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Poesías

Tomás de Iriarte



[Nota preliminar: Edición digital a partir de Poetas Líricos del siglo XVIII, II, ed. Leopoldo A. Cueto, BAE, LXIII, pp. 23-66 y cotejada con la edición crítica de Alberto Navarro González, Madrid, Espasa Calpe, 1953.]






ArribaAbajoAnacreónticas




- I -


Viéndome Cupido
estar padeciendo
por la bella Orminta
sin fruto, sin premio,
compasivo quiso,  5
por extraño medio,
aliviar mis penas
un breve momento.
Cuando al sueño daba
mis cansados miembros,  10
a una falsa imagen
debí algún consuelo.
Soñé que mi esquivo,
que mi hermoso dueño,
el dueño a quien siempre  15
querré, quise y quiero,
no era de mil gracias
perfecto modelo,
ni en él advertía
belleza ni ingenio.  20
Soñé que aquel rostro,
que fue mi embeleso,
sonrosado no era,
ni rubio el cabello.
Soñé que sus labios  25
no eran tan bermejos,
ni sus garzos ojos
grandes y despiertos;
que no era su risa,
la risa de Venus,  30
ni el eco de su habla
grato y halagüeño.
Soñé que en el baile
sus pies no eran diestros,
que en nada tenían  35
sus manos acierto,
que no era su talle
noble y bien dispuesto,
ni su andar airoso,
ni su trato ameno.  40
«¡Qué! (dije), ¿y es ésta
la que estoy queriendo?
Olvidarla es fácil
y amarla era yerro.»
Al amor tirano  45
despido contento;
aplaudo mi dicha,
y entonces despierto.
Mi engaño conozco,
Orminta, y ya quedo  50
bien escarmentado
de creer en sueños.




- II -


    Cuando la tierra fría
dé hospedaje a mi cuerpo,
¿qué servirá que deje
acá renombre eterno,
que me erija un amigo  5
sepulcral monumento,
que me escriba la vida,
que publique mis versos,
que damas y galanes,
niños, mozos y viejos  10
me lean, y me lloren
mis parientes y afectos?
Esta fama, esta gloria,
a que aspiran mil necios,
no me da, mientras vivo,  15
vanidad ni consuelo.
No quiero yo otra fama,
otra gloria no quiero,
sino que se oiga en boca
de niños, mozos, viejos,  20
de damas y galanes,
de parientes y afectos:
«Este hombre quiso a Laura,
y Laura es quien le ha muerto.»




- III -


   Algún día, Lisarda,
tuve, si bien me acuerdo,
cinco sentidos míos;
mas ya ninguno encuentro.
Los gustos que solía  5
recibir yo por ellos,
ni me parecen gustos,
ni aun creo que los siento.
Cinco eran bien cabales.
Responde: ¿Qué se han hecho?  10
Tú me los has robado;
oye de qué lo infiero.
   A mi vista agradables
eran en otro tiempo
lo frondoso de un bosque,  15
lo florido de un huerto,
la hermosa perspectiva
de los azules cerros,
las fértiles llanuras
y el estrellado cielo.  20
No es ya para mis ojos
deleite nada de esto,
que sólo se deleitan
en ver los de su dueño.
   ¡Cuántas veces colmaron  25
mi oído de contento
con alternadas glosas,
con trinos y gorjeos,
al perenne susurro
de un arroyuelo inquieto,  30
entre las altas ramas,
los músicos jilgueros!
Mas ya, Lisarda mía,
sólo a tu voz atiendo,
cuando con una gracia,  35
cuando con un acento
que en el alma se interna,
que excita mil afectos,
dejas en mí indeleble
la impresión de tus ecos.  40
   Delicias del olfato
en algún tiempo fueron
el jazmín y la rosa,
el florido romero.
Ya el olor de las flores  45
no me causa recreo,
cuando no huelo aquellas
que adornaron tu seno,
aquellas que tú misma
con semblante halagüeño  50
permites que a mi mano
pasen desde tu pecho.
   Regalábase el gusto
bajo un parral espeso,
con el fruto pendiente  55
de los verdes sarmientos.
Ya en verano saciaba
el paladar su anhelo
con la fresa cogida
del húmedo terreno,  60
o ya le recreaba
en el rígido invierno
el jugo que las uvas
sazonadas rindieron.
Ningún manjar sabroso  65
hoy, Lisarda, apetezco,
sino aquellas finezas
que de tu mano obtengo.
Ni el licor que da Baco
ya con deleite pruebo  70
sino en el mismo vidrio
en que tu labio has puesto.
   En fin, Lisarda hermosa,
por que veas si es cierto
que ni un sentido sano  75
has dejado en mi cuerpo,
ya mi tacto, que nunca
fue embotado ni lento,
para tu sexo todo
insensible se ha vuelto.  80
Sólo cuando tu mano
con los hoyosos dedos...
Mas ¿qué digo? Perdona,
que me engañó el deseo.




- IV -


   La ocasión de obsequiarte divisé
muy lejos; bien digo yo que nunca
tuve en amor acierto. Caérsete,
señora, el abanico al suelo; hallarse
uno bien cerca, y echarse a tus pies  5
luego; levantarle y ponerle con
gozo y rendimiento en esas bellas
manos, valiendo algo el pretexto, es
dicha para alguno que en amor
tenga acierto; no para mi que en  10
todo fatal suerte padezco, pues ni
estuve tan cerca, ni me eché a tus
pies luego, ni alzar el abanico
permitió el breve tiempo, ni le puse
en tus manos, ni me valió el  15
pretexto. Bien digo yo que nunca
tuve en amor acierto.




