Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice
Abajo

Pedro Ordóñez de Ceballos: un viajero español por la India del siglo XVI1

Miguel Zagasti


Universidad de Navarra




ArribaAbajoSemblanza de Pedro Ordóñez de Ceballos

Las escasas noticias biográficas que poseemos de este viajero andaluz proceden de sus propios escritos, donde asegura que recorrió más de treinta mil leguas (unas cuatro veces el perímetro ecuatorial terrestre) alrededor del mundo, visitando casi toda Europa, norte y sur de África, Oriente Medio, América, Filipinas, Japón, China, Cochinchina, India, Persia, etc2. La fuente principal de información es su libro autobiográfico Viaje del mundo (1614)3, que ha de completarse con noticias sueltas de otros escritos suyos y con los dos capítulos que Bartolomé Jiménez Patón le dedica en la Historia de la antigua y continuada nobleza de la ciudad de Jaén (1628), libro que en una primera instancia fue proyectado por el propio Ordóñez de Ceballos.

Nació en Jaén alrededor de 1547-1550. Empezó sus estudios en las escuelas de la Santa Capilla de S. Andrés, en su ciudad natal, como discípulo de Juan de Icíar (pedagogo y calígrafo durangués que fue preceptor del príncipe Carlos, hijo de Felipe II). A los nueve años pasa a Sevilla, acudiendo a la Compañía de Jesús y colegio de maese Rodrigo. A los diecisiete años un incidente le obliga a interrumpir sus estudios y salir de Sevilla, con lo que empezarán sus viajes y navegaciones por las cinco partes del mundo, que se prolongarán durante treinta años, los primeros como seglar y luego como clérigo, tras su ordenación sacerdotal en Santa Fe de Bogotá, de manos del arzobispo D. Luis Zapata de Cárdenas. A principios del siglo XVII regresa de nuevo a España, de donde no volverá a salir. Con la salud muy quebrantada, se establece en Jaén y se dedica a escribir sus obras y darlas a la estampa, cobrando gran reputación (y también enemistades nacidas de la envidia, según afirma en distintos lugares). Se desplaza a Madrid varias veces, recibiendo algunos honores y prebendas: un canonicato en la iglesia de Astorga; cargo de provisor, juez y vicario general de los reinos de Cochinchina, Champáa, Cicir y Laos; chantre de la iglesia de Huamanga en el Perú... pero nunca tomará posesión de ninguno de ellos por el agravamiento de sus enfermedades. Los últimos años de su vida los pasó postrado en la cama y sin visión en el ojo izquierdo. No hay fecha exacta de su muerte, aunque todavía en 1634 y 1635 aparece firmando algunos escritos suyos.

La relación de sus obras es la siguiente4:

  1. Viaje del mundo. Hecho y compuesto por el licenciado Pedro Ordóñez de Ceballos, natural de la insigne ciudad de Jaén. Contiene tres libros, Madrid, Luis Sánchez, 16145.
  2. Cuarenta triunfos de la santísima Cruz de Cristo N. S. y Maestro, Madrid, Luis Sánchez, 16146.
  3. Tratado de las relaciones verdaderas de los reinos de la China, Cochinchina y Champáa, y otras cosas notables y varios sucesos, sacadas de sus originales, Jaén, Pedro de la Cuesta, 16287.
  4. Historia de la antigua y continuada nobleza de la ciudad de Jaén, Jaén, Pedro de la Cuesta, 16288. (Hay edición facsímil en Jaén, Riquelme y Vargas, 1983). En realidad el libro aparece bajo la autoría de Bartolomé Jiménez Patón, quien declara abiertamente que la primera redacción la hizo su amigo Pedro Ordóñez de Ceballos. Interesan los capítulos 37 (repetido) y 38, donde se ofrecen algunos datos nuevos sobre nuestro personaje.
  5. Tratado de los reinos orientales y hechos de la reina María y de sus antecesores, Jaén, Pedro de la Cuesta, 1629. Libro misceláneo que recoge obras propias y ajenas, siempre con la figura de Ordóñez -y sus viajes y observaciones geográficas- como eje central. Bibliográficamente es un libro difícil de catalogar, pues por su naturaleza heterogénea está sujeto a variaciones (agregados u omisiones) de contenido. El ejemplar más completo es el de la Hispanic Society of America (101 Or 2), el cual contiene las cinco comedias existentes sobre Ordóñez de que hablaremos más abajo9. Por su parte el volumen de la British Library (11728 e 79) aglutina cuatro comedias: dos de Alonso Remón y sus prolongaciones anónimas de las partes Tercera y Cuarta. En la Biblioteca Nacional de Madrid hay otro ejemplar (R 6.219) que tan solo reúne tres comedias: las dos de Alonso Remón y otra de fray Francisco Guadarrama10.
  6. Tres entremeses famosos a modo de comedia de entretenimiento [a saber: Entremés del rufián, Entremés del astrólogo médico y Entremés del emperador y damas], Baeza, Pedro de la Cuesta, 163411.
  7. Cartas y escritos varios: carta a Jiménez Patón del 30 de septiembre de 1616 donde le pide que continúe su tratado sobre Jaén (incluida en el prólogo al lector de la Historia de Jaén); un elogio de D. Luis Merlo de la Fuente y familia (en los preliminares del libro de Jiménez Patón, Decente colocación de la santa Cruz, Cuenca, Julián de la Iglesia, 163512); cinco dedicatorias diferentes a otras tantas comedias inspiradas en sus peregrinaciones alrededor del mundo (ver infra)13.




ArribaAbajoOrdóñez de Ceballos como modelo dramático

No es de extrañar que un personaje con este perfil biográfico fuera motivo de inspiración dramática en el siglo XVII, aunque sorprende un poco que se hayan compuesto nada menos que cinco comedias sobre sus hazañas: compárese con lo sucedido a algunos famosos conquistadores de la época -de mucho más fuste que Ordóñez- como los hermanos Pizarro (hay otras cinco comedias dedicadas a glorificar sus hechos), García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete (cuatro piezas), Hernán Cortés (dos) y Cristóbal Colón (solo hay una comedia que aborda como tema nuclear el descubrimiento del continente americano)14. Centrándonos en las cinco piezas dedicadas al personaje Ordóñez de Ceballos, lo poco que sabemos sobre su génesis se concentra en los prólogos-dedicatoria que él mismo antepuso a cada uno de los dramas. Muy valiosa es la referencia del prólogo al lector (escrito en verso) del Tratado de los reinos orientales, donde se insiste en que el P. Alonso Remón, mercedario, compuso las dos primeras contribuciones al ciclo (Primera parte de la famosa comedia del español entre todas las naciones y clérigo agradecido, con su continuación en la Segunda parte) inspirándose en su libro del Viaje del mundo. Se transcriben incluso unos versos de Alonso Remón donde indica que escribió su díptico sobre Ordóñez por encargo expreso de algún superior, práctica muy común en la época, y más cuando se trata de comedias heroicas que buscan enaltecer a algún personaje famoso:


La obediencia mandó que yo hiciese
aquestas dos comedias y escribiese
esta dedicatoria al propio dueño.



