|
|
|
|
Tu imagen vino a visitarme en sueños; |
|
sentí un aliento, acariciar mi frente, |
|
y luego un labio trémulo y ardiente |
|
que buscaba mi labio... y desperté. |
|
La sombra nada más, la triste sombra, |
|
la muda soledad, la negra calma |
|
imagen de la noche de mi alma, |
|
esto tan sólo al despertar hallé. |
|
|
|
¡Ah! Si en la noche de la triste ausencia |
|
¡no me sonriera la esperanza hermosa |
|
de que en tu seno, virgen cariñosa, |
|
el sueño de la dicha he de dormir; |
|
yo me hundiera en mi lóbrega tristeza |
|
hasta llegar al seno de la muerte; |
|
porque no puedo ya vivir sin verte, |
|
porque amar y estar lejos, es morir. |
|
|
|
Pero, al menos tú sabes que te amo |
|
con un amor que la creación llenara, |
|
con un amor que el ángel envidiara |
|
si no fueras un ángel tú también. |
|
Si dueño fuera de la tierra toda, |
|
la tierra toda ante tus pies pusiera... |
|
Si fuera Dios... ¡hasta los cielos diera |
|
por sólo un beso en tu divina sien...! |
|
|
|
Mis noches son para soñar tu imagen, |
|
tu imagen es para encantar mi vida, |
|
mi vida para, ti, virgen querida, |
|
y tú para mi eterna. adoración. |
|
Tú, caricia, dulcísima del alma, |
|
tú, beso de los cielos desprendido |
|
y en medio de mis lágrimas caído, |
|
aquí, dentro mi mismo corazón. |
|
|
|
¡Oh! ¡ven a mí! Mi vida solitaria |
|
se acaba, se consume en el hastío; |
|
necesito de ti, dulce bien mío, |
|
necesito de ti para vivir. |
|
Es tu sombra la luz de mi camino, |
|
sin ti me siento el corazón ateo; |
|
me estoy muriendo porque no te veo, |
|
porque amar y estar lejos, es morir. |
|
|
|
¡Oh! si me amas también, si también lloras; |
|
si, a tu lado buscándome, suspiras; |
|
si sientes este fuego que me inspiras, |
|
alma de mi alma enamorada, ¡ven! |
|
ven a mi pecho, si en el tuyo, viva |
|
ardiendo está de la pasión la hoguera... |
|
¡Oh! ¡ven a mí! mi corazón te espera, |
|
que ardiendo está mi corazón también. |
|
|
|
Te veo en mi sueño... ¡Y en mi sueño, loco, |
|
temblando el alma de pasión, te llamo! |
|
y te grito... te grito... ¡que te amo! |
|
¡que soy tu dueño, que tu esclavo soy! |
|
¡que instante tras instante de mi vida, |
|
del corazón latido tras latido, |
|
para volar a ti se han desprendido, |
|
y que sin vida, que sin alma estoy! |
|
|
|
Te llamo en sueños... y venir te siento... |
|
el ruido de tu paso: me estremece, |
|
y mi frente, abrasada palidece |
|
al eco, idolatrado de tu voz. |
|
Y siento que te acercas... que tu aliento |
|
ardiente y suave mi mejilla toca, |
|
y que juntas tu boca con mi boca... |
|
¡Y despierto..., con fiebre el corazón...! |
|
|
|
¡Ven...! ¡y una dicha buscaré suprema |
|
para pagarte la que tú me dieres, |
|
inundaré tu vida de placeres, |
|
incendiaré de amor tu corazón! |
|
Y entonces, cuando loco, de tus labios |
|
bebiendo esté torrentes de delicias, |
|
¡mátame, por piedad, con tus caricias! |
|
¡mátame entre tus brazos... de pasión! |
|
|
|
- I - |
|
Escucha dulce niña, |
|
que pides al poeta |
|
te diga de sus versos |
|
la inspiración secreta. |