- V -


   Para que mi alma sane de la herida
que en ella hizo el traidor Cupido
con penetrante flecha,
tú, que mi amor no entiendes,
me recetas la ausencia,  5
y el cómo he de ausentarme
es lo que no recetas.
Yo, que hallar no confío
alivio en mi dolencia,
temo que mi tormento  10
más con la ausencia crezca.
   ¿Iré acaso a una quinta,
iré a una bella aldea,
en que ostente sus dones
la fresca primavera?  15
Sí; pero allí los valles,
los huertos, las riberas,
los prados, los arroyos
y las frondosas vegas
serán fieles testigos  20
de mil raras tristezas,
unas que llevo, y otras
que, si allá voy, me esperan.
En la arena del río,
en las verdes cortezas  25
escribiré aquel nombre
que hoy olvidar quisiera;
repitiéndole siempre
el eco de las selvas,
hará que mi tormento  30
más con la ausencia crezca.
   Querrás que me acompañen
libros de ingenio y ciencia,
que en el discurso alivien
lo que el corazón pena.  35
Sí; pero nada es fácil
que yo, infelice, lea
sino amorosos versos
de algún tierno poeta;
y entonces los cariños,  40
las dulzuras, las quejas
harán que mi tormento
más con la ausencia crezca.
¿Recurriré al deleite
que en sonoras cadencias  45
la música divina
al oído franquea?
Sí; pero en cada acento
que despidan las cuerdas
se oirá el llanto mío,  50
que ablandará las piedras,
y los pausados tonos
de la armonía tierna
harán que mi tormento
más con la ausencia crezca.  55
   Ausencia es un castigo
a que Amor nos condena;
si amor me le enviare,
en hora buena venga;
mas no quiero yo mismo  60
imponerme esta pena
para que mi tormento
más con la ausencia crezca




- VI -


Con motivo de otra que un poeta había escrito a una dama muy aficionada a dos pájaros canarios.

   Las inocentes aves
que halagas y sustentas,
cuantos cariños logran,
tantos celos despiertan.
Islas Afortunadas  5
llaman la patria de ellas,
y tú las haces dignas
del nombre de su tierra.
No es mucho que un amante
que sabe, hermosa Celia,  10
lo que valen tus gracias
Y tus caricias tiernas,
envidie los favores
que tan ingrata niegas
a quien más los merece  15
porque más los aprecia.
No es mucho si otras aves
que la fama celebra
quisieran ser canarios
sólo por ser de Celia.  20
Aquel hermoso cisne
bajo cuya apariencia
Júpiter mismo quiso
enamorar a Leda;
las palomas que a Venus  25
por los aires pasean,
desde Amatunte a Pafos,
desde Chipre a Citera;
el águila que a Jove
el sacro rayo lleva,  30
y el pavón a quien Juno
honra con preferencia,
lo renunciaran todo
por gozar tus finezas;
que en deleite ganaran  35
Y en honor no perdieran.
   Crezcan tus pajarillos,
y su música exceda
a la música varia
de suave Filomena.  40
Lo que en amor te deben,
lo que en halago y fiestas,
te paguen en aplausos
de sonora cadencia.
Paguen, sí, como suelen  45
los sensibles poetas,
en acentos de Apolo
de Cupido las deudas.
   Mas ¡ay, que el canto ronco
de mi musa, no diestra,  50
en vano a sus gorjeos
hoy compararse intenta!
Ellos sí que merecen
que afable los atiendas;
ellos, y el cantor dulce  55
que envidió tus ternezas.
Paréceme que escucho
de su lira en las cuerdas
imitados los ecos
del verso, en que pondera  60
el latino Catulo
las gracias y excelencias
del pájaro pulido
delicias de su Lesbia.
Un poeta elegante  65
Celia obtuvo como ella,
y aunque a sus dos canarios
él tanta envidia tenga,
yo mucho más le envidio
la dichosa licencia  70
de ser nuevo Catulo
de aquesta Lesbia nueva.




Anacreóntica a la primavera


   Mira cómo los campos
se visten de verdor,
el árbol brota tallos,
el diestro ruiseñor
con caprichoso canto  5
alegra al labrador
que hace fértil el suelo
a costa de sudor.
Éste, Silvia, es el tiempo,
el tiempo del amor.  10
   No temen los arroyos
que del hielo el rigor
aprisione su curso
ni le agote el calor.
La mariposa el jugo  15
exprime de la flor,
la abeja con anhelo
se aplica a su labor.
Éste, Silvia, es el tiempo,
el tiempo del amor.  20
   Saluda al verde Mayo
el festivo pastor,
que sus hatos al campo
saca desde el albor,
mira con regocijo  25
pacer al balador
carnero, al bravo toro
y al chivo trepador.
Éste, Silvia, es el tiempo,
el tiempo del amor.  30




ArribaAbajoLetras para música




ArribaAbajoLa primavera


Tonadilla pastoril


   Ya alegra las campiñas
la fresca primavera;
el bosque y la pradera
renuevan su verdor.
   Con silbo de las ramas  5
los árboles vecinos
acompañan los trinos
del dulce ruiseñor.
Éste es el tiempo, Silvio,
el tiempo de amor.  10
   Escucha cuál susurra
el arroyuelo manso;
al sueño y al descanso
convida su rumor.
   ¡Qué amena está la orilla!  15
¡Qué clara la corriente!
¿Cuándo exhaló el ambiente
más delicioso olor?
Éste es el tiempo, Silvio,
el tiempo del amor.  20
Más bella y más temprana
alumbra ya la aurora;
el sol los campos dora
con otro resplandor.
   Desnúdanse los montes  25
del duro y triste hielo,
y vístese ya el cielo
de más vario color.
Éste es el tiempo, Silvio,
el tiempo del amor.  30
Las aves se enamoran,
los peces, los ganados,
y aun se aman enlazados
el árbol y la flor.
   Naturaleza toda,  35
cobrando nueva vida,
aplaude la venida
de Mayo bienhechor.
Éste es el tiempo, Silvio,
el tiempo del amor.  40


Recitado

   Amarilis hermosa así cantaba
en lo más retirado
de una selva sombría.
Silvio, que la escuchaba
fino y alborozado,  45
de esta suerte a sus ecos respondía.
   No, no creas, mi pastora,
que en la suave primavera
mi ternura verdadera
pueda acaso ser mayor.  50
Para mí, que te idolatro,
siempre es tiempo del amor.
   Cuando todo lo destruye
el invierno proceloso,
cuando el cielo tenebroso  55
en la tierra infunde horror,
para mí, que firme adoro,
es el tiempo del amor.
   La estación serena y bella
que la fruta da y sazona,  60
y de pámpano corona
al feliz vendimiador,
para mí, que por ti vivo,
es el tiempo del amor.
   Cuando con las verdes plantas,  65
ya sedientas del rocío,
su rigor usa el estío,
con las mieses su favor,
para mí, que por ti muero,
es el tiempo del amor.  70


Seguidillas

   Amarilis y Silvio,
¡qué de envidiosos
hoy quisieran amarse
como vosotros!
Caprichos, celos,  75
sustos, desvelos,
riñas, mudanzas,
desconfianzas,
ficción y enojos,
son el amor de moda  80
que gozan otros.
Vivid felices,
y feliz también sea
quien os imite.
Paz y alegría,  85
fiel simpatía,
quietud segura,
gusto y lisura,
amistad firme,
bienes son que otros buscan  90
y no consiguen.




