ABD AL-WAHID, 63. (N. del A.)
Es patentemente erróneo lo que afirma Freytag (Exposición de la versificación arábiga), de que el signo característico del zéjel consiste en un antiguo metro arábigo, porque muchas de estas composiciones poéticas están libres por completo de las reglas de la métrica clásica. (N. del A.)
Yo confieso que no comprendo el carácter propio de dichas composiciones, ni me satisface la explicación del señor Schack. El carácter propio consiste, según él, en la forma, y sin embargo, metro, número de versos de cada estrofa, combinación de las rimas, todo es indiferente. No es una glosa, porque no hay verso que se repita; el estribillo o tema puede haberle o no. En suma, todo es igual, salvo que al final de cada estrofa vuelve siempre el mismo consonante. Creo que esto no basta para formar un género o dos géneros aparte. Quizás el Sr. Schack no ha logrado distinguir bien el carácter propio de estas composiciones, si es que en efecto le tienen. (N. del T.)
IBN JALDUN, Prolegomena, III, 390. (N. del A.)
ABU-L-FIDA, III, 494, e IBN JALLIKAN, art. Ibn Zuhr. (N. del A.)
IBN JALDUN, III, 404. (N. del A.)
Cat. Bibl. Lugd. bat., ed. DOZY, II, págs. 101, 103, 105.- El autor de una de estas poesías dice que habita en las cercanías de Zifta. ¿Dónde está esta Zifta? Ibn Jaldun (Prolegomena, I, 105) da noticia de un lugar de este nombre, en Egipto, no lejos del Cairo. (N. del A.)
Este asunto pavoroso, no sólo fue tratado en lengua arábiga por los moros españoles, sino también en lengua castellana aljamiada, esto es, mezclada con palabras arábigas. Parece que en la Biblioteca Nacional de Madrid, y en otros puntos, existen muchos manuscritos de esta clase. El distinguido orientalista D. Pascual de Gayangos es el primero que ha dado noticia de ellos. Valiéndonos de estas noticias, hablaremos, en su lugar, más extensamente sobre el particular. Baste decir ahora que uno de estos manuscritos, publicado ya en Inglaterra (Hertford, 1867), sin duda por el citado Sr. Gayangos, aunque no lo dice, contiene un poema entero, de cerca de 1500 versos, sobre el mismo asunto del último día. Lleva por título: Istoria del espanto del día del juicio, segun las aleyas y profecias del honrado Alcoran. Se divide en dos cantos, y termina con una oración a Mahoma.
Sería fatigoso para el lector trasladar aquí poema tan largo. Basten algunos versos para muestra:
Sólo quedarán vivos (pues hasta los ángeles han de morir) los cuatro almalaques y los que llevan el alarx o trono del Altísimo; esto es, los principales ángeles o arcángeles.
En el canto II refiere el poeta que, a los cuarenta días de estar todo muerto, mandará Dios una gran lluvia, que hará que todo renazca como la yerba, y que toda vida y toda carne resuciten:
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la tocará, y entonces resucitarán los hombres, todos de la edad de Jesús, o sea de 33 años, y de la estatura de Adán,
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Para que tanta multitud de muertos se congregue en un solo punto, donde ha de ser el juicio final, un grande fuego será encendido
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Llenos los hombres de temor por el juicio que se prepara, acudirán sucesivamente a Adán, a Noé, a Abraham y a Moisés, para que los valgan; pero todos se declararán sin valimiento. Acudirán entonces a Jesús, exclamando:
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Jesús responde:
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y, los envía a Mahoma, que, en efecto, es el grande intercesor en el día del juicio. Después se extiende el poema en la descripción de las penas ni recompensas, Y termina, como hemos dicho, con la oración a Mahoma.- Parece este poema escrito en el siglo XIII, por algún morisco ferviente, que deseaba excitar a sus correligionarios el celo y la fe, tan necesarios entonces para que no renegasen de su falso profeta. (N. del T.)
FRESNEL, Première lettre, pág. 2. (N. del A.)
DOZY, Introducción a al-Bayan, 9. (N. del A.)