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Para la historia cordial del exilio (correspondencia entre R. J. Sender y J. M. Blecua, 1947-1954)

José-Carlos Mainer


Universidad de Zaragoza

Al revisar el material que formó parte de la exposición «Cartografía de una soledad» -que organizaron con tantísimo acierto Chus Tudelilla y Juan Carlos Ara-, supe por vez primera de las cartas de José Manuel Blecua que en las páginas siguientes se transcriben, pero ninguna de las cuales figuró en la citada muestra1. Habían pasado a propiedad del Instituto de Estudios Altoaragoneses, gracias a la generosidad de los herederos de Ramón J. Sender, y a esa laboriosa institución oscense, como al autor de las jugosas cartas, debemos todos poder leerlas ahora; una y otro me autorizaron en su día a transcribirlas y publicarlas. Al solicitar el correspondiente permiso, Blecua se ofreció a buscar en su archivo personal las cartas que creía conservar de Sender y a él y a su hijo José Manuel Blecua Perdices agradezco el haber podido completar el epistolario.

Las cartas del Instituto de Estudios Altoaragoneses son seis y se fechan entre enero de 1947 y marzo del año siguiente; las de Sender son siete y se inician en julio de 1947 para concluir en noviembre de 1954. La transcripción del conjunto se ha dispuesto en orden cronológico y se advertirá que las misivas no siempre se corresponden con exactitud porque faltan algunas cuyo contenido puede intuirse, sin embargo, por las alusiones en las que siguen. Los corresponsales son de sobra conocidos, pero el lector deberá retroceder algo más de cincuenta años en el tiempo y tener presente al leerlas una circunstancia singular: un joven catedrático de instituto en la España franquista, que dio sus primeros pasos intelectuales en la época republicana, entabla contacto con un escritor mayor que él -se llevan diez años- que había llegado a ser famoso en aquellas fechas y que ahora vive en el exilio. Se trata de una relación tan desigual como históricamente conmovedora: no lo saben del todo, pero, de hecho, más que rescatar un pasado común, los dos intuyen y quieren un futuro distinto. Y restablecen una jerarquía literaria natural que una dictadura fascista ha quebrantado. No debió de ser el único caso y convendría disponer de más ejemplos donde aparezcan el corresponsal del interior, siempre curioso y preguntón, admirativo y un poco ingenuo, y el escritor exiliado, ganado por la cordialidad pero que no está libre de alguna legítima manía. Ninguno lo sabe, pero quedan todavía casi treinta años para que se produzca el final biológico de la dictadura.

Algo de esto, además de una indisimulada pasión por la literatura popular, creemos que trasluce el motto que Blecua ha elegido para imprimir en la cabecera de sus cuartillas: «Quien hubiese tal ventura» (o «quien hubiera...»: ya se sabe que la poesía popular vive en sus variantes, como enseñó Menéndez Pidal y gustaba repetir Blecua; lo cierto es que «oviesse» es la lectio del Cancionero de Romances, Amberes, 1550, y «hubiera», la de la Flor Nueva de Romances Viejos, de Menéndez Pidal). Casi resulta afrentoso para el lector recordar aquí que este es el primer verso del «Romance del Infante Arnaldos», uno de los predilectos de Blecua, a quien gustaba explicar que la versión completa -cantadas por los sefardíes de Marruecos- lo convierte en una historia de aventuras.

Y es que en el promedio de los años cuarenta, el tiempo de España era espeso, casi compacto. Había acabado la guerra mundial (mayo de 1945) y nada había pasado, a reserva de la condena moral que los aliados hicieron del franquismo, ingresado de urgencia en el lazareto de la historia. El 1 de marzo de 1946 se había cerrado la frontera con Francia, pero se ha vuelto a abrir precisamente en febrero de 1947, cuando comienza el epistolario. En el primer trimestre de 1948, Truman excluyó a España de los beneficios del Plan Marshall pero, también por entonces, los protocolos Franco-Perón significaron que por lo menos habrá harina en un país de hambre en las calles, estraperlo en las cestas de la compra y gasógenos en los contados taxis. Una sola de las cartas de Blecua, la fechada el 31 de marzo de 1948, hace una alusión, aunque muy críptica, a la actualidad política internacional («no le oculto nuestra honda preocupación por la marcha de los negocios europeos»), aunque para concluir que «he decidido hace tiempo no preocuparme». Y es que el día de la fecha se hizo efectivo el bloqueo soviético de la ciudad de Berlín y poco después comenzó el puente aéreo norteamericano para abastecer la ciudad: fue el primer susto de la guerra fría. Pero en la carta anterior (24 de marzo de 1948), Blecua, que es buen amigo de sus hacedores, Enrique Canito y José Luis Cano, ha definido a Ínsula como una revista «liberalota» y se ha mostrado muy orgulloso de haber contribuido a un número monográfico sobre el poeta exiliado Jorge Guillén2. Y en la carta de 26 de septiembre de 1947, el joven funcionario de una anémica enseñanza pública se subleva contra una legislación que favorecía desvergonzadamente a la enseñanza privada en manos clericales.

Las cartas de Sender incluyen una única alusión a la revuelta política internacional de entonces. El 13 de febrero de 1952 comenta la acusada retracción de la matrícula estudiantil y la achaca a la «incertidumbre del futuro -guerra, tal vez-». Estamos en plena guerra de Corea (el armisticio no se firmó hasta julio de 1953) y en el último año de la presidencia de Truman que, en noviembre, fue sustituido por el republicano Eisenhower.

Pero si algo reflejan las cartas del escritor es el desgarrón del exilio. La del 29 de noviembre de 1947 tiene un patetismo sofrenado que conmueve. Allí está la petición a Blecua de unos velones y de una tabla labrada que pueda decorar su nueva vivienda en Albuquerque; le gustaría, incluso, una talla de la Virgen del Pilar que signifique «lo remoto-familiar» y que proporcione al desterrado una «alegría simple y aldeana», porque «uno es aldeano y quisiera merecer serlo el resto de su vida»: para entonces lo había recordado en más de una ocasión y lo reiteraría en el prólogo de Los cinco libros de Ariadna, al proclamarse «ilergete», Sender no puede recomendar el exilio como solución a su joven amigo porque «aquí se vive del recuerdo y la esperanza (hemos perdido el presente)» y porque al desterrado le «falta la gozosa sensación de estar firmemente en el centro de su destino». El carácter de los exiliados se agría inevitablemente y, en cualquier caso, nunca mejora. Ahí está el ejemplo de Américo Castro, a quien no profesa ningún afecto y del que la carta de 18 de febrero de 1948 cuenta una vieja anécdota bastante divertida3. ¡Qué nostalgia no refleja la despedida de esta misma misiva cuando escribe que «espero que algún día nos reuniremos todos alrededor de una mesa con mucho tiempo por delante y algunas botellas por medio hasta agotar los temas del pasado y algunos del futuro»! ¡Y que enternecedora es la referencia (el 13 de febrero de 1952) a aquellos guirlaches de la confitería Zorraquino que nunca llegaron a América y que le llevan a decir que «el nombre de esa casa tiene para mí más dulces memorias que para usted, quizá»!

Blecua nos da un divertido autorretrato en su carta de 26 de septiembre de 1948 (tiene el aire juvenil e irremediablemente simpático «de banderillero, tocador de guitarra o vendedor de burriquillos teñidos» que, para su suerte, mantuvo mucho tiempo). Uno y otro se piden fotografías pero el interés de Blecua por esos testimonios es mucho mayor y se vio recompensado, como veremos, por el envío de una que representa al escritor tocado con una boina en el jardín de su casa: la cara un poco larga, de rasgos duros y serios, el pelo negro y algo crespo, los ojos oscuros y casi magnéticos. Las cartas del novelista se inclinan más por el autorretrato moral que por el físico: el del hombre errante al que la vida ha hecho profesor universitario de literatura sin ninguna afición por su parte. En su primera carta ya se asombra de la cicatería de los reseñistas de las revistas filológicas; en la segunda, al evocar a su laborioso colega Francisco Sánchez Escribano, consigna que «yo soy sólo aficionado». En la última, de noviembre de 1954, alecciona a su corresponsal que ha sido invitado a profesar unos cursos en la Universidad del Estado de Ohio, en Columbus, y traza un divertido y sarcástico panorama de la vida de campus. E incluso anima a Blecua a dar «pruebas de eficiencia e interés profesional (de esas pruebas que yo no doy nunca, claro)». Uno y otro comparten un aragonesismo de referencias materiales y gestos menudos pero tocado de preventiva autoironía, que es, a fin de cuentas, el que usaba la mayoría de las personas cultas y bieneducadas, tras la invasión del zafio baturrismo que se había consolidado a principios de siglo y se reactivaría no poco en el ambiente de postguerra.