ArribaAbajoEl lorito


Tonadilla



Introducción

   Yo, señores,
   algún día
   me reía
   del amor,
   de los hombres  5
   me burlaba,
   y gastaba
   buen humor.
   Un lorito
   que tenía  10
   merecía
   mi afición,
   y en cuidarle
   y halagarle
   sólo hallaba  15
   diversión.
Pero tuvo el pobre loro
un galán competidor,
que envidioso se empeñaba
en robarle mi favor.  20
Logré un día la fortuna
de llegar en ocasión
que el amante a mi lorito
le cantaba esta canción.
Mas ¡con qué alma, con qué chiste!  25
(Queriditos, atención),
que el amante a mi lorito
le cantaba esta canción.


Canzoneta

   Ya que tu feliz estrella
de humana voz te dotó,  30
y ya que te envidio yo
el hablar con tu ama bella,
   loro, loro,
   dila, dila que la adoro.
   Cuando en su brazo te posas,  35
cuando la pluma te sienta,
y buscando el piojo, tienta
con sus manos cariñosas,
   loro, loro,
   dila, dila que la adoro.  40
   Con tu mal mi mal conviene,
gracias al vendado dios;
que ella es dueño de los dos,
y a los dos presos nos tiene.
   Loro, loro,  45
   dila, dila que la adoro.
   Desde aquel mismo instante
(confieso mi flaqueza)
yo no sé qué tristeza
me entró en el corazón.  50
   Tan distraída andaba,
que al lorito querido
no daba, por olvido,
ni almuerzo ni lección.
   Ya de la jaula  55
   no lo sacaba;
   ya la patita
   no le pedía;
   cuando él me hablaba,
   no respondía  60
   (¡caso bien raro!);
   me parecía
   que se explicaba
   mucho más claro,
   más expedito  65
   el señorito
   de la canción.
   Él es ya el dueño
   de mi albedrío,
   que todo el ceño,  70
   todo el desvío
   poco duró,
   y el señor mío
   logró su empeño,
   que al pobre loro  75
   le desbancó.
   ¡Qué fortuna, qué mudanza!
Oigan todos (¡atención!).
Si el amor toma venganza
de quien ama lo que yo.  80


Seguidillas

   Cuando está un pecho esquivo
más descuidado,
Capadillo le arroja
mejor flechazo.
¡Ah!... ¡Ah... que aquí le siento!  85
¡Oh!... ¡Oh... buen escarmiento
para la incauta niña
que tierna se encariña
   con un perrito,
   con un lorito,  90
   con un monito
   o un pajarito!...
¡Pobre inocente!
Ya verá que no es esto
lo que amor quiere.  95
Porque es seguro
que el amor siempre clama
por lo que es suyo.
¡Ah!... ¡Ah... que aquí le siento!
¡Oh!... ¡Oh... buen escarmiento, etc.  100




ArribaAbajoLos gustos estragados



Tonadilla

   Sobre gustos no hay disputa,
dice un adagio vulgar;
pero hay gustos estragados,
y los quiero disputar.
   Por ejemplo  5
   (¡Chito, chito!)
   Con licencia
   del refrán,
   perdonadme
   la insolencia,  10
   si es delito
   criticar.
   Hay Adonis que se inclina
a una Venus caprichosa,
engañosa, desdeñosa,  15
que si ayer le miró fina,
hoy le envía a pasear.
   ¿No es verdad, señores míos
(¿no es verdad?),
que este gusto es estragado  20
y se puede disputar?
   Ninfa hay tal, que se enamora
de un Narciso presumido,
relamido, repulido,
que su talle sólo adora,  25
su peinado y su beldad.
   ¿No es verdad, señores míos
(¿no es verdad?),
que este gusto es estragado
y se puede disputar?  30
   Para mueble de su estrado
habrá niña que prefiera
a un tronera, calavera,
que es tener por arrimado
un demonio familiar.  35
   ¿No es verdad, señores míos
(¿no es verdad?),
que este gusto es estragado
y se puede disputar?
   Hay quien por un tonto pene,  40
y hay quien don Quijote sea
de una fea Dulcinea,
y se alaba de que tiene
delicado el paladar.
   Pero oíd, señores míos,  45
escuchad,
que el gusto más estragado
es el que voy a pintar.


Seguidillas

   Las hermosuras graves
y sobrehumanas  50
son buenas para vistas
y no tocadas.
   Las niñas alegres,
graciosas y francas
son las que divierten  55
y llegan al alma;
   que corren,
   que saltan,
   que ríen,
   que parlan,  60
   que tocan,
   que bailan,
   que enredan,
   que cantan;
pero aquellas deidades  65
que apenas hablan,
son buenas para vistas
y no tocadas.
   Quien no lo crea,
que se arrime a hacer cocos  70
a alguna seria.
   Allá verá el tonto
la ganga que lleva,
y si espera gustos,
se queda por ésta.  75
   Suplica,
   contempla,
   se pasma,
   se inquieta.
   la busca,  80
   la estrecha,
   suspira,
   se eleva;
pero ella con mirarle
fruncida y tiesa,  85
le echa una jarra de agua
por la cabeza.




ArribaAbajoCanción primera


Habla un amante cansado de servir

Ciego Amor, en tus cadenas
nunca más me quiero ver,
que eres pródigo en dar pena,
muy avaro en dar placer.
   De ti sólo un desengaño  5
por favor hay que esperar;
mas ya has hecho todo el daño
cuando le llegas a dar.
   A tu loca fantasía
Ya no he de rendirme, no;  10
tú mandaste en mí algún día,
pero hoy mando sólo yo.




ArribaAbajoCanción segunda


Respuesta de la dama, con los mismos consonantes

   Del Amor en las cadenas
nunca más te quieras ver,
que, pues te asustan las penas
poco anhelas el placer.
   No acobarda un desengaño  5
a aquel que sabe esperar,
porque excede a todo el daño
el bien que le pueden dar.
   Por tu loca fantasía
no dejes la empresa, no;  10
que si el Amor manda un día,
ni tú mandarás ni yo.




ArribaAbajoLetra


Para un dúo italiano, imitado de Metastario



- I -

   Este es el duro instante
de la cruel partida.
¿Cómo podré, mi vida,
vivir lejos de ti?
   Otro bien no pretendo  5
que vivir ya sufriendo.
Y ¿quién sabe si acaso
te acordarás de mí?


- II -

   Aquel afecto tierno,
feliz en algún día,  10
sólo a ti, prenda mía,
sólo a ti le debí.
   ¿Dónde hallaré consuelo
que premie mi desvelo?
Y ¿quién sabe si acaso  15
te acordarás de mí?


