Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

ArribaAbajo

Acto tercero

Una habitación en la escuela. A la derecha y a la izquierda, puertas. Un armario con vajilla, una cómoda, un piano viejo, sillas, un diván tapizado con hule, una guitarra, etcétera. La habitación presenta un gran desorden

Escena primera

     SOFÍA YEGÓROVNA y PLATÓNOV. PLATÓNOV está durmiendo en el diván, junto a la ven tarta, con la cara cubierta con un sombrero de paja     SOFÍA. -(Despierta a PLATÓNOV.) ¡Platónov!... ¡Mijaíl Vasílievich!... (Le empuja.) ¡Misha, despierta! (Quita el sombrero que le tapa la cara a PLATÓNOV.) ¿Cómo puedes ponerte un sombrero tan sucio en la cara? ¡Qué cochino eres!... Sin cuello, sin corbata, medio desnudo... ¡Misha! ¡Te estoy hablando! ¡Levántate!

     PLATÓNOV. -(Medio dormido.) ¿Queeé?

     SOFÍA. -¡Despierta, por favor!

     PLATÓNOV. -No, más tarde... Déjame dormir...

     SOFÍA.-Ya has dormido bastante. ¡Levántate!

     PLATÓNOV.-¿Quién es? (Sentándose en el diván.) ¡Ah! ¿Eres tú?

     SOFÍA. -¡Claro que soy yo! ¡Mira la hora!... (Le muestra un reloj.)

     PLATÓNOV. -Bueno... (Se tumba otra vez.)

     SOFÍA.-¡No te eches!

     PLATÓNOV. -Bueno... (Se sienta y bosteza.) ¿Qué quieres?

     SOFÍA. -¡Mira la hora!

     PLATÓNOV. -Bien, bien... No haces más que gritar.

     SOFÍA. -(A punto de llorar.) Sí, grito. ¡Mira la hora! ¿Qué hora es?

     PLATÓNOV. -Las siete y media en punto.

     SOFÍA. -Sí, las siete y media. ¿Has olvidado tu promesa?

     PLATÓNOV. -¿Qué promesa? De verdad que no sé de lo que me estás hablando, Sofía. Te ruego que me ahorres tus adivinanzas hoy. No estoy en forma.

     SOFÍA.-¿Qué promesa? ¿Te has olvidado de ella? ¿Te pasa algo, acaso? ¡Oh, querido!, tus ojos parecen febriles... ¿Estás enfermo? (Pausa.) Bueno, como parece que de verdad lo has olvidado, será mejor que te lo recuerde. Estabas citado conmigo a las seis en la isla... ¿Lo habías olvidado? Como pasaba el tiempo.... decidí venir.

     PLATÓNOV. -(Con la cabeza entre las manos.) ¿Y bien?...

     SOFÍA. -(Sentándose a su lado.) ¿No te da vergüenza? ¿Por qué no has venido? Me habías dado tu palabra de honor...

     PLATÓNOV. -Y la hubiese cumplido, si no me hubiera quedado dormido... Ya has visto que estaba dormido cuando has entrado. ¿Cómo iba a ir si no estaba despierto? ¿Por qué me reprochas?

     SOFÍA. -(Moviendo la cabeza.) No tienes vergüenza, no tienes corazón... Eso es lo que pasa; que no tienes corazón... ¡Mírame! ¿No es cierto? Me has tratado abominablemente... Y esta no es la primera vez que no acudes a tiempo a la cita. Continuamente me haces esperarte... ¿Cuántas veces no has cumplido la palabra de honor que me diste?

     PLATÓNOV. -¡Encantado de oírlo!

     SOFÍA. -¡Es una vergüenza Platónov! ¿Por qué dejas de ser noble, inteligente, tú mismo, cuando estás conmigo? ¿A qué esos desplantes plebeyos, indignos del hombre a quien yo debo la salvación de mi vida espiritual? En mi presencia te portas como un monstruo... Ni una mirada cariñosa, ni una palabra tierna, ni una palabra de amor... Vengo a verte, y hueles a vino, estás horriblemente vestido, despeinado, respondes con insolencia e intempestivamente...

     PLATÓNOV. -¡Bravo! (Como si ensayara.) «¡Ella ha actuado!» (Pasea de un lado a otro.)

     SOFÍA. -¿Estás borracho?

     PLATÓNOV. -¿Qué puede importarte eso?

     SOFÍA. -¡Oh! ¡Eres encantador! (Llora.)

     PLATÓNOV. -¡Mujeres, mujeres, mujeres!

     SOFÍA. -¡No me hables de mujeres! ¡Me las nombras mil veces al día! ¡Estoy harta! (Se pone en pie.) ¿Qué estás haciendo conmigo? ¿Quieres matarme? ¡Estoy enferma por culpa tuya! ¡Día y noche me duele el pecho por culpa tuya! ¿Es que no lo ves? ¿Acaso no quieres saberlo? ¡Tú me odias! ¡Si me amases, no me tratarías como si fuera una frívola..., y no lo soy! No consentiré a nadie... (Se sienta.) ¡Por Dios! (Llora.)

     PLATÓNOV. -¡Basta, basta!

     SOFÍA. -¿Por qué me tratas así?... Hace tres semanas estaba tranquila, y ahora estoy tan excitada... ¿Dónde está la felicidad que me prometías? ¿En qué terminarán tus desplantes? ¡Piensa, hombre inteligente, generoso, honrado! ¡Piensa, Platónov, antes de que sea tarde! Piensa ahora... Siéntate en esta silla, quítate todo de la cabeza y piensa sólo en qué estás haciendo conmigo.

     PLATÓNOV.-Yo no sé pensar. (Pausa.) ¡Piensa tú! (Se acerca a ella.) ¡Piensa! Sí, te he privado de todo: de tu familia, de tu bienestar, de tu futuro... ¿Por qué? ¿Por qué? ¡Te he desvalijado, como tu peor enemigo! ¿Qué puedo darte? ¿Con qué puedo pagarte tus sacrificios? El lazo ilegal que nos une es tu desgracia, tu perdición. (Se sienta.)

     SOFÍA. -¿Cómo te atreves a hablar de unión ilícita? La nuestra es sagrada. Un...

     PLATÓNOV. -No es el momento de jugar con las palabras. Tú tienes tu opinión sobre esta unión, y yo tengo la mía... He destruido tu vida, eso es todo. Y no es eso sólo: espera un poco y verás cómo responderá tu marido cuando lo sepa. Se matará.

     SOFÍA. -¿Temes que él te cause disgustos?

     PLATÓNOV. -No tengo miedo a eso... Temo que le matemos...

     SOFÍA. -¿Por qué tú, cobarde pusilánime, has venido entonces a mi casa, si sabías que le mataremos?

     PLATÓNOV.-¡Por favor..., sin patetismo! A mí no se me conmueve con trémolos... ¿Y por qué tú?... Por lo demás... (Agita la mano.) Hablar contigo significa hacerte verter tus lágrimas...

     SOFÍA. -Sí, Sí... ¡Jamás lloré, hasta que me uní a ti! ¡Teme, tiembla! ¡Mi marido ya lo sabe!

     PLATÓNOV.-¿Sí?

     SOFÍA.-Lo sabe todo.

     PLATÓNOV. -(Se levanta.) ¡¿Qué lo sabe?!

     SOFÍA.-Sí. Se lo he dicho esta mañana.

     PLATÓNOV. -¡Bromeas!...

     SOFÍA.-¡Estás pálido, tiemblas!... ¡A ti hay que odiarte, y no amarte! Me he vuelto loca... No sé, ¿por qué... por qué te quiero? Lo sabe. (Le tira de la manga.) ¡Tiembla, tiembla! ¡Lo sabe todo! Te lo juro por mi honor. ¡Tiembla!

