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ArribaAbajoSobreviviente

(1984)


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Estos poemas obtuvieron el primer premio en el Concurso de Poesía convocado por «Amigos del Arte» en 1984 y se publican con la suficiente autorización de dicha entidad.


ArribaAbajo-I-



Acurrucado y solo.
Los brazos aferrados a las piernas
en un páramo de aves abrasadas.

Aterido y helado
el corazón. Transidas las arterias  5
por un dolor antiguo y sin embargo inédito.
Estrenando el horror,
a pesar del horror
de los siglos repitiéndose.

Sumido en una cóncava, interminable espera.  10
Fetal hasta los huesos
bajo el gris desconsuelo de la luna.

Torrenteras de sal en sus mejillas,
y un vidriado paisaje de rescoldo y ceniza
en el aposento de las órbitas.  15

Aferrado al espanto de vivir todavía
va dejando las aguas de su cuerpo
en brocal de silencio.

Ante sus ojos secos estertoran
ciudades derribadas,  20
humareda,
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y sobre el aire tenso
un sabor incisivo
a metal retorcido, a polvo vegetal,
a pájaro sediento.  25

Hoy deambula entre ausencias desde su lecho inmóvil.
Ausencias que le hablaban tan sólo hace un momento
de ir a un bar por la noche
o confundir los cuerpos
bajo el blanco arrebato de las sábanas.  30

Desmesuradas cuencas
donde a beber no llegan ni siquiera los cuervos.
No hay cuervos ensañados sobre la muerte aislada.
Todo es muerte y silencio.
Sólo muerte y silencio.  35

En la vastedad desconsolada
del planeta
una queja gastada se ha quedado sin voz.

A lo lejos, errante, va un tumulto de sombras
que no le dicen nada,  40
o todo le repiten;
y en el centro preciso de una distancia insomne,
acurrucado espera:
el reverso de la vida,
la consumación,  45
la caridad del olvido.



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ArribaAbajo-II-



Un grito elemental empaña el aire;
estalla calumniando la médula del hombre
contra el rojo abismal del horizonte.

Un clamor desgarrado estruja el aire,
y desde ese vocerío  5
agujas de voz perforan
la turbia lejanía de las nubes.

Tan sólo voces y sombras
tras vómitos de luz impía.
Tan sólo voces girando  10
sin palabras, sin nombres.
Tan sólo un ronco gemido
de gargantas anónimas rodando.

Y sobre ese mar de voces
se alimentan las hogueras  15
del llanto inconsolable de la aurora.

No es necesario el sol.
Sin la pausa del cansancio
se vuelve añicos la voz
en las rompientes de la nada.  20



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ArribaAbajo-III-



De cuanto me importaba
nada queda.
Los que a veces me amaron
simplemente se han muerto.
Y las manos,  5
aquellas alfareras
sobre la arcilla abrasadora
de mi cuerpo,
murieron tiritando,
distantemente.  10
Lejos.

El eco de los pájaros
se ha vuelto ceniciento.
De los árboles cuelga la amargura del duelo;
y en la trémula línea del silencio,  15
calado de abandono,
asumo
la soledad sin término.



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ArribaAbajo-IV-



En un surco doliente
derrama
su calcárea cerrazón
la nada.
En la margen del llanto se desnudan las sombras.  5
Todo está consumado
en el linde del sueño y la vigilia.

Nosotros lo quisimos,
tristemente nosotros.
Nosotros recubrimos con mortajas los campos.  10
El mundo está vacío.
El aire yerto.
Y los últimos pájaros
se quedaron sin voz.



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ArribaAbajo-V-



Me cala la memoria lo inconcluso.
Las palabras temblando sin sonido
en el portón de los labios,
los moldes palpitantes esperando
la arcilla de mis besos.  5
Me agobian los andrajos de la noche,
el pulso simultáneo agonizando.

Quisiera vivir otra vez,
en algún lugar
y algún momento,  10
el sereno alumbramiento del alba.
Contagiarme de canto. Desandar los recuerdos.
Y en calles conocidas transitar, con un péndulo
de sueños en la frente.
Beberme con deleite  15
un sorbo de la vida
como si no existieran humareda o silencio.



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ArribaAbajo-VI-

a Miguel Ángel Fernández



Desde la arena movediza
del recuerdo
el silbato de un tren quiebra la aurora.
Todos los hombres van en él.
Todos los hombres,  5
con su nudo de fibras diferentes,
su singular retablo de tinieblas.

