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�Óyeme, Juventud! |
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Callo en mi labio |
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el himno de alabanza, |
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y abro mi corazón, en donde guardo |
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la voz de la amistad y la confianza. |
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Me llamaste a tu seno, y he venido |
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pobre de lo que esperas; |
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mas si jamás talento he poseído, |
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aun guarda el corazón envejecido |
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algo de sus lejanas primaveras. |
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Aun el fuego divino |
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que enciende en esa edad la fantasía |
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y alumbra el pensamiento, |
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como alumbra el inmenso firmamento |
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el rayo de oro, del naciente día; |
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aun ese fuego deja |
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la última de sus chispas encendidas |
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dentro de un corazón que ya se aleja |
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de los confines de la edad florida, |
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dentro de un corazón que van enfriando |
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las nieblas de la tarde de la vida. |
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Esa chispa se aviva, y a su fuego |
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el ánimo se inquieta, |
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y yo su impulso irresistible sigo, |
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trayendo, más que el canto del poeta, |
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la mano cariñosa del amigo. |
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Deja, pues, que en las cuerdas silenciosas |
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del arpa abandonada |
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busque yo las antiguas armonías, |
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que acaso se llevaron para siempre |
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las blandas auras de mis bellos días. |
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Deja un instante que a tus puertas llame, |
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�dichosa Juventud! Deja que aliente |
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tu atmósfera de luz, tu ambiente libre, |
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y que a tu hogar mi corazón caliente, |
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que a tu festín primaveral me siente |
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y que mi canto con los tuyos vibre. |
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Que, también como tú, cuando mis horas |
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estaban alumbradas todavía |
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por el beso de luz de sus auroras, |
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y la ilusión y la esperanza ardiente |
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lanzaban tentadoras |
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una nube de sueños a mi frente, |
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sentí que abrasador el pensamiento |
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el raquítico cráneo me rompía, |
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y águila audaz de poderoso aliento, |
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en pos de libertad y firmamento |
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sus alas impaciente sacudía. |
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Entonces, como tú, sintiendo estrecho |
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a la ansiosa mirada el horizonte |
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y al agitado corazón el pecho, |
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soñé otro mundo tras el patrio monte |
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otro aire azul tras el paterno techo, |
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y en alas del amor y la confianza |
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busqué otra inspiración a mis cantares, |
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otra felicidad a mi esperanza, |
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otro incógnito Dios a mi altares, |
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�otro amor a mi amor...! |
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Febril empeño |
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mi mente enardecía |
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en pos del mundo que forjó mi sueño. |
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��El mundo de mi loca fantasía, |
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mi mundo de poeta, |
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un pedazo de cielo que se abría |
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en la región del alma más secreta, |
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un enjambre de sueños voladores |
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en torno de dos almas cariñosas |
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y del alba a los tibios resplandores |
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un escondido tálamo de rosas |
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para el sueño nupcial de los amores; |
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un cáliz desbordado de embriagueces, |
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de inmortales delicias, |
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un torrente de besos, de suspiros, |
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de lágrimas de amor y de caricias...!� |
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�El mundo del placer y la ventura |
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al arrullo del arpa enamorada |
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ante el ara gentil de la hermosura; |
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y más allá, la fulgurante diosa |
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eterno y santo amor del pensamiento, |
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la Gloria, señalando majestuosa |
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su corona de estrellas al talento! |
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Y el triunfo austero de la sacra Ciencia |
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en la olímpica frente pensadora |
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del Hombre-rey, alzando brilladora |