     PLATÓNOV. -Imposible. ¡Es imposible! (Pausa.)

     SOFÍA. -Lo sabe todo...

     PLATÓNOV. -¿Y tú no tiemblas? ¿Qué le has contado?

     SOFÍA. -Le he contado que yo había.... que yo no podía...

     PLATÓNOV. -¿Y qué ha hecho?

     SOFÍA. -Me ha mirado como tú. Aterrorizado. ¡Qué insoportable es tu cara en este momento!

     PLATÓNOV. -¿Y qué te ha dicho?

     SOFÍA. -Al principio, creyó que bromeaba, pero cuando se convenció de lo contrario, palideció, comenzó a llorar, se arrodilló ante mí... Su cara era tan repugnante como lo es la tuya ahora.

     PLATÓNOV. -¿Qué has hecho? ¡Miserable! (Se coge la cabeza.) ¡Lo has matado! ¿Cómo puedes, cómo te atreves a hablar con tanta frialdad? ¡Lo has matado! ¿Le has dicho mi nombre?

     SOFÍA. -Sí... ¿Qué otro podría decir?

     PLATÓNOV. -¿Qué ha dicho?

     SOFÍA. -(Se levanta bruscamente.) ¡Avergüénzate al fin, Platónov! ¡No sabes lo que dices! ¿Según tú, no se lo debía haber dicho?

     PLATÓNOV.-¡No! (Se echa de bruces en el diván.)

     SOFÍA. -Siendo un hombre honrado, ¿cómo dices eso?

     PLATÓNOV. -¡Hubiese sido más honrado no decírselo que matarlo! ¡Lo hemos matado! Lloraba, se arrastraba de rodillas... ¡Ah! ¡Desgraciado! ¡Si no se lo hubieras dicho, no se habría enterado hasta la muerte de nuestra unión!

     SOFÍA.-¿Querías que toda la vida guardara en secreto el asunto? ¡Estaba obligada a explicárselo! Yo soy una mujer honrada.

     PLATÓNOV.-¿Sabes lo que has hecho con esa explicación? Has perdido tu marido para siempre.

     SOFÍA.-Sí. Para siempre..., ¿Podría hacer otra cosa? Platónov el es un canalla por hablarme así.

     PLATÓNOV.-¡Para siempre!... ¿Y qué será de ti el día en que nos separemos? Porque pronto nos separaremos. Tú serás la primera en desengañarte. ¡Tú serás la primera en abrir los ojos y me dejarás! (Agita la mano.) Por lo demás..., haz lo que quieras, Sofía. Tú eres más honrada e inteligente que yo... Tú dirás lo que hay que hacer y decir. ¡Resucítame, si puedes, levántame! ¡Pronto; si no, me volveré loco!

     SOFÍA.-Nos marcharemos mañana de aquí.

     PLATÓNOV.-Sí, sí, nos marcharemos... ¡Pronto!

     SOFÍA. -Es necesario llevarte de aquí... Ya he escrito a mi madre. ¡Iremos a su casal

     PLATÓNOV.-Donde tú quieras... ¡Haz lo que quieras!

     SOFÍA.-¡Misha, mañana empezaremos una vida nueva!.... ¡Compréndelo!.... ¡Escúchame, Misha! ¡Hazme caso! ¡Yo tengo la cabeza más fresca que tú! ¡Créeme, querido, vas a renacer! Te llevaré allí donde hay más luz, donde no hay este fango, este polvo, esta pereza... Haré de ti un hombre... ¡Te haré feliz! ¡Compréndelo!... (Pausa.) Haré de ti un trabajador. ¡Seremos hombres, Misha! Viviremos de pan que garternos con el sudor de nuestra frente... (Apoya su cabeza sobre el pecho de PLATÓNOV.) Yo también trabajaré, Misha.

     PLATÓNOV. -¿En dónde?

     SOFÍA.-¡Ya lo verás! Te demostraré lo que puede una mujer que sabe lo que quiere. ¡Créeme, Misha! Iluminaré tu Camino. Mi vida toda será la expresión de mi gratitud... ¿Nos marcharnos mañana? ¿Sí? Iré ahora a prepararme para el viaje... Prepárate también tú... Ven a las diez a la isba... Trae tus maletas... ¿Irás?

     PLATÓNOV.-Iré.

     SOFÍA.-Dame tu palabra de honor.

     PLATÓNOV.-Ya te la he dado.

     SOFÍA.-¡Tu palabra de honor!

     PLATÓNOV.-Palabra de honor... Te lo juro... ¡Nos marcharemos!

     SOFÍA. -(Se ríe.) ¡Te creo, te creo! Incluso ven antes... Yo estaré preparada antes de las diez... ¡Nos iremos por la noche! ¡Empezaremos a vivir, Misha! ¡No comprendes tu felicidad, bobo! ¡Esto es nuestra felicidad, nuestra vida! ¡Mañana serás otro hombre, lozano, nuevo! Respiraremos aire nuevo. Mañana, una nueva sangre correrá por nuestras venas... (Ríe a carcajadas.) Di adiós al hombre viejo. Toma mi mano. Apriétala fuerte. (Le da la mano. PLATÓNOV le besa la mano.) ¡Ven, osito mío! Te esperaré... No te entregues a la melancolía... ¡Adiós! Me prepararé en seguida... (Besa a PLATÓNOV.)

     PLATÓNOV. -Adiós... ¿Has dicho a las diez o a las once?

     SOFÍA. -¡A las diez! Incluso ven antes. ¡Adiós! Vístete mejor para el viaje... (Se ríe.) Yo tengo dinero.... Para el viaje y para cenar... ¡Adiós! Iré a prepararme... ¡Alégrate! ¡Te espero a las diez! (Hace mutis.)

Escena II

PLATÓNOV, solo

     PLATÓNOV.-(Tras una pausa.) ¡A las diez!... Es una vieja cancion, oída centenares de veces... (Pausa.) Le escribiré una carta a él y otra a Sasha... ¡Que lloren un poco, pero después perdonarán y se olvidarán!... ¡Adiós, pueblo de Voinitzevska! ¡Adiós todos! ¡Adiós, Sasha! ¡Adiós, Ana Petrovna!... (Abre el armario.) Mañana seré un hombre nuevo... ¡Y qué hombre! ¿Qué ropa coger? No tengo maleta... (Va a la mesa y se sirve vino en abundancia.) ¡Adiós, escuela!... (Bebe.) ¡Adiós, niños míos! ¡Desaparece vuestro malo, pero bondadoso Mijaíl Vasílievich! ¿Qué he bebido ahora? ¿Para qué? No beberé mas... Por última vez... Me sentaré a escribir a Sasha... (Se tumba en el diván.) Solía cree sinceramente... ¡Bienaventurados los creyentes!... ¡Ríete, generala! ¡Porque la generala se reirá! ¡Reirá a carcajadas!... ¡Sí! ¿Dónde está su carta? ¿Dónde? (La halla en el alféizar de la ventana.) Esta carta hace el número cien, si no el doscientos, después de aquella noche salvaje... (Lee) «Usted, Platónov, no ha contestado a mis cartas. Es un indelicado, un cruel, un gañán. Si no recibo contestación a esta carta, si no viene a mi casa, iré yo misma a la suya, y el diablo se lo llevará todo. Estoy esperando todo el día. ¡Es estúpido, Platónov! Cabe pensar que usted se avergüenza de aquella noche. ¡Olvidémosla, si es así! ¡Hasta la vista!» ( Entra MARKO.) La escribiré una carta; de lo contrario, se presentará aquí... (Al ver a MARKO.) ¡Una aparición!...

Escena III

PLATÓNOV y MARKO

     PLATÓNOV, ¡Bienvenido! ¿Qué quiere usted? (Se pone en pie.)