La primera de las cartas se dirige a una dirección de Nueva York, donde el escritor residía con su esposa de entonces, Florence Hall. En el curso 1943-1944 había profesado en el Amherst College, en Massachussetts, y después de ese año había realizado trabajos para la Metro Goldwynn Mayer, quizá por recomendación de Luis Buñuel. A Florence la había conocido en Nuevo México, al poco de obtener su visado de residente en Estados Unidos: él trabajaba en un proyecto federal de ayuda a los ciudadanos de habla hispana y ella en otro de apoyo a las mujeres de ese origen, por cuenta del Departamento de Estado. Florence fue su intérprete, traductora e incluso agente literario en unos momentos en que todo iba viento en popa, porque perduraba el optimismo progresista rooseveltiano y Sender, un escritor europeo de izquierdas, se vio en letras de molde en las revistas más serias de los Estados Unidos (The New Left, Nation, Partisan Rewiew, Saturday Rewiew of Literature...). Y, sin embargo, es curioso el agujero bibliográfico que se advierte después de su intensa etapa mexicana (que abren Proverbio de la muerte y El lugar del hombre en 1939 y cierran Crónica del alba y Epitalamio del Prieto Trinidad en 1942: a algunas de ellas alude Sender en estas cartas). ¿Dificultades de adaptación a su nueva vida? ¿Dispersión de intereses? En todo caso, su vuelta a las prensas y una nueva etapa de fertilidad acababa de producirse en el periodo cubierto por este epistolario: en 1947 publicó en Buenos Aires La esfera (reescritura ampliada de Proverbio...) y en 1948, El rey y la reina, que vio la luz en México y Buenos Aires4. En 1946 Sender adoptó la nacionalidad estadounidense y en 1947 el matrimonio se instaló en Albuquerque donde el escritor se incorporó al claustro de la universidad del Estado. La interesante carta de 13 de febrero de 1952 nos lo presenta lleno de proyectos y ambiciones: «Quiero en los próximos años dar lo que haya de dar si puedo dar algo que valga la pena». La misma comunicación anuncia la salida de El verdugo afable, una de sus mejores novelas y confirmación de una etapa de madurez, complejidad de pensamiento y búsqueda de una libertad espiritual, al margen de compromisos previos, como se advierte en las narraciones escritas a partir de entonces: Mosén Millán (1953), Hipogrifo violento (1954), Ariadna (1955, versión completa en 1957 como Los cinco libros de Ariadna), Bizancio (1956) y La Quinta Julieta (1957). Nada sabemos, sin embargo, del artículo en inglés que también se anuncia: «Anselm or the Terms of Reality» trataba, sin duda, del personaje central de la novela cervantina «El curioso impertinente» y, si llegó efectivamente a existir, habría que cotejar su contenido con el drama Donde crece la marihuana, adaptación del relato quijotesco, que, en 1967, publicó la revista La Estafeta Literaria y se recogió luego en Comedia del diantre y otras dos (1969).

En cualquier caso, el periodo en que se escriben estas cartas coincide con sus mejores años como creador. El escritor militante y comprometido no había dejado de serlo pero su compromiso adquirió nuevos matices. Mucho antes que el conocido prefacio de 1957 a Los cinco libros de Ariadna, el fascinante prólogo a la segunda edición de O.P. (México, 1942; fechado en enero de 1941) nos proporciona las claves de los tiempos nuevos. Aún no ha concluido una guerra que «ganarán sin duda los pueblos de Alemania, Inglaterra, Francia e Italia» y que acabará con las torres de marfil como «con los valses de nuestras abuelas», ya tan deteriorados unos y otras con los cañonazos de 1914. A esas alturas, el prólogo de Fernando de Rojas a La Celestina le parece un texto premonitorio: «Todo se engendra y vive en la lucha -viene a decir- y algunas cosas y seres mueren en el placer de crear [...]. La montaña lleva al valle en sus entrañas, al valle que se forma a sus expensas. El río lleva dentro la nube y el hombre lleva consigo la sombra de lo que será su propio recuerdo después del día irreparable». Nosotros mismos «somos esa armonía que resulta del trasiego de pasiones, corrientes, ideas, turbulencias, hechos morales, políticos, nociones, construcciones religiosas. Toda la vida española ha pasado por nosotros. Nada ni nadie podía evitarlo. No podríamos vivir fuera de ella como el cuerpo no podía vivir sin el arroyo, el campo de trigo y el aire en los espacios». Pero esta hermosa afirmación de territorialidad y pertenecencia físicas no debe ocultar el alcance de estas expresiones en lo que tienen de búsqueda de aquello que Sender llama «lo absoluto». En esa antropología cósmica, que parece hallar su venero remoto en la teoría microcósmica, está latente la compleja teoría ganglionar del Sender de La esfera. Y las referencias que sustentaron, en los años siguientes, una de las escrituras más ricas y originales del siglo XX europeo.

Por eso interesarán a los senderianos las exiguas pero significativas noticias que nos informan sobre sus pasos editoriales y sus lecturas. En 1952 le fastidia sobremanera no estar en el catálogo de Austral, aunque fuera con alguna obra «políticamente neutra», y recuerda que todavía se le deben los derechos de Mister Witt en el Cantón, que es la obra de 1935 a la que se alude. Y es que nunca ha perdido contacto con España: ha seguido leyendo a Baroja pero no parece que con entusiasmo (la última carta de 1948 hace saber que ha leído los «cuatro tomos de Baroja» -han de ser las memorias Desde la última vuelta del camino- pero que no quiere que Blecua le envíe nuevas entregas; su opinión, en el artículo «Baroja, el inefable hombre del saco», que está entre los primeros de la serie «Los libros y los días», escrita para la agencia literaria de Maurín); le interesa mucho el teatro, a cambio. La carta de 1952 trae un rotundo elogio de Alejandro Casona (por cuenta de La dama del alba, que pretende estrenar en Nueva York) y la de 1954 patentiza su curiosidad por el joven Alfonso Sastre que acaba de estrenar en Madrid Escuadra hacia la muerte.

Pero todo eran augurios, a la fecha: «los términos del presagio» en las palabras que Sender -nos recuerda aquel prólogo poco conocido que se ha mencionado- quería usar como título general de una trilogía compuesta por O.P., Viaje a la aldea del crimen y La noche de las cien cabezas, y que cuarenta años después dio nombre a la octava de las narraciones de Crónica del alba. De Blecua, sin embargo, sabremos muchas cosas a través de sus cartas: que nació en Alcolea de Cinca, el pueblo de la infancia de Sender; que trata asiduamente a su hermana Carmen y que conoció a su padre; que le gustaba nadar (como saben los que frecuentaban la gélida piscina de la residencia universitaria de Jaca) e ir al fútbol con sus hijos (José Manuel, nacido en 1939, y Alberto, nacido el 41) al viejo campo de Torrero. Y le gustaría poder hablar todo el día con sus amigos, lo que nos ilustra con elocuencia de cosas que, por obvias, no se dicen: la dificultad de vivir en un país inhóspito pero a la vez la alegría de ser joven, de trabajar en lo que le gusta, de tener una vocación y de saberse heredero de una tradición intelectual nunca oculta del todo, la del liberalismo nacional.

Como todos los universitarios inquietos de su edad, Blecua ha dejado muy atrás una generación de eruditos provincianos y un si es no es maniáticos por la que le ha preguntado Sender: el canonista Juan Moneva, el historiador Andrés Giménez Soler, el helenista Domingo Miral, el antiguo Decano de Letras y alcalde de Zaragoza, José Salarrullana de Dios (carta de septiembre de 1948). Su obsesión, que pudiera parecer pueril si no tuviera mucho de heroica, es que su nuevo amigo le suministre los libros que necesita. El joven Blecua es catedrático de instituto desde 1935 pero quiere ser algo más que un dómine de reputación local. Le apasiona la docencia, ha publicado manuales de insólito buen sentido y dirige la Biblioteca Clásica Ebro para la que en 1946 ha hecho una excelente edición de la poesía de Juan de la Cruz y en 1947 una antología de escritores costumbristas del XIX. Pero también pica más alto. Por estas mismas cartas sabemos que ha editado el Cancionero de 1628 (1945), las Poesías varias de grandes ingenios españoles recogidas por Joseph Alfay (1946) y las Rimas inéditas, de Fernando de Herrera (1948), así como que trabaja en la compilación de la obra de los Argensola (los «adelphi», dice con cierta pedantería jocosa) que verán la luz en 1950 y 1951. Y anuncia una edición de bibliófilo de El libro de la oración, de Sor María de Santo Domingo, que es el volumen que tanto gustará a los dominicos, citado en la carta de 1949 y elogiado por Sender, a su recepción. Por estas epístolas sabemos también que el joven profesor quiere ir a Estados Unidos, lo que hará en el verano de 1950, por fin, para ir a Middlebury, y volverá a hacer en 1955 para profesar en Ohio5.

La obsesión por disponer de la Hispanic Rewiew resulta casi enternecedora. La revista de la Universidad de Pennsylvania había nacido en 1933 y, a la fecha, era -si se compara con la peor época del Bulletin Hispanique y con el todavía vacilante Bulletin of Spanish Studies, de Liverpool, demasiado marcado por la personalidad de Allison Peers- una cabalgata impresionante de erudición y tino interpretativo. En la entrega 3 del volumen XV (1947), Blecua publicó «Cuatro poemas inéditos de Bartolomé Leonardo de Argensola»; el número se abría precisamente con un trabajo de Miguel Romera Navarro, «La antología de Alfay y Baltasar Gracián», al que Blecua alude en una de sus primeras epístolas. Pero las noticias filológicas más profesionales (como las que confirman el interés provocado por la memorable edición de Torres Naharro, de J. E. Gillet), se entrecruzan en nuestras cartas con otras literarias: libros de viejo, éxitos editoriales en España (el Antonio Pérez, de Marañón, o el Valle-Inclán, de Fernández Almagro) y fuera de ella (un libro de Aldous Huxley, que resulta ser un breve prólogo del escritor a una edición de los grabados de Goya -según inferimos de una carta de Sender-, y otro de Dalí que ha de ser The Secret Life of Salvador Dalí, de 1942), una anécdota de Menéndez Pidal y hasta chistes de «tan, tan...» que circulaban mucho por entonces... Las cartas de Blecua dan la impresión de una gozosa bulimia posesiva, pero... para regalarla luego. Quiere enviarle a Sender libros, pero también sombreros de Sástago como los que se usan en Ansó, fotografías hechas por él, cencerros, y hasta un aparato de hacer churros para sus veladas neomexicanas. Tiene la generosidad del dilapidador porque los envíos de Sender son mucho más prosaicos aunque quizá más útiles, como esas pilas para el aparato auditivo que Blecua necesita con urgencia. Aunque luego le fastidien los ruidos de las calles.

