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Margarita



                                                                                                                                         
   Allá cuando fui joven, seductora
la musa del amor y la belleza
vino hacia mí, coqueta y tentadora,
ante mis ojos desplegó sus galas,
y cubriendo un instante mi cabeza
con la mágica sombra de sus alas,
de una lira tan pobre cual la mía
arrancó inspiradora
raudales de pasión y de armonía.
 
   Yo, era joven, la musa era coqueta,
como bella mujer, y sus favores
prodigome indiscreta.
Entonces por acaso, fui el poeta
cantor de la hermosura y los amores,
y en sus ardientes aras
quemé mi incienso, y esparcí mis flores.
 
   Mas hoy, pese a mi estrella,
en vano busco a la gentil doncella
musa gentil de mis tempranos días.
Me deja... Ya no tengo para ella
juventud, esperanza y alegrías.
Inconstante y voluble me abandona,
de entre mis brazos, pérfida se salva,
arranca de mis sienes su corona,
la espantan mi aislamiento,
mis ojos ciegos, mi cabeza calva,
y el hallar a mi lado, torva, fría,
pálido, huésped de los mustios años
en que el otoño de la vida empieza,
la musa funeral de la tristeza
del tedio y los amargos desengaños.
 
   Así, pues, adorable Margarita,
Margarita preciosa cual las perlas,
Margarita gentil como las flores,
más bella y exquisita
que el diamante de vívidos fulgores;
�qué te puedo decir, mi dulce hermana,
que digno de ti sea,
que digno sea de tu edad temprana?
�Qué te puedo decir, amiga mía,
si tengo el alma de tristezas llena
y está rota mi lira, y ya no suena
�como en un tiempo, cuando Dios quería?
 
   �Nada te digo ya...! Calle el poeta,
que no sabe cantar como merece
la grata seducción de la hermosura,
y que en pálidos versos sólo ofrece,
sin color ni frescura,
despojos de una lira que envejece.
 
   Mas no envejece el corazón nacido
para amar y sentir constantemente,
y que sentir y amar siempre ha sabido
cariñoso y ardiente.
Y es él, mi corazón, a quien escucho,
cuando te digo, aunque en humilde prosa,
pues para hacerlo en verso ya no lucho:
�Margarita gentil, flor primorosa,
paloma del hogar, perla preciosa,
Margarita de amor... te quiero mucho!




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Isabel



                                                                                                                                         
   �Isabel, Isabel... quiero cantarte!
mas �qué puedo decir en tu alabanza
si eres más dulce tú que la esperanza,
si eres más bella tú que la ilusión?
�si pensando que te hablo, me parece
que me miran tus ojos de querube,
y la palabra que a mi labio sube
tímida retrocede al corazón...?
 
   Yo, pobre trovador de los recuerdos
de mi alma en el dolor envejecida,
cantor de las tristezas de mi vida
en pos de un sueño de imposible amor;
yo, que las flores de mi dicha puras
perderse vi del mundo en la corriente,
�ofreceré para ceñir tu frente
las pálidas adelfas del dolor...?
 
   No; yo pregunto al corazón tu nombre,
y tu nombre levanta en mi memoria,
hermosa como el sueño de la gloria,
tu seductora imagen, Isabel.
Ella del corazón en la tiniebla
encenderá la llama inspiradora,
hará brotar, destello de la aurora,
en un desierto, flores de vergel...
 
   Yo, soy un soñador, un visionario:
cuando en la sombra de la noche velo
miro, tal vez, imágenes del cielo,
el mundo de mi mente atravesar,
Son del sueño las vírgenes ideales,
pálidas, melancólicas y bellas...
Si te pareces, Isabel, a ellas,
�cómo puedo tu sombra bosquejar?
 