     MARKO.-Traigo una citación para vuestra señoría. (Le alarga un papel.)

     PLATÓNOV. -Eh?... Con mucho gusto. ¿Qué citación? ¿De quién procede?

     MARKO. -De Iván Andréievich, juez de paz.

     PLATÓNOV.-¡Hum!... ¡Del juez de paz! ¿Para qué me necesita? ¡Dámela! (Coge la citación.) No comprendo... ¿Me invita a un bautizo? ¡Es más prolífico que una cucharacha, el viejo pecador! (Lee.) «Citado como acusado... de afrenta pública a María Yefínovna Grékova, hija del consejero de Estado, y por daño causado a su reputación.» (Carcajea.) ¡Ah, diablos! ¡Bravo! ¡Diablos! ¡Bravo, éter de chinche! ¿Cuándo se verá esta causa? ¿Pasado mañana? Iré, iré... Dile, viejo, que iré...

     MARKO. -¿Quiere usted firmar el recibo, por favor?

     PLATÓNOV. -¿Firmar? ¡Sea!... Eres horrible, hermano. ¡Tienes cabeza de pato muerto!

     MARKO.-En modo alguno...

     PLATÓNOV. -(Se sienta a la mesa.) ¿A quién te pareces?

     MARKO.-Yo he sido hecho a imagen y semejanza de Dios Nuestro Señor...

     PLATÓNOV.-¿Has servido bajo el zar Nicolás?

     MARKO.-Exactamente. Me retire después de la campaña de Sebastopol... Estuve cuatro años en el hospital militar, fuera del servicio... Era suboficial de artillería.

     PLATÓNOV. -¿Y eran buenos los cañones?

     MARKO. -Corrientes. Cañones de...

     PLATÓNOV. -¿Se puede firmar con lápiz?

     MARKO. -¿Cómo no? (Señalando en el papel.) Aquí: «Recibí esta citación el día... El nombre, el patronímico y el apellido.»

     PLATÓNOV.-(Poniéndose en pie.) Ya está. He firmado cinco veces. ¿Qué hace tu juez de paz? ¿Juega?

     MARKO.-Exactamente.

     PLATÓNOV. -¿Desde las cinco de la tarde hasta las cinco de la madrugada?

     MARKO. -Exactamente.

     PLATÓNOV. -¿Todavía no ha perdido su cadena de juez?

     MARKO.-No.

     PLATÓNOV. -Dile... Por lo demás, no le digas nada... ¿Quiénes son los testigos? ¿A quién más ha citado?

     MARKO.-(Mira las citaciones y lee.) «Al señor doctor Nikolai Ivánovich Triletzki...»



     PLATÓNOV.-¿A Triletzki? Entonces vamos a pasar la gran juerga. (Se ríe.) ¿Y a quiénes más?

     MARKO. -(Leyendo.) «Al señor Kiril Porfirievich Glagóliev, al señor Alfonso Ivánovich Schrifer, al señor Maxim Yegórovich Aleutov, antiguo corneta de la Guardia; al estudiante Iván Talyé, hijo de nuestro actual consejero de Estado, diplomado de la Niversidad de San Petersburgo...»

     PLATÓNOV. -¿Niversidad?... ¿Está así escrito?

     MARKO.-¡No! Es un poco diferente.

     PLATÓNOV.-Entonces, ¿por qué lees así?

     MARKO. -Por ignorancia... (Leyendo.) «Uni, Uni... versidad... Sofía Yegórovna Voinitzeva... Serguei Voinitzev, su marido..., e Isaac Abrámovich Venguérovich, estudiante de la Universidad de Járkov.» Ya están todos.

     PLATÓNOV. -¡Hum!... Pasado mañana, y tengo que marcharme mañana... ¡Qué lástima! (Pasea por el escenario.) ¡Qué lástima!

     MARKO. -¿No me da usted una propina para té, excelencia?

     PLATÓNOV.-¿Eh?

     MARKO. -Una propina para té... Es la costumbre. He recorrido un largo camino hasta llegar aquí.

     PLATÓNOV. -¿Para té? No hace falta... Por lo demás, ¿que estoy diciendo? ¡Bien, querido! No te daré para té: voy a preparártelo, es mejor. (Saca una tetera del armario.) Ven aquí... El té es bueno, fuerte... Aunque no es de cuarenta grados, pero es fuerte... ¿Dónde echártelo?

     MARKO. -(Pone el bolsillo.) Eche usted.

     PLATÓNOV.-¿En el bolsillo? ¿No olerá?

     MARKO.-Eche usted, eche... No vacile...

     PLATÓNOV. -(Echando té en el bolsillo.) ¿Tienes bastante?

     MARKO. -Le doy las gracias humildemente.

     PLATÓNOV.-Buen viejo... Me gustan los viejos soldados. ¡Sois el alma del pueblo!... Pero entre vosotros suele haber tales... pájaros.

     MARKO. -De todo hay en este mundo... Sólo Dios está sin pecado. Le deseo buena suerte, señor.

     PLATÓNOV.-Espera un momento... (Se sienta y escribe en la citación.) «Entonces la bese, porque... porque estaba excitado y no sabía lo que quería: ahora la besaría como a una santa. Fui un canalla con usted, lo confieso. Con todos me porto como un canalla. Por desgracia, no nos veremos en el Juicio. Mañana me marcho para siempre. Que le vaya bien y sea usted siquiera justa conmigo. ¡No me perdone!» (A MARKO.) ¿Sabes dónde vive María Grékova?

     MARKO. -Sí, a doce verstas de aquí... Pasado el río.

     PLATÓNOV.-Exacto.... en Zhilkoo... Llévale inmediatamente esta carta, y ella te dará tres rublos. Dale la carta en propia mano y no esperes contestación... No te preocupes de las otras citaciones hasta mañana. (Pasea por el escenario.)

     MARKO. -Comprendo.

     PLATÓNOV. -¿Qué más? ¡Ya! Dirás a todos que pedí perdón a Grékova y que ella no me perdonó.

     MARKO. -Comprendo. Le deseo buena suerte, señor.

     PLATÓNOV.-Adiós, amigo mío. ¡Que te vaya bien! (MARKO sale.)

Escena IV

PLATÓNOV, solo

     PLATÓNOV.-Bien, Grékova, estamos en paz... Así debe ser... Por primera vez en mi vida me castiga una mujer. (Se tumba en el diván.) Les haces villanadas, y ellas se te cuelgan del cuello... Sofía, por ejemplo... (Se cubre la cara con el pañuelo.) Yo era libre como el viento, y ahora estoy tumbado aquí: sueña... Amor... ¡Amo, amas, ama!... Me até... La perdí a ella, y me consentí... (Suspira.) ¡Pobres Voinitzev! ¿Y Sasha? ¡Pobre muchacha! ¿Cómo podrá vivir sin mí? ¡Pobrecita mía!... Va a marchitarse y a morir. Cuando supo la verdad. cogió al niño y se marchó sin decir palabra... Se marchó después de aquella noche... Debería decirle adiós... (ANA PETROVNA aparece en escena y llama a la ventana.)

     ANA.-¿Se puede entrar? ¡Eh! ¿Hay alguien aquí?

     PLATÓNOV.-(Se levanta bruscamente. Mirando por la ventana.) ¡Ana Petrovna! ¡La generala! ¿Qué decirle? ¿Para qué tiene que venir aquí, eh? (Se recobra.)

     ANA.-(Llamando a la ventana.) ¿Se puede entrar? ¡Entraré! ¿Lo oye?