Concluida la carta de Remón, reaparece la voz de Ordóñez de Ceballos anunciando la composición de una tercera comedia (esta vez del trinitario fray Francisco de Guadarrama), basada asimismo en sus viajes y aventuras. Su título es La nueva legisladora y triunfo de la Cruz, publicándose en formato de suelta en Jaén, Pedro de la Cuesta, 1628 (pero con la aprobación y la suma de la licencia de 1624).

El ciclo dramático sobre Ordóñez de Ceballos como personaje se cierra con dos textos más, anónimos, intitulados Tercera parte de la famosa comedia del español entre todas las naciones y clérigo agradecido (Jaén, Pedro de la Cuesta, 1628) y su culminación con la Cuarta parte (Baeza, Pedro de la Cuesta, 1634). Ambas piezas prosiguen la acción dramática iniciada en las tres anteriores. La presencia constante del mismo librero (Pedro de la Cuesta) y la relativa cercanía de las fechas en las cinco obras (1628-1634), inducen a pensar que no se trata de un hecho casual, sino de una especie de campaña de promoción orquestada alrededor de Ordóñez de Ceballos, ya sea por él mismo o por alguno de sus benefactores. Podría decirse, pues, que estamos ante un ejemplo claro de teatro escrito por encargo, que tiene por objeto ensalzar a una persona o un linaje concretos glorificando sus hazañas hasta la hipérbole15.




ArribaAbajoOrdóñez de Ceballos en la India

De todo este conglomerado de textos de Ordóñez y sobre Ordóñez que venimos describiendo, hay tres en los que se mencionan sus andanzas por la India. De dos de ellos es el autor indiscutible: Viaje del mundo y Cuarenta triunfos de la santísima Cruz. El otro texto es la Cuarta parte de la famosa comedia del español entre todas las naciones y clérigo agradecido, anónima, aunque con bastantes probabilidades de haber sido escrita por el propio Ordóñez. Los dos primeros títulos se enmarcan en géneros como la literatura de viajes y el tratado, escritos con afanes de veracidad; el último es una comedia, por lo que pertenece a la literatura dramática de ficción, aunque la base de la trama son los viajes que realizó el protagonista alrededor del globo. La segunda jornada de esta comedia transcurre en dos espacios sucesivos como son la antigua Malipur (actual Madrás, o Chennai) y la isla de Ceilán (hoy Sri Lanka).

Ordóñez de Ceballos, en sus dilatadas navegaciones por los mares del mundo, llegó a la India en el año 1592, procedente de Malaca (o sea, Malasia), Sumatra y los archipiélagos de Andamán y Nicobar. Según sus propias palabras, recorrió «todo aquel golfo de Bengala, reino de Narsinga, sepulcro del santo Apóstol Tomás, donde adoré la cruz que hizo con sus dedos; de allí a Cabo de Camorí y isla de Ceilón, donde estuve preso en poder de un general moro y para ser colgado de una entena; de allí a la ciudad de Goa, a las fortalezas de Dío y Damán en el reino de Cambaya, y por la costa de Persia hasta Oromuz [Ormuz]»16 .


ArribaAbajoLa India en el Viaje del mundo (1614)

Estas andanzas las refiere Ordóñez con sumo detalle en el Viaje del mundo, el cual se divide en tres libros: en los dos primeros relata sus aventuras, al principio como soldado (libro I) y luego ya como clérigo, tras su ordenación sacerdotal (libro II); el libro III es una especie de resumen geográfico de las rutas y lugares por los que transitó, todo ello aderezado con dichos, maravillas y prodigios mil que oyó o presenció in situ.

Su paso por la India se recoge en libro II, capítulos 25-28, con las apostillas varias del libro III, capítulos 12-14 y 16, sin que falten referencias sueltas en otros pasajes. Pedro Ordóñez y sus compañeros de viaje regresaban desde la lejana Cochinchina hacia occidente, pasando por Malaca y Sumatra. El primer contacto con los límites actuales de la India se produce en Nicobar:

Vinimos a la isla de Micubar, que son dos islas pequeñas17, y la una tiene un puerto; vendimos allí hasta quinientos pesos. De allí fuimos por un archipiélago de islas18, que tenían a dos días y tres de camino, por aquel golfo de Bengala, y venderíamos dos mil pesos. Al fin de marzo19 llegamos a una isla pequeña que se llama Tanaceri, que es del rey de Siam, y allí vendimos tres mil pesos; y de allí nos engolfamos a una gran ciudad. En un golfo hay tres ciudades grandes y de mucha gente; llámase ésta Andilipatán, la otra Pipilipatán y la otra Pobilipatán [en el reino de Orissa]; son del Gran Mogol20 y de grandísima contratación.


(Viaje, lib. II, cap. 25, p. 294)                


Ordóñez visita al virrey en Andilipatán, siendo muy bien tratado: «Me recibió con tanta benevolencia y gracia como si me hubiera tratado mucho tiempo. Traté con él mucho acerca de la ley de Dios» (Viaje, II, 25, p. 294) . A pesar de estas comodidades y bienvenida a la ciudad, la estancia de los españoles fue breve, pues: «Los nuestros enfermaban muy aprisa, porque es aquella tierra muy caliente» (Viaje, II, 25, p. 295). En efecto, estaban sufriendo los rigores del verano indio (poco más adelante se dice que era el 14 de mayo) y zarpan de nuevo, no sin antes recibir grandes mercedes por parte del virrey, quien firmó patentes y salvoconductos para los barcos y liberó a unos doscientos prisioneros cristianos que tenía en su poder. Pasado el mes de mayo:

Llegamos a otros dos puertos; llamábase el primero Narsinga y el otro Negapatán, que están en el reino de Narsinga, sujeto al Gran Mogol, aunque tienen rey de por sí21. Salimos de allí y al segundo día descubrimos ochenta velas, como galeras o galeazas, con remos y velas, que era la guarda de aquellos mares, y todas las más de la isla de Ceilán.


