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El artista



                                                                                                                                         
   Dadle aire, luz, espacio... �Tended ante su vista,
                   de un horizonte de oro
                   la vaga inmensidad.
�Dejadle libre y grande! �Dejadle... es el Artista;
su numen es el genio, su sueño la conquista,
                   y tiene dos amores:
                   la Gloria y la Beldad.
 
De niño, cuando sólo resbala por la frente
                   el fuego casto y suave
                   del beso maternal,
su frente de poeta, ya pálida y ardiente,
estaba pensativa... Poblábase su mente
                   de imágenes y sueños
                   de un mundo celestial.
 
La aurora, el sol de fuego, la misteriosa calma
                   de la sagrada noche,
                   los astros del Señor;
la brisa que sacude las hojas de la palma,
la sombra y el silencio, hablaban a su alma
                   en un idioma vago
                   de dichas y de amor.
 
Le habló con sus rumores la selva centenaria,
                   le habló con su murmullo
                   la brisa del pinar;
y en la remota playa, ardiente y solitaria,
oyó cómo entonaban magnífica plegaria
                   los vientos y las olas,
                   los tumbos de la mar.
 
Y alzó su frente altiva bañada por el día,
                   en fuego la mirada,
                   en fuego el corazón;
y cuando al mundo quiso decir lo que sentía,
una arpa entre sus manos, temblando de armonía,
                   para cantar su alma
                   de súbito encontró.
 
Amó... cantó la dicha... Después... vino el tormento.
                   Amor, �no, eres acaso
                   del corazón la cruz...?
Pero es para el artista fecundo el sufrimiento;
allí la ciencia aprende del grande sentimiento,
                   de aquella triste sombra
                   despréndese la luz.
 
El es el alma inmensa. La humanidad entera
                   palpita en el misterio
                   de su alto corazón.
Es el latido de, ella; por ella cree y espera,
por ella sufre y llora, por ella desespera,
                   por ella del martirio
                   levántase hasta Dios.
 
Así cruza el poeta la senda de la vida.
                   La paz de la ventura
                   no se hizo para él.
Le ignora la fortuna, el porvenir le olvida,
pero su frente triste y pálida va ungida
                   con yo no sé qué beso
                   del cielo en su laurel.
 
�Qué importa a su alma grande la dicha transitoria
                   del oro, la fortuna
                   y el rápido placer...?
Escrita con la cifra de bronce, de la historia
tal vez al mundo deja la página de gloria
                   que el golpe de la suerte
                   no puede ya romper.
 
 
   �Dadle aire, luz, espacio...! Tened ante su vista
                   de un horizonte de oro
                   la vaga inmensidad.
�Dejadle libre y grande! Dejadle... es el Artista,
su numen es el genio, su sueño la conquista,
                   y tiene dos amores:
                   la Gloria y la Beldad.
 
�Dejad que su alma sueñe, dejad que su alma espere
                   y que su vuelo tienda
                   del ideal en pos!
La gloria de sus sueños es gloria que no muere...
Espíritu sublime que lo infinito quiere,
                   está, lejos del mundo
                   porque se acerca a Dios.




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�A las armas!



                                                                                                                                         
   No tenemos más rey que las leyes,
no tenemos los libres señor;
que con sangre se tiña de reyes
nuestro bello pendón tricolor.
 
   �Hasta cuándo en vil ocio, hasta cuándo
yaceréis, mexicanos, dormidos?
�Hasta cuándo seréis tan sufridos
que se os pueda venir a insultar?
No de paz, no de fiestas y danzas
es esta hora que pasa tremenda...
�aquí mismo, en la patria, su tienda
ha venido el francés a plantar!
 
   �A las armas! Oíd cuál resuenan
de conquista los hurras salvajes..
�Para cuándo queréis el valor?
�Hasta cuándo vengáis los ultrajes?
El que lleva en su pecho grabada
de la patria la imagen querida,
nunca piensa que juega la vida
sólo piensa que gana el honor.
 
   Sólo piensa cuando entra en la lucha
que el oprobio al cobarde le queda;
sólo busca lugar en que pueda
la ancha espada mortífera hundir.
Sólo sabe, ya tinto en su sangre,
que morir por el niño, la anciana,
por la madre, la esposa, la hermana
por su Dios y su hogar..., �no es morir!
 
   Es cumplir por la patria bendita
la misión más sublime del hombre;
es quizá bautizar con su nombre
una página de oro triunfal;
es vivir como vive la fama,
es vivir como vive la gloria,
es comprar a la excelsa victoria
el derecho de ser inmortal.
 
   �A las armas! �El grito de guerra
como el trueno los ámbitos llene,
y del Gila al Grijalva resuene,
del Pacífico al Golfo también!
�Y, cual llama de incendio, que el soplo
de impetuoso, huracán arrebata,
como tromba que el rayo desata,
se desplome la guerra doquier!
 
   �A las armas! �Los montes, los valles,
las ciudades vomiten guerreros... !
�Luz nos den en el día los aceros,
y en las, noches alumbre el cañón!
Y que corra la sangre agostando
flor y mies en la vasta campiña...
Cuando el agua de rojo se tiña
ya podremos lavar el baldón.
 
   �No haya paz! �El flamígero incendio
del combate la atmósfera abrase;
cada pecho que el hierro traspase
multiplique en los otros la fe!
Y no quede un pedazo de tierra
que no moje la sangre enemiga...
Si es preciso, no quede quien diga
de nosotros: �la Patria aquí fue...!
 
   �Sí...! Primero, primero se tomen
las ciudades en mudos desiertos,
y los campos se cubran de muertos,
y la patria perezca en luchar,
que sumisos a un amo extranjero
ofrecer nuestra carne a su vara,
de vergüenza taparnos la cara
y cual pobres mujeres llorar...
 
   Nuestro sol es el sol de los libres,
nuestro suelo es un suelo de bravos;
pero si hay corazones de esclavos,
si hay traidores..., �maldígalos Dios!
El traidor no es hermano... Va solo:
es Caín vagabundo y proscrito;
Dios escribe en su frente: �maldito!
y sus hijos le ven con horror.
 
   �Oh mi Patria! En un tiempo la lucha
sin piedad a tus hijos diezmaba;
sangre propia tu seno chorreaba,
sangre extraña tu espada también.
�En un tiempo, con mano terrible
la melena real sacudiste
del ibero León, y le oíste
ya vencido rugir a tus pies...!
 
   �Cómo es que hoy a tu frente divina
el baldón por el galo se escupe?
�Quién de Puebla arrasó el Guadalupe?
�Quién el sol de tu Mayo apagó....?
�A las armas! Doquier el incendio
de la guerra tus campos alumbre,
y retiemblen la costa y la cumbre
al feroce tronar del cañón.
 
   �A las armas! �El sol de la Patria
no vea más nuestra triste vergüenza!
�Es preciso que México venza,
y en el nombre de Dios, vencerá!
�Al cadalso, a la tumba, al oprobio
rodarán el monarca y vasallos...
y sus cascos pondrán los caballos
en la sacra corona imperial!
 
   �No tenemos más rey que las leyes,
no tenemos los libres señor,
ni aquí tienen más trono los reyes
que el cadalso sin gloria ni honor!


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