Ceden asientos,
solícitos se apartan,
se aglomeran confusos  10
Pisándose los pies
tras una mueca indiferente
o la sonrisa cordial.

En el primer vagón,
caviar para la cena.  15
En los demás, gradualmente,
los paladares se tornan
menos exigentes.
Decrecen, decreciendo, decreciendo.
Paladares de rosa.  20
Paladares de arena.
Paladares de estopa.
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Todos juntos, iguales,
sobre un riel que se interrumpe
y permanece.  25

También risa,
candor,
un cálido contacto de sudores y aliento.
Y amor,
esa clara conciencia de absoluto  30
rigiendo el microcosmos interior.

El silbato de un tren quiebra la tarde.
De pronto,
su respiración se apacigua
y da tiempo.  35

Se apea un pasajero
tendiéndose en el borde
del minuto anterior y del siguiente,
mirada absuelta en tierra,
de boca al firmamento.  40



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ArribaAbajo-VII-

a Marta Geymar de Bogarín



Acurrucado y solo,
jinete de la brisa
hacia la orilla del mar.
Empaparse de sal. Sentir la espuma.
el siseo desarmado de la espuma.  5
El sol reverberando
en el bolsón de los cerros.

Cautivar el instante fugitivo
en la retina de un adiós
que permanece,  10
y aspirar
salitre, canto, brisa marinera.

Calado de abandono
en las espaldas del viento junto al mar.
Retener esa curva de luna  15
recién nacida.
El blanco cementerio de la espuma.
Sobre conchas quebradas
estampar una huella lineal.

Cuerpos  20
tendidos, libres, invitantes.
Párpados entornados,
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entrega a voces.
Mentes
como sábanas blancas desprendidas.  25

Noche.
Noche y luna.
Y ese rumor de caracolas
en la arena.
Manos asidas. Pasos. Besos.  30
Ya se desnuda el sol.
Es el alba.

La espuma entristece cada ola.
Peces hinchados flotan en sus crestas.
Acurrucado y solo  35
solloza sobre el viento,
abandonado del mar.



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ArribaAbajo-VIII-



Si yo pudiera tenerte
sabría lo que decirte.
Ahora que ya no estás,
herida sangra la tarde.

Si yo te hubiera perdido  5
y en otros brazos te hallaras
toda mojada de besos,
el dolor no sería tanto.

Es tu ausencia total lo que entristece.
Tu no ser para siempre lo que agobia.  10
Ya no estás y no estás. Así de simple,
mientras me voy secando en mi memoria.

Es saber que no hay tú y ninguna otra.
Nunca amor. Nunca beso. Nunca olvido.
Es saber que estoy solo para siempre,  15
acurrucado y tieso.



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ArribaAbajo-IX-



Ya los últimos pájaros
se quedaron sin voz.

Imágenes inmensas bailotean en sombras.
Un río se desborda entre mis piernas
llevándose jirones de mí mismo.  5

De súbito estoy lejos sin saberlo.
Sin que mis huesos lo sientan
voy errante.
Los ojos se me escapan de las órbitas
como pájaros ciegos.  10
Me invaden centenares de rostros mutilados
que al tocarlos tiritan
y se alejan.
Ignoro si los demás son
y permanezco,  15
si sigo acurrucado en mi conciencia.

Cenicienta la tarde va borrando
ecos de envejecidos arenales.



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ArribaAbajo-X-

a Mario Casartelli



Luces se encienden y se apagan.
Colores se abrillantan
y enceguecen.
La ciudad en tumulto
el aire en calma.  5
Las horas puntualmente derramándose.

Suena un timbre
y se cierra un cajón.
Todo de nuevo igual al día siguiente.
El mismo golpeteo acompasado.  10
Vaporoso el aroma del café recién hecho.
Camaradas. Amigos. Amantes.
Vida que se empuja y se levanta.

Retorno al hogar
y a esa tibieza de voces pequeñas  15
en la nuca.
Sentarse con deleite ante la cena
y más tarde
el encuentro de tu curva en la mía.

Todo de nuevo igual al día siguiente.  20
A veces pesa la rutina
y es un refugio el canto de los pájaros.



