...Disperato dolor che'l cuor mi preme...
Dante.
|
|
|
|
�Gracias, gracias, Señor...! Me has dado llanto |
|
y he llorado por fin... �Gracias, Dios mío! |
|
�Un pobre corazón que sufre tanto, |
|
un pobre corazón que está vacío |
|
de esperanza y de fe, necesitaba |
|
para no reventar en mil pedazos |
|
reventar en el llanto que le ahogaba...! |
|
|
|
�Gracias aun otra vez, porque tu oído |
|
abriste �oh Dios! a mi aflicción, y has hecho |
|
que al romper los sollozos de mi pecho |
|
haya mis propias lágrimas bebido! |
|
�Gracias, inmenso Dios, gracias...! |
|
Y ahora |
|
�apura, corazón, el hondo cáliz |
|
del inmenso pesar que te devora! |
|
�Solo, ante Dios, en tu dolor sin nombre |
|
inagotable llora |
|
las más acerbas lágrimas del hombre, |
|
y a ese viento que gime, a esas tinieblas |
|
en que flota el pavor, a ese callado |
|
tan espantable caos del infinito, |
|
arroja delirante, |
|
desesperado corazón, tu grito... |
|
|
|
�Hora de los misterios, noche amiga, |
|
deja que el alma mártir |
|
tu soledad bendiga...! |
|
Sólo tú tienes para mí consuelo, |
|
si así puede llamarse |
|
hundirse en tanto duelo, |
|
remover los pedazos doloridos |
|
del roto corazón, y abandonarse |
|
al amargo placer de sus gemidos... |
|
|
|
�Hay algo de la tumba que yo amo, |
|
en tu tremenda calma; |
|
hay algo de la muerte entre tu sombra, |
|
y tengo triste hasta la muerte el alma; |
|
toda ella es amargura, |
|
indecible dolor jamás sentido, |
|
noche en la noche misma, más oscura |
|
que el negro manto en la Creación tendido...! |
|
|
|
Ayer era feliz... y lo ignoraba... |
|
Ayer era feliz... En mis hogares |
|
la dulce paz de la virtud moraba, |
|
y mucho tiempo hacía |
|
que a su umbral no llegaban los pesares, |
|
sino que en cada sol, una alegría |
|
el Señor de los buenos les enviaba |
|
como el pan celestial de cada día. |
|
|
|
De mi padre la frente |
|
iba cubriendo apenas |
|
la primer nieve de la edad, luciente, |
|
como el pico elevado |
|
de la montaña, el hielo, |
|
para significar, inmaculado, |
|
la ya cercana vecindad del cielo. |
|
|
|
Y allí, sobre esa frente veneranda, |
|
cual rayo oculto que en serena tarde |
|
de la pérfida nube se desprende |
|
y la alta encina hiende, |
|
del mismo modo la desgracia impía |
|
vibró su rayo de dolor y muerte, |
|
y en menos �ay! de lo que dura un día, |
|
sin el adiós siquier de la agonía |
|
la sacra vida quebrantó del fuerte. |
|
|
|
|
|
Era un sueño �es verdad...? Estaba loco... |
|
�Oh! �decid que no es cierto, |
|
que no ha podido ser que delirante |
|
golpease mi cabeza |
|
sobre la tumba de mi padre muerto...! |
|
|
|
�Puede acaso morir quien da la vida...? |
|
�De un mismo corazón puede una parte |
|
caer en la tumba mientras otra existe? |
|
Y Tú, que nos ordenas adorarte, |
|
y Padre y Justo y Bienhechor llamarte, |
|
Dios de inmensa bondad..., �Tú lo quisiste...? |
|
|
|
�Padre, mi padre, escúchame, responde...! |
|
-�Horrible desvarío!- |
|
�Es esto un ataúd...? �Aquí se esconde |
|
el autor de mi vida? �Aquí, Dios mío...? |
|
�Aquí donde se estrella |
|
convulsa de dolor el alma loca, |
|
y besos tantos con sollozo inmenso, |
|
con desesperación deja mi boca...? |
|
|
|
�Dejadme... porque quiero entre mis brazos |
|
estrechar su cadáver...! �Estrecharle |
|