(Viaje, II, 25, p. 295)                


Tan desgraciado encuentro mediatizará la travesía de los españoles, pues tras las amabilidades dispensadas por los indios van a hallar grandes dificultades entre los cingaleses. Corría el día de San Juan (24 de junio) y el general de Ceilán, haciendo caso omiso del salvoconducto otorgado por los indios, encarcela y maltrata a Ordóñez: «Toda aquella noche estuve con el pie de amigo22 y cadenas a la garganta, y dos en los pies y otras tantas en las manos» (Viaje, II, 26, pp. 297-98). Ante la amenaza de morir ahorcado en la antena de un barco, Ordóñez insta al resto de españoles para que huyan del lugar aprovechando la noche, cosa que hacen. Al día siguiente nuestro viajero recibe la providencial ayuda del general indio de Narsinga, quien envía a un capitán suyo como mediador ante el general cingalés para procurar su liberación. Tras ciertas disputas religiosas (el cingalés era musulmán, el español cristiano y el indio de otro credo diferente, probablemente hindú) Ordóñez queda libre, regresando al continente por la isla de Mana (Manâr) y el golfo del mismo nombre, siempre en compañía del anónimo capitán, su salvador: «Llegamos a Cadala, que es un pueblo muy grande y de este rey de Narsinga23; hay muchos cristianos allí y en toda aquella costa desde el tiempo del glorioso Santo Tomás» (Viaje, II, 26, p. 299).

En Cadala el español tiene la oportunidad de agradecer personalmente la ayuda al general indio, el cual da nuevas muestras de su buen talante: consigue recuperar algunas pertenencias robadas a Ordóñez en Ceilán (una sortija y una medalla de plata, regalos del rey de Cochinchina y el Papa Gregorio XIII respectivamente) y le procura el reencuentro con sus compatriotas prestándole una embarcación junto al capitán hindú ya citado:

Visto que no parecían mis navíos, me dio un bergantín y partí de allí la víspera del glorioso San Pedro, en la noche24. Caminamos costa a costa tres días, hasta que dimos vuelta al cabo25. Fuimos a visitar el sepulcro del benditísimo Apóstol Santo Tomás a Calamina o Malipur26, que nos pareció no perder aquella ocasión tan buena y con confianza sería remedio de mi pérdida. Vimos allí cosas maravillosas, y en particular una cruz milagrosísima hecha en una piedra por el santo; es una de las cosas más prodigiosas que hoy hay en el mundo, y por serlo tanto la dejo para el tratado de la Cruz, donde a lo largo lo contaré27. Fueme de tanto provecho la visita del sepulcro de este santo y su Cruz bendita, que allí tuve algún descanso, pues tuve nuevas que mis navíos habían pasado y que iban a un golfo que está allí cerca, de ciudades de nuestro rey, y todos los más cristianos; llámase el golfo de Caulán; hay tres islas en la boca, que las dos son de cuatro leguas y la otra es más pequeña. La primera ciudad será de dos mil casas; llámase Porto; la otra es mayor y se llama Caulán; la tercera será de cuatro mil y llámase Cranganor; la mayor se llama Challe28; habrá en todas ellas cuatro mil portugueses; hay pesquería de perlas finas y pocas. Del cabo de Comori29 estuvimos otros tres días; hallé allí mis navíos; vendimos y compramos perlas por ropa más de diez mil pesos; anduve en el bergantín aquellos puertos y gratifiqué al capitán, que era por los extremos bueno y merecía toda cortesía. Salimos de allí a diez de julio, y con próspero viaje llegamos a Goa.


(Viaje, II, 26, p. 300)                


Como se ve, el arribo a Goa estuvo precedido por el reencuentro de Ordóñez con los suyos y la despedida del capitán hindú que tanto le había ayudado. Era el día de Santiago (25 de julio) y el autor hace un encendido elogio de Goa: «Es toda ella un jardín; hay lindas aguas y mantenimientos y muchos y baratos; es la cabeza de todo lo que allí está de Indias; el virrey de allí es más venerado que un gran rey; es ciudad riquísima y de gran contratación» (Viaje, II, 26, p. 300). Es preciso recordar que desde 1580 la corona portuguesa había sido anexionada a la de Castilla en la persona de Felipe II, por lo que cabe deducir que los españoles esperarían hallar algún descanso en Goa, ciudad dominada por los portugueses, pero nada de esto ocurrió. La recepción del virrey lusitano fue muy fría, recriminando a Ordóñez por un enfrentamiento anterior que había tenido con el rey de Camboya, a la sazón amigo de Portugal. El resultado fue el arresto de los españoles en sus naves y la prohibición de zarpar de Goa sin permiso previo del virrey:

Torné al navío bien triste, porque ya se me traslucía que había de tener en aquella ciudad grandes trabajos. A la tarde llegó un oficial real, visitó los tres navíos y embarazó las velas y todo lo demás, si no fue lo necesario para la comida ordinaria, y mandó que no saliese gente de los navíos, so pena de la vida, hasta que diese su excelencia otra orden; solos podíamos salir yo y otros dos a proveer lo necesario, y con un memorial preguntó por Pedro de Lomelín y lo prendió, aunque me lo dio en fiado, y que lo daría preso so pena de perdimiento de navíos y diez mil ducados.


(Viaje, II, 27, p. 302)                


Para superar semejante contrariedad (de «vejación» la tilda el autor) fue necesario desplegar toda la habilidad diplomática atesorada por Ordóñez en sus mil y una correrías. Dialoga varias veces con el arzobispo, un sobrino del virrey y el propio virrey de Goa, sin olvidar a los sirvientes palatinos de este último como su capellán, secretario y gentilhombre de boca (esto es, el que le sirve la mesa). La constante en tales entrevistas fue emplear palabras suaves acompañadas de dádivas y regalos para todos: palos odoríferos de la China, joyas, un cofre hecho con ricas maderas («palo del águila de olor») y otras cosas varias. Nuestro viajero no deja de relatar este lance con cierta amargura o soterrada ironía:

Porque, supuesto que dádivas quebrantan peñas y éstas aligeran los pies más pesados, presenteles, por buen comedimiento y en razón de esto, muchos palos, acompañados no sólo del buen olor, sino de otras cosas ricas y curiosas, y ellas fueron ocasión de que me prometieron muy buen fin en el caso.