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ArribaAbajo-XI-



Un murmullo de nubes se derrama
sobre mi piel impermeable y fría.
Hace lunas que corre con la misma cadencia.
Es una adormidera
ese son repetido.  5
Solamente chorrea su líquida tristeza.
Ha tornado más gris los campos grises.
Ha encarcelado el cielo
entre barrotes de agua.
La lejanía se ha vuelto tan gris  10
y tan distante
que ya no sé si existo
o soy tan sólo un punto vacío en la distancia.



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ArribaAbajo-XII-

a Hugo Rodríguez-Alcalá



La inteligencia en una hoguera
fue vencida.
Ardieron la belleza,
la palabra,
el sonido.  5
Con dolor se aprenderá todo
nuevamente
en otro mundo errático y vacío.

El ingenio del hombre tiene gusto a ceniza.
Computadoras, técnica, artefactos,  10
máquinas que ayudaban a hablamos desde lejos,
a escribir un deseo en otras latitudes,
son ceniza en el aire enajenado,
cenizas los colores y la forma,
el andamio de notas y silencios,  15
el verbo, el pensamiento.

El hombre ha transformado
piedra en luces,
estiércol en semilla,
arena en beso.  20
Todo sabe a cenizas, a cenizas.
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Respira aún la tierra su diferencia de horas,
pero nadie lo nota.
No hay albas retrasadas a la noche ligera,
sólo un sabor de ausencia  25
cuando lloran los pájaros
el duelo de su voz.



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ArribaAbajo-XIII-

Un aroma jugoso




Un aroma jugoso
se libera en volutas blanquecinas.
Es aliento de nabos,
de papas, de alcauciles,
un mensaje de carne, perejil y cebolla.  5

Ese vaho me pone húmedas las mejillas,
de mantel me contagia
y de pan me apacigua.
Lentamente lo sorbo, lentamente lo aspiro,
su savia me hace ancho,  10
más tórrido el latido
y me baña la lengua con su calor antiguo.

A la mesa tus ojos almuerzan con los míos.
En el tiempo tirita la niebla del olvido
y me llora la boca ante un plato servido.  15



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ArribaAbajo-XIV-

Se desnudan los astros




Se desnudan los astros
en sus engarces de infinito, fijos.
No hay celajes intrusos,
ni se enturbia
la láctea inmensidad con sus matices.  5

En la noche persiste la quietud de la luna.
Placidez luminosa y distanciada,
ajena a todo llanto.
Sólo calma.

De repente tropieza con un brillo diverso.  10
Minúsculo destello de alegría.
De su fibra y talento
algo resta a lo lejos.

Entre las luces quietas
un satélite hurga  15
los intersticios de la noche.

Testigo y aposento
de un semidiós de carne
olvidado de amar.



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ArribaAbajo-XV-

En este andar tan quieto y desolado




En este andar tan quieto y desolado
hay un cierto cariño,
un apego a las piedras,
a sus formas redondas,
adecuación constante  5
a muda condolencia.

Reconozco montículos
que hablan con la luna.
Sé de sus confidencias,
de sus cosas telúricas,  10
y hay un triste aguacero
de palabras remotas
que se van olvidando.

Es ya comunicarse
a imagen simplemente.  15
Prescindir de la lengua,
librar el pensamiento.

El agua duerme su claridad
entre guijas
y busco mi reflejo como Narciso adentro.  20
Qué naufragio de formas deshace mi figura.
La que soy y no he sido,
la que agoniza y tengo.



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ArribaAbajo-XVI-

a Renée Alfaro,

mi madre



Polifónicas voces me conmueven,
sacuden mi angustiado crescendo de congoja.
La fiebre pulsa notas en mis sienes
y me entrego al deleite.

Qué placer sumergirse  5
en ese mar de escalas,
sentir cómo se esfuman los contornos
y el tiempo.

El torrente de Bach penetra en mi alma,
su genio matemático  10
de estructuras sonoras.