y con mi propia vida reanimarle, |
|
sobre mi corazón hecho pedazos...! |
|
�Un beso más en su serena frente, |
|
un beso más en su cabello cano...! |
|
�Queréis que el corazón se me reviente...? |
|
�Yo no le vi morir... estaba ausente... |
|
no me bendijo a mí su santa mano! |
|
|
|
�Al cerrarse sus ojos no me vieron, |
|
buscome su alma, me llamó... y no estaba! |
|
|
|
�Mis labios en los suyos no bebieron |
|
el suspiro postrer... ni recogieron |
|
la lágrima que dicen que rodaba |
|
única por su faz, cuando sus ojos |
|
en el eterno sueño se durmieron! |
|
|
|
�Oh! �dejadme, llorar...! �Acaso el grito, |
|
de las entrañas mismas arrancado, |
|
del corazón de un hijo es infinito...! |
|
�Quizá traspase la mortuoria losa |
|
y a través de la tumba y del olvido |
|
llegue a la Eternidad donde reposa |
|
el pedazo del alma más querido...! |
|
|
|
�Es mi postrer adiós... el que la muerte |
|
no quiso que te diera, padre mío, |
|
ni me lo dieras, tú.... cuando por verte |
|
un instante brevísimo siquiera, |
|
al féretro sombrío |
|
donde duermes, mi padre, te siguiera...! |
|
|
|
�Mas calla, corazón; rómpete y calla...! |
|
�Quién traduce en palabras el crujido |
|
de un alma de hijo que al dolor estalla...? |
|
El féretro está allí... �Dios lo ha querido...! |
|
|
|
|
|
Sombra bendita de mi padre muerto, |
|
heme aquí sollozando y de rodillas, |
|
empapadas en llanto las mejillas |
|
y de honda herida el corazón abierto... |
|
Huérfano, en mi dolor no pido al cielo |
|
el alivio mezquino del consuelo; |
|
sólo quiero tenerte, padre mío, |
|
en amor, en espíritu, en imagen, |
|
de mi recuerdo en el altar sombrío. |
|
Y hasta el instante en que también sucumba, |
|
con mi amor y mis llantos esconderte |
|
en la secreta tumba |
|
del alma entristecida hasta la muerte. |
A. de Musset.
|
|
|
|
Era la noche; y en mi estancia lóbrega |
|
crecía la oscuridad. |
|
Chisporroteaba pálida mi lámpara |
|
agonizando ya, |
|
y derramaban sus reflejos lívidos |
|
siniestra claridad. |
|
Afuera, el viento mis ventanas, áspero, |
|
hacía rechinar; |
|
azotaba, cayendo con estrépito, |
|
la lluvia mi cristal, |
|
y al rasgar con su espada de relámpago |
|
el caos la tempestad, |
|
inmenso grito de dolor y cólera |
|
del cielo herido ya, |
|
ronco rodaba por el ancha bóveda |
|
el trueno funeral, |
|
y temblaba la tierra y más horrísono |
|
bramaba el huracán. |
|
Yo estaba solo, y en mi estancia lóbrega |
|
crecía la oscuridad. |
|
Al fulgor instantáneo del relámpago, |
|
en rápido zig-zag, |
|
figuras mil en los oscuros ángulos |
|
parecían asomar, |
|
y por el muro en escuadrón fantástico |
|
en enjambre fugaz, |
|
sombras, bosquejos y perfiles rápidos |
|
de contorno infernal, |
|
caras terribles y a la par ridículas |
|
miraba yo pasar. |
|
|
|
Sonaron doce campanadas lúgubres, |
|
y la última al vibrar, |
|
en silencio y de súbito mi lámpara |
|
apagose... |
|
�Quién va...? |
|
�Quién a estas horas a mi puerta, insólito, |
|
así puede llamar? |
|
Nadie... Es el viento que empujó colérico |
|
las puertas al pasar. |
|
Mas �quién se queja...? �Qué lamento tétrico |
|
es ese funeral? |
|
�Se diría que del seno de algún féretro |
|
ha venido ese ay...! |
|
Nadie... Es el viento que en sus alas rápidas |
|
trajo un eco... No más. |
|
|
|
No llueve ya. Desenfrenada y prófuga |