(Viaje, II, 27, p. 303)                


Gasté en esta ocasión mucho dinero, pues todo se negociaba con él; porque sí es verdad (como dijo un discreto) que el que tiene pleito ha menester tener tres pes, que son: pies, pan y paciencia. Pies para negociar, paciencia para esperar y pan -por quien es entendido el dinero- para dar. De todo esto nos hubimos de valer en esta ocasión y en particular de lo postrero.


(Viaje, II, 27, p. 304)                


Parten al fin los españoles de Goa rumbo al norte, parando en tres puertos para mercadear: Carapán, Cintopar y Debetele30. Pasan ante la desembocadura de un gran río, llamado Danda31, donde no les dejaron tomar puerto, por lo que se vieron instados a vender únicamente a las barcas que se les aproximaban. Prosiguen la navegación hasta las costas de Gujarat:

Llegamos a la fortísima ciudad de Díu32; vi toda la fortaleza, que cierto es digna de ser vista; hícele un presente de cositas al general, de que se holgó mucho. Diome aviso en secreto de que andaban corsarios por aquella tierra y que entonces estaba seguro porque lo había él corrido todo; y así partí luego y llegué a Damán, que es otra bella fortaleza en el propio reino de Cambaya33.


(Viaje, II, 27, p. 307)                


Desde Damán los españoles dejan las costas indias y navegan hacia Persia, parando en la isla de Diul (veintitrés de agosto), ya en dirección a Ormuz. En resumen, Ordóñez de Ceballos y los suyos llegan a la India por la Bahía de Bengala a principios del mes de marzo de 1592, circunnavegan la parte sur del subcontinente y salen del mismo por el Mar de Arabia hacia mediados de agosto. En total cinco meses largos en contacto con el país, durante los cuales puede decirse que reciben un trato muy cordial de las autoridades indias, que contrasta vivamente con la franca hostilidad dispensada por los cingaleses en Ceilán y los portugueses en Goa.

Nada más se relata en el libro II del Viaje del mundo sobre la India, pero recuérdese que en el libro III se recogen nuevas impresiones del autor sobre rutas de navegación y particularidades diversas de los lugares que fue visitando. Así, en los tres primeros capítulos se hace un apretado resumen de la ruta hacia Oriente marcada por los portugueses. Se menciona la primera navegación de Vasco de Gama hasta tocar Calicut (en Kerala), lo que da pie a una breve descripción topográfica:

Vino este don Vasco de Gama a asentar paces con el rey de Calicut y con otros, y a hacer estancias y factorías que ahora son fuertes famosos que oprimen toda la India. Y porque toqué este punto es de saber que hay dos ríos famosos que son el Indo y el Ganges: del Indo toma toda esta tierra el renombre de la India Oriental. Nacen entre los dos montes de Dalanguer y Nangracor, y aun dicen algunos que de una fuente. Entra el Indo en la mar en el reino de Cambaya, en el mar Océano Oriental en la parte de poniente, y el Ganges en el golfo de Bengala en la parte del oriente, trescientas y tantas leguas el uno del otro por el aire, porque allí hace una punta la tierra que se remata en Cabo de Comorín, y de esta banda del poniente están los puertos dichos y la gran ciudad de Goa en una como isla.


(Viaje, III, 2, p. 382)                


Más adelante, en los capítulos 12-14, el autor se extiende a placer con precisiones sobre la India. De Bengala por ejemplo afirma que es reino «de muy buena gente y valiente, que casi son mogoles o patos o patanes» (Viaje, III, 12, p. 422). Una leyenda antigua que circuló por todo el mundo y propició muchas expediciones por doquier fue la de la búsqueda del paraíso terrenal; pues bien, Ordóñez desliza una breve referencia a la misma: «Dícese que el abuelo de este rey, cuarto nieto del Tamerlán34, hizo aquella grande experiencia de buscar el paraíso terrenal, y subiendo por el Ganges, llegando a una gran laguna, no pudieron ir más adelante» (Viaje, III, 12, p. 423) No faltan tampoco referencias a tesoros fabulosos, como estos del Gran Mogol de la India (el emperador Akbar) y del rey de Narsinga:

Entre las cosas famosas de este príncipe es una de un rosario que tiene, que me afirmó un virrey suyo que tenía mil y quinientas cuentas, que había diamante en ellas apreciado en un millón, y más de otros ciento en quinientos mil ducados, y la piedra de menos valor de todas ellas tienen de precio diez mil ducados, y lo tiene repartido en doce partes para los doce meses del año, y reza cada día aquella parte al Dios de los dioses y primera causa una palabra o dos en cada cuenta.


(Viaje, III, 12, p. 424)                


Dicen los portugueses que hay en la fortaleza de Malipur (de quien me informé de las cosas de este rey) que es muy poderoso y que tiene tres millones de oro de renta, medio de plata, dos de arroz, uno de trigo y otro de otras semillas, y de mantas y de otros lienzos y mengalas, millón y medio, que son nueve; de éstos hace los tres de mercedes, los tres de pagas a los soldados y los tres se guardan cada un año en su tesoro, que me certificaron era de muchos millones y que solo se podían sacar para las guerras.


(Viaje, III, 12, p. 426)                


Sobre el Gran Mogol de la India, Akbar el Grande (Abdul Muzafer Yelal Mohamed, 1542-1605), que fue emperador desde 1556 hasta su muerte, facilita Ordóñez variada información. Primero afirma de modo general que «es el mayor señor de toda aquella tierra y tiene más de siete reyes sujetos» (Viaje, II, 25, p. 294), pero después concreta más los datos, dedicándole un capítulo completo (Viaje, III, 12): «A donde se tocan las cosas famosas del Gran Mogol y sus reinos». Extracto algunos pasajes relevantes de éste y otros capítulos:

Todos estos reinos, dentro y fuera del gran río Ganges, son del Gran Mogol [...]. Era tan valeroso y guerrero que había ganado doce reinos y tres imperios, sin lo heredado de sus pasados desde el gran Taborlán [el citado Tamorlán o Tamerlán], cuyo sexto nieto era [...]. Es suya la mayor parte de la Persia y Tartaria, y todos los más reinos de la India, hasta el de Pegú, como queda dicho, y así certifico que es el mayor señor del mundo y el que más gente puede juntar, y casi toda buena [...]. Tiénese por muy cierto que los mogoles son godos como los de nuestra España y como lo son los turcos y algunos de Italia y Alemania, que debe ser lo mejor del mundo.