- III -

   Mientras a tu presencia
amor no me volviere,
no es fácil se modere
mi ciego frenesí.  20
   Guardaré la memoria
de mi pasada gloria;
y ¿quién sabe si acaso
te acordarás de mí?


- IV -

   Permite que en mi pena  25
sólo un favor te pida:
que cuando me despida
no olvides quien yo fui.
   No podrá la distancia
minorar mi constancia;  30
y ¿quién sabe si acaso
te acordarás de mí?




ArribaAbajoEpigramas

Vendíase en almoneda la librería de un hético, y opinó el autor que a las puertas de ella se pusiese esta inscripción:


   De libros un gran caudal
aquí un hético dejó.
no temáis comprarlos, no,
que no se les pegó el mal.

*  *  *


   Casado con tres mozas en Granada
al mismo tiempo un picarón vivía,
la Justicia mandó que castigada
fuese en un burro tal poligamia.
Por las calles la plebe lastimada
preguntaba el delito, y él decía:
«Señores, me han sacado a dar doscientos...»
«¿Por qué?» «Por frecuentar los sacramentos.»

*  *  *

Critícase a cierto poeta que acostumbraba truncar en sus poesías el sentido de las expresiones, dividiendo entre el fin de un verso y principio del otro algunas dicciones que deben usarse siempre unidas.


   Muchos dicen que, porque al
verso siguiente va con
las palabras de otro, don
Fulano pasa por mal
versista; pero aun con tal
error, cumple como buen
poeta, pues poniendo en
sus versos cabales las
sílabas, deja a otro más
hábil colocarlas bien.

*  *  *

A una dama que padecía una fluxión a los ojos. Redondilla compuesta de repente, con motivo de haber dicho a la señora uno de sus tertulianos que sentía mucho verla así.


   Hoy tus ojos no están buenos,
y hay quien dice que lo siente;
yo no, porque, finalmente,
son dos enemigos menos.

*  *  *


   Escribano, que inmediata
tienes tu casa a un platero,
pon en ella este letrero:
«Todos limpiamos la plata.»

*  *  *

A un viejo avariento


   Mohamed, yo te aseguro
que en medio de estas querellas,
si nos pides cien doncellas,
nos vemos en un apuro.

*  *  *

Juguete, respondiendo con las mismas palabras de la pregunta.


   He reñido a un hostelero.
¿Por qué? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Cómo?
-Porque donde cuando como
sirven mal, me desespero.

*  *  *


   Al pasar por la puerta
dijo el marido:
-O la puerta ha bajado
o yo he crecido.

*  *  *


   Dos credos de penitencia
daba un confesor a un tuno,
y él dijo con insolencia:
-Récelos su reverencia,
que yo no sé más de uno.

*  *  *


   Consagrado el cobre a Venus
le agradaba antiguamente;
hoy si no le ofrecen oro
la tal diosa a nadie atiende.

*  *  *


   Ahogóse Ceferino,
hombre dado a la embriaguez,
en este estanque vecino;
   y ésta fue la primer vez
que mezcló el agua con vino.

*  *  *


   Un genovés padecía
de España en un hospital,
y un andaluz por su mal
de practicante servía.
Trájole una taza un día
de caldo frío, y después
de probarla el genovés:
-Oh non e caldo!, exclamaba;
y el andaluz replicaba:
-Tómale, que caldo es.




ArribaAbajoSonetos




ArribaAbajo- I -


   ¡Fresca arboleda del jardín sombrío,
clara fuente, sonoras avecillas,
verde prado, que esmaltas las orillas
del celebrado y anchuroso río!
   ¡Grata aurora, que viertes el rocío  5
por entre nubes rojas y amarillas,
bello horizonte de lejanas villas,
aura blanda, que templas el estío!
   ¡Oh soledad!, quien puede te posea;
que yo gozara en tu apacible seno  10
el placer que otros ánimos recrea,
   si tu silencio y tu retiro ameno
más viva no ofrecieran a mi idea
la imagen de la ingrata por quien peno.




ArribaAbajo- II -


Tres potencias bien empleadas en un caballerito de estos tiempos

   Levántome a las mil, como quien soy.
Me lavo. Que me vengan a afeitar.
Traigan el chocolate, y a peinar.
Un libro... Ya leí Basta por hoy.
   Si me buscan, que digan que no estoy..  5
Polvos... Venga el vestido verdemar...
¿Si estará ya la misa en el altar?...
¿Han puesto la berlina? Pues me voy.
   Hice ya tres visitas. A comer...
Traigan barajas. Ya jugué. Perdí...  10
Pongan el tiro. Al campo, y a correr...
   Ya doña Eulalia esperará por mí...
Dio la una. A cenar, y a recoger...
¿Y es éste un racional? -Dicen que sí.




ArribaAbajo- III -


Cumple el autor la palabra que dio de escribir un soneto a los ojos de Laura

   ¿Un soneto a tus ojos, Laura mía?
¿No hay más que hacer sonetos, y a tus ojos?
-Serán los versos duros, serán flojos;
pero a Laura mi afecto los envía.
   ¿Conque ha de ser soneto? ¡Hay tal porfía!  5
-¡Tal! que por estos súbitos arrojos
se ven tantos poetas en sonrojos,
que lo quiero dejar para otro día.
-Respondes, Laura, que no importa un pito
que no sea el soneto muy discreto,  10
como hable de tus ojos infinito.
-¿Sí? -Pues luego escribirle te prometo.
Allá voy... ¿Para qué, si ya está escrito,
Laura mía, a tus ojos el soneto?




ArribaAbajo- IV -


   A ti me quejo, Apolo justiciero,
de que nunca en mis versos fui dichoso.
Si sátiras escribo me hago odioso,
y si elogios, me llaman lisonjero.
   Soy, si escribo de burlas, chocarrero;  5
si por lo serio canto, soy un soso;
si al lauro teatral aspiro ansioso,
es mi censor cualquiera majadero.
   Llevando yo al Parnaso esta querella,
respondió Apolo: «Al que profesa mi arte  10
persigue siempre esa infeliz estrella;
   Pero el mejor remedio quiero darte:
Canta las gracias de tu Orminta bella;
tendrás a todo el mundo de tu parte.»