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una aureola inmortal: �la Inteligencia! |
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Y la lucha, el combate misterioso |
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que el alma varonil libra al destino, |
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de la vida en el campo tenebroso; |
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y la conquista, la estruendosa fama |
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arrojando en sus cánticos un nombre |
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al porvenir, heraldo que proclama |
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las victorias del hombre. |
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Y la Ciencia, el Poder, la Gloria, el Triunfo, |
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todo ese grupo del ideal sagrado |
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que enciende nuestras almas |
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y a combate perpetuo las convida, |
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agitando magníficas sus palmas |
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en torno al gladiador ensangrentado, |
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vencedor en las luchas de la vida... |
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�Oh esplendor de los sueños vagabundos |
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que el espíritu abrasan, tú le encumbras |
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al través de los soles y los mundos |
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y, sol también, el universo alumbras! |
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Todo eso en su risueña lontananza, |
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todo eso, en los umbrales de la vida |
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pintaba ante mis ojos la esperanza... |
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�Culpa no es suya si salió mentida! |
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�Pero tú, Juventud, sueña, delira, |
|
espera y ambiciona! |
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�La gloria del talento no es mentira |
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y es esa gloria la mejor corona! |
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Y vosotras, vosotras, las gentiles |
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hijas del Atoyac, cuyos hechizos |
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acaso adivinaron |
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los que a Puebla en un tiempo |
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la tierra de los ángeles llamaron; |
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vosotras sois las flores |
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del mágico pensil de los amores, |
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música en vuestra voz, dulce ambrosía |
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son esos labios húmedos y rojos; |
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como el brillante sol enciende el día, |
|
amor enciende vuestros lindos ojos. |
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�Quién al veros, de vos no se enamora? |
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�Qué suspiro hasta vos no se levanta? |
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�Qué corazón vuestro desdén no llora? |
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�Qué trovador vuestra beldad no canta? |
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�Quién en sueños no mira vuestra sombra? |
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�Quién no quisiera a vuestras plantas bellas |
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tender como una alfombra |
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ramilletes de rosas y de estrellas? |
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�No tiembla acaso el alma estremecida |
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al eco nada más de vuestro nombre? |
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�No sois del alma la mitad querida, |
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las dulces compañeras de la vida, |
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la sangre, el ser, el corazón del hombre...? |
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Pues si todo lo sois; si el cielo quiso |
|
que el hombre por vosotras olvidara |
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el jardín celestial del Paraíso; |
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si madre o prometida |
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siempre las dueñas sois de nuestra vida, |
|
�abrid, abrid al rayo de la Ciencia, |
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como la floral sol su cáliz de oro, |
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vuestra hermosa y feliz inteligencia! |
|
De nada sirve incógnito el tesoro, |
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la perla más preciosa nada vale |
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si siempre oculta entre su concha vive, |
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y sólo pedernal es el diamante |
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si luz y pulimento no recibe. |
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Acreciente el saber vuestra valía, |
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en el joyel osténtese la perla, |
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�brille el diamante con la luz del día...! |
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Y al ceñir vuestras frentes ruborosas, |
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donde tienen su asiento |
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también la inspiración como el talento, |
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los laureles se mezclan con las rosas, |
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vuestro es del hombre el corazón...�Que os rinda |
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también el pensamiento; |
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completad sobre su alma la victoria, |
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y ya que sois su dicha, sed su orgullo; |
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ya que sois su destino, �sed su gloria! |
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�Dichosa Juventud, sueña, delira, |
|
espera y ambiciona...! |
|
�La gloria del talento no es mentira |
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y es esa gloria la mejor corona! |
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�Dichosa Juventud, álzate, avanza, |
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el sol del porvenir con sus reflejos |
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alumbra tu esperanza...! |
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En tanto el sol que iluminó la mía |
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esconde allá a lo lejos |
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en las nieblas de ocaso su agonía. |