   �Qué decir de la mágica sonrisa
que vaga dulce entre tus labios rojos?
�Qué decir de tus ojos, si tus ojos
son en tu faz como en el cielo el sol?
�Qué decir de tu frente soberana?
�Qué decir de tu poética belleza,
si mirando tu espléndida cabeza
se piensa en los arcángeles de Dios...?
 
   Si lo que puede Dios pudiera el hombre,
con estrellas trenzara tus cabellos,
y luminosa prendería en ellos
guirnalda de luceros a tu sien.
Horizontes de luz y de zafiro
a tu mirada de ángel abriría,
y tu senda feliz alfombraría
con las rosas perdidas del Edén.
 
   Y poblara la sombra de tus noches
con visiones de arcángeles risueños,
que tenderían, por velar tus sueños,
sus blanquísimas alas sobre ti;
y arrojara del mundo los pesares,
y la tierra llenara de alegría,
porque nunca una lágrima sombría
marchitara tus labios de rubí.
 
   Isabel, Isabel... Quise cantarte...
Mas, �rómpanse las cuerdas de mi lira...
El que tus ojos una vez admira,
el alma loca sentirá después.
Corona celestial es tu hermosura...
�Que la dicha sus flores le entreteja!
Yo... nada soy... �Pero que ponga, deja,
el alma, entre mis versos, a tus pies...!




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Rosa



                                                                                                                                         
   Dulce cantora de Atoyac, levanta,
al suave ritmo de tu lira de oro,
de tu almo verso el revolar canoro
y como el ave en la enramada, canta.
 
   Voz de pasión, en femenil garganta,
ya que tiemble feliz en un te adoro,
ya que so moje en escondido lloro,
al son de un arpa cual la tuya, canta.
 
   Así como la aurora entre las flores
va esparciendo sus gotas cristalinas,
de esa tu arpa derrama los primores
 
   en tantos corazones que fascinas
y olvida entre el aplauso, y sus loores
que eres Rosa y te cercan las espinas.




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Luisa



                                                                                                                                         
   Anoche, al dejarte,
tu imagen preciosa
flotaba en mi mente,
tan pura y hermosa
cual flota en un sueño
celeste visión.
Tu frente miraba
tan limpia y serena,
tu pálida frente
color de azucena,
la frente de un ángel
que está en oración.
 
   Miraba tus ojos,
tus ojos de estrellas,
que tienen miradas
tan dulces y bellas
cual rayo de luna
tendido en el mar.
Miraba esa vaga
perenne sonrisa
que olvida en tu boca
de púrpura, Luisa,
el ángel del sueño,
tu labio al besar.
 
   Miraba todo esto,
fingiendo mi mente
que el mundo es el turbio
raudal del torrente,
y tú, flor sencilla
que al margen creció.
�Que nunca sus aguas
de amargas, congojas
de tu alma de lirio
se lleven las hojas...!
En ese torrente
mi fe se perdió.
 
   �Feliz si no sabes
lo que es en la vida
sentir toda el alma
de amor encendida,
poblada de sueños,
radiante de fe!
Tener pensamientos
que abrasan la frente,
sentir la esperanza
de dicha impaciente,
vivir delirando,
soñar... no sé qué.
 
   Oír en el agua
que corre, un lamento,
oír un suspiro
que pasa en el viento,
diciendo fugaces
La vida es amor.
Y oyendo ese nombre
mirar las estrellas,
y ver que en el cielo,
escribe con ellas
la misma palabra
la mano de Dios.
 
   Pasar de la noche,
las horas calladas
fingiendo en la sombra
visiones amadas,
también murmurando:
La vida es amor;
y entre ellas la virgen,
la virgen bendita
que enciende en el alma
pasión infinita,
pasión que es un mundo
de dicha y dolor.
 
   Amar con delirio,
con loca terneza,
y huérfano y solo
morir de tristeza,
sin una esperanza
de dicha quizá;
tan sólo adorando
la santa memoria
de un sueño inefable
de amor y de gloria,
que un tiempo gozamos
y no volverá.
 