|
la tormenta allá va. |
|
Y entre los rotos nubarrones lóbregos |
|
la luna al asomar, |
|
tiene yo no sé qué de cadavérico, |
|
de torvo y espectral, |
|
como de un muerto la pupila hórrida, |
|
su disco... Mas �quién va? |
|
|
|
He visto la cortina de aquel ángulo |
|
a alguno levantar... |
|
Oigo un paso ligero, suave, rápido... |
|
�Quién es...? �quién llega...? �Ah...! |
|
Inmóvil, negro, pavoroso, fúnebre, |
|
sentado en un sitial, |
|
un bulto informe, junto a mí, fatídico, |
|
está en la oscuridad. |
|
Quiero gritar... mas mi garganta anúdase |
|
y no puedo gritar, |
|
tiembla mi carne, y llénase mi espíritu |
|
de pánico mortal... |
|
|
|
La sombra, negra en la tiniebla, fúnebre, |
|
en el sitial está; |
|
nada de humano, sin figura, tétrica, |
|
sin contorno ni faz, |
|
sin ojos... Pero yo siento, fatídica, |
|
su mirada espectral |
|
helada y pavorosa, hasta la médula |
|
de mis huesos entrar... |
|
�Quién eres? -digo, con la lengua trémula- |
|
�quién eres...?, �Por piedad...! |
|
|
|
Y se cambia la sombra en una lívida |
|
y vaga claridad. |
|
Es una forma de mujer angélica |
|
pero difunta ya; |
|
y veo un rostro de virgen... ya muy pálido, |
|
tras un velo nupcial; |
|
y la conozco... y mis miradas ávidas |
|
devorándola están, |
|
cuando los muertos y cerrados párpados |
|
comenzó a levantar... |
|
Un soplo helado pasa por mi espíritu |
|
y ya no supe más... |
|
|
|
El blanco, rayo de la aurora fúlgido |
|
me encontró al despertar |
|
arrodillado, y con la frente pálida caída -en el sitial. |
|
Y murmurando con los labios trémulos |
|
el nombre celestial |
|
de aquella mártir de mi amor, dulcísima, |
|
que ha tanto tiempo, �ay!, |
|
a la sombra del sauce melancólica |
|
durmiendo el sueño de la muerte está. |
Al Sr. Ignacio M. Altamirano
V. Hugo.
|
|
|
|
�Ven, cortesana...! �Abrásame en delicias! |
|
Quiero las tempestades del placer, |
|
tropicales, frenéticas caricias |
|
con que reanime mi cansado ser. |
|
|
|
El fuego del deleite reverbera |
|
en tu pupila brilladora... �ven! |
|
En la férvida llama de esa hoguera |
|
quiero quemarme el corazón también. |
|
|
|
�Prendan el fuego del deseo tus ojos, |
|
alumbren tus miradas el festín, |
|
mis labios beban en tus labios rojos |
|
ansia perpetua de placer sin fin! |
|
|
|
Del bacanal en el discorde ruido |
|
pase el mañana con el triste ayer... |
|
�Qué importa al corazón lo que hayas sido...? |
|
Eres hermosa... �bésame, mujer! |
|
|
|
Beldad de los festines, en tu seno |
|
quizá mi corazón olvidaré, |
|
mi corazón de tempestades lleno, |
|
el corazón imbécil con que amé. |
|
|
|
Sí, �bésame, mujer...! Dame el olvido |
|
que busco en la demencia del festín... |
|
entre besos y copas, aturdido... |
|
�Qué me importa la dicha que perdí? |
|
|
|
�Llenad las copas, que desborde el vino! |
|
�Hay algo aquí que necesito ahogar; |
|
que pase por el alma un torbellino |
|
y barra en ella cuanto en ella hay! |
|
|
|
�Miserable de mí! �Cómo no puedo |
|
ahogarte con mis manos, corazón...? |
|
Venid, bebamos, porque tengo miedo |
|
de volver a eso... que llamáis razón. |
|
|
|
�Bebed, amigos! La existencia es sueño, |
|
y mentira de un sueño es la mujer, |
|
de sus caricias al letal beleño |
|
soñemos la mentira del placer. |
|
|
|
�Bebed, amigos! Si al vivir soñamos, |