A Juan B. Hijar y Haro
L'Ame du poéte, d'ombre et d'amour. C'est
V. HUGO.
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�Salve, noche sagrada! Cuando tiendes |
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desde el éter profundo |
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bordada con el oro de los astros |
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tu lóbrega cortina sobre el mundo; |
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cuando, vertiendo la urna de la sombra, |
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con el blando rocío de los, beleños |
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vas derramando en la Creación dormida |
|
las negras flores de los vagos sueños, |
|
el fúnebre silencio, y la honda calma |
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que a los misterios del no ser convida, |
|
entonces, como flor de las tinieblas, |
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para vivir en ti, se abre mi alma. |
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Hermosa eres, �oh noche! |
|
hermosa cuando límpida, serena, |
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rivalizando con el mismo día, |
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rueda tu luna llena, |
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joya de Dios, en la región vacía, |
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hermosa cuando opaca, |
|
esa luna, ya triste, se reclina |
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en la argentada nube |
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que apenas, melancólica, ilumina, |
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tan apacible en su divina calma |
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que, viéndola, los ojos se humedecen, |
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y sin saber por qué, suspira el alma. |
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Hermosa cuando negra |
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como el seno del caos, la eterna sombra, |
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insondable y desierta, |
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chispea de estrellas, que alumbrar parecen |
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pálidos cirios, a la tierra muerta. |
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�Y más hermosa aún, cuando, agitando |
|
su densa cabellera de tinieblas |
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trenzadas con el rayo, la tormenta |
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borra los astros, y fulgura y brama, |
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y azotando los cielos con la llama |
|
del relámpago lívido, revienta...! |
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Entonces, sólo entonces, al aliento |
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del huracán que ruge embravecido, |
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al rasgar la centella el firmamento, |
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al estallar el trueno, es cuando siento |
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latir mi corazón, latir henchido |
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de salvaje embriaguez... Quieren mis ojos |
|
su mirada cruzar fiera y sombría |
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con la mirada eléctrica del rayo |
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fatídica también... Mi pecho ansía |
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aspirar en tu atmósfera de fuego |
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tu aliento, tempestad... �Y que se pierda |
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la ardiente voz de mi agitado seno |
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en la explosión magnífica del trueno! |
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�Quiero sentir que mi cabello azota |
|
la ráfaga glacial; quiero en mi frente |
|
un beso de huracán, y que la lluvia |
|
venga a mezclar sus gotas con la gota |
|
en que tal vez mi párpado reviente! |
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Noche de tempestad, noche sombría, |
|
�acaso tú no eres |
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la imagen de lo que es el alma mía? |
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Tempestad de dolores y placeres, |
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inmenso corazón en agonía... |
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También así, como en sereno cielo |
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de blanca luz y fúlgidas estrellas, |
|
miré pasar en delicioso vuelo, |
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como esas nubes que argentó la luna, |
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fantásticas y bellas |
|
mis quimeras de amor y de fortuna. |
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Y así también de pronto, la tiniebla |
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mis astros apagó, rasgó la nube |
|
cárdeno rayo en explosión violenta, |
|
y en mi alma desataron |
|
el dolor y la duda su tormenta. |
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�Quién como yo sintió? �Quién de rodillas |
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cayó temblando de pasión ante Ella? |
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�Quién sintiendo correr por sus mejillas |
|
el llanto del amor, en ese llanto |
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mojó los besos que dejó en su huella? |
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�Quién como yo, mirando realizada |
|
la ansiada dicha que alcanzó el empeño, |
|
al irla a disfrutar vio disiparse |
|
en la sombra, en la nada, |
|
la mentira de un sueño? |
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�Quién de la vida al seductor banquete |
|
llegó jamás con juventud más loca? |
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La copa del festín �quién más acerba |
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apartó de su boca? |
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�Quién como yo ha sentido |
|
para tanto dolor el seno estrecho, |
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y de tanto sollozo comprimido |
|
dolerle el corazón dentro del pecho? |
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�Quién, a despecho de su orgullo de hombre, |
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ha sentido cual yo, del alma rota |
|
brotar la acerba gota |
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de un escondido padecer sin nombre? |
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�Quién soñador maldito, |
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al quemar, como yo, sus dioses vanos, |
|
por sofocar del corazón el grito |
|
se apretó el corazón con ambas manos? |
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�Quién como yo, mintiendo indiferencia |
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y hasta risas y calma, |
|
atraviesa tan solo la existencia |
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con una alma tempestad dentro del alma? |
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�Quién busca, como yo, tus muertas horas |
|
�oh, noche!, y tus estrellas, |
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fingiendo que son ellas |
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las lágrimas de luz con que tú lloras? |
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�Quién ama como yo tú sombra muda, |
|
tu paz de muerte, y el silencio grave |
|
a quien la voz de los misterios diste, |
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y tus suspiros que las auras llevan, |
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y tu mirada de luceros triste? |
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Mi alma es la flor, la flor de las tinieblas, |
|
el cáliz del amor y los dolores, |
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y se abre �oh, noche! en tu regazo frío, |
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y espera así como las otras flores, |
|
tu bienhechor rocío. |
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Hijo yo del dolor, tu negra calma |
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es el mejor abrigo, |
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para ver en la sombra, sin testigo, |
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una noche en el cielo, otra en el alma. |
Qu'ils viennent tour á tour m'entendre et me parler.