Se advertirá, por último, que la primera de las cartas de Blecua lleva una nota manuscrita de otro escritor aragonés, Ildefonso Manuel Gil, fidelísimo amigo del remitente. Son apenas unas líneas manuscritas pero revelan con luz acusadora la otra cara de la vida española de 1947: la amargura de la derrota y el exilio interior. Contrariamente a Blecua, Gil tutea a Sender a quien ha conocido antes de la guerra y le pide ayuda para ir a los Estados Unidos como profesor (quince años después fue la decisiva intervención de otro exiliado, Francisco Ayala, la que le abrió las puertas de la universidad norteamericana). Por entonces, es un empleado administrativo de Heraldo de Aragón y, sobre todo, un vencido. En unas páginas muy hermosas ha recordado su relación con José Manuel Blecua: una breve presentación antes de la guerra, un fallido encuentro en los días de la contienda, una tarde de confidencias personales y literarias -9 de abril de 1939, ocho días después de la «victoria»- y luego, largos años de convivencia, proyectos y esperanzas comunes6. Y, entre tanto, «he publicado dos o tres libros llenos de amargura» que promete enviar a Sender: han de ser los Poemas de dolor antiguo (editado por la colección Adonais en 1945; incluye sendas elegías a Miguel Hernández y al soldado desconocido), el Homenaje a Goya (que imprimió José Alcrudo en 1946 para el sello de la Librería Pórtico) y El corazón en los labios (en la colección Halcón, de Valladolid, con fecha de 1947). Eran, pues, tres y además tenía en el cajón el manuscrito de una novela cuya importancia crece con los años y que también estaba transida de experiencia de la amargura: en 1945 se titulaba A cara o cruz y en 1950 lucraría el Premio Internacional de Primera Novela, discernido por el editor Janés, con el título de La moneda en el suelo7 (Sender pregunta por ella en la carta de 13 de febrero de 1952).






ArribaAbajoCorrespondencia8


ArribaAbajo- 1 -

(En el ángulo superior izquierdo, una viñeta a plumilla que representa un velero y debajo, el verso «Quién hubiera tal ventura». Carta manuscrita)

Zaragoza, 5-I-1947

F.H. Sender
148, Haven Terrace, Nueva York.

Muy distinguido señor mío:

Hace mes y medio que deseo escribirle, pero quería encontrar un buen rato libre para escribirle extensamente. No sé si esta vez lograré evadirme de los manuscritos del siglo XVII. Creo que sí.

Paquita Calvo, a quien V. conoció este verano, me trajo su generoso ofrecimiento de buscarme de cuando en cuando algún libro que me interesara. Ofrecimiento que le agradezco en el alma, ya que desde aquí me es muy difícil conseguir algunas cosas que me interesan mucho por mi trabajo.

Pero, en realidad, no teníamos por qué habernos servido de tan bella recadera, aunque la ocasión fue estupenda. Yo conozco mucho a su hermana, conozco también a su padre, conocí a sus hermanos y finalmente soy de Alcolea. Ahí le envío una foto del famoso «Tozal redondo», hecha este verano. ¿Lo recuerda, verdad? Pues todavía siguen también las cigüeñas de su «Proclamación de la sonrisa». Tenemos amigos comunes, y bien cerca de mi mano están sus cosas, desde el folleto sobre Santa Teresa o su artículo en la universidad de Yale, ese que trae su efigie, que recibí hace unos meses. Yo le envío tres o cuatro de mis publicaciones. Si le interesan le enviaré más, aunque desde hace unos años me he encerrado en una erudición seca y acartonada, que no creo le interese mucho.

Me interesaría mucho recibir lo de Dalí, lo de Huxley, y esa novela sobre Goya, no para mí sino para un amigo que posee una de las mejores bibliotecas goyescas que conozco. Se lo abonaremos a Carmen. A mí me interesaría recibir algo más difícil y peregrino. En la Biblioteca de la Hispanic Society poseen uno de los dos o tres ejemplares que existen de las «Obras en verso» de Diego de Fuentes, impresas aquí en Zaragoza en 1563. ¿Sería muy difícil obtener una pequeña película de toda la obrita? La podían hacer en fotos de Leicka, incluyendo dos páginas en una solo foto, como la muestra que le envío. Yo, con un pequeño cine, las puedo leer y copiar muy bien. Le pagaría a Carmen lo que costase o bien le enviaría a V. los libros que le pudiesen interesar. Hace poco recibí de Pennsylvania tres preciosos manuscritos de los Argensola que leí en esa forma, y el sistema, aunque molesto, tiene sus ventajas.

Le pediría muchos libros, y revistas como la «Hispanic Rewiew», la «Hispánica Moderna», «Hispania», etc... pero sé que son caras y que sería mi ruina (suponiendo que alguien que se dedica a la investigación de la poesía española de la Edad de Oro pueda arruinarse). De todas formas si V. consigue encontrarme un ejemplar de la obra de Keniston sobre Garcilaso, publicada hace más de treinta años, no tenga inconveniente en comprarla. Me interesa mucho y no está en casi ninguna biblioteca española. Como tantos otros libros.

Y dígame, con toda confianza, qué libros le interesaría recibir. Particularmente se pueden enviar muy bien y no tardan mucho en llegar. Las librerías no lo pueden hacer con tanta facilidad y además cobran unos precios fabulosos, como ya habrá observado. Yo estoy muy escamado.

Cuando reciba el Juan de Malara de Sánchez Escribano (gestión que le agradezco muchísimo) le pondré unas líneas y le haré también un obsequio. Dígaselo si tiene ocasión. El de Navarro Tomás, que leí este verano, me interesa mucho. ¿Ha publicado más cosas el departamento de Onís?.

Sabe V. que puede disponer de la amistad de su agradecido y afº a.

Que pase V. un feliz año nuevo.

Blecua

(En el margen izquierdo de la primera cuartilla se lee una nota manuscrita de Ildefonso Manuel Gil)

Querido Ramón: Ya puedes imaginarte con qué emoción te saludo mediante estas líneas. Me ha ido tan medianamente que no esperaba que supieses noticias mías sin poner las manos sobre un velador. Ahora me va un poco mejor. Entre las varias profesiones a que hube de dedicarme una fue la enseñanza y fuí profesor de literatura de tu hermana. Le hablé mucho de tí e hicimos gran amistad. Me casé y tengo un hijo. He publicado dos o tres libros llenos de amargura que te enviaré por correo certificado. Oye, ¿podrías conseguirme un contrato por un año en alguna universidad de por ahí? Sería cosa de gran interés. Y no sabes qué gran favor me harías.

Mi mejor recuerdo con un abrazo

Ildefonso Manuel Gil




ArribaAbajo- 2 -

(A máquina, como todas las sucesivas cartas de Sender)

20 de julio de 1947
Sr. Dn. José Manuel Blecua
Zaragoza

Querido amigo,

Veo que ha recibido mis envíos. Me alegro. Está en camino también el libro sobre Goya (The Complete Etchings of Goya - With a Foreword by Aldous Huxley). Seguramente es el único ejemplar que quedaba en New York.

La Hispanic Society atenderá su deseo. Quizá tardarán un poco porque en verano todo va más despacio.

Nos vamos al campo la semana próxima, pero alguien nos enviará el correo dos veces por semana y nada quedará interrumpido. Le digo esto pensando en Gil. En estos días espero una respuesta definitiva de una universidad de New Mexico. Me molesta escribirle en tanto no pueda decirle concretamente que venga o que desista.

Le envío un recorte de la última Hispania y escribe Florence a la redacción para que le envíen un ejemplar completo. Veo que entre ustedes se hila delgado -aunque el artículo sobre su Cancionero es muy respetuoso. No me gusta ese acento seco y árido. Se puede ser erudito conservando la imaginación encendida como demuestra usted en el «mar en la poesía española» e incluso en el Cancionero. Esos prefacios me parecen muy buenos y sobre todo el del «mar» es de una distinción auténtica. Yo reconozco ahí con la natural alegría la verba de los auténticos humanistas. Espero los libros que me anuncia. No sólo sus prefacios me interesan mucho sino que los textos son un material precioso de consulta, sobre todo estando lejos de España.

La verdad, vacilo en enviarle cosas mías -no me parece quizá del todo oportuno- eso del consonante me cohibe. «Crónica del alba» -de la que hay una bonita edición universitaria con vocabulario y notas- no es del todo autobiográfica aunque hay muchas anécdotas auténticas (de los tres años -de los diez a los trece míos- que estuve en Tauste). En algún sitio vive por ahí Valentina Ventura -una familia de Borja- que era entonces la niña del notario de Tauste y que fue mi novia infantil. Cuento esos amores y el librito ha gustado mucho y se ha traducido a varios idiomas. En fin, se lo envío con una novela de Méjico que se titula Epitalamio y que se ha publicado en Londres y aquí con el título de «Dark Wedding». Las razones del consonante al que me refería como verá usted no están realmente justificadas. Por si acaso se los mando sin dedicar, resistiendo a mi cordial deseo de hacerlo.