     PLATÓNOV.-¡Ha venido! ¿Cómo no dejarla entrar? (Se peina.) ¿Cómo desembarazarme de ella? Echaré un trago antes que entre... (Abre deprisa el armario.) ¿Y a qué demonios?... ¡No comprendo! (Bebe rápido.) Bien, si todavía no sabe nada... Pero, ¿y si lo sabe? Me sonrojaré...

Escena V

PLATÓNOV y ANA PETROVNA. ANA PETROVNA entra. PLATÓNOV cierra despacio el armario     ANA. -Buenos días, Misha.

     PLATÓNOV. -Al demonio el armario. No se cierra. (pausa.)

     ANA.-¿Estás sordo? He dicho «buenos días, Misha».

     PLATÓNOV.-¡Ah! ¿Eres tú, Ana? Perdón, no te veía... Decididamente esta puerta no se cierra... Es extraño... (Deja caer la llave y se agacha a cogerla.)

     ANA.-Ven aquí y deja la puerta en paz, ¿vamos? ¡Déjala!

     PLATÓNOV.-(Se acerca a ella)¿Cómo estás?

     ANA.-¿Por que no me miras?

     PLATÓNOV.-Porque me da vergüenza. (Le besa la mano.)

     ANA.-¿Y por qué tienes vergüenza?

     PLATÓNOV.-Por todo.

     ANA.-Comprendo. Eso quiere decir que has seducido a alguna.

     PLATÓNOV.-¡Quizá!

     ANA.-¿Es, pues, cierto...? ¿A quién?

     PLATÓNOV.-No lo diré.

     ANA. -Sentémonos(Se sientan en el diván) Muy bien. Lo descubriré en seguida. Y ahora, dime: ¿por qué te da vergüenza de mí? Conozco tus pecadillos desde hace mucho tiempo. Vamos, dime de qué se trata.

     PLATÓNOV.-No me preguntes, Ana. No estoy de humor hoy para sufrir un interrogatorio.

     ANA. -Bueno. (Pausa.) ¿Has recibido mi carta?

     PLATÓNOV.-Sí.

     ANA.-¿Qué te ha impedido ir a verme esta noche?

     PLATÓNOV.-No me ha sido posible.

     ANA. -¿Por qué?

     PLATÓNOV. -No me ha sido posible.

     ANA. -¿Pones mala cara?

     PLATÓNOV.-No. ¿Por qué he de poner mala cara? Por Dios, no me hagas más preguntas.

     ANA.-¡Contestame, Mijaíl Vasílievich! ¡Siéntate bien! ¿Por qué no vienes a mi casa desde hace tres semanas?

     PLATÓNOV. -He estado enfermo.

     ANA. -¡Mientes!

     PLATÓNOV. -Bueno. Miento. ¡No me preguntes, Ana Petrovna!

     ANA.-¡Mientes! ¡Cómo hueles a vino! Platónov, ¿qué significa todo esto? ¿Qué te sucede? ¿A qué te pareces? Tienes los ojos enrojecidos, mala cara... ¡Estas sucio y la habitación está hecha una porquería!... ¿Bebes?

     PLATÓNOV. -Sí, mucho.

     ANA. -Entonces, es la misma historia del año pasado. Ha durado toda una estación, si bien hasta el otoño ibas como un pazguato, como ahora... ¡Un don Juan y una ruina a la vez! ¡Te prohíbo que bebas!

     PLATÓNOV. -De acuerdo.

     ANA. -¿Tu palabra de honor?... (Se pone en pie.) ¿Dónde escondes el vino? (Él señala el armario.) ¿No te da vergüenza, Misha, ser tan pusilánime? ¿Dónde está tu famosa fuerza de voluntad? (Abre el armario.) ¡Qué porquería! Desearás que tu mujer vuelva, ¿eh?

     PLATÓNOV. -Sólo deseo una cosa: que no me hagas rnás preguntas. Y que no me mires a los ojos. Eso es todo.

     ANA.-¿Cuál es tu botella de vino?

     PLATÓNOV. -Todas.

     ANA.-¡Ah borracho, borracho! Hay para emborrachar al ejército entero. Ya es tiempo que vuelva tu mujer. La enviaré esta tarde. No me creas celosa. Admitiré perfectamente compartirte con ella. (Bebe de una botella descorchada.) Es bueno. Vamos a beber un vaso juntos. ¿Quieres? Después vaciaremos lo que quede. (PLATÓNOV va al armario.) ¡Aguanta el vaso! (Escancia vino.) ¡Se enfada! No lleno más. (PLATÓNOV bebe.) Ahora beberé yo... (Llena el vaso.) ¡A la salud de los malos! (Bebe.) ¡Tú eres malo! Este vino es excelente. Tienes buen gusto... (Le sirve las botellas.) ¡Toma! Tráelas aquí! (Se van hacia la ventana.) Despídete de tu excelente vino. (Se asoma a la ventana.) Sería una lástima tirarlo. Podemos beber otro vaso antes de... ¿Qué dices?

     PLATÓNOV.-Como quieras.

     ANA.-(Llenando el vaso.) Bebe... ¡Pronto!

     PLATÓNOV.-(Bebe.) ¡Por tu salud! ¡Y que Dios te haga feliz!

     ANA. -(Llena el vaso y bebe.) Espero que me hayas echado de menos. Sentémonos. (Se sientan.) ¿Me has echado de menos?

     PLATÓNOV. -A cada instante.

     ANA. -Entonces, ¿por qué te obstinas en huirme?

     PLATÓNOV. -Te suplico que dejes de preguntarme. No es que tenga vergüenza de responderte; es únicamente porque corro a mi ruina. ¡A la ruina completa, querida mía! La conciencia me remuerde... ¡Una agonía!... Sin embargo, has venido..., y ya me encuentro mejor.

     ANA. -Has adelgazado, afeado... No los soporto, a esos héroes románticos. ¿Qué te imaginas, Platónov? ¿Estás interpretando el papel de un héroe de novela?... ¿«Spleen»? ¿Aburrimiento? ¿Conflictos de pasiones? ¿Amoríos?... ¡Oh, oh! ¿Te tomas por un arcángel que no sabría vivir en medio de los mortales?

     PLATÓNOV. -Búrlate si quieres. Pero dime que quieres que haga.

     ANA. -¡Ser un hombre! ¡Ante todo! Es decir, no ocultarte para beber, lavarte de cuando en cuando y venir a visitarme. Después, estar satisfecho de tu suerte. (Se levanta.) Vamos, ven a casa.

     PLATÓNOV. -(Se levanta.) ¡No, no!...

     ANA. -¡Vamos, arriba! ¡Hablarás, beberás, comerás!....

     PLATÓNOV. -¡No, no!... ¡Y no me lo ordenes!

     ANA. -¿Por qué?

     PLATÓNOV. -No puedo, eso es todo.

     ANA. -¡Puedes! ¡Ponte el sombrero! ¡Vamos!

     PLATÓNOV. -No puedo, Ana Petrovna. ¡Por nada del mundo! ¡No daré un paso de casa!

     ANA. -Sí puedes. (Le pone el sombrero.) No hagas el tonto, no bromees. (Le coge del brazo.) Un, dos, un, dos... Adelante, Platónov... Misha, querido...

     PLATÓNOV. -No puedo.

     ANA.-Se obstina como un asno.

     PLATÓNOV.-(Arrancándose de su brazo.) No iré, Ana Petrovna.

     ANA. -Bien. Demos un paseo alrededor de la escuela...

     PLATÓNOV. -¿Para qué importunar? ¿No te he dicho que no iré? Quiero estar en casa, y te ruego que me dejes hacer lo que quiera. (Pausa.) ¡No iré!

     ANA. -Bien. Mira, Platónov... Te prestaré dinero. Vete de vacaciones por un mes o dos...

     PLATÓNOV. -¿Adónde?