ArribaAbajo- V -


Situación crítica de un poeta

   Ofréceme, tal vez, la fantasía
un concepto feliz para un soneto.
Entre escribir o no, discurro inquieto;
siento en mí, ya valor, ya cobardía.
   Resuélvome a empezar; mas no querría  5
que me engañase un ímpetu indiscreto;
y teniendo a los críticos respeto,
ya se acalora el numen, ya se enfría.
   Batallo en mi interior, dudo y vacilo;
me hace cosquillas, súfrolas un rato;  10
escribo un poco, párome y cavilo.
   ¡Qué tentación! En vano la combato.
Y al fin, ¿qué haré?-Para quedar tranquilo,
componer el soneto es más barato.




ArribaAbajo- VI -


Responde el autor a un amigo, que le instaba a que publicase algunas poesías compuestas en su juventud

   Aunque es verdad que he escrito algunos miles
de versos, si no buenos, tales cuales,
líricos, amorosos, pastoriles,
satíricos, dramáticos, morales;
   ¿Qué han pecado mis coplas juveniles,  5
para que con trompetas y atabales,
con pregonero y sendos alguaciles
salgan por esas calles y portales?
   No, Fabio; las sepulta una gaveta,
donde el sol no las ve, ni yo tampoco;  10
ni han de estamparme en pública tarjeta,
   pues temo al vulgo como niño al coco.
Déjame con mi vena de poeta,
y no quieras que tenga la de loco.




ArribaAbajo- VII -


   Viose un guerrero en lides y ruinas,
páganle en fama, voz que lleva el viento.
Desvelóse un autor, y está contento
sólo con ver su nombre en las esquinas.
   Cede un indiano el fruto de las minas  5
por que le den de conde el tratamiento.
Surca un viajero el pérfido elemento
para decir: «Estuve en Filipinas.»
   Sacrifica en palacio un cortesano
su salud, libertad, descanso y rentas,  10
sólo porque le mire el soberano.
   Así yo sufro amor, celos, afrentas;
sirvo, pretendo, y tú, dueño tirano,
con sola una mirada me contentas.




ArribaAbajo- VIII -


Reconciliación después de unos celos y un desmayo

   Acordarme no quiero, Orminta amada,
del desmayo en que apenas pude verte
cuando estaba la imagen de la muerte
en tu bello semblante retratada.
   Olvido la sospecha mal fundada  5
que contra mí forjó la adversa suerte,
y el cargo por si débil, pero fuerte,
cuando tierna le hacías, cuando airada.
   Sólo me acuerdo, sí, de aquel abrazo
en que tu gracia vi restituida,  10
y vi alargada a mi esperanza el plazo.
   No quede cicatriz de tal herida;
reine la paz; y en tan estrecho lazo,
hallen muerte los celos, y yo vida.




ArribaAbajo- IX -


   Metióse Amor a boticario un día,
bella Orminta, y compuso una receta
para curar a un mísero poeta
que herido de sus flechas padecía.
   Mezcló la leche, el néctar, la ambrosía,  5
la azucena, la rosa y la violeta;
el metal rubio del primer planeta,
el coral y las perlas que el mar cría.
   Pero salió el remedio tan ardiente
como la misma fragua de Vulcano;  10
erró el traidor la dosis ciertamente;
   sobre todo de sal cargó la mano;
enconóse la herida de repente,
y no espero en mi vida verme sano.




ArribaAbajo- X -


   Al ver yo mil poetas zalameros
que a sus damas llamaban serafines,
claveles, azucenas y jazmines,
diamantes, perlas, soles y luceros
   al ver cómo sus versos lisonjeros  5
de nácares llenaban y carmines,
los llamaba salvajes y rocines,
los trataba de locos y embusteros.
   Hoy Cupido esta burla vengar quiere
mandando que de Orminta me apasione,  10
y con las armas que yo herí me hiere.
   Que hable yo igual idioma ya dispone;
mas si hay quien mi flaqueza vitupere,
Amor, haz que de Orminta se aficione.




ArribaAbajo- XI -


No hay gusto cumplido

   Ni siquiera un renglón ayer he escrito,
que es para mí fortuna nunca vista;
hice por la mañana la conquista
de una graciosa ninfa a quien visito.
Entre amigos comí con apetito;  5
fui luego en un concierto violinista,
y me aplaudieron como buen versista
en cierto conciliábulo erudito.
   Divertíme en un baile, volví en coche,
y el día se pasó como un instante.  10
¡Qué diversión tan varia, tan completa!
   ¡Qué vida tan feliz!... Pero esta noche
me quitó el sueño... ¿Quién? Un consonante.
¡Oh desgraciada vida de un poeta!




ArribaAbajo- XII -


La independencia

   Del oro, como muchos, no dependo,
Fabio, pues ni le guardo ni codicio;
ni dependo jamás del vulgar juicio,
pues dar a luz mis obras no pretendo.
   Del sexo mujeril casi no pendo,  5
pues amo por placer, no por oficio;
y aun menos de la corte y su bullicio,
pues de fingir y de adular no entiendo.
   Solamente dependo de la muerte,
ya que discurso no hay ni diligencia  10
que de su despotismo nos liberte.
   Mas la espero sin miedo y con paciencia,
vivo sin desearla; y de esta suerte,
amigo, se acabó la dependencia.




ArribaAbajo- XIII -


Dictado por el autor, ya postrado en cama, pocos días antes de su fallecimiento

   Lamiendo reconoce el beneficio
el can más fiero al hombre que le halaga.
Yo, escritor, me desvelo por quien paga
o tarde, o mal, o nunca el buen servicio.
La envidia, la calumnia, el artificio,  5
cuya influencia vil todo lo estraga,
con más rabiosos dientes abren llaga
en quien abraza el literario oficio.
Así la fuerza corporal padece,
falta paciencia, el ánimo decae;  10
poca es la gloria, mucha la molestia.
El libro vive, y el autor perece.
Y ¿amar la ciencia tal provecho trae?...
Pues doy gusto a Forner, y hágome bestia.