He gastado muy poco. Contando el libro de Goya que está en camino he comprado para usted cuatro libros (dos sobre Goya, el de Dalí y el de TNT). Entre los cuatro 11,50 dólares. Usted me anuncia el Levi Provenzal y me ha enviado otros de un gran interés. Si Llampayas ha publicado algo -expresión colorista de la montaña de Aragón- que sea del tipo de «Pilar Abarca» cómprelo y envíemelo. Le pediré otras cosas, no se preocupe. Busco cosas sobre Aragón, aquí. El año pasado compré unas «Notas del folcklore altoaragonés» de Del Arco bastante malas.

Florence le agradece de antamano sus libros y hará con gusto notas bibliográficas en Hispania.

En cuanto tenga noticias de la Hispanic Society se las haré seguir -espero que me envíen las fotos.

Muy cordialmente

Ramón Sender

(El archivo de J. M. Blecua conserva una carta dirigida a Sender por Adelaide M. Meyer, bibliotecaria de la Hispanic Society, donde se le notifica que no se dispone de ejemplar de las Obras en verso, de Diego de Fuentes, y de que se hallan agotadas las ediciones del libro de Keniston sobre Garcilaso y la de la edición de las Obras de este, publicadas en 1922 y 1925, respectivamente)




ArribaAbajo- 3 -

(Membrete del Instituto Nacional de Enseñanza Media «Goya» de Zaragoza. Escrita a máquina)

Zaragoza, 15 de octubre de 1947
Sr. Don Ramón J. Sender
Universidad de Albuquerque
NMéxico

Mi querido amigo:

Perdóneme, por favor, tanta molestia como le estoy causando a costa de mi sordera. Acabo de resolver ahora mismo y aquí en Zaragoza el problema de las válvulas del Sonotone, cosa que no esperaba, ya que de otro modo no le hubiera dicho nada a usted. Si por casualidad no adquirió esas válvulas, no las compre ya, pero si lo hizo y no me las mandó por avión, hágalo por correo ordinario, diciéndome su precio. Estaba realmente preocupado porque el aparato no es mío y no me atrevía a decirle al dueño que se había estropeado. He tenido también la suerte de adquirir unas pilas francesas (junto con unos buenos libros) y otras dinamarquesas, con lo cual me ha resultado un oído internacional, aunque yo no haya puesto otra cosa que la sordera, con su música celestial y pitagórica.

¿Encontraron casa ahí? Les supongo en plena tarea de acomodar chismes y desempaquetar los libros, ¿Qué tal es la Universidad? ¿Tiene usted muchos alumnos de Literatura? ¿Tienen afición a investigar? Si alguna vez cree usted que puedo ser útil a alguno de sus discípulos, no deje de advertírmelo. Le ayudaré todo lo que pueda. Casi me paso el día contestando cartas eruditas y curiosas, como cualquier señor del siglo XVIII. Y si algún licenciado o doctor quiere cambiar la colección íntegra de la «Hispanic Rewiew» por el «Boletín de la Academia Española», u otra clase de libros, se la cambiaría con mucho gusto. Parece que va a ser el único sistema de conseguirla.

No he recibido aún sus dos novelas ni lo de Huxley, pero llegarán. Tampoco apareció aún el paquete con las fotos del Palmerín. ¡Por favor, perdóneme las molestias que le causo! Muy cordialmente, con saludos para su mujer,

Blecua.




ArribaAbajo- 4 -

(Membrete de The University of New Mexico. Albuquerque. Department of Modern Languages. La presente carta debe ser contestación a alguna perdida y no a la que se acaba de transcribir)

16 de octubre de 1947

Querido amigo Blecua,

Con bastante retraso llega su carta reexpedida de New York. He hecho las gestiones que le interesan (aquí hay una sucursal del Sonotone) y he aquí lo que me dicen.

No hay válvulas algunas en el modelo 700 y dicen que no saben a qué se puede referir, a no ser que se trate de «baterías», es decir, de pilas eléctricas. En todo caso, piezas de recambio no las tienen aquí y me dicen que debe usted escribir directamente en español a

Miss M. V. Raimu

Sonotone Corp.

Elmsford, NY.

USA

diciéndole, a) dónde se pone el aparato (si dentro o detrás de la oreja).- b) si el aparato que usa consta de una sola pieza o de dos. (Aquí recomiendan de «dos piezas» para España a causa de la facilidad para renovar las pilas). c) que describa minuciosamente esas válvulas «triodo» y «pentodo» que les suenan completamente nuevas.

El modelo 700 cuesta nuevo 195 dólares. Hay otro modelo más reciente -el 900- pero por las facilidades para obtener baterías (pilas) recomienda para España el modelo 700.

En la misma tienda hay un señor sordo que usa otro aparato (muy pequeño, casi imperceptible) de otra marca. El aparato se llama Zenith Hearing Aid y lo construye y vende la casa Zenith Radio Corp.

5801 Dickens Ave.

Chicago 39, Ill.

USA

Esta casa no tiene agencias ni tiendas y vende sólo directamente de la fábrica. El aparato vale sólo 75 dólares y es perfecto para las personas que oyen bien por teléfono. La dificultad es que hay que renovar las baterías (pilas) cada quince días. Pero dice que usando las pilas sólo una semana en lugar de dos las pilas usadas vuelven a cargarse solas.

Creo que para ganar tiempo puede usted escribir directamente a cualquiera de esas casas. Debe explicar su caso personal (a qué edad comenzó a debilitarse su oído, peculiariedades de su sordera, etc. etc.). Cuantos más detalles mejor, porque dicen que cada caso es diferente y que tienen en cuenta todos los pormenores.

Puede decirles que yo pagaré el importe. Si no ha arreglado usted otra cosa podrá pagárselo a mi hermana en la forma que se había convenido en principio para los libros.

Mucho siento que se haya demorado esto por la tardanza en retransmitirme algunas cartas desde N. Y. Pero haré lo que pueda y cuente sin preocupaciones conmigo. Lástima que no sea usted más preciso en los detalles sobre las averías del aparato. Ellos juran que en esos aparatos no hay válvulas ningunas y que el «triodo» y el «pentodo» no tienen nada que ver con él. (No saben lo que es).

Haremos las modificaciones que quiere en el ensayo de Gracián.

Gracias por las fotos que me anuncia. Espero que ha recibido ya las últimos envíos.

Hemos comprado una casa. Vamos mañana a vivir allí, ya. La dirección es

R. J. Sender

630 North Girard Av.

Albuquerque, N.M.

USA

Tengo un estudio muy grande donde las fotos que me anuncia irán muy bien. Quiero que salga enseguida esta carta, para que la reciba cuanto antes. En otra contestaré minuciosamente a todos los extremos de las dos suyas.

Abrazos

Ramón




ArribaAbajo- 5 -

(Idéntico membrete que la anterior)

29 noviembre 1947

Me doy cuenta de que no he contestado a toda su carta (hay cosas pendientes de las anteriores, también). Si encontrara usted un par de velones o candiles campesinos los recibiríamos con alborozo sobre la base de que nos diga lo que ha gastado. Si llegara una madera con bajorrelieves religiosos o paganos renacentistas, de un tamaño aproximado a tres palmos por cuatro (cada uno del ancho de esta hoja de papel), apolillada, con las figuras con la nariz rota, o mancas, etc. (una virgen del Pilar, quizá?) la pondríamos en el testero de mi estudio, sobre el fondo de la ladrillo rojo de la chimenea. Nada de valor artístico ni histórico, claro, sino sólo emocional (lo remoto-familiar). Pero nada de comprometerse a hacerlo seriamente. Si por azar lo encuentra algún día y hay manera de enviarlo y acepta usted que se le pague -condición sine qua non- nos dará una alegría simple y aldeana. Uno es aldeano y quisiera merecer serlo el resto de la vida.

Habla usted de venir? Sería muy bueno, para los españoles, pero de no verse obligado debe pensarlo despacio. Aquí se vive del recuerdo y de la esperanza (hemos perdido el presente) e incluso los que tienen los mejores puestos académicos y llevan muchos años en América dan, por ese motivo, una impresión fantasmal y errátil. No faltan los que a pesar de vivir muy bien tienen los nervios deshechos y algunos -ecce homo- tienen que recordar a menudo frases latinas de Horacio sobre la eterna Iberia para convencerse de que no han perdido demasiado. Yo no he tenido nunca tanto bienestar material como el que tengo aquí, pero es triste llegar a convencerse de que se puede poseer el mundo entero sin lograr el menor reposo interior ni la gozosa sensación de estar firmemente en el centro de su destino. Piénselo antes. Sería excelente que viniera a hacer una exploración durante las vacaciones de un verano. Vería las cosas como son.

Espero que ha llegado el Palmerín.

Dígale a Gil que espero sus versos con mucho interés y que le agradezco mucho su buen deseo en relación con el asunto de mi hernana Carmen, pero que -como ella le ha dicho- estaba ya arreglado. Ojalá lo de California le salga bien.

Si escribe a Hanke sobre lo de Goya dígale que está de acuerdo conmigo y que me envíe a mí el bill (la cuenta). Puede escribirle en español. Estoy seguro de que le atenderá con gusto. Si quiere bibliografías de otro carácter (para usted) pídaselas sin cuidado, sobre la misma base. Los gastos son mínimos.

