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�Sol de la juventud, en sed de amores |
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tu ardiente rayo el corazón inflame! |
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�Primavera del alma, dame flores |
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que al sola del arpa por doquier derrame! |
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Juventud |
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�Salve a ti, Juventud! |
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Atrás mi planta |
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ha dejado los plácidos linderos |
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de la casta niñez, y tus senderos |
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a pisar se adelanta. |
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Vengo a buscar ansioso, tu alegría, |
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mañana de la vida placentera; |
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dame la luz de tu risueño día, |
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las flores de tu rica primavera, |
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el rumor de las brisas melodiosas, |
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los besos en perfumes de tus rosas |
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y de tu sol la ráfaga esplendente, |
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para en las horas del amor dichosas |
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bañar con ella de esplendor mi frente. |
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Inquieto a ti mi corazón se lanza; |
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y al son de mi arpa desacorde y rudo, |
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con el himno primer de la esperanza, |
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�hermosa Juventud, yo te saludo! |
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�Bello es vivir! Se desparrama el día |
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en cascadas de luz sobre la tierra, |
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y del regazo de la noche fría |
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la misteriosa vida se levanta, |
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y se estremece de placer y canta |
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el himno, del amor y la alegría. |
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�Hora de bendición! Despierta, el mundo |
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cual de un sueño de amores, voluptuoso; |
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a los besos del sol, Naturaleza |
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sacude su reposo |
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ebria de luz, de vida y de belleza |
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como la esposa al beso del esposo. |
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�Qué dicha es el vivir! Bella es la vida |
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como la virgen del amor, soñada. |
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Vaga en la faz de, la Creación, perdida |
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la sonrisa de Dios, y su mirada |
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sobre ella está encendida. |
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Mas ante mí, para los ojos míos, |
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esa Creación magnífica estuviera |
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de la noche en los ámbitos sombríos |
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si a la luz de mi fe yo no la viera. |
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También el corazón tiene su aurora, |
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también llega el momento |
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en que así cual se dora |
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con la primera luz el firmamento, |
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un misterioso, sol surge en el alma |
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y se llena de luz el pensamiento. |
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Y tiene el corazón su primavera, |
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su coro de aves, su fulgente día, |
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su blanca estrella -la ilusión primera, |
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su canto- la poesía, |
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sus rosas- los amores, |
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y en vaga lontananza, |
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bajo el iris de mágicos colores |
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el horizonte azul de la esperanza. |
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�No flota en las alturas |
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espíritu de amor, el Alma inmensa |
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que derrama la vida en las criaturas? |
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A ella la flor con su perfume inciensa, |
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a ella los mundos armoniosos cantan, |
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a ella el éxtasis vago |
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y el suspiro del hombre se levantan; |
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para ella enciende su fulgor la aurora |
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y su pálida lámpara el lucero, |
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y a ella también el alma soñadora |
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vuela del arpa en el cantar primero. |
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Sí: de mi corazón al fuego vivo, |
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como raudal desbórdese de flores |
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de mis canciones el torrente altivo |
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al incógnito Dios de los amores. |
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Hay una cifra mística, bendita, |
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con el topacio, sideral escrita |
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en la página azul del firmamento: |
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hay una voz dulcísima, inefable, |
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que acompaña la música del viento, |
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y se mezcla al susurro cadencioso |
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que estremece los nidos |
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entre las hojas del pinar umbroso; |
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que flota en las espumas |
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del férvido torrente, y juguetea |
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en el ritmo de amor con que gorjea |
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el ave agreste de irisadas plumas. |
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Misterioso cantar de los cantares |
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que la Creación levanta, |
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y en el arpa soberbia de los mares |
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entre las nubes y las olas canta; |
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voz que en el éter cristalino flota |
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entre las olas de la luz perdida, |
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dulce y sagrada nota |
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del alma de los mundos desprendida; |
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voz errante en la sombra misteriosa |
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como el suspiro de la noche en calma; |
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voz que seduce y habla cariñosa |
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con impaciente inspiración al alma. |
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�Lo que dice el �Hosanna�! de la tierra, |
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lo, que la cifra sideral escribe |
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y mi fogoso corazón encierra, |
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es el verbo fecundo, |
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es la palabra Amor, himno del mundo! |
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�Amor, mágico, amor! Cuando el Eterno |
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con tu sagrada nombre |
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estremeció de júbilo, el vacío; |
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cuando, como, relámpago de vida, |
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del caos rasgaste el pabellón sombrío, |
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�no se encendió la luz?... |
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Así del hombre |
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en el gran corazón, tu poderío |
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hace, la luz y la existencia inflama; |
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así sediento, el mío |
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no sabe lo que ama... �pero ama! |
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�Amar! �Y qué es amar? |
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�Esas visiones |
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que llegan cuando velo |
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a verter en mi frente, inspiraciones. |