   �Feliz si no sabes...!
mas no; quien ignora
lo que es el insomnio,
del alma que llora
tristezas celestes,
pesares de amor;
quien nunca recuerda
placeres perdidos,
quien triste no guarda,
secretos queridos,
ni vive adorando
su propio dolor;
 
   es sólo una sombra
que cruza la vida,
estéril, errante,
mezquina, perdida,
cerebro sin mente,
pupila sin luz...
�Amar es el alma
lanzar al delirio,
bañarse en la dicha
sufriendo el martirio,
alzarse a los cielos
clavado en la cruz!
 
   �Oh, pálida Luisa,
si encuentras acaso
un alma enclavada
de amor en la cruz,
viajera divina
que cruzas de paso,
sé su ángel de amores,
sé su ángel de luz!




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Luz



                                                                                                                                         
   �Luz es todo lo bello! Luz la aurora,
ráfaga de oro tras la noche umbría,
y la antorcha del sol deslumbradora
sobre la tierra destellando el día.
 
   Luz es la luna solitaria y blanca,
confidenta del alma en sus dolores,
luz la brillante lágrima que arranca
del virgen corazón pena de amores.
 
   Luz el insomnio de la mente inquieta,
cuando la casta virgen Poesía
viene a besar la frente del poeta
y a verter en su arpa melodía.
 
   Luz es el alma en que el amor enciende
por vez primera su celeste llama:




                                                                                                                                         
de luz las alas que soberbio tiende
un pensamiento que la gloria inflama.
 
   Y luz es la existencia, fatuo fuego
que de la sombra de la cuna brota,
brilla un instante... y desparece luego,
de los sepulcros en la noche ignota.
 
   Y luz del porvenir es la esperanza,
luz del alma la fe, luz de la vida
estos sueños de amor y venturanza
tras los que corre el ánima perdida.
 
 
   Y luz es tu beldad �oh, Luz más bella
que la vaga ilusión que me enamora!
Luz, arcángel que pasas, Luz, estrella
en la noche del alma que te adora.
 
   Yo te amo, sí, fantasma de mis sueños,
con el amor ideal de mis delirios,
yo, soñador de arcángeles risueños
y vírgenes más puras que los lirios.
 
   Como a ellas te amo, sí; que como ellas,
eres himno, perfume, melodía;
y si no te coronan las estrellas,
de tus miradas se desprende el día.
 
   Estrella de beldad, si Luz te llamas
es porque llevas en tu frente aurora,
porque la luz que con mirar derramas,
alumbra el corazón, y le enamora.
 
   Mujer de bendición, inolvidable,
realizada creación del pensamiento.
�Nunca a mi labio dejaré que te hable,
nunca, ilusión, te deshará mi aliento!
 
   Como la estrella en el azul perdida
que se mira, se adora y no se alcanza,
así, mi Luz, estrella de mi vida,
te idolatra de lejos mi esperanza.




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Dolores



                                                                                                                                         
   Dolores, bella Dolores,
�quién ese nombre te dio?
Te soñaron los Amores
y de estrellas y de flores
Dios, sonriendo, te formó.
 
   Dio a tu frente la pureza
y el color del azahar,
y tu lánguida cabeza
coronó con la belleza:
ser hermosa, �no es reinar...?
 
   Son tus labios ambrosía,
tus palabras melodía,
tus sonrisas arrebol;
en tu rostro luce el día,
en tus ojos brilla el sol.
 
   Dolores, bella Dolores,
�quién este nombre le dio?
Si te crearon los Amores,
�qué dolor, qué sinsabores,
tu presencia no ahuyentó?
 
   Bien hayas tú, la galana,
la bellísima entre mil,
la más linda flor poblana
que descuella soberana
de esta tierra en el pensil.
 
   Bien haya la soñadora,
la de dulce inspiración,
cuyas notas cuando llora
son las perlas de la aurora
en la flor del corazón.
 
