Bien fue sin duda venturoso y digno
De
renombre inmortal el hombre osado
Que al ver la fiesta celebrar
del vino,
Del carro a la vendimia consagrado
Supo alzar a Melpómene sangrienta
Su terrible y
magnífico tablado.
¡Evoe! clamaba
ronca y turbulenta
La viñadora gente: ¡Evoe! sonaba
El eco en torno que el aplauso aumenta.
Mofaba
ora mordaz, y ora cantaba,
Y la faz insolente y atrevida
Con heces y con pámpanos velaba.
Ora
de alguna acción esclarecida
La gloria discantaba
en noble acento,
Siempre con gusto y suspensión oída.
Y en medio del bullicio y del contento
Que el agreste espectáculo esparcía
Por todo
el campo, a su impresión atento,
Dando
vuelo a su inmensa fantasía,
Y aspirando a más
gloria, Esquilo dice:
«Ceda esa estéril rústica
alegría
»A impresión más
augusta: el infelice,
Gemido de dolor el alma hiera,
Y
el destino cruel la aterrorice.
»Tome
vida y acción lo que antes era
Simple contar; el
diálogo lo anime,
Y que actor con actor hable y confiera.
»Sea su lenguaje espléndido, sublime,
Cual lo es su dignidad y sus pasiones,
Cual lo es la acción
que en su ademán exprime.
»Y den
fuerza y valor a sus razones
Grande local, majestuoso arreo,
Máscara que ennoblezca sus facciones.»
Dijo;
y muestra clavado a Prometeo
En la cima del Caúcaso
eminente,
A las iras de Jove alto trofeo.
Alza
el puñal la esposa delincuente,
Y ante sus mismos
lares confundidos
Cae y agoniza Agamenón valiente.
Y de orgullo y piedad a un tiempo heridos,
Los griegos ven confuso y derrotado
Al déspota del
Asia dar gemidos
9 9 .
Y siempre al fiero contrastar
del hado
Desplomada mostrar la gran columna
Do el humano
poder se ve asentado.
Tal la tragedia
apareció en su cuna,
Grande, terrible; escuela y
escarmiento
A la adversa y la próspera fortuna.
Aquel pues que levanta el pensamiento
Y la áurea palma conseguir desea
Que promete este
campo a su talento,
No entienda, incauto,
que a expresar la idea
Del modelo moral que anda buscando
La condición común bastante sea.
¿Por
ventura el arroyo que, vagando
Entre flores y guijas mansamente,
Aduerme el valle en su murmurio blando,
Podrá
expresar al rápido torrente
Cuando, precipitándose
y cayendo,
Los árboles arranca ferozmente,
Las
rocas arrebata, y con su estruendo
Atronando las selvas,
espantadas
Se ven fieras y ninfas ir huyendo?
Siempre
formas en grande modeladas,
Peligros siempre en la borrasca
fiera
De Pasiones violentas y encontradas,
Siempre
terror. Cuando la vez primera
Melpómene a los genios
se mostraba
Delicias dulces de la Grecia entera,
En
su ademán augusto respiraba
El vivo afán,
el sentimiento crudo
Que su agitado corazón llenaba.
Sobre su pecho cándido desnudo
Ondeaba el dolor; su mano hermosa
Armada estaba de puñal
agudo.
La cólera terrible, impetuosa,
La ambición, la venganza ensangrentada,
En pos marchaban
de la triste diosa.
Y ella entre tanto
sin cesar guiada
De un inflexible aterrador destino,
Que
en ordenar catástrofes se agrada;
Menos
fiera después, otro camino
La moderna Melpómene
escogiendo,
Más que aterrar, a enternecer se avino
Y despojada del severo atuendo
Que en
la escena ateniense la seguía,
De sólo amor
se la escuchó gimiendo.
Más
dulce voz, más plácida armonía
Adquirió
así tal vez; más degradarse
Se vio el coturno
con vergüenza un día.
Fuerte,
desesperada ha de pintarse
La pasión del amor, dominadora,
Que no pueda esconderse ni enfrenarse:
Es
la llama de Venus vengadora,
Que en alas de un frenético
deseo
Inhumana su víctima devora.
Tal
con piedad y con espanto veo
Hecha presa de bárbaros
dolores
A la infeliz esposa de Teseo.
Ella
sabe y conoce sus furores,
Y teme que aún las bóvedas
y muros
Han de ser de su culpa acusadores
10 10 .
Triste
desecho de los seres puros,
Huye del sol que avergonzarla
debe,
Y a los recintos se recoge oscuros.
Se
alimenta de hiel, lágrimas bebe,
Y la muerte espantosa
que la espera
Es el dios sólo que a implorar se atreve.
Dolor, siempre dolor, y cuando muera
Ni un momento el más corto de bonanza
Habrá
gustado la infeliz siquiera.
Perdida,
en fin, paciencia y esperanza,
A nada atiende, en su aflicción
sumida,
Y de sí contra sí toma venganza.
Rinde a su ciego frenesí la vida,
Amor ostenta su terrible mando.
Y el alma lo contempla
estremecida.
