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41

Valencia, 1757; I, 348. (N. del E.)

 

42

Don Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza; Madrid, 1871; página 215.

Acerca de las opiniones nacionales y extranjeras sobre el Persiles, véase a R. Schevill, Studies in Cervantes. I. «Persiles y Sigismunda» (en Modern Philology de julio 1906). (N. del E.)

 

43

Aludimos a los capítulos VIII (episodio de Tozuelo), X (historia de los fingidos cautivos) y XI (suceso de los moriscos) del tercer libro, que son de lo mejor escrito de la obra. (N. del E.)

 

44

Véase nuestra edición, I, XXXIII. (N. del E.)

 

45

LI-9. El texto: «didos». (N. del E.)45.1

 

45.1

[el aparato crítico del original aparece al final del texto, en las páginas 325 a 351 (N. del E.)]

 

46

LI-10. El texto: «tocho». (N. del E.)

 

47

LII-11. El autor de la Primera parte del Romancero espiritual (1612) y de otras obras a lo divino. Murió en 1638 (consúltese a Pérez Pastor, Bibliografía madrileña, III, 489). Había aprobado también la Segunda parte del Quixote y el Viage del Parnaso. En la Biblioteca Imperial de Viena hay ejemplar de sus Doce actos sacramentales y dos comedias divinas (Toledo, 1622). (N. del E.)

 

48

LIII-1. Hijo del regidor de Madrid Diego Ampuero de Urbina (rey de armas de Felipe II y suegro de Lope de Vega) y de D.ª Magdalena de Cortinas (Pellicer, Vida de Miguel de Cervantes; Madrid, 1800; pág. 204), y hermano de Isabel de Urbina, la primera mujer de Lope (consúltese a Pérez Pastor, Documentos cervantinos, I, 319-20). (N. del E.)

 

49

LV-3. Al mismo D. Pedro Fernández Ruiz de Castro y Osorio, séptimo conde de Lemos, había dedicado Cervantes las Novelas exemplares (1613), las Ocho comedias (1615) y la Segunda parte del Quixote (1615). Nació en Galicia, por los años de 1576; murió en Madrid, en 1622. Cabrera de Córdoba (Relaciones; edición de Madrid, 1857; pág. 129), en 1602, le calificaba de «caballero muy cuerdo, aunque mozo»; y Góngora le juzgó: «Florido en años, en prudencia cano». Fue sobrino y yerno del duque de Lerma. En 1610 le fue conferido el cargo de virrey y capitán general de Nápoles, adonde se trasladó en 1611, llevando consigo, entre otros literatos a quienes gustaba favorecer, a los Argensolas, a Mira de Amescua y a Gabriel de Barrionuevo. Regresó a España en 1616, y en 1618 se vio envuelto en la caída de su tío, dejando la corte poco después, para no volver a ella hasta el año de su muerte. Protegió a varios literatos de su tiempo, como (aparte de Cervantes y de los ya citados) Espinel, Góngora, Villegas y Lope de Vega, que fue su secretario en 1598. Quevedo le dedicó el Sueño de las calaveras y El alguacil alguacilado. Hizo también el conde sus escarceos literarios, entre los cuales se cita la comedia La casa confusa, representada en 1618, y hoy perdida. Véanse acerca de Lemos: C. A. de La Barrera, Catálogo bibliográfico y biográfico del Teatro antiguo español (Madrid, 1860); A. Paz y Meliá, Correspondencia del conde de Lemos con D. Francisco de Castro, su hermano, y con el príncipe de Esquilache (1613-20) (en el Bulletin Hispanique de 1903); y J. M. Asensio y Toledo, Cervantes y sus obras (Barcelona, 1902). (N. del E.)

 

50

LV-10. Estas coplas antiguas, que cita Cervantes con alguna variación («casi con las mismas palabras»), comenzaban así:


   «Puesto ya el pie en el estribo,
con las ansias de la muerte,
señora, aquesta te escribo,
pues partir no puedo vivo,
cuanto más volver a verte.»


Las reproduce en esta forma Lope de Vega, en la escena XVIII del acto III de su comedia El saber puede dañar, y en la escena XIII del acto III de El caballero de Olmedo.

Han sido publicadas, con dos glosas, por M. R. Foulché-Delbosc, en la Revue Hispanique (Paris, 1899; VI, 319 y 507, donde se reimprime otra glosa, tomada del Thesoro de varias poesías, Madrid, 1580, de Pedro de Padilla). Cervantes recordó el primer verso al final de la carta de Carriazo y Avendaño a su ayo Pedro Alonso, en La ilustre fregona. Véase también Gallardo, Ensayo, II, número 1848, col. 481.50.1 (N. del E.)

 

50.1

[«Véase... col. 481» añadido del apéndice de Don Qvixote de la Mancha, tomo I, edición de R. Schevill y A. Bonilla, 1928, Imprenta de Bernardo Rodríguez, Madrid, p. 515. (N. del E.)]