|
�despertaremos al morir quizá...? |
|
�Qué será despertar...? Y bien... �bebamos...! |
|
�Qué importa lo que traiga el más allá...! |
|
|
|
Arde mi frente -es un volcán- �me abraso! |
|
�Oh si llegara de mi vida el fin...! |
|
�Dame un beso, mujer...! �Llenad mi vaso...! |
|
�Qué grato es el arrullo de un festín...! |
|
|
|
|
|
Llena, Mercedes, la apurada copa; |
|
bebamos... hasta el fin... así... vacía. |
|
Y ahora... �desgarra la importuna ropa, |
|
desnuda el seno al beso de la orgía. |
|
|
|
Mitiga de esa lámpara, la llama, |
|
porque quiere un crepúsculo el placer, |
|
el misterio nupcial que se derrama |
|
del velo de la sombra en la mujer. |
|
|
|
Destrenza tu magnífico cabello |
|
sobre la desnudez de tus hechizos; |
|
�cómo seducen en contraste bello |
|
tan blancos hombros y tan negros rizos! |
|
|
|
�Qué bella estás, Mercedes! �Me sofoca |
|
el vértigo letal de las delicias, |
|
tus besos de mujer queman mi boca, |
|
la angustia del placer son tus caricias! |
|
|
|
�Mujer, mujer...! �Hay fiebre en tus abrazos, |
|
fiebre en tus labios con furor impresos... |
|
�Hurra... la orgía...! �El choque de los vasos |
|
sea la música ardiente de los besos! |
|
|
|
|
|
Basta... pasó. Tu frenesí y el mío |
|
apaga el tedio con su mano helada; |
|
fantasma del placer, en el hastío |
|
escondes la vergüenza de tu nada. |
|
|
|
Siempre en la copa del placer el tedio, |
|
siempre en la copa del amor el duelo; |
|
para el alma ya enferma no hay remedio, |
|
para un maldito corazón no hay cielo. |
|
|
|
Y en vano el llanto con la pena crece... |
|
�De qué sirven las lágrimas mezquinas |
|
si el recuerdo verdugo se guarece |
|
del roto corazón en las ruinas...? |
|
|
|
�De qué sirve el amor, chispa que el cielo |
|
prende en el alma y lo ilumina todo, |
|
si en vez de alzarse se rebaja el suelo |
|
como reptil para arrastrarse en lodo? |
|
|
|
|
�El amor..., el amor! �Ah! Hubo un día |
|
en que su llama enardeció mi ser; |
|
en que se alzó dentro del alma mía, |
|
rival del mismo Dios, una mujer. |
|
|
|
Y a Dios negué mi culto, mi creencia, |
|
y ante ella -�miserable!- me postré... |
|
Disfrazada de un ángel de inocencia |
|
era una meretriz la que adoré... |
|
|
|
|
|
�Conoces la embriaguez de una sonrisa? |
|
�De un suspiro el deleite sobrehumano? |
|
Como la hoja al aliento de la brisa, |
|
�has temblado al contacto de una mano? |
|
|
|
Lleno de turbación �has recogido |
|
tu sentir, tu pensar y tu alma entera |
|
para ponerlo todo en el oído |
|
y oír de un paso la armonía ligera...? |
|
|
|
�Has escuchado al corazón violento |
|
cómo en cada latir a su Dios nombra...? |
|
�Te ha desvelado el eco de un acento? |
|
�Besaste el muro, en que pasó una sombra...? |
|
|
|
�Y presentiste el cielo en todo eso, |
|
y de rodillas, pálido, caíste, |
|
sobre tus labios al sentir un beso...? |
|
Dime, �has amado así... y aborreciste...? |
|
|
|
Así amé y hoy detesto... Y roto hubiera |
|
el corazón mezquino tanto duelo, |
|
si el vino de la orgía no escupiera |
|
a esa memoria del perdido cielo... |
|
|
|
�Oh! la vida... la vida es una orgía; |
|
de llanto y hiel ante la copa llena, |
|
siéntese en el festín de la alegría |
|
espectro el corazón, ebrio de pena. |
|
|
|
�Suene el laúd y desparramen flores...! |
|