ArribaAbajoEpístola III

Escrita en 9 de septiembre de 1777, respondiendo a un amigo que instaba al autor a que sacase a luz algunas composiciones



   La carta en que el proyecto me sugieres
de dar a luz alguna obrilla mía,
que con benigno voto aprobar quieres,
llegó a mis manos, Fabio, el otro día;
cuando me levantaba cabalmente,  5
no con el entusiasmo y alegría
que en ciertos ratos un poeta siente,
sino con mal humor, melancolía,
severo enojo y tedio impertinente.
La imagen del descrédito, disgustos,  10
persecución, abatimiento y sustos,
que un miserable autor aquí tolera,
se me ofreció tan viva a la memoria,
que empecé a discurrir de esta manera:
   O por el interés o por la gloria  15
los ingenios se animan. Pero, en suma,
¿qué gloria, qué interés nos da la pluma?
A la verdad que a un mero literato
las letras solas no darán un plato,
no digo de faisanes y compotas,  20
pero ni aun de sardinas o bellotas.
Si el infeliz no tiene
más facultades que las tres del alma,
ni más caudal que el de sabiduría,
beberá el agua clara de Hipocrene  25
en vez de chocolate y malvasía.
Alguna burda enjalma
será su lecho blando,
y el cordellate apreciará algún día
como el paño mejor de San Fernando.  30
Yo nunca he visto, en Dios y en mi conciencia,
las gratificaciones,
los distinguidos puestos, las pensiones
con que en este Madrid se diferencia
el que decora a Tácito y Virgilio  35
del que masca el Breviario y el concilio.
Veo, sí, con galones, mesa y coche
al que firmar su nombre sabe apenas,
mientras alguno en útiles faenas
a la luz de un candil pasa la noche,  40
rodeado de Servios y Macrobios,
Vosios, Erasmos, Grevios y Gronovios.
El menor mal del que a estudiar se inclina
es que, olvidando a Cicerón y Horacio,
logre la ocupación de una oficina  45
y en dos horas farfulle un cartapacio.
Trueque el estudio de artes y de idiomas
por aquellos científicos axiomas:
Con el fiscal, y pase a escribanía.
Pídase informe a la contaduría.  50
únase al expediente.
Examínese si hay antecedente.
Acúsese el recibo,
y entréguense los autos al archivo.
Con esto un hombre, por lo menos, pasa;  55
y si tanto le acosa el hado impío,
que, estando el siglo como está, se casa,
socorre a su viuda un montepío;
y de todas maneras, mejor dote
la dará que un poeta un tagarote.  60
Los tesoros y dádivas que acopia
Amaltea en su bella cornucopia
no alcanzan a los súbditos de Apolo;
no, con laureles se contentan sólo.
Y ¿en qué buena república hay oficio  65
que a los que le profesan no alimente
y les sirva de fondo vitalicio?
Pero el decoro pide que no rente
al escritor ni un cuarto su ejercicio.
Es arte liberal, noble tarea,  70
que ningún estipendio,
sino el de aplausos y de honor, codicia.
Bien noble y liberal es la milicia,
y no hay, con todo, general que crea
que de su profesión es vilipendio  75
acudir muy puntual por su mesada,
aunque deje al morir virgen su espada.
   Ello es que en este suelo, en esta era,
la difícil carrera
de las letras humanas nada vale.  80
Por más que el sabio desprenderse quiera
del oro vil, la cuenta no le sale;
pues tanto como al necio,
de quien él suele hacer alto desprecio,
obliga a su merced la ley precisa  85
de no vivir sin pan y sin camisa;
Y la Filosofía, que abundante
se ve de ideas y pomposos nombres,
limosna pide al fin, cual vergonzante,
a la Pecunia, reina de los hombres.  90
¿No la aconsejarán que tenga juicio,
que no sea tan vana y dominante,
y que tome otro oficio
antes que se le den en el Hospicio?
   Mas oigo a muchos ya, que me replican  95
que no todos los doctos son hambrientos,
pues varios hay que a trabajar se aplican
por la fama que adquieren sus talentos.
¡Fama! ¡Sonora voz, con que infinitos
se dejan engañar, creyendo existe!  100
No la hallará en su vida el que se aliste
entre los matritenses eruditos.
Lo regular será que se malquiste;
que antes que salga su obra de la prensa
ya se la estén mordiendo los malignos;  105
que le atribuyan cosas que no piensa;
que le apoden con términos indignos,
y las calumnias, réplicas, libelos
sean toda la gloria y recompensa
que creyó merecer con sus desvelos.  110
-Martirio por la patria se padece.
-Es verdad si la patria lo agradece;
no cuando premia ociosos imperitos.
Muchos e injustos son, y el alboroto
de sus confusos gritos  115
no nos deja escuchar el cuerdo voto
de este o aquel censor que hace justicia
sin lisonja, sin odio, sin malicia.
   Habrá quien al oír tales lamentos
diga: ¡Qué estos señores literatos  120
siempre hayan de quejarse descontentos!
¿Pretenden, por ventura,
que en premio de sus útiles conatos
les erijan estatuas a docenas,
como lo acostumbró la antigua Atenas?  125
No siempre el siglo de un Augusto dura,
ni nacen como quiera los Mecenas.
¿Es tal de los poetas la locura,
que aún esperan, no obstante,
que en los teatros el concurso todo,  130
al escuchar sus versos, se levante
con reverente admiración, al modo
que lo hizo1 un día la romana gente
cuando unos de Virgilio casualmente
empezó a recitar un comediante?  135
-No, no aspiran a honor tan soberano.
Sólo piden que un pueblo que dar quiso
cinco mil pesos por un breve instante
en que salió, con superior permiso,
al circo madrileño un feo enano,  140
llevando a una giganta de la mano
y a otro lado un hombrón medio gigante;
pague una vez quinientos, a lo menos,
por la edición de un par de libros buenos.
Buenos digo, pues malos ya los paga,  145
y a fe que hay de éstos una egipcia plaga,
mientras que yacen en olvido injusto
algunos pocos que dictó el buen gusto.