|
|
|
Suspiros ahoga el labio |
|
que brota el corazón, |
|
suspiros que son ayes |
|
de incógnito dolor. |
|
|
|
Lágrimas que los ojos |
|
suben a humedecer |
|
y vuelven en el alma |
|
ardientes a caer. |
|
|
|
Palabras que no deben |
|
los labios pronunciar, |
|
si aquella a quien se dicen |
|
no sabe qué es amar. |
|
|
|
Mis versos son las flores |
|
nacidas de mi llanto; |
|
de mis suspiros brotan |
|
las notas de mi canto. |
|
|
|
Entro esas flores tristes, |
|
en ese vago acento, |
|
palpita todo un mundo |
|
de amor y sentimiento. |
|
|
|
La voz que se levanta |
|
en mi alma solitaria |
|
tiembla como un sollozo, |
|
porque es una plegaria. |
|
|
|
Llena de lo imposible |
|
está mi mente loca, |
|
de lágrimas y besos |
|
sedienta está mi boca. |
|
|
|
Amaba la esperanza, |
|
hoy el recuerdo adoro, |
|
amor supremo y triste, |
|
mi culto y mi tesoro. |
|
|
|
Soñaba todo un mundo |
|
de amor y de grandeza, |
|
hoy en la vida solo |
|
me muero de tristeza. |
|
|
|
Ignoro mi destino, |
|
ignoro lo que quiero, |
|
tan sólo sé que sufro, |
|
tan sólo sé que muero. |
|
|
|
Tú no comprenaes, niña, |
|
lo que mis versos son... |
|
Tampoco ella comprende |
|
lo que es mi corazón. |
|
|
- II - |
|
Vuelve a mi corazón, queda escondida, |
|
ilusión imposible de mi vida, |
|
ternura de poeta, pasión loca... |
|
Si no has de ser dichosa ni creída, |
|
vive en mi corazón, calla en mi boca. |
|
|
- III - |
|
¿Qué dice la ola |
|
que va perdida? |
|
-Dice, ¿no oyes?: |
|
Yo soy la vida. |
|
|
|
¿Y qué la rosa, |
|
gala de un día? |
|
-¿No la oyes? Dice: |
|
Soy la alegría. |
|
|
|
¿Y el ave en busca |
|
de otra región? |
|
-¿No va diciendo: |
|
soy ilusión? |
|
|
|
¿Y aquel lucero |
|
que no se alcanza? |
|
-¿No dice, acaso: |
|
Soy esperanza? |
|
|
|
¿Y estas tinieblas |
|
en que me pierdo? |
|
-¿No las conoces? |
|
Son tu recuerdo. |
|
|
|
¿Y este sollozo |
|
de mi dolor? |
|
-Tú bien lo sabes, |
|
ese es tu amor. |
|
|
- IV - |
|
Soy una voz de lágrimas que cuenta |
|
la historia de un amor sin esperanza, |
|
soy el gemido trémulo que lanza |
|
el alma sin fe ya. |
|
|
|
Soy el recuerdo de una dicha, espectro |
|
del alma en las ruinas escondido, |
|
soy un inmenso corazón herido |
|
que nadie curará.. |
|
|
- V - |
|
Halláronse mis ojos |
|
con otros ojos bellos, |
|
el beso de una virgen |
|
pasó por mis cabellos, |
|
y penetró en mi alma, |
|
y la llenó de luz. |
|
|
|
Después..., vino la noche, |
|
la noche sin luceros; |
|
oí dentro mi pecho |
|
sollozos lastimeros... |
|
Mi corazón estaba |
|
clavado en una cruz. |
|
|
- VI - |
|
Mariposas celestes |
|
en lontananza, |
|
son los vagos ensueños |
|
de la esperanza. |
|
¡Ay si corréis tras ellas, |
|
almas ansiosas! |
|
Los niños nunca cogen |
|
las mariposas. |
|
|
|
Y si a cogerlas llegan, |
|
quédales sólo, |
|
de sus brillantes alas |
|
el polvo de oro; |
|
como queda el recuerdo |
|
del bien perdido, |
|
cuando esperanza y dicha |
|
nos han huido. |
|
|
|
Que las almas son rosas; |
|
la dicha y. la esperanza |
|
son mariposas. |
