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Poesía. Selección

Esther Lucila Vázquez



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Vespertino



A la distinguida señorita mexicana Laura Mariscal

                                  Hay en el palpitar de la enramada,
Al suave soplo de la brisa leda,
El deslumbrante brillo de la seda
Por los rayos del sol iluminada.
 
   Y la luz al fíltrarse tamizada
Por la tupida red de la arboleda,
Sus mallas de oro en el follaje enreda
Y tiembla en la sombrosa encrucijada.
 
   Es la tarde. Con cárdenos reflejos
El verde bronce del ramaje enciende
Y la corteza de los troncos dora,
 
   Y al ir desvaneciéndose a lo lejos,
La llama por los árboles asciende
Y al fin en Occidente se evapora.

Abril, 1900



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Inmortal



                                  ¡Qué bella es esa rosa engalanada
Con sus rizados pétalos de nieve!
Al asirla tu mano blanca y breve
Resplandeció la dicha en tu mirada.
 
   Ponla en dorado búcaro inclinada,
Do vuela en torno mariposa leve,
Donde la brisa que sus hojas mueve
Pueda esparcir su esencia delicada.
 
   No importa que mañana se halle triste,
Nunca podrá desparecer su gloria,
Si en ti un recuerdo cariñoso existe.
 
   Que no es morir la postrimer partida,
Cuando se deja en pos una memoria,
Sino vivir ausente de la vida.


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Perlas

A Lola R. de Tió

                                  Toma el collar de nacaradas perlas,
En su nevado cuello lo coloca
Mientras la risa escapa de su boca,
Y en el vecino estanque corre a verlas.
 
   Mas temerosa luego de perderlas,
Se sienta presto en la maciza roca.
Y una y cien veces con amor las toca
Cual si tuviera miedo de romperlas.
 
   Cíñese el brazo nítido y redondo,
Vierte alegre el collar en sus rodillas
Y al fin lo enlaza a su cabello blondo.
 
   Pero un ave pasó: con sus alillas
Lanzó el tesoro al cristalino fondo...
¡Y perlas mil bañaron sus mejillas!


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A la poesía



                                  ¡Oh, celeste raudal de melodía
Que jamás enmudeces ni te agotas;
En ti palpitan las sublimes notas
Que arranca de su plectro la Armonía!
 
Si de ti me aparté, si en triste día
Miré las cuerdas de mi lira rotas,
Hoy con fuerza mayor en mi alma brotas
E invocarte de nuevo me extasía.
 
Esta corona de perfume agreste,
¡Oh, Deidad!, que en tus aras deposito
¡Pueda tocar la fimbria de tu veste!
 
   Y al elevar a ti mi pensamiento,
De la edad en el piélago infinito,
¡Blanca estela de luz deje mi acento!


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Rosas

A Rosa Montero

                               Rosa de fuego era al nacer el día
el áureo sol de vivos resplandores,
y la luna, a la tarde, en los alcores,
«como rosa de nieve se entreabría».
 
¡Oh, fresca Rosa de la patria mía,
que estando de la vida en los albores,
a las pintadas y fragantes flores
tu arrogante colora desafía!
 
Radia en tus negros ojos el vislumbre
de la rosa de fuego de la aurora
con eternal y poderosa lumbre,
 
Y en tus mejillas delicadas arde
la nacarada luz deslumbradora
de la rosa de nieve de la tarde.
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