Antes de mucho, en las confiterías
nos han de envolver chochos,  150
o en las botillerías
han de cubrir los cestos de bizcochos
con prosa de Saavedra y de Moncada.
No ha de haber droguería ni botica
en que toda vasija, grande o chica,  155
no se guarde tapada
con hoja en que esté impreso
El dulce lamentar de dos pastores2.
Así se animarán nuevos autores
a imprimir obras que vender al peso.  160
   Pero tú me dirás: Enhorabuena,
no escribas por codicia pecuniaria,
ni tampoco te dé la menor pena
esa maledicencia literaria
que todo, sin examen, lo condena.  165
Escribe por el póstumo renombre
que tendrás en los siglos venideros,
trabaja sin aplausos ni dineros;
que un día, al fin, te llamarán grande hombre.
Pero, Fabio, ese fruto  170
¿quién le ha de recoger? ¿Mi calavera?
Y aunque pague honorífico tributo
a mis cenizas la nación entera.
¿Es éste, por ventura, un lenitivo
de los males que paso mientras vivo?  175
Pregúntale a Cervantes qué provecho
hoy goza como autor de Don Quijote.
Si está muy satisfecho
de que, celosa, una Academia vote
que aquella famosísima novela  180
se imprima por Ibarra en papel fino
y la encuaderne Sancha en tafilete;
y si esto le consuela
de haber sufrido un mísero destino,
de haber muerto el pobrete  185
acosado de críticas sangrientas
con que dieron sobre él plumas e imprentas.
Esas glorias tardías
(aun cuando a merecerlas yo llegara)
las trueco todas por pasar mis días  190
sin que ninguno me eche nada en cara
ni me aflijan satíricas porfías.
El único partido y el más justo,
es renunciar al literario gremio;
no escribir ya por ambición de premio,  195
no por gloria presente ni futura,
sino por diversión, por mero gusto
y evitando la pública censura.
Desde hoy, sin que la envidia me haga mella,
la vida pasaré quieta y segura.  200
Desde hoy (pues a la actual literatura
domina aquí tan azarosa estrella)
he de olvidarla, aunque me llamen loco.
Ella en perderme perderá bien poco,
yo pierdo menos en perderla a ella.  205
   De esta manera, Fabio, yo soltaba
la rienda a mis funestos pensamientos,
lastimado de ver cuanto se agrava
el mal de la ignorancia por momentos.
No pude contenerme, y al instante  210
un gran montón de libros que tenía
sobre mi mesa, trasladé al estante,
donde gocen perpetuas vacaciones
entre arañas polillas y ratones.
A la mano dejé sólo una Guía  215
de Forasteros, que me avise el día
en que obligado vivo
a revolver legajos de un archivo,
de cuya ocupación más fruto saco
que de ser traductor de Horacio Flaco.  220
Luego, bajo de llave, a una gaveta
ciertas obrillas mías encomiendo,
de aquel tiempo en que estaba yo creyendo
que no era desatino ser poeta.
Y al sepultarlas en eterno olvido,  225
las pongo esta inscripción: TIEMPO PERDIDO.
Rasgo después tu carta, porque acaso
los consejos que en ella me has escrito
sobre que me entrometa en el Parnaso,
no me abran algún día el apetito  230
de hacer sudar, con bien inútil pena,
a los prensistas de mi amigo Mena.
   Con tal resolución quedé tranquilo.
Salí de los trabajos de estudiante,
y así, de aquí adelante  235
dormiré bien y criaré buen quilo,
templaré la acrimonia de la bilis,
dejaré ya que cante
el divino Marón a su Amarilis,
a su Dido, a sus Eneas y a su Turno.  240
No me he de hablar ya más con Robortelo
Muratori, Escalígero y Minturno,
que el arte enseñan del señor de Delo;
y perderé una mano
si más tocare el forro a Quintiliano.  245
A bien que nada de esto es ya preciso
para hacer mi papel en esta villa.
Yo me engalanaré como un Narciso,
y por dos cuartos tomaré una silla
del paseo del Prado,  250
desde donde podré muy descansado,
sin abrir libro que me dé jaqueca,
sentencia pronunciar definitiva
contra lo que otro escriba
revolviendo la Regia Biblioteca.  255
De nuestros comediantes de ambos sexos
aprenderé la lista de memoria,
y aunque digan dislates inconexos,
que hilvanó a toda prisa un mal poeta,
nadie me ganará la palmatoria  260
en frecuentar los palcos y luneta.
Allí desde hoy con cara de baqueta
oiré, sin tomarme pesadumbres
la desvergüenza pública y notoria
de la escuela (que llaman) de costumbres,  265
en el siglo (que llaman) ilustrado,
y en una capital de un grande Estado.
No perderé convite ni bureo;
sabré muy por menor cuándo el paseo
de Atocha a San Isidro se transfiere,  270
cuándo el Retiro al río se prefiere,
cuándo toca al Canal su temporada,
cuándo es a las Delicias la jornada.
No faltaré en café, toros ni ferias,
ni en la Puerta del Sol habrá corrillo  275
o tienda en que no logre yo cabida.
Iré a tertulias donde las materias
más importantes sean el tresillo,
el mal tiempo, del prójimo la vida,
los talcos y las borlas del peinado;  280
y en fin, seré un ocioso consumado.
Así me llamarán jovial, sociable,
útil, hábil, político y amable.
   Ahora, Fabio, dime si esta fama
llegaré a conseguir, y este sosiego,  285
después que, avergonzado de ser lego,
muchas horas de cama
hurte para leer cualquier librote
de algún comentador desaforado,
o rascarme la frente y el cogote  290
buscando consonante a California,
y el verso que me salga mal forjado
treinta veces volver a la bigornia,
como lo dijo Horacio3 en un tratado
que no construye todo licenciado.  295
Tú, en fin, aprobarás que yo me exima
de trabajar sin especial influjo
en lo que mucho cuesta y no se estima.
Mi tal cual numen se metió cartujo;
que esta literatura desanima,  300
persigue, cansa, abate y atropella,
y mi primer dictamen no revoco.
Ella en perderme perderá bien poco,
yo pierdo menos en perderla a ella.