|
|
- VII - |
|
¿Cómo puede la alondra del valle |
|
que pasa ligera |
|
|
|
en pos de otro clima, dudar que sus flores |
|
le da primavera? |
|
|
|
¿Cómo pueden las flores que se abren |
|
al beso del día, |
|
dudar que el sol de oro, su amante celeste, |
|
su luz les envía? |
|
|
|
¿Cómo el sol que en el cielo la mano |
|
divina suspende, |
|
dudar puede que el Dios de los astros |
|
sus rayos enciende? |
|
|
|
¿Cómo puedo dudar que infelice |
|
de no verte muero? |
|
¿y tú cómo puedes, pedazo del alma, |
|
dudar que te quiero? |
|
|
- VIII - |
La niña |
|
Si no te enoja, poeta, |
|
mi curiosa pretensión, |
|
quisiera leer una hoja |
|
del álbum del corazón. |
|
|
El poeta |
|
Pero, niña, si es un libro |
|
que ni divierte ni alegra, |
|
un libro en que cada página |
|
es una página negra. |
|
Cuando a vivir empezamos |
|
son blancas las hojas todas |
|
después vamos escribiendo |
|
coplas, sonetos y odas. |
|
Hay páginas, que son versos |
|
de música deliciosa, |
|
otras que son elegías, |
|
y otras muchas que son... prosa. |
|
|
La niña |
|
Mas la página primera |
|
¿no es la del amor quizás? |
|
|
El poeta |
|
Es la portada del libro, |
|
el prólogo... nada más. |
|
|
La niña |
|
¡La esperanza es tan querida! |
|
y cuando por fin se alcanza... |
|
|
El poeta |
|
Es una página rota |
|
la que habla de la esperanza. |
|
|
La niña |
|
¿Pero la gloria, ese lauro |
|
a cuya conquista arroja |
|
todo su ser el poeta? |
|
|
El poeta |
|
No, hay en mi libro esa hoja. |
|
|
La niña |
|
Pero al menos la memoria |
|
de haberse querido tanto, |
|
la página de la dicha... |
|
|
El poeta |
|
Está borrada con llanto. |
|
|
La niña |
|
Triste es, poeta, tu callada historia: |
|
|
El poeta |
|
Siempre de luto el corazón está. |
|
|
La niña |
|
¿No hay siquiera fugaz en tu memoria |
|
el sueño de una dicha transitoria...? |
|
|
El poeta |
|
¡La dicha...! Ni soñarla puedo ya. |
|
|
- IX - |
|
¿Qué...? ¿mi corazón despierta |
|
y ya sacudiendo altivo |
|
el polvo de su fe muerta |
|
se alza con la herida abierta |
|
pero palpitante y vivo? |
|
|
|
¿Aun otra ilusión me inspira...? |
|
¿Aun brotarán en mi lira |
|
las canciones del amor...? |
|
¿para hallar otra mentira? |
|
¿para hallar otro dolor? |
|
|
- X - |
|
Como para el mundo un cielo, |
|
como para el cielo un sol, |
|
cual Dios, que no lo sería |
|
si lo pudieran ser dos, |
|
así para nuestras almas |
|
existe sólo un amor |
|
que por único y por grande |
|
es sol, es cielo y es Dios. |
|
|
- XI - |
|
Te he dado toda mi vida, |
|
te he dado toda mi alma, |
|
todo cuanto soy te di; |
|
y aun no he podido pagarte |
|
lo que tú me has dado a mí. |
|
|
- XII - |
|
El alma que en la mirada |
|
es caricia y embeleso, |
|
se hace suspiro, y, temblando, |
|
penetra el alma en un beso. |
|
|
- XIII - |
|
Triste es la tarde, sin luz el cielo. |
|
Niebla que pasas, ¿adónde vas? |
|
-Sólo Dios, sabe mi incierto vuelo. |
|
Niebla, ¿qué eres? |
|
-Sombra, no más... |
|
La noche llega, la flor se aduerme, |
|
brisa que pasas con lento giro, |
|
¿adónde vuelas? |