     ANA. -A Moscú, a San Petersburgo... ¿Vale? ¡Vete, Misha! Necesitas mucho distraerte. Viaja, verás otras cosas, a otras gentes, irás al teatro... Tendrás dinero y cartas de presentación... Yo iría contigo, si tú quieres. ¿Quieres? Sería muy divertido... Volveríamos aquí completamente nuevos, renovados y radiantes...

     PLATÓNOV. -Es una idea seductora, pero, por desgracia, irrealizable... Mañana me marcho de aquí, Ana Petrovna, pero no contigo.

     ANA. -Como quieras... ¿Adónde vas?

     PLATÓNOV.-Me voy a... (Pausa.) Me marcho para siempre de aquí...

     ANA. -Tonterías... (Apura el vino de la botella.) Es un absurdo.

     PLATÓNOV. -No son tonterías, querida mía. ¡Me marcho! ¡Para siempre!

     ANA.-¿Por qué? ¡Eres un hombre raro!

     PLATÓNOV. -No me preguntes. ¡De veras, para siempre! Me marcho y... Adiós, eso es todo. No me preguntes. Ahora no te diré nada más...

     ANA. -¡Es un absurdo!

     PLATÓNOV.-Te aseguro que esta es la última vez que nos vemos. Me marcho para siempre... (La coge del hombro.) Olvida al loco, al idiota, al miserable Platónov. La tierra va a tragárselo. Tal vez volvamos a encontrarnos, dentro de diez años. Entonces nos reiremos de todo esto. Pero hoy. ¡que todo se vaya al diablo! (Le beso la mano.)

     ANA. -(Llenando el vaso.) Toma, bebe.

     PLATÓNOV. -Me acordaré de ti, mi diosa. Jamás te olvidaré. Ríe, tú que eres tan clarividente. Mañana huiré de aquí, huiré de mí mismo, sin saber adonde; huiré a la vida nueva. Yo sé lo que es la vida nueva.

     ANA. -Todo esto es admirable. Dime qué te ha pasado.

     PLATÓNOV. -¿Qué? Yo... Después lo sabrás todo. Cuando te horrorices de mi acción no me maldigas. Recuerda que ya casi estoy castigado... Separarme de ti para siempre es más que un castigo... ¿Sonríes? No, créeme. Palabra de honor, créeme. Te digo la verdad.

     ANA. -(Entre lágrimas.) No creo que seas capaz de cometer una acción horrible... ¿Me escribirás, al menos?

     PLATÓNOV. -No me atreveré a escribirte; además tu misma no querrás leer mis cartas. ¡Adiós... para siempre!

     ANA. -Bien... Jamás podrás continuar tu marcha por la vida sin mí, Platónov. (Se frota la frente.) Estoy un poco borracha... ¡Vámonos juntos!

     PLATÓNOV. -No... Mañana lo sabrás todo y... (Se vuelve hacia la ventana.)

     ANA.-¿No necesitas dinero?

     PLATÓNOV.-No...

     ANA.-¿No?... ¿No puedo hacer nada para ayudarte?

     PLATÓNOV.-No sé. Mándame hoy tu retrato... (Se vuelve.)¡Oh vete, Ana Petrovna! Si no lo haces, estallaré. ¡Gritaré!... ¡Vete! ¡No puedo quedarme! ¿ No me comprendes? ¿Qué esperas? Tengo que dejarte... ¡No me mires así!

     ANA. -Adiós. (Alargándole la mano para que se lo bese.) Volveremos a vernos.

     PLATÓNOV.-¡Jamás! (Besa la mano.) No es necesario... Y ahora vete, querida... (Beso la mano.) Adiós. (Se tapa la cara con la mano de ANA.)

     ANA. -Adiós, amor mío. (Pausa.) ¡Bebamos un último vaso antes de separarnos! (Echa vino en las copas.) ¡Feliz viaje! ¡Y todas las venturas para ti! (Beben.) ¡Quédate, Platónov! ¿Qué delito has podido cometer? En un pueblo tan pequeño es inverosímil que hayas podido cometer alguna villanía... Bebamos otro vaso..., para olvidar.

     PLATÓNOV. -Sí.

     ANA. -(Llena los vasos.) Bebe, amor mío. (Beben.) ¡Que el diablo te lleve!

     PLATÓNOV. -¡Que seas feliz! Continuarás viviendo aquí... Lo que sin mi es posible.

     ANA. -No me gustan los medios tonos... (Bebe.) Si se bebe, se acelera la muerte, dicen. Pero si no se bebe, uno se muere también. Por tanto, será más agradable beber y morir. (Bebe.) Estoy borracha, Platónov... ¿Bebemos otro vaso? Voy a confesarte una cosa, Platónov. Bebo desde hace mucho tiempo y nadie lo sabe. ¡Es cierto! Empecé cuando aún vivía el general. Y continúo... ¿Quieres que abra otra botella?... No. Perderíamos el habla... (Se sienta.) ¿Sabes? No hay nada peor en el mundo que una mujer culta... ¿Y por qué?... Porque no tiene nada que hacer... ¿Cuál es mi utilidad?... ¿Para qué vivo? (Pausa.) Forzosamente soy inmoral... Yo soy una mujer inmoral, Platónov... (Ríe a carcajadas.) Quizá sea este el motivo de amarte... (Se frota la frente.) Sí, es necesario que yo muera... Todas las personas como yo deben desaparecer... Si acaso fuera profesora.... o directora..., o cualquier otra cosa... ¡Diplomática!... Trastornaría todo el mundo... Una mujer culta y... no tiene nada que hacer. Soy superflua. Los caballos, los perros, los gatos... todos... son necesarios, pero yo..., yo soy superflua. ¿Qué dices?

     PLATÓNOV.-Nada... No tenemos nada que reprocharnos.

     ANA. -¡Ah! Si tuviese algún hijo... ¿Te gustan los niños? (Se pone en pie.) ¡Quédate en Voinitzevka, corazón!... No se esta tan mal en tu casa... Es cálida, es acogedora... Si te marchas, ¿qué va a ser de mí?... ¡Me gustaría tanto descansar!... Es necesario que descanse, Misha... Sería aún una mujer, una madre... (pausa.) Habla... Pero habla. Vas a quedarte, ¿verdad? Porque me amas... ¿Es cierto que me amas?

     PLATÓNOV. -(Mirando por la ventana.) Me mataré, si me quedo.

     ANA. -¿Me amas?

     PLATÓNOV. -¿Quién no podría amarte?

     ANA. -Tú me amas, yo también te amo. ¿Qué más necesitas? Te estás volviendo loco... ¿Qué más necesitas? Entonces, ¿por qué no viniste la otra noche?... Misha, dime que te quedas.

     PLATÓNOV. -Por amor de Dios, vete. ¡No me atormentes!

     ANA.-(Le da la mano.) Bueno.... en tal caso... Te deseo todo lo mejor...

     PLATÓNOV.-Vete, o te lo contaré todo... Y si confieso, tendré que matarme. Por otra parte, si descubrieras la verdad, ya no me amarías ni querrías verme. (La agarra y la besa) Por última vez, vete y sé feliz.

     ANA.-Esta bien. Aquí tienes mi mano... Te deseo..., te deseo las mayores felicidades. (PLATÓNOV le coge la mano.) Pero juro ante Dios que volveremos a vernos. (sale.)