Y, agonizando del placer en brazos, |
|
escupamos la cara a los dolores |
|
con la sangre del alma hecha pedazos. |
|
|
|
�No es mejor levantar a los placeres |
|
un insolente altar, a pleno día, |
|
y llamar... por su nombre a las mujeres |
|
y saber lo que son en una orgía; |
|
|
|
que envilecer el alma y estrecharla |
|
a un pobre culto que jamás la encierra, |
|
y a todo su pesar, arrodillarla |
|
ante mezquinos ídolos de tierra...? |
|
|
|
�Oh! si el alma es la luz, la llama santa |
|
que al soplo del Señor queda encendida, |
|
por qué no de este fango se levanta |
|
en que yace tan ruin y envilecida? |
|
|
|
�Dónde está el Dios que enalteció su hechura |
|
y vio su imagen, complacido, en ella...? |
|
Empapada de infamia y amargura |
|
está la tierra que el humano huella. |
|
|
|
�Dios... el Señor...! Su maldición escrita |
|
está en mi frente doblegada al suelo... |
|
Desde esta tierra de pasión maldita |
|
no alcanzo a verle en su dichoso cielo. |
|
|
|
|
|
Incomprensible Ser, cuando te invoco, |
|
�es que te busco...? �que tus iras temo...? |
|
Yo no lo sé... Perdóname si loco |
|
en el delirio del sufrir blasfemo. |
|
|
|
Dios de mi madre en quien, ayer creía, |
|
�no eres ya tú mi Dios...? |
|
�Mi labio calla, |
|
y al frenético trueno de la orgía |
|
mi carcajada de dolor estalla...! |
|
|
|
|
|
�Oh! yo bien sé que si dijera al mundo |
|
lo que el dolor desesperado calla, |
|
si dejara escapar el �ay! profundo |
|
del tempestuoso corazón que estalla; |
|
|
|
sí, yo bien sé que réprobo y blasfemo |
|
la austera sociedad me llamaría, |
|
y del llanto de fuego en que me quemo |
|
el corazón, la sociedad reiría. |
|
|
|
La sociedad... la sociedad... Perdida |
|
meretriz que de diosa se disfraza... |
|
Al través de mi copa enardecida |
|
la veo pasar con su risible traza, |
|
|
|
con su rico tesoro de pobreza, |
|
con el llanto y dolor de sus placeres: |
|
fealdad, al través de su belleza; |
|
al través de sus ángeles..., mujeres. |
|
|
|
Los hombres con su honor y su decoro, |
|
con su virtud las púdicas doncellas... |
|
Ellos no tienen más honor que el oro, |
|
oro que compra la virtud de aquellas. |
|
|
|
�En dónde está el Poeta, sacerdote |
|
implacable y severo de la idea, |
|
que en tu carne crujir haga el azote?, |
|
�oh, sociedad hipócrita y atea! |
|
|
|
El poeta para ti sólo es un paria; |
|
pero -ignorado Prometeo del suelo- |
|
en su alma lleva inmensa y solitaria |
|
la sacra lumbre que robara al cielo. |
|
|
|
El poeta, el soñador, el rey proscrito, |
|
hijo del pensamiento y la visión, |
|
cruza la tierra y marcha al infinito, |
|
a solas con su ideal en la Creación. |
|
|
|
En alas de sus sueños vagabundos, |
|
espíritu de amor va de él en pos, |
|
y, rota la cortina de los mundos, |
|
le busca allí donde se busca a Dios. |
|
|
|
|
|
�Hurra...! �bebed...! En la imposible senda |
|
de la vida, tocamos con la nada; |
|
levantemos, viajeros, nuestra tienda, |
|
y pongamos ya fin a la jornada. |
|
|
|
�Hurra...! �bebed! En deliciosos lazos |
|
el importuno día nos halle presos... |
|
�Hurra...! �bebed...! �El choque de los vasos |
|
sea la música ardiente de los besos! |
|
|
|
�Vino...! �más vino aún...! |
|
�Aquí está el día... |
|
Sol que la tierra miserable alegras, |
|
al opacar las luces de la orgía |
|
