61
Los trabajos..., ed. cit., 442.
62
Prólogo de F. de Mendizábal a F. Villaespesa: Poesías Completas, I, M., 1954, p. xxx).
63
P. Baroja, Memorias, III, O. C., VII, 686 y 741.
64
Memorias, IV, O. C., VII, 843.
65
Memorias,
I, O. C., VII,
396. -Valle-Inclán, en la Sonata de Invierno, 1905:
«Yo no aspiro a enseñar, sino a
divertir. Toda mi doctrina está en una sola frase.
¡Viva la bagatela! Para mí haber aprendido a
sonreír es la mayor conquista de la Humanidad»
(ed. cit., 765-66). No
es ésta sino una de las facetas del arte por el arte.
Véase A. Cassagne: La théorie de l'art pour l'art en France
(Paris, 1906), donde se habla de
«le désir
bien romantique et néo-romantique d'étonner le
bourgeois, élement sécondaire, mais qui ne disparait
jamais complètement, car le mépris dont on enveloppe
le bourgeois n'est jamais assez absolu pour qu'on n'éprouve
pas un secret plaisir [...] à
l'étonner»
(p. 319).
66
R. Gómez de la Serna: Azorín, ed. cit., 81.
67
El gran torbellino del mundo, 1926, O. C., I, 1094.
68
G. Köhler se
preguntaba a propósito del estilo de Stendhal: «[...] ist es
nicht ein feiner, sadistischer Dandyscherz, das Publikum durch das
unbestreitbare Interesse der Handlung und der Beobachtung in seinen
Romanen zu zwingen, in schlechter Form hervorragenden Inhalt zu
genießen? Welche Irreführung der "Kenner", wenn es
gelänge, ihnen in offener Verhöhnung aller Wortkunst
Geschriebenes aufzuzwingen!»
(Der Dandysmus im
französischen Roman des XIX. Jahrhunderts, Halle a. S.,
1911, 42). Lo mismo cabe pensar del estilo de Pío Baroja,
admirador tan fervoroso de Stendhal y autor de esta
declaración: «Yo creo que el
estilo debe de ser como la elegancia, según el "dandy" Jorge
Brummel. Este afirmaba que cuando una persona elegante salía
de un salón, no se debía recordar qué traje
llevaba»
(Memorias, V, 1948, O. C., VII, 1095).
69
Todos estos estilos, tan diversos entre sí, coinciden en eludir lo que podemos llamar funcionalismo de la palabra: que la palabra esté en función o al servicio del contenido como realidad determinante. Aun la prosa más aparentemente funcional, la de Baroja, no alcanza el sencillo valor de utensilio. Si Galdós no escribía mejor es porque no podía. Baroja, pudiendo escribir más correcta y bellamente, desdeña hacerlo, pues es cosa que le parece estar a la mano de cualquier escritor burgués ordenado y diligente.
70
En 1929, momento
de efervescencia vanguardista, juzgaba Antonio Machado a la joven
literatura española con estas palabras de veraz denuncia y
de indulgencia harto bondadosa: «Tal vez
caminan los jóvenes poetas, sin saberlo demasiado, hacia un
arte para multitudes, esencialmente democrático. No ignoro
que la apariencia es precisamente la contraria; porque nunca hubo
en nuestras letras tanto coto vedado, ni tanto desdeño al
filisteo, ni tanta afición a lo hermético. Pero
ésta es la gran paradoja de la democracia: que aspira
siempre a lo distinguido, porque, en el fondo, no es sino una
progresiva aristocratización de la masa»
(Los
Complementarios, B. Aires, 1957,
p. 153 y s.).