Escena VI

PLATÓNOV, solo

     PLATÓNOV. -¿Se ha marchado? (Va hacia la puerta y escucha.) Se ha marchado... ¿O no se ha marchado?(Abre la puerta.) Es un diablo... (Mira detrás de la puerta.) Se ha marchado... (Se tumba en el diván.) ¡Adiós, mujer deliciosa!... (Suspira.) Y no la volveré a ver nunca más... Se ha marchado... Podía haber esperado cinco minutos más... (Pausa.) Hubiera sido estupendo. Me pregunto si no podría persuadir a Sofía que retrasáramos nuestro viaje quince días... Si quisiera, me iría unos cuantos días con la viuda, y así Sofía descansaría un poco. ¡Con su madre, por ejemplo! ¡Quince días no es una eternidad!... Excelente idea. (Llaman a la puerta.) ¡Me voy! ¡Decidido! Magnífico... (Llaman otra vez.) ¿Quién es?, ¿Es usted? (Se levanta.) No le permitiré la entrada... (Ríe, mientras se dirige a la puerta. Entra OSIP.) ¡Oh!

Escena VII

PLATÓNOV y OSIP

     PLATÓNOV.-¿Qué sucede? ¿Eres tú, demonio? ¿A qué has venido?

     OSIP.-¿Cómo está usted, Mijaíl Vasílievich?

     PLATÓNOV.-¿Qué cuentas? ¿A qué y a quién debo el honor de la visita de tan importante persona? Di lo que tengas que decir y márchate inmediatamente.

     OSIP. -Pero antes voy a sentarme... (Se sienta.)

     PLATÓNOV. -Iba a suplicártelo. (Pausa.) ¿Qué te pasa, Osip? ¿Estás enfermo? En tu rostro están impresas las diez plagas de Egipto. Estás pálido, delgado...

     OSIP. -También en su cara están impresas las plagas. ¿Qué le ha sucedido? A mí me lleva el diablo, pero, ¿y a usted?

     PLATÓNOV.-¿A mí? Yo no conozco al demonio... Yo mismo me llevo... (Toca a OSIP en el hombro.) ¡No tienes más que huesos!

     OSIP.-¿Dónde están sus grasas? ¿Está usted enfermo, Mijaíl Vasílievich?

     PLATÓNOV. -(Se sienta a su lado.) ¿Para qué has venido?

     OSIP. -Para despedirme de usted.

     PLATÓNOV. -¿Es que te marchas?

     OSIP. -Yo, no, usted.

     PLATÓNOV. -Pues ¡qué! ¿Por qué lo sabes?

     OSIP. -¡Cómo no saberlo!

     PLATÓNOV.-No me marcho, hermano. Has venido en balde.

     OSIP. -Usted se marchará...

     PLATÓNOV.-Sí; es cierto. Me marcho... Tú lo sabes todo, Osip, eres un adivino.

     OSIP.-¿Ve usted? Y también sé adónde va.

     PLATÓNOV.-¿Sí?... Pues yo no lo sé. ¡Tienes una inteligencia privilegiada! ¿Podrías decírmelo?

     OSIP. -¿De verdad quiere saberlo?

     PLATÓNOV.-¡Naturalmente! ¡Con lo interesante que debe de ser! ¿Adónde voy?

     OSIP.-Al otro mundo.

     PLATÓNOV.-¡Un largo viaje! (Pausa.) Me imagino que tú mismo querrás enviarme allá...

     OSIP.-Efectivamente. He traído la carreta.

     PLATÓNOV. -¡Oh! ¡Cuánta amabilidad! ¡Has venido a matarme!

     OSIP. -Por supuesto...

     PLATÓNOV.-(Remedándole.) «Por supuesto»... ¡Qué insolencia! Ha venido a enviarme al otro mundo... ¡Hum!... ¿Has recibido alguna orden?... ¿De quién?

     OSIP.-(Sacando un fajo de billetes.) ¡Oh! De Venguérovich, que me ha dado esto para que le corte el cuello. (Rompe los billetes.)

     PLATÓNOV. -¡Ah!... ¿El viejo Venguérovich?

     OSIP.-El mismo.

     PLATÓNOV.-¿Por qué has roto los billetes? ¿Para probar tu grandeza de alma?

     OSIP. -Yo no tengo que probar nada. He roto los billetes para que usted no pueda decir en el otro mundo que Osip le ha matado únicamente por el dinero. (PLATÓNOV se pone en pie y pasea por la escena.) Tiene usted miedo, Mijaíl Vasílievich? (Ríe.) ¡Huya, corra! ¡No se lo impediré! No he cerrado la puerta con llave. Pida socorro. Vaya a decir a la primera persona que se encuentre que Osip ha venido a matarle. ¿No me cree? (Pausa.)

     PLATÓNOV.-(Va hacia Osip y se le queda mirando.) ¡Asombroso! (Pausa.) ¿Por qué sonríes, imbécil? (Le golpea en el brazo.) ¡Ya está bien! ¡No te rías más!... ¡Te estoy hablando! ¡Te voy a ahorcar! ¡Te meteré en la cárcel!... ¡Villano! (Se aleja rápidamente de OSIP.) Por lo demás... No te enfades conmigo...

     OSIP.-Abofetéeme por ser un villano.

     PLATÓNOV.-Eres una bestia repugnante. ¡Un monstruo! (Se acerca a OSIP y le abofetea.) Toma. Estoy dispuesto a matarte. ¡Imbécil! ¿Te acuerdas como murió el cacarañado Filka?

     OSIP.-Al perro, muerte de perro. Escúpame a la cara por ser un villano.

     PLATÓNOV. -No tengo ganas de malgastar saliva.

     OSIP. -(Irguiéndose, colérico.) ¿Se atreve a decirme eso, a mí?

     PLATÓNOV. -Lárgate, antes que te entierre en el barro.

     OSIP. -¡No me toque! Usted también es un villano.

     PLATÓNOV. -(Acercándose a OSIP.) Si has venido a matarme, date prisa.

     OSIP. -Sentía mucho respeto hacia usted, señor Platónov... Le consideraba como un señor... Pero ahora... Siento tener que matarle, pero es preciso...

     PLATÓNOV. -Mátame, antes que te eche a patadas por la puerta.

     OSIP. -¿Por qué vino hoy la señora Voinitzeva a verle?

     PLATÓNOV. -(Le zarandea por el pecho.) Mátame, mátame.

     OSIP. -¿Por qué ha venido también, después de ella, la viuda de general? Usted no estará burlándose de la viuda, ¿Verdad?... ¿Y dónde está su esposa? ¿Cuál de las tres es la buena, eh? Y usted no es un villano, después de esto? (Agarra a PLATÓNOV, y los dos caen al suelo.)

     PLATÓNOV. -¡Largo de aquí! Te mataré yo a ti, y no tú a mí. ¡Soy más fuerte que tú! (Luchan.) ¡Quieto! ¡Quieto!

     OSIP. -(Sacando un cuchillo.) ¡Quieto! Le mataré de todas formas... No forcejee... No quiere morir, ¿eh? Debió usted reflexionar sobre esto antes de tocar lo que no le pertenecía. Conserve su último aliento para rezar a Dios.

     PLATÓNOV.-(Grita.) ¡Mi mano! ¡Mi mano!... Tengo esposa..., tengo un hijo... ¡El cuchillo! ¡No, Osip, no! (SASHA irrumpe en escena.)

Escena VIII

Dichos y SASHA

     SASHA. -¿Qué pasa? (Gritando.) ¡Misha! ¡Sepárenlos, deténganlos inmediatamente! (Intenta separar a los que luchan.)

     OSIP.-(Separándole.) Llega usted un poco demasiado pronto. ¡Quedará vivo! Es suerte. Aquí tiene un lindo regalo para usted. (Le da el cuchillo.) No puedo matarlo delante de usted... ¡Quedará vivo! Ya me tropezaré con él más tarde. No se le escapará a Osip. (Salta por la ventana.)

     PLATÓNOV. -(Tras una pausa.) ¡Un demonio...! ¿Eres tú, Sasha? Qué bien... (Se queja.)