|
-Voy a perderme. |
|
Dime, ¿qué eres? |
|
-Soy un suspiro. |
|
Es alta noche: grato beleño |
|
cierra mis ojos, y en lontananza |
|
un ángel blanco miro, en mi sueño. |
|
Ángel, ¿quién eres? |
|
-Soy la esperanza. |
|
|
|
Así es la vida; niebla pasajera |
|
que cruza vagabunda por la esfera |
|
deshaciéndose en vaga lontananza. |
|
Y nuestra dicha, frágil e indecisa, |
|
un suspiro que pasa con la brisa, |
|
y sueño nada más nuestra esperanza. |
|
|
- XIV - |
|
Allá cuando era joven, el alma en primavera, |
|
soñando ya en amarte, mi dulce compañera, |
|
se desbordaba en flores |
|
y músicas de amor. |
|
El aura de la vida ungía mi cabellera |
|
con el celeste aroma de la esperanza en flor. |
|
|
|
Entonces, una noche... el cielo nos veía |
|
con su mirada de astros; la bóveda sombría |
|
era un inmenso templo, |
|
el sacerdote, Dios. |
|
Ante Él tu fe me diste, ante Él te di la mía: |
|
quedaron desposadas las almas de los dos. |
|
|
|
Pero hoy... la noche es negra. La bóveda enlutada |
|
es una inmensa tumba... Murió mi desposada, |
|
perdiose en lo infinito, |
|
el alma de mi amor. |
|
El templo está desierto, la lámpara apagada, |
|
y, sólo, en las tinieblas solloza mi dolor. |
|
|
- XV - |
|
Tú no supiste nunca |
|
lo que es el sentimiento |
|
inmenso, de ternura |
|
que guarda el corazón. |
|
¿De qué me sirve el alma? |
|
¿De qué mi pensamiento...? |
|
Yo soy una hoja seca |
|
llevada del turbión. |
|
|
|
En el ingrato mundo |
|
mi vida es una ola |
|
que no hallará más playa |
|
do pueda descansar, |
|
que una cercana tumba |
|
abandonada y sola, |
|
do nadie irá su llanto |
|
de amor a derramar. |
|
|
- XVI - |
|
Bajo la sacra bóveda del templo |
|
do humea el incensario |
|
y el oro resplandece, si levanto |
|
mi ruego solitario, |
|
el alma habla a su Dios en el santuario. |
|
|
|
Pero en medio del bosque, en el desierto |
|
donde vive la palma |
|
o a la orilla del mar, do resplandece, |
|
Naturaleza en tempestad o en calma, |
|
es Dios quien habla al alma. |
|
|
- XVII - |
|
Cuando después del fatigoso día |
|
vengo paz a buscar bajo mi techo |
|
en los brazos del sueño, hay un fantasma |
|
que se sienta a la orilla de mi lecho. |
|
|
|
En vano quiero separar mis ojos |
|
de aquel fantasma que de luto viste; |
|
allí está, siempre está, siempre me mira |
|
inmóvil, mudo, pavoroso, triste: |
|
|
|
Y cae sobre mi espíritu el espanto; |
|
pero evitar no puedo su presencia, |
|
porque ese triste espectro de mis noches |
|
está en mi propio ser... es mi conciencia. |
|
|
- XVIII - |
|
Corazón, ¿qué es lo que quieres? |
|
Amor, dolores, placeres, |
|
ya de todo te sacié, |
|
y sin embargo, ¡te mueres, |
|
y no sabes ni de qué...! |
|
|
- XIX - |
|
En un abrazo inmenso confundo mis amores, |
|
mujeres de delicias, mujeres de dolores, |
|
mi infierno de placeres, |
|
mi cielo, de dolor. |
|
|
|
Mis labios están hartos de lágrimas y besos, |
|
y aun tiene sed el alma de no sé qué embelesos... |
|
¿En dónde está la dicha? |
|
¿En dónde, está el amor? |
|
|
- XX - |
|