   Que huyen al viento dispersos
los duelos del padecer,
oyendo cuál brotan versos
dulces, sonoros y tersos
los labios de una mujer.
 
   Bien hayas tú, la preciosa,
la bellísima entre mil,
luz de aurora, perla hermosa,
sueño de oro, blanca rosa,
de la vida en el Abril.
 
   Y pues te llamas Dolores,
selo en el nombre no más;
para ti... tan sólo flores,
dichas, encantos, amores...
pero lágrimas... jamás.




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Genoveva



                                                                                                                                         
   Sola y oculta en el rincón del huerto
exhala su perfume la violeta;
sola se queja en escondida grieta
gentil paloma en el pensil desierto.
 
   Sola, del cielo en el confín incierto,
brilla y derrama inspiración secreta
esa estrella querida del poeta,
que resplandece cuando el sol ha muerto.
 
   Así violeta de fragante aroma
que perfuma los místicos altares,
solitaria y dulcísima paloma
ajena de este mundo a los azares
y blanca estrella que apacible asoma,
eres tú, Genoveva, en tus hogares.




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Catalina



                                                                                                                                         
   �-Patria, familia, hogar..., �qué os habéis hecho?
Quedó la patria tras los anchos mares,
destruyó el infortunio mis hogares
cual pobre nido al huracán deshecho.
 
   �Mi familia, mi amor...! Aquí en mi pecho
convertí sus sepulcros en altares,
y he llorado... he llorado mis pesares
huérfana �ay! bajo extranjero techo.�
 
   Así te vi exhalar en hondo duelo
quejas que al Dios del desterrado claman,
hija preciosa del cubano cielo.
 
   Llanto tus ojos con razón derraman;
mas tu patria, tu hogar en este suelo,
está en el corazón de los que te aman.




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Fúnebres

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La desposada de la muerte

Corona fúnebre de la Sra. Ana María de la Serna y Campbell de Thomas



                                                                                                                                         
   Coronaban su frente todavía
los castos azahares,
el velo de la esposa la cubría
y la nupcial antorcha despedía
su misteriosa luz en los altares.
 
   Amor, engalanado, jubiloso,
sus alas recogiendo,
aun estaba, con aire victorioso,
en los labios el dedo, y malicioso
ante la puerta del hogar sonriendo.
 
   Y aun, ebrio con la dicha de su suerte,
en tan felices lazos
el esposo dormía, cuando la muerte
llamó impaciente, penetró, y ya inerte,
la arrancó sin piedad de entre sus brazos.
 
   Trocose el beso sobre el labio muerto
en lúgubre quejido;
el ángel del amor, pálido y yerto,
las alas agitó con vuelo incierto
y entro sus labios sofocó un gemido.
 
   El soplo helado del espectro rudo
apagó temerario
la lámpara nupcial... Está ya mudo
y desierto el hogar; en el desnudo
tálamo, nada más queda un sudario.
 
   �Ah! �todo en vano fue, todo! �Ventura,
juventud y riqueza,
virtud, amor, talento y hermosura,
todo de un soplo se perdió en la oscura
noche, en que la honda eternidad empieza!
 
   �Pero no la lloréis, no...! Sin rüido
�no habéis su vaga sombra
a vuestro lado alguna vez sentido?
�No llega sin rumor a vuestro oído
una voz como de ángeles que os nombra?
 
   Es Ella; está invisible, mas no ausente.
Deja un instante el cielo
por venirte a traer, madre doliente,
con invisibles besos en tu frente
la inefable caricia del consuelo.
 
   �No la lloréis! Celeste mariposa,
la noche del desierto
atravesó fugaz y luminosa;
ahora vaga feliz de rosa en rosa
por los jardines del divino huerto.
 
   �No la lloréis..., feliz! Bodas mejores
para esas almas bellas
hace el Dios de los místicos amores.
Son en el mundo efímeras las flores
y eternas en el cielo las estrellas.


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