Hubo en tanto un mortal
11 11 que,
abandonando
De piedad y terror la usada vía,
Con
nuevo lauro su cabeza ornando,
Otra supo
elegirse. Todavía
Una mente mayor le diera el cielo
Que a aquellos héroes que pintar debía.
Y
él, elevando el generoso vuelo
A la región
etérea, allí domina
Y de allí instruye
al admirado suelo.
En Roma Augusto perdonando
a Cina,
De su rival el defensor severo,
Y la sensible y
celestial Paulina;
De Leontina el arrojo
noble y fiero,
Y el gran Pompeyo en su fatal caída,
Haciendo estremecerse el mundo entero,
Arrebatan
mi mente, complacida
Al ver la fuerza de la sabia mano,
Y a la naturaleza ennoblecida.
¡Salve
mil y mil veces, soberano
12 12
Genio inmortal que digno debería
Ornar el espectáculo romano,
Cuando
la libertad engrandecía
De los hijos de Marte el
fuerte seno,
Y el orbe al Capitolio obedecía!
Mas
no por tanto de alabanza ajeno
Es del vicio el pintor, si
lo expusiere
De horror funesto y de vergüenza lleno.
Igual provecho a mi razón adquiere
El feroz Catilina, que bramando
Odia a su patria y destrozarla
quiere,
Que el generoso Régulo,
espirando
Al rigor de la púnica fiereza,
A Roma
y al honor su fe guardando.
La sencillez
hermana a la riqueza
El genio cuando imita, y hermosura
Añade a tu beldad, naturaleza.
Mas
otra tosca imitación impura
Amontona y recarga los
colores
Como para dar fuerza a la pintura.
En
el potro presenta los dolores,
Empapa con la sangre a la
venganza;
Y no saciada en lástimas y horrores,
A
los sepulcros lóbregos se lanza,
Y se complace al
ver estremecerme
Del placer inhumano que me alcanza.
¿Por
qué a la vista, bárbaro, ponerme
Acciones
tan horribles? ¿Es tu intento
El pecho desgarrarme, o conmoverme?
¿Por qué Fayel frenético,
violento,
Presentar a la mísera Gabriela
Del triste
amante el corazón sangriento
13 13 ?
El
trágico escritor que dar anhela
Fuerza y verdad a
su pincel lozano
La historia estudie en incesante vela.
Otro color requiere el africano
En sus
costumbres bárbaras dobladas,
Que el pulido francés
y el fuerte hispano.
Y pide diferentes
pinceladas
La ligereza de la edad presente
Que la fuerza
y candor de las pasadas
Presentó
en nuestra escena un imprudente
Al héroe de Suecia
enamorado,
De la historia a pesar que le desmiente
Burlóse
el mundo de él. Tú, escarmentado,
Siempre
darás al héroe conocido
El genio que la fama
le haya dado.
Hipólito, en el campo
endurecido,
Aborrezca, deteste a las mujeres,
Por razón,
por capricho, o por olvido.
Si al vencedor
del Asia me expusieres,
Magnánimo, colérico,
ambicioso,
Juguete de la gloria y los placeres.
Platón
firme, sublime, virtuoso.
Cual fuerte escollo a turbulentos
mares,
Resista a los tiranos valeroso.
Si
nuevos personajes inventares,
Que dignos todos del coturno
sean
14 14 ;
Y aunque excedan los limites vulgares,
Nunca
es bien que fantásticos se vean,
Ni que en sus gigantescas
expresiones
Absurdamente deslumbrarme crean.
Tienen,
sí, su lenguaje las pasiones:
Siempre van arrojándose
con ruido,
Del furor inflamadas las razones;
Pero
el triste dolor es abatido;
Y Edipo, cuando rey soberbio
y fiero,
Derrocado gimió, lloró caldo.
Muéstreme
sentimiento verdadero
Quien mover quiera el sentimiento
mío:
Para hacerme llorar llore primero;
Porque
o bien me adormezco, o bien me río,
Reina infeliz
de Trova, al contemplarte
Ante tu desolado poderío,
En vez de suspirar y lamentarte,
Los
pueblos describir pomposamente
Que enemigos vinieron a arruinarte
15 15 .
Cuide, por fin, el escritor que intente
Llegar del arte a la eminente cima
Y su aplauso extender
de gente en gente,
Que el trágico
puñal con que lastima
El pecho del oyente estremecido
Verdades grandes y útiles imprima.
Pues
es seguramente afán perdido
Afán que sólo
en deleitar se emplea
Y el fruto del saber pone en olvido.
Tú a más noble ambición
alza la idea,
Y de pueblos y príncipes a una
Lección
insigne la tragedia sea
16 16 .
Ella les muestre
sin reserva alguna
El miserable término a que llegan
Los hijos del poder y la fortuna,
Cuando
su mente a la prudencia niegan,
Y al horrendo huracán
de las pasiones
O Husos o frenéticos se entregan.
Deliran ellos, sufren las naciones,
Se
ofende el cielo, y su terrible ira
En crímenes estalla,
en aflicciones,
Que el pueblo espectador temblando admira
17 17
.