Sondead la tierra, y en el seno oscuro |
|
donde guarda el abismo su tesoro, |
|
envuelto en su ropaje de granito, |
|
en tosca piedra encontraréis el oro. |
|
|
|
Sondead el mar... Las olas turbulentas |
|
se agitan con furor por esconderla, |
|
pero bajad al fondo del Océano |
|
y allá, en su concha, encontraréis la perla. |
|
|
|
Sondead el cielo, y en lo más remoto, |
|
donde tan sólo Dios deja su rastro, |
|
del infinito en la perpetua noche, |
|
mundo de luz, encontraréis el astro. |
|
|
|
Sondead el corazón, hasta ese fondo |
|
donde temblando la conciencia entra, |
|
y de su abismo en la tiniebla impura, |
|
decidme, ¿qué se encuentra...? |
|
|
- XXI - |
|
¡Qué dulce es el hogar, Lleno de sombra |
|
mi corazón traía, |
|
crucé el umbral de mi modesta casa |
|
y ¡cuán hermoso fulguraba el día! |
|
|
|
¡Qué bueno es el hogar! Amargas iras |
|
me anegaban el alma, |
|
pero al besar las canas de mi madre |
|
llenó mi pecho de perdón y calma. |
|
|
|
¡Qué tierno es el hogar! ¡Oh! ¡cuántas lágrimas |
|
en cariño infinitas, |
|
sobre mi frente pálida cayeron, |
|
dulcísimas, temblantes y benditas! |
|
|
|
¡Qué santo es el hogar! Quizá mi labio |
|
el existir maldijo, |
|
pero lloré, y creí con toda mi alma |
|
cuando mi santa madre me bendijo. |
|
|
- XXII - |
|
Tú que pasas ruidosa y deslumbrante |
|
en cano de oro, entre el aplauso inmenso |
|
de la turba servil y del incienso |
|
con que falaz lisonja te importuna, |
|
¿quién eres, cortesana? |
|
-Soy la reina del mundo, la Fortuna. |
|
Y tú, pálida virgen, tan hermosa, |
|
que vas a pie, descalza y olvidada, |
|
de estrellas y de espinas coronada, |
|
vuelta la espalda a la Fortuna impía, |
|
¿quién eres, dulce virgen? |
|
-Hija del cielo soy: la Poesía. |
|
|
- XXIII - |
|
¡Qué bosque tan feraz! ¡Y cuán profuso |
|
en sombras, en misterio, y en reposo! |
|
¡Cómo cantan las aves y cuál rueda |
|
el agua fresca su raudal copioso! |
|
|
|
Por falta de unas gotas de esa agua, |
|
y de algo de esa sombra, en el desierto, |
|
jadeante, sin vigor, desesperado, |
|
cae el viajero, muerto. |
|
|
|
|
|
Ved esa caja en el rincón oculta |
|
de mísero desván..., ¡cuánto tesoro! |
|
Tiemblan las manos del avaro, y ruedan |
|
los diamantes revueltos con el oro. |
|
|
|
Por falta nada más de una moneda |
|
de ese tesoro por que tantos gimen, |
|
pálida, al lupanar la virgen llama, |
|
y marcha el hombre al crimen. |
|
|
|
|
|
Estremece la bóveda del templo, |
|
del órgano, la voz, grave y severa, |
|
y el alma del creyente, conmovida, |
|
en su éxtasis ve a Dios, ruega y espera. |
|
|
|
Por falta de una chispa, de una sola |
|
de esa divina fe, paz y consuelo, |
|
el hombre en su dolor a Dios olvida |
|
y hasta se niega el cielo. |
|
|
- XXIV - |
|
Hermosa y, como siempre fugitiva, |
|
a mi lado un instante el raudo vuelo |
|
detuvo compasiva |
|
la Esperanza feliz, hija del cielo. |
|
|
|
Posó su dulce labio en la sombría |
|
pálida frente del poeta triste..., |
|
y la encontró apagada, seca y fría |
|
como la frente del que ya no existe. |
|