Voy a recoger las «Hispanias» que hay por la casa, para enviárselas un día de estos.

Me alegro de que mis sospechas en relación con Escribano y su manía bibliográfica tomándome a mí como víctima resultaran sin fundamento. Ha molestado a otros amigos en otras partes con una obstinación digna de mejor causa. Escribano es una excelente persona, fluctuante y errátil, como todos los universitarios profesionales (yo soy sólo aficionado). Gracias por sus envíos.

Abrazos

Sender

(Al pie)

No olvido que me pidió una foto nuestra y que debo y quiero mandársela. Pero no las tendré buenas sino en algunas semanas. Le digo lo mismo de usted y los suyos. En nuestra casa hay para ellas un lugar especialmente cordial.

(Al margen izquierdo)

La primera vez que usted me habló de la «Hispanic Rewiew» yo me confundí y le contesté hablando de la Revista Hispánica Moderna, de Columbia University. Ya veo que la que le interesa es la «H. R.» en inglés.




ArribaAbajo- 6 -

(Se repite el membrete de la carta 1; escrita a máquina)

Zaragoza, 24 de diciembre de 1947
Sr. Don Ramón J. Sender
Albuquerque

Mi querido amigo:

He pasado unos días en Madrid, sin viento ni polvo (el viento del Moncayo es el que hace alargar las vocales finales a los zaragozanos = YOOO), trabajando en la Nacional y hablando por los codos con los amigos. No ví a Dámaso porque estaba en Sevilla dando una conferencia, que quizá repita ahí, ni a Aleixandre, porque no me quedó tiempo. A la vuelta encuentro su espléndida carta.

Le agradezco infinito ese generoso ofrecimiento de pasar con ustedes un semestre, que acepto encantado. Ya procuraré caer por ahí en Enero del 49. Creo que no me será difícil conseguir los viajes, ya que puedo contar con varias conferencias en distintas universidades y en último caso recurriría a pedir una pensión al Consejo de Investigaciones para estudiar petrarquismo con Fucilla, cosa que me interesa muchísimo. Yo le iré preguntando a V. distintas cosas: a) qué tendría que explicar o dictar; b) cómo se dan las clases; c) qué materias les podrían interesar y de qué épocas; d) sobre qué podría preparar unas conferencias, etc. etc. Antes del 49 me será imposible ir ya que quiero dejar en la calle los dos Argensolas y estudiar un poco más de inglés e italiano. Los dos Adelphi serán un hueso difícil de roer para el impresor, y quiero estar aquí hasta verlos fuera de peligro. (Por el soneto que le adjunto verá V. la calidad ascética del trabajo). Diga a Kercheville que agradezco muchísimo su bondad y que leeré con gran placer sus trabajos. Le mandaré un ejemplar de las «Rimas Inéditas» de Herrera, de la Literatura y de algunos tomitos de ediciones. No me queda ni un Cancionero ni un Alfay. (Vea en uno de los números de la «Hispanic» de este año, cómo Romera Navarro se mete con esta ed. última. Casi podría contestarle que colector de la antología no fue Gracián, sino Ustarroz, pero no merece la pena andar discutiendo por tan poca cosa. Por lo demás tiene razón y le sobra).

No creo que Kercheville vea a Romera en Pennsylvania. Otis H. Green me dijo hace poco que estaba en Texas, dictando un semestre. Pero si entre todos me consiguen la Hispanic será estupendo. Por no tenerla ni haberla visto en los últimos diez años, publiqué de nuevo unas aprobaciones de Gracián que Romera había impreso el año 40 y que me echa en cara. (Esto de eruditear desde una provincia española se está poniendo cada vez más difícil. Las bibliotecas con tan pocos libros como hace cuarenta años, no compran revistas ni edics. extranjeras ni arreglan los locales...).

¿No conocía la vida de Pedro Saputo? Es un pastiche de novela picaresca, escrito con gracia y soltura por don Braulio Foz, nacido en Fórnoles en 1791, combatiente en la guerra de la Independencia y después catedrático de Humanidades en la Universidad. Escribió otras cosas graciosas y tradujo bastante bien algunas obras griegas. Yo pasé también un buen rato leyendo ese librito. Lo de Baselga es un poco pesado: alarga demasiado los cuentos. Los otros no los he leído nunca, excepto, claro, el diccionario de Borao. Le enviaré otro diccionarillo y algunas historias locales, si le interesan. ¿Puede usted hacer que me lleguen los vols. del catálogo de libros de la Hispanic anteriores a 1600? Están publicados por una señorita cuyo nombre no recuerdo en este momento. Enviéme también su artículo sobre Cervantes publicado en la Saturday Rewiew, si no estoy mal informado, y dígame con la lista de Aguilar qué libros quiere. Muchos amigos están interesados en el intercambio y todos podremos salir gananciosos.

He localizado dos graciosos velones, bastante asequibles, pero no sé cómo enviarlos. Hoy han quedado en informarme. Vi también una graciosa bacía de barbero, de cerámica, tinteros, platillos, etc. que le harían gracia. Si le puedo enviar los velones, iré poco a poco mandándole chismes locales.

Muchas gracias por su felicitación. Yo le incluía la mía en la anterior, pero se la repito de nuevo muy cordialmente.

Un fuerte abrazo

Blecua




ArribaAbajo- 7 -

18 de febrero 1948

Querido Blecua,

Perdone que desatienda sus cartas. En realidad están desatendidas todas en los últimos meses -incluso las de un interés vulgar y práctico, que suelen ser en el cochino orden de las cosas las que todo el mundo atiende antes-. Pero pensamos en ustedes a menudo. Estoy muy metido en faena con manuscritos nuevos etc. etc. «Hispania» ha tenido un largo eclipse por razones de reajuste editorial y están publicando ahora los números de hace un año. Ve usted lo que me dicen de su Gracián y como he visto antes que no parece usted muy feliz con la idea de publicarlo aquí no lo envío a PMLA.

Agapito Rey me ha enviado una serie de interesantes separatas que supongo que tiene usted ya. Américo Castro no me ha escrito ni me escribirá. Es el único caso entre la gente española de por acá que uno ve con tristeza y pena. Es un hombre resentido y torvo a quien no quiere nadie entre la gente que conozco. Lo menos que me dicen de él es que es insoportable y me distingue con su inquina absolutamente inmotivada a no ser que proceda de una lejana broma de la redacción de El Sol -hace ya veinte años-. El ABC de entonces publicó un suelto insultando a Gz. Caballero y Américo Castro y Gz. Caballero llegaron a la redacción muy nerviosos buscando un padrino de duelo. Me vieron a mí vestido de militar -alférez de complemento, porque estaba cumpliendo un plazo del servicio- y me dijeron que para el caso un militar era ideal. Yo le dije a Américo Castro que iría con la condición de que el duelo se celebrara vistiéndose los dos contendientes como San Jorge, con plumas en el yelmo y que llevaran caballo, lanzas y adargas. A. C. se ofendió más que Gz. Caballero, y parece que dura hasta hoy. Se lo cuento porque supongo que le hará gracia.

Aquí se acerca la primavera y todo va tomando otro aspecto después de un invierno lleno de hielos y nieves -no en Albuquerque sino en el resto del país, como habrá leído en los periódicos (catástrofes de trenes, gente aislada por la nieve y socorrida por los aviones con 50 grados bajo cero, etc.). Este es el país de los extremos meteóricos y de los justos medios en las maneras de la gente.

He reconocido a Gullón enseguida por la foto. Celebro que esté de lleno en un mundo que le gusta. He leído algunos artículos de él en Ínsula que me gustan -el «mundo» al que me refiero antes es el de la poesía y las ediciones de poetas-. Espero que algún día nos reuniremos todos alrededor de una mesa con mucho tiempo por delante y algunas botellas por medio hasta agotar los temas del pasado y algunos del futuro.

Abrazos

Ramón




ArribaAbajo- 8 -

(Centrado, el conocido membrete: «Quién hubiese tal ventura». A máquina)

Hoy 24 de marzo de 1948

Mi querido amigo:

Contesto con algún retraso a su carta del 6 debido al mucho trabajo y a que esperaba la llegada de las pilas. Pero como estas se retrasan demasiado (aunque llegarán) no quiero pasar ni un día más sin darle las gracias por su cariñosa atención. Supongo estarán en la aduana. Llegaron, en cambio, los dos volúmenes del Diccionario de voces medievales, que me parecen utilísimos y a los que sacaré más de una vez su jugo. ¿Quiere darle las gracias en mi nombre al prof. Boggs por su amabilidad? Le quedo a usted a deber ahora un montón de dólares. ¿Le giro a su hermana, o prefiere que le envíe libros, como hasta ahora? Pondré unas líneas al profesor Boggs dándole las gracias. Y no le preocupe a usted lo de la Hispanic de Pennsylvania. Me procuraré verla en Madrid durante mis escapadas de vacaciones.