(Viaje, III, 12, pp. 422-24)                


El mayor señor del mundo, que es este Gran Tártaro o Gran Tamerlán o Gran Mogol, que estos nombres tiene: tártaro por haber ganado tantos reinos en la Tartaria que ya casi todos son suyos o sus tributarios, fuera del Granigetai [¿el Gran Yagatai?] y de otro rey; Tamerlán porque es descendiente de aquel Tamerlán que trajo al gran turco Bayaceto en una jaula; Gran Mogol porque sus reinos, que están junto al Ganges, se llaman así y son la cabeza de sus señoríos.


(Viaje, III, 12, pp. 429-30)                


Son tan elevados estos elogios que el autor, temiendo quizás haber sido demasiado vehemente, se obliga a matizarlos un poco más abajo:

Y es de advertir que aunque he repetido muchas veces que este Mogol es el mayor señor del mundo, digo que se ha de entender salvo nuestro rey, que con la grande majestad suya no iguala nadie, ni aun este Mogol y el Chino y Gran Turco todos tres juntos no lo igualan.


(Viaje, III, 12, p. 430)                


La admiración y simpatía que despliega Ordóñez hacia el emperador Akbar tiene también su trasfondo religioso, pues no en vano, con ser él musulmán, lo ve propenso hacia la religión católica, abriéndose una posibilidad de llegar a cristianizar toda la India:

Este rey y gran parte de sus reinos está muy propincuo a recibir nuestra sante fe, y la falta de obreros debe de ser parte de no haberla recibido [...] . Sabiendo este rey que el emperador su yerno, que era el gran Tonquín, rey de Cochinchina, había de hacer que en llegando su hija de éste, con quien se casaba, la habían de bautizar y llamar María, lo tuvo por bien, que es señal de alguna disposición35, para que se entienda el amor que tiene a nuestra santa fe y que la falta de predicadores es causa de que muchos de aquellos reinos no la hayan recibido.


(Viaje, III, 12, p. 424)                


Recuérdese que estamos a la altura de 1592 y que Ordóñez, sin duda, conocía por boca de los jesuitas cómo para esas fechas habían partido ya dos misiones de cristianos hacia la corte de Akbar para tratar sobre cuestiones de fe con líderes de otros credos. La primera misión tuvo lugar en Fathepur Sikri, durante los años 1580-158336, y en ella estuvo el español P. Monserrat, a quien debemos el principal relato del encuentro37. La segunda misión, más breve, fue en 159138; la tercera y última, posterior al paso de nuestro autor por la India, se prolongó durante una década, 1595-1605, estando presente en ella el navarro P. Jerónimo Javier, sobrino de San Francisco Javier39.




ArribaAbajoLa India en los Cuarenta triunfos de la santísima Cruz (1614)

En el «Prólogo al letor» [sic] leemos lo siguiente: «Este libro lo tenía para cuarto libro del de mi Viaje, y por parecerme cosas tan distintas lo aparté, y traté las materias y historias que en él verás, todo para aficionarte a la devoción de la santísima Cruz, y por tu provecho». Esto es, la condición clerical de Ordóñez y su profunda devoción religiosa, le impulsaron a completar el relato de sus viajes con precisiones sobre el símbolo de la cruz: «Me pareció cosa no fuera de propósito hacer un epílogo de las señales de cruces que milagrosamente han parecido en diversas partes del mundo, tratando dellas y de sus sinificaciones» (ver la «Dedicatoria» a D. Sancho Dávila y Toledo, obispo de Jaén). La mayoría de los apuntes o anotaciones son de tono libresco y erudito, pero a veces introduce comentarios sacados de su propia experiencia personal, lo cual se percibe sobre todo en los triunfos 10, 37, 38 y 39. Es en estos casos cuando nos habla de portentos de la cruz que él presenció o vivió de cerca en sus viajes por la Cochinchina (triunfos 37, 38 y 39), América (triunfos 10 y 39) y la India (triunfos 10 y 39)40.

En lo atañadero a la India destaca la información facilitada en el triunfo 10 sobre dos cruces concretas: el llamado estandarte real de Goa y la cruz pehlevi que apareció en 1547 en el Monte Grande de la ciudad de Santo Tomé (Madrás). Ordóñez defiende fervientemente la idea de que el Apóstol Santo Tomás predicó en la India, primero en la costa Malabar y después en la de Coromandel, donde murió mártir. Así, la implantación del cristianismo en la India es muy temprana, sobreviviendo desde entonces de modo ininterrumpido, si bien algo estragado por la falta de nuevos predicadores, situación que cambiaría con la llegada de los portugueses. Según Ordóñez, el Apóstol pasó en un principio por Cranganor, Quilón y Goa; en esta última ciudad convirtió a gran cantidad de gente y edificó una iglesia. Transcurridos muchos siglos pasó a ser un templo de «gentiles», pero el virrey portugués Alfonso de Alburquerque mandó derribarlo y reconstruir allí mismo una nueva iglesia:

Y resultó un milagro insigne y famoso, que se halló una cruz con la imagen de Cristo nuestro Salvador de metal muy grande y vistosa, que es para ver, y había unas letras muy gastadas, que lo que se pudo entender fue que era hecha en tiempo del glorioso Santo Tomás, la cual está puesta en la dicha iglesia, y es de tanta devoción que toda la India se encomienda en esta santísima Cruz, y por ella se han obrado milagros infinitos [...] . Y para decir mucho en pocas razones digo que la puso Dios en aquella ciudad de Goa como a estandarte real y guía de toda la India.


(Triunfo 10, fol. 61r-v)                


A continuación se relatan algunos milagros obrados por dicha cruz, como el hecho de que el Gran Mogol, «dando vista a la isla [de Goa], amedrentado, la dejó, y dijo que aquella ciudad tenía algo del cielo» (fol. 62v). Otros prodigios atribuidos a esta cruz serían:

Hase visto en diversas partes en los mares grandísimos huracanes y temporales deshechos, estar a punto de perderse los navíos y encomendarse a la santísima Cruz de Goa y verse milagros. Y así unos la han llamado la luz de Goa, otros la guía, otros el verdadero socorro, cuáles le han nombrado norte, aguja de marear, cuál verdadera fe, dulce esperanza; en galeras le llaman fanal y en navíos farol y otros mil géneros de nombres, y el más usado es el estandarte real de Goa.