tomas las horas de mi vida negras! |
A D. Antonio Fernández Merino
|
|
|
|
Amo la noche El corazón ansía |
|
sus sombras y su calma. |
|
Para el mundo y los hombres es el día, |
|
la noche y su misterio para el alma, |
|
|
|
Cubrir parece el tenebroso velo |
|
un mundo que no existe, |
|
el pensamiento se levanta al cielo |
|
profundamente religioso y triste. |
|
|
|
Errante vaga y se dilata y sube |
|
hasta el dosel inmenso, |
|
como en los templos del Señor la nube |
|
aromática y pura del incienso. |
|
|
|
Que templo es la Creación, templo bendito |
|
del Dios de los mortales; |
|
llena su inmensidad el infinito, |
|
y se sienta el Misterio en sus umbrales. |
|
|
|
|
|
�Dónde está Dios? -pregúntase burlando |
|
el hombre miserable |
|
del torpe mundo en el turbión nefando- |
|
�Dónde está Dios? �Que se revele y hable! |
|
|
|
Y es verdad, es verdad... A la impureza |
|
y al orgullo del hombre |
|
esconde, al parecer, Naturaleza |
|
la presencia de Dios y hasta su nombre. |
|
|
|
�Dónde está Dios? -Dejad vuestros salones |
|
do alumbra esa bujía, |
|
que parece que ve nuestras pasiones |
|
y tiembla y se avergüenza ante la orgía. |
|
|
|
Dejad la cárcel y el estrecho muro |
|
de la ciudad ruidosa, |
|
y la vista tended al cielo oscuro |
|
donde reina la noche silenciosa. |
|
|
|
�Allí su trono está...! Dulces y bellas, |
|
cual flores de topacio, |
|
cintilan temblorosas las estrellas |
|
en los oscuros campos del espacio. |
|
|
|
Mundos de oro y de luz ruedan sin nombre |
|
en aparente calma, |
|
como los sueños del amor del hombre |
|
en la infinita soledad de su alma. |
|
|
|
Pero Dios está allí... Yo le he buscado |
|
al pie de los altares, |
|
yo su nombre magnífico he escuchado |
|
en el ronco retumbo de los mares. |
|
|
|
Yo, cuando aurora sus celajes tiende |
|
del cielo americano |
|
en el diáfano azul, quien los enciende |
|
creo que es de Dios la luminosa mano. |
|
|
|
Está en la soledad, cuando Natura, |
|
al parecer inerme, |
|
bajo las alas de la niebla oscura |
|
en el regazo de la Noche duerme. |
|
|
|
Yo he sentido pasar cual de su aliento |
|
la llama abrasadora, |
|
en la tormenta que dispersa al viento |
|
la legión de las nubes voladora. |
|
|
|
Y cuando tempestad en lo infinito |
|
flamígera pasea, |
|
paréceme leer su nombre escrito |
|
del rayo en el zig-zag que centellea... |
|
|
|
|
|
Pero nunca te vi, nunca, Dios mío, |
|
como al tender su velo |
|
la noche en las llanuras del vacío: |
|
la tierra olvido y me remonto al cielo. |
|
|
|
Ante él, entre la sombra, solitario |
|
siento que espero y creo; |
|
el cielo de la noche es el santuario, |
|
mi Dios, mi eterno Dios, donde te veo. |
|
|
|
Cada astro, de tu nombre es una letra, |
|
cada rumor te nombra; |
|
allí me hablas, Señor, allí penetra |
|
tu incomprensible espíritu mi sombra. |
|
|
|
|
|
Alondra de lo inmenso, tiende el alma |
|
sus vuelos vagabundos, |
|
y se pierde, y se pierde en la honda calma |
|
del eterno silencio de los mundos. |
|
|
|
�Dónde entonces están la tierra triste, |
|
el hombre, y su delito? |
|
El mundo de los hombres ya no existe... |
|
�Estoy solo con Dios en lo infinito...! |
|
|
|
Solemnes van las horas y tranquilas; |
|
y en tanto que así velo, |
|
me miran cintilando esas pupilas |
|
que llamamos, estrellas, desde el cielo... |