Un puente inmaterial
me distancia del mundo.
Su canto superpuesto mis gritos apacigua
y soy por un momento sinfónico espejismo.  15



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ArribaAbajo-XVII-



Cierro los ojos
y evoco
el despertar de los montes.
Las primicias del sol
sobre el trémulo pulso de las hojas.  5
La oscilación de la rama
al peso leve de los pájaros.
La gota de rocío descendiendo
el declive de la flor,
cual sorbo diminuto  10
que una garganta de cristal espera.
Acude hasta mis labios
la agridulce redondez de la fruta,
una astringente dureza de semillas.
Inquieto,  15
el sol le disputa mi rostro
a una sombra adolescente.
Y me entrego,
en comunión total, al cielo
que ha descendido hasta envolverme  20
con su incolora transparencia.
Las cigarras
insinúan el atardecer
y los astros remontan su brillo primigenio.
Quietud. Reposo.  25
Y el temblor de los nidos ofreciéndome
su hueco ceniciento.



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ArribaAbajo-XVIII-



La mano que detuvo
el pulso de la vida
quizás tenga respuesta para tanto silencio.

Quizás vaga buscando
en los tugurios de la conciencia  5
las insomnes raíces
del bien y del mal.

¿La mano que enterró
el canto de la vida,
sabía de este páramo siniestro,  10
en su remota lucidez sabía
de aves esqueléticas,
ausentes ya de voz?

La mano que ultrajó
el cauce de la vida,  15
desde la ignota orilla
de la eternidad,
ya lo sabe.



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ArribaAbajo-XIX-

a Isidro, Susana y Marta



En la rodilla tengo
una rosada y honda cicatriz.
Hace tiempo lloraba su amarilla congoja
bajo una costra negra,
y me dolía.  5

Fue una tarde de enero;
equilibrista alado, resbalé hasta las piedras
desde el áspero cordón de la vereda
y la carne
se me volvió rojo aguacero.  10

Fueron días de tiesa languidez,
purulentas lagunas
y cáscaras concéntricas.
Una fiebre morada se dormía en mi piel.

Cómo extraño tu mano,  15
del algodón caliente la caricia violeta,
consolando mi herida.



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ArribaAbajo-XX-



Acurrucado y tieso,
sueña.

Un hombre de arterias transparentes,
de una sangre tan pura
que el coraje se le toma inteligencia.  5
Al fiel de la balanza siempre asido.
Hermoso, austero, caudaloso.
Un hombre que enciende en cada hombre
el germen de su especie.
Todo amor, todo canto,  10
arte y ciencia.

Muy cercano de Dios
y de sus límites.
Un hombre planetario
de alma cósmica,  15
de luz tan destilada
que ya la tierra esplende ante su nombre.

Acurrucado y tieso,
sueña.



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ArribaAbajo-XXI-



Fuimos arritmia y desvarío
de un sonoro raudal ebrio de vida.
Tan diversos destinos hemos sido.

Surco en campera lejanía
llevando y devolviendo terrones de vigilia.  5
Manos sobre la arcilla persuasivas
y un arco tenso de sonidos.

El jardinero fiel que en la mañana
se contagió de rosa y de rocío.
El vientre que ha prestado sus cobijas  10
para acunar un niño no nacido.
El hombre que en horarios amordaza
su vocación de sueño envejecido.

La precisión del genio reclinada
sobre formas minúsculas,  15
la pasión de crear inmensas urbes,
y el gusto por el monte y el olvido.

Sepultada visión
de mundos transitorios.
Mensajeros tal vez de extraños himnos.  20
Los dadores del pan
y del cariño,
y esa inmensa fatiga de cosas cotidianas.



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ArribaAbajo-XXII-



Una espina ha dejado
tarde atrás,
una lágrima roja
en el hueco rosado de mi mano.

Me devolvió al contorno de mí mismo,  5
escribió entre mis venas una carta
con noticias antiguas de mi cuerpo,
poniéndole un dolor al andamiaje
de mis viejas palabras.

Se ahonda en mi recuerdo aquella espina.  10
Más abajo de ti,
-toda hermosura-,
bañada su agudez con tu fragancia,
-tan perfecta en tus pliegues,
tan distante y ajena a su destino.  15

Cómo duelen las ansias de tenerte,
aposentada en mí,
doliente y dulce espina.



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ArribaAbajo-XXIII-



Sobre el altar inmenso del planeta
una hilera de cirios encendidos.

Heterogéneo enjambre de pulsos y congoja,
cada cual en lo suyo según su singladura.

Cuántos sin comprender hemos pasado  5
tremendamente ausentes entre tiniebla y lumbre.
Inconciencia total
o paso incierto.

Sobre el ultraje de sus madreselvas
el vértigo,  10
el abismo.

Un olor a pabilos sepultados
sin develar la incógnita.