Le envío hoy mismo los escritos de Falla, que no han sido fáciles de encontrar. El ejemplar me lo regaló un amigo de Sopeña, ya que no están a la venta. Según me dice este mismo amigo, la colección Austral anuncia una edic. más completa. Va también la biografía de Valle-Inclán, de Fernández Almagro, y una separata de otro amigo sobre El modernismo en la Sonata de primavera. Puede usted quedarse con ella, pese a la cariñosa dedicatoria, puesto que yo tengo el número del Boletín donde apareció. Le incluyo un folleto sobre Mal-Lara para Sánchez-Escribano, a quien el otro día envié las Rimas de Herrera. ¿Tiene usted el libro de Casares «Crítica profana» y el de César Barja «Libros y autores contemporáneos»? Tienen estudios bastante buenos y útiles. Si no los encuentra, yo le enviaré mis ejemplares, lo mismo que la biografía de don Ramón hecha por Gómez de la Serna, aparecida en la Austral. Póngale unas líneas a Pedro Salinas, si le conoce, diciéndole que le envíe su artículo sobre los Esperpentos que publicó, creo, en Orígenes, de Cuba. Es un estudio delicioso, muy bien escrito, que le será útil. Hay también un buen trabajo de A. Alonso sobre la estructura de las Sonatas, que apareció en Verbum, 1928. En el libro de Barja encontrará usted abundante bibliografía, a la que deberá añadir un trabajo breve de Fichter, «Primicias estilísticas de Valle-Inclán», publicado en la Hispánica Moderna, de la Columbia, en la n.º 4 de 1942.

No puedo, en cambio y bien lo siento, enviarle ahora el Antonio Pérez, de Marañón. Como la edic. se hizo en Argentina, los ejemplares que llegaron a España se agotaron rápidamente, según me dicen en la librería, aunque esperan pronto otra remesa. Cuando lleguen, le mandaré esos vols. llenos de interés y muy sabrosos. Y no tenga inconveniente en pedirme los libros que desee. Los buscaré con todo cariño.

¿Por qué no me envía antes de su aparición unos fragmentos de su poema? Me gustará mucho leerlos. Ya espero con impaciencia esos Pretextos y la novela que se retrasa demasiado. El número de Ínsula que dedicamos a Guillén quedó muy simpático, como verá, por el ejemplar que le envío, aunque supongo que recibirán allá esa liberalota revista. No, no hacemos mucho caso de los consonantes en poesía. Yo también escribo versos de cuando en cuando, pero no son muy buenos. ¡Qué le vamos a hacer! Bien lo siento.

Se acerca la Semana Santa. Por nuestro pueblo resonarán en el empedrado las cadenas que arrastraban los penitentes y que cuando yo era chico me infundían tanto pánico. ¿Y si le enviase un libro con fotos españolas, muy buenas? Vea las tarjetas que le incluyo en el paquete.

¿Por qué no me envía las conferencias que dio Florence en Puerto Rico sobre la cultura contemporánea en los EEUU? Mire si le queda algún ejemplar. (Esto es para no perder la costumbre de pedirle algo en cada carta).

Un fuerte abrazo

Blecua

¿Y las fotos que me prometió? No deje de mandármelas? Por cierto, ¿dónde concluyó usted el bachillerato? En mi Instituto no aparece su expediente. Tenía curiosidad por verlo. No es encargo de Escribano.




ArribaAbajo- 9 -

(Membrete como en 5. A máquina)

Hoy 31-III-48

Mi querido amigo:

Llegaron anteayer las pilas junto con su carta. ¿Por qué me compró tantas? Lo cierto es que me vendrán de perlas y que lujuriosamente he empezado a gastarlas. ¡Qué gozo, Dios mío! Pero ¡cuánto molestan las toses, los carromatos, las tartanas de los lecheros y los tranvías! Casi tanto como el chirrido de las sillas cuando alguien se levanta. No sé cómo los que tienen buenos oídos pueden soportar tanta molestia. Será difícil que me acostumbre a ese mundo absurdo y disparatado. Yo vivo mucho más a gusto en la música del silencio, en esa soledad sonora de San Juan de la Cruz. Pero, claro, hay que oír hasta lo que le molesta a uno. Muchísimas gracias, pues. Con esas pilas tendré para una temporada y aquí me preparan unas grandes para los exámenes. En casa sólo lo utilizó cuando hay visitas. No estoy, por fortuna, tan sordo que deba utilizar el aparato a todas horas.

Muchas gracias también por ese nuevo y generoso ofrecimiento, que desde luego aceptaré si veo la posibilidad de ir al año que viene. No le oculto nuestra honda preocupación por la marcha de los negocios europeos. Yo he decidido hace tiempo no preocuparme y seguir trabajando en esas nimiedades de los cotejos poéticos, pero tampoco puedo evitar esa atmósfera que nos atosiga. Me gustaría mucho ir con mi mujer y mis chicos, pero los dos pequeños son aún muy chicos (no dirá que manejo mal el español con esas repeticiones) y mi mujer no se atreve a viajar ni para ir a Alcolea. No se atreve tampoco a quedarse sola. En fin, veremos en qué para todo.

Espero que le lleguen pronto los otros envíos: el vol. II de la Historia de España, el Herrera (no lea, por favor, el prólogo), lo de Falla y lo de Valle-Inclán. Y conste que el único gravoso soy yo, y bien lo siento. Me gustaría enviarle muchas cosas: trozos de calles, aires, nubes y algún pequeño río, pero no puede ser. Confórmese, pues, con los libros y dígame cuáles le interesan. Así no me equivocaré.

El arqueólogo Palm es íntimo amigo de uno de mis mejores compañeros de carrera, el actual director de la Biblioteca de Santo Domingo, a quien tengo un afecto fraternal. Fue él quien me puso en relación con Palm a raíz de la publicación de un poema que me envió. ¿Es hombre interesante? Sus trabajos son francamente buenos.

Siento que tarden tanto en publicarle las obras. Por todas partes sucede lo mismo. Yo no sé cuándo veré en la calle tres o cuatro libros que duermen el sueño de los justos en las imprentas. Cuando hay papel no tienen energía eléctrica, y al revés. Pero todos van saliendo poco a poco y de paso me entusiasmo con otros trabajos. Si me dan ejemplares le enviaré dentro de un par de meses el librito más delicioso que imprimieron por aquí en el siglo XVI. Los dominicos alabarán mi celo. Verá qué absurda bibliografía logré reunir.

Dígale a Florence cuánto le agradezco las molestias que le causé con las pilas. No se le olvide de buscarme un ejemplar de sus conferencias. Me interesa de veras. Ustedes viven en un país de magia.

Un fuerte abrazo

José Manuel

Es lástima que los de la Hispanic Society sean tan raros. ¡Cuánto lo siento! Porque poseen una colección maravillosa de libros y mss. que me interesaría estudiar. Alguien me aseguró que los mss. están aún en los sótanos en los mismos cajones que emplearon para enviarlos desde aquí en el año 1904.




ArribaAbajo- 10 -

23 diciembre 1948

Querido Blecua,

Por fin en la biblioteca han conseguido la ficha completa de la Propaladia y he escrito para que se la envíen. Espero que llegara como las cosas anteriores. La han impreso en un pueblecito de Wisconsin donde hay un núcleo erudito sobre cosas hispánicas.

Recuerdo que en otra carta le prometí fotos de Florence y mías y no creo que se las envié (una mía, solo). Le envío estas fotos hechas en el jardín. Tenemos una pequeña casa (no tan pequeña para lo que se usa por aquí).

Les supongo en plenas navidades, con turrones, pavo y quizá belenes (no en sentido figurado sino en el de los «Nacimientos»).

Gracias por tantos y tan sabrosos detalles sobre Zaragoza. Lástima que desapareciera toda aquella parte tan castiza de la ciudad aunque no siempre sus rincones olían bien.

Nada nuevo por aquí. Le escribiré más despacio, más adelante. Ahora quería decirle sólo que la Propaladia está en camino y que no se moleste en mandarme más Barojas (me envió los cuatro tomos).

Ah, y lo más importante, que llegaron hace tres o cuatro días sus libros. El de Torner está -digámoslo así- expurgado. Yo conozco cuatro o cinco canciones más de él, muy buenas -reconstrucciones también más o menos medievales- que no están ahí. Florence toca estas al piano y nos gustan.

La monja de Santo Domingo muy interesante. Sus separatas también. El vocabulario aragonés añade poco al de Borao (para hacer un diccionario hace falta también imaginación) pero es interesante y he encontrado algunas palabras que había olvidado. Gracias por todo.

Ortega regresó y hemos hablado. Dice que estuvo usted en Málaga cuando él estaba en camino de Madrid, de otro modo hubiera ido a verlo. Pero piensa hacer otro viaje pronto y para entonces se conocerán. Me ha traído unos marcos de cuero cordobés muy buenos y otras pequeñas cosas. Tenía pánico, como cada cual, a salir de ahí para un viaje trasatlántico con demasiados paquetes y maletas.

Hasta un día próximo. Abrazos y saludos cariñosos de Pascuas y Año Nuevo para los suyos

Ramón




ArribaAbajo- 11 -

(Membrete: José Manuel Blecua. Cavia, 4. Zaragoza. A máquina)

26-IX (1949)

Mi querido amigo:

Aprovecharé un hueco entre exámenes para contestarle antes. ¿Quién inventaría esta tortura? Desde chico tienen la virtud de ponerme enfermo. ¡Qué cosas dicen y cómo las dicen! Y menos mal que como los frailes consiguieron examinar en sus colegios desde el primer curso hasta el séptimo, nosotros tenemos poco trabajo. Ya le supongo enterado de la reforma de nuestra segunda enseñanza. Pero si no lo está y le divierte conocerla, otro día le hablaré de ella y hasta le enviaré folletos donde leerá textualmente: «En poblaciones donde haya tres o más colegios de religiosos que lleven una vida próspera y un instituto que languidezca, el estado debería suprimir el centro oficial y pagar la estancia de los alumnos en los centros privados. Resultaría más barato que sostener el centro oficial». Y no hace aún dos meses, cierto jesuita describió en un periódico que los catedráticos eran unos piratas, estraperlistas, etc... Lo que no fue obstáculo para que el rector de cierto colegio intentase recomendar a todos los alumnos. ¡Viva la picaresca, sí señor!