(Triunfo 10, fol. 63r-v)41                


La documentación histórica que sobre este caso podemos aportar se resume a lo siguiente: en la ciudad de Goa, hacia 1510-1514, cavando un pozo, apareció enterrado un crucifijo de metal, oxidado, de una cuarta de largo y con el antebrazo roto (no se menciona que tuviera inscripción alguna). La calle donde fue encontrado se llamó Rua do Crucifixo y se edificó en ella un pequeño oratorio. El hallazgo causó gran sensación y a finales de 1514 la cruz fue enviada al rey portugués Manuel I. Las noticias sobre este hecho son muy variadas y pronto surge la magnificación y la leyenda: Domingos de Sousa habla de un crucifijo de metal encontrado debajo de una torre; los Commentarios Dalborquerque apuntan que surgió al tirar una pared; Joao de Barros dice que salió en los cimientos de una casa; Gaspar Correa que al cavar un pozo; Joam de Lucena y Sebastião Gonçalves al derribar un muro de unas casas y unos templos hindúes; Luis de Guzmán en la demolición de un templo hindú42.

Dejamos Goa y pasamos a la costa del Índico, a la ciudad de Melipur (o Malipur, esto es, Madrás). Ordóñez refiere cómo Santo Tomás llegó hasta allí con sus predicaciones y realizó el milagro de cargar sin esfuerzo un gigantesco madero que el mar arrojó a la orilla (madero tan pesado que «jamás con gente ni elefantes no le pudieron mover de la playa», fol. 64r). El Apóstol erigió con dicho tronco una iglesia en el Monte Grande o de Santo Tomé, la misma en la cual moriría luego atravesado por una lanza.

Cuando los portugueses llegaron milenio y medio después, seguía viva la leyenda de Santo Tomás y se decía que allí estaba el sepulcro del Apóstol, por lo que reedificaron la iglesia en 1523. Más tarde, en 1584, construyeron otra aneja, a la izquierda, que es la que debió ver nuestro viajero (la iglesia actual data de 1893-1896). Es el caso que durante este proceso, más en concreto en el año 1547, surgió un nuevo hallazgo de una cruz siriaca en el Monte Grande, cuyos travesaños se remataban en una flor de lis. Dicha cruz era de piedra y presentaba algunas vetas de color rojizo que fueron interpretadas como rastros de sangre del Apóstol (o de algunos de sus discípulos). Hoy se la conoce como cruz pehlevi porque contenía una inscripción en dicha lengua, la cual fue «descifrada» por un bramán en 1561: al parecer en ella se dice que, cuando Santo Tomás murió de un lanzazo, cayó sobre la cruz y ésta quedó impregnada con su sangre para eterno recuerdo de los fieles43. Ordóñez no guarda bien esta cronología y, en su síntesis (que es fruto tanto de su experiencia personal como de fuentes librescas, sobre todo Jerónimo Osorio, De rebus Emmanuelis regis Lusitaniae libri duodecim, 1571), mezcla bastante los hechos:

En San Tomé, ciudad real, está un collado adonde estaba edificada una capilla antiquísima, en la cual los naturales de la tierra afirmaban haber sido martirizado el glorioso Apóstol del Señor Santo Tomás por los gentiles enemigos de la religión cristiana [...] . Acordaron de edificar en aquel propio lugar una sumptuosa iglesia y, en comenzando a abrir las zanjas para los cimientos, se halló una cruz labrada en una piedra cuadrada con algunas señales y pintas rojas, como gotas de sangre. Sobre la cruz está una figura como de paloma, y los cuatro estremos y remates de la cruz son en forma de lirio, y tiene un arco o tarja que ciñe y rodea la cruz, y en el arco están entalladas y esculpidas unas letras que ninguno las supo leer [...]. Con deseo de saber la declaración de las letras que estaban en el arco desta santísima cruz [...], teniéndose noticia de dos sabios que en diversos reinos vivían, se las enviaron, y la declaración de ambos no discrepó en cosa alguna, y fue cierto que no supo el uno del otro, que se hizo con diligencia y secreto para ver si convenían, que su tenor es el que se sigue: «Tomás, varón divino, dicípulo de Jesucristo, hijo de Dios, habiendo estado en estas partes enviado por su Maestro en tiempo del rey Sagamo para enseñar a los gentiles el conocimiento del gran Dios, edificó este templo, y estando de rodillas en oración junto a esta cruz fue pasado con una lanza de un bramagno, y la sangre bañó esta cruz para memoria sempiterna de su bondad y virtud».


(Triunfo 10, fols. 65r-67r)                


Los historiadores modernos no ocultan que en todo este proceso hay fuertes dosis de invención y leyenda; así, el citado rey Sagamo (Sagamus o Sangama) no es contemporáneo de Santo Tomás, sino muy posterior, del siglo XIV, se supone que padre de Harihara I (1336-1357), fundador de la dinastía Yâdava en Vijayanagar44. Como bien apunta Mundadan45, hay disparidad de criterios sobre el paso de Santo Tomás por la India: algunos rechazan la historicidad del hecho y lo atribuyen a las huellas de un misionero nestoriano llamado también Tomás; por contra, la tradición cristiana del sur de la India defiende casi como un dogma su veracidad, de modo que Santo Tomás habría llegado a Cranganore hacia el año 52, convirtió al cristianismo a varias familias hindúes, ordenó a varios sacerdotes, erigió cruces y construyó siete iglesias, pasando después a la costa este de la India (Malipur). Allí fue donde sufrió martirio en el año 72 y donde los primeros cristianos levantaron la iglesia para custodiar su sepulcro. La misma tradición refiere además tres milagros mayores del santo, el primero de los cuales, el del pesado madero, ya hemos visto que se recoge en el triunfo 10. Los otros dos milagros (de los que Ordóñez no se hace eco) son el del niño muerto que resucita para testificar en favor del Apóstol y el del pago a los empleados y constructores con serrín y arena, que luego se convertían en sus manos en arroz y oro46.




ArribaAbajoLa India en la Cuarta parte de la famosa comedia del español entre todas las naciones y clérigo agradecido (1634)

Hasta ahora hemos hablado de las dos obras seguras de Ordóñez en donde narra sus viajes por el mundo y sucesos destacados que le acaecieron en la India; es tiempo de retomar el hilo de las cinco comedias inspiradas en sus andanzas que se publicaron entre los años 1628 y 1634.

El mercedario Alonso Remón es el autor de la Primera parte de la famosa comedia del español entre todas las naciones y clérigo agradecido, y de su inmediata continuación: Segunda parte de la famosa comedia del español entre todas las naciones y clérigo agradecido. La Primera parte, que empieza en Sevilla, dramatiza los viajes de Ordóñez por Túnez, Jerusalén y América. La Segunda parte transcurre toda ella en la Cochinchina.