Buscó en sus ojos lágrimas, y estaban |
|
áridos cual arena del desierto; |
|
tocó su pecho ansiosa |
|
y buscó el corazón..., ¡y estaba muerto...! |
|
|
|
Entonces la Esperanza hija del cielo |
|
lanzó un suspiro y prosiguió su vuelo. |
|
|
|
|
|
|
|
De ella en pos melancólico y sombrío, |
|
con vuelo triste y lento |
|
otro ángel se acercó. Su vestidura |
|
era más negra que la noche oscura |
|
y de él en torno sollozaba el viento. |
|
La frente inanimada del poeta, |
|
besó también, pero con tal cariño, |
|
cual si fuese una madre que adurmiese |
|
en el regazo del amor su niño. |
|
Y luego, con afán siempre materno, |
|
en su seno de sombras descansola |
|
como para dormir el sueño eterno. |
|
|
|
Desde entonces reclino mi cabeza |
|
en el regazo maternal y tierno |
|
del ángel funeral de la Tristeza. |
|
|
- XXV - |
|
El viejo, sol en su inmortal carrera |
|
ha alumbrado al monarca y al guerrero, |
|
el sabio y al artista y al poeta, |
|
al rico, altivo, al sacerdote austero. |
|
|
|
Ha alumbrado, al apóstol y al creyente, |
|
al inocente, al mártir y al que es justo, |
|
y hasta al mismo Hombre-Dios en la figura |
|
santa y hermosa de Jesús augusto. |
|
|
|
Cuanto viviente ser dentro sus siglos |
|
la triste y vasta humanidad encierra, |
|
ha visto el viejo sol... y no ha encontrado |
|
un solo hombre feliz sobre la tierra. |
|
|
- XXVI - |
|
¡Qué hermoso brilla el sol! Desque amanece |
|
hasta que cae soberbio en el ocaso |
|
fecunda vivifica y resplandece. |
|
Pero el hombre infeliz, paso tras paso, |
|
sin saber dónde va, gime y padece; |
|
juguete miserable del acaso, |
|
todo le engaña, le escarnece y hiere |
|
hasta que, roto, se doblega y muere... |
|
|
- XXVII - |
|
He gozado... si goce es 1a locura |
|
de soñar lo imposible, |
|
y creerlo realizado, y estrellarse |
|
contra algo infame, estúpido o risible. |
|
|
|
He sufrido... No sé desde qué hora |
|
mi martirio comienza, |
|
pero sé que he llorado, y que llorando, |
|
de mi propio dolor tuve vergüenza. |
|
|
|
¡Vergüenza de encontrarme arrodillado |
|
ante ídolos de lodo, |
|
vergüenza de la farsa de la vida, |
|
vergüenza de los hombres... y de todo! |
|
|
|
Ilusión, amistad, amor... locuras |
|
por que el hombre delira, |
|
venid para escupiros a la cara |
|
el solo nombre que tenéis... ¡Mentira! |
|
|
|
|
- XXVIII - |
|
No soy más que mi sombra... ya estoy muerto, |
|
lo siento en esta calma |
|
que hay en todo mi ser. Es un desierto |
|
lo que llevo en el alma. |
|
|
|
Tanto he querido y con pasión tan loca |
|
que dejé, sin sentirlo en mi embeleso, |
|
un poco de mi vida en cada boca, |
|
un pedazo de mi alma en cada beso. |
|
|
|
|
- XXIX - |
|
¡No más vida, Señor, ya no más vida...! |
|
Cuando lloraba el alma dolorida, |
|
me nutría el pesar. |
|
Ahora no sufro ya, no deseo nada; |
|
pero tengo, Señor, mi alma cansada |
|
y quiero, reposar. |
|
|
|
|
- XXX - |
|
Un viaje por un mar de tempestades |
|
es la vida mortal; la tumba es puerto. |
|
Morir es regresar a nuestra patria... |
|
No se debe llorar por los que han muerto. |