Tiene usted razón y le sobra en lo de Lawrence y sus diferencias. Fui un tonto pero ya le advertí que soy muy mal lector de novelas. Ahora veo claramente la profunda diferencia que existe entre los ganglios y la sangre. Y mil gracias por no haber tomado a mal lo que le dije. Da gusto dialogar con usted y espero que algún día lo haremos de viva voz y hasta jugaremos al billar en su play room, aunque yo no he jugado más que unas cuantas veces en un café de la calle San Gil que se llamaba Universo. Si me las colocan como a Fernando VII, aún hago alguna que otra carambola, pero lo más probable será que le rompa el tapete y usted se indigne de mi ignorancia. En cambio, ya iremos al fútbol con sus chicos y le gritaremos al árbitro «BARROCOOO», cosa que hago con los míos y que desconcierta bastante al buen señor. Iremos también a la piscina.

Efectivamente, los campesinos de Tauste suelen exclamar «ende», pero las mujeres dicen «Ñain». Desconozco las etimologías; yo no soy un filólogo. Lo de que el viento del Moncayo alarga las vocales es una pequeña «boutade» mía. Es lógico que si ese viento se lleva las chimeneas, arrastre también los sonidos y los alargue, ampliando el tono.

Tengo ganas de leer los «Pretextos» y presumo que los versos que aparecen en «La esfera» están arrancados de ese libro, sobre todo los referentes a la dama de Elche. No estaría mal que le diese usted un buen empujón a la poesía contemporánea y la trajese usted por estas latitudes. Desde hace unos siglos carecemos de poesía, aunque yo no prodigaría mucho los términos locales, que en poesía limitan la expresión. ¿Los publicará en Francia? Espero también que llegue pronto su novela en inglés y «El rey y la reina». Yo le mandaré dos o tres cosillas eruditas y otras obras. Para eso he escrito a Joaquín Ortega, diciéndole que si marcha embarcado y quiere llevarle unas cuantas chucherías que me lo diga. A mí me gustaría muchísimo conocerle. Le digo que si tiene el propósito de venir por aquí y de pasar hacia Barcelona que me avise. Póngale usted unas líneas insinuándole también la posibilidad de hacerlo.

No sabía que le interesasen a usted los libros viejos. Entonces quizá quiera comprar cosas referentes a la historia aragonesa. Cierta nueva librería, establecida hace un mes, ofrece en venta casi todos los cronistas aragoneses, empezando por los Anales de Zurita (siete vols.) y siguiendo con los continuadores. Piden por los siete vols. de Zurita alrededor de seis mil pesetas y cuatrocientas por cada vol. de los continuadores. Es posible que yo los sacase más baratos, pero los tontos estraperlistas que quieren presumir de bibliotecas pagan precios absurdos por libros ridículos. Si le interesan y los puede llevar Ortega, díganoslo a los dos. Y desde luego, si yo me quedo con esa biblioteca de que le hablaba cuente usted con algún volumen, aunque casi todos son italianos. (No sé lo que pedirán; supongo que mucho). Quizá a Ortega le interesase verla y ver también esos libros aragoneses que venden. Le llevaría a otros sitios interesantes.

Don Domingo Miral murió hace cinco años. A mí me estimaba mucho, aunque deserté de sus clases de alemán y griego. Era incapaz de aprender aquellas listas de raíces y me divertía más leer la Celestina. Recuerdo aún sus manos, con las uñas de grifo, enseñándonos el éntasis y las metopas. Murió también Giménez Soler. El único que aún lleva bien sus 84 es Salarrullana, de Fraga, que a las ocho de la mañana ya tiene su misa en el cuerpo. Dice que el secreto consiste en cenar sólo un plato de sopas de ajo, con un huevo pasado por agua. Supongo que mi padre y el suyo dirán lo contrario. Vive también Moneva, con el mismo aspecto de murciélago envuelto en capa. Sigue como siempre y da gusto hablar con él un rato. Tiene virtudes que la gente desconoce. Ahora tiene en prensa un libro de memorias que yo le sugerí. Se lo enviaré cuando salga.

No conozco a esas amigas suyas Mac Donald. Debieron de ir a Jaca hace muchos años. Yo expliqué este año unas cuantas lecciones de literatura contemporánea y hablé de su obra, con la misma objetividad que expuse la de otros. Estuve también en Villanúa, donde tengo unos buenos amigos, colegas, bebí abundante leche de vaca, fui a las cuevas otra vez y hasta corté algún pino. Si Ortega marchase embarcado, le compraría a usted desde sombreros de Ansó hasta cencerrillos, o esquilillas de bronce. (Si Ortega tiene el propósito de comprar cosas, es de creer que vuelva en barco). Buscaría también algún abanico viejo para Florence o alguna curiosidad. (Sabe usted, me seduce la idea de enviarle una minúscula churrera y la fórmula para hacer los churros. Ayer regalamos una a un matrimonio francés, a quien no pudimos sacar de la cocina. Así podrá invitar a comer chocolate con churros a los amigos que pasen por Albuquerque, como A. Rey, a quien me lo imagino como procedente del Centro de Estudios Históricos, aunque parece que se doctoró en Wisconsin).

Tenía noticias de la muerte de R. Iglesias, como conozco también la de Xirau y las de tantos otros. Iglesias prometía realizar una buena obra como historiador y yo tengo algún trabajo suyo muy bueno. Me habló de él hace tiempo E. Buceta, el prof. de Berkeley, a quien conocí revolviendo mss. en la Nacional.

Veremos si algún día logro escribir esa historia de la poesía, desde dentro o desde fuera. Más probable será que lo haga desde fuera, con alguna erudición y quedándome en la corteza. ¿Quién le ha dicho que yo hago versos? Sí, los hago tan malos, tan de profesor de retórica, que más vale que queden inéditos. Uno no está llagado por la mano de Dios, como dijo no sé quién, para ser poeta. Me interesa más la erudición, o me divierte más que escribir. (Lo cierto es que soy terriblemente vago y no me divierte trabajar en nada y menos discurrir. No tengo tampoco sentido de la forma y lucho angustiosamente con la expresión. ¡Qué le vamos a hacer! Bien lo siento).

Y muchas gracias por la foto. En efecto, ahí aparece usted más viejo. Yo le enviaré en la próxima otras nuestras. Verá que tampoco llevamos mal nuestros 35.

Yo aún puedo cruzarme el Ebro nadando, aunque soy un peso pluma o de vilano, y tengo un aspecto bastante juvenil. Si algún día ve entrar en su casa una mezcla de banderillero con tocador de guitarra o vendedor de burriquillos teñidos, ese soy yo. Hay opiniones distintas entre los amigos. Yo espero que me vea entrar pronto, llevando debajo del brazo los dos tomos argensolistas. En cuanto los tenga me plantaré por Albuquerque y nos pasaremos hablando todo el día. Sí, soy lo bastante optimista como para contarle chistes o alguna anécdota tan deliciosa como la siguiente que, por ser valleinclanesca, le interesará: este verano se celebraba en Jaca una reunión de filólogos toponimistas y se esperaba la asistencia de M. Pidal. Con este motivo no se oía por la universidad más que «Va a venir don Ramón», «Don Ramón llegará mañana», «Hoy viene don Ramón». Efectivamente, don Ramón llegó y pasó a una sala de conferencias y descansos, donde cierto afinador local estaba tecleando en un piano. Vió a don Ramón con su barba «bellida» y salió contentísimo diciendo: «Ahí dentro está don Ramón del Valle-Inclán». Excuso decirle que hasta M. Pidal se moría de risa, con su metamorfosis. Últimamente circulaban unos chistes a base de hipérboles, los tan-tan, de los que aparecieron algunos espléndidos: «Era una radio tan chiquitita, tan chiquitita, que no podía coger estaciones y cogía sólo apeaderos». «Vivían en un piso tan bajo de techos que sólo podían comer lenguado». «Era un puente tan honesto, tan honesto, que siempre que pasaba una muchacha cerraba los ojos». Cuénteselos a sus chicos. Los míos todos los días me traen un par de docenas.

No recuerdo qué libro me pedía en la otra carta. No se preocupe. Pero si no le interesa el de Marañón, supongo que le interesará poseer un ejemplar de «Picasso antes de Picasso», bastante curioso. Lo buscaré, porque me parece que se agotó.

Muchos afectos de todos para ustedes y un fuerte abrazo de su

José Manuel




ArribaAbajo- 12 -

13 de febrero 1952

Querido Blecua,

Es una vergüenza, que no haya contestado aún a su carta pero eso no quiere decir que no piense en usted. Una vez más las cartas mejores son las que uno aplaza para escribir despacio y con tiempo.

Supongo que Jorge Guillén habrá regresado ya aquí. Si por casualidad estuviera aún en Madrid quiere usted decirle que antes de regresar pase por casa de mi hermana Concha S. de Compairé, Lista 75, Madrid simplemente a saludarla de mi parte? Gracias. Ella me pide que le envíe a alguien que vaya a volver a América sin duda para darle alguna cosa familiar (fotos, tal vez).