La siguiente comedia fue escrita por el fraile trinitario Francisco de Guadarrama, con el título de La nueva legisladora y triunfo de la Cruz. La acción se concentra también en el reino de Cochinchina, donde Ordóñez se detuvo bastante tiempo y donde convirtió al cristianismo a la reina María, episodio máximo de todas sus aventuras.

Quedan por último la Tercera parte de la famosa comedia del español entre todas las naciones y clérigo agradecido y su definitiva prolongación de la Cuarta parte de la famosa comedia del español entre todas las naciones y clérigo agradecido. Ambos textos se publicaron anónimos, si bien es muy posible que su autor sea el propio Ordóñez47. La Tercera parte vuelve a ubicarse en la Cochinchina, siendo en la Cuarta parte cuando los sucesos se abren a otros países, entres ellos la India.

Centrándonos en esta Cuarta parte, los hechos expuestos se ajustan muy fielmente al itinerario seguido en el Viaje del mundo (lib. II, caps. 23-32), con leves adiciones procedentes de los Cuarenta triunfos de la santísima Cruz y de la Historia de Jaén. En la primera jornada asistimos a los preparativos de Ordóñez y los suyos para zarpar de Champáa (hoy Vietnam), con rumbo a Goa: las líneas maestras de este episodio vienen dadas en el Viaje del mundo, II, 23-24, donde se señala incluso la fecha exacta de la partida, el 6 de enero de 1592. Iniciada la navegación, los españoles son interceptados en las costas de Camboya y hechos prisioneros por el portugués Diego Belloso, el cual está al servicio del rey camboyano, a quien pretende entregarlos48. Ordóñez negocia la liberación de los suyos a cambio de una fuerte suma de dinero (todo el suceso, verídico en su esencia, se relata en el Viaje del mundo, II, 25).

La segunda jornada inicia su desarrollo en tierras de la India, escindiéndose la acción en dos bloques o macroescenas. El primer bloque acontece en la ciudad de Malipur, adonde llegan los españoles para visitar el sepulcro del Apóstol Santo Tomás. El cura guardián les enseña el lugar (nótese la correspondiente apariencia: «Córrese una cortina y aparezca una cruz en una piedra y un sepulcro grande», fol. 12v), y les refiere el hecho milagroso de que la cruz se torna de tres colores distintos y destila gotas de agua durante la celebración de la misa en la festividad del santo:


Aquesta divina cruz
es cierto y averiguado
que la hizo con su dedo
Tomás, Apóstol sagrado.
Aquestas pintas que ves
que la piedra han esmaltado
suelen mudar su color
en negro, azul y morado.
El día de aqueste santo
suele hacer este milagro:
cuando empiezan el Evangelio
se torna el color morado
y la cruz se vuelve negra,
y es cierto haber distilado
agua más clara que el sol
hasta que hayan acabado;
después se vuelve de azul
y las pintas de encarnado,
y todos los testimonios
tengo muy autenticados.
Esto que os he dicho es cierto,
caso muy averiguado.
Quiérolo enseñar mejor
porque vais certificado;
veníos todos conmigo,
que allí en el claustro encerrados
están todos los papeles,
que me prefiero a enseñarlos.


(Cuarta parte, fols. 13v-14r)                


Aunque en el Viaje del mundo se hablaba algo de este prodigio , la fuente directa del pasaje son los Cuarenta triunfos de la santísima Cruz, triunfo 10, que ya hemos analizado. Sí conviene ahora precisar cómo la referencia al cambio de color de la sangre se menciona en la fuente con gran lujo de detalles:

Se halló una cruz labrada en una piedra cuadrada con algunas señales y pintas rojas, como gotas de sangre. Sobre la cruz está una figura como de paloma, y los cuatro estremos y remates de la cruz son en forma de lirio, y tiene un arco o tarja que ciñe y rodea la cruz, y en el arco están entalladas y esculpidas unas letras que ninguno las supo leer. Esta piedra es la que está por retablo en el altar mayor, y acabada la fábrica con gran cuidado para el día del tránsito del glorioso Apóstol, junto todo el pueblo a celebrar los oficios divinos y misa solene, comenzando el diácono el santo Evangelio, a vista de todo el pueblo la cruz de la piedra se mudó de color negro, distilando della agua. Después se mudó el color negro en azul, y las pintas rojas o gotas de sangre resplandecían de color rosado. Y esto sucedió cada año en los días del Apóstol, y no en otros, y lo iban tomando por testimonio todos los años que yo vide, y leí hartos. Cesó este milagro por algún tiempo, y el año de mil y quinientos y sesenta y uno, diciendo la misa el día de la festividad del santo Apóstol, así como se comenzó el santo Evangelio, la cruz se comenzó a llenar de manchas negras, y resplandecían, y comenzó a sudar unas gotas como de rocío, y toda la cruz se paró negra. La clerecía y regimiento, con todos los demás cristianos que estaban en la celebración de la fiesta, y todo el pueblo que acudió a la voz del milagro, adoraron la santísima cruz de rodillas, hiriéndose en los pechos inflamados de caridad, porque es milagro prodigioso, sacó de sus pechos grandes gemidos y de sus ojos abundancia de lágrimas. Y prosiguiendo el santo Evangelio, la cruz resplandeció con tanta claridad que no había quién la pudiese mirar.


(Triunfo 10, fols. 65r-66r)                


En la segunda macroescena se abandona el continente indio para saltar a la isla de Ceilán, donde un general moro detiene a Ordóñez, lo apresa y lo somete a tortura. La mediación de otro general moro, afecto al Gran Mogol de la India (Akbar), será decisiva para conseguir liberar a nuestro protagonista. El suceso, ya lo hemos visto, es histórico en su esencia y proviene del Viaje del mundo, II, 26. Es de notar que la comedia altera un poco el orden cronológico de los episodios: en el Viaje del mundo se narra en primer lugar el arribo a Ceilán y luego el de Malipur, invirtiéndose los hechos en esta Cuarta parte. La tercera y última jornada supone un considerable salto espacio-temporal: Ordóñez y el resto de personajes prolongarán sus andanzas por tierras de América. Hasta donde conozco, no hay más referencias de Ordóñez de Ceballos a su paso por la India.