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ArribaAbajo-XXIV-



¡Tierra deshabitada,
adolece de gérmenes,
de orquídeas, de amapolas,
adolece de espigas
y ahógame  5
en savia!



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ArribaAbajo-XXV-



Las preguntas tienden sus alas negras
sobre la sombra lunar
de un hombre quieto.
Es noche
y se adentran las espinas  5
en los arrabales del cerebro.

La densa permanencia de la muerte
silenció el canto del ruiseñor
en la aurora.

Sepultada la luz,  10
con asombro
nació el sol al otro día.

¿Por qué se deslizó
puntual ese minuto en el carril del tiempo?
Si existe un dios en otro espacio  15
y un compás ajeno a mi clepsidra,
¿por qué se deslizó,
y ahora me encuentro acurrucado y tieso?

       Fueron siglos de andar
       desmigajando errores  20
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       en las cunetas del olvido,
       hurgando en las tinieblas el enigma
       sólo oculto a tus ojos ciegos.

Pensar es el destino de los hombres.

El ojo omnipotente no interviene.  25
Sólo mira de lejos a sus sombras,
sólo espera a lo lejos.

El sollozo de un dios, eso es congoja.

Te liberé la mano
cuando nació tu tiempo planetario.  30
Escalaste peldaños de una senda
que alguna vez me roza
y te di algo único y doliente:
la voluntad de ser.

Sólo a tu ser responde este destino.  35



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ArribaAbajo-XXVI-



Qué vestigios de tiempo quedarán
cuando habiten mis ojos
las hilachas ignotas de la sombra.

Y aún
cuando algo reste  5
en un punto abismal y permanente,
quién quedará para vivirlo a solas.

Morirán
las ondas que lamieron
las arenas de Troya con su espuma,  10
la espera en el telar
y el viaje incierto.
Al sol resplandeciente, las legiones.
Aquel llorar de remos compartido
y aterrados aún ante las fieras,  15
los círculos sangrientos.
Las beatíficas naves ascendentes
y la simple certeza de encontrarse en la muerte.

¿Qué restará de los vastos misterios
a la lumbre del genio develados,  20
de las rutas abiertas
desflorando el mar,
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del pulso de la luna,
de la misteriosa respiración
de los planetas?  25

¿Qué restará de esta isla que me alberga
entre sus coordenadas siderales,
de sus horas huyendo
hacia los aposentos de un tiempo intemporal?

En un pozo de sombra  30
se sumirán conmigo
los siglos, y los siglos, y los siglos.



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ArribaAbajo-XXVII-



Para taparme tengo
una manta de frío y de silencio,
una lágrima gris
y todo el abandono.

La tierra calla envuelta en humo  5
y frío.
No llega el sol,
mi mente sola vaga por antiguas querencias.
Alguna flor,
algún momento,  10
se escapan brevemente de la aterida realidad
para extrañar un sueño.

Es invierno.
Un invierno de escarcha cenicienta,
sin lumbre,  15
sin alientos,
sólo atroz permanencia.
Ya no hay viento, ni luz,
tan sólo frío.

Los huesos tiemblan en mi cuerpo,  20
los nervios, las ausencias,
el vacío corazón.
Recostada en la pena del crepúsculo
tirita mi alma amoratada.



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ArribaAbajo-XXVIII-



El tiempo de morir me ha vuelto
la carne fugitiva.
Voy entrando al ocaso de mí mismo.

Desde el alba
mi pensamiento enterró su destello.  5
El pulso en la arena plantó el eco.
Naufragaron mis miembros
en estáticos gestos
buscando las cobijas del olvido.

El laberinto derrumbó, al fin,  10
sus paredes.
Todo es irremediablemente cierto
y todo lo comprendo.

Con su soplo la nada bate el viento
y la muerte se bebe mi último silencio.  15



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Arriba-XXIX-



Hija del universo permanece
tras su sesgo orbital en movimiento.
Con lengua sideral
fustigó el viento su calma cenicienta,
y en la cuna del mar  5
ahogó la espuma un sollozo deshecho.

Más triste la alumbró
la tristeza del sol esa mañana,
desvistiendo
su pálida piel desposeída.  10

Sola va,
desnuda y fría,
su rumbo perenne repitiendo.
No hay pájaros velandola vuelta de la noche.
Sólo una inmensa congoja  15
de estrellas enlutadas.