Mi estudiante se fue a Marruecos -ha debido volver ya, quizá-. Vive en Doctor Castelo 14 y se llama Paul Burkhard. Pero yo no le he dicho que se dirija a usted y parece ya orientado en la cosa universitaria. (Quiero decir, que no le he dicho que se dirija a usted sino en el caso de ir por Zaragoza o en el caso de necesitar de veras alguna asistencia eficaz en Madrid). No hay que molestarle a Ud. en vano y si le enviamos todos los estudiantes que van por ahí eso va a ser como dice un cuñado mío aragonés el bonito y divertido juego del !ay, que coño! Y perdone.

A Salinas lo enterraron en Puerto Rico. «Hispania» va a publicar un número especial dirigido a él. Pobre Salinas, relativamente joven aún. Y tan fuerte y atlético al parecer.

Lida volvió a Méjico. Le ofrecieron buenas cosas aquí -en América-, pero decidió que la manera de enseñar aquí no le convence (él es terriblemente latino de apariencia y más que latino, levantino del lejano Mediterráneo, según parece). Y no le hacía mucha gracia todo esto.

No llegaron sus guirlaches (de Zorraquino). El nombre de esa casa tiene para mí más dulces memorias que para usted, quizá. (Por la distancia). Supongo que hay dificultades en las aduanas. Un compañero mío de universidad me dice que ha enviado una pluma estilográfica al mozo del parador de Gil Blas en Santillana (estuvo allí un par de semanas el último verano) y que no le ha llegado. Parece que se pierden cosas.

Nuestro jefe de departamento Robert Duncan está hace años esperando una oportunidad para ir ahí. Es uno de esos americanos realmente locos por nuestra vieja patria. Habla un español perfecto -con la z, incluso- y ha publicado algunas cosas eruditas -la última en el boletín de filología, de ahí, titulada: «El como y el cuemo en Alfonso el Sabio». Es una persona excelente desde todos los puntos de vista. ¿No habría manera de que alguien le invitara desde ahí para alguna sesión de verano o de invierno? ¿No hay alguna beca o cosa parecida? Él iría por sus medios pero necesita alguna ayuda porque tiene un hogar populoso -tres hijos, esposa, etc.- y no mucho dinero. Si usted puede orientarme él y yo se lo agradeceremos.

Sale el próximo mes una cosa mía en Chile: «El verdugo afable». Aquí, en New York, otra: «Anselm or the Terms of Reality». Otras cosas, después. Le enviaré las que salgan en español o en francés. No ha llegado aún la novela de Ildef. M. Gil.

No sé si las ediciones de la colec. Austral de Buenos Aires se preparan y contratan en Buenos Aires o en Madrid (creo que en Madrid). No sé tampoco si yo sigo siendo tabú para ellos. Publicaron en 1935 (no en la colección Austral, sino Espasa-Calpe) un libro mío y desde entonces no he vuelto a saber nada. (Me dieron mil pesetas de anticipo y no he tenido liquidaciones aunque el libro se vende en América). No tengo la menor idea de lo que pasa en Esp. Calpe. Si los ve usted cuando vaya por allí quiere preguntarles? Yo podría darles tres o cuatro títulos políticamente neutros para la colec. Austral: El lugar del hombre, Crónica del alba, El rey y la reina, Epitalamio. Pero no vale la pena que se moleste usted en escribir una carta. Cuando vaya por otros motivos y trate de su antología poética si quiere decírseles se lo agradeceré.

Creía que Casona había vuelto a España -leí en alguna parte esa noticia- y escribí a su editor de aquí. Me contesta desde el Uruguay, extrañado y dolido de la confusión. No había tenido noticias de él en más de diez años. Me dice estrena en Buenos Aires el 20 de marzo «Siete gritos en el mar» y yo creo que voy a conseguirle en New York el estreno de una preciosidad de comedia que publicó hace poco con el título «La dama del alba».

Aquí este año ha bajado la matrícula. Sólo tenemos 3.600 estudiantes. La incertidumbre del futuro -guerra, tal vez- retrae a los estudiantes. Pero yo casi no lo noto. Tengo el mismo número de siempre.

No hay novedad en las filas académicas hispanoparlantes. Ortega deberá irse a Ronda, tiene usted razón. Mientras decide lo que hace va a irse a Méjico de vacaciones. Está mal y tiene esa horrible incomodidad de una enfermedad nerviosa (fantasmas e imponderables). Los andaluces que salen de España y pasan más de un año por latitudes gringas acaban neuróticos. Los del norte de España resistimos mejor. Conocí un cordobés que estuvo en Japón once años. (Salió de Córdoba para ir directamente a Tokio). Cuando yo lo encontré, en San Francisco (Calif.), estaba el pobre con una serie de manías tristes, entre ellas la de cantarle a todo el mundo el No, la canción nacional japonesa que parece que cantan más con el estómago que con la garganta y lo hacía con una seriedad sacerdotal que nos hacía reír a todos (él se ofendía terriblemente). Los andaluces no se trasplantan tan bien como nosotros.

Supongo que en los últimos meses (desde su carta, algunas semanas antes de navidad) se habrá llenado usted de noticias. Escríbamelas. ¿Nuevas publiaciones? ¿Planes nuevos? ¿Ya está terminada a gusto y completada la instalación de la nueva casa?

Mi chico tiene el premio de Roma de piano y composición y va a ir a la histórica urbe en septiembre. Tiene diecisiete años y toca el piano de un modo que me asombra. ¿Tal vez ese va a ser su futuro? En todo caso es mejor que profesor (se va a divertir más). Compone, también. Bueno, trata de componer y estudia con entusiasmo. La chica está en su escuela y me envía fotos de los plays de teatro en los que ha intervenido últimamente. Todos felices y fuertes, por ahora.

Florence traduce artículos y cosas menores mías.

Yo trabajo un poco más que en los últimos años. Quiero en los dos próximos dar lo que haya de dar si puedo dar algo que valga la pena. Estoy lleno de planes. De lo dicho a lo hecho... (Es decir, del dicho al hecho). Pero creo que todo irá bien.

Recuerdos cariñosos de Florence y abrazos de su buen amigo

Sender




Arriba- 13 -

2 noviembre 1954

Querido Blecua,

Le felicito, porque los de Columbus le tratan bien. Usted lo merece. También tienen en cuenta los gastos de desplazamiento, que son mucho mayores que los de un profesor de aquí. Seguramente lo pasará bien, allí. Espero y deseo que ahorre usted lo bastante para comprar a la vuelta el puente de piedra (aquí los puentes tienen dueños -casi siempre la ciudad o la provincia- y hacen pagar un pequeño impuesto a todo aquel que pasa a pie o en coche hasta que amortizan el costo de dicho puente).

Gracias por su teoría sobre los regalos. No se ocupe usted de Sastre (un estudiante de Madrid que estuvo aquí me escribe diciendo que va a mandarme sus obras. Es un tal Otero, del Colegio Mayor -¿no dicen así?- César Carlos). Pero lo que puede hacer y se lo agradeceré mucho es traerme dos ejemplares del poema sobre Juan de Oñate que editó usted con Rey hace dos años. El ejemplar mío se lo llevaron y hay un cura historiógrafo que quisiera uno para él. Así pues si me trae dos yo me quedaré con uno. Y mil gracias.

También le agradezco su gestión con la librería. Hoy mismo he recibido una carta de ellos y les escribo directamente, de modo que no le molesto a usted.

Todo irá bien en Columbus, ya verá. Los estudiantes muy avanzados hablan español y no tendrá usted dificultad alguna. Rockwood habla francés. Otros colegas del departamento hablan francés o español. Y como usted sabe son buena gente que le ayudará a organizar su vida. Alguna vez se aburrirá usted. Aquí no existe esa disposición natural a la camaradería según la cual la gente se reúne o se separa al azar de los acontecimientos. Aquí cuando quieren estar con usted lo citarán dos o tres días antes y lo tendrán en su casa de cinco a ocho o de ocho a once. Y habrá presentaciones y casi siempre señoras aburridas. La única excepción en todo esto es Rockwood, que es un poco bohemio en alto estilo, es decir en el de la gente rica. Su mujer lo es y él suele decir que se permite ser deslenguado e impertinente en la facultad porque todos saben que su mujer es muy rica y que puede vivir sin el sueldo de la Univ. También dice que en su casa su mujer lleva los pantalones (por el dinero). Claro es que nada de eso es verdad (sino la fortuna) pero representa un género de humor entre estoico y cínico de la mejor casta.

Sí que nos veremos. No sé cómo, pero tal vez pasaré yo cerca de Columbus y si es en un week end le avisaré y podemos encontrarnos. Chicago está a cien millas (dos horas) de Columbus y para cualquier parte que vaya habré de pasar por esa ciudad de los vendavales y los lagos (y los cerdos en conserva). Pero nos pondremos de acuerdo fácilmente.

Una vez que esté usted en Columbus y sepa los estudiantes que tiene y haya leído «Hipogrifo violento», si lo quiere para su clase bastará con que me lo diga y yo enviaré una nota al editor de México. Pero no olvide que si usted le pide a Rock-wood que el departamento compre algunos libros para sus cursos lo harán con mucho gusto. Aquí no les importa nada hacer gastos y por el contrario les gusta cualquier prueba de eficiencia y de interés profesional. (De esas pruebas que yo no doy nunca, claro).

Estos días debe estar Ud. ya con la fiebre ambulatoria y no debe tener tiempo para nada. Cuando reciba los libros -si llegan antes que usted salga- póngame dos líneas diciéndomelo. Y gracias otra vez. Abrazos.

Ramón







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