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Los trabajos..., ed. cit., 442.

 

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Prólogo de F. de Mendizábal a F. Villaespesa: Poesías Completas, I, M., 1954, p. xxx).

 

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P. Baroja, Memorias, III, O. C., VII, 686 y 741.

 

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Memorias, IV, O. C., VII, 843.

 

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Memorias, I, O. C., VII, 396. -Valle-Inclán, en la Sonata de Invierno, 1905: «Yo no aspiro a enseñar, sino a divertir. Toda mi doctrina está en una sola frase. ¡Viva la bagatela! Para mí haber aprendido a sonreír es la mayor conquista de la Humanidad» (ed. cit., 765-66). No es ésta sino una de las facetas del arte por el arte. Véase A. Cassagne: La théorie de l'art pour l'art en France (Paris, 1906), donde se habla de «le désir bien romantique et néo-romantique d'étonner le bourgeois, élement sécondaire, mais qui ne disparait jamais complètement, car le mépris dont on enveloppe le bourgeois n'est jamais assez absolu pour qu'on n'éprouve pas un secret plaisir [...] à l'étonner» (p. 319).

 

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R. Gómez de la Serna: Azorín, ed. cit., 81.

 

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El gran torbellino del mundo, 1926, O. C., I, 1094.

 

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G. Köhler se preguntaba a propósito del estilo de Stendhal: «[...] ist es nicht ein feiner, sadistischer Dandyscherz, das Publikum durch das unbestreitbare Interesse der Handlung und der Beobachtung in seinen Romanen zu zwingen, in schlechter Form hervorragenden Inhalt zu genießen? Welche Irreführung der "Kenner", wenn es gelänge, ihnen in offener Verhöhnung aller Wortkunst Geschriebenes aufzuzwingen!» (Der Dandysmus im französischen Roman des XIX. Jahrhunderts, Halle a. S., 1911, 42). Lo mismo cabe pensar del estilo de Pío Baroja, admirador tan fervoroso de Stendhal y autor de esta declaración: «Yo creo que el estilo debe de ser como la elegancia, según el "dandy" Jorge Brummel. Este afirmaba que cuando una persona elegante salía de un salón, no se debía recordar qué traje llevaba» (Memorias, V, 1948, O. C., VII, 1095).

 

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Todos estos estilos, tan diversos entre sí, coinciden en eludir lo que podemos llamar funcionalismo de la palabra: que la palabra esté en función o al servicio del contenido como realidad determinante. Aun la prosa más aparentemente funcional, la de Baroja, no alcanza el sencillo valor de utensilio. Si Galdós no escribía mejor es porque no podía. Baroja, pudiendo escribir más correcta y bellamente, desdeña hacerlo, pues es cosa que le parece estar a la mano de cualquier escritor burgués ordenado y diligente.

 

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En 1929, momento de efervescencia vanguardista, juzgaba Antonio Machado a la joven literatura española con estas palabras de veraz denuncia y de indulgencia harto bondadosa: «Tal vez caminan los jóvenes poetas, sin saberlo demasiado, hacia un arte para multitudes, esencialmente democrático. No ignoro que la apariencia es precisamente la contraria; porque nunca hubo en nuestras letras tanto coto vedado, ni tanto desdeño al filisteo, ni tanta afición a lo hermético. Pero ésta es la gran paradoja de la democracia: que aspira siempre a lo distinguido, porque, en el fondo, no es sino una progresiva aristocratización de la masa» (Los Complementarios, B. Aires, 1957, p. 153 y s.).

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