V. Hugo.
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Es la hora melancólica y serena |
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de la alta noche. En apacible calma |
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brilla la luna, y a lo lejos suena |
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música alegre que entristece el alma. |
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Música de placer para el dichoso |
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que dulces esperanzas atesora; |
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música para mí como el sollozo |
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de un solitario corazón que llora. |
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�Llegad..., llegad, tristezas de la vida! |
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y aunque en llanto mis párpados se bañen, |
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que en la honda noche de mi fe perdida |
|
las sombras de mis dichas me acompañen. |
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En el tranquilo rayo de la luna |
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imágenes de amor lleguen flotantes, |
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bañándome al pasar, una por una, |
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con la serena luz de los semblantes. |
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Miradlas... Ya se acercan, agrupadas, |
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melancólicas, vagas, doloridas, |
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de los que amo las sombras adoradas, |
|
las memorias de mi alma tan queridas. |
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Imagen de mi madre cariñosa, |
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�vienes a visitarme, madre mía...? |
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�Quién te dijo, que a esta hora silenciosa |
|
aquí en mi triste soledad sufría...? |
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�Sabes que tengo el corazón opreso? |
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�Te escuchaste llamar del hijo ausente, |
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y vienes a dejar tu santo beso |
|
como una bendición sobre mi frente...? |
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�Compañera de infancia, hermana mía, |
|
tu dulce sombra con amor recoja |
|
esta profunda lágrima sombría |
|
que a la mejilla el corazón arroja! |
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Y tú, sangre del alma, mi consuelo, |
|
flor de mi vida solitaria y triste |
|
a quien amé con ilusión del cielo |
|
alma del corazón... también viniste...? |
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|
Y vosotras, mis ángeles perdidos, |
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las que adoró mi corazón creyente, |
|
las que al pasar dejasteis suspendidos |
|
tantos sueños de amor sobre mi frente; |
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|
mujeres de mi amor, las cariñosas |
|
creaciones del placer y la fortuna, |
|
llegad, llegad flotantes, siempre hermosas |
|
al tibio rayo de la casta luna. |
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Recuerdos todos de mis bellas horas, |
|
locas memorias de mis locos días, |
|
venid y recoged consoladoras |
|
en vuestras alas las tristezas mías. |
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|
�Mirad mi corazón! Le ha consumido |
|
esta fiebre de amar nunca saciada; |
|
en pos de un imposible ha envejecido, |
|
en pos de un sueño... que será la nada. |
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|
�Venid, sombras, venid! Yo necesito |
|
en estas horas en que sufro tanto, |
|
algo consolador, algo bendito, |
|
a cuyo amparo derramar mi llanto... |
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�Es que ya nada el corazón alcanza |
|
del porvenir en la estación desierta...? |
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�Cayó también la flor de mi esperanza |
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�ay! en la tumba de mi dicha muerta...? |
|
|
|
Yo no sé lo que busco, lo que anhelo; |
|
yo no comprendo lo que mi alma quiere; |
|
tan sólo sé que en el ingrato suelo |
|
lleno de vida el corazón se muere... |
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Que hay en el alma idealidad sublime |
|
y realidad vulgar sobre la tierra; |
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y que del mundo la estrechez oprime |
|
al corazón que lo infinito encierra. |
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Que hasta que vaya a reposar tranquilo |
|
en el negro sepulcro mi cabeza, |
|
irá conmigo a mi postrer asilo, |
|
amiga inseparable, la Tristeza. |
...Sangrando está mi herida...