ArribaBibliografía

  • ALBORG, Juan Luis, «Prólogo» a su edición del Viaje del mundo, Madrid, Aguilar (Bibliotheca Indiana I), 1957, pp. 75-79.
  • Anónimo, Tercera parte de la famosa comedia del español entre todas las naciones y clérigo agradecido, Jaén, Pedro de la Cuesta, 1628.
  • ——, Cuarta parte de la famosa comedia del español entre todas las naciones y clérigo agradecido, Baeza, Pedro de la Cuesta, 1634.
  • CAMPS, Arnulf, Jerome Xavier (SJ) and the Muslims of the Mogul Empire. Controversial works and missionary activity, Fribourg, Nouvelle Revue de Science Missionnaire, 1957.
  • GUADARRAMA, Francisco de, Famosa comedia de la nueva legisladora y triunfo de la Cruz, Jaén, Pedro de la Cuesta, 1628.
  • JIMÉNEZ PATÓN, Bartolomé, y ORDÓÑEZ DE CEBALLOS, Pedro, Historia de la antigua y continuada nobleza de la ciudad de Jaén, Jaén, Pedro de la Cuesta, 1628. (Existe una edición facsímil en Jaén, Riquelme y Vargas, 1983).
  • JOS, Emiliano, «Centenario del Amazonas: la expedición de Orellana y sus problemas históricos. Fuentes y bibliografía», Revista de Indias, IV, 11, 1943, pp. 5-42.
  • MACLAGAN, Edward, The Jesuits and the Great Mogul, London, Burns Oates & Washbourne Ltd., 1932.
  • MONSERRAT, Antoni de, Ambaixador a la cort del Gran Mogol, ed. y trad. Josep Lluís Alay, Lleida, Pagès, 2002.
  • MUNDADAN, A. Mathias, The Arrival of the Portuguese in India and the Tomas Christians under Mar Jacob (1498-1552), Bangalore, Dharmaram College, 1967.
  • ——, Sixteenth Century Traditions of St. Thomas Christians, Bangalore, Dharmaram College, 1970.
  • ORDÓÑEZ DE CEBALLOS, Pedro, Viaje del mundo, Madrid, Miraguano-Polifemo (Biblioteca de Viajeros Hispánicos 8), 1993.
  • ——, Cuarenta triunfos de la santísima Cruz de Cristo N. S. y Maestro, Madrid, Luis Sánchez, 1614.
  • ——, Tratado de las relaciones verdaderas de los reinos de la China, Cochinchina y Champáa, y otras cosas notables y varios sucesos, sacadas de sus originales, Jaén, Pedro de la Cuesta, 1628.
  • ——, Tratado de los reinos orientales y hechos de la reina María y de sus antecesores, Jaén, Pedro de la Cuesta, 1629.
  • ——, Tres entremeses famosos a modo de comedia de entretenimiento, Baeza, Pedro de la Cuesta, 1634.
  • OSORIUS, Hieronymus, De rebus Emmanuelis regis Lusitaniae libri duodecim, Olysiphone [Lisboa], 1571.
  • REMÓN, Alonso, Primera parte de la famosa comedia del español entre todas las naciones y clérigo agradecido, Jaén, Pedro de la Cuesta, 1629.
  • ——, Segunda parte de la famosa comedia del español entre todas las naciones y clérigo agradecido, Jaén, Pedro de la Cuesta, 1629.
  • SANTOS, Ángel, «Dos Javieres en la India», Miscelánea Comillas, 18, 1952, pp. 27-87.
  • ——, «Jerónimo Javier, SJ, Arzobispo electo de Cranganore», Studia Missionalia, 7, 1952, pp. 125-175.
  • ——, «Un sobrino de Javier en la corte del Gran Mogol», Missionalia Hispanica, 10, 1953, pp. 417-493.
  • ——, «El P. Jerónimo Javier y el Imperio del Gran Catay», Missionalia Hispanica, 11, 1954, pp. 565-577.
  • ——, «La obra persa de un jesuita navarro. El P. Jerónimo Javier», Estudios Eclesiásticos, 29, 1955, pp. 233-250.
  • SCHURHAMMER, Georg, Francisco Javier: su vida y su tiempo, Pamplona, Gobierno de Navarra-Compañía de Jesús-Arzobispado de Pamplona, 1992, 4 tomos.
  • SERÍS, Homero, «Tres entremeses desconocidos del siglo XVII por Pedro Ordóñez de Ceballos», Philological Quarterly, 21, 1942, pp. 97-106.
  • SERRANO Y SANZ, Manuel, «Introducción» a su edición del Viaje del mundo, Madrid, NBAE 2, 1905, pp. XCII-XCIV.
  • SIMÓN DÍAZ, José, Bibliografía de la Literatura Hispánica, vol. XVI, Madrid, CSIC, 1994.
  • VALLADARES REGUERO, Aurelio, «Pedro Ordóñez de Ceballos, protagonista de cinco comedias del Siglo de Oro (dos de ellas de Fr. Alonso Remón)», Estudios, LII, 195, 1996, pp. 5-50.
  • ZUGASTI, Miguel, «Notas para un repertorio de comedias indianas del Siglo de Oro», en Studia Aurea. Actas del III Congreso de la AISO, eds. I. Arellano, M. C. Pinillos, F. Serralta y M. Vitse, Pamplona-Toulouse, GRISO-LEMSO, 1996a, vol. II, pp. 429-42.
  • ——, «Propaganda y mecenazgo literario: la familia de los Pizarros, Tirso de Molina y Vélez de Guevara», en Teatro, historia y sociedad. Seminario Internacional sobre Teatro Español y Novohispano del Siglo de Oro, ed. C. Hernández Valcárcel, Murcia, Universidad de Murcia-Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, 1996b, pp. 35-52.
  • ——, «Órbitas del poder, encargo literario y drama genealógico en el Siglo de Oro: de Encina a Lope de Vega», en El drama histórico. Teoría y comentarios, ed. K. Spang, Pamplona, Eunsa (Anejos de Rilce 21), 1998, pp. 129-57.
  • ——, «Andanzas americanas de Pedro Ordóñez de Ceballos en dos comedias del Siglo de Oro», Teatro. Revista de Estudios Teatrales, 15, 2001, pp. 167-96.
  • ——, «Pegú o Perú: espacio imaginario y espacio real en El nuevo rey Gallinato de Claramonte», en «Loca ficta»: los espacios de la maravilla en la Edad Media y Siglo de Oro, ed. I. Arellano, Pamplona-Madrid, Universidad de Navarra-Iberoamericana-Vervuert, 2003, pp. 439-58.


 
Indice