     SASHA. -¿Te ha hecho daño? ¿Puedes ponerte en pie? Inténtalo.

     PLATÓNOV. -No sé... ¡Es un bruto! ¡Dame la mano! (Se levanta.) No te asustes, querida... Soy fuerte. Me ha achuchado un poco.

     SASHA. -Eres insoportable. Te había prevenido que te guardaras de él.

     PLATÓNOV.-¿Dónde está el diván? ¿Que miras? ¡Tu Felón está vivo! ¿Acaso no lo ves? (Se tumba en el diván.) Gracias por haber venido. De no haberlo hecho, estarías viuda en este momento.

     SASHA.-Apoya la cabeza en la almohada. (Le apoya la cabeza en la almohada.) Tiéndete bien. Así. (Se sienta a sus pies.) ¿Tienes dolores? (Pausa.) ¿Por qué no cierras los ojos?

     PLATÓNOV. -No, no... Estoy tranquilo ahora que has vuelto... Ven, mi tesoro. (Le besa la mano.)

     SASHA. -Nuestro Kolia está enfermo.

     PLATÓNOV. -¿Qué tiene?

     SASHA. -Una erupción. La escarlatina, tal vez. No ha dormido las dos noches últimas, grita... No quiere beber ni comer nada... (Llora.) Está grave. Misha. Estoy muy asustada por él.

     PLATÓNOV. -Y tu hermanito, ¿qué hace? Después de todo, es médico.

     SASHA. -¿Qué hace? ¿Acaso él puede compadecerse de nadie? Hace cuatro días fue a verle. Estuvo un minuto.

     PLATÓNOV. -¿Y qué dijo?

     SASHA. -Bostezó y me dijo que estaba loca.

     PLATÓNOV. -Ese hombre es un canalla. Recuerda bien lo que te digo: el día menos pensado reventará a fuerza de bostezar.

     SASHA. -Sí, pero, ¿qué hacer?

     PLATÓNOV. -Tener esperanza... ¿Tú estás viviendo ahora en casa de tu padre?

     SASHA. -Sí.

     PLATÓNOV. -¿Qué hace tu padre?

     SASHA. -Nada. Anda por su habitación, fuma en pipa y piensa venir a verte. Fui a su casa alarmada, y él adivinó que yo..., que vosotros... ¿Qué hacer con nuestro Kolia?

     PLATÓNOV. -No te preocupes, Sasha.

     SASHA. -¿Cómo no preocuparme? Si nuestro hijo muriese... ¡Dios nos libre de ello!

     PLATÓNOV. -Sí... ¡Dios nos librará! No nos quitará nuestro hijo. ¿Por qué te va a castigar? Solo porque te has unido a este loco de Platónov. (Pausa.) Sasha, cuida mucho al pequeño. Sálvale, y yo te prometo hacer de él un hombre, Cada uno de sus pasos será una alegría para ti. Porque, después de todo, el pobrecito es también un Platónov. ¡Como hombre soy despreciable; pero como padre, seré grande! No temas por su suerte. ¡Oh, me duele la mano! (Se queja.) ¿Tú crees que se me infectará? (Examina la mano.) Está roja... Bueno, ¡que el diablo se la lleve! Sí, seremos felices los tres. Te ríes, Sasha... Ríete, tesoro mío. ¿Ahora lloras? ¿Por qué lloras? No llores, Sasha. (La besa en la frente.) Has venido... ¿Por qué te marchaste? ¡No llores, pequeña! Te quiero, alma mía; te quiero mucho, y tú me perdonas, ¿verdad?

     SASHA. -¿Es que la aventura ha terminado?

     PLATÓNOV. -¿Aventura?... ¡Oh, qué palabra!

     SASHA. -¿Continúa?

     PLATÓNOV. -¿Cómo decirte? No existe aventura alguna. Todo esto no es más que un galimatías monstruoso. ¡No te preocupes mucho por este galimatías! Si este asunto no está ya terminado realmente, lo estará pronto.

     SASHA. -¿Cuándo?

     PLATÓNOV. -¡Oh! En seguida. Ya lo verás. Hay en su carácter cosas que yo no podría soportar. Sofía no será jamás rival tuya. (SASHA se levanta y vacila.) ¿Qué te pasa? (Va a ella.) ¡Sasha!

     SASHA. -Es decir, ¿qué estás amancebado con Sofía al mismo tiempo que con la viuda?

     PLATÓNOV. -¿No lo sabías?

     SASHA. -¿Lo de Sofía?... ¡Oh, eso es canallesco..., vil!

     PLATÓNOV. -¡Qué te pasa? Estás pálida, vacilas... (Se queja.) ¡No me atormentes, Sasha! Me duele la mano, y tú encima... ¿Es que esto... es nuevo para ti? ¿No lo sabías? ¿Por qué te marchaste entonces? ¿Por Sofía?

     SASHA. -¿Lo de Sofía?... ¡Oh, es terrible! Estaba muy mal tu lío con Ana Petrovna, pero liarse con una mujer casada es un pecado. Nunca esperaba de ti semejante ruindad. ¡No tienes conciencia! (Va hacia la puerta)

     PLATÓNOV. -(Tras una pausa.) ¿Estás indignada? Pero ¿adónde vas?

     SASHA. -(Deteniéndose junto a la puerta.) ¡Que Dios os haga felices!...

     PLATÓNOV. -¿A quién?

     SASHA. -A ti y a Sofía Yegórovna.

     PLATÓNOV. -Lees demasiadas novelas absurdas. Sasha... ¡Quédate! Tenemos un hijo... y, después de todo, soy tu marido... La dejaré. No te vayas, Sasha.

     SASHA. -¡No! ¡No puedo, no puedo!... ¡Oh, Dios mío, Dios mío!

     PLATÓNOV. -¿No puedes?

     SASHA. -¡Dios mío!... ¿Es posible que esto sea verdad? (Se aprieta las sienes y se sienta.) No sé lo que hacer.

     PLATÓNOV. -(Yendo hacia ella.) Es muy sencillo. ¡Quédate!... No llores.... Sasha. Soy un malvado, lo sé... Pero tú me perdonas, ¿verdad?

     SASHA. -¿Te puedes tú mismo perdonar?

     PLATÓNOV. -Eso, querida, es un enigma filosófico. (La besa en la frente.)

     SASHA. -¡Estoy perdida! No se puede construir dos veces la misma felicidad. Y nosotros éramos felices, ¿verdad?

     PLATÓNOV. -Das de comer a Osip, recoges todos los perros y gatos perdidos por la vecindad, y no tienes piedad de tu esposo.

     SASHA. -¿Es que no comprendes? Yo ya no puedo vivir contigo ahora. No eres digno de respeto.

     PLATÓNOV. -Lo sé, lo sé. He arruinado la vida de todos mis amigos. He tomado a Sofía por amante, también a la viuda. Soy un canalla, un polígamo... Pero ¿quién te amará jamás como yo te amo? ¡No seas verdugo! ¡Quédate, Sasha! ¿Quién otro te abrazará como yo te abrazo? (La estrecha entre sus brazos.) Yo soy el único ser humano que podrá siempre comer tus guisos. ¡Es cierto! Confieso que pones la sopa tremendamente salada. (La levanta en vilo.) ¿Quién te va a levantar así? ¿Acaso vas a poder, oro mío, vivir sin mí?

     SASHA. -¡No puedo quedarme! Déjame marchar. ¡Estoy perdida! ¡Mi corazón está destrozado.... y tú te burlas! (Se arranca de sus brazos.) ¡Adiós! ¡No puedo vivir contigo! Ahora, todos te considerarán un villano. ¿Y a mí? (Solloza.)

     PLATÓNOV. -¡Vete con Dios! (La besa en la frente.) Comprendo...