J. M. Altamirano.
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Escúchame, mujer: |
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Tiembla mi labio, |
|
sin poderte nombrar... �Cuál es el nombre |
|
bastante infame, sí, para el agravio |
|
de pisotear el corazón de un hombre? |
|
�Escúchame, mujer! �Yo necesito |
|
arrojar a tu frente mancillada, |
|
del corazón que te adoró maldito |
|
la envenenada sangre, y que a tu pecho |
|
penetre el hondo grito |
|
del alma inexorable en su despecho...! |
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|
Mas si del seno herido |
|
el veneno llevara la voz mía, |
|
y su acento llegara hasta su oído, |
|
�ese acento, mujer, te mataría! |
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|
|
Pero no, tú no sufres, tú no puedes |
|
ni siquiera sufrir... Si formidable |
|
hiende el rayo los robles soberanos, |
|
jamás ha herido el talle miserable |
|
de la rastrera flor de los pantanos. |
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|
|
Deshojaste la flor de mis amores |
|
por ceñir a tus sienes |
|
la corona nupcial... Entre las flores |
|
castas del azahar, tu linda frente |
|
has escondido todavía caliente |
|
del beso voluptuoso |
|
del amante de ayer... �Qué importa eso? |
|
Esta noche en el tálamo, el esposo |
|
su huella borrará con otro beso... |
|
|
|
Esta noche tu seno |
|
que el oro compra y al placer se vende, |
|
despojarás de las nupciales galas... |
|
mientras que vela, de sonrojo lleno, |
|
su faz el ángel del amor, y tiende |
|
de ti muy lejos con rubor sus alas. |
|
|
|
Pero, �qué importa el virginal tesoro? |
|
�Qué la dicha de amar y ser amada, |
|
si a rico precio de oro |
|
vendió la desposada |
|
el alma, la belleza y el decoro...? |
|
|
|
�No tendrás un magnífico atavío, |
|
sedas que crujan, fúlgidos diamantes, |
|
y lujo y vanidad y poderío? |
|
�No cubrirán las gasas y las perlas |
|
la desnudez del corazón vacío |
|
que todo lo vendió para tenerlas? |
|
El reflejo de tu oro poderoso |
|
�no encenderá de dichas los fulgores |
|
en el fondo de tu alma tenebroso |
|
donde murió la luz de los amores? |
|
�No apagarás acaso en el ruido |
|
de tu vida opulenta |
|
esta mi voz postrer, este crujido |
|
de un corazón amargo que revienta? |
|
|
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|
|
Oyeme: no es amor esta tristeza. |
|
Brotan malezas de la peña rota, |
|
rompiste el corazón, y la maleza |
|
hoy de los odios en sus quiebras brota. |
|
|
|
Si alguna vez en tu vivir sombrío, |
|
al encontrar mi nombre en tu memoria, |
|
por divertir tu hastío |
|
recordaste mi historia, |
|
y ya sin corazón reíste del necio |
|
que te elevó de adoración un trono: |
|
�acuérdate, mujer...! �No te desprecio, |
|
porque no te perdono! |
|
|
|
Manchando de tu vida la limpieza |
|
arrancaste de mi alma la esperanza |
|
y arrojaste a mi frente la tristeza... |
|
Te pagaré mi deuda de venganza. |
|
|
|
Réprobo del amor, y descreído, |
|
con el alma sombría, |
|
iré a buscar a mi dolor olvido |
|
en el vértigo loco de la orgía... |
|
Y cuando esté mi juventud marchita, |
|
y rugada mi sien y ya en sosiego |
|
este, que inmenso de pasión palpita, |
|
salvaje corazón de llanto y fuego; |
|
entonces �oh, la bella desposada! |
|
Tu alma es una alma vil y profanada, |
|
y digno de ella encontrarás la mía. |
|
|
|
Te espantarás de tu obra, tú a quien plugo |
|
que todo lo que es bueno en mí muriera; |
|
a buscarte vendré... �como en un día...! |
|
Temblarás ante mí, tú, mi verdugo, |
|
y a mis pies, lastimera, |
|
me darás de tus ayes el encanto, |
|
la dicha me darás de tus dolores, |
|
y al rumor delicioso de tu llanto |
|
yo te hablaré �feliz! de mis amores. |
|
�Entonces te diré cómo se ama, |
|
te diré de las almas la tormenta, |
|
cómo la pena el corazón inflama, |
|
cómo la pena el corazón revienta...! |
|
|
|
No me podrás huir... Iré a arrancarte |
|
de entre los brazos del esposo mismo, |
|
y con risa satánica a lanzarte |
|
a la negra abyección en que me abismo. |
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|
|
|
�Oh, rayos de mis sueños de venganza, |
|
cuánto al alma halagáis desesperada...! |
|
Mas si a lanzaros mi poder no alcanza, |
|
�qué importan a la bella desposada? |
|
|
|
Sí, �qué le importa mi delirio ciego, |
|
qué le importan mis bárbaros pesares, |
|
si de mi hoguera no marchita el fuego |
|
su corona de blancos azahares...? |
|
�Qué le importa llegando a los altares |
|
hollar sobre sus gradas, desdeñosa, |
|
mi destrozado corazón sangriento? |
|
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|
�Qué te importa, mujer...? |
|
Por si te alegras, |
|
he dejado que lleve mi lamento |
|
algo de sombra de mis horas negras. |
...De luce incoronata.
