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Chilimisa: Pedro Pizarro dice, Chile Masa; en la relación de Jerez se lee Quilimasa. (N. del E.)

 

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«y porque dicen algunos queste grand príncipe se llamaba Atabaliba, digo que no han de llamarle sino Atabaliba: e a su padre y hermano llaman algunos a cada uno dellos Cuzco; e también se engañan, porque entonçes, como traían más la memoria en recoger dineros que en entender los nombres propios de cuyos eran, no acertaban el lenguage, ni era esto lo que yban a buscar estos soldados» (Relación de Diego de Molina, hecha en Santo Domingo a Oviedo y Valdez, Historia General y Natural de las Indias, Madrid, 1855, Tomo IV, Libro XLVI, capítulo XVI, página 214).

Jerez y Pizarro llaman al último de los Incas, anterior a la conquista, Atabalipa; Zárate y Gómara, Atabaliba; Cieza de León escribe Atahuallpa; Santacruz Pachacuti Yamqui, lo nombra de estas maneras: Ttopaataogualipa, Ataoguallpa, Aguallpaynga y Ataoguallpaynga. La forma que ha prevalecido entre los modernos es la de Atahuallpa, usándose también Atahualpa y Atagualpa por algunos autores. (N. del E.)

 

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Llamáronle así los españoles, por la nación de los Tallanes que habitaba en sus riberas. «Más tarde trocó su nombre por el de Piura y últimamente por el de Sechura» (Relaciones Geográficas de Indias, Madrid, 1881, Tomo I, página 8). (N. del E.)

 

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La villa de San Miguel fue la primera que fundaron los españoles en el Perú. Se verificó esta fundación el 29 de setiembre de 1531. Su primitivo nombre fue Tangarara, que se encuentra en muchas de las cartas antiguas; después se llamó Piura, cuando la población se trasladó a un sitio más sano, libre de las reverberaciones del sol en las arenas del desierto. Véase la Relación General de las poblaciones españolas del Perú hecha por el licenciado Salazar de Villasante, una parte de cuyo original se halla en la Academia de la Historia, en Madrid; y otra, en el Archivo de Indias, en Sevilla. La publicó don Marcos Jiménez de la Espada, en el Tomo I de las Relaciones Geográficas. Cuando se fundó, tuvo Piura cincuenta y cinco vecinos. (N. del E.)

 

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Caran: es el pueblo que Jerez llama Zaran, del cual «no ha quedado más rastro que la hacienda llamada Serrán, situada más arriba de Pabur, en la orilla izquierda del mismo río que baja a Piura» (Urteaga, Colección citada, Tomo V, página 29, nota 16). (N. del E.)

 

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«Alos qles sehazia», en el original. (N. del E.)

 

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Hay casi perfecta concordancia con la Relación de Pedro Pizarro, que se halla impresa en el Tomo V de la Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España, Madrid, 1844. La reimprimió «El Ateneo» de Lima y los señores Urteaga y Romero en el Tomo VI de su Colección (Lima 1917). (N. del E.)

 

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Caxamalca, en el original, todas las veces que se la nombra. Alcedo escribe Caxamarca (Diccionario Geográfico-Histórico de las Indias Occidentales, Madrid, 1786, Tomo I, página 429). A fines del siglo XVIII era ciudad de más de 12.000 habitantes. En ella se han verificado sucesos que le dan una grande importancia histórica y durante los primeros años de la conquista española, fue como centro o capital, desde donde se dirigían las expediciones, que dieron por resultado el sometimiento del Imperio incásico; esta importancia conservó hasta que fue fundada la Ciudad de los Reyes. (N. del E.)

 

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Nótese que en el original se halla tachada la sílaba vier. Iba pues a escribir Estete un viernes; y en realidad, fue este día que llegaron los españoles a Cajamarca; «Llegó el gobernador a este pueblo de Xaxamalca viernes a la hora de vísperas, que se contaron 15 días de noviembre año del Señor de 1532» (Jerez, obra citada, página 330). La autoridad de Jerez es indiscutible, porque su relación puede considerarse como un documento oficial, que, sin duda alguna, debió revisar Pizarro y sus oficiales; esto se desprende del testimonio del mismo Jerez que dice: «escribió esta relación por mandado de gobernador Francisco Pizarro; estando en la provincia de la Nueva Castilla, en la ciudad de Caxamalca, por secretario del señor Gobernador» (Obra citada, página 346, & final). En cuanto a los datos cronológicos suministrados por Jerez, recordaremos lo que acerca de ellos dice Quintana: «La relación de Jerez es propiamente un diario de la expedición, y en esta diversidad de cómputos debe estarse más bien a su dicho que al de otro ninguno» (Biografía de Francisco Pizarro, París, 1882, página 250). No es de suponer que en un documento que puede llamarse «parte oficial de aquellos sucesos», como lo califica Vedia, se hayan consignado equivocadamente fechas que debían ser inolvidables para Pizarro y sus capitanes; el error de Estete nos parece pues manifiesto. Confróntese: Prescott, Obra citada, Tomo I, páginas 368 y 379. González Suárez, Historia General, Tomo II, página 84. A. M. Torres, El padre Valverde, capítulo V, página 70. (N. del E.)

 

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En blanco en el original. Estete, como hemos hecho notar antes, ha dejado en blanco las cifras y las fechas de las que, probablemente, no estaba seguro; esto indica escrupulosidad y deseo de ser exacto en su relación. Véase acerca de esta fecha lo que hemos dicho en la nota precedente. (N. del E.)