     SASHA. -Has destrozado nuestra familia... Eramos tan felices, vivíamos tan tranquilos... En el mundo no había nadie más feliz que yo... (Se sienta.) ¿Qué has hecho, Misha? (Se pone en pie.) ¿Qué has hecho? (Solloza.)

     PLATÓNOV. -Que Dios te proteja.

     SASHA. -¡Adiós! ¡No me verás más! No vengas a nuestra casa... ¡Que Dios te perdone, como te perdono yo! ¡Has destruido nuestra vida!

     PLATÓNOV. -¿Aún estás aquí?... Creía que te habías marchado...

     SASHA. Me marcho... Bueno... (Mira cierto tiempo a Platónov y hace mutis.)

Escena IX

PLATÓNOV, solo, y después, VOINITZEV

     PLATÓNOV. -¡He aquí para quién comienza una nueva vida! ¡Es deplorable! Me privo de todo... ¡Me vuelvo loco! ¡Dios mío!... ¡Malditas circunstancias! (Se tumba en el diván. VOINITZEV entra, y, se detiene junto a la puerta. Después de una pausa.) ¿Esto es un epílogo o sólo una comedia? (Al ver a VOINITZEV se tapa la cara y ronca ligeramente.)

     VOINITZEV. -(Acercándose a PLATÓNOV.) ¡PLATÓNOV! (Pausa.) No duermes... Lo veo por tu cara. (Se sienta cerca de él.) No creo... que se pueda dormir... (PLATÓNOV se levanta. Se pone en pie y mira por la ventana.) Me has matado... ¿Tú lo sabes? (Pausa.) Gracias... ¿A mí qué? ¡Allá tú!... (Llora.) Bien. No te bastaba tu inteligencia, tu hermosura, tu gran alma... ¡Necesitabas, además, mi felicidad! Me has quitado... ¿Y yo? ¿Qué soy? Nada... Simplemente... Estoy enfermo, soy corto de alcances, afeminado, sentimental, ofendido por Dios... Con inclinaciones al ocio, al misticismo, a los prejuicios... ¡Me has matado, amigo!

     PLATÓNOV.-¡Vete de aquí!

     VOINITZEV.-Ahora... Vine a provocarte a duelo y... rompo a llorar... Me marcho. (Pausa.) ¿La he perdido definitivamente?

     PLATÓNOV.-Sí.

     VOINITZEV.-(Silbando.) Bueno... Se comprende...

     PLATÓNOV.-¡Vete de aquí! ¡Te lo ruego! ¡Vete!

     VOINITZEV.-Ahora mismo me voy... ¿Qué tengo que hacer aquí? (Se dirige hacia la puerta.) Nada... (Pausa.) ¡Devuélvemela, Platónov! ¡Sé bondadoso! ¡Es mía! Tú, Platónov, también sin ella eres ya feliz. ¡Sálvame, querido! ¿Eh? ¡Devuélvemela! (Solloza.) ¡Porque ella es mía! ¡Mía! ¿Comprendes?

     PLATÓNOV. -(Yendo al diván.) Márchate... O disparo... ¡Lo juro por mi honor!

     VOINITZEV. -No hace falta... ¡Allá vosotros! (Agita la mano y hace mutis.)

     PLATÓNOV. -(Agarrándose la cabeza.) ¡Oh, desgraciado, miserable! ¡Dios mío! ¡Maldita cabeza la mía! (Solloza.) ¡Lejos de la gente, canalla! ¡He sido una desgracia para la gente, y la gente, una desgracia para mí! ¡Lejos de la gente! ¡Golpean, golpean y en modo alguno matan! Debajo de cada silla, de cada viruta hay un asesino, te mira a los ojos y quiere matarte. ¡Golpead! (Se da golpes en el pecho.) ¡Golpead, antes que me mate yo mismo! (Corre hacia la puerta.) ¡No golpearme en el pecho! ¡Han despedazado mi pecho! (Grita.) ¡Sasha!. ¡Sasha, por Dios! (Abre la puerta. Entra GLAGÓLIEV.)

Escena X

PLATÓNOV, GLAGÓLIEV. Después, KIRIL.

     GLAGÓLIEV. -(Entra embozado, apoyado en una muleta.) ¿Está usted en casa, Mijaíl Vasílievich? Me alegro mucho... He venido a molestarle... Pero no por mucho tiempo;me iré en seguida... Le haré una pregunta. Usted me contesta y me marcho. ¿Qué le sucede, Mijaíl Vasílievich? Usted está pálido, vacila, tiembla... ¿Qué le pasa?

     PLATÓNOV. -¿Que qué me pasa? ¿Eh? Estoy borracho, seguramente. o... me estoy volviendo loco. Estoy borracho..., borracho... La cabeza me da vueltas...

     GLAGÓLIEV.-(Aparte.) ¡Le haré la pregunta! Dice el borracho lo que tiene en el papo. (A PLATÓNOV.) Mi pregunta es bastante extraña, tal vez incluso estúpida; pero, por Dios, respóndame, Mijaíl Vasílievich. Es para mí cuestión de vida o muerte. Aceptar su veredicto, porque le considero un hombre muy honrado. Me encuentro en una situación terrible. Nuestra conocida común... Usted la conoce bien. Según yo, Ana es el «súmmum» de la perfección... Me refiero a Ana Petrovna Voinitzeva... Quienquiera que la conozca... (Sujetándole.) ¡No se desmaye, por amor de Dios!

     PLATÓNOV. -¡Váyase!... Siempre le tuve por un viejo imbécil...

     GLAGÓLIEV. -Usted es amigo de ella. Usted la conoce como a sí mismo. Mijaíl Vasílievich: ¿es honrada Ana Petrovna? Ella... ella... ¿Tiene derecho a casarse con un hombre honrado? (Pausa.) No veo la forma de ser más claro. ¡Compréndame, por Dios! Me han dicho que...

     PLATÓNOV. -Todo en este mundo es vil, inmoral y sucio. (Cae inconsciente.)

     KIRIL. -(Entrando.) ¡Francamente, papá! ¿Es que voy a pasarme aquí el día montando la guardia? No tengo intención de esperar y esperar.

     GLAGÓLIEV. -(Repitiendo las palabras de PLATÓNOV.) «Todo en este mundo es vil, inmoral y sucio», ha dicho. Entonces, también ella...

     KIRIL. -(Mirando a PLATÓNOV.) Papá, ¿qué le pasa a Platónov?

     GLAGÓLIEV.-¡Está borracho como un cerdo!... (Para sí.) Sí, todo es vil, sucio... Esa es la cruel verdad: «Vil e inmoral»... Y «sucio»... (Pausa.) ¡Mañana saldremos para París!

     KIRIL.-¡¿Qué?! ¿A... París? ¿Qué quieres hacer tú en París? (Ríe a carcajadas.)

     GLAGÓLIEV. -Quiero conducirme allí exactamente como este individuo se ha conducido aquí. (Señala a PLATÓNOV.)

     KIRIL. -¿En París?

     GLAGÓLIEV. -Sí. Intentaremos buscar nuestra suerte bajo otros cielos. ¡Basta! Basta ya de comedias. Tengamos un poco más de ideal. Yo no tengo ya ni fe ni amor. Nos vamos. He terminado con todo esto. Hago mis maletas y me voy.

     KIRIL. -¿A París?

     GLAGÓLIEV. - Sí... Si es preciso pecar, que sea en tierra extranjera. ¡Vivamos como personas, en tanto no nos hemos corrompido! ¡Sé maestro, hijo! ¡Vamos a París!

     KIRIL. -¡Formidable, papá! ¡Tú me enseñaste a leer, y yo te enseñaré a vivir! ¡Vamos a París! (Mutis ambos.)

Arriba