Tasso.
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Del roto corazón en las ruinas |
|
solloza mi dolor... Y a su gemido |
|
resucitada y pálida despierta |
|
de las cenizas de mi dicha muerta |
|
�ay! la memoria de mi amor perdido. |
|
|
|
�Trae la visión que mi dolor ansía, |
|
insomnio del dolor...! �Trae el delirio |
|
y la ventura de mi fe de un día...! |
|
Ángel de mi pasión y mi martirio, |
|
�en dónde estás, María...? |
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|
|
|
Aquí estás, junto a mí. Tu forma blanca |
|
se dibuja en la sombra |
|
cuando del labio trémulo se arranca |
|
el profundo sollozo que te nombra. |
|
Aquí estás, melancólica María, |
|
tan pálida de amor, tan dulce y bella |
|
como, en los cielos, al morir el día |
|
sobre la frente de la tarde umbría, |
|
-lágrima de oro- la primer estrella. |
|
Aquí estás, compañera silenciosa |
|
del alma enamorada, |
|
como el misterio de la noche hermosa, |
|
como la misma luz, inmaculada. |
|
|
|
Del destino en las aras |
|
el alma te eligió por compañera; |
|
�en qué mundo encontraras |
|
quien lo infinito de mi amor te diera...? |
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Era el instante en que a vivir apenas |
|
se despertaba el corazón creyente, |
|
cuando cambia por rosas y verbenas |
|
la Diosa Juventud en nuestra frente |
|
de la infancia las muertas azucenas. |
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Era la aurora, el esplendente día |
|
del alma en Primavera. |
|
Sediento, ya mi corazón se abría |
|
a ese inmenso raudal de poesía |
|
que trae consigo la ilusión primera. |
|
Y ya, impaciente, soñador, poeta, |
|
con loco afán, con esperanza inquieta, |
|
ebrio de mi ternura |
|
y entre mis propios sueños indeciso, |
|
buscaba la pasión y la hermosura, |
|
la Eva gentil, enamorada y pura |
|
del mundo en el risueño Paraíso. |
|
|
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�Era la vida! La embriaguez celeste |
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de aire, de luz y libertad que lanza |
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al ave joven de su nido agreste. |
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La aparición primer de la Esperanza |
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en los senderos mágicos de flores |
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de la alma juventud con su diadema |
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de ardientes resplandores |
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�Era la vida! �La encantada copa |
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rebosando promesas y delicias, |
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conquistas y placeres, |
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torrentes de suspiros, de caricias |
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y de trémulos besos de mujeres...! |
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�Hora de bendición! En ese instante, |
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hija suprema de la luz del día |
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y del sueño de mi alma delirante. |
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�A mí llegaste, celestial María...! |
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�Y conmovido, deslumbrado, ciego |
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puse a tus pies mi corazón de fuego |
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mi juventud de vida palpitante |
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y la inmensa pasión del alma mía! |
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Y de mi corazón sobre mi lira |
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desbordó sus raudales de ternura |
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la inspiración en que encendió mi pecho |
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el sereno esplendor de tu hermosura. |
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Eras tan bella que al mirar tus ojos |
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temblaba el corazón y se sentía |
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algo... yo no sé qué... como si el alma |
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se arrodillara y te adorase muda |
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en éxtasis de amor... �Eras tan bella |
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que al verte parecía |
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que asomaba una estrella |
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y que esa estrella derramaba el día! |
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�Con qué pasión te amé! �Con qué delirio |
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tomaba entre mis manos |
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tu frente melancólica de lirio |
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para besar tus ojos soberanos! |
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�Cómo te idolatré! �Mi vida entonces |
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era un perpetuo abrazo |
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de mi alma con la dicha |
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en el nido de amor de tu regazo! |
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Jamás, jamás en el ingrato suelo |
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tal dicha tuvo nombre... |
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�Te acuerdas de esas noches en que el cielo |
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miraba un ángel adorar a un hombre? |
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Temblaba mi alma en tu divina boca, |
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entre mis brazos te llamaba mía, |
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y muriendo de amor, llorando loca, |
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yo besaba tus lágrimas, �María! |
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�Y de ventura y de pasión perdidos, |
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en un abrazo delirante presos, |
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ocultamos los rostros confundidos |
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empapados en lágrimas y besos...! |
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�A tu grito de amor, grito sublime, |
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nuestras férvidas almas desposamos...! |
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�Ah! �qué se hicieron nuestras dichas...? dime... |
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Para siempre, después, nos separamos. |
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Pero yo te llamaba, te esperaba, |
