pesar
de oir nombre tan hidalgo?
Turín, si me has de dar algo,
¿qué cosa me puedes dar
que tenga igual a ese nombre?

(v. 38=49)                


Con este testimonio, los personajes de La dama boba se insertan plenamente en las cualidades destacadas tan agudamente por AMÉRICO CASTRO (De la edad conflictiva, Madrid, 1961, passim). Véase también EDWARD GLASER, Referencias antisemitas en la literatura peninsular de la Edad de Oro, en Nueva Revista de Filología Hispánica, VIII, 1954, págs. 39-62. Por todas partes nos encontramos a este Lope de Vega, excepcional portavoz de su circunstancia histórica y, a la vez, incomparable zurcidor de vida y literatura.

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