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que voz no tienen, porque son del cielo; |
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esas pálidas vírgenes flotantes |
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de indecible belleza, |
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de ojos y labios para amar encesos, |
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que dejan, al pasar, en mi cabeza |
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una corona de inefables besos. |
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esas son el amor...? En su regazo, |
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se reclina mi sien, y ya dormido, |
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oid lo que las vírgenes del sueño |
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murmuran a mi oído: |
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Una voz |
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�-Yo vengo a ti. Soy un ave, |
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mística alondra del cielo, |
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que voy buscando en mi vuelo |
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el nido de un corazón. |
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Yo soy la chispa divina |
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con que Dios prende la llama |
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a cuyo fuego se inflama |
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la vida en la Creación. |
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Yo ilumino la esperanza, |
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divinizo la hermosura, |
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dulcifica la amargura, |
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doy sonrisas al dolor; |
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yo tan sólo, de la dicha |
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guardo la imposible palma, |
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yo soy el alma del alma, |
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soy la vida... Soy Amor.� |
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Otra voz |
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�-�Toma, poeta, tu laúd ardiente, |
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flamee la inspiración! |
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y, corona de luz sobre tu frente, |
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reverbere el incendio de tu mente |
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al arrojar al mundo tu canción. |
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�Brote de tu alma, cual del sol el día, |
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palpitante de fuego y armonía, |
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la estrofa de tu fe |
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La Gloria soy... Y de la frente mía |
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lauros para la tuya arrancaré!� |
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Otra voz |
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�-Yo soy la antorcha |
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que el caos alumbra; |
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yo soy el vuelo |
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que al genio encumbra |
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hasta do tiene |
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su trono Dios. |
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Bajo mis alas |
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la inteligencia |
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abarca el mundo... |
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yo soy la Ciencia, |
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el día sin noche |
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de la Creación.� |
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Otra voz |
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�-�Oh! �ven a mis brazos! Yo soy la hermosura |
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mis ojos embriagan, mis labios también... |
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Acerca los tuyos, mis goces apura, |
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y luego en mi seno reclina tu sien. |
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Deshoja en tu copa balsámicas flores: |
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festín es la vida; su flor, la mujer... |
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�Qué dulce es la muerte muriendo, de amores! |
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�La vida es un beso... �Yo soy el Placer!�. |
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Y heme aquí, Juventud, a ti viniendo |
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con el alma de sueños encendida, |
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mi corazón y mi laúd trayendo |
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al festín encantado de la vida. |
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Heme aquí, Juventud, a tus umbrales... |
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Atrás, con mi niñez, queda perdida |
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la senda de mis campos paternales. |
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Anoche tuve un sueño. Al pie de negra palma |
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estaba yo sentado: la sombra me envolvía. |
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La soledad inmensa entristecía mi alma, |
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un ruiseñor cantaba... Mi corazón oía: |
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�Yo canto cuando abren, |
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jazmines de la noche, |
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las pálidas estrellas |
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su luminoso broche, |
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a la hora en que se llaman |
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los seres que se aman. |
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Yo soy entre la sombra |
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heraldo del amor.� |
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Después meció a follaje de la siniestra palma, |
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del viento de la selva la ráfaga sombría. |
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Algo como el suspiro tristísimo del alma |
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alzose sollozante... Mi corazón oía: |
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�-Yo soy el alma errante |
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que en las tinieblas giro |
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por recoger del hombre |
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el tétrico suspiro. |
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Yo bebo en las corolas |
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las lágrimas que a solas |
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en hondo desamparo |
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derrama el corazón.� |
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La noche era muy negra. Las hojas de la palma |
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de súbito temblaron... y vi que descendía |
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algo como la sombra del ángel de mi alma; |
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hablaba en las tinieblas... Mi corazón oía: |
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�-Hombre de los dolores, |
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yo traigo desde el cielo |
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palabras inefables |
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de paz y de consuelo. |
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Herido de tristeza |
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inclinas la cabeza, |
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�acaso no conoces |
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la vida del amor?� |
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-�Qué, tú eres la esperanza? |
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-Yo doy las ilusiones. |
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-�Eres Amor, acaso? �La dicha que soñé? |
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-Se encienden a mi paso de amor los corazones. |
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Tribútanme su culto, conságranme su fe. |
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Quizá del cielo, trajo la voz de los amores, |
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y me enseñó la dicha los himnos del placer. |
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Encanto la existencia, ahuyento los dolores, |
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y soy vida del alma... Me llamo �la Mujer�. |
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Y de la oscura noche iluminose el cielo, |
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gimió de amor el bosque, la palma retembló, |
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y la visión celeste tendiéndome su velo al irse, |
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con sus besos mi frente acarició. |
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Huyó también la noche. La blanca luz del día |
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la cumbre de los cielos iluminando va. |
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El mundo se despierta, radiante de alegría, |
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�ay! pero el alma dulce, hermana de la mía, |
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el ángel de mi sueño, mi virgen... �dónde está? |