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porque mi corazón se me moría... |
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�Con qué inmensa ternura sollozaba |
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este nombre de arcángeles: María! |
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Y luego de los céfiros errantes |
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yo le escuchaba en los volubles giros, |
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y respiraba en ellos, |
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el ámbar de tu aliento y tus cabellos |
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con el vago rumor de tus suspiros. |
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Y demandaba a la Creación entera |
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la inmortal compañera de mi suerte... |
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Me sentía morir... Porque la muerte |
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no era perder la vida pasajera, |
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no era dejar el mundo: era no verte...! |
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Hoy en la triste calma |
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de mis insomnes noches, silenciosa |
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siento venir tu imagen cariñosa |
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a la callada soledad de mi alma. |
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Conmigo estás aquí porque has oído |
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la voz de mi dolor... �Oh! �si supieras |
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cuánto... cuánto, irá bien, he padecido! |
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Como náufraga tabla destrozada |
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va mi existencia, sola, |
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al viento del dolor abandonada |
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del mundo ingrato en la funesta ola. |
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Marchitas ya las flores de mi vida, |
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ya deshojadas por el llanto mío, |
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heme aquí con el alma descreída, |
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con la esperanza del amor perdida |
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viendo avanzar el porvenir sombrío. |
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Murió con mi esperanza mi deseo, |
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los Dioses que adoré me abandonaron, |
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y en el hogar del corazón ateo |
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ni las cenizas de mi fe quedaron. |
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Ha mucho tiempo que mi vida es triste, |
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que busco el aislamiento, |
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que de luto se viste |
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en la sombra de mi alma el pensamiento; |
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que llevo oculto en mentirosa calma |
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un corazón en ruinas, |
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y un alma... �pobre alma! |
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coronada de lúgubres espinas. |
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Temprano �ay! encontraron |
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mis creencias en el mundo |
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el Gólgota, la cruz en que expiraron |
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entre escarnio y baldón... Ansia sublime |
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sintiendo de lo grande y de lo bueno, |
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�Tengo sed! -gritó el alma, �y le llevaron |
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cáliz de hiel hasta los bordes lleno...! |
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Mi espíritu ha cruzado por desiertos |
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sin camino ni luz, mudos, sombríos |
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como los campos en que están los muertos, |
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como la noche de los duelos míos. |
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Tú, mi ángel, no caminas a mi lado; |
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estoy solo, tan solo que me espanta |
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la senda pavorosa |
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por donde va mi fatigada planta. |
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Nada en mi derredor; ante mis ojos |
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la inmensa soledad del mundo triste, |
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y dentro el corazón, como un gemido, |
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que no calla jamás, el dolorido |
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acento de tu adiós cuando partiste. |
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�Por qué dejarme en la espantosa calma |
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de un mundo para mí yerto y vacío? |
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�Por qué, divino corazón de mi alma, |
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tu espíritu de amor no asiste al mío? |
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�Por qué me desamparas, mi María? |
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�Que muera loco de sufrir deseas? |
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Pues, ven a sonreírme en mi agonía, |
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y te diré al morir: �bendita seas! |
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Amame, y moriré... Mas, �ven conmigo! |
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Pondré, al morir, mi espíritu en tus ojos... |
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Mas, �por qué me abandonas, si te sigo |
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miserable arrastrándome de hinojos...? |
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Palidece mi lámpara. Es de día. |
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He soñado el delirio de mi amor; |
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la noche se refugia al alma mía, |
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con su sombra la imagen de María... |
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Volvamos a la vida y al dolor. |