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Poesía. Selección.

Juana Borrero



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Crepuscular



                                  Todo es quietud y paz... En la penumbra
se respira el olor de los jazmines,
y, más allá, sobre el cristal del río
se escucha el aleteo de los cisnes
 
que, como grupo de nevadas flores,
resbalan por la tersa superficie.
Los oscuros murciélagos resurgen
de sus mil ignorados escondites,
 
y vueltas mil, y caprichosos giros
por la tranquila atmósfera describen;
o vuelan luego rastreando el suelo,
 
rozando apenas con sus alas grises
del agrio cardo el amarillo pétalo,
de humilde malva la corola virgen.
1891


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Apolo



                                  Marmóreo, altivo, refulgente y bello,
corona de su rostro la dulzura,
cayendo en torno de su frente pura
en ondulados rizos sus cabellos.
 
   Al enlazar mis brazos a su cuello
y al estrechar su espléndida hermosura
anhelante de dicha y de ventura
la blanca frente con mis labios sello.
 
   Contra su pecho inmóvil, apretada
adoré su belleza indiferente,
y al quererla animar, desesperada,
 
   llevada por mi amante desvarío,
dejé mil besos de ternura ardiente
allí apagados sobre el mármol frío!
1891


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Las hijas de Ran



                                  Envueltas entre espumas diamantinas
que salpican sus cuerpos sonrosados
por los rayos del sol iluminados,
surgen del mar en grupos las ondinas.
 
   Cubriendo sus espaldas peregrinas
descienden los cabellos destrenzados,
y al rumor de las olas van mezclados
los ecos de sus risas argentinas.
 
   Así viven contentas y dichosas
entre el cielo y el mar, regocijadas,
ignorando tal vez que son hermosas,
 
   y que las olas, entre sí rivales,
se entrechocan de espuma coronadas
por estrechar sus formas virginales.
1891


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Medieval



                                  Junto a la negra mole de la muralla altiva
que alumbran las estrellas con tenue luz de plata,
el trovador insomne de frente pensativa
preludia conmovido la triste serenata.
 
   El aura de la noche, voluble y fugitiva,
besa los largos pliegues del manto de escarlata,
y extiende la armoniosa cadencia persuasiva
que el plácido reposo perturba de la ingrata.
 
   Al pie del alto foso destácase la airosa
romántica figura del rubio menestrello
que, al agitar la mano sobre el cordaje de oro,
 
   entristecido exhala su queja dolorosa
en la cadencia rítmica del dulce ritornello,
y en sus mejillas siente que se desborda el lloro.


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Los astros



                                  En la callada noche, cuando la sombra extiende
sobre la tierra muda su velo misterioso,
y arriba, en las alturas del éter anchuroso,
sembrado de luceros el firmamento esplende;
 
   mi alma soñadora que al infinito asciende
escucha sumergida en éxtasis dichoso,
hablar de las estrellas su idioma cadencioso
tan dulce, que tan sólo mi espíritu lo entiende.
 
   A mis oídos llega desvanecida y flébil
el eco de esas voces como el murmullo débil
que una dulzura vaga, indefinible encierra.
 
   De su prisión terrena mi espíritu se evade,
y un inefable goce mi corazón invade
sintiéndose tan lejos de la mezquina tierra.


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En el templo



A Federico Uhrbach

                                  Se llena de creyentes el templo solitario
y a los acordes graves del órgano sonoro,
se mezclan en la atmósfera serena del santuario
las voces cristalinas que vibran en el coro.
 
   Entre las blancas nubes que arroja el incensario
miro, con las pupilas nubladas por el lloro,
que el sacerdote humilde, de pie junto al sagrario,
entre las manos puras eleva el cáliz de oro.
 
   Y así como el incienso que ante la imagen flota
impregna de sutiles perfumes el ambiente,
perfuma tu recuerdo mi mente visionaria,
 
   y de mis labios trémulos y suplicantes, brota
tu nombre idolatrado, que vibra dulcemente
mezclado con las frases que forman mi plegaria!



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Vorrei morire



                                  Quiero morir cuando al nacer la aurora
su clara lumbre sobre el mundo vierte,
cuando por vez postrera me despierte
la caricia del Sol, abrasadora.
 
   Quiero, al finalizar mi última hora,
cuando me invada el hielo de la muerte,
sentir que se doblega el cuerpo inerte
inundado de luz deslumbradora.
 
   ¡Morir entonces! Cuando el sol naciente
con su fecundo resplandor ahuyente
de la fúnebre noche la tristeza,
 
   cuando radiante de hermosura y vida
al cerrarme los ojos, me despida
con un canto de amor Naturaleza!


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Última rima



                                  Yo he soñado en mis lúgubres noches,
en mis noches tristes de penas y lágrimas
con un beso de amor imposible,
sin sed y sin fuego, sin fiebre y sin ansias.
 
   Yo no quiero el deleite que enerva,
el deleite jadeante que abrasa,
y me causan hastío infinito
los labios sensuales que besan y manchan.
 
   ¡Oh, mi amado! ¡mi amado imposible!,
mi novio soñado de dulce mirada,
cuando tú con tus labios me beses
bésame sin fuego, sin fiebre y sin ansias.
 
   Dame el beso soñado en mis noches,
en mis noches tristes de penas y lágrimas,
que me deje una estrella en los labios
y un tenue perfume de nardo en el alma!


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Reve



                                  Su voz debe ser dulce y persuasiva
y soñadora y triste su mirada...
debe tener la frente pensativa
por un halo de ensueños circundada.
 
   Su alma genial, cual pálida cautiva
de un astro esplendoroso desterrada,
sueña con una nube fugitiva
y con el traje de crespón de un hada.
 
   Cuando la ronda azul de los delirios
disipa sus nostálgicos martirios
borrando del pesar la obscura huella,
 
   él se acuerda, en la noche silenciosa,
de aquella virgencita misteriosa
que dejó abandonada en una estrella.
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