ArribaAbajoPoesías varias




ArribaAbajoDefinición del mal que llaman esplín


(en inglés «spleen»)

   Es el esplín, señora, una dolencia
que de Inglaterra dicen que nos vino.
Es mal humor, manía, displicencia,
es amar la aflicción, perder el tino,
aborrecer un hombre su existencia,  5
renegar de su genio y su destino,
y es, en fin, para hablarte sin rodeo,
aquello que me da si no te veo.




ArribaAbajoSilva


   No bien nace la aurora ,
cuando mis amorosas inquietudes,
que en siglos me convierten cada hora,
para sufrir de nuevo ingratitudes
me hacen dejar el lecho que aborrezco.  5
Desde entonces al mal de que adolezco
mi triste fantasía,
cansada de buscar otros alivios,
uno sólo procura,
cuando a exclamar me obliga: «¿Por ventura  10
éste que hoy amanece será el día
que la tormenta trocará en bonanza?
¿No querrán todavía
aquellos ojos que me miran tibios
animar mi perdida confianza?»  15
   Así busco a mi pena algún consuelo
mientras el sol prosigue su carrera;
pero después que de la noche el velo
las tierras ha enlutado,
si examino mi estado,  20
tan infelice soy como antes era.
   ¡Ah, beldad hechicera!
dulce transformadora
de mi genio, costumbres, diversiones,
tareas, complexión, inclinaciones.  25
Mi corazón, de que hoy eres señora,
sólo al amor por ti ya se dedica,
y sus pasiones todas sacrifica.
   Permite que me acuerde
de cuando yo solía,  30
de pesares ajeno,
ya reclinado sobre el césped verde
que en sus orillas Manzanares cría,
ya en el retiro ameno
del soto, cuya entrada el sol ignora,  35
con lira, a la verdad, poco sonora,
cantar mis pobres versos, inspirados
de musa no discreta,
pero fácil, alegre y sin cuidados...
¡Quién pudiera decir lo mismo ahora!  40
-He renunciado el lauro de poeta,
que sólo mereciera si mis rimas
a los remotos climas
pudiesen extender tu nombre y gloria.
Reina, reina tú sola en mi memoria,  45
aunque las nueve Musas ya se olviden
por las tres Gracias, que hoy en ti residen.
   Acuérdome también de que algún día
el placer de la música armonía
ejerció en mis potencias tal imperio  50
y eficacia tan rara,
que, rendido a su grato cautiverio,
tal vez el arco con que toca Apolo
preferí al arco con que Amor dispara.
Mas ya ni un tono solo  55
forma en las roncas cuerdas
el tardo impulso de las flojas cerdas,
que en lo tierno y quejoso de su acento
no exprese tu rigor y mi tormento.
   Propensión me debía  60
en otro tiempo de la esgrima el arte,
sirviéndome de guía
prudentes leyes del astuto juego,
con que adestraba Marte
de la edad juvenil el brío ciego.  65
Hoy la amada costumbre
de empuñar el acero olvidaría,
si para merecer la recompensa
de mi fiel servidumbre,
emplearle no logro en tu defensa.  70
   ¿Qué ha sido de aquel tiempo delicioso
en que jamás la danza divertida
a la tristeza permitió cabida
para turbar el plácido reposo
de este pecho, que dudo ya si es mío?  75
¿No era yo el que en estrados,
donde cien hermosuras,
sus gracias ostentando y su atavío,
los sentidos dejaban encantados,
conté por la mayor de mis venturas  80
que me hallase bailando sin desmayo
de la aurora siguiente el primer rayo?
   Mas ya no hay para mí recreo alguno
que sin ti pueda serlo. ¡Oh, si quisiera
el destino importuno  85
que, más benigna por un breve instante,
una mirada tuya resarciera
los tranquilos placeres que a tu amante
en tiempo más dichoso han ofrecido
música, poesía, esgrima y danza!  90
Duélete, pues, al ver cuál se eterniza
con tan vano deseo su esperanza;
contempla qué pasión le martiriza;
mira los bienes que por ti ha perdido,
y luego di si es digno de tu olvido.  95




ArribaAbajoRomance


En que se describe un ridículo baile casero

   Cierta dama, en cierta calle,
cierto día, a cierta hora,
da cierto baile, que tiene
cierto aire de sinagoga.
En cierto empeño me veo  5
de pintarle en ciertas coplas,
que ayer, en cierta tertulia,
pidieron ciertas personas.
Yo no les sabré decir
si aquel es café, si es fonda,  10
si es feria de algún lugar,
si es Ginebra o Babilonia.
En año de carestía
la reja de una tahona,
y en vísperas de Difuntos  15
la puerta de una parroquia,
el patio de la comedia
al dar palmadas de moda,
y plaza de toros cuando
piden perros diez mil bocas.  20
Todo es una niñería,
comparado con la broma
de la que empezó academia
y ha acabado trapisonda.
La casa en que se celebra  25
tan solemne batahola
se ha de ganar cuesta arriba,
como se gana la gloria;
su escala es la de Jacob,
y en sus tramos, las señoras,  30
si no han merendado abajo,
tienen flatos y congojas.
Ni la Giralda en Sevilla,
ni el Acueducto en Segovia,
ni en San Lorenzo el cimborrio,  35
tanto al cielo se remontan.
Más valdrá que en adelante
con una garrucha y soga
desde la calle al balcón
suba la gente en tramoya.  40
Arriba hallará una sala
blanca como una paloma,
sin cuadro, espejo ni mesa,
araña, estera ni alfombra.
Cada silla es de un color,  45
y todas ellas bien pocas;
dichoso quien por asiento
un palmo de suelo logra.
Primero que a encender lleguen
luces en las cornucopias,  50
se tropezarán las gentes
como fantasmas o sombras.
Yo dije al entrar allí:
«¿Es ésta casa mortuoria,
bóveda de San Ginés,  55
cuarto de enfermo o mazmorra?»
Pero al empezar el baile
fui distinguiendo las cofias
de los sombreros de pluma,
y las pencas de las bolsas.  60
Este baile, del refresco
ha desterrado la moda;
que en él sujetan a dieta
al que mejor salud goza.
De andaluces y andaluzas  65
vi una grey tan numerosa,
que dudé si estaba en Cádiz
en medio de la Recoba.
Oí zalameras voces
de veinte damas ceceosas,  70
laz unaz ya muy gayinaz,
y laz otraz aun muy poyaz.
Allí condes y marqueses
vi con gentes de otra estofa,
y personas conocidas  75
con incógnitas personas.
Una dama se excusó
de asistir, diciendo pronta:
«Yo no gusto de ensalada,
salpicón ni pepitoria.»  80
En seis varas de terreno
quince parejas se ahogan,
por una que no es figura,
sino enigma o paradoja.
En la fila de los hombres  85
se colocan las señoras,
y ellos bailan, sin saber
qué compañera les toca.
Las cruces eran calvarios,
las cadenas eran sogas,  90
los paseos eran viajes,
las ruedas eran de noria.
La música, de italiana
sólo tenía una cosa,
que es el ser hijo de Italia  95
el que de ella hizo la costa.
Mas aunque dos contrabajos,
con diez violines, dos violas,
oboes, flautas y clarines,
timbales, cajas y trompas  100
trajese el lindo del Conde,
la música fuera sorda,
pues allí la confundieran
voces ya agudas, ya broncas.
Entre las recias patadas  105
contra el compás de la solfa,
sólo se escuchaban quejas
de vueltas y blondas rotas.
Y en fin, con tal pisoteo,
se tuvieron por dichosas  110
las damas que entrando allí
lograron no salir cojas.




ArribaComo el poeta se quedó en blanco


   Una mañana de agosto,
a su balcón asomada,
un cuenco de fresca leche
la bella Anarda tomaba.
El cuenco era blanca china,  5
blanca plata la cuchara,
carne muy blanca la mano,
la leche casi tan blanca.
Quedé, con tanta blancura,
más deslumbrado que estaba,  10
porque hasta el traje la niña
llevaba de blanca holanda.
Estábamela mirando;
en esto volvió la espalda,
y más blanco que un papel  15
me dejó la blanca Anarda.





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